III. DETALLES


—¿Quieres limonada? Iré a comprar una.

La voz de Celia lo arranca de su concentración. Cuando la mira, le toma unos segundos volver a la realidad; no la había visto ponerse de pie a pesar de compartir escritorio y sentarse frente a frente.

—Por favor.

Ella sonríe, y el cansancio en el rostro de la maestra enciende en él una extraña inquietud. Celia se ha maquillado como de costumbre, pero las ligeras sombras bajo sus ojos no quieren dejarse ocultar. Axel se pregunta cómo se verá él, también se siente cansado y aquella mañana le costó despertarse.

Están solos en el salón de maestros, hace calor y en media hora los profesores entrarán hablando y riendo, será difícil trabajar cuando eso ocurra. Regresa al papel entre sus manos, necesita concentrarse si quiere ganar tiempo.

El Programa de Reclutamiento fue una propuesta de la Royal Academy a la Asociación Juvenil de Fútbol en cuanto los Earth Eleven ganaron el GCG. Axel no pensó dos veces en brindarle el patrocinio de la asociación, contar con una reserva de jugadores controlados y formar un equipo con las habilidades cubiertas era mucho mejor a iniciar de cero. Los meses bajo las amenazas a las que Ozrock lo sometió fueron una locura, aún le llenaba la culpa por haber alterado mucha información con tal de que los integrantes del equipo y su apartado técnico no sospecharan los verdaderos motivos del torneo. Escuchaba las quejas de todos siempre con su porte de indiferencia mezclada con miedo disimulado, no podía hacer nada. Fueron tiempos en los que no pudo sentirse tranquilo ni con la situación ni consigo mismo. Sin Jude a su lado, sabe que probablemente se hubiera vuelto loco.

Pero Jude es un hombre astuto, demasiado.

Entre sus cláusulas, logró a la perfección camuflar que el programa emplearía el mismo sistema que utilizaba la Royal Academy en su club de fútbol. Usar la estrategia del que fue su antiguo comandante para ganar control aún sin ser el presidente le quitaba demasiada autoridad a Axel. Con esa jugada, no sería capaz de tomar todas las decisiones y las más importantes quedarían a merced de Jude. Ningún entrenador estaría dispuesto a trabajar con sus métodos, eran excesivos, complicados y bastante invasivos. Aunque la participación de los estudiantes fuera voluntaria, solo eran menores que querían jugar y aprovechar el programa para volverse más fuertes y hábiles.

—¿Por qué no lo dijiste? —Axel no quiere mostrar lo increíblemente molesto que se encuentra, pero su tono de voz duro y su mirada irritada son tan obvias que Jude se siente victorioso.

—Porque no aceptarías de inmediato. Te gustaría el plan de proyecto, confiarías en mí, no necesitaba que sepas más —Jude se ve tan orgulloso de sí mismo que empeora la sensación de sentirse ridículamente crédulo.

Firma y sella el contrato del programa con fuerza considerable, por dentro quiere matarlo.

Como es su costumbre, Axel se mancha las manos y a partir de su aprobación exige a los institutos ceñirse a las reglas de la Royal Academy sin posibilidad de que los clubes se nieguen. Escucha que las descripciones hacia su persona no son nada placenteras, incluso han llegado a decirle "mandón arrogante".

Jude no dice nada, pero tampoco lo niega. De hecho, parece disfrutar un poco de la situación.

Fue un arranque por proteger su orgullo el ofrecerse como supervisor a pesar de todavía ejercer su cargo actual. El que la suerte lo ubicara en Raimon al menos le facilitaba poder estar en ambos sitios a la vez. Monitorear al entrenador se oye simple hasta que debe registrar todo con el asesor. El trabajo para tres personas es extenuante y su negativa a contratar más personal lo convierte en un hombre autoritario a la vista de todos.

Axel llevaba las manos hacia atrás y evitaba la cercanía durante las reuniones mensuales, respondía siempre lo mismo y el darles la espalda cerraba cualquier conversación. De nuevo, la faceta que utilizó durante el GCG vuelve y nadie parece querer confiar en él. Es un capricho suyo el intentar mantener todo el control posible teniendo pocos integrantes. Se lo dejó en claro a Jude antes de iniciar el programa: "La Yakuza tiene un dicho muy interesante: Siempre que un grupo es grande, habrán más probabilidades de que te traicionen". Su creciente recelo es irracional para él, pero después de todo lo ocurrido con los equipos de secundaria hace tres años, la ambición y obsesión que los adultos podían llegar a tener sobre los menores y las jugadas sucias para quitárselos de en medio, no se siente capaz de confiar en nadie para protegerlos de caer en las manos equivocadas.

Es lo mínimo que puede hacer y lo único que le importa ahora.

Su trabajo en Raimon no es abrumador gracias al apoyo de Mark y Celia, y hubiera seguido de maravilla, de no ser por la renuncia de Mark como entrenador a tiempo completo debido al embarazo de su esposa. Axel lamentaba el tener que despedirlo, pero estaba feliz por su nueva familia. Tiempo después, notaría que el trabajo se mantuvo a flote por Celia; ella intentó de verdad ocupar el lugar de Mark tras su partida. El nuevo entrenador enviado por Jude era muy bueno, pero se limitaba a hacer su propio trabajo. No puede exigirle más, él es el supervisor, es su trabajo estar en la oficina, junto con Celia.

Sabe que ambos están solos en ese asunto.

