-Esta historia esta inspirada en el manga y anime "Inuyasha" de Rumiko Takahashi, así como en mitología griega, persa, americana e indu. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario, las modificaciones a las personalidad, los hechos y la trama corren por mi cuenta y entera responsabilidad para darle sentido a la historia. Les sugiero oír "Believe In Love" de Marina para Izumi, "My Escape" de Ravenscode para Itachi, "Teen Idle" de Marina & The Diamonds para Toka, "Weakness & Lust" de Blackbriar para Someina, "Desolation" de Tommee Profitt para el contexto del capitulo y "Remembrance" de Fleurie & Tommee Profitt para Izumi e Itachi.


Siglo XIV, Año 1315/Norte América

El siglo XIV era una época oscura, estaban despegándose paulatinamente del oscurantismo de los viejos tiempo, pero quienes intentaban innovar o simplemente proteger a los más necesitados, eran tildados de anomalías y el mejor caso era el de Annaisha que se sujetó la falda del vestido y corrió lo más velozmente que le fue posible, como si esta no le molestara, cargando con un carcaj en su espalda, una funda de espada cruzada en la cadera y un arco en la mano derecha, corriendo al mismo ritmo que Arsen, su protector, quien por su parte avanzaba de espaldas; Annaisha defendía el frente y Arsen la retaguardia, ambos siendo veloces en situarse espalda con espalda, rodeamos como estaban de sátiros, grifos y otras criaturas a las que poco o ninguna atención dirigían. La wiccan portaba un sencillo vestido jade apagado de escote recto, cerrado por tres botones de oro hasta la mitad del pecho, con cortas mangas ceñidas hasta los codos y falda de una sola capa, con opacos bordados dorados en forma de rosa en los lados del corpiño y el borde de las mangas, y encima lucía una chaqueta superior jade azulado repleta de bordados cobre apagado en forma de rosas también, de profundo escote en V cerrado a la mitad del pecho por cuatro botones dorados, mangas abiertas como lienzos desde los hombros y falda abierta en A bajo el vientre, con su largo cabello castaño peinado en una coleta que caía sobre su hombro izquierdo, salvo por unos rizos que enmarcaban su rostro, resaltando unos pequeños pendientes en forma de lágrima.

¿Estás bien, Annaisha?— preguntó Arsen, volviendo la mirada por sobre su hombro.

Preocúpate por ti, Arsen, yo puedo defenderme sola— aconsejó la wiccan con su característico sentido del humor.

Ya lo sabía— murmuró el semidios, esbozando una sonrisa ladina. —Desaparezcan ahora si quieren vivir, no les tememos— advirtió al grupo de atacantes que los rodeaba.

Te atreves a proteger a una humana…es una tontería— gruñó el Grifo frente a él.

¿Cómo dejaste que esa humana te robará el corazón?— cuestionó el Sátiro, aparentemente indignado con su actuar.

No dejando que aquella pregunta se interpusiera en su subconsciente, Arsen se arrojó espada en mano, hiriendo mortalmente al grifo, sujetándolo de la cabeza y empujándolo contra el sátiro que pretendía atacarlo, pero no tuvo tiempo para eso, porque Arsen pronto lo hizo tambalear con su acción y enterró su espada contra el centro de su pecho, retirándola para cortarle la cabeza; el semidios limpió velozmente la hoja de su espada con sus dedos y el dorso de su camisa, no pudiendo evitar reflexionar en las palabras que había escuchado de esos seres, sobrenaturales o ajenos a los humanos como él mismo. Es verdad, deje de ser un mero salvaje gracias al amor de Annaisha, admitió Arsen sin vergüenza, esbozando una distraída sonrisa ladina al admitir su sentir por la hermosa mujer a su espalda, no tardándose en voltear para ayudarla...mas, como siempre, Annaisha fue perfectamente capaz de terminar su propio enfrentamiento sin que él tuviera que ayudarla, concentrando sus energías purificadoras en la flecha que lanzó contra otro de los Grifos cuando este pretendía atacarla. Volviéndose al mismo tiempo hacía el sátiro restante, Annaisha enterró su arco en el suelo para extender su aura y desenfundando la espada en su cadera, enterrando está en el pecho del sátiro y retirándola para cortarle la cabeza, así como al grifo, purificando las almas de estos, así como las de los enemigos que Arsen había eliminado instantes atrás, regresando ambas armas a sus respectivos lugares; la funda y el carcaj, tambaleando y casi cayendo de rodillas en el proceso.

¡Annaisha!— jadeó el semidios, regresando apresuradamente su espada a su funda y envolviendo sus brazos alrededor de ella para impedir que se desplomara. —Has usado demasiado tus poderes— regañó, habiendo peleado durante casi un día entero.

Es tarde para renunciar a las peleas— negó la wiccan, diciéndose que esa era su vida.

Pero tu vida puede estar en peligro— insistió Arsen, temiendo que saliera herida o muriera en el peor de los casos.

Siempre hay alguien acechando, no tenemos otra opción— volvió a protestar Annaisha, esforzándose para recobrar el equilibrio y permanecer de pie.

¡No!— discutió él, alzando la voz por contenida angustia. —Encontraremos una forma de vivir tranquilos, sé que sí— prometió, alzando una de sus manos y acariciando su sedoso cabello castaño…no pudiendo concebir que ella muriera.

Conmovida por los ideales de Arsen, quien desde que la conocía intentaba alejarla de las batallas o cuando menos ayudarla a librar estas y salir lo menos herida posible—en comparación de como se había encontrado el momento de conocerse—, Annaisha alzó una de sus manos y acarició la mejilla del semidios, casi riendo como una niña cuando vio sus mejillas sonrojarse bajo su tacto y atención; ojalá todo fuera tan fácil como Arsen parecía soñar, pero ella llevaba años luchando y entendía que quizás así sería como su vida llegaría a su fin un día, luchando, por lo que solo sonrió a su amable protector, dejando que Arsen envolviera uno de sus brazos alrededor de sus hombros, cargándola con el otro bajo sus rodillas y ella simplemente se dejó hacer. Carraspeando para aclararse la garganta, no sabiendo cómo reaccionar a la cercanía de Annaisha, que siempre lo veía como si fuera un ser humano o una persona exactamente igual o tan digna de respeto o apreció como los humanos que conocía, a la par que sintiendo sus brazos envolverse alrededor de su cuello para dejar que él la cargara, Arsen dirigió sus primeros pasos hacía el aroma que sentía a la distancia, era el de la villa en que Annaisha más próxima. Arsen siempre se decía que debía convencer a Annaisha de establecerse, que ir de villa en villa ayudando a los humanos que padecían de problemas con seres sobrenaturales era peligroso, pero ella siempre seguía su propio criterio y ahí estaba él también, protegiéndola inhalando su exquisito aroma a rosas y lavandas…


