Nunca imaginé que un simple entrenamiento en el bosque podría cambiar mi vida para siempre. Todo comenzó con una mañana fría, como cualquier otra, en la que Alice, Jasper y yo estábamos entrenando en el claro. El aire estaba denso, el suelo cubierto de hojas secas que crujían bajo nuestros pies. La rutina era la misma: mejorar nuestras habilidades, mantenernos alertas, prepararnos para lo que pudiera venir. Pero nada de eso importó cuando la niebla comenzó a cubrirlo todo.

Primero fue un susurro en el aire, una humedad extraña que hizo que la atmósfera se volviera aún más espesa. Pensamos que no sería nada, solo una niebla pasajera, pero pronto nos dimos cuenta de que no se despejaba. Cada paso nos llevaba a un lugar que no reconocíamos. El paisaje comenzó a transformarse, y lo que antes era un bosque familiar ahora era un territorio que nos resultaba ajeno.

Mi respiración se volvió errática, un nudo se formó en mi estómago. Algo no estaba bien. Miré a Alice, quien mantenía su postura tranquila pero su expresión delataba la preocupación. Jasper estaba aún más tenso, su presencia vigilante como siempre, pero también inquieto, como si su instinto estuviera gritando que algo estaba por suceder.

"¿Estás bien, Bella?" me preguntó Jasper, su voz suave, pero la preocupación era clara en sus ojos.

Asentí, aunque mi estómago seguía revoloteando. "Sí... solo algo raro en el aire. Me siento... rara, como si camináramos sin avanzar."

Alice miró hacia adelante, su rostro aún imperturbable, pero sentí el mismo miedo reflejado en su mirada. "Algo no está bien. Creo que hemos caminado demasiado. Quizá… no estamos en el mismo lugar."

En ese momento, un escalofrío recorrió mi espalda. El aire estaba pesado, como si todo lo que nos rodeaba se hubiera detenido, pero nosotros no. El tiempo parecía haberse distorsionado, arrastrándonos a otro lugar, a otra época. No sabíamos cómo, pero estábamos atrapados.

En ese preciso momento, una figura apareció en el horizonte, una sombra que emergió entre la niebla. Mi corazón dio un vuelco, y un sentimiento de urgencia se apoderó de mí. Algo en esa presencia me pareció... familiar. Pero no podía ponerle un nombre. Algo no estaba bien, y aún no sabía por qué.

Nos acercamos cautelosamente, y fue entonces cuando lo vi.

El hombre que emergió de la niebla era alto, con una postura imponente, como si fuera una presencia imposible de ignorar. Su rostro estaba severo, pero sus ojos... esos ojos de un verde tan profundo que casi me hicieron dudar de lo que estaba viendo. Un ardor recorrió mi pecho, como una chispa que comenzaba a incendiar algo dentro de mí. Había algo inquietante en su mirada, algo que me hacía sentir como si ya lo hubiera conocido. Mi corazón latía más rápido de lo normal, y un nudo en la garganta apareció sin previo aviso.

Jasper dio un paso adelante, como si quisiera protegernos de cualquier amenaza, pero la figura frente a nosotros no era amenazante... al menos, no en apariencia. Había algo en su porte, algo peligroso que no podía identificar. Mi mente me gritaba que tuviera cuidado, pero mi cuerpo respondía de manera distinta, como si alguna parte de mí reconociera a este hombre más de lo que yo entendía.

"¿Quiénes sois?", preguntó, su voz profunda y autoritaria, aunque había algo en ella que me parecía distante.

Tragué saliva. Mi mente se tambaleaba tratando de encontrar las palabras, pero no podía pensar con claridad. "Nos... nos perdimos", balbuceé, sin poder decir más. ¿Cómo explicarle a alguien que no sabías cómo habías llegado a ese lugar, a esa época?

Edward—porque, aunque no lo sabía aún, algo me decía que ese era su nombre—nos observó detenidamente. Podía sentir sus ojos, como si estuvieran desnudando cada pensamiento que pasaba por mi cabeza, y no pude evitar un estremecimiento que recorrió mi columna.

"De dónde vienen... de qué año son", insistió, su tono se tornó más firme, pero su mirada se mantenía fija en mí, de alguna forma, como si estuviera buscando algo más en mis ojos.

Sentí cómo el sudor frío comenzaba a humedecer mi frente. "No sabemos cómo llegamos aquí", respondí finalmente, intentando mantener la calma, aunque mi voz sonaba vacilante. "La niebla… nos atrapó, y cuando intentamos volver, todo parecía diferente. No sabemos cómo… o por qué."

Edward dio un paso hacia adelante, su rostro impasible pero con una intensidad que me hizo sentir aún más vulnerable. "Esto no tiene sentido", murmuró para sí mismo, antes de mirar a Alice y Jasper, buscando algo que corroborara mis palabras. "Algo en ustedes no encaja. ¿Qué tipo de broma es esta?"

El miedo creció dentro de mí como una niebla densa. Él no creía nuestra historia. Sus ojos no me daban ninguna señal de que estuviera dispuesto a ayudarnos, solo de que nos veía como una amenaza. El nudo en mi estómago aumentó. No sabía si tendríamos alguna oportunidad de regresar, o si nos veríamos atrapados aquí para siempre.

"¿Nos puedes ayudar?" susurré, aunque no estaba segura de si la respuesta sería afirmativa. Algo me decía que Edward no era alguien en quien pudiéramos confiar fácilmente. Y la sensación de peligro seguía creciendo en mi pecho.

