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Después de la ceremonia, se continuó con una íntima recepción para celebrar a los recién casados. En una de las mesas, preparadas para el evento, se encontraba Sara acompañada de su hija, su mamá y sus hermanas. Todas reían, charlaban, y disfrutaban de la celebración del matrimonio de Juan David y Muriel. De repente, Sara sintió como su celular, que estaba dentro de su cartera y arriba de la mesa, vibró. Sara sacó su teléfono móvil y vio que había recibido un mensaje de texto de su marido, ella lo leyó, le respondió y prosiguió a entablar una pequeña conversación en mensajes de texto:
-Franco Reyes: Me encanta cuando te ríes así ¿Qué tanto hablan? Me dijiste que regresabas enseguida y han pasado más de 15 minutos. ¿No quieres seguir bailando?
-Sara: Jajajaja. ¿Me estás mirando? ¿Por dónde estás?
-Franco Reyes: Con Andres y los sobrinos… Pero desde donde estoy te veo perfectamente Está usted hecha toda una diosa con ese vestido azul
Sara se entretuvo, divertida con su teléfono en la mano y estaba a punto de responder el mensaje de su marido, pero primero alzó la mirada y empezó a buscar por todo su alrededor para ver si lograba localizar en donde se encontraba su esposo. Luego de buscar, por un corto tiempo, logró verlo en una de las mesas más alejadas. Allí estaban los mellizos, Andrés, Sibila y la amiga de León. Todos parecían estar pasando un rato agradable, pero Franco tenía el celular en la mano con la mirada ubicada en la pantalla.
-Sara: Gracias, amor mío. Tú tampoco te quedas atrás. No te ves nada mal, hasta parece que saliste de la portada de una revista. Por aquí han preguntado que si no te vas a quitar las gafas de sol.
-Franco Reyes: Jajajajajaja Claro que no. Han sido mi mejor herramienta todo el día. Me han permitido disfrutar de tu escote sin que nadie se de cuenta ni me juzgue
Cuando terminó de leer ese último mensaje de texto, Sara no pudo contener la sonrisa que se le formaba en la cara. Subió la mirada para ver hacia la dirección en donde se encontraba Franco, este ya la estaba mirando con una sonrisa igual a la de ella, incluso con las gafas de sol, él le alzó las cejas un par de veces de forma pícara. La sonrisa de ella creció aún más. Sara volvió a escribir en su celular.
-Sara: Tienes que saber que este vestido me lo puse para ti, ¿No? Puedes mirar todo lo que quieras.
-Franco Reyes: Acompáñame a dar una vuelta.
-Sara: Jajajaja ¿Ahora? ¿A dónde quieres ir?
-Franco Reyes: No sé, un lugar en donde podamos estar a solas.
Sara volvió a mirar en dirección a donde se encontraba su marido, él ya estaba de pie y mirando hacia donde ella estaba. Franco la llamó con una mano, haciéndole señas discretas para que fuera con él. Su hijo y sus sobrinos estaban riendo muy divertidos y no le estaban prestando atención a nada que no fuese los tragos que tenían enfrente y a la música que sonaba en toda la fiesta. Franco notó a su esposa bajar la mirada y una vez más empezar a escribir en su dispositivo electrónico.
-Sara: Listo, entonces ve tú primero y yo te sigo.
Franco subió la mirada tras tenerla en la pantalla del celular, asintió con su cabeza para que su esposa lo viera. Antes de empezar a caminar, este notó que su esposa agarró la flauta, llena de champán, que estaba en la mesa frente a ella y de un solo sorbo se tomó todo el líquido que había allí dentro. Gaby, sus hermanas, y hasta doña Gabriela estaban distraídas en otras cosas y no le estaban prestando atención a Sara. Perfecto, pensó Franco mientras caminaba en dirección a la casa principal.
Cuando ya estaba un poco alejado y había llegado a una pared que bloqueaba la fiesta, se paró para esperar a que su mujer lo alcanzara. Franco esperó pacientemente un par de minutos, este empezó a escuchar unos pasos, del otro lado de la pared, que se acercaban a donde él estaba. Era su mujer. Franco podía reconocer su forma de caminar y el sonido de sus tacones contra el pavimento.
"¡Hay estas!" Exclamó Sara en cuanto dio la vuelta al otro lado del muro que anteriormente bloqueaba su vista. Su esposo, que ya la estaba esperando, la tomó de los brazos y la jalo hasta pegarla a él mientras se apoyaba en la pared. Franco atrapó el labio superior de su esposa con los suyos y la envolvió en un beso urgido y apasionado. Sara inmediatamente le correspondió el beso con el mismo fervor. Ambos se besaban como lo habían hecho solo una hora atrás en frente de toda su familia, pero ahora más libremente porque ambos eran conscientes de que nadie los podía ver.
Con una de sus manos, Franco sujetaba a su mujer de la cintura, entretanto, su otra mano la tenía puesta entre la espalda y la nuca de ella para mayor estabilidad y control. Las dos manos de Sara se ocupaban de sujetar y al mismo tiempo acariciar el rostro de su esposo. El beso se hacía cada vez más intenso, ambos encajaban perfectamente y sabían cuáles eran los movimientos adecuados para poder seguir besándose sin perder la respiración. La tensión que crecía entre ellos se estaba tornando muy incómoda de aguantar y ambos querían más. Sara se separó lentamente de la boca de su marido, aun con el labio inferior de este entre sus labios. Los dientes de ella rozaban, de forma seductora, el labio enrojecido de él y poco a poco lo iba dejando en libertad.
Ambos estaban ruborizados y jadeantes al separarse del beso que casi los deja sin aliento. Franco subió la mano, que anteriormente sujetaba la cintura de su esposa, hasta el rostro de esta y con su pulgar acarició los labios hinchados de su mujer, "vamos," le dijo mientras su otra mano encontraba la de ella y ambos empezaban a caminar rumbo a la entrada de la casa.
Sara trataba de seguir a su marido mientras este la llevaba de la mano por toda la hacienda Reyes. En donde, afortunadamente, no se encontraban ninguno de sus familiares. Todos seguían en los jardines posteriores disfrutando de la celebración. Solo el equipo a cargo del servicio de comida, y los meseros de la fiesta, se mantenían entrando y saliendo de la residencia principal de la hacienda Reyes. La anticipación, de lo que estaban a punto de hacer, la tenía emocionada y aterrada a la vez.
Franco no tardó en llegar a la entrada de la casa. Una vez allí, se retiró los lentes de sol que llevaba puesto durante la ceremonia y recepción del casamiento de su ahijado Juan David. Este se dio la vuelta y mientras con una mano guardaba los lentes en el bolsillo interior de su chaqueta, con la otra mano, seguía sujetando los dedos de su mujer. Ahora que ya nada bloqueaba su vista, podía claramente distinguir el vestido que llevaba puesto su esposa y lo acertado que era aquel tono azul sobre su piel. Estaba radiantemente hermosa, con el pelo recogido de tal manera que él podía apreciar su cuello y las pecas que libremente vivían sobre la piel de su pecho, y ni hablar del escote tan pronunciado que el vestido dejaba al descubierto. Sin duda alguna, aquel atuendo se había convertido en uno de sus favoritos.
Sara notó la mirada hambrienta de su marido sobre todo su cuerpo, especialmente en el área de su escote, su reacción fue una media sonrisa mientras se mordía el labio inferior. En ese preciso momento, Franco subió los ojos para verle a la cara y vio que su mujer disfrutaba de su mirada penetrante tanto como él disfrutaba mirarla.
"Ven," le dijo mientras la jalaba de la mano y la acercaba más hacia él para seguir caminando hasta entrar a la casa de Juan y Norma.
"Amor, camina más despacio que con estos tacones no puedo seguirte el paso," le explicó mientras empezaban a bajar las escaleras en dirección a las habitaciones de huéspedes.
"No se diga más," dijo Franco haciendo una parada y estratégicamente agarrando a su esposa de la cintura y colocándola encima de su hombro izquierdo para cargarla y así empezar a bajar las escaleras.
"¡Franco!" Exclamó mientras una risa genuina se escapaba de sus labios. "¿Qué crees que estás haciendo?" Le preguntó, "bájame ahora mismo," le exigió.
"Si te bajo, no me voy a poder contener y te voy a desnudar en esta misma escalera," le advirtió su marido con un tono serio cuando ya iban por la mitad de las escaleras. "Ya casi llegamos, la recompensa valdrá la pena, lo prometo," le terminó de decir Franco quien la sujetaba con las dos manos, una de ellas puesta en su cadera y la otra sobre su trasero.
Sara no volvió a quejarse, pues ella también estaba deseosa de llegar a una de las habitaciones y estar a solas con su esposo. Además, en aquella posición en la que se encontraba tenía una vista envidiable y no iba a desaprovechar la oportunidad. Sara extendió un poco su brazo y con mínimo esfuerzo su mano izquierda apretó la firme nalga derecha de su marido. Franco dio un pequeño salto por la sorpresa de la acción realizada por su esposa, para su alivio ya estaba en el último escalón y ninguno de los dos corrían peligro de caerse.
"Okay, esta bien, te voy a bajar," le prometió, poniéndola de pie en el suelo al pie de las escaleras.
"Gracias, ya me estaba empezando a marear," confesó mientras se agarraba del brazo de él para estabilizarse y le regalaba una sonrisa.
"No debiste tomarte esa última copa de un solo trago," le reclamó su esposo mientras se reía con ella.
"De no haber sido así, no estaría aquí contigo en este momento," dijo honestamente mientras se acercaba más a él. "Lo necesitaba para poder hacer lo que vamos a hacer," le dijo Sara mientras sus ojos miraban fijamente a los de él.
"¿Y qué vamos a hacer?" Le preguntó con un tono bajo y agudo.
Acortando los pocos centímetros de distancia que había entre ellos, Sara alzó su mano para agarrar la cabeza de él y así bajarla hasta que la altura de su boca estuviera a la par con la oreja de su marido. "Vamos a encontrar alguna habitación desocupada en donde yo te voy a devorar la boca libremente, como lo he querido hacer todo el día. Tú me vas a coger por detrás y me vas a hacer tuya hasta que no pueda mas y quiera gritar tu nombre a todo pulmón, pero tú no lo vas a permitir. Porque nadie nos puede escuchar. Te va a tocar callar mis jadeos y gritos a punta de besos o como sea que lo tengas que hacer," le susurró su mujer en el oído de la forma más seductora que él le había escuchado hablar en años.
