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CAPÍTULO 54
DESPEDIDAS
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Había caminado por la Aldea gran parte de la tarde, al punto que tenía las manos tan heladas que apenas sentía la punta de los dedos. No obstante, el dolor en el pecho era mucho más punzante que cualquier viento helado congelándole las mejillas.
A diferencia de otros chicos de su edad, Naruto no contaba con una madre que le dijera que se abrigara antes de salir o que no llegara pasado la hora de la cena. Ahí estaba en medio de la nieve que caía vistiendo ropa ligera, sintiendo escalofríos recorrerle desde los pies a la nuca.
Nunca se había quejado demasiado por ello, pero de vez en cuando, no podía evitar sentir algo de envidia de todos los mocosos que pasaban con gorros, bufandas y guantes tejidos por sus madres. También hubiese deseado contar con una persona que se preocupara así de él.
Si algo como lo que le ocurrió a Gaara-san te llegase a suceder se me rompería el corazón.
Gruñó apretando las manos dentro de su bolsillo.
Hinata había tejido una bufanda para Sasuke. La veía todos los días alrededor de su cuello, así como los guantes que él empleaba para entrenar su shurikenjutsu en medio de la nieve. Su amigo se lo había dicho en alguna ocasión cuando lo tomó por el extremo de la bufanda gris que portaba y casi la destrozó mientras entrenaban.
Si arruinas esto jamás te lo perdonaré, usuratonkashi―le había dicho Sasuke mientras revisaba que la bufanda no estuviese arruinada más allá de toda reparación.
¿Eh? ¡Es sólo una bufanda! ―le había respondido Naruto, subiendo una ceja con desagrado.
No es sólo una bufanda―entonces los ojos de Sasuke se perdieron en la lana gris―.Hinata... la hizo.
Lo recordaba. Podía verla acercarse a Sasuke con las mejillas sonrojadas y entregándole una bufanda, poniéndola alrededor de su cuello con una sonrisa gentil en aquellos meses de invierno en que él no había estado allí para crecer junto a sus amigos. Podía imaginarse la escena perfectamente. El lazo entre ellos era tan profundo que ni si quiera parecía necesitar de más explicaciones que aquellas simples palabras de Sasuke para que Naruto supiese lo importante que era dicho objeto para él.
No obstante, nunca había habido una bufanda para Naruto. La había estado esperando todo el otoño, y ésta nunca llegó. Ni siquiera se atrevía a pedírselo a Hinata, creyendo que algo así...
...se me rompería el corazón.
La voz de Hinata estaba haciendo estragos en su mente.
Se habría sentido tan bien que algo así de cálido rodeara su cuello.
Algo tan cálido como Hinata―pensó, descorazonado.
¿Qué importaba si le había tejido una bufanda a Sasuke y a él no? Hinata le había dado algo más cálido en que una simple bufanda durante todos esos años en el Equipo Siete. Era sólo cosa de que pensara en ella y todo en su cuerpo se sentía confortado.
Cada vez que pensaba en su compañera inevitablemente sonreía. Así había sido por años. Hinata siempre había estado ahí para él. Siempre la había visto como alguien en quien confiar, que lo aceptaba, en quien podía apoyarse y depender. ¿Entonces por qué, cuando realmente hubiese necesitado su apoyo incondicional, ella había titubeado?
Tal vez, tal vez Hinata no pensaba que fuera alguien capaz de cumplir con su palabra. Quizás todo ese tiempo pensaba lo mismo que todos los demás, que él era un perdedor, que nunca podría alcanzar nada más que el grado de Genin y que su sueño de convertirse en Hokage era algo ridículo. ¿Qué tal si sólo lo veía como un arma que no podían llegar a perder?
No. Definitivamente lo que le dolía no era su silencio, sus mentiras, sus secretos. Lo que realmente lo destrozaba era que ella no hubiese confiado en él. Había pasado tanto tiempo buscando la aprobación de los chicos de su edad, de los Aldeanos, de los shinobis, de todos a su alrededor... había luchando porque los demás lo reconocieran en vez de aislarlo. Había puesto de lado todo el odio y la oscuridad con que había crecido porque ella y Sasuke lo habían aceptado, mostrándole lo que significaba tener amigos. Que Hinata dudara de él así...
Supongo que ahora entiendo lo que significa eso de que se te quiebre el corazón―pensó mientras la nariz le cosquilleaba al subir las escaleras exteriores de su casa y ver los almácigos con menta azul comenzando a germinar.
Abrió la puerta desanimadamente y arrastró los pies hasta su habitación. Tan pronto abrió la puerta notó que Sasuke estaba dentro, sentado sobre la mesa en donde guardaba los pergaminos y libros que había estado forzándose a sí mismo a leer para estudiar un poco más y no quedar atrás. Miraba con desagrado el bolso que Naruto había empacado la noche anterior cuando decidió que tan pronto oscureciera ese día, se marcharía de la Aldea.
Los ojos de su compañero de equipo lucían serios, fríos, casi distantes. Dejó escapar un suspiro pesado, sabiendo qué tipo de conversación iban a tener ahora. Sasuke no necesitaba si quiera decirlo, lo veía en su mirada penetrante.
―¿Ya te lo dijo, no? ―respondió Naruto rodando los ojos, intentando mostrarse desinteresado pero seguramente no engañaba a nadie. Hasta su chakra estaba fluyendo de forma irregular.
―¿Qué crees tú? ―le preguntó Sasuke con frialdad.
―Creo que ambos deberían dejarme en paz y permitirme decidir por mí mismo.
―No puedo hacer eso en este momento.
Las palabras de Sasuke sonaron más duras que de costumbre. Naruto podía percibir que su resolución era bastante firme y que no pretendía pasar por alto la situación, por mucho que le dijera que deseaba estar solo o que se marchara.
―¡Ella sabía lo que pasaba en la Aldea de Gaara! ―exclamó finalmente, casi gritando―... y no me lo dijo. ¡No me lo dijo!
―¿Y? ―le preguntó Sasuke ladeando levemente el rostro y subiendo una ceja―. ¿Te tiene que decir todo?
―¿No crees que era algo importante y que yo debía saber? ―le preguntó irritado.
―Sí. Lo es. También me molestaría que tú o ella me ocultaran algo importante para mí ―Sasuke suspiró, saltando de la mesa y caminando hacia Naruto. Por un momento titubeó, bajando la mirada, pero cuando volvió a subir sus ojos Naruto comprendió que Sasuke le diría algo que era un tanto difícil de decir―. Pero deberías intentar al menos comprender por qué no te lo dijo.
―¿Qué quieres decir? ―preguntó, irritado, sin querer escuchar la verdad que sabía que venía.
