Capítulo 19

Traiciones y Verdades

El clima en Rusia era crudo, mucho más extremo que el del norte de Japón. Aunque allí también se llegaban a temperaturas bajo cero, el frío ruso, especialmente en Moscú, parecía implacable. Una violenta ventisca azotaba la ciudad, mientras Reiko observaba el mundo exterior a través de una amplia ventana en la sala de estudio. A su alrededor había pilas de libros de administración, autoayuda, un diccionario japonés-ruso, y varios documentos con cuadros estadísticos y gráficos dinámicos.

A pesar de su concentración aparente, su mente estaba muy lejos de allí. Sus pensamientos no dejaban de divagar hacia Ruby. Desde el incidente de Año Nuevo en el templo de Sapporo, Utena, su madre había impuesto un régimen estricto para moldearla según las expectativas del clan Yamauchi. Eso había incluido forzarla a cambiar de número de teléfono para evitar "distracciones" como Ruby. Además, había sido enviada a Rusia para continuar sus estudios en un entorno rígido y controlado. Reiko suspiró, preguntándose cómo estaría Ruby. "Espero que le esté yendo mejor que a mí," murmuró con tristeza, apretando el lápiz en su mano.

Una voz femenina la sacó de sus pensamientos, hablando en ruso con fluidez: «Опять вздыхаешь? Ты ведь думаешь о той девушке, которую оставила в Японии, не так ли?» (¿Suspirando otra vez? Estás pensando en esa chica que dejaste en Japón, ¿verdad?).

Reiko se giró lentamente y vio a Ekaterina Dmitrievna Volkov de pie junto a la puerta. Sus profundos ojos púrpura parecían leer cada rincón de su alma. Su cabello blanco, brillante como la nieve, caía en elegantes ondas alrededor de su rostro. Su piel pálida hacía que pareciera una figura etérea en medio del frío paisaje ruso.

En un ruso torpe, Reiko intentó responder: «Экатерина... я... учусь. Не думаю о Руби» (Ekaterina... yo... estudio. No pienso en Ruby).

Ekaterina se cubrió la boca y rió suavemente. El esfuerzo de Reiko por hablar era casi adorable. Caminó con elegancia hacia la mesa, tomó asiento a su lado y revisó algunos de los papeles. Entre los apuntes escritos en cirílico, también había notas en japonés.

—«Вижу, что у тебя все еще проблемы с языком» (Veo que aún tienes problemas con el idioma) —comentó Ekaterina con una sonrisa—. «Ты не так часто практиковала, как раньше, верно?» (No has practicado tan seguido como antes, ¿verdad?).

Reiko frunció el ceño, buscando las palabras adecuadas. Finalmente dijo: «Все заняты. Я практикую в интернете, люди помогают онлайн» (Todos ocupados. Yo practico en Internet, la gente ayuda en línea).

Ekaterina volvió a reír, pero esta vez su expresión se suavizó. Se acercó un poco más, tomando un mechón del cabello de Reiko entre sus dedos. Reiko había teñido su cabello de blanco, dejando solo los mechones delanteros en su color original, negro.

—«Почему ты не попросила у меня помощи?» (¿Por qué no me pediste ayuda?) —preguntó Ekaterina, jugando con el mechón entre sus dedos.

Reiko se tensó ligeramente y respondió con dificultad: «Ты занята тоже. Я не хотела беспокоить» (Tú ocupada también. No querer molestar).

—«Ты не беспокоишь меня. Это моя обязанность помочь тебе» (No me molestas. Es mi deber ayudarte) —dijo Ekaterina con suavidad—. «Или ты забыла, что мы обручены?» (¿O acaso olvidaste que estamos comprometidas? Nuestras familias lo están también).

Reiko tragó saliva, intentando mantener la compostura. Su respuesta fue inmediata, aunque algo torpe: «Пока неофициально. Харлаун ответ не дали» (Aún no es oficial. Harlaown no han dado respuesta).

Ekaterina asintió con una sonrisa que no llegó a sus ojos. —«Да, они не ответят. Забудь о девушке из Японии. Для этого ты здесь, в России» (Sí, ellos no responderán. Olvídate de esa chica en Japón. Para eso estás aquí, en Rusia).

Reiko no respondió. Su corazón dolía, pero sabía que Ekaterina tenía razón en parte. Los Harlaown seguían sin dar una respuesta oficial sobre el compromiso, y su madre estaba moviendo los hilos para asegurar una alianza con los Volkov si los Harlaown rechazaban la unión.

—«Давай, будем практиковать» (Vamos, practiquemos) —dijo Ekaterina, recogiendo uno de los apuntes de Reiko—. «К настоящему времени ты уже должна нормально общаться с другими» (A estas alturas ya deberías poder comunicarte normalmente).

Reiko asintió, aunque en el fondo se sentía atrapada entre dos mundos. Sabía que debía concentrarse, pero su mente siempre regresaba a Ruby. ¿Estaría ella bien?

Utena colgó el teléfono con un movimiento firme y sus labios se fruncieron en una línea tensa. La llamada con Lindy Harlaown había sido breve, pero suficiente para desatar una tormenta de emociones en su interior. Durante meses, Utena había esperado con paciencia una respuesta positiva al compromiso entre los Yamauchi y los Harlaown. Estaba convencida de que la unión de sus casas sería inevitable; después de todo, ambas familias compartían una larga historia de influencia y poder. Pero Lindy la había sorprendido. No solo había rechazado la propuesta de unión, sino que también había declarado que Ruby Harlaown ya no recibiría propuestas de matrimonio en el futuro cercano. Y con esas palabras, sin más explicaciones, Lindy había cortado la comunicación.

El silencio que siguió a la llamada se sintió opresivo. Utena apretó los puños y respiró profundamente, intentando controlar la ira que crecía en su interior. Esa humillación no se la perdonaría a los Harlaown. Habían osado rechazar una alianza con los Yamauchi, uno de los clanes más influyentes de Japón, como si no fueran dignos de su atención. Y no solo eso, los Takamachi, siempre aliados estratégicos de los Harlaown, también parecían haberse posicionado en su contra.

Con el rostro endurecido, Utena tomó su teléfono nuevamente. Sus dedos se movieron con rapidez sobre la pantalla, marcando un número telefónico. Los tonos resonaron en el auricular hasta que una voz masculina, profunda y grave, contestó desde el otro lado.

—Говорите (Diga) —pronunció la voz en ruso.

—Игорь, давай объединим наши дома (Igor, unamos nuestras casas) —dijo Utena con fluidez y una determinación inquebrantable.

En una habitación amplia pero desprovista de calidez en Moscú, Reiko estaba recostada sobre su cama. La habitación era una representación exacta de su nueva vida: simple, austera y sin rastro alguno de sus pasiones personales. Las paredes estaban desnudas, sin los pósters de sus bandas favoritas que alguna vez decoraron su cuarto en Japón. Los discos personalizados que tanto amaba también estaban ausentes. Sobre su escritorio, un librero repleto de libros académicos, una portátil y unos altavoces Bluetooth eran los únicos elementos que rompían la monotonía.

Desde la cama, Reiko miraba con nostalgia la pantalla de su teléfono. Estaba revisando las fotos que había acumulado con los años, deteniéndose finalmente en una que había recibido en Navidad. Era una foto de Ruby, con un puchero juguetón en el rostro, enviándole un beso a la cámara. Sus labios formaban un pequeño corazón, y sus ojos irradiaban una calidez que parecía atravesar la pantalla. Reiko deslizó suavemente los dedos sobre la imagen, como si pudiera tocar a Ruby a través del cristal.

