Capítulo 12

Me encontraba completamente confundido.

Y la razón de mi desconcierto estaba justo a mi lado: Izayoi Saigou.

La sorpresa en el salón fue evidente cuando entró esta mañana. El murmullo de los estudiantes no se hizo esperar, y no los culpaba. Ayer mismo la habíamos visto en perfectas condiciones, moviéndose con su energía habitual, pero hoy...

Hoy parecía haber salido de una película de guerra.

Sus brazos, cuello y piernas estaban envueltos en vendas, como si hubiera sido atropellada por un camión en movimiento. Aunque su expresión era tan despreocupada como siempre, el contraste entre su actitud relajada y su evidente estado físico era suficiente para hacer que cualquiera levantara una ceja.

"¿Qué demonios le pasó?"

No fui el único en pensarlo. Algunos de nuestros compañeros la miraban con asombro, mientras que otros susurraban entre ellos, probablemente inventando sus propias teorías sobre su lamentable estado.

Finalmente, incapaz de contenerme más, decidí preguntarle.

"... Oye, Izayoi-san." Me incliné un poco hacia ella, bajando la voz para que solo ella pudiera escucharme. "¿Qué te pasó?"

Ella giró su rostro hacia mí con una sonrisa ladeada, como si no fuera nada importante.

"Ah, esto." Se señaló a sí misma con un gesto casual. "Solo fue un pequeño entrenamiento."

La manera en que lo dijo, como si fuera lo más normal del mundo, me dejó sin palabras.

"¿Pequeño? ¡Pareces una momia!"

Me tomó un momento asimilar su respuesta. Tragué saliva antes de hablar de nuevo.

"¿T-te refieres a esto como 'pequeño'?"

Ella se encogió de hombros. "Senji dice que, si no terminas con el cuerpo adolorido después de entrenar, entonces no lo hiciste bien."

Mi ojo tembló ante su respuesta.

"¿Qué clase de entrenamiento ha estado haciendo esta chica?"

No sabía quién era ese tal Senji, pero si esto era el resultado de su entrenamiento, prefería mantenerme lo más lejos posible de él.

Después del impactante regreso de Izayoi envuelta en vendas como si hubiera sobrevivido a un apocalipsis, la mañana transcurrió con relativa normalidad. Bueno… tan normal como podía ser cuando una de tus compañeras de clase hablaba de entrenamientos infernales como si fueran ejercicios matutinos.

Pero ahora, había algo mucho más importante en mi mente.

La misión definitiva.

Mis amigos y hermanos de batalla en el camino del erotismo, Matsuda y Motohama, habían estado planeando este momento durante toda la semana. La oportunidad de oro había llegado: el club femenino de natación tenía práctica hoy, y eso significaba solo una cosa…

"¡Un vistazo a la utopía!"

Mientras el sol brillaba en lo alto, nos escabullimos cuidadosamente por los pasillos exteriores de la escuela, con los latidos acelerados y la adrenalina al máximo. Cada paso nos acercaba más a la promesa de una visión celestial: chicas desnudas.

Matsuda se deslizó contra la pared, levantando la mano en un gesto militar. "¡Objetivo a la vista! ¡Avanzamos en formación, muchachos!"

Motohama ajustó sus lentes con una sonrisa pervertida. "Mis cálculos indican que, en este momento, al menos un 78% de las chicas ya deberían estar cambiándose. Debemos proceder con sigilo."

Yo asentí con seriedad. "Por el bien de la humanidad, no podemos fallar."

Con el sigilo de ninjas en una misión suicida, nos acercamos al vestuario femenino. La puerta estaba ligeramente entreabierta. Una brisa cálida nos golpeó el rostro, llevándonos el aroma de shampoo y loción corporal.

"¡Es ahora o nunca!"

Matsuda y Motohama se pegaron a la pared, dándome la señal de que yo fuera el primero en mirar. Tragué saliva, sintiendo que el destino me llamaba. Lentamente, con el corazón latiendo a mil por hora, me incliné para asomarme…

Y entonces…

"Pervertidos."