Franco trago en seco y le agarró la mano que tenía libre para llevarla en dirección a los cuartos y así encontrar un lugar en donde harían todo eso que acababa de describir su Sarita. Al abrir la puerta de la primera habitación se dieron cuenta que estaba hecha un desastre, aparentemente, ese había sido el lugar designado para que Muriel y Norma fueran arregladas por un equipo de profesionales. Franco y Sara se miraron a la cara al mismo tiempo y los dos movieron su cabeza, señalando y vociferando un 'no' en unísono. Abrieron la puerta de la segunda habitación y esta se notaba que estaba ocupada por las personas encargadas de la fotografía en la boda, quienes tenían todo sus equipos y luces en aquel lugar. Sara recordó que el fotógrafo no era de San Marcos y se estaba hospedando allí durante el casamiento.
"Bueno, aún está la habitación del fondo," dijo Franco mientras empezaba a caminar hasta el final del pasillo agarrado de la mano con su mujer.
En la tercera y última habitación, de la planta baja, tampoco tuvieron suerte ya que estaba cerrada con llave por motivos desconocidos para ellos. "No puede ser, Dios mío," dijo Sara frustrada, "que en esta casa tan grande no haya un pequeño lugar donde podamos tener un poco de privacidad. ¿Y si nos vamos a casa?" Le preguntó muy seriamente.
Franco no pudo contener la carcajada que se escapó de sus labios ante la obvia frustración que podía ver en la cara de su esposa. Si no fuese porque ya él tenía un as bajo la manga, estaría igual o más enojado que ella.
"No me causa gracia tu risa," le dijo su esposa mientras lo miraba acusadoramente. "Esto no es para nada gracioso," concluyó.
"Ven conmigo, tengo una idea," le dijo simplemente.
Ambos empezaron a caminar, regresando por donde habían caminado anteriormente y llegaron a las escaleras una vez más. Al lado de las escaleras se encontraba una puerta la cual no habían intentado previamente. No la habían abierto porque tras esa puerta sólo se encontraba un baño y aquello se podría tornar un poco incómodo.
"Voilà," dijo Franco abriendo la puerta del baño.
"¿En serio?" Le preguntó Sara, incrédula.
"¿Tienes una mejor idea? Al menos que quieras dejarlo así…" Le empezó a decir, sabiendo que su mujer no iba a resistir y rápidamente vería los beneficios que aquel baño podría proveerles.
Sara miró a la cara de su marido, notando que los ojos azules de este se veían casi oscuros por lo dilatadas que se encontraban sus pupilas. Él estaba tan deseoso y ansioso como ella. "Vamos," le dijo, tomándolo de la mano y entrando con él a aquel baño. La puerta se cerró detrás de ella y Franco no desaprovechó ni un segundo para atraparle la boca en un beso lleno de pasión y lujuria. Los dos se besaban hambrientamente y con ganas de dominar el beso aunque llevaban un ritmo ya muy conocido por ambos. Era como si sus bocas estuvieran bailando una coreografía que habían practicado miles de veces.
Mientras Franco besaba a su esposa con fervor, su mano derecha bajó hasta la parte baja de la espalda de ella y así empezó a tomar unos cuantos pasos hacia delante, guiando para que esta fuese dando pequeños pasos hacia atrás. La espalda de Sara encontró y se recostó en la puerta que, hacía poco tiempo, habían atravesado. Con la mano que Franco tenía libre, le puso cerrojo a la puerta y luego la llevó hasta dejarla posicionada detrás del cuello de su esposa para ofrecerle mayor soporte y poder profundizar más el beso, introduciendo su lengua en la boca de ella. Esta aceptó con gusto y sintió como más tensión empezaba a crearse en lo más profundo de su ser. Las manos de Sara estaban ocupadas sosteniendo las solapas de la chaqueta de su marido, así atrayéndolo hacia ella hasta tenerlo lo más cerca posible. En aquel baño solo se podía escuchar el sonido que creaban sus bocas durante aquel largo beso y el ritmo de la respiración desequilibrada que tenían al no querer separarse ni para tomar aire.
Sara no pudo más, sintió que le faltaba el oxígeno, viéndose forzada a romper el beso primero. Su respiración estaba completamente acelerada mientras intentaba recuperar el aliento. Franco no perdió el tiempo, con la mano que tenía detrás de la nuca de su esposa, le echó la cabeza hacia un lado para abrirse paso a su cuello y empezar a besarlo libremente. Entre besos y caricias, Sara sentía que su sangre empezaba a hervir, pero aún así disfrutaba de los pequeños mordiscos y lengüetazos que su esposo empezaba a dejar a ambos lados de su cuello.
La mano de Franco, que anteriormente se encontraba en la espalda baja de su esposa, subió hasta donde se encontraba el cierre de su vestido. Este aprovechó y bajó un poco la cremallera del traje, obteniendo la oportunidad de mover el vestido de su esposa con un movimiento rápido y eficaz. Mientras seguía besando el espacio entre su clavícula y su cuello, su boca empezó a descender aún más hacia su escote. Su mano se encargó de exponer uno de los senos de su mujer, con sus dedos lo masageo y pellizcó el pezón que estaba duro y expuesto. La boca de Sara emitía un sonido mezclado entre molestia y placer, eso era música para los oídos de Franco, la más dulce melodía. Él finalmente atrapó con su boca el pezón al que le había hecho una pequeña travesura, empezando a chuparlo y acariciarlo con sus labios y su lengua.
Sara tiró su cabeza hacia atrás al sentir la boca caliente de su esposo envolverse alrededor de su pezón, ya que se encontraba extremadamente firme y sensible. Ella llevó sus manos hasta la cabeza de Franco y sus dedos empezaron a acariciar su cabello y delicadamente tirar de este. Mientras la boca de Franco le prestaba atención a uno de los senos de su esposa, su mano se encargaba de sacar el otro para jugar y no dejarlo abandonado. La parte superior del cuerpo de Sara quedó completamente al descubierto, las mangas de su vestido ya le llegaban a la mitad de los brazos y la zona de su pecho estaba completamente expuesta a su marido. Franco apartó su boca del pezón que chupaba para dirijirse hacia el otro seno que ya tenía en su mano, su lengua salió de su boca y dulcemente lamió aquel pezón antes de atraparlo con sus labios y darle un pequeño mordisco, haciendo sus dientes frotar la piel sensible de este. Sara volvió a pegar un pequeño chillido por la sensación tan repentina.
Franco aún se encontraba completamente vestido y a Sara le parecía que ella estaba en gran desventaja. Las manos de Sara pasaron de la cabellera de Franco a atrapar su rostro y hacer que este subiera la cabeza. Sara atrapó los labios de su esposo en un beso lleno de necesidad y deseo. Durante aquel beso en el que se demostraban tanto amor y pasión, Sara aprovechó para guiar sus manos hasta los pantalones de su marido, empezando a deshacer el cinturón y luego a desencajar el botón. En aquella travesía pudo notar que el miembro de su esposo estaba duro y listo para salir a saludar.
Sara apartó sus labios de la boca de Franco y empezó a besarle la cara, la nariz, las mejillas, y la barbilla. "No te muevas," le pidió cuando empezó a descender con sus besos a través de su mentón y su garganta. Con un movimiento coordinado, Sara fácilmente se agachó al nivel de su cintura y empezó a bajar la cremallera del pantalón de su marido.
"Sara," empezó a decir con la voz un poco ronca. "¿Qué piensas hacer?" Le cuestionó aunque le podía ver la intención dibujada en el rostro.
"No te atrevas a ponerle la mano a mi cabello," le dijo Sara, ignorando su pregunta. "No se me puede arruinar el peinado," le advirtió guiñandole un ojo.
Franco fue muy obediente y no se movió, no podía. Él estaba embobado viendo como su esposa metía la mano dentro de sus calzoncillos y tomaba posesión de su pene, erecto y palpitante, loco por salir y tener protagonismo junto a su mujer. Sara agarró el miembro de su esposo y lo sacó de su escondite para poder exponerlo en toda su capacidad. Franco no hacía más que observar detenidamente a su esposa, estaba ansioso por lo que seguía y porque su mujer parecía tener en la mano su golosina favorita.
La cara de Sara se vio invadida por una sonrisa pícara mientras se preparaba para sacar su lengua y de forma sensual pasarla por la cabeza del pene de su marido. Franco se escalofrío con la sensación de la lengua de su esposa saludando a su pene y con la mirada seductora que esta le dio desde la posición en la que se encontraba. Sara abrió la boca y con un hábil movimiento metió una gran parte de su marido en su boca.
Los labios de Sara se sentían sensacional alrededor de su miembro, la calidez y humedad de su boca eran como estar en el paraíso, pensó Franco. En cuanto su esposa empezó a meterlo y sacarlo de su boca, manteniendo un ritmo equilibrado y fluido, este sintió la necesidad de llevar sus manos hacia la cabeza de ella, pero recordó las palabras de su esposa y sabía que si le arruinaba el peinado, ella no se lo perdonaría muy fácilmente. Franco no supo qué hacer con sus manos para poder contenerse, eventualmente las llevó hasta el marco de la puerta, quedando así paralizado y prácticamente sosteniendo su equilibrio con los brazos extendidos hacia los lados.
Sara estaba disfrutando aquel espectáculo. De vez en cuando subía la mirada para ver a su esposo atónito y observar su disfrute en sus expresiones faciales, nada la llenaba más y hacía que ella también se gozara aquel momento. Ella trató de profundizar la longitud del pene de su marido dentro de su boca cada vez que volvía a entrar en ella, pero él simplemente no cabía del todo. Sara se ayudaba con una mano haciendo los movimientos donde lo empujaba fuera y dentro de su boca.