―A Hinata... le importas. Más de lo que te mereces ―Naruto frunció las cejas. No por lo que le decía Sasuke, pues era algo que él tenía claro. Sino, porque sintió el dolor que le causaba decirlo, como una admisión que hería una parte de él que no dejaría que nadie, ni si quiera Naruto, viese. ¿Por qué? ¿Por qué mostraba ese rostro al decirlo y sonreía con esa tristeza?―. Y estás actuando como un imbécil. Te conozco lo suficientemente bien como para saber lo que vas a intentar hacer. Tan pronto salga de esta habitación irás a tu armario y terminarás de meter tu triste gorrito de dormir en la mochila junto a un par de paquetes de ramen e intentarás ser más inteligente que todos los miembros de ANBU que constantemente nos vigilan para escabullirte afuera de la Aldea. ¿Me equivoco?
―Espero que no intentes persuadirme de quedarme en Konoha mientras están atacando el País de Gaara. Me conoces mejor que eso.
―No voy a intentar hacerte cambiar de opinión. Lo que hagas de ahora en adelante y las consecuencias de tus acciones, sólo te pertenecen a ti. Si tu sueño es proteger la Aldea de Gaara, adelante, ve ―dijo Sasuke, cruzando los brazos―. Sólo deberías saber esto, ya que tu estupidez impide que veas las cosas de vez en cuando ―Naruto gruñó cuando se lo dijo de esa manera arrogante―. Hinata no te mintió porque no confíe en ti. Ella lo hizo porque está tratando de protegerte. De proteger tu verdadero sueño. Ser el Hokage de esta Aldea. Difícilmente lo serás si te matan.
―No puedo ser Hokage si no puedo mantener una promesa.
―Lo comprendo. También hice una promesa ―Sasuke bajó los parpados, su mirada se volvió un tanto más oscura―. ¿La recuerdas?
―Matar a Itachi.
―Así es. Pero no lo he hecho aún. ¿Sabes por qué? ―Naruto negó―. Porque sería estúpido de mi parte hacerlo sin un plan. Cuando finalmente obtenga mi venganza por lo ocurrido con mi familia, no puede haber margen de errores. No puedo morir cuando pelee contra mi hermano. Tengo que vivir el tiempo suficiente para asegurarme de que él pague por todo lo que hizo y he empezado a pensar últimamente que matarlo sería demasiado fácil. Necesita pagar el resto de su vida, día tras día, con miseria y sufrimiento. No es venganza lo que quiero, es justicia.
Naruto se quedó en silencio meditando lo que acababa de escuchar. Podía comprender también la urgencia en el deseo de Sasuke, pero a diferencia de él, su amigo no estaba pensando en empacar sus cosas y perseguir a su hermano mayor en tierras lejanas y desconocidas.
―¿Entonces? ¿Debería olvidar todo esto? ―le preguntó Naruto irritado por las palabras que lo obligaban a meditar en su propia determinación―. Me conoces. Sabes que no puedo quedarme sin hacer nada. Gaara murió protegiendo ese lugar y ahora... ellos...
―No me estás entendiendo ―Sasuke suspiró, cerrando los ojos―. Comprendo tu necesidad de hacer algo, de ir a ese lugar, incluso de morir si tienes que hacerlo. Como hombre, respeto que quieras mantener tu palabra ―cuando abrió los ojos, éstos mostraban una calmada resolución que a Naruto le pareció escalofríante―. Lo que estoy intentando decirte es que no puedes hacer esto sin pensarlo. Esto es algo que no puedes simplemente hacer por impulso, orgullo o estupidez... no sin antes trazar un plan ―entonces, Sasuke le sonrió―. Y como dudo que tengas la capacidad o inteligencia para ello, voy a ir contigo al País del Viento.
La habitación se volvió horriblemente silenciosa mientras Naruto intentaba procesar lo que acababa de escuchar. En su rostro se reflejó su sorpresa.
―¿Por qué? ―preguntó perplejo.
―Hay varias razones ―prosiguió Sasuke―. Pero la más importante es porque Akatsuki irá tras de ti. Si estoy contigo, eso significa que me encontraré con Itachi. O al menos con alguien que sepa donde está.
―Está bien ―Naruto no esperaba una respuesta de ese tipo, pero la aceptaba. Prefería la honestidad seca de Sasuke que haberlo oído fingir palabras sobre ser amigos e ir juntos hasta el final―. Debemos escabullirnos de la Aldea de algún modo sin que nadie se de cuenta. ¿Tienes un plan para eso?
―Usaré mi sharingan en los guardias de la entrada. Para cuando se den cuenta que salimos sin autorización estaremos a un día de distancia. Considerando que nos demoraremos tres días en llegar a Sunagakure, no creo que puedan detenernos ―dijo Sasuke suspirando―. Pero antes tengo algo que decirte.
―¿Qué?
―Naruto, no somos tan fuertes como crees ―el tono de Sasuke sonaba frío y serio. No había vergüenza en sus palabras sino que las decía como un hecho irrefutable. Naruto lo observó perplejo―. Gaara era más fuerte que tú y que yo juntos, pero no pudo hacer nada cuando un miembro de Akatsuki luchó contra él. Y sin Hinata y Kakashi en nuestra formación, no sé qué tanto podamos durar si nos atacan enemigos que nos superen en habilidades y fuerzas.
―¿Cuál es tu punto al decirme todo esto, Sasuke?
―Quiero que estés consciente de que si vamos al País del Viento, vamos a morir. De una u otra forma.
Sasuke no estaba jugando, ni estaba exagerando. Sabía lo que significaba ir a enfrentarse a Akatsuki sin un plan claro o la preparación. También comprendía lo impulsivo que estaba actuando debido a la rabia que sentía, pero le costaba calmarse y actuar de otra manera.
―Por otra parte, sin Kakashi aquí, yo soy el líder del Equipo Siete ―Naruto frunció el ceño ante su declaración―. Y tendrás que obedecerme en cualquier estrategia o plan que formule de ahora en adelante. ¿Aceptas esto?
―Supongo que no tengo opción ―bufó abnegado ante las palabras de su amigo―. Sasuke, no me importa el riesgo de hacer algo así. Si muero, significa que nunca tuve lo necesario para ser Hokage de cualquier modo. Sólo no puedo quedarme esperando mientras sé lo que está ocurriendo. No soy un cobarde. Sólo un cobarde retrocede en su palabra cuando ya la ha dado.
―Lo sé ―Sasuke suspiró―. También quiero que tengas claro que incluso si no nos mata Akatsuki o los shinobis del País de la Tierra, el castigo que recibamos de Konoha por hacer esto podría ser incluso más grave. Podrían encerrarnos el resto de nuestras vidas ―entonces, sus ojos tomaron un filo peligroso que atravesó a Naruto como un kunai―. Y si cualquiera de estas cosas ocurre, no podré... no podré vengar a mi clan y eso es algo que destruiría mi propio sueño. ¿Estás consciente de eso? Yo me convertiré en alguien que no puede cumplir con sus propias palabras.