Una sola palabra, dicha con una voz estoica y carente de emoción, hizo que mi alma abandonara mi cuerpo por completo.

Giré lentamente la cabeza y ahí estaba ella.

Shirone-san.

Su expresión permanecía inmutable, como si ya hubiera anticipado nuestro intento desde el principio. Sus ojos avellana reflejaban un juicio absoluto, como si mirara a tres insectos insignificantes que intentaban desafiar lo inevitable.

El pánico se apoderó de mí.

"¡Mierda, mierda, mierda!"

Matsuda fue el primero en reaccionar. "¡Plan de escape alfa!"

Motohama y yo no lo pensamos dos veces antes de girarnos y correr como locos. Sin embargo, apenas dimos un paso cuando sentimos un peso aterrador sobre nuestros hombros.

Una presión abrumadora.

El aire se volvió denso.

Con una fuerza sobrehumana, Shirone nos tomó de los cuellos de nuestras camisas y, antes de que pudiéramos procesarlo, nos estrelló contra el suelo con una llave digna de un luchador profesional.

La vida pasó ante mis ojos.

"Así es como muero..."

Shirone nos miró desde arriba, sin cambiar su expresión. Luego, sin decir nada más, nos arrastró como sacos de basura lejos del vestuario.

El sueño había terminado.

La utopía… destruida.

Y así, nuestro glorioso intento de alcanzar la divinidad terminó con nosotros siendo dejados en la parte trasera del edificio escolar, sin más que el polvo y el lamento de nuestra derrota.

Matsuda se sentó en el suelo, frotándose el cuello. "Chicos… creo que vi la muerte de cerca."

Motohama ajustó sus lentes temblorosamente. "Mis cálculos eran incorrectos. No habíamos contemplado la variable Shirone-san."

Yo simplemente suspiré, mirando el cielo. "Teníamos un sueño… pero el destino dijo 'No'."

Mientras los tres nos lamentábamos en nuestra derrota, mi celular vibró en mi bolsillo.

Un mensaje nuevo.

Lo saqué con desgana y mis ojos se abrieron un poco al leer el remitente:

Yuuma-chan.

"Issei-kun, ¿te gustaría salir conmigo este fin de semana?"

Parpadeé varias veces, asegurándome de que no estaba alucinando.

Mis amigos notaron mi reacción y se acercaron de inmediato.

"¿Qué pasa, Issei?" preguntó Matsuda, inclinándose hacia mí con curiosidad.

Yo seguía mirando la pantalla, como si en cualquier momento el mensaje fuera a desaparecer por arte de magia. Pero ahí estaba, claro como el agua.

Entonces, lentamente, una sonrisa comenzó a formarse en mi rostro.

"Chicos… parece que me espera una cita."

Matsuda y Motohama se quedaron en silencio durante un segundo. Luego, como si sus cerebros finalmente hubieran entendido mis palabras, reaccionaron de la única manera en que sabían hacerlo.

"¡¿QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEEEE?!"

El grito fue tan fuerte que algunos estudiantes que pasaban cerca se giraron para ver qué estaba ocurriendo.

Matsuda me sujetó por los hombros con una mezcla de emoción y desesperación. "¡Dime que es una broma! ¡Dime que no es cierto, Issei!"

Motohama revisó sus lentes, como si con eso pudiera comprobar si había algún fallo en la realidad. "No puede ser… según mis cálculos, la probabilidad de que Issei tenga una cita con una chica hermosa era del 0.001%."

Sonreí con aún más orgullo, sintiendo la energía de la victoria recorrer mi cuerpo.

"¡Pues parece que acabo de romper esas estadísticas, idiotas!"

Matsuda cayó de rodillas, con los puños cerrados y temblando. "No… no puede ser. ¿Cómo pudiste conseguir una cita antes que nosotros? ¡¿En qué momento el mundo se volvió loco?!"

