—No dejo de pensar en ti —susurró Draco apenas ella pasó por su lado, del brazo de Terry Boot.
Hermione parecía haberlo escuchado porque detuvo su andar un instante y volteó su rostro hacia él unos segundos, su mirada llena de desconcierto. Terry, solícito, le preguntó si todo estaba bien, a lo que ella asintió casi por inercia, y ambos continuaron su camino hacia el centro del Gran Comedor.
Al verla, Draco sintió que el mundo entero había desaparecido. Hermosa, radiante, etérea… Tan lejana y tan cercana… Un déjà vu de lo que había pasado en el Yule Ball en cuarto año, cuando Hermione había dejado a todos con la boca abierta.
Hermione… el nombre resonó en su mente, como un grito ahogado que nunca se atrevería a pronunciar en voz alta.
Ella se había metido dentro de su alma, dentro de su piel, en cada rincón de su ser. Desde aquella clase de Pociones, cuatro meses atrás, habían interactuado más de lo que a sus padres les podría parecer adecuado. Y, con todo y eso, había sido un cobarde. Había querido invitarla desde que supo que Minerva McGonagall les anunció que habría un baile de graduación. Mil veces lo ensayó en su cabeza, el momento, el lugar, las palabras que usaría. Pero no lo hizo. Evidentemente. Dolorosamente. Su miedo al rechazo había ganado, la vulnerabilidad que le había dejado su experiencia con Lord Voldemort y que aún lo perseguía. Y ahora debía verla del brazo de otro, pudiendo ser él.
Y, sin embargo, Hermione era una prueba de que su corazón se había rebelado contra todo lo que él alguna vez creyó; todo lo que le habían grabado a fuego en la sangre parecía desvanecerse con cada minuto a su lado.
Desde aquella tarde en la biblioteca cuatro meses atrás, haciendo una broma sobre Horace Slughorn, sus interacciones habían dejado de ser nulas o frías para convertirse en algo… algo que no tenía un nombre. No eran amigos, ya que no se contaban confidencias, no eran solo compañeros de clases, porque muchas veces bromeaban y reían juntos. Donde nadie los veía, un pasillo o bajo un árbol, había largas conversaciones sobre alquimia, aritmancia o magia antigua. Con Hermione tenía una conexión que no había tenido con nadie más. Draco sentía que se complementaban, que congeniaban, que ella parecía haber nacido para ser su par.
Esa noche, bajo la luz de las velas flotantes, viéndola bailar de una manera que hipnotizaba su entendimiento, Draco supo que estaba perdido. Hermione era la constante en su mente, un hermoso caos que alteraba su mundo, el eco de un nombre que jamás saldría de su boca.
Cuando los minutos se transformaron en horas y comprendió que tampoco se atrevería a pedirle un baile, salió del Gran Comedor y empezó a caminar por los largos pasillos en busca de un ambiente más tranquilo, donde pudiera lamer sus heridas en la soledad. Sus pasos lo llevaron hacia las escaleras que daban al Lago Negro. Allí, en la explanada donde los alumnos de primer año bajaban de los botes, estaba Hermione sola; su vestido de un tono más plateado y brillante bajo la tenue luz de una luna casi llena. Una brisa veraniega, fresca pero agradable, movía suavemente su cabello.
Con la mirada fija en Hogwarts, Hermione parecía querer grabar en su memoria cada detalle en la última noche en el castillo. La contempló en silencio, aprovechando que ella no se había percatado de su presencia, a sabiendas de que podría ser la última vez que la tuviera así de cerca.
—¿No deberías estar bailando? —preguntó él luego de varios minutos, intentando sonar despreocupado, pero que había dejado al descubierto su nerviosismo.
Hermione se giró, sorprendida. Luego de sonreír, volvió su mirada al castillo.
—Quería despedirme del colegio —respondió con nostalgia—. Parece increíble que hayan pasado casi nueve años… Tantos recuerdos…
Draco se acercó hasta quedar a su lado, deseando decir algo. Pasó su mirada gris por las imponentes paredes de piedra, de fondo el lento vaivén de las ondas del agua reflejando la luz de la luna. Pensó en las cosas buenas y en las no tanto. Casi se sentía un alivio por no volver; aunque, si lo analizaba mejor, tenía sentimientos encontrados, sobre todo porque no sabía qué le depararía el mañana.
Después de un largo silencio, Hermione posó su mirada en él, observándolo.
—Quisiera decirte tantas cosas… —se atrevió a decir, sin mirarla—. Pero…
—Si mi instinto no me engaña, creo que es lo mismo que quisiera decirte yo, Draco… —susurró ella, el viento llevándose su nombre.
Hermione tomó su mano y sus miradas se encontraron. Sus ojos brillantes, invitándolo a inclinarse hacia ella. Él lo hizo, atraído por el imán que eran sus labios, uniéndose en una promesa tácita de algo que podía ser… quizá algún día.
#DramiFraseInspiradora: No dejo de pensar en ti
Actividad del grupo de Facebook ~ Dramione Fanfics ~
23 de enero, 2025
