FRAGMENTOS
¡Hola! Tenemos nuevo capítulo.
- Annie Perez: ¡Hola! Me encanta que estés tan emocionada, y sí, el momento de la verdad está a la vuelta de la esquina. Pero ya conoces a Naraku, siempre tiene algún as bajo la manga, ¿o no? Jaja Espero que el desenlace te sorprenda y que disfrutes cada giro. ¡Gracias por tu entusiasmo! Nos leemos en el próximo capítulo.
- Cbt1996: ¡Hola! Vaya, este review está cargado de emociones, y no es para menos. Coincido con que los Taisho a veces toman decisiones cuestionables que dan ganas de darles un buen jalón de orejas. Sesshomaru y su actitud distante suelen desesperar, pero esos momentos en los que alguien le dice sus verdades son los que realmente nos dan vida, jaja. Y lo de Yura... ay, ay, Inuyasha no tiene remedio, pero menos mal que Kagome siempre tiene la cabeza fría. Aunque, claro, confiar en Yura parece más un salto al vacío. Por otro lado, Kagome y Moroha, como siempre, son las luces en medio de todo el caos. ¡Y siempre hay un poco de intriga entre Koga y Kagura! ¿Será? Es una idea interesante, aunque seguro también con su dosis de complicaciones. Gracias por compartir todo ese interés en tu comentario. Sé que el próximo capítulo traerá todo el drama que esperas (y temes) jaja. ¡Nos leemos pronto!
- Karii Taisho: ¡Hola, hola! Tu comentario me dejó con una sonrisa enorme y también con el corazón en la mano. Es increíble cómo cada detalle, cada emoción, se vuelve tan palpable en la historia. InuYasha y sus celos, Sesshomaru y su obstinación, y Kagome como ese pilar que sostiene todo. Sin duda, son un torbellino de emociones. Moroha siempre será el centro de todo, y qué alivio saber que está bien. Es cierto, los hijos tienen una forma de hacer perder la cabeza de preocupación, pero también de llenar el corazón de amor (no soy mamá, pero sí hija jaja). Sobre Sesshomaru, ¡cuánto deseo que reflexione! Porque si no cambia, podría terminar solo, y eso sería devastador, especialmente con todo lo que está en juego ahora. Kag tiene razón, sus indirectas llevan una gran carga de verdad, y ojalá él las tome en serio. La idea de una sorpresa "doble o triple" es tan emocionante como aterradora. ¿Te imaginas? Más Taisho en camino, sería una locura hermosa. Pero esa calma que mencionas... sí, da miedo. Siempre lo hace antes de la tormenta. Ojalá "todos" estén listos para enfrentar a Naraku y salir de esta sin grandes pérdidas. Gracias a ti por compartir tantas emociones en tus palabras y por seguir disfrutando de esta aventura. Te deseo un 2025 lleno de felicidad, inspiración y muchos más capítulos por leer y disfrutar. ¡Un abrazo gigante!
- Lin Lu Lo Li: ¡Hola! Jajajaja, creo que todos coincidimos en que Sesshomaru a veces se luce con su increíble habilidad para complicar las cosas. Su obstinación es legendaria, pero, como dices, quizá todo este caos le dé tiempo para reflexionar y valorar más a las personas que lo rodean. Inuyasha, por su parte, ha crecido tanto. Aunque su enemistad con Koga sigue arrancando risas (y suspiros de frustración), es innegable que su madurez brilla. Lo de Yura... ay, sí, qué incomodidad tenerla cerca. Definitivamente, el segundo mejor candidato suena como una opción más segura y menos explosiva, ¡ja! Sobre Kanna, ¡la espera se siente eterna! Si, aún no ha nacido, pero ya debe estar a nada, y estoy segura de que su llegada traerá más dulzura y caos a la familia Taisho. Por otro lado, hablando de bebés, es adorable que las niñas estén ganando en el conteo jaja. El plan suena prometedor, pero comprendo perfectamente los nervios de Inuyasha. Cuando enfrentas a alguien como Naraku, cada detalle debe ser perfecto, porque un solo error puede ser fatal. Ojalá todos sigan unidos y listos para cualquier sorpresa. Gracias por compartir tus pensamientos. ¡Es un gusto leerte! Un abrazo fuerte y que sigas disfrutando de esta montaña rusa de emociones.