Franco sintió que Sara estaba tratando de meter más de él a su boca, pero sabía, gracias a experiencias pasadas, que eso sería imposible, aun así su esmero y dedicación eran extremadamente sexy. Ella era extremadamente sexy, con su mirada fija en él, con su cuerpo medio desnudo, con sus pechos al aire, y consigo mismo entrando y saliendo de su boca. Franco sintió como la cabeza de su miembro chocó con la garganta de su mujer, una vez, dos veces, una y otra vez. Sara lo estaba volviendo loco y no sabia que tanto más iba a poder aguantar. En un movimiento repentino, Franco retiró sus brazos del marco de la puerta y los bajó hasta donde se encontraba Sara, deteniendo así su pequeña hazaña, porque si no lo hacía las cosas iban a terminar más pronto de lo que él quería.
"Ya es suficiente de eso ¿No crees?" Le preguntó mientras la paraba del piso. Sara solo asintió con una sonrisa en la cara mientras con el costado de su mano se limpiaba la boca de la saliva que había quedado allí gracias a la actividad que acababa de realizar.
Franco se encontró esta acción extremadamente sensual y sin pensarlo atrapó la boca de su esposa, con sus labios, en un beso lleno de deseo y pasión. El beso no fue muy largo porque ellos simplemente querían otra cosa.
"¿Ahora qué?" Le preguntó Sara expectante y desafiante.
"Ahora tú te das la vuelta," le dijo su esposo, ayudándola a virarse y a ponerse en posición para que su torso quedará prácticamente inclinado de la encimera del lavamanos y él en perfecta posición detrás de ella. Desde ese ángulo ambos se podían ver perfectamente ya que el espejo en la pared del lavamanos quedaba directamente frente a ellos. Era perfecto, pensó Franco, si lo hubiesen planeado no les hubiese dado resultado. "Y yo te voy a coger por detrás," le aseguró su esposo, como ella le había pedido anteriormente.
Luego de decirle esto, prácticamente en el oído, Franco le dio un beso en el cuello y procedió a alejarse un poco para bajar y recoger el vestido desde sus pies y llevarlo hasta su cintura. A estas alturas era muy poco lo que el vestido cubría correctamente. Sus pechos ya no estaban tan expuestos porque en el cambio de posición ella se había reacomodado el vestido, pero la parte de arriba aun estaba muy floja y libre ya que el cierre seguía medio abierto. Franco puso sus manos en la ropa íntima de su mujer, una tanga color piel, y la bajó desde sus caderas hasta pasarlas por sus muslos y arrojarla al piso, dejando su trasero al desnudo. Franco se quedó embelesado mirando a su mujer en esa posición. Sin duda alguna ella era simplemente perfecta, una obra maestra hecha mujer.
Sara podía ver a Franco, a través del espejo, deleitándose mientras la miraba. Esto simplemente hacía que ella estuviera más lubricada y lista para él, lo cual ella no creía que era posible.
"¿Disfrutando del panorama?" Le preguntó su esposa sabiamente.
"Mucho," le respondió con una voz ronca y subiendo la mirada con los ojos extremadamente oscuros por el deseo. "Quiero que nos veamos a los ojos cuando entre en ti," le pidió su esposo. Sara simplemente asintió porque no confiaba que su voz no se iba a quebrantar si trataba de responder a tal proposición.
Franco agarró a Sara de las caderas con una mano, mientras con su rodilla abría un poco más las piernas de ella, con su otra mano agarró su miembro y lo posicionó en la entrada de la feminidad de su mujer. Al sentir la punta del pene de su marido en su área más sensible, Sara emitió un gemido. Franco le sonrió mientras la veía en el espejo.
Ambos se miraban a través del reflejo. Franco podía sentir la humedad en la feminidad de su esposa y sabía que ella estaba lista para él. Con una sola embestida este se adentro en ella y pudo sentir como toda la calidez y suavidad de ella lo invadieron al instante. La mirada de él estaba puesta en la cara de ella donde vio como una 'O' se formaba en su boca y esta se empezó a morder el labio, mientras lo miraba a los ojos, para no gritar cada vez que él procedía a entrar y salir de ella. Él rápidamente encontró el ritmo perfecto para ambos. Desde aquella posición su esposa se sentía sumamente apretada, gracias a esto, y al contacto visual que seguían manteniendo, sabía que esa sería una corta experiencia.
Franco recostó su torso en la espalda de ella para acercarse a su oreja y allí susurrarle, "eres la mujer más sexy del mundo, ¿Sabías?" Le preguntó sin esperar ninguna respuesta y sin parar de salir y entrar en ella con un ritmo exquisito. Franco se quedó con solo una mano estabilizando sus cuerpos mientras embestía a su esposa. Con la mano que tenía libre encontró la de ella y la guió hasta llevarla por debajo de ellos, pasando por el vestido que seguía apilado en su cintura. Franco tomó los dedos de la mano de Sara y los colocó encima del clítoris de su mujer, y con la mano de él encima de la de ella ambos empezaron a frotar delicadamente. Al inicio un poco despacio, al mismo tiempo que este relajaba la velocidad de su empuje dentro de ella. Todo mientras sus miradas inevitablemente se seguían encontrando en el espejo.
Entre gemidos, "más rápido," le pidió Sara a su esposo al poco tiempo de este haber bajado la intensidad. Franco, gustoso, volvió a incrementar la velocidad mientras llenaba a su esposa de él y dejaba que ella sola frotara su área más sensible. Él movió su mano, que ahora se encontraba libre, hasta uno de los senos de Sara y lo masajeaba mientras la seguía embistiendo con toda la fuerza y rapidez que podía generar. Franco pellizcó e inmediatamente soltó el pezón que tenía entre sus dedos para llevar su mano al rostro de Sara. Ella soltó un pequeño grito al sentir el pellizco y Franco fácilmente la silenció con su boca tras posicionar su cara para tener acceso a sus labios. Tanta sensibilidad fue demasiada estimulación para Sara quien sintió su cuerpo contraerse y prepararse para alcanzar el clímax.
Al sentir la reacción en el cuerpo de su esposa, Franco también se preparó para lo que venía. Sus labios soltaron los de su esposa, por un corto tiempo, mientras este salía por completo de ella y la penetraba por última vez con una majestuosa embestida. Franco volvió a encontrar los labios de su esposa para darle un corto y dulce beso mientras ambos alcanzaron juntos el éxtasis. Con sus cuerpos aun temblando, Franco se pegó a la espalda de su esposa y la abrazó aferrándose a ella mientras sus cuerpos empezaban a relajarse juntos y sus respiraciones regresaban a la normalidad.
Sara llevaba alrededor de diez minutos despierta recordando la memoria con la cual había acabado de soñar. Eran apenas las seis y cuarenta y cinco de la mañana, todavía faltaban quince minutos para que el despertador hiciera su trabajo, pero ella ya estaba deseando despertar a su marido quien se encontraba dormido detrás suyo. Uno de los brazos de él rodeaba la cintura de ella, asegurándose de tenerla lo más cerca posible mientras los dos dormían de lado, encajando perfectamente como dos piezas de un rompecabezas.
Luego de aquel sueño tan caluroso, definitivamente iba a necesitar alguna forma de liberar la tensión y el deseo que se había creado en su cuerpo. Sara subió una mano a la pierna de su marido, quien seguía ligeramente dormido, para apoyarse mejor mientras con su trasero frotaba el área ingle de este. La reacción que buscaba fue inmediata. Ella sintió como el miembro de su esposo despertaba y endurecía bajo las sábanas. Se sonrió satisfactoriamente antes de darse la vuelta en la cama para quedar de frente a su marido.
Franco fue despertando poco a poco mientras sentía la cabeza de su esposa reposando en su torso y esta lo abrazaba con los brazos y las piernas. Franco abrió los ojos y pudo darse cuenta que faltaba muy poco para que fuese la hora de levantarse ya que había amanecido y por las cortinas se filtraba uno que otro rayo de sol. Este llevó la mirada hacia abajo y lo primero que vio fue la cabellera de su mujer.
"Buenos días," le dijo Sara, depositando un beso en su pecho.
"Muy buenos días sí serán," le devolvió, con una pequeña risa, al sentir como la mano experta de su mujer agarraba con propiedad su miembro, el cual se encontraba definitivamente más despierto que él.
Sara se inclinó un poco, apoyando su mano en el colchón para quedar más a la altura de su esposo y poder tener acceso a su boca. Franco, dichoso, recibió el beso que su esposa le regalaba. El beso no era simplemente de buenos días, notó Franco al sentir el deseo y la fuerza con la que su esposa lo besaba. Este no dudó un segundo en llevar sus manos hasta la cabellera de ella para estabilizar sus movimientos y poder controlar y profundizar el beso como quería.
"¿Te has despertado con ganas, mi amor?" Le preguntó aún con sus labios pegados a los de ella.
"Me he soñado con nuestra travesura en el baño el día de la boda," le confirmó su esposa cuando se alejó del beso y empezó a posicionar sus piernas para subirse encima de su esposo. "Quítate los boxers," le pidió a su marido.
Franco no lo pensó dos veces, con un rápido movimiento se elevó un poco en la cama y se bajó los calzoncillos, quedando desnuedo de las caderas para abajo. Luego, ayudó a su mujer a subir encima de él. Ella aún estaba vestida y no tenía intenciones de quitarse la ropa, ni mucho menos. La ropa de dormir de Sara estaba compuesta por una simple y corta bata blanca de suave algodón y sus panties.
Una vez encima de su marido, Sara no desaprovecho el tiempo, pues ya estaba más que lista para él. Esta agarró el pene erecto de su marido y con gran necesidad simplemente lo llevó hasta donde sentía mayor calentura. Sin quitarse la ropa interior, y simplemente echándola a un lado, Sara rozó la punta del pene de su marido a lo largo de los labios de su feminidad.
Franco sintió que Sara estaba tan mojada que fácilmente podría gotear. Esto solo sirvió para que su miembro se endureciera más en las manos de Sara y que las venas que corren a lo largo de este empezaran a palpitar, queriendo ser envueltas en la humedad y calentura de su esposa. Sara seguía teniendo el control e hizo que la cabeza del pene de su marido tocara y frotara su clítoris. Aquella sensación la hizo estremecer encima de su marido. Franco agarró las caderas de su mujer con sus dos manos para estabilizar su cuerpo y alzarla lo suficiente para que ésta pudiese atraparlo dentro de ella.