Motohama se llevó una mano al pecho. "Mi corazón… siento que mi espíritu ha abandonado mi cuerpo."

Reí con superioridad. ¡Este era mi momento!

"¡Finalmente, chicos! ¡El gran Issei Hyoudou ha sido bendecido por los dioses del romance! ¡Una chica hermosa quiere salir conmigo!"

Ellos solo me miraban con expresiones de total incredulidad.

Matsuda, aún en el suelo, murmuró: "¿Quién… quién es la afortunada?"

Di un paso hacia atrás, dramáticamente, antes de anunciar con una sonrisa engreída:

"Su nombre es Yuuma-chan."

Mis amigos intercambiaron miradas antes de gritar al unísono:

"¡¿Y QUIÉN DEMONIOS ES ELLA?!"

Nos alejamos del patio trasero y nos dirigimos hacia un banco cerca de la escuela, donde les expliqué cómo conocí a Yuuma-chan hace unos días, cuando me acerqué a ella por impulso y, para mi sorpresa, aceptó hablar conmigo.

"Nos llevamos bien y me pidió mi número," expliqué con una sonrisa. "Pero nunca pensé que sería ella quien me invitaría primero."

Matsuda me miró con sospecha. "Esto… esto no tiene sentido. Normalmente las chicas nos rechazan sin pensarlo dos veces."

Motohama asintió con la misma expresión de duda. "Exacto. Algo no encaja aquí… Issei, ¿estás seguro de que no es una trampa?"

Fruncí el ceño. "¿Por qué todos asumen que esto es una trampa? ¿Tan imposible es que una chica se fije en mí?"

"¡Pues sí!" exclamó Matsuda. "¡No porque seamos horribles, sino porque la sociedad está en nuestra contra!"

Motohama levantó un dedo como si diera una conferencia. "Las estadísticas no mienten, Issei. Esto… esto es algo que desafía la lógica del universo."

Rodé los ojos y volví a mirar mi celular, observando el mensaje otra vez.

"No me importa lo que digan. Esto es real."

Tomé aire y sonreí con confianza. "Chicos, sé que están en shock, pero esto es mi destino. Mi era dorada está comenzando."

Matsuda apretó los dientes y me señaló con dramatismo. "Issei… si logras que esta cita sea un éxito… te reconoceré oficialmente como un hombre entre los hombres."

Motohama se ajustó las gafas. "Yo… yo aún no puedo aceptarlo. Necesito más pruebas."

Negué con la cabeza. "No necesito pruebas, amigos míos. Solo necesito que esperen y vean."

Ellos me miraron con incredulidad, pero yo estaba demasiado emocionado para preocuparme por sus dudas.

¡En unos días, tendría mi primera cita con una belleza!

Nada, absolutamente nada, podría salir mal.

Después de sobrevivir al colapso mental de mis amigos por mi próxima cita con Yuuma-chan, finalmente me despedí de ellos y emprendí el camino de regreso a casa.

El aire fresco de la tarde soplaba suavemente mientras caminaba por el parque que siempre atravesaba en mi ruta. Todo parecía normal: niños jugando, ancianos alimentando a las palomas, parejas sentadas en los bancos…

Pero entonces, algo llamó mi atención.

A unos metros delante de mí, un extraño dúo de niños caminaba tranquilamente por el sendero de piedra.

Mi primer instinto fue ignorarlos. Después de todo, eran solo un par de niños, ¿qué tenía de raro eso?

Pero cuando mis ojos realmente los enfocaron, un escalofrío me recorrió la espalda.

La primera era una niña de cabello negro azabache, largo y sedoso, atado en una cola con un gran lazo morado que resaltaba contra su oscuro cabello. Sus ojos eran de un gris profundo, carentes de emoción, y su vestido negro de una pieza, con detalles morados y volantes en la falda, le daba un aire de elegancia… o quizás, de algo más.