- Kayla Lynnet: ¡Gracias por este review tan fantástico! Estoy leyendo cada palabra con una sonrisa y, al mismo tiempo, sufriendo contigo, porque entiendo perfectamente tus emociones. Vamos por partes: Ay, Sesshomaru, Sesshomaru... te juro que cuando escribo sus escenas, tengo ganas de entrar a la historia y darle un buen empujón a ver si reacciona. Pero, como sabes, él es tan testarudo como orgulloso, y ese camino hacia el aprendizaje es lento, pero necesario. Rin no merece menos que alguien que entienda su valor, y créeme, hay mucho más por venir en su historia. Koga... ¡ah, Koga! Él siempre tiene algo en la punta de la lengua, pero sabe perfectamente cuándo quedarse callado. Si hubiera soltado esa bomba sobre Kagura, Sesshomaru habría explotado de formas inimaginables. Pero, ¿quién dice que ese secreto permanecerá oculto para siempre? Jaja. Margaret, uff... sí, entiendo tu odio hacia ella. Es de esos personajes que amas detestar, ¿no? Pero, tranquila, nadie toca a Moroha sin enfrentarse a un papá y una mamá feroces. Kagome e Inuyasha son un equipo imparable, y esa escena donde Kag habla con Moroha fue un momento muy especial y necesario para mí. Quería mostrar su conexión única, y me alegra que te haya llegado al corazón. Sobre tu teoría de las casualidades... mmm, digamos que tu instinto no está del todo errado. Siempre hay piezas moviéndose en el tablero, y cuando Naraku está detrás de algo, nada es lo que parece. ¡Me encanta que hayas disfrutado de la felicidad de Moroha convirtiéndose oficialmente en una Taisho Higurashi! Pero, claro, no puedo dejar a mis personajes en paz por mucho tiempo, ¿verdad? Esa "calma antes de la tormenta" es algo que manejo con mucho cuidado, porque quiero que sientas tanto la felicidad como la tensión. Sé que esa promesa de Inuyasha te tiene con el corazón en la mano, y no estás sola en eso. Todo lo que viene está diseñado para mantenerte al borde del asiento. Finalmente, tranquila, no te voy a dejar sin respuestas. Cada pieza encajará, cada conflicto tendrá su momento de resolución, y aunque Naraku y Kikyo siguen al acecho, te prometo que no todo es oscuridad. ¡Sigue leyendo, que lo mejor (y lo peor) aún está por venir! Gracias por tu energía, tu cariño y por emocionarte tanto con esta historia. ¡Te mando un abrazo gigante!
- Rosa. Taisho: ¡Hola, linda! Qué alegría leerte y sentir toda tu emoción mientras te pones al día con la historia. Primero que nada, ¡feliz año nuevo para ti también! Espero que este año esté lleno de cosas hermosas, muchas lecturas emocionantes y momentos que te hagan tan feliz como tus reviews me hacen a mí :) Ay, Sesshomaru... de verdad que no le ayudó ni un poquito su actitud, ¿verdad? Rin escuchando esas palabras fue un golpe bajo, pero creo que las miradas de Koga terminaron de prender el ambiente. Jajaja, Koga siempre tan expresivo, ¡es imposible no amarlo! Sobre Yura... ¡sí, es ella! Entiendo completamente tu sorpresa porque sé que es un giro que nadie veía venir. ¿Qué hace en esta historia? ¿Qué papel jugará? Esas preguntas son clave, y no puedo esperar para que leas más y descubras qué significa realmente su aparición. ¿Será una rival para Kagome? ¿Tendrá algún vínculo con Naraku? ¡Todo se revelará en su momento, lo prometo! Me emociona que estés disfrutando el ritmo de la historia y cómo se van tejiendo las tramas, como la situación de Sango y Koga con Kagura, que está a fuego lento, pero avanzando. ¡Todo se está cocinando! Y sí, espero que este cap. Te diga a dónde se fueron Kagome y Moroha, pero prepárate, porque lo que viene te tendrá al borde del asiento. Espero que este nuevo capítulo te guste tanto como los anteriores, y me encantará leer tus pensamientos cuando lo termines. Nos leemos pronto, bella. Un beso grande y gracias por ser parte de esta aventura.
¿Nos acercamos al final...?
La verdad es que aún no, la historia solo constará de dos partes: este FRAGMENTOS y una posible precuela. Por lo tanto, terminaremos su historia en este libro. Fragmentos guarda la esencia de lo que es, algo hecho pedazos, casi destrozos, y sé que pronto entenderán por qué la historia lleva ese título. (No me odien por eso, prometo que todo tiene un propósito).
Espero que sigan disfrutando de cada capítulo tanto como yo disfruto escribiéndolos. Es un viaje que, aunque lleno de giros y sorpresas, me hace sentir una profunda conexión con todos ustedes. Espero que hayan tenido un feliz inicio de año, lleno de sueños y nuevas metas. Gracias por seguir acompañándome en cada palabra, ¡esto aún tiene mucho por revelar!
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
CAPÍTULO 29.
KAGOME
–¡Mami!
Desvié el auto frente a nosotros con brusquedad, haciendo que las ruedas chirriaran al deslizarse rápidamente sobre el asfalto.
–Mami…
–Perdón, mi amor… –solté en un jadeo–. Perdóname…
No podía mantener la calma; mi propia mente se adueñaba de mí. Cada claxon, cada luz, cada auto tras nosotras me hacía pensar que era alguien de Naraku, alguien que venía por nosotras.
El llanto de Moroha me alarmó, y a través del espejo retrovisor vi el miedo reflejado en sus ojos.
–No pasa nada… –musité–. Ya falta poco ¿sí? Pronto llegaremos.
La vi abrazar su manta y no pude evitar extender mi mano hacia ella, sin despegar los ojos de la autopista. Moroha se sujetó a mí, y fue entonces cuando el alivio me embargó.
Todo iba a estar bien.
Todo iba a salir bien.
INUYASHA
La densidad en el aire era abrumadora. El lugar estaba repleto de efectivos policiales y hombres de traje, todos completamente armados.