Sara tenía la hombría de Franco en la posición perfecta, justo en su entrada. Esta fue bajando, poco a poco, hasta que él se quedó sumergido en ella. era una sensación bastante placentera, se sentía llena y plena con su marido adentro. Sus movimientos empezaron siendo un poco suaves y cautelosos hasta que se pudo acostumbrar a la longitud de él dentro de su cuerpo. Franco simplemente la observaba sobre él, durante ese tiempo ella se comenzaba a mover con mayor intensidad. Su mujer era un diosa, así, con el cabello despeinado, la boca hinchada por la manera en la que él la había besado y con los pezones erectos, los cuales se hacían notar a través de su bata. Él quitó una de las manos que tenía sobre las caderas de ella y agarró uno de los senos de su mujer, empezando a masajear sin delicadeza a través de la tela que lo cubría. Eventualmente, Franco deshizo unos cuantos botones de la bata de su mujer, permitiéndose tener mejor visibilidad y acceso a su pecho.
Ella primero apoyaba sus manos en el colchón mientras subía y bajaba a lo largo del miembro de su esposo. Luego, movió sus manos hasta su torso para cambiar un poco la posición y mantenerse sobre él, pero inclinada. Esto le permitió a Franco tener más cercanía y pudo llevarse el seno que no tenía en sus manos hasta la boca. Lo beso y con sus labios empezó succionar su pezón, lo que hizo que Sara dejara escapar una serie de gemidos, al igual que palabras inteligibles. Sara se continuó moviendo con frenesí, durante ese tiempo seguía logrando que su esposo entrase y saliese de ella con un ritmo constante y febril. La posición en la que estaba permitía que con cada movimiento su clítoris rozara con la pelvis de su marido. Esa sensación la tenía al borde de la locura.
Franco se sentía completamente dominado por el cuerpo de su mujer y así estaba a gusto. Las sensaciones que esta le producían eran demasiado intensas y placenteras. El movió su boca hasta atrapar los labios de esta con los suyos en un beso extraordinariamente pasional, intenso y mojado. las manos de su mujer se agarraron de su cuello y este inmediatamente supo que hacer. Durante aquel beso, que no tenía indicios de terminar, Franco llevó sus dos manos hasta las nalgas de su mujer y la alzó un poco sobre él, saliéndose así de ella. Sara se quejó al sentirse vacía mientras ella y su marido se seguían devorando la boca mutuamente. Franco no tardó más que un par de segundos en empujar su miembro dentro de su mujer nuevamente, una y otra vez, con embestidas fuertes y largas gracias al ángulo en que se encontraban. Ambos empezaron a temblar prácticamente al mismo tiempo, pero ni aun así sus labios dejaban de bailar la mejor danza del mundo.
El beso se cortó cuando ya no podían respirar por falta de oxígeno. El clímax de Sara llegó primero y sus músculos internos se tensaron alrededor del pene de Franco. A él le quedaba fuera de su control no unirse a su éxtasis y vaciarse dentro de su mujer al mismo tiempo que el cuerpo de ella se dejaba ir y se relajaba. Sara quedó extendida encima del torso de su esposo, sudada y con su larga cabellera alborotada. Sus respiraciones seguían estando un poco forzadas y los latidos de sus corazones empezaban a calmarse. Franco abrazaba a su esposa y con una mano le acariciaba la espalda, mientras su miembro aun seguía dentro de ella. La alarma, señalando que era la hora de levantarse, sonaba en el celular de Franco, este extendió la mano y apagó el incómodo ruido rápidamente.
"Ese tuvo que haber sido el mejor mañanero del mundo," dijo Franco al recobrar su aliento y sin una gota de duda en su voz.
"Si hubiera alguna competencia, seguro ganamos," aseguró Sara, riendo. "Ahora tenemos que levantarnos," le dijo a su marido, alzando su cabeza para verlo mejor, "aprovechar toda esta energía porque hoy será un día bien largo," concluyó.
"No tengo ganas de comenzar el día," se quejó. "Hoy tendré que ver a tu mamá," dijo un poco incómodo al mencionar a su suegra cuando se encontraba en esa posición, "y no la he visto después de lo que me contaste," terminó de decir Franco.
"Mi amor, eso fue hace tanto tiempo que no vale la pena amargarse por eso," le rogó su esposa.
"Sara, tú y yo sabemos que quizás los maltratos físicos que tu madre te daba pasaron hace mucho tiempo, pero sus agresiones y su manera de maltratar verbalmente no han cambiado. Tú misma me contaste como te presionó y como te humilló estos últimos años. Lo siento, pero Gabriela no ha cambiado. Quizás después de lo que le pasó con el supuesto amigo si logre cambiar. La verdad espero que así sea, por su bien y por el de todos nosotros." Concluyó.
"No tendrás que verla por mucho tiempo. Ella tiene un compromiso muy importante y solo va a pasar a ver al abuelo y dejarle su regalo," le explicó Sara. "Ahora, vamos a levantarnos de aquí porque tenemos que arreglarnos, Andrés viene a desayunar con nosotros. En una hora estará aquí y se nos hará tarde," dijo Sara, finalmente levantándose de encima de su marido y dejándolo libre en toda su enteria. Una vez de pie y fuera de la cama, Sara se bajó a la altura de su marido, quien seguía acostado, y le dio un beso de piquito antes de irse corriendo a la ducha.
El itinerario del día estaba bien completo y apretado. Tenían un desayuno pendiente con sus hijos y su yerno. Luego, en la tarde tenían una reunión familiar en la casa de Norma y Juan por motivos del cumpleaños número noventa y cinco del abuelo. Pero antes de eso también debían encargarse de que todo en su hacienda marchara como era debido y tenían que pasar a recoger el regalo especial que habían mandado hacer para el abuelo Martín.
Sara y Franco bajaron las escaleras de su casa para oficialmente comenzar el día con un desayuno familiar. Gaby ya se encontraba sentada en el desayunador mientras Irene esperaba para servir el desayuno a la mesa. Eran veinte minutos más tarde de la hora acordada, pero Andrés y Albín aún no estaban en la casa, lo cual era extraño porque Andrés era siempre puntual.
"Buenos días, mi amor," le dijo Sara a Gaby con una sonrisa en el rostro. "¿Cómo amaneciste?" Le preguntó.
"Muy bien, mami," le contestó Gaby, devolviéndole la sonrisa. "¿Y ustedes? Pensé que no iban a bajar," comentó cuando su papá se les terminó de acercar.
"Nosotros amanecimos muy bien, Gab," le respondió Franco mientras se acercaba a su hija para depositar un beso en su frente. "Es culpa mía, perdí la noción del tiempo y a tu mamá le tocó apurarme," dijo mientras él y Sara compartían una mirada peculiar y de complicidad al acordarse como Franco había interrumpido la ducha de Sara para bañarse junto con ella.
"¿Y tu hermano?" empezó a preguntar Sara mientras sentía que se sonrojaba. "¿Sabes por qué no ha llegado?" Indagó Sara para cambiar de tema y extrañada por la ausencia de Andrés.
"¿No revisaron el celular?" Les preguntó Gaby, disfrutando de la incomodidad de sus padres, eran lindos al comportarse como dos adolescentes, pensó. "Él escribió al grupo de la familia. Se disculpó y explicó que iba a demorar unos quince minutos. De hecho, ya debe estar llegando," concluyó.
"Disculpe, señora Sarita, don Franco..." Interrumpió Irene, "¿Quieren pasar a la mesa y que les sirva una taza de café?"
"Sí, Irene, muchas gracias," le contestó Sara.
Justo cuando los tres se iban a sentar a la mesa, Andrés apareció junto con Albín, ambos entraron por el lado del ventanal que quedaba en la sala.
"¡Buenos días, familia!" Exclamó Andrés en un tono muy alegre mientras se acercaba a su hermana para saludarla con un beso y un abrazo. Luego abrazó a su papá y por último se acercó a su mamá, quien lo esperaba lista para recibirlo en sus brazos.
"Hola, mi amor," saludó Sara a su hijo mientras lo abrazaba y este le daba un beso en la mejilla. "Hola, Albín, buenos días," saludó a su yerno con un beso en la mejilla, este llegó detrás de Andrés después de haber saludado a Franco y Gaby. "Bueno, ya que estamos todos aquí, sentémonos a la mesa," los invitó Sara a sentarse para empezar el desayuno familiar.
"Disculpen la impuntualidad," dijo Albín mientras se sentaba al lado de Andrés. "Espero que no los hayamos hecho esperar por mucho tiempo, tuve una llamada de negocios que se demoró más de lo previsto" informó apenado.
"Nada de qué preocuparse, Albín," dijo Franco, quien se encontraba sentado a la cabeza de la mesa con su esposa e hija al lado derecho y Andrés a su lado izquierdo. "La verdad, nosotros también acabamos de bajar. Pero cuéntanos ¿Cómo van esos negocios? ¿Te estás dedicando a la cría de caballos o alguna otra cosa?" Le preguntó para luego tomar un sorbo de su café.
"Bueno, los negocios en San Marcos son un poco complicados porque no tengo las mismas disponibilidades que en España. Aún así he adquirido unos ejemplares maravillosos y estoy negociando su traslado a Europa y posiblemente Asia," explicó su nuero, emocionado, "pero no hablemos de negocios a la mesa. Mejor cuentenme, ¿Qué les parece la idea de una fiesta de piscina?"
Sara y Franco estaban un poco confundidos por la pregunta, pero Gaby respondió inmediatamente, "ellos no saben de los cambios de planes," le dijo a Albín y Andrés en referencia a sus padres. "No han visto sus celulares esta mañana y no saben del aviso en el Gran-Grupo Familiar," explicó esta, hablando del grupo de texto al que pertenecen todos los Reyes Elizondo.
"Ahh, ¿No se han enterado?" Añadió Andrés.
"No," dijeron Sara y Franco al mismo tiempo. "¿De qué nos perdimos?" Preguntó Sara.
"A los mellizos se les ha ocurrido transformar la fiesta de cumpleaños del abuelo en un pool-party. Asado, trago, música, pastel y piscina," explicó Andrés.