—Ruby… —susurró con tristeza, como si al pronunciar su nombre pudiera conjurarla.

El sonido de unos golpes en la puerta interrumpió sus pensamientos. Se sobresaltó y limpió rápidamente las lágrimas que habían comenzado a acumularse en sus ojos.

—Adelante —respondió con voz apagada.

La puerta se abrió lentamente, y Utena, su madre, entró al cuarto con paso decidido. Su presencia llenó la habitación con una energía severa. Reiko se sentó en la cama, sorprendida por la visita.

—Madre, no te esperaba hoy. ¿Ocurre algo? —preguntó, intentando leer la expresión en el rostro de su madre.

Utena observó la habitación con una mirada crítica. Todo estaba en orden, tal como esperaba. Había trabajado duro para disciplinar a su hija y transformarla en la heredera perfecta del clan Yamauchi. Sin más preámbulos, soltó la noticia que había venido a comunicar.

—El compromiso con los Harlaown ha sido anulado. Lindy Harlaown lo confirmó esta mañana. Ya no te casarás con Ruby Harlaown.

Reiko sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago. Su mente se detuvo por un instante, y el mundo a su alrededor se volvió borroso. ¿Lindy había cancelado el compromiso? ¿Ruby lo sabía? Un torbellino de preguntas inundó su mente, pero Utena no le dio tiempo para procesar la información.

—Por otro lado, el compromiso con los Volkov se ha formalizado. Te casarás con Ekaterina Dmitrievna Volkov. Todo ha sido acordado.

Reiko tragó con dificultad, tratando de mantener la compostura. Sentía como si un nudo se le formara en la garganta, pero no podía permitirse perder el control frente a su madre.

—Entiendo... Madre —respondió con voz neutra, aunque sus manos temblaban ligeramente.

Utena asintió, satisfecha con la respuesta. Antes de retirarse, dejó una última instrucción:

—Olvídate de los Harlaown. Concéntrate en esta nueva etapa, Reiko. Lo que está hecho, hecho está.

Sin más, Utena dio media vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta con un suave clic. En cuanto quedó sola, Reiko sintió cómo su cuerpo se desmoronaba. Su respiración se volvió irregular, y las lágrimas, retenidas hasta ese momento, comenzaron a caer sin control. Llevó las manos a su rostro, tratando de ahogar los sollozos, pero pronto su angustia se transformó en un llanto desgarrador.

—Ruby... —susurró con desesperación, repitiendo el nombre una y otra vez, como si fuera un mantra que pudiera aliviar su dolor.

Se dejó caer boca abajo sobre la cama, mordiendo la almohada para contener un grito ahogado. La imagen de Ruby seguía grabada en su mente, inalcanzable como un sueño distante. El compromiso había terminado, y ahora estaba destinada a casarse con alguien más. Ruby ya no era su prometida, y el peso de esa realidad la aplastaba.

Mientras tanto, en el exterior, la ventisca continuaba azotando Moscú con un furioso rugido. La nieve golpeaba las ventanas como si reflejara la tormenta que se desataba en el interior de Reiko. Todo su ser estaba partido en mil pedazos, y en ese momento, se sintió más sola que nunca.

El amanecer en Moscú trajo consigo un frío implacable, pero para Reiko, el clima no era más que una extensión de su propio sufrimiento interno. No había podido dormir. Pasó la noche llorando hasta el agotamiento, con la imagen de Ruby atormentándola en cada pensamiento. Ahora, debía enfrentarse a la presentación formal con la familia Volkov. Su madre, Utena, lo había dejado claro: debía cumplir con su deber, sin importar cuánto le doliera.

Reiko se miró en el espejo del baño y apenas reconoció su reflejo. Sus ojos estaban hinchados, enrojecidos, y su piel, pálida por la falta de sueño. Las ojeras bajo sus ojos eran profundas, como si hubieran absorbido todo el peso de su tristeza. Apretó los labios, intentando ahogar un nuevo sollozo, pero el dolor seguía ahí, como una herida abierta que no dejaba de sangrar.

Con un suspiro tembloroso, se quitó la ropa y se dirigió a la ducha. Al abrir la regadera, el agua fría cayó sobre su cuerpo como agujas de hielo, haciéndola estremecer violentamente. Su respiración se cortó por el impacto del frío, pero no intentó ajustarla. El agua helada era lo único que la mantenía en el presente, una especie de castigo autoimpuesto para no dejarse arrastrar por sus emociones.

Mientras el agua recorría su piel, su mente la traicionaba. Ruby, con esa sonrisa que siempre la iluminaba, apareció en su memoria una vez más. Era una imagen tan vívida que por un instante Reiko sintió que Ruby estaba allí, sonriéndole desde el otro lado del cristal empañado. Pero la ilusión se desvaneció rápidamente, dejándola más vacía que nunca. Las lágrimas comenzaron a mezclarse con el agua de la ducha, y antes de poder controlarse, un sollozo desgarrador escapó de sus labios.

—¡Maldita sea! —gritó, su voz reverberando en las paredes de azulejos.

Con el pecho agitado y los ojos llenos de lágrimas, golpeó la pared de loza con el puño cerrado. El impacto resonó, pero el dolor físico no podía compararse con el que sentía en su interior. Ruby había sido lo único genuino en una vida llena de expectativas, reglas y compromisos forzados. Ella era la luz que le había dado fuerzas para soportar todo lo demás. Pero ahora… ahora todo eso se había desmoronado.

El nombre de la responsable de su miseria se formó en sus labios como un veneno.

—Lindy Harlaown... —susurró con rencor, su voz cargada de odio.

Apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en la piel de sus palmas, dejando marcas rojizas. El frío del agua seguía cayendo sobre su cuerpo, pero Reiko apenas lo notaba. Toda su atención estaba concentrada en un solo pensamiento: vengarse. Lindy había destruido la única felicidad que había tenido, y no iba a permitir que eso quedara sin consecuencias.

—Juro… que me las pagarás —murmuró, con los ojos centelleando de furia contenida.

Reiko permaneció bajo el agua durante varios minutos más, permitiendo que la ira reemplazara su tristeza. No podía dejarse consumir por el dolor. Tenía que ser fuerte, encontrar una forma de enfrentar este destino impuesto. Y cuando llegara el momento adecuado, haría que los Harlaown, y especialmente Lindy, sintieran el peso de su venganza.

Minutos después de su baño, Reiko se encontraba completamente vestida, su expresión mostrando una frialdad que antes no poseía. Algo en su interior había cambiado. Cerró la puerta de su habitación con determinación y descendió hacia el piso principal, donde Alexei, el jefe de seguridad de los Yamauchi, la esperaba con su acostumbrada seriedad.

—Хорошая работа, Алексей, давай уедем уже. (Buen trabajo, Alexei, vámonos ya) —dijo Reiko con un ruso sorprendentemente claro.

Alexei levantó una ceja, sorprendido. Hasta ese momento, Reiko siempre se había comunicado en japonés, manteniendo su idioma natal a pesar de su estancia en Rusia. Sin embargo, esa mañana había algo diferente en ella, algo que no terminaba de comprender.

—Что ты ждешь, Алексей? (¿Qué esperas, Alexei?) —insistió Reiko, clavando sus ojos en él.