―¿Entonces qué sugieres? ―exclamó Naruto con pesadez. Sentía que Sasuke lo intentaba disuadir de alguna forma y aquello lo irritaba―. ¿Qué me quede sin hacer algo mientras destruyen el país de Gaara?
―¡Que denso eres! ―Sasuke lo tomó del cuello de la camiseta―. Si vamos a hacer esto debemos ser más inteligentes que el enemigo. Y nuestro enemigo no es sólo el País de la Tierra. Es Akatsuki. Es la Godaime. Es el Consejo de Konoha ―las manos de Sasuke temblaron―. Es Itachi. Y tenemos que asegurarnos de que cualquier paso que demos...
―¡Que ruidosos son! ―la voz de Jiraiya desde la puerta alertó a ambos, haciendo que sus rostros se pusieran pálidos―. Si van a planificar un gran escape y actos heroicos, al menos podrían tener el cuidado suficiente de no hacerlo con tanto escándalo.
Naruto se preguntó cuánto de lo que acababan de decir su maestro había escuchado. Pensaba que no estaba allí, la casa estaba vacía cuando llegó. Se había asegurado de eso cuando pensó en empacar sus cosas.
El hombre ladeó el rostro, esperando una respuesta, pero tanto Sasuke como Naruto permanecieron en completo silencio.
―¿Acaso no les dije que partiríamos muy pronto? ―les preguntó soltando un suspiro.
―Usted sabía lo que estaba ocurriendo en el País de la Tierra, por eso nos quería sacar de la Aldea ―reclamó Naruto, molesto.
―En parte sí, en parte no ―respondió Jiraiya―. Pero tampoco me dieron demasiadas opciones como para poder decirles lo que ocurría. De cualquier forma no es mucho lo que podía decir, no porque fuese algún tipo de secreto, sino porque ni si quiera Tsunade sabía del todo cómo iba aprocederla Aldea. Verán, estas cosas, no son decisiones de una sola persona ―Jiraiya se cruzó de brazos y se reclinó contra el marco de la puerta―. Ha habido una interesante reunión del consejo de Konoha hoy. Se votó sobre la participación de la Aldea en este nuevo conflicto. Danzo y el Consejo insistieron en convencer a los líderes de Konoha en que se debía hacer todos lo posible para mantenernos al margen de este conflicto en el frontera. Que debíamos romper nuestro acuerdo con Sunagakure y dejarlos defenderse por su cuenta. Incluso se insinuó que esta era la oportunidad perfecta para atacarlos y destruirlos. Que sólo así Konoha obtendía una paz más duradera.
―¡Pero es el País de la Tierra que ha atacado al País del Viento! ―se quejó Naruto―. ¿Qué paz pueden esperar así?
―¿Me podrías dejar terminar de hablar? ―le pidió Jiraiya con un poco más de seriedad―. Todos permanecieron callados y parecían estar prontos a aceptar esto... Todos, excepto el clan Hyūga.
―¿Qué? ―Naruto frunció el ceño. Sasuke levantó el rostro con interés escuchando lo que Jiraiya tenía que decir.
―Bueno, no precisamente el líder del clan Hyūga, sino, Hinata-san. Tomó la palabra interrumpiendo a Homura cuando hablaba sobre que este conflicto no nos pertenece y les dijo que si Konoha no puede mantener los términos que firmaron en el Pacto de Alianza con Suna, entonces, que todos ellos carecían de honor y que no estaban capacitados para liderar la Aldea.
―¿Y su padre le permitió hablar así? ―preguntó Sasuke, sinceramente asombrado.
―Sí. La apoyó cuando ella terminó de hablar ―prosiguió Jiraiya―. Les recordó que la palabra del clan Hyūga no era voluble y que si ellos habían acordado ayudar a Sunagakure en caso de agresiones, no iban a romper su compromiso. Luego Hinata presentó una moción: Si Konoha no asistía en su totalidad al País del Viento, debían buscar términos de paz en la frontera, fuese como fuese.
―¿Qué se votó? ―preguntó Sasuke frunciendo el ceño.
―Los clanes de la Aldea votaron por llegar a un acuerdo de paz con el País de la Tierra en vez de mantenerse al margen. Se enviaran negociadores mañana para mediar en el conflicto y se presentarán términos al Tsuchikage para que cese las hostilidades en la frontera ―Jiraiya sonrió mirando a Naruto.
―¿De verdad? Eso es grandioso ―exclamó Naruto sonriendo por primera vez en todo ese largo día.
―Nunca pensé que Hinata-san pudiese hablar así. Debieron verla parándose allí, de igual a igual con Danzo y los demás. Todos se quedaron en silencio mientras ella reclamaba preguntándoles dónde quedaba el honor de Konoha cuando se habían firmado alianzas con Sunagakure. Les gritó que debían enviar a toda la Aldea a proteger a nuestros aliados o buscar la paz con el Tsuchikage de forma inmediata. Dijo algo sobre... ―miró a Naruto con especial interés―... que ella y el clan Hyūga no iban a retroceder ni retractarse ahora, ya que habían dado su palabra. Que ese era su nindo.
Algo punzo en el pecho de Naruto cuando lo escuchó. Una necesidad imperante de verla se apoderó de él, un sentido de vergüenza le coloreó las mejillas mientras su corazón latía rápido.
No lo notó, pero los ojos oscuros de Sasuke se posaron sobre él, notando la forma en que sus facciones habían cambiado.
―Creo que ambos se habrían sentido orgullosos de tener una compañera de equipo así ―dijo Jiraiya desordenándole el cabello a Naruto cuando notó su mutismo―. Fue quien más instó a esos tres viejos a que tomaran una decisión que asegurara la estabilidad de las relaciones de Konoha con ambos países. El resto de los clanes voto a favor de que si las negociaciones fallan, Konoha se una a apoyar a Sunagakure.
―¿De...de verdad? ―preguntó Naruto sonriendo. Por algún motivo su corazón estaba latiendo muy rápido―. ¿Y qué hacemos? ¿Esperamos?
―¿Esperar? Claro que no ―se rio Jiraiya―. Vamos a entrenar como nunca lo hemos hecho hasta ahora. Porque si tienen tanta determinación de vivir como shinobis y planificar escapes para enfrentar grandes peligros, al menos deberán prepararse para los enemigos que tienen aún por delante.
―¿Entonces? ―preguntó Sasuke, impaciente.
―Mañana, al atardecer, partimos.
―¿A dónde? ―preguntó Naruto con curiosidad.
―Al Monte Myōboku.
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Su mirada se encontraba perdida en la fuente de agua que había dejado de subir y bajar. La nieve cubría todo en su manto blanco, haciendo que la residencia del Clan Hyuga se viera aún más hermosa. Hinata suspiró, con un peso en el pecho, sumida entre sus deberes y lo que realmente hubiese deseado crear con el clan.