Siglo XVI, Año 1571

Habían pasado poco más de una semana desde su regreso al siglo XVI tras de la celebración de año nuevo, y naturalmente el primer impulso de Izumi e Itachi había sido regresar y continuar con la búsqueda de los fragmentos de la Joya del Paraíso, ¿Cuántos tenía Orochimaru en su poder? La preocupación dejó de ser tan importante, ellos poseían el fragmento que Neji tenía en la espalda, aquellos que la wiccan tenía en el interior de su medallón y los que Shisui tenía en las piernas, eso evitaría por ahora que Orochimaru se hiciera con la Joya por completo y no podría usar el poder de esta por completo ni pedir ningún deseo, punto a su favor. La nieve había dejado de caer esa mañana, se estaba volviendo en una tenue escarcha que cubría la hierba en su trayecto de regreso a la villa de lady Tsunade; en su viaje, habían encontrado un solo fragmento, una familia noble de una villa vecina lo tenía creyendo que sería valioso, pero no lo era realmente y no habían dudado en entregarlo luego de que Naruto usaría su labia para convencerlos. Al frente del grupo caminaban Itachi e Izumi tomados básicamente de la mano, chocando sus hombros cada vez que podían a modo de juego, y el semidios por su parte no podía apartar la mirada de la wiccan, insuperablemente hermosa bajo el paraje invernal; la pelicastaña vestía un suéter blanco de cuello alto, encima un abrigo fucsia forrado en piel blanca como señalaba la capucha de este, y el borde de las mangas holgadas, jeans azul claro y botines blancos, con su largo cabello castaño recogido en una coleta.

—Estamos cada vez más cerca— reconoció Itachi, viendo la villa a la distancia.

—¿Una carrera?— sugirió Izumi, chocando su hombro contra el suyo con desafío.

—Perderías— advirtió el semidios, volteando a verla con una ceja arqueada.

—Pruébame— desafió la wiccan sosteniéndole la mirada, gustándole el reto.

Nada más decir esto, Izumi soltó la mano de Itachi y corrió con intención de ser quien llegara primero a la villa…el semidios la observó un par de segundos, dándole tiempo de gracia, divertido por el reto antes de correr velozmente tras ella, alcanzándola de inmediato y sin problema, tomándola de la mano e impidiéndole seguir corriendo, ante lo que Izumi estalló en melodiosas carcajadas, volviéndose hacía él y saltando a abrazarlo, ante lo que el semidios la rodeo con sus brazos, girando con ella entre sus brazos y disfrutando tanto del abrazo como de su melodiosa risa así como de su dulce perfume a rosas y lavandas, ¿No era una ilusión? Ambos se sentían más unidos que nunca desde que este nuevo año había empezado, como si fueran uno solo y nada pudiera separarlos el uno del otro, una apreciación que también tenían Naruto, Hinata, Konohamaru—que tenía sobre sus hombros a Hina—y Neji, quienes lo observaron en silencio. Caminando igualmente cerca de Naruto, de cómo Izumi se había encontrado de Itachi, Hinata inclinó su cabeza para apoyarla sobre el hombro del fraile, que envolvió distraídamente su brazo alrededor de su espalda baja; la sicaria portaba un vestido fucsia apagado de escote recto, anudado en el frente hasta la altura del vientre, falda lisa y encima una chaqueta superior de igual color, de cuello alto en la parte posterior y mangas abullonadas que se ceñían desde los codos, falda abierta en A—una capa corta encima—, con su largo cabello azul recogido tras su nuca, respaldando unos pendientes de perla en forma de lágrima.

—Se ven adorables— apreció Hinata, rompiendo con el silencio. —No creo haber visto a dos personas tan felices— se veían cada vez más enamorados el uno del otro.

—No lo sé, yo pienso en dos personas que sí— difirió Naruto, alargando su mano libre para entrelazarla con la de su prometida. —No te ofendas, Neji— aclaró, no queriendo parecer coqueto en extremo con su futura esposa, Dios mediante.

—No me ofende— sosegó el Hyuga con una sonrisa ladina, feliz por su hermana.

—Yo estoy contigo, amigo— respaldó Konohamaru, abrazando al sicario y haciéndolo sonreír, así como a todos.

En la época en que vivían, no era bien visto que una pareja fuera tan cercana entre sí como lo eran Naruto y Hinata, pasando tanto tiempo juntos y abrazándose cuando la ocasión lo permitían—el contacto físico estaba reservado al matrimonio o así debería ser al menos—, y ya que Hinata no tenía otra familia que su hermano, debían tenerlo siempre cerca como "chaperón" o guardián para supervisar que no hicieran nada indebido, mas la situación era irrisoria a la par que incomoda para Neji, pero este lo hacía por el bien de la hermana, mas él poca o ninguna incidencia tenía en las decisiones de su hermana menor, mientras ella fuera feliz, él sería un mero espectador, velando porque su sonrisa se mantuviera, regresando su atención hacia el romántico cuadro como todos. El grupo no tardó en regresar la atención al juego en que se hallaban Itachi e Izumi, la wiccan finalmente soltándose del agarre del semidios y volviendo a correr, negándose a darle la victoria, casi saltando las piedras u obstáculos en su camino, evadiendo al semidios cada vez que este pretendía atraparla, ambos sabían que la villa aún estaba bastante lejos como para que algunos ganara verdaderamente la carrera, pero el momento se sentía perfecto y ambos muy felices como para no aprovecharlo; finalmente, Izumi fue atraída por Itachi, en un abrazo por la espalda y contra el que inicialmente pareció luchar, riendo melodiosamente antes de rendirse, llevando suficiente ventaja a su grupo de amigos como para poder detenerse a recuperar el aliento en el caso de la wiccan.

—Te dije que no ganarías— obvió Itachi, sintiendo a la wiccan temblar placenteramente entre sus brazos al sentir su respiración contra su oído.

—Quería probarte— confirmó Izumi, mordiéndose el labio inferior. —Itachi— nombró, volteando a verlo y viéndolo asentir. —Estaba pensando y, cuando lleguemos a la vida, creo que regresaré unas horas a casa— planteó, viéndolo a los ojos.

—Claro, dejaremos todo en casa de Tsunade y te acompaño— asintió él, no teniendo el menor problema.

—No, ya hemos recorrido mucho— negó ella, queriendo que descansara. —Mereces descansar, además será solo por un par de horas, quiero ducharme y traer ropa limpia— aclaró, viéndolo fruncir el ceño con extrañeza. —Aún nos quedan suficientes abarrotes para otra semana y hay suficiente comida en casa de lady Tsunade— meditó en voz alta, justificando el ausentarse solo para tomar lo necesario de su hogar.

—¿Segura?— inquirió el semidios, viéndola a los ojos. —Está bien, te estaré esperando— confirmó al verla asentir. —Ya te extraño— murmuró, como si fuera un niño caprichoso.

—Aun no me voy— río la wiccan, divertida ante su actuar comparable al de un niño.

—Lo sé— apreció él y disfrutando inmensamente cada momento junto a ella.