"Ah ¿Sí?" Se asombró Franco.
"¿El abuelo no está un poco mayor para ese tipo de fiestas?" Preguntó y opinó Sara, un tanto preocupada.
"Pues, al parecer la idea fue toda suya y está muy emocionado," dijo Andrés, a quien también le gustaba la idea. "Así que ya saben, a preparar sus vestidos de baño para complacer al bisa en su día," finalizó.
"Bueno, todo sea por el abuelo," dijo Sara. Ella conocía muy bien a su abuelo y sabía que el tener a toda la familia reunida y celebrando lo haría muy feliz.
Todos desayunaron en armonía, manteniendo una amena conversación y disfrutando de la compañía. Después de que Irene retiró los platos y aprovechando que aun estaban todos sentados a la mesa, Andrés le informó a su familia que tenía una noticia para darles.
"He decidido continuar mis estudios como compositor. Me voy por un año al instituto de música en Canadá y después, posiblemente a España, todo dependiendo en cómo me vaya," les comunicó llenó de emoción y expectativas mientras estaba agarrado de la mano de su novio, dando a entender que era una decisión que este apoyaba.
"Mi amor, eso es una excelente noticia," comenzó a decir Sara. "Te voy a extrañar, pero estoy muy orgullosa de ti," finalizó con la voz muy emotiva.
"Bueno, campeón, ese siempre ha sido tu sueño y estoy muy contento de poder ver como haces todo lo posible para alcanzarlo," le dijo su padre, igual de orgulloso que su madre.
"Pues, ya era hora, hermanito. Yo no puedo ser la única que estudie en esta casa," le dijo Gaby, bromeando y con una sonrisa. "Pero, ¿Se van juntos? O ¿Cómo le van hacer?" Le preguntó a Albín y Andrés.
"No, yo iré solo. Pero por supuesto nos vamos a mantener comunicados y viajaremos para vernos cuando haga falta," les explicó Andrés.
"Yo me mantendré viajando entre España y Canadá el tiempo que sea necesario, lo importante es que Andrés continúe con sus estudios. Solo regresaría a San Marcos para las ferias del próximo año o cuando él venga a visitarlos," les comentó Albín.
"Okay. ¿Y cuando empieza este programa de música?" Preguntó Franco.
"En tres meses. Así que todavía me tendrán un buen rato por aquí," les comunicó Andrés.
"Te voy a extrañar tanto," le dijo su madre con sentimiento.
Luego de que sus padres y su hermana felicitaran a Andrés, todos se retiraron de la mesa. La familia completa decidió tomar una cabalgata por los previos de la hacienda para acompañar a Franco y Sara en el recorrido que tenían pendiente. El clima en realidad era perfecto para un día de piscina en familia, el sol brillaba con intensidad y toda la hacienda se veía más radiante que de costumbre. Al final del recorrido, llegaron a la orilla del lago donde se sentaron por un poco de sombra y descansaron por unos minutos antes de regresar a la casa y continuar con las actividades que tenían pautadas.
Andrés y Albín se marcharon para luego encontrarse con ellos en la fiesta del abuelo. Gaby se retiró a su habitación para terminar una tarea y arreglarse. Sara tenía un dilema con la ropa de baño que iba a ponerse ya que había perdido la costumbre de tener días de piscina en familia. La última vez que recordaba un día parecido fue, quizás, un año antes de que Franco se marchara.
Ahora tenía que elegir entre un traje de baño de dos piezas o un enterizo. Su esposo rápidamente le dijo que se pusiera el bikini porque podía lucirlo y le quedaba perfecto, pero ella simplemente no estaba muy segura de sentirse cómoda con esa opción. Así que decidió quedarse en casa, contemplando sus alternativas, mientras Franco se iba al pueblo para ganar tiempo y recoger el regalo del abuelo. Ya era pasado el mediodía y la reunión en casa de su hermano era a las dos de la tarde. A Franco le tocaría encontrarse con su mujer y su hija en la hacienda Reyes, de lo contrario no serían puntuales.
Franco llegó justo a tiempo a la casa de su hermano, faltando cinco para las dos, con el regalo del abuelo en mano. Cuando estacionó su auto se dio cuenta que su esposa y Gaby también estaban recién llegadas ya que Gaby se encontraba saludando a su hermano Juan a unos pocos metros de donde él se había estacionado. Franco se acercó a ellos y saludó a Juan mientras escaneaba el área en busca de Sara. La ubicó más cerca de la entrada, charlando con un hombre que no le quitaba la mirada de encima.
"¿Quién es ese hombre?" preguntó Franco, señalando con la cabeza hacia donde se encontraba Sara toda sonriente.
"¿Quién? Ahh… Es Felipe," le contestó su hermano Juan al ver de quien se trataba, "vino a asegurarse de que todo esté en orden y a darle mantenimiento a la piscina. Teníamos tiempo sin usarla por el clima," le explicó. "¿Por qué, hermano? ¿Estás celoso?" Cuestionó, reconociendo la mirada de Franco.
"Pues es que ve cómo la mira," dijo Franco, viendo como su esposa le daba la mano a Felipe y se despedía dándose la vuelta y siguiendo su camino hasta la casa. Sara tenía puesto un vestido de verano color blanco, su traje de baño color azul turquesa era ligeramente visible debajo de este. Una vestimenta acorde para la ocasión, pero un poco reveladora en comparación a como ella estaba acostumbrada a vestir. Felipe se quedó observando cómo Sara se retiraba y caminaba alejándose de él. Franco hasta podía jurar que lo vio inclinando un poco la cabeza para mirar mejor el trasero de su mujer mientras esta se alejaba. "Prácticamente la desnudó," se quejó Franco delante de su hija.
"Que pasen un buen día, señores, Gaby," dijo Felipe, asintiendo con la cabeza mientras se marchaba y caminaba hasta su camioneta.
Juan asintió su cabeza como despido. "Adios, Felipe," le respondió Gaby, siendo cordial. "La verdad es que él lleva varios años interesado en mi mamá," dijo, notando como su papá abría más los ojos.
"¿Tú lo conoces?" Cuestionó Franco.
"Es que tiene un hijo de la misma edad de Andrés que iba a la escuela con nosotros y ahora va a la universidad conmigo," le explicó. "Pero tranquilo, porque mi mamá nunca le prestó atención a él, ni a mi profesor de Francés, quien también la intentó pretender," le dijo Gaby a su papá muy casualmente.
"¿Sí ves, canijo? No hay nada de qué preocuparse," le dijo Juan mientras los tres empezaban a caminar hacia la casa.
"Yo no estoy preocupado," dijo Franco, seguro de sí mismo y de su mujer, "Es solo que me pareció una falta de respeto de parte de ese tipo," concluyó.
"Pues quizá crea que Sarita sigue soltera. Algunas personas logran escaparse de los chismes en este pueblo," razonó Juan.
Franco se quedó pensando en lo que le dijo su hermano. Ciertamente, por casi cuatro años Sara estuvo prácticamente soltera, era un milagro que ella no haya aceptado salir con alguien mientras se pensaba abandonada por él, eso lo podía reconocer. Pero ella no estaba soltera, estaban casados, ella era su esposa, siempre lo fue y nunca lo dejó de ser. Quizás todo San Marcos necesitaba enterarse de eso. Los pensamientos de Franco se vieron interrumpidos por la imagen jubilosa que había en la terraza de la casa.
Toda el área estaba decorada con globos y adornos de cumpleaños. En el fondo había un gran letrero que leía 'Feliz Cumpleaños Martín' y bajo este había un pastel de dos niveles con los colores favoritos del abuelo, el tono de verde del mismo uniforme que este llevaba puesto. Sus sobrinos y Óscar estaban cerca de la parrilla, ocupados, quemando y cocinando carnes, perros calientes y hamburguesas.
Sara estaba abrazando al abuelo y deseándole un feliz cumpleaños. Franco le pasó el presente a Gaby para que fuese ella quien se lo entregará al abuelo.
"¡Bisa! ¡Feliz cumpleaños!" Exclamó Gaby mientras se acercaba a donde estaban su mamá con el abuelo para abrazarlo y darle un beso en la frente. Sara se alejó para darles más espacio y fue a saludar a su marido con un beso dulce y corto en los labios. Franco sujetó a su esposa de la cintura para mantenerla a su lado.
"Terre, eres tú. Gracias. ¿Eso es para mi?" Le preguntó don Martín al ver el regalo en la mano de Gaby.
"Claro que sí, acaso ¿alguien más está de cumpleaños?" Le dijo Gaby a su abuelo mientras le pasaba el obsequio, "es de parte de nosotros tres," dijo señalando a sus padres que ahora se encontraban detrás de ella, "y de Andrés."
"¿Y dónde está ese condenado?" Preguntó el abuelo mientras empezaba a rasgar el papel de regalos.
"Aquí estoy," dijo Andrés mientras iba entrando con Albín. "Buenas tardes, familia," saludo a toda la familia que estaba allí reunida; Quintina, su bisabuelo, su mamá y su papá, su hermana, los tíos Óscar y Juan, las tías Jimena y Norma, los primos Erick, León, Juan David con Muriel, Duván, Sibila, y Gastón. "Feliz vuelta al sol número noventa y cinco, Bisa," felicitó a don Martín. "¿Ya vas a abrir tu regalo?" Le preguntó al ver como don Martin no perdía tiempo rompiendo la envoltura.
"Claro que sí. ¿Crees que voy a esperar a ponerme más viejo?" Bromeó don Martín y la familia empezó a reír con sus ocurrencias.
El abuelo terminó de abrir su regalo y encontró un estuche rectangular en madera, con una dedicatoria grabada 'Con amor para un gran hombre, general, padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo, don Martín Acevedo.' Dentro de la caja había un majestuoso juego de ajedrez, las piezas estaban todas hechas a mano, talladas delicadamente en madera de nogal y caoba. La cara de don Martín se iluminó con sentimiento y emoción en cuanto leyó el grabado y vio de lo que se trataba.
"Espero que te guste. Así todos podemos venir a jugar contigo y a disfrutar de tu compañía," le dijo Franco.