Edward nos observó un momento más, como si evaluara cada palabra que acababa de decir. Su mirada no se suavizó, ni siquiera cuando Alice dio un paso hacia él, su usual sonrisa cálida pero cautelosa en su rostro.

"Venimos de un lugar muy lejano, Edward", dijo Alice, su tono firme pero amigable, como si intentara calmar las aguas turbulentas de su desconfianza. "Pero necesitamos ayuda. No entendemos lo que está pasando. Esta niebla, este lugar... no sabemos cómo llegamos aquí."

Edward no respondió de inmediato, sus ojos seguían fijos en mí. Podía sentir cómo me estudiaba, como si intentara ver a través de mi alma, y eso me hizo sentir aún más vulnerable. No era solo su mirada lo que me afectaba, sino algo más, algo inexplicable, como si una corriente invisible nos conectara de alguna forma. Era un sentimiento extraño, como si ya nos conociéramos, aunque nunca antes lo había visto.

"¿De qué año sois?", repitió, esta vez con un tono más grave. "¿Y qué ropa es esa que lleváis? Esto no es normal."

Me sentí casi como una niña atrapada en una mentira, pero en lugar de avergonzarme, la angustia crecía. "No entendemos nada", respondí, mi voz temblorosa, sin poder evitarlo. Mi mente estaba llena de confusión y miedo, pero también había algo dentro de mí que no podía ignorar: esa sensación de que algo en él era importante, algo que tenía que ver con nosotros, aunque no sabía qué.

"Lo que está pasando es más grande de lo que parece", continuó, y aunque sus palabras parecían dirigirse a Jasper y Alice, sus ojos seguían fijos en mí, como si esperara algo más, algo que yo misma no comprendía.

Jasper, como siempre, dio un paso hacia adelante, su postura protectora y firme. "No estamos aquí para causar problemas, Edward. Solo queremos entender qué está pasando. Y sí, necesitamos ayuda. Pero eso no cambia lo que somos, ni lo que hemos vivido."

Hubo una tensión palpable en el aire, como si el simple hecho de estar en la misma misma zona estuviera causando una fricción invisible. Edward nos miró como si ponderara sus opciones. Por un momento, sentí que podría rechazar nuestra presencia, que nos mandaría lejos con una sola palabra, pero luego algo en su rostro se suavizó, aunque no del todo.

"Venid conmigo", dijo finalmente, en un tono tan serio que no dejaba espacio para dudas. "Hay mucho que discutir, y menos tiempo del que pensáis. Pero si vais a estar aquí, necesito saber más sobre vosotros."

Comenzamos a caminar detrás de él, cada uno con sus propios pensamientos, y mientras lo observaba de espaldas, sentía que el misterio de esa niebla, de ese lugar y de Edward, apenas estaba comenzando. Había algo extraño en su presencia, algo que me atraía y me asustaba a la vez. Quizás era la forma en que se movía con tanta seguridad, o la intensidad de su mirada que parecía conocerme más que yo misma.

Nos dirigimos hacia una pequeña colina, donde la niebla comenzaba a disiparse ligeramente. Allí, en la cima, había un grupo de hombres, algunos con ropas de aspecto medieval, otros con armaduras gastadas que reflejaban la luz débil del día. Los observé en silencio mientras me sentaba junto a Jasper y Alice, sintiendo que la situación se volvía aún más extraña.

"Este es mi clan", dijo Edward en voz baja, como si estuviera explicando algo obvio. "Y vosotras, ¿quiénes sois realmente?"

Mis manos se apretaron contra mis piernas, como si pudiera sujetarme a la realidad si tan solo lo intentaba con más fuerza. "Nosotros... venimos de un tiempo diferente, de un lugar diferente. Pero aquí estamos, sin poder volver atrás. No sé cómo llegamos, pero necesitamos respuestas."

El silencio entre nosotros se hizo espeso, y aunque Edward parecía estar asimilando nuestras palabras, había algo en su expresión que me hacía dudar. No sabía si era la desconfianza o si había algo más en su mirada, algo que no alcanzaba a comprender. Algo que, de alguna manera, sentía que me estaba afectando.

Después de un rato, Edward dio un paso atrás, dejando que el resto de su clan se acercara lentamente. Cada uno de ellos nos miraba con curiosidad, algunos con una sospecha evidente, otros con un interés que no podía descifrar.

"Vamos a tener que hablar más sobre esto", dijo Edward finalmente, su tono más suave, pero aún cargado de una presión invisible. "Pero por ahora, os invitaré a quedaros aquí. Hasta que comprendamos cómo habéis llegado. Porque, creedme, no es solo la niebla lo que está fuera de lugar. Hay algo mucho más grande detrás de todo esto."

Mis pensamientos giraban en mil direcciones. Algo no estaba bien. No solo la niebla, ni el hecho de estar en un tiempo que no nos pertenecía. Había algo en el aire, algo palpable, que me hacía sentir como si estuviera atrapada en una historia que ya había comenzado mucho antes de mi llegada. Y Edward… Edward tenía algo que ver con todo esto. Algo que no alcanzaba a entender aún, pero que me estaba comenzando a obsesionar.

"Lo que sea que esté pasando... estoy segura de que tiene que ver contigo, Edward", susurré, casi sin darme cuenta. Pero él me escuchó, y me dio la impresión de que no estaba tan seguro de lo que yo pensaba.