History

9.


El mejor amigo de Kakashi me recordaba demasiado a Naruto. Su nombre era Obito y era alto, de cabello negro y sonreía cada vez que tenía oportunidad. Era de esas sonrisas capaces de iluminar el alma de los más amargados o despojados de la felicidad. La primera vez que lo vi llevaba un yukata de color verde olivo y su cabello estaba húmedo. Parecía una especie de príncipe o persona de alta importancia; tiempo después entendería que solamente era muy excéntrico.

—¡Kakashi! Te estábamos esperando. —La primera vez que Obito me vio, se quedó pasmado, como si hubiese visto a un muerto. No sé si fue debido a mi juventud, a mi apariencia física o porque de alguna manera le recordé a alguien.

—¿Ella es Sakura? —preguntó, rascándose la cabeza y observándome detalladamente, como cuando le regalan un juguete a un niño pequeño.

—Sí… ¿Qué pasa? —le preguntó Kakashi, extrañado por su reacción.

—Qué linda es… —Me extendió la mano educadamente. —Sakura, soy Obito, amigo de este idiota desde los doce años. ¿Qué te parece? —dijo con orgullo. Yo sonreí nerviosa y miré a Kakashi, que me hizo un guiño.

—Eso es mucho tiempo… —Atiné a decir, apreté su mano educadamente e hice una reverencia. —Soy Sakura Haruno.

—¿Qué edad tienes? —me preguntó abriendo mucho sus ojos negros. La pregunta del millón. Enrojecí escandalosamente.

—Tengo… veinticuatro. —Obito le dio un zape a Kakashi cómicamente.

—Kakashi, viejo, es una niña… jodido, pervertido. —Entrecerró sus ojos. —Sabía que esas novelas de Jiraiya te estaban pervirtiendo de más. —dijo sobándose la barbilla. Kakashi permaneció callado, con una gota asomándose en su frente.

—Mucho gusto, linda Sakura. —Obito me rodeó con un brazo y nos arrastró hacia la sala de su casa. —Pasen, pasen, Rin preparó udon; no vayan a hacer que se le enfríe porque se esforzó mucho. —No supe si lo decía sarcásticamente o en serio.

La casa era una cosa de otro mundo, por lo menos para mí, que no estaba acostumbrada a tanta elegancia. Jarrones que podían costar un ojo de la cara, una estatua de un dragón en el centro de una mesa amplia, un sofá que se asemejaba más a una cama por lo cómodo que se veía y que parecía estar fabricado de un material de muy buena calidad. Una alfombra de plumas rosadas que contrastaban de manera extraña con el resto de los objetos. Al fondo de la sala había un enorme cuadro de Obito con la misma chica castaña que vi en la habitación de Kakashi y que por los últimos meses me causó tanta intriga. Obito la rodeaba con sus brazos, y ella sonreía como si fuera el mejor día de su vida. Portaba un kimono blanco y se veía mucho más hermosa en esta foto. Saber que era su mejor amiga y que además estaba casada con su mejor amigo, aparte de tranquilizarme, me enternecía.

Esa chica que tanto observé las veces que me quedaba sola en su habitación apareció por una puerta que conectaba con una cocina. La única palabra que puedo recordar al verla es que era… Preciosa. Temblé al verla aparecer y verla materializándose ante mí. Era bajita, con un cuerpo menudo y vestía un yukata de color rosa. Su cabello castaño estaba más largo que en la foto, hasta la mitad de sus hombros, y cada hebra brillaba más que mi futuro. Sus ojos, del mismo color de su cabello, eran muy lindos, como los de una muñeca, y estaban adornados por largas pestañas. La única diferencia entre la chica del portarretrato y la que yo tenía frente a mí, además del largo del cabello, era que sus labios estaban pintados de carmín, confirmando su adultez y madurez…

—Kakashi… —Musitó al vernos. Su voz era dulce, casi como una melodía. Corrió a abrazarlo, ignorando que yo estaba ahí. Kakashi la sostuvo en sus brazos, como si estuviesen hechos a la medida para rodearla. Dios, sentí unos celos terribles. Ella conocía a Kakashi desde sus años más mozos; debía conocerlo a un nivel más profundo que yo. Debía de conocer a la perfección sus momentos malos y buenos. Inclusive, debió de conocer a la mujer con la que Kakashi trató de tener hijos. Rin besó su mejilla y luego se dio la vuelta para verme; estaba conmocionada.

—Tú debes ser Sakura. —dijo, haciendo una corta reverencia. Le extendí mi mano ansiosa; ella la tomó. La suavidad de su piel era increíble. Esta mujer parecía sacada de una película de Sofia Coppola. —Yo soy Rin, la esposa de Obito y mejor amiga de Kakashi. —La manera en que lo dijo se me hizo soberbia, pero lo ignoré. No quería comenzar con pensamientos intrusivos justo en este preciso momento.

—Es un gusto, Rin-san —respondí, diciendo su nombre al final. Rin era un lindo nombre, y si mal no recordaba, significaba digna. Ella parecía igual de impresionada que yo por verme.

—Kakashi dice que tú lo haces muy feliz. —Dijo de la nada, mirándome fijamente, como intentando escarbar dentro de mi alma.

—Espero seguir haciéndolo feliz. —Conteste con las manos detrás de mi cintura. Rin sonrió, pero era una sonrisa muy extraña, como fingida. Nos invitó a pasar para comer; olía a udon, pero no tenía tanta hambre. Estaba increíblemente nerviosa y ansiosa; quería esforzarme por dar una buena impresión.

Entramos a una terraza, rodeada de flores y plantas de distintas clases que nunca en mi vida había visto. Obito le ayudó a decorar el comedor con unas flores frescas, acomodó unos cuencos y nos sirvió el udon que estaba hirviendo; este venía acompañado de verduras y carne de cerdo. Se veía delicioso. Kakashi me estiró unos palillos; se le veía contento, tranquilo. Una vez servida la comida, Rin se sentó justo al lado de su esposo. Sonrió y nos deseó buen provecho a todos. Confirmé la semejanza entre Obito y Naruto cuando lo vi comer; se le veía hambriento y gustoso, se notaba que amaba la comida de su mujer. Traté de mostrar buenos modales mientras comíamos en silencio. Kakashi y yo terminamos casi al mismo tiempo; Obito repetía un segundo plato, y Rin nos servía té en unas tacitas muy elegantes. Me sorprendía lo refinada que era esta gente.