–¡No tienes salida, Naraku! Ríndete y acaba con esto –exclamó el Raigo, quien permanecía de pie en medio del salón, con koga a su lado–. Todos estos años... en todo este tiempo te consideré mi amigo. ¡Nunca imaginé que fuiste tú el responsable de mi dolor! Creí haber perdido a mi única hija, lloré su ausencia durante años, ¡mi mujer murió consumida por el sufrimiento, y tú solo te burlabas de nosotros!
A la distancia, en una de las esquinas, la risa de Naraku se hizo escuchar. Era una risa pesada, cargada de maldad, como si se deleitara con el sufrimiento que había provocado.
–Y ese fue su error –soltó Naraku, protegido por sus cómplices–. Confiar... ¡Qué ironía! Gracias a su patética confianza, yo me hice más fuerte –Naraku dejó caer aquellas palabras como veneno–. Gracias a ustedes, me deleité con el sufrimiento de Sango. Sí, aquella pequeña niña que llegó a mí por un error. Porque debes saberlo, Raigo, amigo mío... Mi plan nunca fue secuestrarla. No, mi plan era deshacerme de tu único heredero, tu hijo.
–¡Eres un desgraciado!
–Padre… –Koga lo detuvo antes de que se lanzara sobre Naraku.
Naraku dio un paso al frente, sus ojos brillaban con una oscura satisfacción mientras sus palabras caían como martillazos en el silencio.
–Y claro, también buscaba la desunión de los Taisho-Higurashi –dijo con una sonrisa torcida–. Esa jugada fue casi demasiado fácil. Solo tuve que intervenir un poco en el destino."
Su mirada se posó en mí, lo veía con los ojos entrecerrados y los puños temblando de furia contenida.
–Seguramente en todo este tiempo te creíste responsable de la muerte de tu amada Kagome –continuó Naraku, saboreando cada palabra–. Pero te confieso un secreto, muchacho… fui yo quien alteró los frenos del auto que conducías esa noche.
La sala pareció contener el aliento al unísono mientras Naraku culminaba su confesión con una risa baja y cruel.
–Fui yo quien acabó con su alianza familiar. Fui yo quien los destrozó desde adentro y disfruté cada momento.
–¡Suficiente!
El aire se volvió irrespirable cuando la voz de papá intervino. Yo di un paso adelante, con la mandíbula apretada y mis ojos destellando de ira. Pero antes de que continuara, el padre de Koga levantó una mano para detenerme, sus propias emociones se balanceaban entre incredulidad y un odio profundo.
–No tiene sentido que confieses todos tus crímenes –espetó mi padre, su tono estaba lleno de indignación–. A menos que tengas algo entre manos, como la rata asquerosa que eres.
Naraku sonrió con malicia, como si hubiera estado esperando esa respuesta. Levantó una ceja y extendió los brazos con un gesto teatral.
–¿Algo entre manos? Qué interesante suposición, Taisho –respondió con burla–. ¿Acaso me crees tan imprudente como para confesar sin asegurarme de que este juego tenga un final a mi favor?
La tensión en la sala era insoportable. Todos los presentes, desde los hombres de traje hasta los efectivos policiales, mantenían sus ojos fijos en Naraku, esperando su próximo movimiento.
–Aunque claro –continuó, dejando que su voz goteara veneno–, siempre es divertido ver cómo sus esperanzas comienzan a desmoronarse. ¿No lo crees?
Mi padre se tensó, pero no perdió la compostura. Su voz resonó como una advertencia.
–No importa lo que planees, Naraku. Hoy termina tu juego. Y nosotros seremos los que acabaremos contigo.
–¿Acabar conmigo? –dijo, con una sonrisa torcida–. Qué poético. Pero dime, ¿cómo planeas lograrlo? Porque mientras tú hablas, algo muy importante está sucediendo fuera de este lugar.
Un murmullo inquieto recorrió a los presentes. Los hombres armados de Naraku comenzaron a moverse con cautela, como si estuvieran esperando una señal.
Mi padre no se dejó intimidar. Dio un paso al frente y replicó con firmeza:
–No importa lo que estés tramando. Hemos tomado precauciones para cada una de tus sucias jugadas.
Naraku entrecerró los ojos, como si estuviera evaluando sus palabras, pero su sonrisa permaneció intacta.
–¿De verdad crees que puedes ganarme en mi propio juego? Durante años he manipulado a cada uno de ustedes como piezas de un tablero. ¿Y ahora me vienes con que estás preparado?
De pronto, se escuchó un estruendo en la entrada del salón. Uno de los hombres de Naraku había disparado.
–Un disparo fallido… –murmuré al ver a Koga.
Nada de esto tenía sentido. Los hombres de Naraku intentaron reaccionar, pero los efectivos policiales, coordinados con precisión, neutralizaron a cada uno antes de que pudieran desatar el caos.
Naraku, una vez acorralado, se dejó caer de rodillas y, con las manos levantadas, aceptó las esposas que el oficial le colocaba.
–Naraku Hirano, queda usted detenido por múltiples cargos, entre ellos conspiración, fraude corporativo, secuestro, intento de homicidio y otros crímenes graves. Tiene derecho a guardar silencio; cualquier cosa que diga puede y será usada en su contra en un tribunal. Tiene derecho a un abogado; si no puede pagar uno, se le asignará un defensor público. ¿Entiende estos derechos que le he explicado?