Habían viajado por más de una semana, casi una semana y media, habían seguido cada pista de cualquier posible fragmento de la Joya del Paraíso, y durante todos esos días Itachi siempre había tomado la guardia por la noche, había pescado la cena voluntariamente, había cuidado de todos sin que nadie se lo pidiera siquiera; de Naruto, Hinata, Hina, Konohamaru, Neji y ella...Izumi no podía imaginarse obligándolo a acompañarla a su época solo por un par de horas en busca de su muda de ropa, ¿Para qué? Ella iba a regresar de cualquier modo y con suerte tardaría una hora, por lo que prefería que él la esperará a su regreso, prometiendo mentalmente tardar lo menos posible, viéndolo a los ojos y prometiéndoselo sin necesidad de articular palabra. Como si se tratase verdaderamente de un perro, Itachi estuvo a punto de protestar y gimotear, quería decirle a Izumi que en nada le molestaría acompañarla a su época aunque solo fuera por unos minutos, quería decir que no se imaginaba ni siquiera cinco minutos despegado de ella…pero no era su derecho pensar así y por lo que el semidios prefirió callar, todos continuando con su camino hasta la villa, donde desempacaron sus pertenencias nada más llegar, pero todo cuanto hizo Itachi fue acompañar a Izumi hasta el pozo. Reclamando un beso cuando la wiccan se sentó en el borde del pozo, Itachi disfrutó del momento lo más posible, rozando su nariz contra la de la wiccan, inhalando su perfume y encontrando sus miradas antes de que ella finalmente saltará al interior.

La separación sería breve, él intentó convencerse de ello.


Que Orochimaru pareciera ausente, no quería decir que realmente lo estuviera, en realidad lo que estaba haciendo era usar sus poderes para mejorar o evolucionar, en cierto modo, desprendiéndose de cualquier arista de su ser que implicase debilidad o un problema más que una ayuda en su deseo de apoderarse de la Joya del Paraíso, y ahora que por fin volvía a estar libre para atormentar a Itachi y su grupo, queriendo quitárselos de encima, el viperino creía haber encontrado el método; una wiccan o una mujer que lo había sido una vez, hacía cincuenta años y que ahora era una hechicera, misma que fue conducida a su presencia. La mujer debía tener unos setenta años o más, Orochimaru se había dedicado a investigar para estar convencido, pero no los aparentaba, apenas aparentaba veinte años y pico; era alta, esbelta, elegante y arrogante, caminando con la frente en alto, portaba un sencillo vestido negro de escote corazón cerrado por tres botones, mangas ceñidas a las muñecas y falda lisa, encima una chaqueta superior marrón rojizo con hojas estampadas color negro, de cuello alto y cerrado, abierto para formar un escote que se cerraba bajo el busto por tres botones de oro, cortas mangas ceñidas hasta los codos y falda abierta en A bajo el vientre, con su largo cabello peinado en una coleta que caía tras su espalda, resaltando unos pendientes de oro y ónix en forma de lagrima. Así que es verdad, esta mujer vendió su alma a cambio de la juventud eterna, comprendió Orochimaru, observando a la mujer que fue conducida a su presencia.

—Orochimaru, traje a la mujer que querías— anunció Takara, haciéndose a un lado para permitir que viera a la mujer que la acompañaba.

—Someina, la hechicera— reconoció el viperino, observando atentamente a la mujer.

—Espero que me hayan convocado por algo que merezca la pena— advirtió la hechicera, sosteniéndole la mirada sin titubeos.

—¿Aún recuerdas a la wiccan conocida como Toka?— interrogó Orochimaru directamente, viendo la sorpresa cruzar su semblante.

—Me honra que sepa de mi pasado— contestó Someina, esbozando una sonrisa ladina. —¿Qué quiere de mí?— preguntó, interesada en el individuo ante ella.

—Deseo que uses tus poderes a mi favor— contestó el viperino, siendo transparente.

—¿Y qué obtendré?— inquirió la mujer, no trabajando gratis para nada.

—La Joya del Paraíso— presentó él, abriendo su mano derecha y exponiendo la mitad de la nombrada Joya.

Teniendo sus reservas en torno al plan de Orochimaru, Takara se mantuvo silente y con las manos cruzadas sobre su vientre; la demonesa portaba un elegante vestido esmeralda de escote corazón, cerrado por una infinita serie de botones hasta la altura del vientre, mangas ceñidas hasta los codos donde se tornaban acampanadas y falda lisa, encima una chaqueta esmeralda oscuro con opacos bordados más claros de aves, de profundo escote en V cerrado por tres botones de oro, mangas abiertas en lienzos desde los codos y falda abierta en A bajo el vientre, con su largo cabello naranja recogido en una coleta ladina y adornado por una elegante diadema de plumas de oro y pendientes a juego con la guirnalda alrededor de su cuello. Orochimaru no había tenido el mismo éxito que Itachi y su grupo en su búsqueda de los fragmentos de la Joya del Paraíso, no había ninguno nuevo a su alcance, por lo que todo cuanto el viperino pudo ofrecer a la hechicera conocida como Someina, fue la mitad de la Joya del Paraíso, aquellos fragmentos que Toka había tomado de Izumi y que le había dado a él, y ahora él lo ofreció a la hechicera que analizó la gema con indiscutible ambición. El número no importaba realmente, puede que en ese momento Orochimaru no tuviera toda la Joya del Paraíso, pero la obtendría, Itachi y su grupo estaban buscando los fragmentos por él, todo cuanto él debía hacer en el momento dado debía ser aparecer y quitárselos, y disfrutaría haciéndolo lentamente, aprovechando de atormentarlos con sufrimiento, o a alguien en especial.

—Cómo puedes ver, no está completa, pero es cuestión de tiempo a que obtenga los fragmentos que faltan— transparentó Orochimaru, haciéndole creer a la hechicera que tendría tan valioso tesoro.

—Me complace— asintió Someina finalmente. —Puedes contar con mis servicios, ¿Qué necesitas que haga?— inquirió, dispuesta a poner sus poderes a su disposición.

La hechicera escuchó atentamente el plan que Orochimaru procedió a explicarle; en el pasado, Toka y ella habían sido dos wiccan jóvenes cuando su respectiva mentora había designado para con la fallecida wiccan las labores más duras, las misiones más extensas y aquellas que habrían de enaltecer su pureza, mientras que ella había estado destinada meramente a meditar, profundizando en su introspección, ¿Y para qué? Al final Toka había muerto, los riesgos habían sido demasiado, incluyendo el proteger la Joya del Paraíso con su vida y ella seguía viva y había vendido su alma al demonio, ¿No era momento de volver las cosas a su lugar, como siempre debería haber sido? En un acto de confianza o eso pareció, Orochimaru se levantó del diván en que se hallaba sentado, aproximándose a la hechicera y alargando la mano en que tenía la Joya del Paraíso, entregándosela con confianza o eso pareció, porque todo era una estrategia de Orochimaru, quien pretendía recuperar aquel fragmento de gran tamaño muy pronto y con intereses, aunque en ese momento pareció seguirle el juego a Someina, que le sonrió. Al margen de todo, siendo una mera espectadora—para variar—, no teniendo el valor para atreverse a traicionar a Orochimaru, pese a desear su libertad, como el mismo Sasuke había dicho en su último encuentro, Takara no pudo evitar fruncir el ceño con extrañeza, sabiendo cual era el plan de Orochimaru al ocupar a esta hechicera para sus fines, pero no sabiendo si todo resultaría como él pretendía, más teniendo en cuenta a quien de todos los integrantes del grupo de Itachi pretendían atacar…