Ese día había dado su primer paso. Ese día se había parado incluso frente de su padre y tomado la palabra, exponiéndolo delante de los demás clanes de la Aldea. Por mucho tiempo había pensando cómo cambiar al Clan Hyūga desde sus cimientos, crear un nuevo orden de las cosas y erradicar las antiguas tradiciones que los ataban. Pensó que como líder haría las cosas de manera muy diferente, en que las ramas secundarias y principales del clan no tuviesen esa enorme barrera que les impedía ser sólo uno.
En cambio, para su tristeza, había descubierto que todo lo que su familia venía haciendo generación tras generación no estaba basado en un sistema injusto de castas, de servidumbre o sumisión: Todo era para conservar y proteger algo que se les había encomendado para que ella lo pudiese tener y decidir que hacer con ello.
Suspiró y se puso de pie. Sabía lo que tenía que hacer. Era parte de haber tomado la responsabilidad de un líder, hablar como un líder, pensar como un líder.
Proteger a mi clan, como un líder―pensó sintiendo que su estómago se recogía pero alzando el rostro hacia el cielo, sabiendo que más allá de las nubes, la Luna miraba en su dirección.
Toneri―pensó con dolor―. Esto es algo que sólo tú y yo podemos resolver ahora. Cargaré con la responsabilidad de mi clan.
Caminó por el corredor externo del dojo con pies descalzos sintiendo un extraño peso en el pecho con cada paso. Abrió las puertas corredizas, observando a su padre que supervisaba el entrenamiento de Neji y Tokuma, mientras Hanabi contemplaba el combate sentada a una orilla del Dojo concentrada en los movimientos de sus mayores.
La idea de que cualquiera de ellos pudiese ser su futuro esposo le perforó el pecho, pero sabía que era una posibilidad después de lo que acababa de hacer. Había expuesto a su padre frente a toda la Aldea, lo había desautorizado y además, lo había arrinconado a apoyarla para no perder rostro. Neji ya se lo había advertido. Si ella no podía ser la heredera que su padre esperaba, él se vería forzado a tener que desposarla para hacerse cargo del clan Hyūga.
Cuando sus ojos se encontraron con los de su padre, supo sin palabras que estaba furioso por su impertinencia. Por un momento ese mismo instinto de supervivencia que la había cobijado durante toda su infancia amenazó con apoderarse de sus actos, para así esconderse y bajar el rostro ante esa poderosa mirada que le causaba escalofríos. No obstante, no se movió un centímetro y frunció los labios, mostrándole que ya no iba a asustarla mirándola así.
Ya no podía.
―¿Te atreves a mostrar el rostro aquí, ahora? ―preguntó Hiashi Hyūga lentamente, caminando en su dirección―. ¡Me avergonzaste! ―exclamó con fuerza, hablando más alto de lo que Hinata recordaba alguna vez lo hubiese hecho. Incluso Nejii y Tokuma dejaron de entrenar mientras veían la forma en que Hiashi le hablaba a su hija mayor―. Te atreviste a hablar cuando era la primera vez que si quiera te llevaba a una reunión así. ¿Qué dice esto del clan Hyūga? ¿Qué dice esto de mi heredera?
La tensión entre ambos era suficiente para hacer que todos allí los miraran con preocupación. Hinata había sido un constante malestar para Hiashi y ella en cambio aceptaba su rol sumisamente, bajando el rostro, aceptando sus decisiones sin protestar la mayoría de las veces.
No obstante, sus ojos no huyeron del líder de los Hyūga. Esta vez, se veían tan amenazantes como los del hombre.
―Dice que nuestra palabra y voluntad es firme. Que no retrocedemos en nuestros compromisos. Usted recibió al Kazekage en este lugar y se lo dijo personalmente. ¿No lo recuerda, Hiashi-sama? ―le preguntó Hinata recordando la visita de Gaara durante el invierno anterior. Hiashi, quien normalmente era una fuente imperturbable de temor y respeto, se detuvo frente a ella sin avanzar más―. Gaara-sama dijo que nuestro clan era uno de grandes hombres, personas que incluso respetaban en la lejana Sunagakure. ¿Cómo podía esperar que me sentara en esa reunión y los dejara discutir formas para anular nuestro compromiso con ellos? ¿Cómo podemos permitir que nuestro nombre siga siendo reverenciado como los más fuertes de Konoha si usted no es capaz de cumplir su palabra? No podía aceptarlo.
―Nunca fuiste así de impertinente ―dijo Hiashi arrastrando sus palabras de tal manera que incluso Neji pensó que debía intervenir. No obstante, no se movió. Los ojos del hombre estaban fijos en Hinata, incluso su byakugan se había activado―. ¿Crees que puedes desafiar mi autoridad sin consecuencias?
Si él pensaba que su byakugan iba a intimidarla en ese momento, se equivocaba. Le había hecho cosas peores a través de los años que asustarla con su mirada. Su padre le había desprovisto de lo único que realmente deseaba de él: amor.
Su byakugan también se activó.
―No voy a retroceder en mi palabra ―le dijo sin titubear―. No nací sólo para complacerlo y que me transforme en una herramienta que puede utilizar a su conveniencia. Mi deber es con el clan Hyūga. Con su nombre. Con lo que representa en esta Aldea. Con lo que debemos proteger de ahora en adelante.
―¿Y qué es lo que debemos proteger? ―preguntó entonces el abuelo, que se paraba desde la puerta del dojo observando la escena.
―El Byakugan, Oji-sama. Me dijo que encontrara mi destino, pero mi destino me encontró antes ―respondió Hinata con una determinación que hizo que todos la miraran un tanto confundidos, excepto el abuelo.
―Siempre son dos―susurró sonriéndole.
―Debemos prepararnos para lo que se aproxima. No podemos hacerlo si nuestra Aldea observa a la distancia como los demás países Shinobi entran en una guerra sin sentido. Si no podemos asegurar dicha paz, debemos imponerla. Es nuestro deber. Es el camino del clan Hyūga mantener el balance en este mundo.
―Veo que encontraste tu respuesta, Hinata ―dijo el abuelo sonriendo en su dirección, haciendo que incluso Hiashi se sorprendiera―. ¿Sabes qué hacer?
―Sí ―respondió Hinata lentamente―. Por favor, ven Hanabi―la niña la miró con ojos grandes, sin entender lo qué pasaba que hacía que las mejillas de Hinata se llenaran de lágrimas―. Es mi labor como tu hermana mayor protegerte ahora.
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La mochila en su espalda se sentía algo pesada, pero estaba listo. Había empacado todo lo que necesitaría para ese viaje. Miró hacia Konoha desde los tejados de la casa de Naruto, sabiendo que probablemente la próxima vez que estuviese allí, la nieve se acumularía incluso en los techos. En treinta minutos más debía estar en la entrada de la Aldea, preparado para lo que se venía.
―¿Estás seguro de lo que vas a hacer?―le preguntó Naruto arrugando la nariz.
―Sí―respondió Sasuke suspirando―. Vuélvete fuerte Naruto. Tenemos mucho que hacer aún.