—Yo también soy médico, Sakura. —dijo Rin, poniendo una humeante taza de té frente a mí. —Soy cardióloga. —Se veía serena. Le recibí el té y le agradecí agachando la cabeza.

—¡Genial!… Y-yo quiero especializarme en neurocirugía. —Le dije, pataleando con las palabras, presa de los nervios.

—Eso se oye difícil. —dijo llevándose una mano a un mechón de su cabello para llevarlo detrás de su oreja. Kakashi nos interrumpió.

—Si no les molesta, saldré a la sala a contestar una llamada. —Se levantó del comedor y desapareció. Obito sonrió socarronamente y miró a Rin; esta lo vio con la boca abierta.

—Sí, es difícil, pero adoro el cerebro humano. ¡Amo las cosas complejas! —clamé, reanudando la conversación para después darle otro sorbo a mi taza de té. Rin me imitó y le sirvió otra taza a Obito.

—Se ve que eres una chica muy inteligente. —Admitió la castaña, apreciando cómo el pelinegro bebía de su té.

—Ya veo por qué Kakashi te quiere tanto. —dijo Obito con los ojos brillosos; eran casi como dos corazones.

—Gracias… —Les agradecí, temblorosa; espero no lo hayan notado. No entendía por qué cada cosa que yo dijera, inmediatamente me parecía tonta. —Estoy contenta de conocer personas que Kakashi quiere mucho. —No podía estar más roja.

—Más tarde iremos a un onsen que queda cerca, ¿quieren venir? —invitó Obito emocionado. Rin rodó los ojos y luego me miró a mí.

—P-por supuesto… si a Kakashi le apetece, no habrá problema. —Respondí.

—Claro que vendrá. —Aseguró Rin y se levantó de la mesa, llevándose su cuenco y el mío. Yo agarré el de Kakashi para ayudar, pero Rin me detuvo.

—No, déjalo ahí, nena. Ustedes son nuestros invitados. —Y salió caminando del jardín. Obito se me quedó viendo unos segundos, inquietándome un poco. Sentía que le había caído bien. Bajé la mirada, sin saber qué decirle. Su presencia era reconfortante, pero no dejaba de intimidarme. Rin… me creaba dudas. Sentía que mi presencia no le había gustado y que solo fingía amabilidad.

Regresamos a la sala y me senté en el sofá que parecía una cama. Kakashi reapareció sosteniendo en sus manos el libro que lo vi leyendo por la mañana.

—¡Bien! ¿Quieren tomar algo? —preguntó. —Yo invito.

Miré a Obito; este sacó de una nevera pequeña una botella de sake y comenzó a servir en unas copas pequeñas que sacó de una gran alacena colgada en la pared.

—Ah… siempre te me quieres adelantar, Obito. —dijo Kakashi rodando los ojos, dejó el libro en una mesita de centro y se sentó a mi lado. Obito lo miró con una sonrisa orgullosa. —Adelante, tomen todo lo que quieran. —Tomo su propia copa y le dio un trago largo. Tomé la mía e hice lo mismo, dando un trago tímido. Kakashi me tomó por los hombros y los comenzó a masajear suavemente. Obito comenzó a canturrear una canción que se me dificultó identificar.

—Te noto tensa, ¿está todo bien? —me susurró Kakashi al oído. Con ayuda de sus masajes, comencé a liberarme de la tensión que él hablaba. Me concentré en lo que bebía y, mientras lo hacía, sentía como el líquido del sake bajaba por mi garganta.

—Sí… lo juro. —Murmuré con un tono seductor en mi voz, encarándolo. Sostuvimos nuestras miradas unos segundos eternos que hicieron que me derritiera ahí mismo. Rin volvió a aparecer, y cuando nos vio, puedo jurar que le molestó por la mirada de desaprobación que hizo. A Kakashi le importó un comino y besó la esquina de mi boca, haciéndome suspirar ahí mismo. Obito reprodujo en un tocadiscos viejo música de Tomoko Aran. Me reí por lo que hizo a continuación: Era notable que le encantaba porque comenzó a bailar al ritmo de Body to Body. Yo me sabía la canción porque mi madre la escuchaba a todo volumen cuando yo iba a la escuela. Comencé a cantarla en voz baja.

—I want you, so let me feel body to body… —Entonó, dándole otro largo trago a su copa. Kakashi se llevó la mano a la cara, avergonzado. Bien, creo que era hora de meterme en otra juerga, otra vez. Suspiré. Obito notó que me sabía la canción y me estiró la mano, invitándome a bailar. Enrojecí nuevamente; Rin le lanzó una mirada seria y el pelinegro se retractó. En su lugar, tomó a su esposa y comenzaron a bailar, a mi parecer, de manera cómica; ella le seguía el ritmo a su manera, pero segura de lo que hacía. Era como si la situación fuese de lo más común entre ellos dos, como si fuera la enésima vez que se repetía. Sin dejar de cantar, me fijé en la hora de mi reloj; eran las cinco de la tarde. Debía irme de ahí por lo menos antes de medianoche para poder dormir y enfrentar un nuevo día en el hospital. Miré a Kakashi y rápidamente supo lo que le quería decir.

—Nos iremos cuando quieras, linda. —Me dijo, rodeándome con un brazo.

—Ey, Kakashi, deja la amargura y ven a bailar con nosotros. —Exclamó Obito alzando su copa y regando un poco de sake en el piso. Rin nos miró apenada y se apresuró a limpiarlo. Cuando se agachó, sus ojos de muñeca se clavaron en los verdes míos. Se podía ver parte de su escote; tragué saliva. Sí que estaba bien dotada. Cuando la canción terminó, Obito no cesó su canto, pero se sentó en la alfombra rosada; Rin hizo lo mismo.

—¿Y cómo comenzaron a salir? —nos preguntó la castaña. Le dio un trago a su sake y sonrió enseñando su blanca y bonita dentadura. Ojee a Kakashi, aguardando que él respondiera.

—Sakura y yo somos compañeros de trabajo; próximamente será médica de planta. —Respondió volviendo a tomar su libro de la mesita. Rin me miró de arriba abajo. —La conozco desde que comenzó la universidad; fui su profesor. —Rin y Obito se miraron atónitos.