"Me fascina. Gracias," les dijo mirándolos con amor. "Ahora sí, Quintina, ya puedes deshacerte de ese viejo juego de ajedrez que está todo gastado," dijo el abuelo emocionado, "o mejor aún, vamos a dárselos a los más pequeños para que practiquen y aprendan a jugar," terminó de decir el abuelo refiriéndose a Duván y Gastón.
La próxima hora y media pasó en un abrir y cerrar de ojos. La familia se terminó de saludar y comenzaron a compartir y divertirse, disfrutando de la alegría que era evidente en el abuelo. En la terraza, y el área de la picsina, se escuchaban frases como; "feliz cumpleaños, abuelo", "las pelotas del marrano", "quiereme, quiereme Martín", "no corran alrededor de la piscina que se pueden caer", "tengo hambre", "más trago", "vengan a comer", "¿quién quiere más?", "bateando al millón", "tienen que esperar 20 minutos después de comer para nadar"... Entre otras.
Los más pequeños, Gastón y Duván, se encontraban dentro de la piscina con Erick, León, Andrés, Albín, Juan David, Gaby, y Sibila. Mientras que las hermanas Elizondo estaban sentadas al borde de la piscina con los pies en el agua y sin intenciones de unirseles en la piscina. Juan estaba platicando con don Martín mientras este aprovechaba que era su cumpleaños y se tomaba un par de tragos. Óscar cocinaba en la parrilla y Franco se aseguraba de que Óscar no dejará las carnes hechas carbón. Muriel estaba ya avanzada en su embarazo y estaba sentada a la mesa comiendo lo que saliera de la parrilla. Casi todos estaban en la parte baja de la piscina para que Duván y Gastón pudieran estar más cómodos sin flotadores ya que estaban siendo observados todo el tiempo. Los mellizos salieron, discretamente, de la piscina y se fueron hasta donde estaban sus tíos ya que ellos quedaban a las espaldas de su mamá y sus tías. Una vez allí, pusieron en marcha su plan.
Los dos hablaron con la boca pero sin emitir ningún sonido: uno, dos, y tres. Erick y León empezaron a correr en dirección a las hermanas Elizondo. "Bateando al millón," gritaron estos mientras por detrás empujaban a su mamá y sus tías a la piscina, ellos también se dieron un chapuzón. Ellas claramente no encontraban esto para nada gracioso, pero aparte de ellas y Juan, toda la familia parecía estar entretenida y divertida con lo que había acontecido.
Franco sabía que su esposa se había puesto su bikini favorito por los tiros de color azul turquesa que pudo indentificar cuando llegó. Pero ahora, estaba completamente convencido porque el vestido blanco de esta, que todavía llevaba puesto, se convirtió casi transparente. Sara no sabía cómo había logrado evitar mojarse todo el pelo ya que todas las otras partes de su cuerpo parecían estar bajo agua, seguro era porque lo llevaba recogido con una pinza para el cabello. Sus hermanas no corrieron con la misma suerte y estaban completamente empapadas, desde los pies hasta el último pelo de la cabeza.
Erick y León pidieron clemencia, asegurando que solo querían que ellas compartieran con ellos dentro del agua y no afuera. Además, Gastón y Duván parecían estar muy divertidos con lo sucedido. Jimena y Sara no lo pensaron mucho para perdonar a sus sobrinos y quedarse metidas en el agua con ellos. Por otro lado, Norma estaba un poco más enojada y solo se calmó cuando sus dos hijos le besaron las mejillas y le recordaron cuánto la querían.
"Trata de no quemar nada," le dijo Franco a Óscar mientras se empezaba a quitar las sandalias y la camiseta negra que llevaba para tirarla encima de una de las sillas. Se quedo solo con una bermuda de color azul oscuro que era tambien su bañador.
Franco se acercó al borde de la piscina y le preguntó a su esposa y sus cuñadas si no deseaban algo de tomar, ya que ellas eran las únicas que no tenían nada para beber. Las tres eligieron unos mojitos y Franco fue a buscarlos. Quintina lo ayudó a preparar los mojitos. Él luego fue y les entregó los mojitos a sus cuñadas para después regresar por el de su esposa y por una cerveza para él.
Franco se metió a la piscina y los sobrinos y sus hijos todos hicieron algarabía al ver que otro miembro de la familia se les unía a la fiesta en el agua. Sara recibió el cóctel que su esposo le entregó y se tomó un sorbo después de darle las gracias a su esposo con un corto beso en los labios.
"Dame acá," Franco le pidió el cóctel a su esposa y cuando esta se lo dio lo puso en el borde de la piscina junto con su cerveza para así tener las manos libres. "Sube los brazos," Sara obedeció, sabiendo de inmediato lo que su marido iba a hacer. Este le subió el vestido blanco que todavía seguía pegado a su cuerpo y dejó a su mujer solo con el bikini puesto. Un poco de agua había mojado su cabello pero en comparación con el resto de su cuerpo, seguía prácticamente seco. "Quizá se seque de aquí a la hora de irnos," predijo Franco, colocando el vestido fuera de la piscina.
"Gracias," le dijo Sara, dándole otro corto beso a su marido. Gaby, que se encontraba hasta el otro lado de donde estaban sus padres, los veía embobada, pues le era evidente el amor que se tenían. Nada la hacía más feliz que verlos comportarse como dos adolescentes enamorados.
Norma, quien también llevaba ropa encima de su traje de baño se la saco y llamó a Quintina quien fue enseguida. Norma le pidió a Quintina que, por favor, metiera la ropa de ella y su hermana a secar. Luego de un rato divirtiéndose dentro del agua, la mayoría fueron saliendo uno a uno. Juan David se fue para acompañar a Muriel, quien quería tomar una siesta, y los demás se salían para comer y buscar más bebidas. Franco y Sara se fueron alejando para lo más profundo de la piscina mientras Jimena y Sibila se quedaron cuidando a los niños.
"Te pusiste el bikini que me gusta," le dijo Franco a su esposa cuando solo ella lo podía escuchar.
"¿Cuál? ¿Éste?" Le preguntó su esposa, bromeando, "pensé que te gustaba el otro."
"Sabes que ese es el que me gusta," le dijo, atrapando los labios en un beso corto pero apasionado. "Me encanta ver ese color sobre tu piel," comentó, pasando la yemas de sus dedos por los hombros de esta y recorriendo las pecas que allí se encontraban. Los dedos de la otra mano los llevó hasta su mentón y le subió un poco la cara para tenerla más cerca a su boca. Franco volvió a atrapar sus labios con su boca y esta vez la besó más intensamente y por más tiempo.
Sara podía sentir el deseo y la necesidad en el beso de su marido. Sin querer hacerlo, pero sabiendo que debía, separó su boca de la de él y miró a su alrededor para darse cuenta de que nadie les estaba prestando atención. "Aquí no, mi amor, están los niños," ella le recordó, mirando al otro lado de la piscina donde estaban jugando Duván y Gastón.
"Entonces vamos a otro lado," dijo él, sin una gota de broma en su voz.
"¿Estás loco? Hoy sí que no habrá nada de eso. Mejor nos quedamos aquí mismo," le dijo Sara, firme en su decisión.
"Okay," Franco solo respiró profundo y agarró su cerveza para tomar un largo trago.
Veinte minutos más tarde, Sara le pidió una toalla a su hijo y salió de la piscina, dejando a Franco en la compañía de Óscar y Jimena. Quintina había regresado con su vestido que al ser de una tela tan ligera, se había secado de inmediato en la secadora. Sara se excusó y se fue en dirección hacia la casa para cambiarse.
Una vez en la casa principal, Sara se fue hasta el baño de la planta baja para cambiarse la ropa. No habían pasado ni dos minutos cuando Sara escuchó un golpecito en la puerta. "Ocupado," dijo simplemente.
"Sara, soy yo," le informó Franco del otro lado de la puerta mientras con los nudillos volvía a tocar la puerta suavemente. "Abreme," le pidió.
Sara le retiró el cerrojo a la puerta y este la abrió inmediatamente. Franco se metió dentro del baño con su esposa y nuevamente le puso cerrojo a la puerta. "¿Qué haces aquí?" Cuestionó al verlo, asombrada, pero no tanto.
"De todos los baños que hay en esta casa, ¿por qué viniste a este?" Le preguntó, un poco imponente.
"Porque aquí tengo buenos recuerdos," le habló con la verdad mientras se quedaba mirando y disfrutando del torso desnudo de su marido.
"Podemos crear más," le dijo su esposo, agarrándola de la cintura y jalandola para pegar el cuerpo de ella al de él. Ella estaba tan cerca que sus senos quedaban pegados contra la parte baja de sus pectorales.
"Fran…" Iba a decir Sara, pero su esposo fue más rápido y atrapo sus labios con los de él, envolviendola en un beso que la dejaría sin aliento y a su merced.
Franco devoró a su esposa en aquel beso cálido y apasionado, donde sus bocas se movían de un lado a otro y sus labios encajaban perfectamente con cada movimiento. Besó a su mujer como si ella fuera el último vaso de agua en el desierto y él estaba sediento. Era una sed que solo ella podía saciar. Sara sintió como Franco, literalmente, la cargaba y la pegaba contra la pared. Su alma casi abandonaba su cuerpo en aquel beso que le paraba la respiración, ¿Sería posible que algo tan mágico pudiera existir? Se preguntó así misma mientras sentía que flotaba.
Cuando Franco, finalmente, dejó escapar los labios de su esposa no perdió ni medio segundo y se adueñó de su cuello. Besándola y acariciándola, con sus labios, donde a ella más le gustaba. Él conocía el cuerpo de su esposa a la perfección y sabía lo que tenía que hacer para que ella no pudiera resistirlo. Sara no lo rechazó, ni trató de detenerlo, al contrario, arqueó su cabeza para que este tuviera mejor manejo de su cuello y de su cuerpo. Ella se encontraba jadeante y embobada después de aquel beso que la privó de oxígeno por unos segundos.
Las intenciones de Franco eran estrictamente que Sara disfrutara y nada más. A pesar de ser un poco imprudente, este era consciente de que no se podían demorar mucho tiempo o alguien vendría por ellos.