―Lo sé. Ero sennin dice que el entrenamiento que Kakashi sensei dejó para mí no será fácil, pero que debemos completarlo antes de que podamos ir hasta el lugar ese donde viven los sapos.
Naruto observó la chaqueta verde que portaba su amigo, e incluso Sasuke notó el orgullo inexplicable que desbordaba de su mirada. No había un sentido de envía o queja, más bien, de felicidad.
Lo habían promovido finalmente a chunin durante la mañana, sin si quiera tener que presentar el examen. Tsunade le había dicho que era necesario para que así pudiese acompañar a la comitiva de negociadores hasta la frontera y que los reportes que había recibido de él hasta el momento tanto de Kakashi como de los otros Jōnin de la aldea, le indicaban que su nivel era mucho más elevado que el de un Genin. Incluso se había discutivo si convertirlo enJōnin directamente.
Estuvo de acuerdo con la misión que le asignaron en vez de deprimirse por no poder entrenar. En ese momento le parecía que viajar con la comitiva de Konoha era una misión que necesitaba tomar. Después de todo, si Hinata había luchado así para conseguir una vía para la paz y Naruto se había decidido en entrenar para ser fuerte y proteger dicha paz, era su misión que los negociadores al menos pudiesen llegar a salvo a la frontera. Cada uno haría su parte para proteger al otro. Cada uno estaba haciendo su parte para proteger a la Aldea.
―Antes de que te vayas al Monte Myōboku, despídete de ella―le dijo Sasuke mientras bajaba del tejado de un salto―. Si vuelvo y aún están peleados, te daré la paliza de mi vida.
Naruto no respondió, pero Sasuke supo que eventualmente lo haría. Y aquello punzó en su pecho.
Lo supo al notar la mirada en él cuando Jiraiya le hablaba sobre lo que la joven había dicho en la la Reunión del Consejo de Konoha. Lo supo cuando lo miraba de reojo en ese momento, luego de mencionar su nombre y su mirada bajaba con esa confusión y dolor.
Y lo supo porque reconocía esa mirada que se perdía en los tejados de la aldea, como si estuviese buscando algo que no comprendía cómo alcanzar o entender. Veía las señales también; como su rostro cambiaba cuando hablaban algo sobre ella, como sus ojos brillaban, la manera en que hasta entonces la había defendido en cada ocasión en que pensaba que ella no podía hacerlo por su cuenta.
Aquella mirada era fácil de reconocer.
Era la misma forma en que Sasuke se veía cuando había comenzado a darse cuenta de lo que sentía por Hinata. Podía notar esa misma incomodidad y duda, la misma tensión de no comprender por qué algo había cambiado así en su pecho cuando pensaba en ella.
―¿Irás a despedirte ahora...de Hinata?―le preguntó Naruto algo nervioso.
Sasuke asintió. Durante mucho tiempo, había guardado sus propios sentimiento hacia Hinata como un secreto que lo avergonzaba y mortificaba. A veces, ni si quiera había sido capaz de admitírselo a sí ía que el tiempo había cambiado las cosas entre ellos, que de cierta forma lo habían hecho comprender que lo que estaba sucediendo en su interior era inevitable.
Había estado luchando consigo mismo prácticamente desde que se había formado el equipo Siete, negándose a aceptar lo que sentía y que ahora veía en los ojos de Naruto. ¿Acaso, había lucido así de patético todo ese tiempo? Su mejor amigo mostraba en su mirada algo más parecido al temor que otra cosa, como si tan sólo escuchar el nombre de su compañera lo sobresaltara.
―Nos vemos pronto―dijo Sasuke mientras saltaba hasta el próximo tejado, dejando a Naruto atrás.
―Cuídate, bastardo.
En otra oportunidad, saber que abandonaba Konoha precisamente en ese momento y que también Naruto lo hacía, lo hubiese angustiado. Habría creído que Hinata necesitaba de ellos, para apoyarla, guiarla y orientarla en ese nindo que había elegido. No obstante, se sentía extrañamente tranquilo. Confiaba en ella. Confiaba en que de alguna manera había encontrado la fortaleza que necesitaba para liderar a su clan. Y no precisamente porque la hubiese creído una kunoichi débil, había demostrado ya que no lo era; sino, porque llevar encima el peso de un clan como el Hyūga podía resultar en una tarea que ni Naruto ni él hubiesen resistido. Los dioses sabían que el mismo Itachi había sucumbido ante dicha presión, perdiendo la cordura.
Despedirse parecía extraño en esa ocasión. Hacía mucho que no lo hacía y aunque se verían en un par de días, había algo diferente. Algo que le apretaba el pecho. Quizás, la forma en que aquella noche hacía dos días le había intentado decir cómo se sentía sin poder conseguirlo. Sabía que también debía hablar con Naruto sobre ese tema, pero la verdad era que lo mortificaba decírselo para escuchar de vuelta que también su amigo se sentía así.
Al llegar al recinto del clan Hyūga, la serenidad del lugar le dio escalofríos. Era casi como si alguien hubiese muerto. No se veía personas en los alrededores y hasta la puerta se encontraba cerrada de par en par.
De pronto, ésta se abrió y vio a Neji saliendo del lugar. Su rostro lucía serio mientras cargaba una mochila similar a la suya. Lo habían asignado como el Jōnin a cargo de la misión de escolta de la comitiva de Konoha y aunque Sasuke odiase la idea de estar bajo el mando de alguien así, iba a cumplir con su misión como Shinobi.
―Pensé que nos encontraríamos en la entrada principal en veinte minutos―dijo Neji un tanto extrañado―. Al menos eso le dije a Shikamaru y Sakura.
―Sí, ahí estaré ―respondió Sasuke―. Sólo deseaba despedirme de Hinata.
―Quizás... ―Sasuke lo notó de inmediato, el rostro de Neji se volvía sombrío―... este no sea el mejor momento para eso.
―¿Dónde está?―preguntó sabiendo que algo pasaba.
―Me despedí de ella hace unos momentos en el patio trasero, junto a los invernaderos del clan. ¿Sabes donde es? ―Sasuke asintió, el ceño fruncido.
Algo no estaba bien. Neji parecía reacio a decirle precisamente qué, pero la mirada que le dio le sirvió más que las mismas palabras.
Algo estaba mal.
Con un gesto de agradecimiento hacia Neji, Sasuke comenzó a caminar hacia el patio trasero, donde sabía que encontraría a Hinata. Las letras "HYŪGA" talladas en la madera de la entrada le daban una sensación de no pertenecer en ese territorio en donde las miradas eran blanquecinas y los semblantes tan elegantes como la seda.
Atravesó los corredores externos de la mansión y luego se dirigió hacia el jardín. La quietud del lugar lo envolvía en un silencio que incrementaba su ansiedad. Definitivamente algo grave había ocurrido en ese lugar, porque ni si quiera veía a los miembros de la familia secundaria realizando sus labores en las distintas partes del recinto, como usualmente ocurría.