—Wow… ¿Es muy amargado, Sakura-san? A veces se pasa de serio… Ugh—Dijo irónicamente. Rin rio.

—N-no, supongo, nos divertimos mucho juntos. —Respondí en confianza. —¿Y ustedes? ¿Cómo se conocieron? —pregunté muy interesada. Rin miró a Kakashi y luego pasó su mirada a Obito, que sonreía encantadoramente.

—¿Los tres? ¿O yo con Obito? —me devolvió la pregunta. Mordí mis labios.

—Mm, ¡los tres! Es decir, como comenzó toda su amistad… ya saben. —Me rasqué la cabeza. La castaña intentó recordarlo, pero mientras perdía tiempo haciéndolo, Obito se le adelantó.

—Somos amigos desde la secundaria, siempre hacíamos las tareas en equipo. Incluso fundamos un club de artes marciales. —Kakashi se sonrojó y soltó un monosílabo inteligible. Rin pellizcó a su marido por haberse adelantado.

—Así es… Yo era vecina de mi ahora esposo. —dijo mirando al susodicho. —Kakashi entró a mitad de curso y se nos unió al equipo; Obito lo acosaba mucho, je.

—¡Qué va! Él era quien me acosaba, se creía la gran cosa… —refunfuñó, receloso. —Nee, Kakashi.

Kakashi resopló y se quitó la acostumbrada mascarilla.

—¿Cuándo dejarás de usarla, Kakashi? —le preguntó Rin, expectante. Kakashi bebió de su copa de sake.

—Cuando lluevan caballas, Rin-chan. —Y continúo bebiendo. Su amiga rió sonoramente.

—¿Es decir que su amistad ha permanecido todo este tiempo? ¿Cómo le hacen? —dije asombrada. Los tres se miraron; una pequeña tensión se instaló entre ellos. Fui testigo de algo que no entendía.

—Más o menos. —dijo Kakashi. —Tuvimos nuestras altas y bajas. —dijo sin remedio, ya que nadie respondía. Rin torció la boca.

—Ellos son los que han tenido sus altas y bajas; yo solo soy muy buena amando. —dijo apasionadamente, tomándose ambas manos y de nuevo, no comprendí.

—Ahora estás conmigo. —Le dijo Obito, tomándola de la mano y besando su frente. Rin ronroneó y lo tomó por el cuello para besarlo. Hacían una pareja divina y se notaba que se amaban, pero acá hacía falta algo más por saber.

—¿Y cómo llevan la diferencia de edad? —preguntó Rin, indiscreta y mirándonos fijamente. No era una pregunta difícil de responder, aun así me intimidaba. —Lo pregunto porque eres la primera novia joven que le conozco a Kakashi-kun. —Aclaro.

—Eh… —Kakashi no me dejó hablar y decidió responder por mí.

—Rin-chan, Sakura y yo nos entendemos muy bien en muchos aspectos. Comentarios van y vienen, sí, pero nos queremos y eso es lo que importa, ¿no es así? —Me miro y yo asentí con la cabeza, impresionada por sus palabras. Me dio la impresión de que Rin estaba celosa, por el gesto que hizo.

—Entiendo. —Dijo a secas. —¿O sea que les han hecho comentarios desafortunados? —volvió a preguntar. —Qué cruel es la gente… ¿Qué les importa que dos personas se amen, ¿no? —dijo, mirando de soslayo a Obito, que fingía tocar una guitarra imaginaria. Abstraído de la conversación, nos miró y rió.

Recordé los comentarios que algunas personas hacían en el pasillo del hospital cuando me veían. Casi siempre se referían a mí como una niña, demasiado ingenua e inexperta como para andar con alguien como Kakashi, siempre eran mujeres las que decían esto. Los hombres, en cambio, se referían a Kakashi como un canalla aprovechado o como un ganador, y eso me parecía terrible de escuchar. Muchos pensaban de una manera que detestaba, pero para mí, era peor no estar con él.

—Sí… la gente es cruel. —Dije, no sabía si tomar lo que decía la amiga de Kakashi como sarcasmo o como palabras que de verdad pretendían dar razón a nuestra relación. Decidí irme por lo segundo, solo para evitar perder la compostura.

Rin sacudió la cabeza y, estirándose hacia la pequeña mesa de centro, se sirvió más sake. Kakashi tomó mi mano y no la soltó en ningún momento; recosté mi cabeza en su hombro y mi corazón se sintió tibio.

—¿Vamos al onsen, sí o no? —insistió Obito con los brazos detrás de su cabeza. Kakashi me vio de reojo, preguntándome con sus ojos si me entusiasmaba la idea. Se acercó a mi oído para decirme algo.

—Te servirá para toda esa tensión que tienes en los hombros. —Susurró provocativamente, intentando convencerme.

—Está bien… —Susurré devuelta en su oído y nos sonreímos como dos cómplices.

—Si no tienen yukata, nosotros les prestamos. —dijo Rin, poniéndose de pie. —Tengo uno de color lila Sakura; creo que te quedará. —Asentí.

—Gracias, Rin-san.


Anochecía y las luces adornaban la calle, embelleciéndola. Las aguas termales quedaban a unos diez minutos caminando. Kakashi y yo vestíamos los yukatas que sus amigos nos habían prestado; él se sonrojó cuando me vio con ese atuendo puesto.

—Te ves como… una especie de princesa. —dijo tímidamente. Me tomó los hombros y me plantó un beso en la frente. Froté mis mejillas con las suyas, encantada de tocar su piel, que me raspaba un poco por la barba recién cortada. Y yo padecía la penetrante mirada de Rin acechándonos; quería creer que solo era mi paranoia.

El lugar era enorme y se veía que era muy popular entre los habitantes de ese sector de Tokio: Ginza. Era indiscutible que lo visitaban personas adineradas por la ropa que traían puesta o la calidad de sus yukatas, que rozaban hasta la opulencia en algunos diseños.