Están solos ahora, lo estarían hasta que el programa terminara su tiempo de vida, o al menos hasta que él decidiera no ser más el supervisor. Aunque su estrés estaba en crecimiento constante, el poder presenciar los entrenamientos lo hace sentir vivo. No pensaba en renunciar, valía la pena a pesar de la parte documentaria.

Pero sabe que es justo darle todo el crédito a Celia. Cuando ve los archivadores, imagina la oficina hecha un caos de no haber sido por ella. Hills es una experta en el manejo de datos y recopilación de información, su manera de organizar e interpretar los informes facilitaba todo; admira su rapidez, es consciente de que el ritmo de actualización sería lento si no la tuviera cerca.

No ha sido intencional, pero en todo ese tiempo Axel la ha observado con especial cuidado y ha podido capturar muchos detalles: Celia utiliza sus anteojos cuando está concentrada; los ruiditos ahogados y suspiros con cada expresión la acompañan hasta el final de su lectura. Se trata de documentos institucionales, insípidos, fríos y aun así es sorprendente que cambie de humor con rapidez leyéndolos; a él le resulta terriblemente aburrido.

Divaga hasta que ella vuelve y lo regresa a la realidad. Celia le alcanza una lata de limonada, Axel no añade nada más al "gracias" después de pagarle.

Se sientan en silencio, el ruido de la presión interna de las burbujas es lo único que se oye.

Axel cierra los ojos, el refresco en su boca le recuerda que así ha sido desde que trabajan juntos: Celia nota su cansancio y le ofrece algo de beber. La limonada en primavera cambia a té de durazno en otoño y a café en invierno, termina como gaseosa de naranja en verano, pero es Celia la que primero nota su cansancio, nunca al revés. Incluso ha podido ver que ella siempre elije la misma marca de limonada para él después de haberle comprado tantas anteriormente. Ha sabido cuál le gusta con solo mirarlo.

No puede evitar pensar.

Siente una punzada de culpa cada vez que Celia viene a su mente. Cuando recuerda sus días en secundaria, la puede ver trabajando duro por el equipo, sin poner un "pero" a cada actividad, ni siquiera parecía enojada cuando el desastre en la caseta lo llenaba todo y ella se quedaba a ordenar después de los entrenamientos, aun limpiando estaba de buen humor. Cuando asistió a su misma preparatoria, Celia parecía tan feliz de verlo de nuevo, y tan triste al graduarse. Y al volverla a ver tras su regreso del Sector Quinto, ella se veía tan confundida, pero no tardó en sonreírle como siempre lo había hecho —aunque él podía notar que necesitaría tiempo para asimilar todo ese desagradable episodio—. Nunca dejaba ver su frustración ante la carga de responsabilidades que la asociación asignó para su puesto de asesora, de hecho, parecía feliz de trabajar con él.

Ella, en todo ese tiempo, ha cuidado de él, lo ha admirado y extrañado por ser su superior, su compañero, el amigo de su hermano y una figura importante dentro de Raimon; mientras que él nunca la ha extrañado ni un poco, ni siquiera la había considerado hasta que inició el programa.

Ve los papeles, ve a la maestra concentrada en su lectura y tiene una pequeña idea que le hace sonreír con suavidad.

Celia no hace preguntas cuando lo ve levantarse y salir del despacho, tampoco le presta atención cuando regresa, sino cuando una envoltura metálica aparece en su escritorio.

—¿Uh? ¿Y esto?

—Para la limonada.

La expresión aturdida de Celia lo llena de vergüenza, ¿era tan raro ese tipo de atenciones de parte suya? Sabe que nunca ha sido atento, pero la forma en la que Celia es incapaz de creer que le ha regalado algo lo hace sentir como un jefe terrible. Ella lo mira, mira el paquete de dulce en su mesa y le toma varios segundos para por fin abrir la boca en un gesto contento.

—¡Gracias! Necesitaba algo dulce.

Aún así, Celia no toca el regalo. Axel no lo piensa mucho, luego se siente ridículo con las pulsadas ansiosas en su pecho por la falta de acción, no debería ser tan importante.

Sin embargo, lo es, de alguna forma lo es.

"¿A Hills no le gusta el bizcocho? A todo el mundo le gusta, ¿a ella no? Debí preguntar…" —se ataca pensando mientras tamborilea los dedos contra la mesa.

No ocurre nada con su obsequio. No se supone que se fije en lo que ella haga o no haga, lo sabe, pero tenía la tonta ilusión de verla disfrutar el dulce. A los pocos minutos se cansa y abre la envoltura del suyo, nunca lo ha probado y tampoco espera mucho al tratarse de un bizcocho. Saca el dulce cubierto con una gruesa capa de chocolate y le da una mordida.

El suave sonido de gusto, como un gemido, que Axel suelta de forma involuntaria llama la atención de Celia de inmediato. Lo ve paralizado, con una mano sobre la boca y los ojos muy abiertos.

—¿Blaze…? ¿Tan bueno está?

Celia abre el empaque con prisas y muerde el bizcocho húmedo. El relleno cremoso de chocolate con leche y avellanas inunda su lengua ya estimulada y un largo chillido de gusto sale de su boca.

—¡Es verdad! ¡Está muy bueno!

Axel permanece en la misma posición, se siente incapaz de mirarla.

Su idea fue ser atento, no quedar como estúpido.

Ni siquiera termina de comer, oculta su rostro con un documento, finge leer hasta que llegan los primeros profesores y le hacen olvidar el momento.


Estoy con un bloqueo terrible y todo lo que escribo me causa rechazo. Este capítulo pasará por edición apenas salga del bloqueo.