Cuando vio el invernadero alzándose entre los árboles movió el rostro de lado a lado, buscando a Hinata. Saltó sobre las ramas de un árbol para intentar observar mejor y entonces la vio. Estaba debajo de los ciruelos verdes, admirando las pequeñas flores blancas brotando desde las ramas desnudas. A simple vista, se confundían con la nieve.
Sasuke sonrió suavemente, observándola en silencio con su larga cabellera atada en una trenza que caía sobre su espalda. Muchas personas preferían los cerezos y los duraznos, pero Sasuke siempre había creído que las flores de ciruelo blancas eran las más hermosas de todas. Había que mirar con cuidado entre las ramas cubiertas en nieve para encontrarlas, allí, creciendo en la amargura, el frío y el viento.
Así lucía Hinata para él, algo tan hermoso que había crecido en la peor de las circunstancias. Quizás por eso la amaba.
Recordó aquel momento, cuando le había dicho que no necesitaba ser un hombre para que su padre la aceptara o fuese una buena líder para los suyos. Esa trenza larga lo representaba, la promesa que le había hecho de nunca más volver a cortarse el cabello.
Tantos años despues Hinata parecía estar buscando su propio camino, entrenando incesantemente las habilidades de su clan, tomando decisiones difíciles que seguramente la herían. Y a pesar de las sombras de su familia, ella brillaba con más fuerza que cualquier persona que conociera, incluso que Naruto. Y ahora, mientras la admiraba en silencio, esa misma luz cálida le llenaba el pecho.
Ella era como esa flor de ciruelo blanca, que se confundía entre la nieve: hermosa, elegante, frágil y simple. La luz de la mañana acariciaba la piel de Hinata entre las ramas y las flores blancas. Y para Sasuke, justo mientras contenía el aliento observandola, parecía que no existía nada más que ella rodeada de la quietud y la belleza de los ciruelos.
Activó el sharingan, queriendo memorizar esa imagen para el resto de su vida.
Pero de pronto, algo brillo en el rostro de la joven. La luz de la mañana lo hizo notar que sus mejillas estaban mojadas por las lágrimas. El aire pareció helarse un instante y Sasuke sintió una presión profunda en su pecho, tanto que dolió. Por un momento, fue como si sus emociones y las de ella se entrelazaran, haciéndole sentir el mismo dolor.
Cómo odiaba verla llorar. Algo en él hervía de furia.
Dio un paso hacia ella, pero en ese momento, su corazón temió sobre la decisión que sabía que tenía que tomar. Sabía que sus palabras no podían volver atrás y nada de lo que hiciera o dijera las cambiarían.
Se agachó entonces, formando una bola de nieve entre sus manos.
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Hinata observaba las flores blancas de los ciruelos, pero no podía evitar que su mirada se volviese borrosa y las flores entre la nieve se confundieran con pequeñas manchas blanquecinas.
Las flores de ciruelo eran generalmente las primeras en aparecer en pleno invierno, lo cual le resultaba agradable. Los pequeños pétalos que caían se asemejaban a los copos de nieve y su suave aroma confortaba en algo su miserable humor.
Sin emabargo, sin importar cuanto observaba aquellas hermosas flores, era la imagen de su hermana lo que veía tan trágica como un pequeña flor de ciruelo blanca cayendo lentamente sobre la nieve.
Le dolía en el corazón.
Podía ver sus ojos blancos atemorizados mientras recibía el sello y le sonreía, pidiéndole que no tuviese miedo, que cumpliera con su deber. Sus manos temblaron todo el tiempo mientras realizaba los sellos, sabiendo que estaba condenándola al mismo odio y resentimiento que al resto de la familia secundaria.
Cuando la escuchó gritar con desesperación y encresparse en el suelo producto del dolor que le causó el sello que quemaba en su frente, un pedazo de su corazón se quebró. Mantuvo el rostro en alto conteniendo el llanto, siendo observada por todos como si esperaban que pasara esa prueba. Había apretado su puño con tanta fuerza que sus uñas se habían enterrado en la palma de su mano, sabiendo que lo que estaba haciendo era lo único que en ese momento podía hacer para proteger a su hermana de a sus acciones, se había ganado el derecho de liderar cuando su padre muriese.
Extrañamente, aquello no la hacía feliz. Se sentía miserable. El dolor en su pecho era tan intenso que apenas podía respirar y mantenerse en pie allí. Ella le había hecho algo así de horrible a su hermana. Ella era la culpable por ese dolor y su infelicidad. No sabía si había tomado la decisión correcta, seguramente podría haber encontrado alguna solución diferente si hubiese tenido más tiempo, pero si con el juinjutsu del clan impedía que ese hombre le quitara los ojos a Hanabi, no tenía más remedio que protegerla.
Cuando todo terminó, su padre puso una mano en su hombre y se retiró. Neji llevó a Hanabi hasta su habitación. Tokuma tomó el brazo del abuelo y lo llevó a su habitación. Y entonces, estuvo sola. Estuvo sola pero sintió que no lo estaba, que él la miraba iracundo, que su respiración le hacía cosquillas en el cuello.
Sintió que no era la primera vez que algo así ocurría entre ellos y aunque no lo podía ver, lo sentía en su frente, en su piel, en el aire a su alrededor. Ella nunca sería un objetivo que capturar.
Si quería emplear los ojos de alguien tendrían que ser los suyos, porque ese era su deber. Por eso había nacido primero que Hanabi. Su misión era guardarlos hasta que Toneri los tomara, si es que se atrevía a hacerlo. Nadie más que ella debía cargar con esa responsabilidad.
De pronto, algo helado le golpeó el rostro. Sorprendida, Hinata miró en la dirección desde donde ese proyectil había sido lanzado.
―¿Tienes el byakugan y no me viste venir? ―le preguntó Sasuke parado encima de una rama de un álamo, con otra bola de nieve en la mano. Hinata lo miró sorprendida y luego sonrió descorazonada―. Como tu compañero de entrenamiento me siento decepcionado de poder acercarme tan fácilmente― Sasuke saltó y cayó encima de la nieve, frente a ella―. ¿Y bien? ¿No vas a intentar golpearme también?―le dijo, pasándole la bola de nieve que tenía entre sus manos.
Hinata frunció el ceño. Sabía por qué Sasuke estaba ahí y que no se lo estuviese diciendo, intentando distraerla con un juego como ese, le apretó el pecho. Neji se había despedido sólo un poco antes, contándole la naturaleza de su misión y quien formaba parte de ésta.
Hinata Lo conocía lo suficiente para saber que todo eso de despedirse no iba con él, pero al parecer y por la forma en que estaba forzándose a sí mismo a ser amable y extrovertido, podía notar que intentaba distraerla de lo que realmente estaba sintiendo en ese momento.