Naraku lo miró con una sonrisa.
–Lo comprendo, oficial, y me entrego por voluntad propia. Puede confiar en mí, no opondré resistencia.
¿A qué se debía ese repentino cambio? Si hace apenas unos minutos, Naraku irradiaba una confianza inquebrantable, como si tuviera todas las cartas a su favor. ¿Qué lo había hecho doblegarse tan repentinamente?
–Padre –dije acercándome a él.
–Lo sé –fue su escueta respuesta–. Confiemos en la policía, yo mismo me encargaré de verlo encerrado.
–Yo también –intervino Raigo–. Lo que sea que vaya a pasar de ahora en adelante no tendrá sentido con él tras las rejas. Creo que podremos estar tranquilos.
Vi a Koga asentir con la cabeza antes de mirarme.
–Ve con Kagome, nosotros nos encargaremos de Naraku…
–Le prometí que estaría con ella una vez que Naraku esté preso, y lo voy a cumplir.
–No tiene sentido que te quedes. Kagome estará muy preocupada, y en su estado, esto podría afectarla.
–Hablas como si conocieras los riesgos de una embarazada –comenté con una sonrisa sarcástica.
Koga estuvo a punto de responder, pero su mirada se clavó en un punto específico. Al seguir su línea de visión, vi a mi hermano acercarse hacia nosotros con paso firme.
–Inuyasha…
–La vida es efímera, como los corazones enamorados –Naraku arrastró las palabras mientras era escoltado por los oficiales–. Cuando menos te das cuenta, solo quedan fragmentos. Una composición curiosa, ya que estamos hechos de pedazos rotos –su mirada se desvió hacia mi hermano–. Búscala, por desgracia, ella sigue viva... –soltó, dejando escapar una risa oscura–. Y tú –dijo dirigiéndose hacia mí–, la confianza es un arma de doble filo…
–Ya es suficiente –demandó el oficial–. Llévenselo.
Al verlo alejarse, no pude evitar pensar en sus palabras. Había algo en ellas que me dejaba intranquilo, una sensación que se arraigaba en mi pecho como una advertencia silenciosa. Solo que no quería que calara más en mí.
–¿A qué se refería? –dijo Sesshomaru.
–No es evidente –soltó Koga–. Él está demente, está loco, no hay otra explicación…
–Sonó como una amenaza –insistió–. Él dijo: "ella sigue viva".
Sus palabras resonaron en el aire como un eco cargado de dudas y temor.
–Podría ser que…
–Hermano –solté acercándome a él–. No actúes sin pensar…
–Y si Rin está en peligro, y si ese desgraciado le hizo algo. No puedo quedarme sin hacer nada, tengo que saber si ella está bien.
Abandonó el lugar en instantes. Miré a nuestro padre, y él pareció entenderlo sin necesidad de palabras. Sesshomaru ya era lo suficientemente grande como para manejar sus propios asuntos. Después de todo, él había sido el principal responsable de alejar a Rin, y ahora parecía cargar con el peso de sus decisiones.
.
Después de horas en la estación de policía y tras dejar todo en orden, finalmente era hora de ir con Kagome. Aunque mi cuerpo estaba exhausto, la necesidad de estar con ella y con Moroha era mucho mayor.
Sin embargo, mientras conducía, las palabras de Naraku resonaban una y otra vez en mi mente. Sesshomaru había relacionado lo dicho con la seguridad de Rin, pero en mi interior surgía una posibilidad diferente, una que crecía con las palabras previas de Kagome. ¿Y si Kagura no había muerto en ese accidente? ¿Y si seguía viva? La idea se instaló en mi mente como un peso imposible de ignorar. ¿Cuánto sabía Kagome sobre esto?
Doblé por la carretera rumbo a la casa de campo de los Higurashi, aquella misma casa donde Rin nos había tomado esa fotografía años atrás. Recordar ese momento solo añadía una extraña mezcla de nostalgia y confusión a mis pensamientos.
Kagome siempre se había negado a aceptar que el cuerpo encontrado tras el accidente perteneciera a Kagura. Ahora, esa negación cobraba un nuevo sentido. Más preguntas surgían: si Kagome sabía algo, ¿por qué lo habría ocultado? Pero, al pensar en Kikyo y lo afectada que estuvo por todo aquel suceso, solo podía llegar a la conclusión de que ni ella ni Kagome conocían la verdad. Naraku había guardado esa información como su arma secreta, esperando el momento adecuado para usarla.
Entonces, la pregunta que me atormentaba era si debía hablarle a Kagome sobre esta posibilidad. ¿Era prudente mencionarlo ahora, cuando apenas estábamos comenzando a recuperarnos de todo lo sucedido? Después de todo, por ahora solo era una suposición mía.
Estacioné frente al porche de la entrada de la casa. Todo estaba a oscuras, como era de esperar a estas horas de la noche. Apagué el motor y, al bajar del auto, el frío del ambiente me golpeó con brusquedad, tan intenso que cada exhalación se convertía en un tenue vaho frente a mí.
Subí las escaleras del porche con pasos cautelosos, mientras mis ojos recorrían el lugar. La oscuridad parecía envolverlo todo, profundizando el silencio y haciendo crecer una ansiedad que se instalaba en mi pecho. Cada crujido del suelo bajo mis pies se sentía ensordecedor en aquel ambiente tan quieto.