El jefe de seguridad se acomodó la corbata de su impecable traje negro, inclinando levemente la cabeza.

—Извините, госпожа Ямаучи, сейчас же выезжаем к семье Волковых. (Disculpas, señorita Yamauchi, ahora mismo partimos hacia la familia Volkov) —respondió Alexei en ruso, adoptando un tono más formal.

Reiko pasó junto a él y, antes de abrir la puerta principal, lanzó una última observación con un tono sarcástico pero afilado:

—Пойдем. Мы не хотим заставить мою будущую жену ждать, не так ли? (Vámonos. No queremos hacer esperar a mi futura esposa, ¿verdad?)

Alexei solo asintió y la siguió hacia el auto. Una vez dentro, el camino hacia la mansión Volkov comenzó. El vehículo avanzó a través de las calles del centro de Moscú. La familia Volkov era conocida y temida en toda la ciudad. Manejaban empresas con presencia en los sectores gubernamentales, la policía y la alcaldía, pero la verdadera fuente de su fortuna provenía de negocios mucho más oscuros, como el tráfico de órganos, un secreto que solo conocían las familias más poderosas del círculo interno.

Al llegar al portón de oro que marcaba la entrada a la propiedad, los guardias de seguridad permitieron el paso del vehículo sin demora. Alexei estacionó en un espacio reservado cerca de la entrada principal y descendió para abrirle la puerta a Reiko. Ella salió del auto con un porte firme, decidida a enfrentar las formalidades que el día le imponía.

Mientras tanto, en el interior de la mansión, Utena caminaba por los lujosos pasillos junto a Igor Petrovich Volkov, un hombre cuya presencia imponía respeto. Su rostro, duro como una estatua de piedra, transmitía la falta de humor y la absoluta precisión con la que manejaba los asuntos de su familia. Para Igor, el tiempo era un recurso que no se debía malgastar. Sin mirar a Utena, rompió el silencio.

—Меня до сих пор оскорбляет, что вы считаете нас вторым вариантом, Утэна. (Sigo ofendido por considerarnos tu segunda opción, Utena.)

Utena no mostró reacción alguna, respondiendo con la misma fluidez.

—Жаль, что ты так думаешь, Игорь. Вы не были нашим вторым вариантом. Вы просто не присутствовали на новогоднем собрании. Обстоятельства сложились таким образом. (Lamento que lo veas así, Igor. No fueron nuestra segunda opción. Simplemente, no estuvieron presentes en la reunión de fin de año. Las circunstancias se dieron de esa forma.)

Igor soltó un gruñido y continuó caminando.

—Мы не были там, потому что Россия до сих пор воюет с украинцами. Наши силы поддерживают российскую милицию, и ты это знаешь. Теперь, когда нам удалось подчинить их президента, здесь все изменится. (No estuvimos porque Rusia sigue en guerra con los ucranianos. Nuestras fuerzas apoyan a la milicia rusa, y lo sabes. Ahora que logramos someter a su presidente, las cosas van a cambiar aquí.)

Utena arqueó una ceja ligeramente.

—Не с китайцами во главе. (No con los chinos a la cabeza) —respondió con seriedad—. Сяомао был в Японии, Игорь. Он был в МОЕМ доме и использовал свое влияние, чтобы ослабить Такамати. Китай объединен; Россия еще нет. Они опережают нас. (Xiaomao estuvo en Japón, Igor. Estuvo en MI casa y usó su influencia para debilitar a los Takamachi. China está unificada; Rusia aún no lo está. Nos llevan la delantera.)

Esas palabras hicieron que Igor se detuviera en seco. Se giró hacia Utena, mirándola con intensidad.

—Так вот почему ты хочешь присоединиться к нам? Потому что японцы теряют власть? Или, может быть, у Ямаути больше нет союзников в своей стране? (¿Entonces, quieres unirte a nosotros porque los japoneses están perdiendo poder? ¿O es que acaso los Yamauchi ya no tienen aliados en su tierra?)

Utena sostuvo la mirada de Igor sin inmutarse.

—Мы не потеряли власть. Нам нужно ее усилить. Скажи мне, Игорь, ты хочешь, чтобы китайцы завоевали Азию? У них уже есть прочная торговля с Западом и Южной Америкой. Им осталось завоевать Азию, и они достигнут всего. Ты хочешь их остановить? Помоги мне объединить наши дома. (No hemos perdido poder. Lo que necesitamos es amplificarlo. Dime, Igor, ¿quieres que los chinos dominen Asia? Ya tienen un comercio sólido con Occidente y Sudamérica. Solo les falta conquistar Asia, y lo lograrán si no los detenemos. Ayúdame a unir nuestras casas.)

Igor se cruzó de brazos antes de soltar una risa breve, cargada de sarcasmo.

—Почему тогда не достаточно было бы нам с тобой объединиться? (¿Y por qué no bastó con que tú y yo nos uniéramos?)

Utena esbozó una ligera sonrisa.

—Я больше не могу иметь детей, Игорь. Я выбываю из игры. (No puedo tener más hijos, Igor. Yo estoy fuera de juego.)

La respuesta provocó otra carcajada sarcástica de Igor.

—А наши дочери могут? Если только у твоей дочери нет пениса, я сомневаюсь, что Екатерина сможет завести потомство. (¿Y nuestras hijas sí? A menos que tu hija tenga un pene, dudo que Ekaterina pueda tener descendencia.)

Utena no se dejó intimidar y replicó con firmeza.

—Жест символический. Объединение наших детей показывает, что наши семьи полны решимости. Они — будущее. Ничто не может быть серьезнее этого. (El gesto es simbólico. Unir a nuestros hijos da a entender que nuestras familias están comprometidas. Ellos son el futuro. No hay un mensaje más serio que ese.)

Igor suspiró, retomando su caminata.

—Екатерина — точная копия моей покойной жены. Мне все равно, что твоя дочь — Ямаути. Я не потерплю оскорблений в ее адрес. Если это случится, я заберу ее сердце и продам его тому, кто больше заплатит. (Ekaterina es una réplica exacta de mi difunta esposa. No me importa que tu hija sea una Yamauchi. No permitiré ofensas hacia ella. Si lo hace, me quedaré con su corazón y lo venderé al mejor postor.)

Utena se quedó ligeramente atrás, observando la espalda de Igor con una mezcla de incertidumbre y cautela. Sabía que aquellas palabras no eran solo una metáfora. Igor era un hombre cuya amenaza podía cumplirse sin vacilar. En su interior, una pequeña duda comenzó a germinar: ¿había tomado la decisión correcta para el futuro de su hija y de su clan?

Reiko estaba absorta frente a un imponente retrato que adornaba una de las paredes principales de la mansión Volkov. El cuadro mostraba a un hombre mayor, vestido con un traje tradicional ruso, sentado con solemnidad en una majestuosa silla dorada. Los detalles eran precisos, casi como si el fundador mismo de la familia Volkov la estuviera observando con severidad.

Desde atrás, una voz suave y elegante habló en ruso:
—Это Николай Петрович Волков, основатель и глава дома Волковых. Он первый Волков и камень нашей семьи. (Ese es Nikolai Petrovich Volkov, fundador y padre de la casa Volkov. Es el primer Volkov y la piedra de nuestra familia.)