Los onsen rara vez eran mixtos, y este no era la excepción. Tuve que entrar a la parte de las mujeres con Rin. Obito y Kakashi fueron a las duchas y pronto los perdimos de vista. Rin me tomó de la mano y me llevó al vestuario de mujeres, donde nos retiramos los yukatas. Al observar discretamente su cuerpo, me di cuenta de lo bien conservada que estaba. Su piel era muy blanca y se notaba tersa. En las caderas, tenía marcadas un par de estrías. Sus pechos no eran enormes como los de Tsunade-sama, pero sí eran de un tamaño considerable; al menos eran mucho más grandes que los míos. Sus pezones eran puntiagudos y en la parte baja poseía algo de vello púbico. Su abdomen era plano, no había señales de que hubiese tenido un parto anteriormente. Las piernas, pese a su baja estatura, eran esbeltas y torneadas. Note que ella también examinaba con cuidado mi cuerpo desnudo.

—¿Vamos? —preguntó, mirándome ahora la cara y tendiéndome su mano. La tomé penosa y nos dirigimos a las duchas. Me lavé muy bien mi cuerpo y el pelo; al terminar, ella me esperaba con una toalla rodeando su cuerpo. También me coloqué una toalla y caminamos al onsen, en donde debíamos desnudarnos. Entré al agua, y esta estaba casi hirviendo; pegué un pequeño grito. Rin me miró asustada.

—Demonios, no me digas que es tu primera vez en un onsen. —Me dijo, metiendo sus piernas en el agua. Le dije que no, moviendo la cabeza. Poco a poco me fui acostumbrando a la temperatura.

—No es mi primera vez, es solo que… —Comencé a resoplar repetidamente, al tener todo mi cuerpo sumergido en el agua, sintiendo como si me quemara. —La última vez que vine a uno fue hace muchos años, Rin-san, ya ni recuerdo bien. —Ella me sonrió de lado.

—Yo vengo todas las noches con Obito. —Recostó su cabeza sobre una piedra. —Es relajante y me ayuda después de un largo día en el trabajo. —Asentí. En la parte de Nakano en que yo vivía, no había ni un solo onsen. Debía ir en taxi para poder llegar al más cercano. Además, solían ser caros.

—Te entiendo… conviene mucho venir. —Le dije, poniéndome de acuerdo. Recosté mi cabeza en el borde de una piedra, y al igual que Rin intenté relajarme y despejar mi mente. Definitivamente, había sido una idea maravillosa venir.

Los eventos de la madrugada comenzaban a parecerme insulsos. La reflexión que tuve en el auto, camino a la casa de esta gente, era precisa. ¿Por qué temería? Suspiré dichosa y extendí mis brazos en el agua, dejándome llevar por las sensaciones, escuchando a la vez el sonido del agua y las cigarras, que comenzaban a hacer presencia durante la noche. Cerré mis ojos y recordé los eventos del Love Hotel; sonreí pervertidamente.

—Sakura. —Rin me sacó de mi momento perfecto de relajación. Abrí mis ojos enseguida y la miré, algo adormilada.

—Dime, Rin-san.

—¿Hace cuánto que sales con Kakashi? —cuestionó con los ojos rojos por el vapor. Pensé en una respuesta rápida.

—Eh, poco más de tres meses… —respondí tranquila. Quise dejarlo hasta ahí, pero ahora yo contraataqué con otra pregunta. —¿Por qué?

Rin sonrió con la misma sonrisa que cuando me conoció, fingida.

—No, por nada, Sakura-san. —Le sonreí de vuelta. —Es solo que… me da curiosidad saber qué sientes tú al salir con un hombre como Kakashi. —expresó mirando el agua. Esas últimas palabras me ponían ansiosa.

—¿Cómo? ¿A qué te refieres?

Rin comenzó a mirarse las uñas, perfectamente cortadas y pulidas. Se notaba que se hacía la manicura periódicamente.

—Tú sabes, él es muy perseguido por las chicas. Y tú siendo tan joven… ¿Eso lo aceptas? —La miré pensativa. ¿Qué me quería decir con eso?

—Supongo que sí, hasta ahora no he tenido problemas, Rin-san.

—Ya veo…

Hubo un silencio muy incómodo, que decidí romper, recordando las palabras de Karin y Sasuke.

—¿Crees que Kakashi sí me toma en serio? —pregunté, angustiada por la respuesta que recibiría. Pero qué mejor respuesta que de la mano de la mejor amiga de Kakashi, ¿no?

La mirada que hizo Rin no tenía precio. Era como una mezcla entre pánico y tristeza.

—¿Por qué me preguntas eso? —Espetó, casi ofendida.

—Porque llevo muy poco tiempo con él. Soy muy joven, Rin-san, y sé que Kakashi intentó llevar una relación de verdad antes y las cosas no funcionaron. —Oculte más mi cuerpo en el agua, tratando de calmar mis nervios mientras le explicaba. Procuraba verme convincente, digna de amarlo a los ojos de ella que tanto lo conocía. —Quiero que me tome en serio, porque en el poco tiempo que llevo saliendo con él, se ha vuelto muy importante para mí. —Confesé y deseé ahogarme por abrirme tanto ante alguien que apenas había conocido.

Rin mantenía la misma mirada extraña, me escuchaba atenta, pero era como si no pudiera creer en mis palabras.

—Sé que, porque soy joven, cualquiera pensaría que solo quiero su dinero o las experiencias que me puede dar… —Continué explicando. —Pero quiero amarlo, no quiero herirlo como me han llegado a herir a mí. —Esto último lo dije sintiendo un calvario interno.

—Sakura… tranquila. No estoy diciendo eso. —dijo, desesperándose. Comenzó a sumergirse más en el agua.

—¿Crees que Kakashi me toma en serio? Lo conoces más que yo… —Repetí.

Rin se elevó en el agua, sacando la mitad de su cuerpo.

—Yo creo que sí te quiere, Sakura. Nos ha hablado muy bien de ti… —comentó. —¿Por qué pensar que no te toma en serio, nena? —Me miró preocupada. —¿A qué le temes? ¿A las mujeres que gustan de él?

—Sé que él es una persona libre de hacer lo que quiera, pero… —Me detuve para evitar que se me quebrara la voz. Las voces de Sasuke y Karin se repetían en mi cabeza. —P-pero yo quiero ser la única en su vida, ¿me entiendes? —Ante esto último, sus ojos se abrieron de par en par. Por alguna extraña razón, me pareció que comprendía perfectamente lo que le decía.

—A ver… espera. —Vi cómo miraba a todas partes, incrédula y procesando mi discurso. —¿Tú crees que Kakashi pueda tener a otra mujer? —me preguntó seriamente.

