Capítulo 13

Los ladrones actúan en las noches sin luna

Si había algo que Nami odiaba de su profesión era robar por la noche. Le producía escalofríos el simple hecho de dar un paso en territorio enemigo con las luces apagadas. En la oscuridad era difícil distinguir los detalles y los detalles eran lo más importante.

—¡Yo también quiero ir, Naamiiiii! —repitió Luffy por cuarta vez en un minuto después de haberse pasado la tarde discutiendo sobre el siguiente plan de liberación de Ace.

Dadán resopló desde el dintel de la puerta, con la mirada puesta en el menor que se revolcaba sobre la esterilla. Nami se inclinó sobre la mochila para volver a poner todo en orden y asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba para colarse en el cuartel.

—El viejo llegará en un par de días, no sé para qué te vas a arriesgar a entrar en ese sitio tú sola, niña.

—Nami, dejame ir —insistió Luffy.

Nami se inclinó a recoger las ganzúas del suelo y ponerlas en el bolsillo exterior del macuto. En un intento por ignorar a su amigo y poner la atención en Dadán entornó la mirada hacia ella y arrugó la frente.

—Porque lo van a enviar a Impel Down. ¿Tú sabes cómo es eso?

La mujer se echó a reír de forma irónica.

—¡Vamos juntos, Nami!

—Claro que no lo sé, los bandidos de poca monta no van allí, igual que las rateras de monederos.

Ella gruñó, dolida por la acusación, pero continuó contando los trapos y los cordones que llevaba para protegerse las manos y vendar alguna posible herida.

—Pues es un infierno, quién entra allí no sale jamás. Y Ace, aunque sea idiota, tiene derecho a cumplir sus sueños, a navegar por el mar, ver sirenas y dragones o lo que él quiera. —La frustración le provocó dolor de muelas al apretar los dientes— Y es mi amigo. A mis amigos no los puedo abandonar de esa forma.

—Nami, Nami, escuchame. Nami, ¿me oyes? —Rodó Luffy, desesperado por ser oído, hasta poner la cara junto a su rodilla.

A ella ni siquiera le dio tiempo a asimilar el hecho de que había aceptado en voz alta una amistad a todas luces suicida antes de que Dadán se adelantase a los arrepentimientos.

—¿Y de qué otra forma los puedes abandonar?

Esa vez Nami guardó silencio.

—Nami, Nami, Nami, Nami, Nami, Nami.

El ruido de fondo, la repetición de su nombre en bucle, el peso de la culpabilidad y la cabeza de su amigo sobre la pierna, le provocó un estallido mental imposible de sobrellevar. Con decisión, cerró de un solo gesto el macuto y se puso en pie, decidida a alejarse de la inminente discusión. Actuar se le daba mejor que hablar. Prefería jugársela a tener que seguir hablando de sentimientos, al final liberar a una persona no podía ser demasiado diferente a robar una bolsa de oro, o eso esperaba.

Era increible que hubiese ido a la isla de Dawn para alejarse del pillaje y hubiese terminado organizando el mayor golpe de su vida.

Sus pasos repiquetean como si fuesen campanillas en el eco del salón lleno de bandidos y Nami odió escucharse a sí misma como un pequeño duende.

—Nami, eres tonta. Pero voy a ir contigo, porque yo tengo que…

El último resquicio de paz se agrietó con la voz de Luffy sobre la vibración de sus pequeños pasos. Nami dio media vuelta y lo enfrentó con la rabia contenida de años de impotencia.

—¡Qué no, Luffy! ¡He dicho que te quedas! Todo esto se ha complicado por mi culpa, ¿no lo entiendes? Nadie tenía que habernos reconocido, pero fui una estúpida orgullosa y ahora a Ace le quedan dos días respirando aire fresco antes de una vida entera encerrado en lo más profundo del jodido mar. ¡Estoy hasta las narices de fallar a todo el mundo! Y esta vez no va a salir mal, no lo voy a permitir. —Respiró agitada por la nariz, con los ojos negros de Luffy clavados en la consciencia.— Así que nadie me puede acompañar.

Luffy extendió la mano como si fuese de goma para retenerlo, con los indicios del enfado arrugados en la frente, pero ella se deshizo del agarre y corrió en dirección a la puerta.

—¡Nami…!