Reiko se giró para encontrarse con Ekaterina Dmitrievna Volkov, quien estaba a unos pocos metros de distancia. Llevaba un vestido púrpura que resaltaba sus ojos violetas, los cuales parecían brillar bajo la luz del salón. Le sonreía de manera tranquila, aunque con un destello de curiosidad en sus ojos.

—Ты выглядишь ужасно для человека, который собирается обручиться. Ты плакала? (Te ves fatal para alguien que está a punto de comprometerse. ¿Has llorado?) —preguntó Ekaterina con un tono que combinaba preocupación y comprensión.

Reiko suspiró, reconociendo que no podía ocultar lo obvio.

—Простите. Я должна была выпустить то, что держала внутри. (Lo lamento. Tenía que dejar salir lo que tenía guardado) —respondió en ruso con cierta pesadez.

Ekaterina se acercó lentamente, observándola con detenimiento. Tomó un mechón del cabello blanco de Reiko entre sus dedos y lo acarició con suavidad.

—Это из-за той японской девушки, да? (Es por esa chica japonesa, ¿verdad?) —preguntó Ekaterina.

Reiko desvió la mirada, sintiendo una punzada en el pecho. Las imágenes de Ruby aparecieron fugazmente en su mente. Ekaterina notó el gesto y, con un aire de ternura, volvió a insistir.

—Ты всё ещё её любишь, верно? (¿Aún la amas, verdad?)

Reiko la miró brevemente y respondió con una voz controlada, tratando de no quebrarse.

—Мы собираемся пожениться. (Nos vamos a casar.)

Ekaterina no apartó su mirada. En lugar de molestarse, sonrió ligeramente. Se acercó aún más y, con movimientos tranquilos, posó sus brazos alrededor del cuello de Reiko, mirándola de frente. La diferencia de estatura entre ambas hacía que Ekaterina pareciera delicada y frágil, pero su presencia imponía una calma inexplicable.

—Ты всё ещё её любишь, не так ли? (Aún la amas, ¿verdad?) —repitió con suavidad.

Reiko cerró los ojos un momento, tratando de soportar la marea de emociones. Cuando finalmente habló, lo hizo con un dolor palpable.

—Да. (Sí.)

Ekaterina no reaccionó con sorpresa ni con enojo. En cambio, con lentitud, se inclinó hacia Reiko y depositó un beso en sus labios. El contacto fue suave, pero firme, como si quisiera transmitir una promesa silenciosa. Reiko se quedó completamente inmóvil, paralizada por la inesperada intimidad del momento. Sus ojos se abrieron de par en par mientras Ekaterina profundizaba el beso con una calma que contradecía la tensión en el ambiente.

Finalmente, Ekaterina se separó y le sostuvo la mirada.

—Значит, моя обязанность как твоей жены — исцелить это сердце. (Entonces, es mi deber como tu esposa curar ese corazón.)

Reiko no pudo decir nada. Simplemente la miró, todavía procesando lo que acababa de ocurrir. Su mente estaba en caos. Aquel beso... su primer beso, el que había guardado para Ruby, le había sido arrebatado por Ekaterina. Sin embargo, lo que más la desconcertaba era la mezcla de emociones que ahora luchaban en su interior. ¿Cómo debía reaccionar? ¿Cómo debía seguir adelante después de esto?

Ekaterina no pidió respuestas. Le dedicó una última sonrisa antes de tomar suavemente la mano de Reiko, guiándola hacia el salón principal, donde las familias las esperaban.

El camino hacia el salón principal fue breve pero significativo. Ekaterina caminaba a un ritmo pausado, sus dedos entrelazados con los de Reiko. La calidez que transmitía el tacto de Ekaterina parecía un ancla para el caos emocional que Reiko aún llevaba dentro. Los pasos resonaban suavemente por el mármol del pasillo, un eco de decisiones que cambiarían el curso de sus vidas. Reiko no se resistió, permitiendo que Ekaterina la guiara, y en un gesto instintivo, presionó suavemente su mano como una señal de aceptación silenciosa.

Al llegar a la sala principal, las puertas se abrieron con solemnidad. Utena y Igor ya se encontraban allí, dialogando de forma breve y contenida. Ambos líderes interrumpieron su conversación al notar la entrada de las jóvenes. Sus miradas se posaron inmediatamente en las manos entrelazadas de Ekaterina y Reiko. La tensión era palpable en el aire.

Ekaterina fue la primera en hablar, con voz firme y clara.

—Отец, доброе утро. Я приняла решение и хочу выйти замуж за Рейко Ямаучи. (Padre, buenos días. He decidido aceptar la propuesta y casarme con Reiko Yamauchi.)

Igor la observó por un momento, su expresión permanecía imperturbable, como si evaluara cada palabra.

—Это решение уже было принято. (Esa decisión ya la habíamos tomado) —respondió con frialdad.

—Я знаю. Я просто подтверждаю его. Я хочу выйти за неё замуж. (Lo sé. Solo lo estoy confirmando. Quiero casarme con ella) —dijo Ekaterina, reafirmando su posición.

Reiko, que había estado en silencio hasta ese momento, comprendió el significado detrás de las palabras de Ekaterina. Ella no solo cumplía con el deber familiar, sino que también estaba haciendo una elección personal. Esa apuesta por ella resonó en el interior de Reiko, quien finalmente decidió dar el paso. Se giró hacia su madre, Utena, y en japonés declaró con determinación:

—Mamá, también voy a casarme con ella.

Utena, siempre estoica, se mantuvo firme, pero algo en sus ojos dejó entrever una mezcla de orgullo y resignación. Este era el protocolo, el último paso antes de cerrar el pacto. Igor y Utena intercambiaron miradas calculadas, ambos conscientes de la relevancia de ese momento. Sin más preámbulos, estrecharon sus manos, sellando así el acuerdo.

—Pactum conclusum est. (El pacto está concluido.)

Con esas palabras, el compromiso entre Reiko Yamauchi y Ekaterina Dmitrievna Volkov se hacía oficial. No había marcha atrás.

Ekaterina volteó hacia Reiko, dedicándole una sonrisa cálida, sus ojos violetas brillando con una mezcla de ternura y resolución.

—Надеюсь, ты будешь обо мне заботиться, моя жена. (Espero que cuides de mí, esposa mía) —dijo en un tono tierno.

Reiko sintió que sus mejillas se encendían, el peso de las palabras resonando con fuerza en su corazón. Desvió ligeramente la mirada, aún tratando de procesar todo, pero respondió en ruso con voz suave y tímida:

—Я тоже надеюсь на то же самое, моя жена. (Lo mismo digo, esposa mía.)

El compromiso ahora estaba sellado no solo por la formalidad, sino también por aquellas palabras sinceras que, aunque tímidas, marcaban el inicio de una relación en la que ambas estaban dispuestas a construir algo más allá de los acuerdos familiares.

Lindy Harlaown estaba sentada en su majestuoso escritorio de roble, con una copa de vino al lado y una carta oficial en sus manos. El documento portaba el sello de los Yamauchi, y sus palabras eran contundentes: anunciaban formalmente la unión matrimonial entre los Yamauchi y los Volkov de Rusia. Al leerlo, una sonrisa sarcástica se dibujó en el rostro de Lindy.

—Lo hace por despecho. —murmuró en voz alta, dejando la carta a un lado con desdén.

A su derecha, Alexandrina Seraphine permanecía de pie, con su característico porte elegante e imperturbable. Su mirada estaba fija en Lindy, aunque no expresaba ni aprobación ni descontento. Lindy se giró levemente hacia ella.