El tiempo pasó demasiado lento para el gusto de Itachi, que se paseó inquieto fuera del hogar de Tsunade, había acompañado a Izumi hasta el pozo y se había despedido de ella antes de verla saltar al interior del pozo, había pretendido quedarse esperando junto al pozo como un perro que esperaba por su dueño, pero lo último que el semidios quería era ser causa de mofa e incomodar a Izumi, por lo que en su lugar regresó a la villa, pero no había ingresado al hogar de la wiccan, en su lugar aguardó fuera de la casa de Tsunade, acompañado por Konohamaru quien casi brincaba de emoción en su lugar, igualmente ansioso por el regreso de Izumi y lo que traería consigo, siempre traía consigo. Ninguno de los habitantes de la villa se extrañó por la conducta del semidios, lo conocían lo suficientes y estaban acostumbrados, sonriendo al pasar junto a Itachi, quien inclinó respetuosamente la cabeza en respuesta, recordando sus modales, lo que coincidió con que Hinata finalmente emergiera del interior de la casa, esbozando una sonrisa al ver al semidios pasearse ante la puerta, ¿Debería sorprenderse? La sicaria se había cambiado de ropa, portaba un sencillo vestido aguamarina claro de escote recto—con un escote inferior en V—, cerrado por cinco botones plateados y con opacos bordados de mariposas en el centro del corpiño, en las mangas ceñidas y en la falda interior, mientras que la superior era lisa y se abría en A bajo el vientre, con su largo cabello azul cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, resaltando unos pendientes de diamante.

—¡Es el aroma de Izumi!— jadeó Konohamaru, al mismo tiempo que el semidios se congelaba. —¡Oye, Itachi…!— el pequeño pretendió decir algo más antes de que el semidios partiera al encuentro de la wiccan, pero un escalofrío se lo impidió.

—¿Qué pasa, Konohamaru?— inquirió Hinata, viendo al infante palidecer brevemente.

—No lo sé, sentí algo muy raro— contestó el pequeño Garuda con preocupación, haciendo que Hinata llamara de inmediato a Naruto y Neji.

Ajena a aquella conversación, lo primero que hizo Izumi, cuando estaba a mitad de camino, trepando por el interior del pozo, fue descolgar el bolso de su hombro y arrojarlo por encima del pozo para que aterrizara sobre la hierba al costado de este, ¿Por qué no lo haría? No tenía nada delicado en el interior, para eso estaba la mochila colgada en su espalda y donde su madre había preparado varios dulces con la esperanza de que ella los compartiera con sus amigos y así sería; la wiccan vestía un suéter rojo de cuello redondo, holgado sobre su figura, de mangas ceñidas en las muñecas, jeans gris oscuro ceñidos a sus esbeltas piernas y cortos botines de tacón gris más claro, con su largo cabello castaño cayendo sobre sus hombros y tras su espalda, aun ligeramente húmedo, y el medallón con los fragmentos de la Joya del Paraíso alrededor de su cuello. Recobrando el aliento al llegar a la cima del pozo, Izumi suspiró sonoramente y pasó una piernas primero, antes de pasar la segunda, dejando la mochila sobre el suelo para destensar los hombros, pero ni siquiera tuvo ocasión de hacer esto, sintiendo un repentino piquete en el tobillo derecho, como si se tratara de una mordida, arrodillándose y llevándose las manos al tobillo, subiendo el pantalón y desabrochándose el botín para examinar la zona; al mismo tiempo, Itachi cruzó la espesura del bosque, esbozando una sonrisa ladina al volver a ver a la wiccan, mas su expresión de alegría se transformó en una de preocupación ante la expresión en su rostro, corriendo de inmediato a su lado.

—Izumi, ¿Qué pasó?— inquirió el semidios, situándose a su lado de inmediato.

—No lo sé, sentí que algo me mordió— contestó la wiccan con un ligero quejido.

—¿Viste que era?— cuestionó Itachi, ante lo que ella negó y señaló la dirección en que había sentido la mordida únicamente. —Espera aquí, ¿sí?— instruyó, viéndola asentir.

No teniendo más que el testimonio de Izumi, y asiéndose a ello, Itachi se dio prisa en correr en la dirección que la wiccan le señaló, inspirando aire profundamente y no consiguiendo detectar ningún aroma que indicara la presencia de algún ser sobrenatural, cerrando los ojos un momento y tratando de sentir lo que lo rodeaba, aquello que sus sentidos no podían identificar, sintiendo algo y que alargó las manos para atrapar, arrodillándose en el suelo...pero, lo tomó completamente por sorpresa abrir los ojos y ver un pergamino roto entre sus manos, ¿Papel? Itachi verdaderamente frunció el ceño con extrañeza, no entendiendo qué estaba pasando, pero un instante después se sobresaltó al escuchar la voz de Hinata llamándolo, guardando el pergamino roto al interior de su chaqueta y corriendo de regreso al pozo, sintiendo que se le acelaraba el corazón de angustia al ver a Izumi sentada sobre la hierba y con la espalda apoyada en el pozo. Tal vez fuera una exageración, pero Hinata había creído en el escalofrío o inquietud que Konohamaru había sentido, instando a Naruto y Neji que la siguieran al pozo, lo que agradeció infinitamente en ese momento, llegando a tiempo para evitar que Izumi se desmayara, ayudándola a sentarse sobre la hierba mientras Itachi regresaba junto a ellos, dirigiéndole una mirada preocupada mientras Naruto palpaba la frente de Izumi, sintiendo que estaba ardiendo. Itachi cargó de inmediato a Izumi en brazos, dirigiéndose hacia la villa lo más velozmente que le fue posible, y el resto cargó con sus pertenencias, igualmente preocupados por el estado de la wiccan y que se dejó hacer.

Algo estaba terriblemente mal.