―Siempre es tan fácil derrotarte, Hyūga. ¿Qué diría tu padre si te viera rindiendo el buen nombre delpoderoso y superiorclan Hyūga ante el clan Uchiha? ―los labios de Hinata temblaron sabiendo lo que él estaba haciendo, intentando no despedirse y simplemente dejarlo así. ¿Qué haría sin Sasuke en la Aldea? ¿A quién recurriría si creía que ya no podía seguir adelante? ¿Quién le diría que era fuerte, que confiaba en ella? ¿Naruto? Él ni si quiera le hablaba desde su último encuentro―. ¿Apostamos algo? Sólo para hacerlo más interesante ―Hinata suspiró para luego asentir―. Si logras golpearme con una sola bola de nieve, te diré algo. Un secreto que descubrí.
Hinata frunció las cejas y miró la bola de nieve con desánimo, sintiendo un nudo en su garganta.
―Es difícil poder acertarte cuando cuentas con el sharingan, Sasuke-kun―dijo lentamente.
Sus ojos llorosos se enfocaron en Sasuke. Aquel dolor en su pecho seguía ahí, tan intenso, que ni si quiera le importaba ocultarlo. Miró la esfera de nieve entre sus manos, sabiendo que ésta era la única forma en que Sasuke buscaba consolarla sin tener que recurrir a palabras de ánimo o gestos como un abrazo. Su compañero siempre había descargado su frustración entrenando, luchando, combatiendo. Esto era parte de la dinámica entre ambos desde que eran niños.
―¿Entonces, el sharingan es más poderoso que el byakugan,Hinata-hime?―le preguntó con una sonrisa burlesca mientras dejaba caer su mochila junto a ella y saltaba unos cinco metros hacia atrás―. ¿Lista?
Cuando Sasuke lanzó una nueva bola de nieve hacia ella, Hinata no titubeó para esquivarla. Su movimiento fue ágil y elegante mientras saltaba a los árboles, rozando la esfera justo al lado de su mejilla.
Lo que siguió fue tan rápido que un ojo normal no lo habría percibido y ambos podían verlo por estar empleando sus dojutsus. Milésimas de segundos, la velocidad para reaccionar entre dos dojutsus que eran el orgullo de Konoha. Si la mirada de Hinata se conectaba con la de Sasuke, él la haría caer en un gentjusu lo suficiente para que la golpeara la nieve. Si Hinata se acercaba a él con más velocidad de la que Sasuke podía reacción, estaba acabado.
Quizás esa era la gracia de todo el asunto, poder poner a prueba sus velocidades uno contra el otro en un simple juego que se sentía como algo más. No era sólo la despedida, era el cierre de años de entrenamiento uno al lado del otro, de correr por la Aldea, de levantarse temprano en la madrugada, de apoyarse, de herirse, de reír y llorar juntos. Era el blanco del byakugan contra el rojo del sharingan, dojutsus tan diferentes pero al mismo tiempo complementarios, entrelazados de tal forma uno con el otro que alguna vez habían sido sólo uno.
Hinata levantó su mano y lanzó la propia bola de nieve con precisión en contra de Sasuke.
Él vio como el proyectil se movía en su dirección, lentamente, en fotografías estáticas en tonos rojizos a través de su sharingan. Giró con la intención de esquivarlo y la seguridad de poder hacerlo, no obstante, la trayectoria cambió completamente, algo que ni si quiera su sharingan pudo predecir como si de un momento a otro el destino de aquel movimiento hubiese cambiado más allá de una explicación.
Cuando la bola de nieve le alcanzó el rostro justo en medio de la nariz, Sasuke permaneció en silencio con la nieve cubriéndole parcialmente el rostro, deslizándose suavemente por sus mejillas.
Él nunca había sido un buen perdedor, odiaba perder, pero aquello se había sentido como más que un simple juego de invierno entre ellos. Los tonos azulados, casi púrpuras en que el chakra brillaba alrededor de los ojos de Hinata y que él podía ver con su sharingan se lo indicó.
Su compañera había liberado algún otro nuevo poder de su dojutsu.
―¿Cómo hicisteeso?―le preguntó asombrado―. ¿Qué jutsu empleaste a través del byakugan?
―Vi donde irías―respondió Hinata con suavidad―. Mi byakugan lo predijo. No es que pudiese ver tus movimientos, sino el destino de éstos. A donde ibas.
―¿Desde cuando puedes hacer eso?
―Lo conseguí hace poco. Ojii-sama me está enseñando.
Sasuke miró hacia ella con un leve destello de sorpresa en su mirada, pero también una sonrisa. A pesar de su tristeza, Hinata sonrió de vuelta sabiendo lo que él le decía sin que tuviese que pronunciarlo.
Estaba orgulloso de ella.
―Lo lograste ―murmuró mientras se sacudía la nieve de su rostro―. Sabía que lo harías.
Y aquellas pequeñas palabras, la hicieron sonreír con todo su corazón hacia él.
―Gracias por creer en mí Sasuke-kun―le dijo bajando levemente el rostro mientras él se acercaba a ella para así poder recoger la mochila que había dejado caer.
―Nunca necesitaste que nadie creyese en tí. Sólo tú misma ―dijo Sasuke arreglandose la mochila en la espalda. Aunque sus palabras eran provocativas, había algo suave en su tono.
Hinata asintió lentamente comprendiendo lo que él quería decirle. Siempre había sido fuerte. Siempre había podido luchar en igualdad con ellos, pero al no creerlo, al dudar, al siempre temer decepcionar a su padre, a su clan, a todos... se había acostumbrado a rendirse antes de intentarlo. Sasuke y Naruto la habían ayudado a cambiar eso de sí misma.
―¿Te vas ahora con Nejii nii-san?―preguntó Hinata con melancolía.
―Sí.
―Supe de tu ascenso. Felicitaciones por tu nuevo rango, Sasuke-kun. Sé que por mi culpa no hiciste el examen antes. Y ahora, ni si quiera seremos compañeros en el mismo equipo.
―Sí...
―Lo siento.
―Hinata―Sasuke respiró profundo, parecía ansioso, nervioso, sus labios estaban tiritando levemente quizás por el frío o algo más―. ¿No deseas saber el secreto que descubrí?
―Oh... sí―dijo ella amablemente, olvidándose del asunto―. ¿Qué es?
Sasuke la observó pensativo. Era evidente para Hinata por la manera en que él la estaba mirando con seriedad de que fuese lo que fuese ese secreto, era algo importante para él. Usualmente no guardaban secretos entre ellos, por lo cual cada minuto que pasaba en silencio, sólo hacia que se sintiera más ansiosa por lo que Sasuke estaba apunto de develarle.
―No voy a ser un cobarde...―susurró, haciendo que Hinata frunciera las cejas.
Entonces Sasuke dio un paso hacia adelante, dejándole sentir su cercanía. Hinata se sorprendió por su movimiento y lo observó con extrañeza al notar que estaban tan cerca. No se movió, pero su mirada le exigía una explicación.