—¿Te has dado cuenta, Lexie? Los Yamauchi se van a vender a los rusos solo por despecho.

Alexandrina asintió levemente, manteniendo su compostura.

—Y todo por culpa de esa Nina Iseri. —comentó con tono neutral.

Lindy soltó una risa breve, divertida ante la seriedad de su sirvienta personal. Sin dudarlo, tomó la carta nuevamente y la arrojó al fuego de la chimenea cercana. Las llamas consumieron el papel rápidamente, proyectando sombras danzantes en las paredes de la oficina.

—¿Todavía estás molesta, Lexie? Ruby tiene que crecer y tomar sus propias decisiones. —dijo Lindy con un tono despreocupado mientras se acomodaba en su silla.

Alexandrina soltó un leve suspiro, pero sus emociones permanecían ocultas tras una expresión de serenidad absoluta.

—Lo que ordene mi matriarca.

Lindy ladeó la cabeza, observándola con curiosidad. Sabía que Alexandrina rara vez expresaba sus opiniones, pero esta vez quiso ahondar más.

—¿Acaso te hubiera gustado que Ruby se quedara con Reiko? ¿A merced de esa víbora venenosa de Utena?

Alexandrina hizo una breve pausa antes de responder con otro suspiro.

—Tiene razón, como siempre, mi matriarca... pero, ¿no había mejores opciones?

Lindy se echó a reír, divertida por la persistente preocupación de Alexandrina.

—Dejemos que las cosas sigan su rumbo, Lexie. Si Nina Iseri logra lo que se propone, ella misma romperá el paradigma de las clases. Y, lo más importante, Ruby es feliz. Mientras las mantengamos protegidas, todo estará bien... más ahora que los rusos están entrando en juego. ¿Entendiste?

Alexandrina se inclinó con elegancia, haciendo una reverencia impecable mientras alisaba los pliegues de su falda.

—Lo que ordene mi matriarca. Se protegerá a las dos.

Lindy la observó con una expresión satisfecha y asintió lentamente.

—Además, Lexie, si no te gusta el comportamiento de esa mocosa, enséñale tú misma. Enséñale a comportarse, así como lo hiciste con Ruby.

Alexandrina, aún inclinada, respondió con calma, aunque con una leve chispa de determinación en la mirada.

—Vamos a comprobar si un mono puede aprender a comportarse como es debido.

Lindy soltó una carcajada ante el comentario, negando con la cabeza mientras volvía a reclinarse en su silla.

—Ay, Lexie... no cambias nunca.


Nina estaba en las nubes, completamente abstraída en sus pensamientos. El fin de semana en casa de Ruby había sido uno de los momentos más importantes y desafiantes de su vida. No solo había enfrentado a la temible Lindy Harlaown, sino que, contra todo pronóstico, había salido airosa con una tarea en sus hombros: convertirse en una cantante famosa para no dañar el prestigioso apellido de los Harlaown. Y lo mejor de todo, las madres de Ruby aprobaban su relación. Ruby la había colmado de besos en su habitación aquella tarde, aunque Nina había intentado llevar las cosas más allá, Ruby la había detenido con una sonrisa y un suave recordatorio: "Mis mamás están en casa." Nina había aceptado de buena gana, aunque su corazón latía a mil. Amaba a Ruby... y oh, dios, cómo amaba su sonrisa y su dulzura.

Pero en ese momento, Nina estaba totalmente desconectada de la realidad, sonriendo como tonta mientras recordaba todo lo vivido.

—Por favor, ¿puedes dejar de poner esa cara de idiota y volver a entonar la nota alta, Iseri? Dios, ¿siempre es así? —reclamó Haruka Matsuura, exasperada, deteniendo la práctica con un suspiro.

Riko, quien observaba divertida desde un costado, se acercó con una sonrisa traviesa.

—Espera, yo me encargo de despertarla. —dijo con un brillo pícaro en los ojos.

Antes de que Haruka pudiera reaccionar, Riko se acercó detrás de Nina y, sin previo aviso, le dio una fuerte nalgada. El sonido resonó con fuerza por toda la sala de música, provocando que Nina diera un salto, soltando un grito.

—¡AHHHH! ¡HIJA DE... RIKO! —exclamó girándose de inmediato, furiosa.

Riko se echó a reír a carcajadas mientras Nina la miraba con furia.

—¡VEN AQUÍ, AZULITA, QUE TE VOY A DAR DE NALGADAS TAMBIÉN! —gritó Nina mientras comenzaba a perseguir a su amiga por toda la sala.

Riko esquivaba con agilidad, riendo y burlándose mientras Nina intentaba atraparla. Haruka, que había estado apretando los puños, tratando de mantener la paciencia, finalmente explotó.

—¡CALMENSE... AHORA! —gritó con una autoridad que hizo que ambas se congelaran en seco.

Nina y Riko se detuvieron al instante, jadeando por el esfuerzo, y miraron a Haruka con caras de culpabilidad.

—¿Les recuerdo que estamos en el estudio de música y no en un patio de recreo? —continuó Haruka con el ceño fruncido—. Estamos aquí para que Iseri mejore su técnica y no haga el ridículo frente a más de 500 personas. ¿Pueden dejar de comportarse como niñas, por favor?

—Pero ella empezó... —murmuró Nina, señalando a Riko con el dedo.

—NO-ME-IM-POR-TA. —remarcó Haruka, enfatizando cada sílaba con una fría seriedad.

Ambas bajaron la cabeza como niñas regañadas. Haruka exhaló profundamente.

—Iseri, regresa al estrado y entona la nota alta, por favor.

Nina obedeció, caminando de regreso con pasos lentos y pesados. Subió al estrado mientras Haruka le hacía una seña con el dedo para comenzar. Riko, desde su posición, le susurró a Haruka:

—Te dije que la iba a sacar de trance.

Haruka le dirigió una mirada de reproche, sus labios curvados en una fina línea de desaprobación. Sin embargo, se enfocó nuevamente en Nina, levantando los brazos para indicarle las guías de tono.

Nina tomó una profunda respiración, y su voz se alzó, entonando las notas altas con precisión. Su concentración volvió finalmente a donde debía estar. Mientras las melodías llenaban la sala, Haruka mantuvo el control, siguiendo con gestos para dirigir a Nina. Riko, por su parte, observaba a su amiga con una sonrisa, admirando la fuerza de su voz y cómo, a pesar de todo, Nina siempre encontraba su centro en la música.

las practicas habían tomado un receso, el ambiente en la sala de música se mantenía tranquilo, con el suave eco de las conversaciones entre Nina y Riko, mientras Haruka revisaba su libreta, anotando con precisión los detalles del desempeño de Nina. Haruka tenía una expresión seria, concentrada en sus notas, marcando con un bolígrafo ciertos puntos clave sobre las técnicas vocales de Nina. Por su parte, Nina, con la botella de agua en mano, disfrutaba de un breve descanso. La concentración era algo complicado para ella, sobre todo cuando sus pensamientos volvían una y otra vez a los recuerdos de Ruby. Una sonrisa involuntaria se dibujaba en sus labios cada vez que recordaba los besos y las largas conversaciones que habían compartido durante el fin de semana.

Riko, mientras tanto, estaba absorta en su teléfono, riendo suavemente al leer algo. Su expresión delataba que estaba en medio de una conversación entretenida, lo que no pasó desapercibido para Nina.