Negué.

—N-no… —Bajé mi mirada. No quería que pensara eso. —Lo que quiero decir es que quiero ir en serio con esto. Yo…

—Apenas nos hemos conocido hoy y ya entramos en temas demasiado profundos, Sakura. —dijo mirándome compasivamente.

—Lo siento…

—¿Quién te hizo tanto daño? —la pregunta me torturó. —Tienes que aprender a confiar en Kakashi, te puedo jurar que es de los hombres más maravillosos con los que puedas estar. —Suspiré. —Y te lo dice alguien que lo conoce demasiado bien.

Al decir esto, su semblante cambió. No lo sé, pero había algo oculto en Rin. Sonaba sincera, pero ella en sí me producía una sensación de una lejana melancolía y nostalgia por tiempos pasados. Era evidente que su cariño por él era enorme. Me podía atrever a decir que, en caso de yo dañarlo, era capaz de ir tras de mí.

—Solo no lo decepciones, ¿sí? —Detrás de esa linda sonrisa, había una amenaza.

—No me lo perdonaría… —Masculle con el agua hasta el cuello.

Presentí que Rin quería decirme algo, pero aparentaba estar organizándolo en su cabeza.

—Cuando te pregunté cuánto tiempo llevabas saliendo con él, lo preguntaba porque él lleva más de un año sin una relación. —dijo sin mirarme. Seguía vacilando. —Y sé que él a menudo sufre por lo último que le pasó.

—¿Por qué dices que lo sabes? —pregunté asustada.

—Porque… —Permaneció callada unos segundos, con la mirada gacha. —Obito y yo pensábamos que su expareja era la indicada, sabíamos que la amaba profundamente, era algo diferente… —Quise llorar. —No me malentiendas, es solo que cuando supimos que terminó, a nosotros también nos dolió. —No quería saber más, quería que se callara la boca de una buena vez, pero mi curiosidad y mis ganas de responder a mis dudas contenidas lo impedían. Yo seguía atenta, escuchando. —Nos dolió porque Obito y yo ya nos casamos, y él…

—Él está conmigo. —dije con firmeza. Me miró sorprendida y apartó nuevamente su mirada de mí, haciendo nuevas conjeturas.

—Tú sabes el problema que él tiene, ¿verdad? —Yo ya sabía a lo que se refería y responderle eso requería apoyo de muchas cosas para sostenerme.

—Sí, lo sé. —Confirme.

—Kakashi tiene muchos más años que tú, Sakura. ¿Estás segura de aceptar todo lo que eso conlleva? —Esa pregunta me daba mucho miedo.

No tenía nada por decir; nuevamente, suspiré.

—Eres demasiado joven. —Volvió a decir y lo odié.

—¡Ya lo sé! —exclamé cansada. —Y ya veo a lo que te refieres…

—Sí… y no quiero ver de nuevo a mi mejor amigo destrozado porque su pareja quiere tener hijos y él no puede darle eso… —Lo dijo con rabia. Ok, ya esto se estaba tornando fuerte.

—N-no sufras por eso, Rin-san… —dije, intentando calmarla. —Me alegra saber que lo quieras tanto… —dije, mostrándole empatía. Una lágrima bajó por su mejilla y me acerqué para limpiársela. Ella no protestó, pero me observaba silenciosa. Tras toda esta conversación, estaba dispuesta a ir hasta el fin del mundo por Kakashi. Pero, ¿valía la pena saber más? ¿Lo valía? O era mejor detenerse…

—Sakura, si en algún momento llegas a querer terminar con él…

—No. —La interrumpí sobresaltada. —No. ¿Terminar con Kakashi? Eso suena como una locura… —dije riendo. Rin recuperó la compostura rápidamente y me miró de manera fría.

—Todos cambiamos de opinión sobre algún tema a medida que pasan los años.

No dije nada. Volvió a cambiar de cara; ahora lucía apenada.

—Perdóname, me he entrometido lo suficiente en algo que no me corresponde… —Escucharla pedirme perdón era irreal. Alguien tan bonita como ella…

—No te preocupes, yo te entiendo. —dije. —A mí también me dolería. —Recordé a Naruto.

Rin me cambió el tema. Comenzó a hablarme de su relación con Obito. Llevaban cinco años como novios y decidieron casarse hace dos, es decir, que llevaban exactamente siete años juntos. Se casaron en su pueblo natal, en Fujioka, zona que yo desconocía. Declaro que la boda fue hermosa, lo mejor que le había pasado en la vida. A medida que me iba contando detalles de su relación con Obito, admiraba más lo que tenían. Era algo a lo que yo aspiraba. Pero en mi mente aparecían preguntas que no me atrevía a hacerle, temiendo tensar nuevamente nuestra conversación. Lo que menos quería era llevarme mal con esta mujer. De entre todas esas dudas, hubo una que sí me atreví a hacerle.

—O sea que Kakashi fue a tu boda con aquella mujer… ¿Verdad? —Rin sonrió maliciosamente.

—Sí… aún no se habían separado el día que me casé. —dijo y sentí una punzada. No intentaba ser masoquista, pero supongo que era normal preguntar estas cosas… Y como vi que ella no me impedía seguir preguntando, quise saber más y más.

—¿C-cómo era ella? —La escuché reírse.

—¿Estás segura de saber? No quiero que te sientas herida. Soy mujer y sé cómo es eso… —Se tocó el pecho. Tenía toda la razón, ¿valía la pena saber?

—Lo entiendo… Solo no quiero repetir los mismos errores que ella cometió. —Respondí y automáticamente me pareció una respuesta tonta. Rin volvió a reír. Mordió sus labios que estaban desteñidos por el vapor del agua.

—Bueno, era muy guapa, eso no te lo voy a negar. Pero siento que era algo… superficial para Kakashi. —Estiro los brazos para relajarse mientras me iba relatando. —Aun así, fue muy buena con él. Se preocupaba, lo cuidaba y lo acompañaba en todo lo que él deseara. —Se tocó la frente. —El problema comenzó cuando ella deseó tener hijos. Eso fue lo que tiró todo por la borda.

Imaginé a aquella mujer en el cuerpo de una actriz famosa del momento.