Aunque Orochimaru tuviera el lugar idóneo a su disposición, su castillo, para que Someina comenzase a trabajar de inmediato, la hechicera manifestó su deseo de hacerlo alejada de todo, en una pequeña cabaña abandonada en medio de la nada, lo suficientemente cerca y a la vez lejos de Itachi y su grupo, enviando a su serpiente de pergamino para que mordiera a la wiccan conocida como Izumi y comenzase así la maldición, lo que la hechicera observó ante el altar con agua ante ella, vertida en un pequeño cuenco y la cual comenzó a formar ondas tan pronto como su maldición comenzó a actuar y su serpiente se materializó de regreso a su lado, envolviéndose alrededor de su brazo derecho. La serpiente se movió por el brazo de Someina que lo alargó hacía el cuenco de agua ante ella, iluminado por velas negras que ardían iluminando la estancia y del mismo negro comenzó a teñirse el agua cuando la serpiente abrió sus fauces y dejo que de sus colmillos cayeran finos hilos de sangre, la sangre de Izumi; la hechicera sonrió para sí, tal vez el agua no podía mostrar nada, mas no era preciso, Someina podía ver el sufrimiento de aquella chica en los ojos de su serpiente y que eran los suyos, haciendo una señal al tocar el cuello de su serpiente, que mantuvo las fauces abiertas, usando la mayor cantidad de sangre posible, queriendo que el sufrimiento de esa chica fuera aun mayor, que se retorciera de dolor y agonía sin morir. De pie junto a la puerta cerrada de la cabaña, Orochimaru cruzó ambos brazos sobre su pecho, tratando de descifrar qué estaba pasando:

—¿Cómo funciona tu maldición, Someina?— inquirió el viperino con inevitable curiosidad.

—Ahora que mi mascota mordió a esa chica, y tengo su sangre en mis manos, es cuestión de tiempo para que mi maldición comience a pudrir su cuerpo— informó la hechicera, muy concentrada en el sufrimiento que estaba generando. —Y su corazón, claro— obvió con una sonrisa presumida al volver la mirada hacia el viperino. —El destino de esa chica está en mis manos— y disfrutaría dándole un sufrimiento largo.

—Someina, te aconsejo que no subestimes a Izumi, no es una chica cualquiera— advirtió Orochimaru únicamente, conociendo la fuerza de corazón que tenía la joven wiccan.

—La verdad, siendo una wiccan, me sorprende que no se diera percatara de la maldición que le puse— desestimó Someina, sonriendo con arrogancia. —Ya que es la guardiana de la Joya del Paraíso, pensé que se trataría de alguien fuerte, pero no lo parece— era solo una chica de dieciséis años aparentemente. —Bien, ¿Qué quieres que haga ahora?— preguntó, estando bajo sus órdenes. —Puedo matarla usando este conjuro, ¿O tienes algo más en mente?— ya provocar sufrimiento a un alma tan inocente era todo un deleite.

—No estaría mal hacer sufrir a Itachi con la idea de que su amada mujer muera frente a él— consideró el viperino en voz alta, esbozando una sonrisa ladina.

Si de Orochimaru dependiera, él se habría convertido en una mosca en la pared para saber que estaba ocurriendo exactamente y que le provocaba un sentir que escapaba de su propio control—de ahí que buscará afinar sus poderes y naturaleza demoníaca, para desprenderse del corazón humano de Sahin—, era extraño el cómo sentía interés por esta chica llamada Izumi, inicialmente se había dicho que se debía al parecido que la wiccan tenía con Toka, pero el tiempo hacía que se sintiera obsesionado con ella, y en el fondo no perdía la esperanza de poder convencerla de pasarse a su bando, quería quitársela a Itachi, igual que el bandido Sahin había codiciado a Toka en su momento, pero el sentir era muy diferente. Sin embargo, convencer a Izumi para convertirse en su aliada tomaría tiempo, tiempo que en ese momento no tenía, ¿No era mejor que terminaran con todo? Si Itachi perdía a Izumi, se sentiría aún más desmoralizado de lo que se había sentido al perder a Toka en su día, no podría seguir interponiéndose en sus planes y ya que la wiccan era lo que unía a todo el grupo, nadie se atrevería a interponerse en sus planes, hacerse con los fragmentos de la Joya del Paraíso que faltaban, y podría pedir su ansiado deseo. Sonriendo ladinamente, Orochimaru simplemente indicó a Someina que hiciera sufrir a Izumi, que fuera lenta en darle la muerte, queriendo que Itachi estuviera ahí y fuera testigo de todo ese dolor, queriendo que dejara de aferrarse a los inútiles sentimientos humanos y que dejara de actuar como el héroe de la historia…


Siendo más veloz que sus amigos, Itachi llegó primero a la villa y de inmediato se dirigió al hogar de Tsunade, que si bien se sorprendió por el estado de Izumi, comenzó a tratarla de inmediato con todo cuanto sabía; la wiccan estaba ardiendo en fiebre y estaba sudando demasiado, por lo que mientras Naruto y Neji iban en busca de agua fría y lienzos limpios, Itachi ayudó a Tsunade a cambiar de ropa a Izumi—no iba a salir de la habitación—, Hinata examinando la ropa de la wiccan del futuro en busca de alguna señal de lo que sea que la hubiera mordido; el camisón era azul suave, de escote corazón decorado por encaje en el contorno, ceñido bajo el busto, con falda de velo y mangas holgadas que se ceñían en las muñecas, con su largo cabello castaño pegándosele a los lados del cuello y las mejillas, parecía como si estuviera ardiendo y no cesaba de removerse inquieta...Itachi alargó una de sus manos para acariciar el cabello de la wiccan al acomodarle la cabeza sobre la almohada, pero apenas hizo esto, Izumi abrió los ojos y, con las escasas fuerzas que temía, se sentó y volviendo la cabeza hacía el cuenco de agua sobre la mesa de noche, tosiendo sangre o vomitando más bien, casi desmayándose en el proceso ante la preocupada mirada del semidios. Naruto ingresó con un balde de agua fría en ese momento, Neji sumergiendo uno de los lienzos—entregándole los otros a su hermana—y estrujándolo fuertemente para tendérselo a Itachi que no tardó en colocarlo sobre la frente de Izumi, instándola a volver a recostarse, sintiéndola temblar bajo su tacto.

—Izumi…— murmuró el semidios, sintiendo que se aceleraba el corazón de angustia.

—Mi cabeza está ardiendo— se quejó la wiccan, escasamente consciente.

—La fiebre no está cediendo— murmuró Tsunade, estrujándolo otro de los lienzos y secando con este el sudor de la wiccan. —Además, está muy cansada— la fiebre y los vómitos no ayudaban a entender que le ocurría.

—¿Qué es lo que tiene, Tsunade?— cuestionó Itachi, desesperado por entender que estaba pasando con Izumi.

—Es como la peste negra, pero los síntomas son demasiado agresivos— consideró la Senju, analizando a la pelicastaña. —Es como si hubiera algo contaminando su cuerpo— los síntomas eran demasiado agresivos.

—No lo entiendo, estaba bien hace menos de una hora— masculló el Uchiha, intentando entender cómo se había generado aquella situación.