—¿Y tú de qué tanto te ríes, eh? —preguntó Nina, acercándose con curiosidad. Intentó mirar por encima del hombro de Riko, tratando de ver la pantalla.

—No seas chismosa —respondió Riko, alejando el teléfono de forma rápida y con una sonrisa divertida.

—Oh, vamos, no seas así. Yo siempre te cuento todo, incluso los mensajes con Ruby. ¿Por qué tú no puedes compartir? —insistió Nina, fingiendo un tono ofendido mientras se cruzaba de brazos.

Riko soltó una carcajada corta. —Eso es porque tú quieres presumir lo melosa que eres con ella. Nadie te pide que cuentes esas cosas.

—¡Ay, claro que no! Lo hago por confianza. Anda, ¿qué estás ocultando? —dijo Nina, aprovechando un momento de distracción para arrebatarle el teléfono a Riko.

—¡Oye, devuélveme eso! —exclamó Riko, sorprendida.

Nina, rápida de reflejos, desbloqueó el dispositivo con facilidad. Había memorizado el patrón de desbloqueo después de haberla visto usarlo varias veces. Su sonrisa triunfal se desvaneció al leer uno de los mensajes recientes de Aoi: "No deberías mandar fotos como esas. ¿Qué pasa si las abro en público y alguien las ve?" Extrañada, Nina subió en la conversación y se quedó perpleja al encontrarse con varias fotos de Riko en ropa interior, enviadas a Aoi.

—¿Te estás mandando nudes con Fujiwara? —soltó, incrédula, con los ojos abiertos como platos.

Riko le arrebató el teléfono de un tirón, sin perder la compostura. —Eso te pasa por curiosa. Aprende a no meter la nariz donde no te llaman —le respondió, arqueando una ceja con aire divertido.

Nina, aún sin poder asimilar lo que acababa de ver, la miró fijamente. —¡Pero Riko, eso es demasiado! ¿Aoi te pidió esas fotos o qué? —preguntó con un tono de asombro.

Riko se encogió de hombros y sonrió traviesa. —Eso no te incumbe, Nina.

Antes de que la conversación pudiera seguir, un carraspeo fuerte y seco interrumpió la charla. Haruka las observaba con una mirada penetrante, claramente molesta por el espectáculo que estaban dando.

—Si ya terminaron de hacer el ridículo, déjenme informarles sobre los avances de Iseri —dijo con firmeza.

Ambas chicas enderezaron sus posturas de inmediato. Haruka dio un paso adelante y comenzó a explicar detalladamente los logros y áreas que Nina debía mejorar.

—Iseri, has progresado en el manejo de las notas altas. Ahora puedes sostenerlas con más estabilidad, pero todavía tienes dificultades en las transiciones entre registros. Necesitas trabajar en la precisión cuando cambias de octava. También noto que tu respiración al inicio de las frases largas es irregular. Si no lo controlas, perderás fuerza en las presentaciones en vivo —explicó Haruka con tono meticuloso.

Nina asintió, tomando nota mental de cada uno de los comentarios. Haruka continuó:

—Hay una sección en la sinfónica donde es crucial que trabajes con un acompañamiento de violín. Ya me encargué de contactar a alguien para que te asista en esa parte. Debería estar llegando pronto.

Justo en ese momento, se escuchó un golpe suave en la puerta de la sala.

—Debe ser ella —dijo Haruka, girándose hacia la puerta—. Adelante.

La puerta se abrió lentamente, revelando a una joven que hizo que el ambiente se llenara de una presencia casi etérea. Su figura esbelta y elegante parecía salida de un sueño. El largo cabello negro con reflejos violetas caía en ondas perfectamente cuidadas, y sus ojos, de un tono amatista brillante, capturaron la atención de todos en la sala. Vestía el uniforme azul de la academia, con un pin en forma de corchea doble que indicaba su pertenencia a la rama musical, acompañado por un segundo pin con la silueta de un violín, simbolizando su especialización.

—Déjenme presentarles a Sakura Takahashi, violinista —anunció Haruka con formalidad.

Sakura hizo una ligera reverencia, mostrando una sonrisa suave pero encantadora. —Encantada de conocerlas, Iseri, Hoshisora —dijo con una voz suave, melodiosa, que envolvió a ambas chicas en una especie de trance.

Riko se acercó a Nina y susurró con tono de broma: —Si Harlaown se entera de que entrenas con esta modelo, vas a estar en graves problemas.

Nina, aún sin apartar la vista de Sakura, le respondió en el mismo tono: —Lo mismo va para ti con Fujiwara.

Ambas soltaron una risa forzada y saludaron a la recién llegada agitando una mano al aire, intentando disipar la tensión nerviosa que les provocaba la impresionante presencia de la violinista. Internamente, rogaban que ni Ruby ni Aoi llegaran a malinterpretar cualquier situación relacionada con su nueva compañera de práctica.

Sakura se posicionó en el centro del escenario, al lado de Nina. Su porte elegante irradiaba una feminidad envolvente que no pasó desapercibida. Nina, de manera instintiva, captó el aroma del perfume de Sakura, un sutil toque floral y dulce que casi la desarmó, pero en su mente apareció de inmediato la imagen de Ruby mirándola con reproche, y un escalofrío recorrió su cuerpo.

—¿Lista? —preguntó Sakura con su voz melodiosa—. Tocaré una pieza para que puedas adaptarte al ritmo de la sinfónica. Solo escucha al principio, así te familiarizas con el compás, ¿de acuerdo?

Nina asintió repetidamente, pareciendo un juguete que no podía detenerse, lo que hizo que Sakura soltara una risita ligera. Luego, la violinista adoptó una postura firme pero relajada, alzando el violín a su hombro y cerrando brevemente los ojos para concentrarse. Con suavidad, deslizó el arco sobre las cuerdas, y una melodía celestial comenzó a llenar el salón.

La música que emergía del violín era hipnótica, cada nota acariciaba el ambiente como si estuviera pintando paisajes etéreos en el aire. Las transiciones eran fluidas, desde pasajes serenos que evocaban el murmullo de un arroyo en primavera hasta crescendos apasionados que asemejaban el rugido del viento en una montaña. Los movimientos de Sakura eran elegantes, casi coreografiados. Su arco danzaba sobre las cuerdas con precisión, y el reflejo de las luces sobre el barniz del instrumento daba la impresión de que el violín brillaba con vida propia.

Cuando terminó, el salón quedó sumido en un profundo silencio por unos segundos antes de que Riko rompiera la quietud con un entusiasta "¡Ohhhhhhh!", aplaudiendo con emoción.

—Impresionante... —susurró Nina, aún con la boca abierta de asombro.

Haruka, menos impresionada, rodó los ojos.

—Bien, volvamos al ensayo —indicó con un tono firme—. Takahashi, dale la entrada a Iseri para que practique desde el comienzo.

Sakura se volvió hacia Nina con una mirada cálida y le guiñó un ojo.

—¿Lista? —le preguntó con una sonrisa.

Nina, nerviosa, balbuceó incoherencias antes de darse una palmada en las mejillas para componerse.

—¡Sí! —respondió finalmente, intentando sonar segura de sí misma.

Desde su posición, Riko observaba la escena con diversión, sabiendo que aquello iba a ser un espectáculo, sobre todo si Ruby llegaba a enterarse de la presencia de Sakura.