Me detuve frente a la puerta y dudé un momento antes de entrar. Tenía la llave así que no dudé en usarla. El eco de mis pensamientos parecía amplificarse con el frío, haciéndome cuestionar una vez más si debía hablarle a Kagome sobre lo que rondaba en mi mente. Pero había algo más en el aire, una sensación extraña, como si el ambiente mismo contuviera una respuesta que no terminaba de revelar.
–Kagome –llamé al entrar, pero no obtuve respuesta.
Dejé las llaves sobre el recibidor y avancé unos pasos más hacia el interior de la casa. El silencio era casi absoluto, sólo interrumpido por el leve crujido del suelo bajo mis pies. Entonces, escuché pasos provenientes del segundo piso. Supuse que era Kagome, tal vez moviéndose por la habitación o revisando a Moroha.
–¿Kagome –llamé en voz baja, esperando una respuesta que no llegó.
De pronto, el silencio se quebró con un grito desgarrador.
Mi cuerpo se tensó al instante. La sangre pareció congelarse en mis venas mientras la mente se llenaba de las peores posibilidades. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia las escaleras, subiéndolas de dos en dos, con el corazón latiendo como un tambor en mi pecho.
–¡Nooo, mami…!
–¡Kagome! –grité al entrar a una de las habitaciones, pero no había nada en ella.
–¡AH!
Esa era la voz de Kagome, inconfundible y llena de angustia. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al reconocerla. Sin perder tiempo, corrí por el pasillo, con los pasos resonando como un eco en la casa silenciosa.
Mi respiración era irregular, y la adrenalina se apoderaba de mí a medida que me acercaba a la puerta de la habitación de donde provenían los gritos. La empujé con fuerza, abriéndola de golpe, sin saber qué encontraría al otro lado.
–Kagome, ¡estoy aquí! –exclamé mientras mis ojos examinaban la habitación en busca de ella.
–Inuyasha…
–¡Papi! –soltaron al unísono al verme.
Kagome, estaba de pie con Moroha en brazos, y la otra... una sombra que rápidamente se escabulló hacia el rincón más oscuro de la habitación. Mi corazón latía desbocado mientras mi mirada intentaba discernir quién o qué era aquella presencia.
–Kagome, ¿estás bien? –pregunté, dando un paso hacia ella, aunque mis ojos no dejaban de buscar en aquel rincón oscuro.
–Inuyasha… –Kagome se lanzó a mí con un miedo palpable en los ojos–. Qué bueno que llegaste –soltó levantando la cabeza para verme–. Allí hay…
–¿Qué era eso? –solté tomando a nuestra hija en brazos.
–Papi… –Moroha envolvió mi cuello con sus pequeñas manos.
–Moroha y yo estábamos durmiendo cuando eso entró, o no sé si ya estaba aquí.
–Sí papi, empezó a hacer ruidos extraños y mami se asustó mucho, encendió la luz y comenzó a volar por toda la habitación y entonces…
–Espera un momento –intervine mirándolas a ambas–. Dijiste ¿Volar?
Nuestra pequeña hija asintió con la cabeza.
–¿De qué estamos hablando? –pregunté para cerciorarme.
–Del murciélago, claro –soltó Kagome con evidencia–. Si acabas de verlo volar a ese rincón cuando entraste.
Todo mi cuerpo se relajó en segundos. Solté una gran bocanada de aire, dejando escapar toda la tensión que había acumulado.
Al ver a Kagome sana y salva, y a Moroha aferrada a mí, no pude evitar reír un poco por la escena que acababa de vivir. Mi risa era nerviosa, casi liberadora, como si tratara de calmar mi corazón después del susto.
–¿En serio? ¿Así de dramático tenía que ser todo? –murmuré, mientras me llevaba una mano a la frente y sonreía aliviado.
Kagome me miró con una mezcla de miedo y enojo, mientras Moroha se escondía un poco más entre mis brazos.
–No es gracioso –soltó ella–. Estaba muy asustada, después de todo esas cosas son salvajes y no sabemos si tiene rabia o no, y si…
La besé.
No pude evitarlo, simplemente quería hacerlo. Todo lo que había pasado, el cansancio, la preocupación, el miedo… nada importaba en ese momento. Solo ella y yo, juntos.
La risa de Moroha hizo eco en nuestros oídos, como un dulce recordatorio de que estábamos completos.
Sonreí al terminar nuestro beso, dejando mi frente apoyada contra la de Kagome.
–Te extrañé… –susurré, sintiendo que por fin podía respirar de nuevo–. Me encargaré del inesperado visitante y luego podremos descansar los cuatro juntos –dije acariciando su ya notorio embarazo.
–Me encanta la idea.
Kagome me besó nuevamente antes de tomar a Moroha en brazos. La ternura en su mirada mientras la abrazaba me llenó de calidez, pero también me dejó un claro mensaje: ahora era mi turno de actuar.
.
La mañana había llegado con una vista impresionante a través de la ventana: el sol iluminaba el paisaje boscoso, transformando todo en un lienzo de tonos cálidos y fríos. Como era de esperar, Moroha despertó llena de energía, brincando por la cama y llamando mi atención de inmediato. Kagome, en cambio, apenas podía abrir los ojos. Se veía más agotada que de costumbre, algo que no era sorprendente considerando que dentro de ella crecía un pequeño Taisho, consumiendo toda su energía.