Franco empezó a dejar un camino de besos a través del pecho de su mujer, deteniéndose brevemente para besarle los senos, pero sin ser persistente, este siguió su camino por el abdomen de su mujer hasta llegar a la parte inferior de su bikini. Franco colocó sus dos manos a cada extremo del panty y lo bajó rápida, pero delicadamente. Este prosiguió a agarrar por detrás, con su mano izquierda, el muslo derecho de su mujer. Él se inclinó hacia abajo hasta quedar completamente agachado y a la altura perfecta para reposar la pierna de su mujer encima de él y asegurarse de tenerla bien sostenida con su mano.
Sara tenía los ojos cerrados, pero al sentir que su esposo levantaba su pierna, abrió los ojos y lo observó llevarla hasta su hombro. "¿Qué estás haciendo?" Le preguntó con poca coherencia y deseando que no parase.
"Solo disfruta," le dijo su marido mientras empezaba a besarle la entrepierna desde la parte que estaba en su hombro hasta irse acercando cada vez más a su feminidad.
Sara observaba a su esposo acariciarla, prolongadamente, con sus labios. La anticipación la estaba volviendo loca. Sus dientes se aferraron a su labio inferior mientras veía como la boca de su marido estaba cada vez más cerca de su calentura. Una de sus manos se sujetaba de la pared para poder mantener el equilibrio ya que solo una de sus piernas estaba puesta en el piso, su otra mano estaba puesta en la parte de atrás de la cabeza de su esposo, acariciando su cabellera, pero cuando ya no aguantaba más, usó su mano para darle un empujoncito a su marido. Franco dejó escapar una pequeña risa antes de devorar la parte íntima de su mujer.
Franco beso los labios de su esposa y los acarició con su lengua mientras se abría paso y con sus dientes le agarraba y rozaba el clítoris. Esta sensación tan placentera, en el lugar donde Sara más lo necesitaba, hizo que un pequeño grito se escapara de su boca, ella no esperaba hacer aquel sonido y rápidamente llevó una mano hasta su boca para taparla y callar. Franco empezó a chupar la parte más sensible de su mujer mientras su mano derecha se adentraba en aquella calidez y dos de sus dedos se hundían en lo más profundo de ella.
El ver a su esposo en esa posición, dándole placer y haciéndola sentir cosas que deberían ser ilegales, hizo que Sara gimiera aunque esta intentara no hacerlo. Aquel sonido que se escapaba de su boca solo provocaba que Franco se esmerará más. Los dedos de Franco encontraron la posición perfecta dentro de su esposa y se movían con un ritmo desenfrenado mientras su boca y su lengua no paraban de jugar, mordisquear, y chupar el clítoris de esta. Sara sintió como toda la tensión de su cuerpo se concentraba en la parte baja de su vientre y amenazaba con estallar.
Franco sintió como Sara empezaba a temblar, así que apretó la mano que sostenía su pierna, sujetándola más fuerte para asegurar su posición. Este lamió y chupó con más vivacidad hasta que sintió como el cuerpo de su esposa se relajaba encima de él y su respiración jadeante empezaba a césar. Franco alejó su boca del centro de su mujer, también retiró los dedos que estaban dentro de ella y con la mirada de Sara puesta en él los llevó hasta su boca y los lamió como si fueran el dulce más deseado. Si Sara no hubiese acabado de tener un orgasmo, habría tenido otro en ese preciso momento solo de ver a su marido hacer eso, pensó.
Ella agarró a su marido por los hombros y empezó a intentar levantarlo. Este no quería que ella se fuera a caer e inmediatamente bajó la pierna de ella que todavía se encontraba arriba de su hombro. Esto permitió que Sara lograse que él llegara hasta el nivel de su boca en donde ella lo atrapó con un beso lleno de amor, afición y apasionamiento.
"¿Ves?" Le dijo su esposo aún con los labios pegados a los de ella, "sabes delicioso," le dijo mientras se separaban del beso y se comenzaban a abrazar vigorosamente. Sara no podía negar que su propio sabor estaba en los labios de su marido y que esa fue la esencia de ese beso. El erotismo del momento era demasiado para ella y decidió refugiarse en los brazos de su marido. Pero solo unos segundos pasaron cuando Franco le dijo, "mi amor, tenemos que salir de aquí antes de que se pregunten dónde estamos y nos vengan a buscar."
"Tienes razón… Vamos," Le dijo Sara dándole un último y corto beso en los labios antes de acomodarse y terminar de cambiarse.
Sara se arregló lo mejor que pudo y salió del baño acompañada de su marido. Ambos subieron las escaleras mientras se reían divertidos porque una vez más acababan de realizar tremenda travesura en esa casa y en ese baño. Al tope de las escaleras y cuando estaban a punto de salir de la casa se encontraron con Muriel, quien venía bajando de las habitaciones que quedaban arriba.
"Oh, pensé que estaba sola en la casa," dijo, notando que Sara y Franco se pusieron un poco nerviosos al verla.
"Nosotros acabamos de entrar," le dijo Sara. "Solo vine a cambiarme," explicó.
"Bueno, los acompaño afuera. Creo que ya descansé lo suficiente," dijo Muriel empezando a caminar con ellos en dirección a la terraza.
Al regresar a la fiesta, lo primero que Franco notó es que habían dos personas más de las que él había dejado cuando se fue en busca de su mujer. Doña Gabriela y Dominga se habían agregado a la celebración del cumpleaños de don Martín. Franco no pensó que ver a Gabriela le iba a producir tanto coraje, pero en cuanto la vio no pudo evitar sentir resentimiento y furia. Por el bienestar de su mujer, y porque se lo había prometido, decidió calmarse y mantener la compostura. Él y Sara se acercaron a donde estaba doña Gabriela sentada en medio de sus hijos, los mellizos y Juan David. Franco tomó su camiseta que estaba en una de las sillas y se la puso inmediatamente.
"Mamá, no pense que ibas a llegar tan temprano," le dijo Sara, viendo que apenas eran las cinco de la tarde y la actividad de su madre no terminaba hasta las seis. "¿Cómo estás? ¿Cómo te fue?" Le preguntó, saludándola con un beso en la mejilla.
"Muy bien, Sarita. No podía perderme la celebración del cumpleaños de mi papá. Así que deje al CVC más temprano de lo previsto, ya encontrarán la manera de sobrevivir una asamblea sin mí," explicó Gabriela, orgullosa de sus logros con el CVC.
"Disculpen la pregunta," interrumpió Albín confundido. "¿Qué es ese tal CVC? Ya he escuchado el nombre varias veces, pero no sé de qué se trata," preguntó, tratando de entender.
"CVC es el…" comenzó a decir Erick, "Conjunto de Viejas Chismosas de San Marcos," terminó de decir acompañado por León, quien se unió a la explicación para que se escuchara con más tonalidad. Todos los primos se rieron al mismo tiempo, recordando un chiste muy particular entre ellos.
"Niños, no sean indeseables," les regañó su abuela. "El comité es algo muy serio que está haciendo una obra y una labor muy admirable por todo el pueblo de San Marcos. Debemos de sentirnos orgullosos de que yo pude restablecer la causa después de haber estado, prácticamente, abandonada por tanto tiempo," explicó Gabriela.
"Es un Comité de Vecinos Congregados aquí en San Marcos. Después de lo que pasó con Demetrio Jurado la abuela lo rescató y es la presidenta," le explicó Andrés a su novio quien se encontraba sentado con él.
Franco se alejó de donde se encontraba su suegra y se acercó a donde estaban Juan, Norma y don Martín, manteniendo otra conversación. Pero aun así, podía escuchar toda la charla de aquel otro entorno. Los minutos seguían corriendo y todos estaban pasando un rato agradable hasta que doña Gabriela decidió llamarle la atención a Andrés por haberlo escuchado referirse a Albín con un término amoroso.
"Andrés, mi vida, está bien que tengas tus gustos y tu estilo de vida, pero aquí delante de toda la familia no se ve bien. Tampoco es el lugar más recomendable para tratarse de esa manera. Hay niños pequeños que están creciendo y son vulnerables a lo que ven a su alrededor," se expresó Gabriela de una manera detestable y fingiendo preocupación por Duván y Gastón, aunque estaban alejados jugando en la piscina con Jimena y Óscar, para usarlos de escudo.
Franco estuvo a punto de interrumpir aquella interacción y decirle un par de verdades a Gabriela, pero Sara lo miró y con la mirada le pidió paciencia. En vez de él, Sara fue la que habló. "¡Mamá! eso es un comentario de muy mal gusto y tú no tienes derecho de decirle a mi hijo como puede o no vivir su vida y mucho menos de abochornar a nadie delante de la gente," le reclamó Sara.
"Sarita, a mi no me subas la voz y ten mucho cuidado como me hablas," le exigió Gabriela antes de desbocarse hablando y alzando su propio tono de voz. "Se trata de consideración. Es una falta de respeto a la familia que tu hijo se comporte de esa manera en una reunión familiar. Mira a Erick que está en una relación normal, con una jovencita decente, no lo escucho hablando de esa manera. A ti te faltó tener más firmeza al criar a tus hijos. Si hubiesen tenido una mano dura serían más obedientes y tendrían menos gustos raros. A Gaby le deberías de exigir que mejore su forma de vestir, porque es muy reveladora," seguía diciendo Gabriela mientras con la mano señalaba a Gaby quien simplemente tenía unos pantalones cortos y la parte superior de su bañador de dos piezas. "Especialmente después de todo lo que pasó hace unos meses." Terminó de decir en referencia al incidente con Demetrio Jurado.
Sara no podía creer lo que estaba pasando. Todo pasó tan rápido, Su mamá estaba fuera de control y toda la familia que estaba a su alrededor y presenció aquel espectáculo estaba anonadada. Albín intentó hablar pero Andrés lo paró. Norma se iba a acercar para intermediar la situación, pero Juan al igual que don Martín la detuvieron. Óscar dejó a Jimena con los niños en la piscina y se acercó pero no opinó. Sara sabía que Franco estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para no intervenir y decirle un par de verdades a Gabriela. Ella necesitaba tratar de mantener el control para que la situación no empeorara más de lo que estaba.