―Es algo que no pensé que diría, mucho menos ahora ―dijo Sasuke como si lo que estaba a punto de decirle lo estuviera desgarrando . Hinata frunció ligeramente el ceño, sin comprender completamente el cambio en su tono de voz.
―¿Qué sucede? ―preguntó con su corazón latiendo más rápido―. ¿P-por qué estás...?
Sasuke desvió la mirada por un momento, como si luchara consigo mismo y entonces Hinata sintió la calidez de sus manos entrelazándose con las suyas. Su mirada volvió a encontrarse con la de ella, impidiéndole que se apartara, exigiendole que lo escuchara.
―Hinata ―su voz tembló, aunque ella notó el esfuerzo que estaba haciendo para mantenerla firme―. Estoy... estoy enamorado de ti.
Hinata parpadeó una, dos, tres veces. Pensó que había escuchado algunas palabras salir de la boca de Sasuke, pero simplemente, no podía ser. No había forma de que lo que ella creía haber escuchado fuese precisamente lo que él quería decirle. De seguro, había escuchado mal.
Su respiración se detuvo por un momento y un denso nudo se le formó en la garganta.
―¿Qué? ―susurró, la incredulidad en su voz.
―Lo siento, no quería decírtelo así. Iba a esperar lo que fuese necesario para decírtelo y para que quizás pudieses oírlo sin mirarme como si esto fuese una broma o como si hubiese perdido la razón. ¿Quien sabe? Quizás la perdí. Pero no puedo guardarlo más tiempo ―Sasuke se adelantó un poco. En sus palabras había una sinceridad que le hizo doler el pecho―. No sé cómo paso esto. No sé cómo lo permití. Es... es tan absurdo que nosotros... que yo...―respiró profundo―. Sé que no era el momento, precisamente ahora, pero ya no... Hinata, desde que comenzamos a entrenar juntos, desde que nos pusieron juntos en el Equipo Siete... Digo, siempre has sido un gran fastidio, pero aún así... yo... aún así... ―Sasuke cerró los ojos y respiró―. No es algo que planeé. Me gustaría estar enamorado de cualquier persona menos tú. No quería arruinar las cosas así. Sé que amas a Naruto, lo entiendo, sé que eso es algo que seguramente nunca vaya a cambiar. Pero quizás... pero quizás sólo...―Hinata creyó que se estaba ahogando escuchando a Sasuke desesperar así―. Cuando te veo, cuando hablo contigo, cuando luchamos juntos, cuando me sonríes... siento algo cálido en mi que no puedo hacer desaparecer, y créeme que lo he intentado.
Hinata sintió cómo su corazón latía en su pecho, un ritmo descontrolado que no podía calmar. No podía creer lo que acababa de oír. Se dio cuenta de que estaba sosteniendo la respiración aún, y soltó un suspiro, al fin.
―Yo... ―Hinata comenzó a hablar, pero las palabras se le atoraron en la garganta. ¿Cómo podría responder a algo así?―... N-no sé cómo responder a esto.
Sasuke la miró fijamente, su rostro mostrando una mezcla de tristeza y resignación.
―Lo siento ―dijo finalmente, su voz apenas un susurro, soltándole las manos―. No hay problema. De verdad.
Hinata tragó saliva, sintiendo la calidez de sus manos volverse frías, y por un instante, se negó a perder esa sensación en sus manos. No en ese momento cuando lo necesitaba tanto. No quería perderlo. No podía.
Sasuke se apartó un paso hacia atrás, comprendiendo sin que ella tuviese que decir nada más que era mejor callar sus sentimientos de ese momento en adelante. ¿En qué estaba pensando cuando creyó que era buena idea hacer algo así?
No obstante, Hinata lo detuvo, tomándole la muñeca.
Lentamente, la mirada de Sasuke bajó a ese lugar que ella sostenía para luego alzar sus ojos negros y verla con un claro desespero que sofocó a Hinata.
―S-Sasuke-kun... ―dijo, la voz titubeante pero cargada de una emoción que no entendía completamente.
Él la miró con el corazón entre sus manos y los ojos de Hinata se llenaron de lágrimas. Podía entender a la perfección lo que estaba sintiendo. ¿Cómo no lo había visto antes? ¿Como algo así se había escapado frente a su mirada que usualmente podía verlo todo? ¿Cuánto se habría esforzado en ocultárselo? O quizás, siempre había estado a plena vista y ella había creído que creer algo así era imposible.
Un silencio pesado se instaló entre los dos, con el sonido de la nieve cayendo suavemente. Ninguno se movió.
―Está todo bien, de verdad ―dijo Sasuke sonriendo resignado, forzándose a hacerlo. Hinata podía ver como su mandíbula temblaba por lo mucho que la estaba apretando―. Esta era la respuesta que esperaba de cualquier forma.
―Nunca fue mi intención lastimarte ―su voz se quebró con suavidad, como si de alguna manera supiera que lo que estaba a punto de suceder también cambiaría algo entre ellos.
Sasuke la observó asintiendo, intentando hacer un esfuerzo sobrehumano para cubrir lo que sentía. Precisamente en ese momento Hinata vio algo que nunca había esperado ver en el miembro más racional y frío del equipo siete: vulnerabilidad.
―Lo siento, Hinata. Yo... ―Sasuke respiró profundamente, era evidente que deseaba salir de allí. Lo había avergonzado. Ella le había causado todo ese dolor―. Debo irme ahora. Por favor, suéltame.
―No...―su mano se aferró con algo más de fuerza a su muñeca haciendo que las cejas de Sasuke se fruncieran en un gesto de dolor―... No te vayas ―le suplicó con voz temblorosa.
―Lo siento ―repitió Sasuke una vez más con desconsuelo. Su voz ya no sonaba igual de fuerte que al comienzo, incapaz de seguir ocultando lo que realmente sentía. Había una melancolía tan intensa en ella que Hinata sintió que no podía soportarlo.
―Sasuke-kun... ―la joven no pudo evitar el temblor en su voz―. Por favor, perdóname.
Sasuke la miró como si de verdad fuese la única cosa que había visto los últimos tres años de su vida mientras se activaba su sharingan. Hinata comprendió todo lo que había callado, todo lo que llevaba dentro de él en silencio, la desesperación ante la idea de perderla, el deseo de mejorar para que ella lo viese, justo como lo hacía en ese momento. Las venas de su cien punzaron, comprendiendo sin palabras de por medio lo que había en su corazón, en sus memorias, en la forma en que sus vidas se entrelazaban.
De pronto, Sasuke se inclinó hacia ella, su rostro estaba tan cerca del suyo que Hinata podía sentir su aliento cálido sobre la piel.
―Adiós, Hinata.
―Sasuke... ―susurró ella, los labios temblando.
Él cerró los ojos, sin decir una palabra más, y en ese mismo instante, los labios de Sasuke encontraron los de Hinata mientras se despedía de ella.
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