Decidí no despertarla y le dejé descansar un poco más. Mientras tanto, tomé a Moroha en brazos y bajamos al living de la cabaña para jugar un rato. Kuma, nuestro inquieto pato, recorría el lugar con una energía que parecía hacerle competencia a la de Moroha. Por mi parte, me dejé caer en el sofá de cuero, dejando que Moroha trepara sobre mí, riendo a carcajadas mientras jugábamos.
El ambiente era tranquilo, casi perfecto, y por un momento, me permití olvidar todo lo demás. Era como si la cabaña estuviera aislada del mundo, protegiéndonos de todo lo que había afuera.
–Tengo tu nariz… –susurré mientras jugaba con Moroha sentada sobre mi pecho.
Ella se rio tocándose la cara en busca de su nariz.
–Papi, no es cierto.
–¿Cómo que no? –solté indignado–. Mira, aquí está.
–Ese es tu dedo –dijo entre risas.
La atraje hacia mí, llenándola de besos mientras ella reía con esa alegría contagiosa que solo ella podía tener. Moroha, finalmente cansada de tanta energía derrochada, apoyó su pequeña cabeza sobre mi pecho, buscando refugio en mis brazos.
Aproveché el momento para recorrer con mis dedos sus delicados bucles oscuros, sintiendo su suavidad y disfrutando de la paz que traía tenerla así, tan cerca de mí. Su respiración comenzó a volverse más lenta y rítmica, y yo simplemente me quedé ahí, saboreando la tranquilidad del instante.
Al levantar la mirada, vi a Kagome bajando por las escaleras con esa elegancia tranquila que la caracterizaba, aunque sus ojos mostraban la fatiga acumulada. Aun así, su sonrisa al vernos, a pesar de todo, iluminaba la habitación.
Se acercó con pasos suaves, y su mirada se detuvo en nosotros. Moroha levantó la cabeza al sentir su presencia, sonriendo de inmediato.
–Mami –murmuró, extendiendo sus manitas hacia ella, como si quisiera ir a su encuentro.
Kagome se agachó lentamente, con una ternura que me hizo sonreír. No importaba cuán cansada estuviera, siempre encontraba la fuerza para ser esa madre amorosa y dedicada.
–Mi amor, ¿dormiste bien? –le preguntó a nuestra hija, mientras ocupaba un lugar junto a mis pies.
Rápidamente me levanté para sentarme junto a ellas y observar su inmenso amor.
–Sí, mucho –dijo con una sonrisa–. Y Kuma también.
La vimos bajar rápidamente al ver a su pato aparecer con su típico graznido.
–Moroha está feliz… –susurró, mirando a nuestra hija, que ahora se encontraba jugando con Kuma cerca de la ventana.
–Ya todo terminó… –dije de igual forma.
Kagome pareció mirarme con incredulidad.
–¿Enserio? –soltó dejando escapar sus miedos.
–Naraku no podrá hacernos más daño.
–¿Todo salió bien?
Dejé que su respiración se relajara un poco, pero eso iba a ser imposible considerando la importancia de la pregunta.
–Sí… –fue todo lo que pude decir antes de que ella me abrazara con desesperación.
–Gracias… –susurró cerca de mi oído–. Gracias, Inuyasha…
Correspondí el abrazo tratando de contener su emoción.
–Anoche olvidé sacar algunas cosas del auto –comenté mientras la miraba a los ojos, intentando mantener un tono ligero–. Mamá envió mucha comida y ropa para Moroha.
Kagome sonrió suavemente, aunque el cansancio todavía se notaba en su rostro.
–Siempre tan atenta –respondió, dejando escapar un pequeño suspiro–. Deberíamos escribirle para agradecerle después.
–Lo haré en cuanto termine de sacar todo –aseguré, acariciando su mejilla antes de levantarme con cuidado para no alarmar a Moroha, quien seguía profundamente concentrada con Kuma.
Kagome y yo tomamos la decisión de permanecer aquí en la cabaña por un tiempo prudente. Queríamos disfrutar de la privacidad y la libertad que nos ofrecía este lugar, lejos del caos de la ciudad. Sin embargo, no todo era perfecto; al estar tan alejados de la civilización, la señal aquí era pésima, por no decir nula, lo que hacía que la comunicación con los demás fuera escasa. Pero, de alguna manera, eso también era parte del encanto, una oportunidad para desconectarnos del mundo exterior y reconectarnos con nosotros mismos.
Amaba despertar por las mañanas y ver a Kagome profundamente dormida junto a Moroha. Era como verla dos veces: nuestra hija me recordaba tanto a Kagome de niña que, a veces, no podía evitar quedarme mirándolas por un buen rato, en completo silencio, mientras mi corazón se llenaba de paz.
Sin duda, no había nada mejor que esto. Estos días junto a ellas eran todo lo que siempre había deseado, un refugio perfecto donde las preocupaciones parecían desvanecerse y solo éramos nosotros. Una familia.