"Mamá, tú, especialmente tú, no deberías de mencionar ese horrible incidente o a ese hombre," dijo Sara mientras trataba con todo su ser de que no se le quebrara la voz al recordar lo que ese mal hombre casi le hace a Gaby. "Estas muy fuera de lugar y no te voy a permitir que me faltes el respeto ni a mi, ni a mis hijos…" decía hasta que fue interrumpida por las manos de su esposo en los hombros de ella. Este le dio una firme, pero delicada, apretada para dejarle saber que él estaba ahí con ella.
Franco se acercó a su familia decidido a no callarse más. Estaba seguro que Sara lo iba a disculpar por todo lo que estaba a punto de decir, después de todo, él se había quedado tranquilo más tiempo de lo que ningún otro ser humano hubiese podido soportar. "Tranquila, mi amor," le dijo Franco a Sara con serenidad, deteniendo lo que esta le estaba tratando de decir a Gabriela. "Tu mamá no se merece ni una sola palabra tuya," decía Franco, mirando fijamente a Gabriela. "Usted, señora, no es quien para venir a dar opiniones de cómo se debe de comportar mi familia o como nosotros debemos criar a nuestros hijos. Usted no ha sido una buena madre como para querer venir a dar ejemplos. Usted malcrió a los mellizos con los que tanto le gusta comparar a Andrés. Usted lo menosprecia por su preferencia sexual, y déjeme decirle que eso es muy homofóbico y obsoleto de su parte. Las reglas por las cuales usted se rige no son las correctas porque no están basadas en el respeto y mucho menos en el amor.
A sus hijas les faltaba y les falta el respeto constantemente con ataques verbales. Las humillaba y las maltrataba físicamente. La verdad es que es un milagro que la quieran, usted no se merece a las hijas que tiene. Usted nunca se ha merecido una hija como Sara, quien le aguanta todas sus ocurrencias y sus berrinches…"
"Franco, ¿Cómo te atrevas a…" Trató de decir Gabriela.
"¿Que no me atreva a qué, Gabriela? ¿Con qué cara se atreve usted a decirme que hacer? Usted está sangrando por la herida, porque ni Sara, ni yo, le permitimos intervenir en la crianza de nuestros hijos. ¿Y sabe una cosa? Gracias a eso son las personas maravillosas que son el día de hoy, porque de lo contrario no me quiero ni imaginar los maltratos y castigos que le pudo haber dado a mis hijos…"
"Yo nunca maltraté a mis nietos," interrumpió Gabriela, indignada y para defenderse.
"Pues intentaste pegarme," la acusó Gaby. "Si no hubiese sido por mi mamá, me pegas contar defender a Demetrio," dijo, atreviéndose a mencionar el nombre que ni su mamá, ni su abuela, habían querido nombrar.
"Callate, niña insolente, ¿Si ven de lo que hablo?" Preguntó Gabriela a toda la familia de forma retórica. "Gaby no sabe comportarse como una señorita con buenos modales, no sabe respetar a sus mayores…"
"Gabriela, el respeto se gana, no se exige. Si Gaby no la respeta es porque usted no se merece su respeto.Y para que lo sepa, usted perdió todo mi respeto el momento en el que me enteré lo que le hizo a Sara en la casa del pajar hace más de veinte años," le terminó de decir Franco.
Doña Gabriela se tensó y se puso pálida como un fantasma, ella sabía muy bien a lo que se refería Franco y solo el hecho de pensar que este lo podría divulgar delante de toda la familia le daba pánico. Si sus nietos se llegaban a enterar de la salvajada que había cometido jamás la volverían a respetar o a ver como una figura de autoridad. Gabriela sintió que se ahogaba y ya no quería estar más allí, así que decidió huir.
"¡Mamá! Espera," le gritó Norma, saliendo tras ella mientras que Juan salía tras su esposa. Gabriela iba en dirección a la casa para tratar de calmarse y marcharse. Norma, que sabía muy bien de qué incidente hablaba Franco, entendía porque su mamá había decidido salir corriendo en vez de enfrentar la situación.
"¡Dios mío! ¿Qué fue todo eso?" Se preguntó Sara en voz alta mientras se sentaba en una silla y trataba de procesar todo lo que había pasado.
"Nosotros lo sentimos muchísimo, Sara. El solo pensar que por nuestra culpa se desató tremendo rollo…" Intentó disculparse Albín, pero Sara lo interrumpió.
"No, Albín. Ustedes no han hecho nada malo y no tienes porqué disculparte. Es mi mamá la que se ha comportado de una manera ignorante, cruel, y despiadada," concluyó Sara.
"Yo, la verdad, no entiendo qué le pasa a esa hija mía. Cada día la entiendo menos. Si sigue así se va a quedar muy sola," dijo don Martín con sabiduría.
"Yo sigo pensando que aquí hay gato encerrado. Hay cosas que no entiendo, ¿Por qué se marchó doña Gabriela de esa forma tan brusca? Porque a la suegrita no le gusta dar su brazo a torcer," dijo Óscar, tratando de entender todo lo que había pasado y lo que no se había aclarado.
"Hay cosas que son privadas, Óscar. Es mejor dejar las cosas como están, por el bien de todos. Lo que se dijo aquí el día de hoy, era necesario, pero no nos vamos a amargar por nada de eso," le explicó Franco mientras bajaba su cabeza a la altura de donde su mujer se encontraba sentada en una silla delante de él. "Voy a ir a dar una vuelta, necesito un poco de aire fresco. No me tardo," le aseguró Franco a su esposa mientras depositó un beso solitario en su mejilla.
"Esta bien, amor," le respondió Sara mientras se quedaba tranquila en compañía de sus hijos, de el abuelo, de sus sobrinos, de Muriel y de Sibila. Ninguno sabía qué decir o quería decir nada después de semejante espectáculo. Jimena empezó a salir del agua, con los niños, para unirseles ahora que la costa ya estaba despejada y calmada.
Franco se dedicó a caminar, sin rumbo, y sin alejarse, por los alrededores de la hacienda. Solo quería despejar un poco la mente de todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Llevaba un par de minutos caminando cuando sintió la presencia de alguien más y se dio cuenta de que no estaba solo. Al darse la vuelta se dio cuenta de que se trataba de Albín.
"Espero que no quieras estar solo. Andrés me ha enviado para que te haga compañía," le explicó Albín.
"Esta bien. Solo quería alejarme de ese lugar por unos minutos. Albín, en nombre de toda la familia me quiero disculpar por ese momento tan desagradable que te hemos hecho pasar," se disculpó Franco.
"No es necesario que te disculpes, hombre. Esas cosas pasan hasta en las mejores familias," le aseguró.
Ambos caminaron en silencio por un par de minutos. Albín pensó que debía romper el hielo y ayudar a Franco a distraerse. "¿Te puedo hacer una pregunta? Para nada relacionada con lo que pasó hoy o con problemas familiares."
"Te lo agradeceria," exhortó Franco.
"¿Qué sabes de Rodolfo Castallenas? Sé que fueron socios y yo estoy apunto de finalizar unos negocios con él, podría usar cualquier información que me puedas dar," le explicó.
Cuando Franco escuchó ese nombre, una gota de sudor frío le bajó por la espalda. Pues era el socio que lo había engañado y por el cual había pasado unos largos años en la cárcel. Franco se sinceró con Albín y le contó todo lo que le había pasado por meterse en negocios con Rodolfo Castallenas. También le pidió a Albín que no le contara nada de ese hombre a Andrés ya que no quería mortificarlo. Aparte de la discreción, Franco le había pedido a Albín que no deshiciera sus planes de negocios con ese tipo para no ponerlo en sobreaviso, así podrían tenderle una trampa y atraparlo de una vez, y por todas, con ayuda de las autoridades. Albín no solo estaba de acuerdo con él, sino que además se ofreció a ayudar en todo lo que le fuese posible.
Al regresar a la terraza, ya estaba empezando a atardecer. Franco se acercó a su mujer para invitarla a dar un paseo con él. Sara, que estaba ya más relajada, aceptó. Gabriela se había marchado y el resto de la familia se preparaba para cantarle feliz cumpleaños al abuelo y cortar el pastel.
Aquel paseo era el pretexto perfecto para Franco alejar a Sara de la familia y así poder contarle acerca de su plática con Albín y del plan que quería poner en marcha. Franco le explicó a Sara que Rodolfo no tenía ni la menor idea del vínculo que unía a su familia con Albín, y que si ellos le tendían una trampa, él no tendría motivos para desconfiar.
"No puedo creer lo que me estas diciendo, Franco. ¿Ese tipo en verdad se va a atrever a venir a San Marcos sabiendo que la policía está tras de él?" Le preguntó Sara, asombrada con todo lo que le había contado su esposo.
"No tiene dinero y creo que por la posibilidad de conseguirlo, sería capaz de ir al mismo infierno," le dijo entusiasmado por lo que esto significaba para ellos. "Mi amor, si finalmente logran atrapar a ese hombre, ese será un gran peso que se va a ir de mi cabeza y de nuestras vidas," le dijo Franco sinceramente.
Con la puesta del sol iluminando suavemente las facciones de las caras de ambos, Sara tomó las manos de su esposo en las de ella y las subió hasta sus labios para besarlas, depositando besos amorosos en ellas. Esta era una costumbre que ambos tenían y con la cual se demostraban el respeto, el cariño y la devoción que se tenían mutuamente.
"Amor, realmente ¿Por qué te quieres involucrar con esto tan directamente en vez de dejar que se encarguen las autoridades correspondientes? ¿Te quieres vengar por lo que te hizo ese tipo? Porque si es así, yo lo entendería completamente," le aseguró su esposa, todavía con las manos de Franco cerca de sus labios y suavemente las besaba.
"No, no se trata de venganza. Se trata de justicia y de honor. Yo solo quiero ver que ese hombre se haga responsable por todo lo que hizo sufrir a nuestra familia. Necesito ver, personalmente, cómo se hace justicia. ¿Me entiendes?" Le preguntó.
"Te entiendo," le afirmó Sara, bajando las manos de ambos. "Pero sobre todo, te apoyo," le contestó está para luego abrazarlo en un abrazo cálido y lleno de amor.