—Lo asfixio tanto con ese tema que ya no era el mismo. —Su rostro se ensombreció. —Sé que lo intentaron muchas veces, y nunca se dio; fue ahí cuando su médico les dijo que no podía tener bebés y eso fue muy duro, nena, Kakashi no lo tomó nada bien. —Me miró directamente.

—Más bien, ¿no era ella la que no podía tener bebés? —Lo dije con desconfianza. Ella negó varias veces.

—No… se hicieron un montón de exámenes y ella estaba bien. Suelo pensar que ella lo deseaba demasiado, y debido a ese desespero y estrés nunca pudo concebirlo. —Me miro. —Si te soy sincera, desde mi punto de vista médico, yo no creo que Kakashi tenga problemas para tener bebés.

Recordé el tema de los medicamentos.

—Él me mencionó algo acerca de unos medicamentos, pero no me explicó más… —Le revelé, confundida. Ella abrió mucho los ojos, como recordando algo.

—Ah, sí. Su médico le dijo que fue debido al exceso de corticoides que tomó de joven, pero a mí me parece ridículo que haya sido por eso. —Le dio un manotazo al agua que me salpicó en la cara. Me asusté un poco. —Es un tema sensible para él, por favor, si lo hablan, hazlo con tacto. —Suplicó juntando sus manos.

—Lo prometo. —Le sonreí y levanté mi mano, señalando dicha promesa.


La hora en el onsen se había completado. Salí de allí junto a Rin, con la confianza de que me había hecho su amiga. Lo sé, era estúpido pensar eso, pero habíamos hablado de tantas cosas personales, que sentí que me había ganado su aceptación y confianza.

Cuando nos reencontramos con Obito y Kakashi, estos ya tenían puestas sus yukatas y bebían agua en botellas de plástico.

—¿Qué tal? —preguntó el pelinegro con una enorme sonrisa. —Delicioso, ¿no, Sakura-san?

—Demasiado, me siento como nueva. —Admití con las manos juntas. Kakashi me sonrió debajo de su máscara. Rin me miró.

—¿Van a quedarse un rato más con nosotros? Comeremos dorayaki si les apetece. —Invito. Kakashi me vio esperando que yo tuviera la última palabra.

—Eh… —Miré mi reloj; eran más de las ocho y media. —¡No creo que haya problema!

Todos sonrieron y regresamos a la casa de los casados tomados de la mano. En su casa, empezamos otra botella de sake. Me dio la sensación de que las miradas de Rin hacia mi persona se habían suavizado; seguía observándome, pero entre las dos había una especie de confidencia que no sabía cómo explicar. De hecho, deseaba verme igual de bella a su edad; no dudé en hacerle ese cumplido delante de los demás, a lo que Obito casi murió de la risa y Rin se ruborizó muchísimo, manoteando a su marido.

Los dorayaki de Rin eran variados en sabores: Había chocolate blanco, chocolate negro, anko y mermelada de frutas. Nos empacó en un bento un par y nos pidió regresar para las vacaciones de verano. Me daba la impresión de que sería una muy buena madre. De corazón deseé que todo le saliera bien con Obito.

Justo en la puerta de su casa, cuando Kakashi fue a sacar el auto del garaje, Rin me llamó.

—Sakura, ven. —Me acerqué, dubitativa. Rin se aseguró de que nadie estuviese viéndonos. Obito había salido a la terraza.

—Discúlpame si te hice sentir mal o incómoda en algún momento. —Titubeo un poco. —Es que me vi muy reflejada en ti y no lo sé… —Comenzó a reírse nerviosa.

—No, Rin-san, no tienes porque…

—Me recuerdas a mí cuando tenía tu edad; cometí muchos errores. —Esbozo una sonrisa triste. —Pero está bien, ahora soy feliz. —Tomo un largo suspiro.

—Gracias por todo, estoy feliz de conocerte. —Confesé sonriendo. —Vi la foto que tiene Kakashi de ustedes en su habitación, y… Siempre me pregunté quién eras tú. —Ella abrió sus labios, enternecida, aún conservaba algo de dulzura en su mirada. Dios, era muy bonita.

—¿En serio? Bueno, desde que Kakashi nos comentó sobre ti, me dio mucha curiosidad y algo de celos. —Se tocó la cabeza. —Eres muy simpática.

—¿Celos? —pregunté sorprendida.

—No me prestes atención, Kakashi es casi como un hermano. —Asentí. El rey de Roma interrumpió nuestra conversación.

—Bien, es hora de irnos, Sakura. —Me dijo. Se aproximó a Rin para abrazarla y ella lo recibió emocionada. El abrazo fue casi interminable. Lo escuché susurrarle cosas al oído que la hicieron llorar. Lo único apenas audible para mí fue él te quiero que ella soltó en un pequeño sollozo. Entonces mi intuición femenina cobró sentido.

Dos amigos se despiden. Pero uno de ellos ama tanto al otro que se resigna a dejarlo ir. Es un amor distinto, es platónico. Amas tanto que duele, porque este solo te ve con ojos de amigo. Eres hermosa, sí. Pero para él eres como una hermana, alguien a quien debe cuidar. Hay otro chico que, si tiene ojos para ti, tú eres la luz de su vida. Y tú lo adoras. Años después decides casarte con él. Porque él te ama y tú lo amas a él. Son el uno para el otro, es otro tipo de amor. Aun así, el amor platónico, a pesar de que lo has dejado ir, cuando lo miras, te sigue recordando que alguna vez fuiste una niña. Ese tipo de niñas que se esmeran demasiado por agradar y que son capaces de confesarse a través de cartas escritas a mano. Él lo aprecia, pero no deja de verte como lo que eres, una querida amiga. Creces, y los tres siguen siendo amigos, son los reyes del mundo, han conquistado sus sueños, han pasado por cosas distintas (buenas, malas, regulares) y buscan refugio entre sí, porque eso es la amistad, porque ustedes empezaron así. A medida que pasan los años, tu amor platónico aparece con diferentes chicas y los celos te invaden, amargándote. Decides conocer a esas afortunadas que él no ve como niñas, sino como mujeres. Te acaban cayendo bien, son buenas personas. Pero entre ellos las cosas se rompen, son las causas de la vida. Conforme vas madurando, entiendes que no tiene sentido albergar odio o resentimiento en ti. Alguna vez consideraste alejarlo de lo que es ahora tu vida; sin embargo, ves cómo él se divierte con tu futuro esposo. Ellos se veneran demasiado. No, no puedes… no puedes dañar algo que se construyó a lo largo de los años. Es como destruir un castillo de naipes que alguien se esforzó mucho en armar. No, es inconcebible que arruines eso. El chico que te ama lo supo un día, que tú querías a su mejor amigo, y por poco todo se rompe. Eso casi significó la mayor fractura en tu vida, porque son tu sostén, son tu familia. Un día llega una chica, joven, hermosa, y no puedes evitar verte reflejada en ella. Tú a esa edad pensabas muy distinto… Ahora, solo continúas con tu vida, te dedicas a ser feliz.