–Son dos horas de viaje hasta llegar a esas aguas termales –comenté mientras regresaba por la carretera–. Pero ya que mamá olvidó tu abrigo, tenemos que regresar a casa, eso convierte el viaje de dos horas en tres…
–Ya entendimos, gruñón –dijo Kagome con una sonrisa–. Pero si no llevamos el abrigo, Moroha se enfermará, y no queremos que eso pase, ¿verdad?
Solté un suspiro mientras miraba de reojo a Kagome, quien le sonreía a Moroha sentada en el asiento para niños.
–No, claro que no –respondí suavizando mi tono–. Haremos la parada, pero luego no quiero escuchar quejas sobre si demoramos mucho o no.
–Lo prometo… –dijo Kag en un susurro.
–Lo prometo, papi –soltó Moroha aún con la sonrisa.
Me era imposible enfadarme con ellas, ¿cómo podría hacerlo?
Al llegar a casa y estacionar en la entrada, la mirada de Kagome se ensombreció.
–¿Qué sucede? –pregunté mientras apagaba el motor y dirigía mi atención hacia ella.
Kagome no respondió de inmediato. Sus ojos estaban clavados en la puerta principal de la casa, y una inquietud palpable llenó el ambiente.
–Hay algo extraño… –murmuró finalmente.
Seguí su mirada hacia la puerta, pero no noté nada fuera de lo común a primera vista. Aun así, el instinto de Kagome rara vez fallaba.
–Quédate en el auto –le pedí mientras desabrochaba mi cinturón de seguridad y salía al exterior.
El aire estaba frío, pero una sensación más helada recorrió mi espalda cuando me acerqué a la entrada. Había algo… una tensión que no podía explicar. La puerta no estaba cerrada del todo, y un ligero crujido me hizo detenerme.
Algo no estaba bien.
–Inuyasha…
–Kagome, te dije que te quedaras en el auto.
–Sí, pero…
–Mami ¿qué pasa?
Miré a nuestra hija y no dudé en tomarla en brazos.
–Tranquila, Moroha. No pasa nada, de seguro fue un oso que quiso entrar a la casa.
–¿Un oso?
–Sí –dije viendo a Kagome de reojo.
–¡Oh, no! Kuma…
–No te preocupes, cariño –Le dijo Kag–. Veremos si todo está bien, ¿de acuerdo?
–Kag, no creo que…
–Yo revisaré arriba, tú encárgate de revisar aquí y en la cocina.
–Kagome… –insistí nada convencido.
Pero ella no hizo caso, se adentró y subió las escaleras con rapidez.
–¡Grita si ves algo extraño! –pedí mientras iba a la cocina con Moroha en brazos.
–Mira, papi. Kuma está bien…
–Lo ves, princesa. Te dije que no pasaba nada.
Revisé toda la planta baja, no había nada fuera de lo normal. Todo estaba tal y como lo habíamos dejado.
–Kagome, todo está bien... –murmuré mientras subía las escaleras, intentando que mi voz sonara calmada, aunque por dentro la ansiedad crecía con cada paso.
Al llegar al pasillo, noté que la puerta de nuestra habitación estaba entreabierta.
–¿Kagome? –llamé con un tono más firme, acercándome despacio.
Al empujar la puerta, nos encontramos de frente, y su sonrisa inesperada logró calmar mi ansiedad al instante.
–¿Qué hacías? ¿Por qué no respondías? –cuestioné viendo al interior.
–Nada, solo me distraje buscando el abrigo de Moroha. Fuera de eso, no hay nada más. Todo parece igual a como lo dejamos.
–Sí, abajo también todo sigue igual –comenté con un suspiro.
–¿Crees que en verdad hayan sido osos? –preguntó jugando con las mejillas de Moroha.
–Vivimos en medio del bosque, es muy probable que lo fuera.
–Ahora tendremos que asegurar toda la casa antes de salir.
–Yo me encargo. Ve con Moroha y espérenme en el auto.
–Bien.
Tomó a Moroha de la mano y ambas bajaron las escaleras. No había duda, las huellas dejadas por Naraku aún nos perseguían, y aunque la tranquilidad comenzaba a asentarse, odiaba las secuelas y el miedo que había implantado en nosotros.
–¿Podrías estacionar allí, por favor? –preguntó Kagome, señalando una gasolinera al costado de la carretera–. Voy a aprovechar para comprar algo de comida, y además, no me he sentido muy bien. Las náuseas han vuelto. Y si tienen algo para el mareo, apto para embarazadas, sería un milagro. Mientras tanto, podrías llenar el tanque.
Le sonreí.
–De acuerdo, pero no tardes mucho.
–No lo haré –dijo al besarme y bajar del auto.
–Papi.
–¿Qué pasa, princesa?
–Mami dijo, embarra… emm, embarra… –Soltó una pequeña risa–. Embarra-algo…
Reí con ella.
–¿Embarazada?
–Sí, eso… ¿Qué es? ¿Mami está mal y por eso su barriga está grande?
Kagome y yo aún no habíamos hablado sobre eso con Moroha. Uno de los motivos era que queríamos disfrutar más tiempo siendo una familia de tres, concentrándonos por completo en ella. No sabíamos cómo tomaría la noticia de que iba a ser hermana mayor, ni cómo afectaría nuestra dinámica familiar. Queríamos esperar el momento adecuado, cuando sintiéramos que era hora para compartirlo con Moroha.