Las prácticas avanzaron a lo largo de la tarde. Riko contribuyó llevando el ritmo con la batería, mientras Haruka daba instrucciones y corregía detalles técnicos. Los resultados fueron satisfactorios para los estándares de Haruka, pero como era habitual en ella, esperaba aún más. Planeó una serie de ejercicios vocales para Nina para el día siguiente.

Cuando finalizó la sesión, las cuatro chicas salieron del estudio y comenzaron a caminar hacia el comedor. Sakura mantenía una conversación animada con Nina, sus risas ocasionales llenando el aire. Todo parecía ir bien hasta que una voz conocida interrumpió el momento.

—...Así que aquí estabas.

Nina se detuvo en seco, su cuerpo se tensó, y un pánico inmediato la invadió.

—¿Ruby...? Mi amor... íbamos al comedor —respondió con nerviosismo, girándose lentamente.

Ruby estaba allí, con los brazos cruzados y un gesto que intentaba ser severo, aunque para Nina solo se veía adorable.

—Llevo horas llamándote al teléfono —dijo Ruby con un tono de ligera molestia.

Nina recordó, con un sobresalto, que Haruka les había hecho silenciar los teléfonos para no interrumpir la práctica.

—¡Ella me pidió ponerlo en silencio! —acusó, señalando a Haruka como si fuera una niña pequeña culpando a otro en el colegio.

—¿Ah...? —fue todo lo que pudo responder Haruka, claramente desconcertada por la repentina acusación.

Mientras tanto, Riko no pudo contenerse y estalló en carcajadas. Ruby levantó una ceja, claramente divertida, y luego miró a Sakura, quien estaba junto a Nina.

—¿Y ella también es parte de tu banda? ¿Ahora necesitan modelos para animarse? Porque en la sección de baile también tenemos porristas —comentó con ironía.

—Amor... Ella toca el violín, nos está ayudando —se apresuró a explicar Nina.

Sakura decidió intervenir, caminando hacia Ruby con una sonrisa amable.

—Hola, Sakura Takahashi, como puedes ver, violinista —dijo, señalando el pin en su uniforme.

Ruby observó el pin, luego fijó la mirada en Sakura.

—¿Eres de la rama de danza, verdad? ¿Ballet? —preguntó Sakura, notando el uniforme rosa y el pin con la zapatilla de ballet.

—Sí... —respondió Ruby con cierta desconfianza.

Nina, deseando calmar la situación, tomó la mano de Ruby con delicadeza.

—Mi amor, ellas son Haruka Matsuura, pianista, y Sakura Takahashi, violinista. Nos están ayudando para la sinfónica. Y esa cosa humana de allá ya la conoces, es Riko.

—¡OYE! —se escuchó la queja ofendida de Riko al fondo, lo que provocó que Ruby riera suavemente.

Acariciando la mano de Nina, Ruby le dijo con ternura:

—La próxima vez, avísame si vas a llegar tarde. Me preocupo.

Nina se rascó la cabeza, apenada.

—Lo siento... Las prácticas son intensas. Puedes venir a vernos si quieres un día.

Ruby le sonrió.

—Lo pensaré —respondió, dándole unas amistosas palmaditas en la mejilla—. Y ahora, mejor vamos al comedor antes de que Aoi nos deje sin comida.

—¡Vamos! —dijo Nina, riendo.

El grupo comenzó a avanzar, mientras Sakura se inclinaba hacia Haruka y le susurraba:

—No me habías dicho que tenía novia...

Haruka rodó los ojos con exasperación.

—¿Y eso importa?

Sakura no respondió, simplemente sonrió de manera enigmática, y el grupo de chicas continuó su camino hacia el comedor.

El comedor estaba repleto de estudiantes conversando y riendo, creando un ambiente bullicioso pero animado. Aoi ya estaba sentada en una mesa, esperando pacientemente. Había adelantado la orden de la comida y esperaba ver a Ruby y compañía aparecer. Mientras esperaba, sus pensamientos vagaron hacia los mensajes de Line que compartía con Riko. Recordó las dulces conversaciones de buenos días y las largas llamadas nocturnas, y cómo la palabra "novia" resonaba en su cabeza. No habían tenido una conversación seria al respecto, pero esa palabra, tan simple y significativa, seguía rondando su mente, haciéndola sonrojarse sin razón aparente.

—¡Aoi, ya llegamos! —exclamó Ruby, tocándole suavemente el hombro.

—¡AHHH! ¡Ruby! —gritó Aoi con exageración, sobresaltando a los demás comensales cercanos.

Los ojos curiosos se giraron hacia su mesa.

—Perdón, perdón… —dijo Aoi, agachando la cabeza con vergüenza, mientras se movía para que las chicas pudieran acomodarse.

Ruby tomó asiento junto a Nina, quienes se miraron con una complicidad evidente. Haruka se sentó al otro lado de la pareja, mientras que Sakura, con una calma elegante, se acomodó al lado de Haruka. Como era de esperarse, Riko se ubicó justo al lado de Aoi, quien la miró de reojo. Riko aprovechó la oportunidad y le susurró al oído:

—Hola, muñeca.

El rubor en las mejillas de Aoi se intensificó al punto de sentirse en llamas.

—H-Hola… —murmuró, bajando aún más la mirada mientras jugaba nerviosamente con sus dedos.

Riko sonrió aún más al verla tan nerviosa y añadió con voz melosa:

—¿Sabes que te ves muy bonita cuando te sonrojas así?

—Hoshisora-san… Mooo… —refunfuñó Aoi, apartando la vista.

Riko soltó una risa ligera, pero su diversión fue interrumpida por un fuerte carraspeo de Haruka, quien buscaba llamar la atención de todos.

—Bueno, ¿vamos a pedir? —dijo Haruka, con tono serio, dispuesta a retomar el control de la situación.

—¡Sí! —exclamó Nina casi de inmediato—. Necesito algo helado, estoy sofocada…

El comentario hizo que Haruka la mirara con una expresión de absoluta desaprobación, como si Nina hubiese sugerido cometer un delito.

—¿Cómo has dicho? —replicó Haruka con una ceja arqueada.

—¿Eh…? ¿Dije algo malo? —preguntó Nina, claramente confundida por la reacción.

—Por supuesto que sí. ¿Algo helado? ¿Estás loca? —dijo Haruka, cruzando los brazos—. No vas a tomar nada frío. Necesitas cuidar tus cuerdas vocales. Vas a tomar una infusión caliente, y punto.

Nina hizo una mueca de desagrado, pero no discutió. Haruka aprovechó para mirar a Ruby, como si le estuviera delegando una responsabilidad.

—y tú, por favor, asegúrate de que esta niña desobediente no arruine su voz. Necesito que esto se convierta en una rutina.

—Entendido, doctora Matsuura —respondió Ruby, riendo ligeramente mientras apretaba la mano de Nina con ternura—. Me aseguraré de que se porte bien.

Nina bufó, pero terminó sonriendo al sentir el apoyo de su novia.

Mientras esperaban la comida, Aoi, aún algo tímida, decidió romper el silencio.

—Esto… Ruby-chan, ¿quiénes son ellas? —preguntó, refiriéndose a las chicas desconocidas en la mesa.

Ruby le sonrió antes de responder.

—Ellas son parte de la banda de Nina.

Haruka soltó un suspiro exasperado y corrigió rápidamente:

—No somos una banda. Estamos ayudando con el concierto de la sinfónica.

Aoi abrió los ojos con sorpresa, formando una gran "O" con la boca.

—¡Oh, entiendo! —exclamó, impresionada.