—Te quiero, te quiero… ¿Por qué? —le preguntas cuando él te abraza para despedirse de ti. La chica está ahí, mirándolos confundida.

El único consuelo que recibes y como explicación a sus incomprensibles decisiones es que te agradezca por todo, por tu dulzura y por hacer sentir a los demás como en casa.

No sabes si él comprende lo que quieres decir. ¿Por qué ella sí y tú no?

—De todas maneras, ya lo acepté. —Le dices entre susurros, no sabes si lo entiende. Deseas descubrir si en ella encontró atisbos de una joven tú que lo amó hasta que se le acabaron las ganas de ir tras algo que jamás existiría. Porque esa es la dura y dolorosa zona de los amigos.


3 semanas después

Las siguientes semanas de julio transcurrieron normalmente. Este mes solía ser bochornoso, caliente y hasta alborotado en lo que a cuestiones de mi vida se refiere. Era un patrón que venía identificando desde que mi relación con Sasuke acabó y esta era la mejor manera en la que podía describir una época del año que, aunque me divirtiera, me hacía luchar de más y sentirme más cansada de lo normal.

Itachi pagó los daños hechos por Sasuke en aquella fiesta. Ino, apenada, intentó impedírselo, diciendo que no tenía por qué pagar los platos rotos de su hermano. Respecto a mis fotografías, recibí una llamada de Itachi una semana después de la fiesta. Nuevamente, el Uchiha mayor se sentía culpable por los males que Sasuke solía dejar por el mundo. Me explicó que no había logrado encontrar rastro o evidencia alguna de unas fotos donde yo estuviera desnuda. Comenzaba a creer que estaba perdiendo la cabeza no solo por Kakashi, sino por cualquier cosa que tuviera que ver con ese recuerdo. Estaba abriendo las páginas de un periódico de ayer y comenzaba a sonarme la idea de fingir que no me importaba lo que pasó. Pero era muy, muy difícil. A la mierda con las reflexiones en el carro; siempre había rincones de mi mente que me hacían seguir dudando. Las cosas ahora eran diferentes, debía concentrarme lo máximo en mi trabajo y en mi relación.

Hinata y yo nos distanciamos. Solía encontrármela en uno que otro pasillo o en la cafetería, mirándose las manos, y una vez que notaba mi presencia, se escabullía, tal vez temiendo a que yo repitiese aquellas duras palabras que le dije en el restaurante. Bien, el ambiente en el hospital a nivel social se tornaba tenso, y ya no hablaba con casi nadie. Mei y Sasori habían salido de viaje para asistir a un congreso de Medicina en Nueva York, y el resto de los compañeros que rara vez frecuentaba, como Neji, Shizune o Anko, se la pasaban muy ocupados y escasamente me saludaban. Sentía como si, desde que supieron de mi relación con una de las personas más importantes del hospital, su manera de verme se había transformado. De Anko podía esperarlo, ¿no había sido exnovia de Kakashi? Pero de los otros, percibía una vibra extraña. Empecé a sospechar que habían sido testigos sin quererlo de algunos de mis encuentros pasionales con Kakashi, es decir, algún beso o caricia descarada, y lo sé, a los ojos de la sociedad, esto no era bien visto. Sobre todo porque a la gente le ofende más si son personas que se llevan una considerable cantidad de años. Bah, estaba cansada de agradarle a la gente; me estresaba tener que fingir una máscara y esforzarme por agradarle a todos. Aunque… lo confieso, me dolía; yo anhelaba paz en mi trabajo. Kakashi se convirtió en la única persona que frecuentaba del hospital, y un día, mientras almorzaba sola, pensé: Estas son las consecuencias de haberte involucrado, ¿lo aceptarás? Mi respuesta fue afirmativa, pero era inevitable sentirme incómoda, sobre todo cuando Shizune me veía fríamente y solo se limitaba a hablarme en términos médicos, nada de cómo estás, nada de buenos días… muy chocante. Quise comentárselo a Kakashi, pero yo misma me frenaba; evitaba los momentos y las conversaciones incómodas, no quería perder lo que tenía con él. Parecía ir tan bien…

A veces me continuaba preguntando si ocultaba algo. Nunca vi nada sospechoso. Si se debía ausentar de la ciudad, me lo decía, y yo no hacía ningún reclamo, no escarbaba en su vida más de lo que mi atrevimiento me permitía. Estaba viviendo la vida a su lado, y la pasión desmedida, el cariño, su trato, me hacían olvidar cualquier cosa mala que se quisiese asomar por ahí para perturbarme. Quería vivir al máximo lo que teníamos; quererlo no era complicado. Kakashi no era difícil de amar. Le traía sin cuidado si los demás nos veían con ojos acusatorios; llevaba en su frente el lema de: ¿Acaso somos los únicos que lo hacen?

A su edad ya había visto tantas cosas, que nada parecía sorprenderle.

Y yo me sorprendía con el trato de la gente, con los detalles y las cosas nuevas que aprendía por el camino, como una niña en un laboratorio de ciencias.

Era frecuente que, antes de dormirme, me preguntara si esto duraría. Eran dudas crueles que me asaltaban por la noche, y digo que eran crueles, porque cuando miraba a otras mujeres hablar con él, pensaba: ¿Qué carajo hace conmigo? ¿Me ve por mi belleza y juventud? ¿De verdad se divierte conmigo? Yo me veía como esa muchacha que le seguía la corriente en todo, influenciada por su magnetismo y no me veía capaz de ponerle algún límite si algún día decidiese ser despiadado conmigo. Lo sorprendente es que nunca, nunca me faltó el respeto, ni me hacía sentir que sabía menos, y eso… pese a generarme paz, también me ponía ansiosa.

