One Piece NO ME PERTENECE. Solo hago esto para su entretenimiento y mi diversión.


Chapter 2.1: Aquí sí ha pasado algo


Quería cumplir su promesa y reír como su amigo Saul le había dicho que tenía que hacerlo ante la adversidad, pero las lágrimas no paraban de brotar de sus ojos ni tampoco los sollozos de dolor. La pequeña Robin había perdido todo en un abrir y cerrar ojos. Se encontraba sola en la balsa, viendo como su antiguo hogar era engullido por las llamas. Toda la isla era un infierno rojo y ella era la única sobreviviente.

¿Por qué soy la que tiene…que vivir? Mamá…tengo miedo. ― la balsa se tambaleó. Del agua apareció la figura de un hombre. Robin contuvo el aliento, en puro pánico ante el polizonte que se encontraba empapado frente a ella. Podía ver el reflejo de lo que intuían eran pendientes aferrados a su oreja, tres para ser exactos, pero por lo oscuro que estaba, no podía distinguir sus facciones. ― ¿Quién es usted? No…me lastime…― la figura se abalanzó sobre ella; la niña pensó lo peor. Era su fin, ni siquiera pudo mantener la promesa que le hizo a su madre.

Robin…mantente viva. Las cosas mejorarán…― el hombre no le atacó, le abrazaba. A pesar del frío que suponía que le estuviese empapando la única ropa de la que disponía, sus palabras y el gesto le brindaron el primer momento de paz dentro del caos. ― Nosotros te estaremos esperando…

¿Nosotros? ¿Quiénes? ¿Quién es usted?

Alguien que esperará por ti.

Robin se sobresaltó ante el recuerdo. Desorientada, se incorporó como pudo, sintiendo como su cuerpo se estremecía del dolor. El ataque de Kuma llegó a su cerebro de sopetón. Miró a su alrededor ubicando a sus nakamas. Al igual que ella, se encontraban recobrando la consciencia. Por instinto, buscó al espadachín, pero no lo vio, solo alcanzó a ver como Sanji desaparecía a la distancia. Decidió seguirlo, aprovechando que la atención no estaba sobre ella.

― ¡¿Por qué estás tan ensangrentado?! Oye, ¿qué te pasó? ¿Sigues con vida? ― Robin apresuró el paso al escuchar las palabras del cocinero. El horror se apropió de sus facciones al ver la imagen del espadachín a unos metros de ella. ― ¿Dónde se metió ese tipo? ¿Y qué fue lo que pasó aquí?

― Nada…aquí…no pasó nada. ― su corazón saltó con cierto grado de alivio, pero duró poco cuando a los pocos segundos, lo vio desplomarse sobre la superficie ensangrentada con su propia sangre.


― Demente. ― fue lo primero que escuchó Zoro al recobrar la consciencia. Sus ojos se enfocaron en la claridad de la habitación, asumía que debía ser media tarde. Lo llamativo del caso era que Robin estaba allí, sentada a su lado con una mezcla de preocupación y enojo en su delicado rostro.

―Mira quien habla…Nico Robin hablando de locura.

― ¿Cómo se te ocurre hacer algo como eso? Podrías haber muerto.

―Pero no morí. ― la sencillez de su respuesta le molestó.

―No estabas para nada feliz cuando quise sacrificarme en Enies Lobby.

― No es lo mismo.

― ¿Y cómo es diferente? ― rebatió de inmediato. Zoro chasqueó la lengua, no sabiendo bien cómo responder.

―Porque lo es y ya. No fastidies, mujer. ― el silencio que le siguió, hizo que Zoro mirase al techo, sintiendo la furia emanar de su nakama.

― ¿Estaría bien porque seguimos vivos, pero con la carga del costo? He vivido con un peso parecido por veinte años…no se lo recomiendo a nadie. ― era la primera vez que se expresaba tan abiertamente, sin ningún tipo de cinismo o sarcasmo. ― ¿Por qué es tan difícil de entender?

―Hubiese sido peor si nos mataban a todos.

―Seguiríamos juntos…en la otra vida.

―Mujer…que tétrica eres…― dejó salir, enfocando su vista en el techo, para disimular lo que quería hacer. Ante el silencio, Zoro aprovechó para escabullir su mano por el colchón hasta que sus dedos rozaron con los de ella. ―No me arrepiento de lo que hice, pero sí siento haberte hecho recordar…sucesos desagradables.

―Es lo mejor que voy a conseguir por tu parte, ¿no es así? ― sonrió con esa mueca de superioridad tan característica de él. ― Tendré que aceptarlo. ― el ambiente se llenó de un silencio cómodo mientras Robin tomaba un libro que hasta el momento Zoro había pasado desapercibido por Zoro. El espadachín se limitó a observarla leer. ― ¿Ocurre algo, kenshi-san?

―Solo me preguntaba si…no resultaría sospechoso que estés cuidándome.

―No, estoy cubriendo a Chopper. Dijo que necesitaba suplementos, así que, me ofrecí a vigilarte hasta que volviera. No esperaba que despertaras tan pronto.

―Aun así…que tú te quedaras…

― ¿Te molesta?

―No es eso, es solo que…

― ¿No puedo cuidar de mi nakama? ― Zoro suspiró frustrado. Robin era demasiado inteligente para no saber de qué estaban hablando.

― Somos más que eso, aunque te empeñes en alejarme. ― Robin cerró el libro con violencia, dejando salir un largo suspiro. ― ¿Por qué no me dijiste…sobre tus heridas?

―Era irrelevante.

―Habría sido más gentil y…habría elaborado más la situación.

― Zoro, esto que tenemos no es correcto. No estamos en la misma página.

― Si te refieres a la edad, no estoy de acuerdo. Con todo lo que has pasado, lo mínimo que puedes hacer es vivir las experiencias de cualquier persona y una de ellas, es enamorarse. ―Robin lo observó seriamente. La determinación de Zoro le hacía flaquear, algo que nunca pensó posible.

― ¿Tú tienes esa experiencia?

―No, pero podemos adquirirla juntos. ― lo decía con una simpleza que asustaba a la arqueóloga porque no le sonaba del todo descabellado. ― Yo…tal vez…Robin…― no sabía que decir, nunca había sido expresivo y menos en cuanto a sus sentimientos. Su vida había consistido en entrenar, enfocado en ser el mejor espadachín. Su atención no estuvo en entablar alguna relación con el sexo opuesto. Había tenido ciertos encuentros durante su adolescencia, por puro instinto biológico y curiosidad, pero nada como lo que experimentaba con Robin. ― Creo que me estoy…

―No lo digas; no es verdad.

―Oi, te dije que no asumas las cosas.

― No lo estoy asumiendo; lo sé. Con el tiempo, se te pasará…Es un capricho, Zoro; ya obtuviste todo lo que querías de mí.

― ¡¿Crees que digo y hago estas cosas con cualquiera?!

― ¡Oh, ya despertó! ― la voz de Chopper los alertó. El doctor entró a la habitación rápidamente, trepando en la cama. ― Zoro, ¿cómo te sientes? ― la arqueóloga aprovechó para escabullirse. Lo mejor era hacer como que no había pasado nada. Justo como él lo había hecho con el incidente de Kuma.