El frío del exterior le impactó en la cara cuando abrió la puerta y la cerró tras de sí. Las gotas de lluvia de una tormenta de verano le arañaron la piel mientras corría en dirección al árbol más cercano y se sumergía entre la maleza, directa a la ciudad. Tras ella se elevó un alboroto, pero Nami jugaba con la ventaja de ser ágil y tener orientación, así que jugaba con ventaja.

El camino bajo el frío, en soledad, se alargó como el hilo de una araña, tejiendo posibilidades e ideas oscuras en su cabeza.

No quería pensar y sin embargo las ideas le martilleaban la sien. En vez de correr deseó volar, ir tan rápido que dejase los pensamientos atrás.

Después de sacar a Ace ya no habría marcha atrás, en cuanto pisasen la calle se iría. Se marcharía tan lejos que no podría volver a escuchar nada de ellos. Los sueños de esperanza morirían de una vez allí mismo.

No volvería a poner en peligro al archipiélago, ni a su aldea, ni a Genzo. No a Nojiko, jamás a ella.

Sintió que una piedra le rajaba la suela de las sandalias, pero continuó corriendo. Se asfixió entre resoplidos y se negó a mirar atrás.

Cada paso lejos de Luffy le desgarraba de forma tan honda y profunda el corazón, que tenía la necesidad de arrancarse la piel a tiras y echarse a llorar allí mismo. Para cuando la muralla se hizo presente ella se encontraba tan empapada que no sabía donde empezaba la lluvía y terminaban sus lágrimas.

Dentro de la ciudad el silencio se saboreaba, inducido por lo que aparentaba ser un toque de queda. Tras las ventanas, la luz era visible, pero los bares y las tiendas habían sido cerrados, ni un alma paseaba por la acera. Nami se acercó a las paredes y procuró fundirse entre las sombras. La ropa empapada le ofrecía claridad mental y mientras andaba en dirección a los barracones de los marines, procuró calmar los latidos del corazón, consciente de que los nervios la conducirían al desastre.

En el cuartel dos únicos guardias mayores yacían apostados en el mismo y aquello le quemó el espinazo, suspicaz ante la laxa protección y celo que tenían a un preso acusado de matar al rey.

La atención se dispersó cuando escuchó el jaleo de unas voces cercanas. El corazón se le subió a la boca mientras se escondía tras un cesto de mimbre, a un latido de que la hubiesen descubierto. La sordera jugaba en contra de los ladrones y ella lo sabía bien, pero aquel día le resultaba imposible ser prevenida, con el ruido de fondo que provocaba la lluvia y enturbiaba el poco tiempo de reacción que tenía.

Cuando se calmó, en vez de continuar directamente a los calabozos, bordeó las sombras en pos de aquellos dos marines. Dispuesta a seguirles el rastro.

Supo que el instinto no le había fallado en cuanto vio un enjambre de hombres alrededor de la puerta principal del palacio que había salido volando por los aires el otro día.

El frío hierro de los empalagosos balcones del edificio le mordieron las palmas de las manos mientras se balanceaba en busca de apoyó para entrar en el edificio. A pesar de las advertencias de aquella mañana nadie había tomado precaución, porque, cuando rompió el cristal, nadie llegó a detenerla.

Nami se obligó a respirar una vez más el frío que le enrojecía las mejillas antes de entrar en el interior del palacio, directa a la boca del lobo.

Dentro el calor se le enroscó a la ropa mojada y ella se sacudió la lluvia y las lágrimas con el arte aprendido de una gata mojada. Mientras lo hacía, un pensamiento le dio impulso para sonreír al viejo esqueleto en el que se había colado.

Se iría de la isla por todo lo alto, con el mejor golpe hasta la fecha. Porque esa noche robaría a la persona más codiciada en el país de Goa.

Un asesino de reyes. Un futuro capitán pirata. Un hermano y un amigo.

Sacaría a Ace de prisión para que viviese la libertad que a ella se le negaba.

Aquel sería su último regalo de agradecimiento para Luffy, el mayor robo en la carrera de la gata ladrona.


Tengo el siguiente capitulo casi escrito, iba a formar parte de este, pero es que tiene que pasar algo grande y se me iba a alargar muchísimo, así que espero que disfrutéis este :)

Hemos tenido muchos asuntos fuera de la cuidad y no podía escribir mucho, pero tengo los siguientes capítulos ya planeados jejejeje