Junto a ella caminaba un niño que me dejó sin palabras.

Cabello corto y blanco, ojos rojos con pupilas finas y afiladas. Y lo más inquietante… dos pequeños cuernos sobresalían de su frente, apenas visibles entre sus mechones.

"¿Qué…?"

Por alguna razón, mi cuerpo se tensó.

No sabía qué era más raro: el hecho de que un niño tuviera cuernos, o que ambos caminaban con una tranquilidad casi inquietante, como si fueran personajes de ficción traído a la vida real.

"No es mi problema."

Intenté ignorarlo, diciéndome que probablemente solo estaba viendo cosas. Pero cuando pasé junto a ellos, el niño de cabello blanco giró la cabeza ligeramente en mi dirección… y me miró.

Por alguna razón, mi cuerpo se congeló.

No era una mirada agresiva ni amenazante, pero tampoco era la mirada de un niño normal. Había algo en esos ojos rojos que me hacía sentir como si… como si me estuviera evaluando.

Como si supiera algo que yo no.

Era difícil de explicar. No parecía un niño normal, pero tampoco había algo que pudiera señalar como "sospechoso". Solo era… extraño.

"Tal vez estoy cansado. Sí, eso debe ser."

Desvié la mirada y aceleré el paso, queriendo alejarme de esa sensación incómoda.

Pero cuando estuve lo suficientemente lejos, volteé para echar un último vistazo.

Y entonces…

Ya no estaban ahí.

Fruncí el ceño.

"¿Eh? ¿A dónde demonios se fueron?"

Miré a mi alrededor, pero no los vi por ninguna parte. No podía haber pasado ni un minuto desde que pasé junto a ellos, y el parque era un espacio abierto. No había manera de que desaparecieran así de rápido.

Sentí un ligero escalofrío recorrer mi espalda.

No sabía qué era… pero algo en esos dos niños no era normal.

Sacudí la cabeza y solté un suspiro.

"Bah, ¿qué estoy pensando? Seguro se metieron por algún sendero que no vi."

Decidí no darle más vueltas y seguí mi camino.

Después de todo… lo único que realmente importaba ahora era mi cita con Yuuma-chan.

Sí, eso era lo único que importaba.

Desde la azotea de un edificio alto, dos pequeñas figuras observaban en silencio al adolescente que desaparecía entre las calles iluminadas de la ciudad.

La brisa nocturna revolvía los cabellos de la niña de oscuros mechones, atados en una larga cola con un lazo morado. Su vestido negro con detalles morados flotaba levemente con el viento, pero su expresión permanecía inmutable, indiferente a todo lo que la rodeaba.

A su lado, el niño de cabello blanco cruzó los brazos, con su mirada fija en el punto donde Issei había estado hace unos segundos. Sus ojos rojos se iluminaban.

"¿Y bien?" preguntó la niña, sin apartar la vista del horizonte.

El niño cerró los ojos por un momento, reflexionando antes de responder.

"… Es demasiado débil."

La niña ladeó la cabeza, pero no mostró sorpresa.

"Porque aún no ha despertado su poder."

El niño entreabrió un ojo, chasqueando la lengua. "Hmph. Supongo que por eso lo han dejado tranquilo hasta ahora."

La niña asintió lentamente.

"El Sekiryuutei de esta generación… todavía está dormido."

El niño giró la vista hacia el cielo estrellado, pensativo.

"Entonces, ¿lo dejamos así?"

La niña se giró hacia él, sus ojos grises reflejando la luz de la luna.

"Por ahora, sí."

El viento sopló con más fuerza, levantando polvo y hojas secas de la azotea. Y cuando la brisa pasó… los dos niños ya no estaban ahí.

A lo lejos, la silueta de Issei Hyoudou se perdía entre las luces de la ciudad, sin saber que su destino ya estaba escrito y que pronto, muy pronto… el dragón dentro de él despertaría.