Si solo fuera fiebre, Tsunade sabría cómo actuar, pero los vómitos de sangre—y que se repitieron en ese momento, Izumi volviendo la cabeza hacía el cuenco sobre la mesa de noche, mismo que Hinata le acercó—eran demasiado extraños, la sangre nunca indicaba algo bueno, era una especie de infección, como si se tratara de veneno y la fiebre era demasiado alta, Izumi literalmente estaba delirando, solo que no lo parecía porque todo lo que hacía era quejarse por el dolor y la fiebre que sentía, temblando mientras su piel volvía a perlarse de sudor, mismo sudor que Neji se acercó para secar mientras Naruto sacaba a Konohamaru quien había vuelto a ingresar en la habitación por su preocupación por la wiccan. Por su parte, todo lo que Itachi pudo hacer fue observar, sintiendo que una mano invisible estrujaba su corazón cada vez que percibía cada nueva respiración de Izumi, agitada a la par que trémula, diciendo que debería haber acompañado a Izumi a su época y de regreso, que no debería haberla dejado sola, todo eso era su culpa, si hubiera estado con ella cuando esa cosa la había mordido tras salir del pozo…el semidios recordó entonces los restos de pergamino en el interior de su chaqueta, dándose prisa en comprobar si aún tenía estos y al confirmarlo se levantó de la cama—dirigiendo una última mirada a Izumi, entrelazando una de sus manos contra la suya—al encuentro de Tsunade, que se levantó de la cama y tomó distancia para examinar la situación ante ella, con Neji supliéndola al secar el sudor de la piel de la joven wiccan.

—Tsunade, encontré esto luego de que Izumi dijera que algo la mordió— presentó Itachi, tendiéndole los restos de pergamino a la wiccan, que los observó atentamente.

—Es una maldición— comprendió Tsunade, palideciendo de inmediato.

—¿Qué?, ¿Cómo?— exigió saber el semidios, no entendiendo quien le haría eso a Izumi.

—Es obra de una hechicera, no como Nigar, es alguien que se dedica a convocar demonios y atormentar a los humanos— explicó la wiccan lo mejor posible. —El propósito es ganar algo— obvió en voz alta. —¿Quién lo hizo? No lo sé, pero es la única interpretación que conozco— nunca había lidiado con algo así, solo oído de ello. —Si no hacemos algo, no pasará la noche— advirtió para preocupación de todos los presentes.

—Nosotros nos ocuparemos— decidió Naruto, intercambiando una mirada con Hinata y Neji, —si derrotamos a la hechicera, terminará la maldición, ¿No es así?— dedujo, volviendo la mirada hacia la Senju.

—Si se derrota al conducto, todo debería volver a la normalidad— asintió Tsunade, por lo que tenía entendido.

—Yo también iré— decidió Itachi, incapaz de quedarse esperando como si nada.

—Itachi…— murmuró Izumi en medio de la fiebre, haciendo que el semidios volviera de inmediato su mirada hacía ella con preocupación.

—No, quédate— intervino Hinata, dándose cuenta de lo mismo que todos.

—Izumi te necesita más— secundó Neji, prometiendo hacer todo lo posible como todos.

Quedarse literalmente sentado esperando a que algo pasara no era una opción para Itachi—siempre era de aquellos que actuaban, pensando por supuesto—, pero eso fue todo cuanto el semidios pudo hacer, asintiendo a regañadientes y haciéndose a un lado mientras Neji, Hinata y Naruto procedían a abandonar la habitación para prepararse y partir cuanto antes, y solo entonces Itachi se acercó a la cama para tomar asiento junto a Izumi, observándola atentamente mientras Tsunade abandonaba la habitación también, probablemente para tranquilizar a Konohamaru, no había mucho que pudiera hacer para ayudar a Izumi en cualquier caso. Aunque Tsunade le hubiera explicado el trasfondo que escondía esta maldición, aunque él supiera que la demonología y las artes oscuras no necesitaban ningún sustento real para afectar a una persona, Itachi suspiró sonoramente mientras recargaba sus codos sobre el colchón, sentado junto a la cama y entrelazando una de sus manos con la de Izumi, quien simplemente se quejó mientras él acomodaba el lienzo húmedo sobre su frente a la par que sintiendo su mano contra la suya, demasiado débil para hablar, removiendo la cabeza contra la almohada. En silencio, suavizando su mirada y sabiendo que no había nadie presente para juzgar su actuar, Itachi se disculpó mentalmente con Izumi, se dijo que debería haber estado ahí para ella, que debería haberla protegido y se prometió que, si ella se recuperaba, no volvería a abandonarla, inclinándose para besar el dorso de su mano al pensar aquella promesa, temiendo que ocurriera lo peor o que sus amigos no pudieran acabar con la maldición.

No podría vivir si Izumi moría.


Vistiendo siempre de forma práctica, Neji no precisó de cambiarse de ropa, solo se tomó el tiempo para despedirse de Konohamaru, prometiendo que harían todo lo posible para ayudar y salvar a Izumi, saliendo de la casa a la par que Naruto, quien cerró los ojos y meditó para tratar de rastrear la energía o la fuente de energía demoniaca en este caso, él era toda la ayuda real con que contaban para resolver aquella problemática…Neji se sentía nervioso aunque no lo pareciera, usualmente su gente, los sicarios, mataban a criaturas sobrenaturales que amenazaran a los humanos, pero lidiar con energía demoníaca era literalmente otra cosa, ¿Podrían con ello? Siendo quien necesitaba cambiarse de ropa por algo más cómodo para la aventura que tenían entre manos, Hinata fue la última en salir del hogar de lady Tsunade, volviendo la mirada hacia Hina que saltó de su hombro y adoptó de inmediato su forma de quimera; la Hyuga portaba un vestido verde oscuro—apagado, con intención de pasar desapercibido—de escote recto y anudado hasta la altura del vientre, con los lados de un tono aún más oscuro, casi negro, como las mangas abullonadas por encima de los codos que continuaban en mangas ceñidas a las muñecas con ligeros lienzos color verde más claro que colgaban desde los hombros, falda abierta en A bajo el vientre exponiendo pantalones verde claro con botas de cuero para mayor movilidad y llevando una espada colgada de la cintura y una hoz en la espalda, con su largo cabello azul trenzado para despejar su rostro.

—¿Crees poder saber de dónde proviene la maldición, Naruto?— preguntó Neji, sintiendo la misma incertidumbre que todos.

—Es todo cuanto puedo hacer— contestó Naruto con los ojos cerrados y que abrió en ese momento. —Creo que en esa dirección— señaló, alargando una de sus manos frente a él.

—Deprisa, suban, cada segundo cuenta— apremió Hinata subiendo veloz al lomo de Hina.

Asintiendo ante las palabras de Hinata, todos con la misma inquietud, el primero en subir—en un arrebato de posesividad familiar—fue Neji exactamente detrás de Hinata, envolviendo uno de sus brazos alrededor de la cintura de su hermana y tras él subió Naruto, quien confirmó la dirección a la que debían dirigirse, ante lo que Hina rugió antes de correr velozmente, tanto o más que cualquier caballo, con el trío sujetándose de su pelaje o entre ellos para no caer, no teniendo una estrategia clara de que harían al encontrarse con aquella misteriosa hechicera, solo sabían y querían salvar a Izumi, lo demás se resolvería cuando estuviera ante aquellos, por ahora todo cuanto necesitaban era encontrar a su enemigo. Ajeno a lo que pasaba, solo orando porque sus amigos finalmente hubieran partido y porque consiguieran enfrentar a aquella hechicera para salvar la vida de Izumi, Itachi tragó saliva nerviosamente, temblando tanto como la wiccan que permanecía recostada sobre la cama y quien no había vuelto a vomitar sangre, pero el semidios tomó uno de los lienzos limpios junto a la cama y limpió con este el hilo de sangre que se deslizó entre los labios de Izumi, haciendo que su corazón latiera más rápido a causa de la angustia, ¿Por qué Izumi?, ¿Por qué ella que nunca le había hecho daño a nadie? Itachi sabía que su pregunta nunca obtendría respuesta, menos con alguien que usaba demonios para atormentar a las personas, pero él en su propia frustración buscaba una respuesta, sintiendo que se le oprimía el corazón al escuchar a Izumi murmurar y delirar por la fiebre, removiéndose sobre la cama.