Pero reitero, aún era poco el tiempo saliendo con él, y ya me estaba adelantando obsesivamente con algo que no conocía: El futuro.


El reencuentro con Naruto se terminó dando a finales de julio. Quedamos de vernos en su restaurante de ramen favorito y tomar algo en algún bar de Kabukicho.

—Sakura-chan, ¿ahora sí me vas a contar cómo fue que Kakashi-sensei te comenzó a cortejar? —Me instigó cruzando las manos. Hizo un gesto tan gracioso con sus cejas que no pude evitar reírme.

Le conté lo que ya se sabe: Que había llegado hace un año al hospital, que me invitaba a comer, que me había besado y que, pese a mis desplantes, consiguió que yo fuera la que lo volviera a buscar en aquella discoteca. El rubio, que sorbía los fideos y el caldo ávidamente, a veces se detenía y me miraba perplejo con cada detalle subido de tono que le relataba.

—Es que es increíble. —dijo con la boca llena. —Kakashi sensei no pierde el tiempo. Primero te metiste con el desgraciado de Sasuke y ahora, nuestro ex sensei te conquista. Solo falta que tú y yo nos volvamos amantes. —Y se comenzó a reír escandalosamente.

Con la mano en una de mis mejillas, mordí mis labios. Sí que me la estaba pasando bien con el ex-sensei.

—Naruto, ¿cómo van las cosas con Hinata? —pregunté poniéndome seria. Quería descubrir si mi amigo ya se había enterado de la infidelidad, aunque parecía que no; no se veía triste ni apagado. Naruto parpadeó varias veces antes de responderme y chasqueó la lengua.

—Mm… —Se sobó la cabeza. —Ya no hay nada; sabía que esto de las relaciones a distancia no servía para nada. —murmuró. Entonces sí sabía.

—¿Qué ocurrió? —Fingí no saber nada.

—Hinata-chan sigue enamorada de ese tonto de su ex, no sé por qué insistió tanto en seguir conmigo. —Levanto los brazos. —Al fin y al cabo, ahora vivo en Osaka. Mi vida está allá ahora. Si permití que nuestra relación continuara, es porque la quiero; nunca se me ha ocurrido verla sufrir. —Lo dijo con tanta tranquilidad. —Ya sabes cómo es…

Su respuesta y reacción eran inverosímiles. No hizo drama, ni se echó a llorar.

—¿Su ex? ¿Te fue infiel? —Al escucharme a mí misma decir esto, mi yo interno se carcajeó.

—Sí… el tipo ese que tanto la dañó. —dijo enojado. —La verdad no me extraña, siento que solo fui un capricho para ella. Se veía apurada por tener a alguien que le prestase atención mientras este tipo la hacía mierda.

—Odio estar de acuerdo contigo. —dije, profundamente decepcionada de saber que Hinata había regresado con Genma. —De verdad creí que ustedes saldrían adelante.

Naruto rodó los ojos.

—Nah, estoy cansado de que las mujeres se crean que porque las trato como unas reinas, supongan que pueden hacer conmigo lo que les plazca. —Se recostó en su asiento con las manos detrás de la cabeza. —No tardo en cumplir veinticinco, ya me harté de aceptar estas cosas…

Wow, me sorprendía lo mucho que había madurado. Le hizo bien cambiarse de ciudad y manejar los asuntos de su padre en Osaka. Ahora era mi turno de madurar.

—Naruto, eres increíble. —Lo felicité besando sus manos. —Me alegra que hayas madurado tanto.

Naruto se rió a carcajadas y no dijo nada. De pronto, mi celular comenzó a vibrar repetidamente en el bolsillo de mi abrigo, notificación tras notificación, fastidiándome el momento. Lo saqué de mi bolsillo, inquieta. No era usual que alguien me escribiera un sábado, y si lo hacían, era solo una notificación o a duras penas dos.

—¿Kakashi-sensei te está mandando fotos de él? Qué atrevido… —dijo burlonamente. —Dile que espere, que no sea un viejo fastidioso. —Rodé los ojos por el comentario.

—Qué raro… —Desbloqueé mi teléfono y, en la barra de notificaciones, vi un montón de mensajes pertenecientes a un número no registrado. Eran fotos, por el icono que me mostraba la aplicación; ningún mensaje contenía texto. Los abrí inmediatamente, creyendo que era algún paciente o colega del hospital solicitándome alguna cosa. Haciendo un breve barrido por las fotos, noté que todas eran similares, de una misma escena. Cuando analicé a detalle la primera imagen, sentí esa horrible sensación de nuevo, la misma que sentí cuando Sasuke y Karin se aparecieron en la fiesta de Ino para afirmarme cosas con la intención de destruirme.


Nota de autor: ¡Hola! Lamento la tardanza con este capítulo; estuve enferma un par de días, pero ya estoy mucho mejor. También me tardé un poco en pulirlo lo máximo posible. Adicionalmente, quiero comentar que la idea es actualizar lo que falta de este fanfic semanalmente.

Nuevamente agradezco a las personas que me comentaron en Wattpad , como KakaSaku24 y arali2425; me pongo muy contenta leyendo sus comentarios y teorías sobre lo que escribo. A veces hasta me da miedo, jaja, porque hay cosas que ni yo misma sé cómo escribir, y supone un gran esfuerzo. De lo que sí tengo certeza es de cómo terminará toda esta historia. Se les quiere, ¡un abrazo!

Canciones, lugares o términos referidos:

Body to Body - Tomoko Aran (1983)

History - Madonna (2005): La verdad es que no tiene nada que ver con el capítulo, de hecho ni siquiera escuchen esta canción. Sí les dejaré una canción que me ayudó a escribir este capítulo mientras la escuchaba:

Thank you de Alanis Morissette (1998)

Yukata: Vestimenta tradicional muy parecida a un kimono, pero más delgada.

Ginza: Barrio de Tokio caracterizado por ser un lugar de moda con bastantes tiendas y restaurantes.

Onsen: Baños termales muy populares en Japón.

Dorayaki: Dulce japonés muy parecido a los pancakes, pero llevan relleno por dentro.

Caballas: Es un tipo de pez. La expresión cuando lluevan caballas la saqué del libro Kafka en la orilla (2002) de Haruki Murakami, alta recomendación.