–¿Tú crees que la barriga de mamá está grande? –quise ir por otro lado.
–Sí, mucho. Muy, muy grande.
Sonreí viéndola por el retrovisor.
–Tranquila, mi amor. Mamá no está enferma, es normal.
–Pero…
–A su servicio señor, ¿qué va a desear?
Salvado por la campana.
El tiempo parecía haberse detenido mientras esperábamos a Kagome al lado de la carretera. Moroha, absorta en sus juguetes, me mantenía entretenido con su risa alegre. Kagome se tomaba su tiempo, y aunque esperaba ansiosamente su regreso, también aprovechaba esos pequeños momentos de calma para disfrutar de la compañía de mi hija.
–Listo –soltó Kag al subir al auto–. Había una inmensa cola, al parecer es el día de visita una gasolinera y compra todo lo que puedas –dijo con una sonrisa.
–¿Encontraste lo que buscabas?
–No, pero ya me siento un poco mejor. Creo que resistiré un poco más hasta llegar a las aguas termales –dijo mirando a nuestra hija–. Pero sí compré esto…
–¡Qué rico! Me gustan las moras.
–Lo sabemos –soltamos al unísono.
Kagome se las entregó y pudimos continuar con el viaje. Fue una tarde demasiado hermosa, no recordaba la última vez que me había divertido tanto.
Al llegar noche y ya en la comodidad de nuestra casa. Moroha se había quedado completamente dormida, asumimos que era porque en todo el día no había hecho más que correr y jugar con otros niños. Por nuestra parte la noche aún era joven y Kagome y yo sabíamos cómo aprovechar cada instante.
–¿Jugo? –ofreció al salir de la cocina–. Lo siento, te ofrecería vino, que eso no le haría bien a tu hijo… –musitó mirando su abdomen.
–Jugo está bien –acepté con una sonrisa.
Moroha dormía en la habitación, así que no teníamos que preocuparnos por el ruido.
Kagome se sentó junto a mí, en el sofá y extendió la mano para tomar la mía.
–¿Te digo algo? –soltó con calma–. Ese día mentí cuando dije que estaría bien si contratas a Margaret como tutora de nuestra hija.
–¿Mentiste?
–Sí, la verdad es que la idea me desagrada.
Sonreí dejando el vaso a un lado.
–¿Son celos?
–Sí, aún siento celos.
Besé su frente antes de mirarla.
–Está bien, no iba a hacer después de todo.
–¿Enserio?
–Sí, iba a inventar una excusa, como que ella se negó, o la señora directora no quiso –dije como si nada–. Aunque intentes negarlo, sé lo mucho que esa idea te desagrada.
Kagome me sonrió abiertamente.
–Me conoces muy bien, Taisho.
–Te conozco como ningún otro lo haría.
Kagome me besó dejando una escasa línea entre la pasión y la decencia.
–No puedo culparte… –dije en un susurro–. Yo también siento muchos celos cuando Koga está muy cerca de ti.
–Koga es solo…
–Lo sé, ahora lo sé. Pero cuando era un niño inmaduro tenía miedo de que lo eligieras a él.
–Eso no pasará, yo te amo a ti.
–Repítelo… –pedí besando su cuello.
–Te amo, Inuyasha…
En algún momento de noche nos dejamos llevar por la tranquilidad del momento, por esa sensación de conexión profunda que compartíamos. En ese instante, nada más importaba. Todo lo que necesitábamos estaba justo allí, entre nosotros.
–Papi… ¡Papi!...
A lo lejos, como un eco distante, escuchaba el llanto de Moroha.
Moroha…
Moroha…
–Papi…
Ella lloraba, pero ¿Por qué?
Mi cuerpo se sentía pesado, como si estuviera cansado. Pero ¿Por qué?
Me costaba abrir los ojos, los sentía pesados, casi somnolientos. Pero ¿Por qué?
–Papi, despierta… –Otra vez el eco–. Tengo miedo…
Moroha…
Creo que fueron largos minutos en los que recién pude recuperar la conciencia. Cuando abrí los ojos la vi, aferrada a mí con la cabeza apoyada en mi pecho.
–¿Moroha…? –musité sintiéndome cansado.
–¡Papi! –exclamó al verme despertando.
Sus mejillas estaban mojadas y sus ojos rojos por el llanto me alarmaron.
–¿Qué pasó…? ¿Dónde está, Kagome?
Me senté sobre el sofá, aún cansado sin ningún motivo. Moroha miró por toda la casa y negó.
–Mami no está… cuando desperté bajé aquí y solo estabas tú, papi…
–¿Cuándo despertaste…?
En ese momento el estómago de Moroha rugió de hambre.
–Papi, tengo mucha hambre… –sollozó–. Y tú no despertabas…
Me levanté con ella en brazos, y no pude evitar sentirme mareado.
–Tranquila, princesa –dije buscando mi celular–. Seguro mamá fue por algo de comida…
Me quedé helado al ver la hora en la pantalla, pasaban de las una de la tarde. Miré a Moroha, no había forma de que me hubiera quedado dormido tanto tiempo y que Kagome no hubiera regresado, si es que realmente había salido. La inquietud comenzó a crecer en mi pecho. ¿Dónde estaba? Algo no estaba bien.
Continuará...