—Itachi…— murmuró la wiccan aunque él estuviera a su lado y tomándola de la mano.

—No me dejes, Izumi— pidió el semidios, sintiéndose al borde del llanto.

—No puedo, no puedo más…— susurró la pelicastaña casi sin aliento.

—Izumi, no me dejes solo, por favor— rogó él, sintiendo que se le rompía el corazón.

—Ya no puedo…— jadeó Izumi, apenas y distinguiendo la voz del semidios a su lado.

—Te amo, Izumi— declaró Itachi, con la voz quebrada. —Me prometiste que siempre estaríamos juntos— recordó, estrechando su mano contra la suya. —Por favor, no me dejes— no soportaría perderla, moriría en vida.

Escuchando la voz de Itachi, pero no pudiendo verlo, solo distinguiendo oscuridad, tinieblas y una fuerza opresora sobre su pecho y que le dificultaba respirar, Izumi continuó murmurando su nombre, continuó luchando contra algo que ni siquiera podía ver, pero se sentía cansada y sin fuerzas, mas se negó a darse por vencida, aunque sentía demasiado calor y como las fuerzas la abandonaban una a una, pero en medio de todo la voz de Itachi continuó latente y ella se asió a esto con todo su corazón. Por primera vez desde la muerte de su madre, por primera vez desde aquella lejana ocasión en que había llorado de frustración en brazos de Izumi hacía meses atrás—luego de que Toka fuera devuelta a la vida y lo viera como su enemigo—, Itachi sollozó, bajó pesadamente la cabeza y besó una de las manos de Izumi y que estrechó entre las suyas, tratando de que ella sintiera que estaba a su lado, tratando que ella se alejara de esos delirios que la alejaban de él. Los dioses antiguos, los nuevos, y Dios todopoderoso eran testigos, no podría vivir si algo le ocurría a Izumi, si la perdía…Itachi ni siquiera pudo completar la oración en su mente, sintiendo las lágrimas resbalar por sus mejillas, recordando lo felices que habían sido Izumi y él horas atrás, recordando su risa, su sonrisa, el sonrojo en sus mejillas, su exquisito aroma a rosas y lavandas, temiendo que todo eso fuera cosa del pasado, ¿Cómo seguir adelante? El semidios tuvo deseos de morir, la vida no tenía sentido si Izumi no estaba en ella, ella era su estrella en el firmamento, la razón de su vida…


Siendo una espectadora de todo por el vínculo que compartía con su serpiente, envuelta alrededor de sus hombros en ese momento, Someina frunció ligeramente el ceño, negándose a admirar a esa chica llamada Izumi y confirmar a Orochimaru que era más difícil de matar de lo que había pretendido, ¿De dónde sacaba fuerzas esa chica? La hechicera alargó su brazo derecho al aire, una señal ante la que su serpiente se desplazó por su piel para abrir las fauces y verter más de la sangre de la chica en el cuenco con agua, ¿La niña se resistía y buscaba librarse de la maldición? Ella se lo impediría, no dejaba de ser solo una chica de dieciséis años, no podría resistir a la maldición por mucho tiempo, antes de que el sol emergiera, estaría muerta, era algo seguro. Ajena a lo que sucedía a su espalda, completamente concentrada en la maldición que ejecutaba, Someina se sobresaltó al escuchar ruido a su espalda, volteándose al mismo tiempo que el cuerpo de Orochimaru se desplomaba, desvaneciéndose este y dejando una marioneta…por lo visto el sujeto seguía sin atreverse a salir de su espacio, así lo vio Toka al ingresar en aquella cabaña, habiendo llegado ahí a través del vínculo que compartía con Izumi, sintiendo su aura turbarse al ser acechada por la oscuridad, no olvidando como la joven wiccan le había transmitido parte de sus energías en su último encuentro y ahora la Senju buscaba devolverle el favor, protegiéndola de quien ella veía como una enemiga, encontrando su mirada con la de su antigua compañera de entrenamiento.

—Toka— reconoció Someina, entre sorprendida y asustada por la presencia de la wiccan.

—Sabía que reconocía tu presencia— meditó Toka en voz alta al encontrar su mirada con la suya. —Han pasado cincuenta años y volvemos a vernos— y parecía no haber pasado ni un día en el caso de ambas. —Dime, ¿Por qué estás haciendo esto?— interrogó, dando un paso más cerca de ella.

—Ah, ¿Conoces a la chica llamada Izumi?— intuyó la hechicera, sosteniéndole la mirada. —Veo que todos tienen un interés muy peculiar en ella— Orochimaru, un semidios y ahora Toka, —¿Pretendes que deshaga la maldición?— preguntó con tono sardónico.

—No— negó la Senju, sabiendo que no era necesaria en ese aspecto. —Izumi es una mujer fuerte, y tus poderes son débiles. Sé que se librara de esto— comparó, estando presente para ayudar a su propio modo. —Estoy aquí con un mensaje, para ti, y para Orochimaru, porque sé que puede escucharme— ese viperino siempre escuchaba.

Ella no era aliada de Orochimaru, aunque lo hubiera parecido en su momento al entregarle el fragmento de la Joya del Paraíso que le había quitado a Izumi, todo era una estrategia calculada, ella jamás podría aliarse con el monstruo que la había herido de muerte en su día por el deseo profano de un humano por ella, y por lo que ahora avanzó lentamente hacía Someina, que la observó con contenido temor a casa paso. Siendo el epítome de la dignidad y la elegancia como siempre, aunque austera al mismo tiempo, Toka portaba un sencillo vestido blanco de escote corazón—con discretos bordados dorados florales en el centro y contorno del corpiño—, ceñido a su esbelta figura, de falda de una sola capa y mangas ceñidas que se tornaban acampanadas a la par que traslúcidas, y encima una chaqueta violeta con opacos bordados más claro que brillaban a la luz, sin mangas y de profundo escote redondo que se ceñía bajo el busto y abría en A bajo el vientre, con su largo y liso cabello castaño peinado en una coleta que caía tras su espalda resaltando unos pendientes de diamante en forma de lágrima como le dije del collar alrededor de su cuello. Habían pasado cincuenta años desde la última vez que ambas se habían visto, pero Someina aun recordaba aquella oportunidad en que había acechado a Toka durante uno de sus paseos y pretendido arrojarle una maldición improvisada con una serpiente de pergamino, esperando acabar con ella y quedarse con la Joya del Paraíso que custodiaba…pero Toka había repelido su maldición al voltear en su dirección, usando su arco como escudo y devolviéndole la maldición:

Desaparece ahora, no quiero malgastar mis flechas en ti— aún recordaba la voz arrogante y orgullosa de la wiccan entonces.

