Capítulo 15
Cosas de familia
Nami se enteró de que los lunares eran cosa de familia la primera vez que su madre le acarició los que tenía en los brazos con cariño. Tumbadas en la cama, un día de pereza, Bellemere le dijo que sus padres tenían que haber tenido muchos lunares porque ella tenía la espalda llena de constelaciones. Al principio le desagradó la idea, consciente de que era un hecho más que la separaba de su familia de verdad.
Hacía ya mucho tiempo que aquel sentimiento desagradable desapareció, pero cuando el mismo lunar que tenía Luffy en el cuello, lo reconoció en el anciano marine que lanzó al chico contra Ace y ella, en el estómago se le volvió a remover la envidia, aunque no fuese momento para esas cosas.
El silencio abrazó a todos cuando el anciano les fusiló con la mirada.
—¿Habéis adoptado a otra?
La pregunta a Nami le recordó a esas horas muertas comparando lunares en su cuarto, rodeada de olor a mandarinas y rugido de estómago. Le sorprendió sentir una punzada de malestar en la cabeza al pensar en ello.
—No necesito que nadie me adopte. Yo ya tengo una familia, señor. Mi hermana me espera en casa. —declaró con la barbilla tan alta como pudo—. He venido a salvar a Ace.
El hombre elevó las cejas frente al arrebato de osadía y se inclinó sobre ella para revisarla de punta a punta. Los ojos le cosquillear la piel cuando se detuvieron sobre los cardenales oscuros que le oscurecían el rostro aquí y allá. Habían empezado a enverdecer con el toque de color de lo añejo, como si datasen el maltrato con fecha y hora a ojos del anciano marine.
—Lo de luchar por causas perdidas es cosa de familia, al parecer. me gusta. Serás una buena marine.
Las mejillas le hirvieron ante tal visión del futuro.
—Jamás me verá usted con una gaviota cosida a la ropa. —la voz bajo dos tonos, glacial—. Los marines son la misma escoria que los piratas.
Sus palabras devoraron el sonido de la sala hasta que el silencio se adueñó de la inesperada reunión de fugitivos, carceleros y encarcelados.
Por un momento Nami se preguntó si habría ido demasiado lejos, si tenía que esperar un guantazo en la cara o una patada en las costillas.
Fuese cual fuese la respuesta aquellas palabras, nunca la obtuvieron, interrumpidos por el repicar de docenas de pasos sobre el suelo de mármol. Nami sintió que la lluvía se congelaba sobre su piel.
—Vicealmirante Garp —la voz llegó amedrentada por la alta figura del hombre con orejas de perro en la puerta de la habitación—. No teníamos noticias de su llegada.
—Yo tampoco tenía noticias de que se hubiese detenido a mi nieto y aquí nos encontramos, un día más rodeados de incógnitas e incompetentes, ¿no le parece, oficial?
Nami se removió llena de incomodidad mientras una de las manos de Luffy reptaba por su camiseta para hacerla retroceder hacía Ace y él, como un pulpo que al proteger su tesoro.
Ella entornó la mirada para enfocarse en el rostro hinchado de Ace y la posesividad y ansiedad de Luffy.
—No me habéis dicho que vuestro abuelo era vicealmirante.
Ace resopló.
—Tú tampoco has hablado mucho de la familia —la réplica salió menos acusatoria de lo que podría haberse entendido entre la voz ronca y la sangre reseca de los labios del chico.
—No sabíamos de quién se trataba el chico, nos limitamos a detener al sospechoso del asesinado del rey.
El viejo gruñó y Nami empezó a valorar el verdadero significado del gorro canino sobre la telaraña de canas.
—Así que me estás diciendo, capitán, ¿que pegáis palizas a los sospechosos en vez de buscar a los culpables? ¿Con qué pruebas acusáis al muchacho? ¿Acaso habéis hecho algo más que destrozarle la cara?
La tensión se respiraba entre las decoraciones doradas del palacio, que llamaban con luz tintineante a rellenar bolsillos vacíos.
—Yo… Señor.
—¡¿No me has oído?! ¡Enseñadme las pruebas de su culpabilidad inmediatamente!
Los brazos de Luffy se tensaron alrededor de sus dos presas tras el arrebato de su abuelo.
—Hay dos testigos que lo acusaron.
Al anciano se le afiló la línea de los hombros frente a la posibilidad, pero en vez de suavizarse, se acrecentó.
—Que han dicho, ¿qué?
El oficial dudo mientras echaba la mirada atrás por encima del hombro a sus compañeros. Uno de los hombres tirados en el suelo, inconscientes, se removió y el oficial lo apuntó con un dedo.
—No sé, señor, él es uno de los testigos, si lo necesita puede preguntarle. La orden de traslado a Impel Down ya está tramitada yo no…
—Así que, que yo me aclare, —lo interrumpió Garp con una voz que no auguraba nada más allá de un invierno sombrio—, ¿uno de los dos testigos, que no han comentado su declaración con los oficiales de la marina, era el que estaba torturando a mi nieto para que confesase antes de que lo metáis en un barco y lo encarcelen en una prisión para toda la vida?
El hombre torció la boca mientras dos de sus compañeros retrocedieron bajo la amenaza de su voz.
—No sabíamos que era su nieto. El chico se ha colado en el cuartelillo esta mañana, señor —apostilló uno de los reclutas, que señaló los brazos estirados de Luffy como si fuese suficiente acusación—. E iba con la niña. Uno de los presos la reconoció como la gata ladrona. Nos dijo que trabaja para Arlong.
A Nami se le congeló la boca llena de palabras vacías y excusas a todas luces insuficientes mientras el anciano giraba el cuello para clavar la mirada más mortal de su arsenal en los dos acusados. Luffy tragó saliva y Ace s retorció entre los brazos de su hermano.
—Mis nietos, cabo, lo único que intentaban era liberar a su hermano, injustamente encarcelado. Si hay algo más de lo que desee información estaremos encantados de atenderlos en casa, donde me los voy a llevar para tratar las heridas del menor al que ustedes han torturado para obtener una confesión viciada.
Uno de ellos chistó y el vicealmirante se entornó hacia el sonido con la lentitud propia de una bestia frente a su presa.
—Yo los mantendré vigilados y a su disposición por si encuentras algo más que la prueba testifical del sujeto tirado en el suelo. Quiero el expediente de este caso mañana a las ocho en la puerta de mi casa. ¿Está claro?
Los cadetes y oficiales se cuadraron al unísono ante la pregunta.
—Sí, señor.
—Perfecto —asintió el hombre.
Nami, que había permanecido callada hasta entonces, retraída sobre sí misma, se sobresaltó cuando el viejo se inclinó sobre Luffy, Ace y ella y los levantó del suelo como si estuviesen hechos de algodón en vez de carne.
—Ahora, si no les importa, tengo dos idiotas con los que hablar y un herido del que ocuparme. Los espero mañana en mi casa.
Luffy retiró su asfixiante abrazo de Ace, resentido por el apretón y se centró en abrazarla a ella como si fuese una balsa en mitad del oleaje mientras Nami se sentía navegando a la deriva de una tormenta inesperada.
Este capítulo me ha costado, entre sacarlos del embrollo, que tenía mucho trabajo en el despacho y que he estado muy metida en otro fandom jejejeje
No os preocupéis que voy a terminar la historia, tengo claro el final, ahora solo queda escribirlo y estar católica para ello
Espero que hayas disfrutado el capitulo si has llegado aquí :)