Aunque se esforzó por no demostrarlo, Someina casi tembló al recordar aquel día, recordaba la fuerza con que el arco de Toka había repelido su maldición y como esta le había sido regresada, en consecuencia el demonio que había convocado había amenazado con matarla y entonces Someina había pactado un nuevo acuerdo; si el demonio le daba la juventud eterna, ella le entregaría su alma, y aunque el pacto no había sido contraproducente en absoluto—no envejecer era maravilloso—, no había sido lo que Someina había ambicionado entonces. Como si no tuviera a ningún enemigo u obstáculo ante ella, como si estuviera sola, Toka se condujo con la frente en alto y un andar regio hasta finalmente detener sus pasos frente a Someina, aunque más que verla a ella, lo que veía realmente—no dando a entender eso—era el cuenco de agua sobre la mesa a su espalda, iluminado por las velas negras, sonriendo mentalmente al ver como el agua anteriormente negra dentro del cueco lentamente se volvía gris, gris claro y por fin completamente impecable, pura. No era ella quien lo estaba haciendo, no tenía esa facultad desde que había sido devuelta a la vida, no podía purificar siquiera la Joya del Paraíso o no como antes, pero ahora que albergaba en su interior las energías que Izumi le había transmitido, podía usar eso y purificar el ambiente, darle tiempo a la joven wiccan de defenderse y demostrar que era todo menos una presa fácil...hasta alguien como Izumi necesitaba un poco de ayuda, mas no lo demostró, viendo a los ojos a Someina.

—Perderás, Izumi vendrá aquí y acabará contigo— predijo Toka, conociendo lo suficiente a la joven. —Pero, si te atreves a amenazar su vida…— dejó inconclusas sus palabras, prefiriendo que la mujer ante ella imaginara lo que pasaría.

—¿Viniste aquí solo para amenazarme?— cuestionó Someina, disimulando su sorpresa.

—No, vine a darle tiempo— aclaró la Senju sosteniendo la mirada a la mujer. —Tortura a Izumi si quieres, ella se volverá a levantar, no la derrotaras— advirtió, conociendo bien a la joven wiccan. —Pero, si se te ocurre lastimar a Itachi, considérate muerta— eso si era una amenaza y muy sería.

—Estás equivocada si crees que te tengo miedo— protestó la hechicera con aire mordaz.

—Que no se te olvide lo que acabo de decirte, esta no es una simple amenaza—m sentenció la wiccan, ya no siendo necesaria ahí.

Puede que su relación con Itachi nunca pudiera volver a ser la amistad que los había unido en su día, ni la fuerza de esos sentimientos que la habían impulsado a querer dejarlo todo y convertirse en una mujer como cualquier otra, pero Toka siempre recordaría con profundo afecto lo que habían compartido y quería que el semidios fuera feliz, y el único camino posible para ello era Izumi, por lo que Toka se consideraba de inmediato una defensora del semidios, aunque diera a entender lo contrario básicamente todo el tiempo. Decidiendo hacer algo al respecto de forma más directa, a la par que como advertencia más clara a Someina, Toka alargó una de sus manos hacía el interior de la chaqueta de su vestido y extrajo una daga que arrojó al aire—cortando un mechón de cabello de Someina en el proceso—y aterrizó en el centro del cuenco de agua, resquebrajándolo y no deshaciendo la maldición, pero sí obligando a Someina a reemplazarlo para que esta volviera a operar, dándole tiempo a la wiccan de darse la vuelta y marcharse, en tanto la hechicera se apresuraba en restaurar la maldición a su punto original, maldiciendo a la wiccan. Toka se marchó, pensando en Izumi a cada paso al abandonar la cabaña, la joven wiccan era una inocente chica de dieciséis años, era una buena persona y no merecía que nadie se atreviera a quitarle la vida, ella no lo permitiría, aunque la Senju no pudo evitar esbozar una sonrisa ladina para sí misma, al final Izumi acabaría librándose del peligro por sí misma, ella lo sabía bien, solo le había dado un poco de tiempo.

Izumi podría pelear por sí misma.


PD: Saludos queridos y queridas, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 Las siguientes actualizaciones serán "Caballeros del Zodiaco", luego, "A Través de las Estrellas" y por último "Dragon Ball: Guerreros Saiyajin" :3 Esta historia esta dedicada a mi queridísima amiga Ali-chan 1966 (agradeciendo su asesoría y aprobación, dedicándole particularmente esta historia como buena española), a mi querida amiga y lectora DULCECITO311 (a quien dedico y dedicare todas mis historias por seguirme tan devotamente y apoyarme en todo), a ktdestiny (agradeciendo que me brinde su opinión en esta nueva historia, y dedicándole los capítulos por lo mismo), a Gab (prometiendo que todo mejorara a partir de ahora, y que le dedicare todos los capítulos como agradecimiento por tomarse el tiempo de leer esta historia), a Yenmy (agradeciendo profundamente sus palabras y dedicándole este capitulo y todos lo que vendrán como prueba, esperando no incumplir sus expectativas), y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.

Vistazo al Pasado & Maldición: ¡Por fin tenemos el nuevo arco de Kóraka! Dedicado en especial a mi queridísima amiga Ali-chan1996, en quien me inspiró para escribir al personaje de Izumi :3 El prologo inicia con una escena de Annaisha y Arsen, la wiccan de quien se origino la Joya del Paraíso y su leal protector entonces, ¿La razón para iniciar el fic con ellos? Lo dejo a su interpretación, pero no es algo al azar sino que es de vital importancia y se entera mucho más adelante. Por fin volvemos a ver a Orochimaru como villano, quien si bien parecía ausente al final de "Kóraka: El Desafío de Eros", vuelve en gloria y majestad, atormentando esta vez a quien considera el núcleo del grupo de Itachi y sus amigos, Izumi, y por fin comprendemos que quiere tenerla como aliada antes que enemiga, ¿Qué planea hacer para lograrlo? Ya lo veremos, por ahora sin embargo no duda en atormentar a Izumi a través de la hechicera conocida como Someina, que utiliza a un demonio para hacer peligrar la vida de la wiccan; el sufrimiento de Itachi es inmenso, a quien incluso vemos llorar por el miedo que tiene de perder a la mujer que ama, mientras Naruto, Hinata y Neji van en la búsqueda de esta hechicera para salvar a su amiga. Otra figura que aparece para ayudar a Izumi es Toka, a quien finalmente vemos como la aliada que siempre pretendí que fuera y que solo ahora se muestra como es realmente. El prologo viene a representar el capitulo 60 de Inuyasha y la trama de "La Sacerdotisa Mala Tsubaki", pero interpretado a mi manera.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: un fic inspirado en un What If de la Dinastía Romanov, que aún no tiene título, "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3