Haruka se presentó con una breve inclinación de cabeza.

—Haruka Matsuura. Piano clásico y contemporáneo.

Aoi asintió varias veces, asombrada. Sakura rio con suavidad y también se presentó:

—Sakura Takahashi. Violín clásico —dijo con una sonrisa encantadora.

Aoi la observó con detenimiento, notando el toque de color violeta en su cabello.

—¡Eres muy bonita! Pareces una modelo. ¿Tiñes tu cabello de violeta por debajo? —preguntó, curiosa.

Sakura sonrió y agitó ligeramente su cabello, permitiendo que el suave aroma de su perfume llenara el aire.

—Así es. Me gusta cómo quedó. ¿Verdad que luce bien, Iseri-san? —preguntó, mirando a Nina con un guiño juguetón.

Nina, tomada por sorpresa, casi se atragantó con el agua que estaba bebiendo. La pregunta la puso en una situación incómoda, sobre todo porque Ruby miraba a Sakura con una expresión que distaba mucho de ser amistosa.

—Eh… Supongo que sí… —respondió Nina, titubeando—. Pero me gusta más el dorado —añadió rápidamente, mirando a Ruby con una sonrisa coqueta.

Ruby no pudo evitar sonrojarse, desviando la mirada por un momento.

Ruby se sonrojó ante el cumplido, desviando la mirada mientras trataba de ocultar su sonrisa.

—¿Ah, sí? Ya veo. Qué buena respuesta… —comentó Sakura, tomando su vaso con calma. Sin embargo, la tensión en el aire era palpable. Ruby le lanzaba miradas de advertencia a la violinista, quien parecía ignorarlas deliberadamente.

Haruka, observando la situación, suspiró.

—Por favor, que esto no se convierta en un drama —murmuró para sí misma.

El ambiente de la mesa oscilaba entre lo incómodo y lo hilarante. Riko, quien había estado disfrutando del espectáculo, se inclinó hacia Aoi y le susurró:

—Esto va a ponerse bueno. Haz apuestas, muñeca. ¿Ruby se lanza primero o espera a que Sakura provoque un poco más?

Aoi le dio un codazo en las costillas, pero no pudo evitar reír bajito.

—Cállate, Hoshisora…

La cena prometía ser, sin lugar a dudas, un evento lleno de sorpresas.

La cena había terminado, y cada una de las chicas se iba por su propio camino. Sakura, siempre juguetona, se despidió de todas lanzando un beso al aire, un gesto que a Ruby no le hizo ninguna gracia. Desde su perspectiva, aquello parecía demasiado intencionado. La mirada desconfiada que le dirigió a la violinista fue fugaz, pero clara. Nina lo notó y se sintió un tanto tensa. Sabía que aquella noche podría ser complicada.

Mientras caminaban hacia el dormitorio, el silencio entre ambas se volvió abrumador para Nina. El eco de sus pasos en los pasillos solo hacía que el ambiente se sintiera más denso. Finalmente, incapaz de soportar más la situación, Nina trató de iniciar una conversación.

—Ehnmm... Ruby, amorcito, ¿estás molesta? —preguntó con cautela, intentando romper la tensión con un tono dulce.

Ruby, sin siquiera mirarla, respondió con un seco:

—No.

Sin embargo, su respuesta era todo menos convincente. Nina conocía demasiado bien a su novia para creer en esa negación. Sus labios estaban fruncidos y sus ojos evitaban cualquier contacto visual, lo que solo confirmaba sus sospechas.

La puerta se cerró tras ellas con un suave clic. El dormitorio estaba en penumbras, iluminado únicamente por la luz tenue de una lámpara de mesa. Ruby permanecía inmóvil en el centro de la habitación, con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo. El silencio era abrumador para Nina, quien no estaba acostumbrada a que Ruby actuara de esa manera. Tras unos segundos de incómodo silencio, Ruby volvió a hablar, esta vez con un tono más directo.

—Se ve que te llevas muy bien con la violinista —murmuró, dejando caer las palabras como una acusación velada.

Nina abrió los ojos con sorpresa y exhaló un suspiro. No era difícil adivinar lo que estaba pasando por la mente de Ruby. La imagen de Sakura, con su belleza etérea y actitud relajada, seguía rondando los pensamientos de su pareja. Aunque no había ocurrido nada inapropiado, Nina entendía por qué Ruby se sentía así.

—Amor, la he conocido hoy. Solo llevo unas horas de hablar con ella. No es lo que piensas —dijo con sinceridad, buscando calmarla.

Pero Ruby no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.

—Horas... y parece que fue suficiente para llevarse de maravilla contigo —replicó, cruzándose de brazos y soltando un ligero "hmm".

Nina sintió cómo la presión aumentaba en su pecho. No quería que esta situación se saliera de control. Se detuvo, tomando la mano de Ruby con suavidad para que ambas se miraran a los ojos.

—Escúchame, por favor —dijo con voz firme, pero amorosa—. Ella solo está ayudando con la sinfónica, eso es todo. Lo que haga o diga no me importa. Yo solo tengo ojos para ti, ¿de acuerdo? Tú eres la única que me importa.

Ruby desvió la mirada unos instantes, su expresión suavizándose ligeramente. Sin embargo, aún quedaba un atisbo de duda en sus ojos.

—Ella es bonita... muy, muy bonita... —murmuró con un toque de inseguridad—. Y te está coqueteando.

Nina soltó un pequeño suspiro de resignación. Claro, no podía negar la verdad de lo que Ruby decía, pero eso no significaba que ella hubiera hecho algo incorrecto. Sin dudarlo, se acercó más y colocó las manos sobre los hombros de Ruby.

—Sí, es bonita. Pero ¿sabes qué? No me importa. No puede ni compararse contigo. Tú eres perfecta para mí, Ruby —dijo con una mirada llena de amor.

Ruby la observó en silencio durante unos segundos, como si estuviera evaluando sus palabras. Finalmente, algo pareció cambiar en su expresión. Dio un paso al frente y, para sorpresa de Nina, la empujó suavemente hacia la cama. Nina cayó de espaldas sobre el colchón, su rostro reflejando sorpresa.

—Ruby, ¿qué…? —comenzó a decir, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta Ruby se subió sobre ella con una gracia felina, quedando cara a cara con su novia.

—Eres mía —murmuró Ruby, su voz grave y posesiva, mientras sus ojos se clavaban en los de Nina con una intensidad que la hizo estremecer—. No quiero compartirte con nadie. No lo haré.

Antes de que Nina pudiera responder, Ruby se inclinó y la besó profundamente. Fue un beso cargado de emociones: amor, celos, deseo, y una necesidad desesperada de reafirmar lo que sentía. Nina cerró los ojos y se dejó llevar por el momento, correspondiendo el beso con igual pasión. Las manos de Ruby se deslizaron suavemente por el cuello de Nina, hasta encontrar su cabello, donde lo enredó entre sus dedos.

Ruby no se detuvo ahí. Lentamente, dejó una serie de besos ardientes a lo largo de la mandíbula de Nina, antes de llegar a su cuello. Sus labios se entreabrieron, dejando un pequeño rastro de caricias húmedas mientras lamía y besaba la piel sensible. Nina se estremeció bajo su toque, sintiendo un calor creciente que se extendía por todo su cuerpo.

—R-Ruby… —susurró, sin aliento.

Era extraño y emocionante a la vez. Nina siempre había sido la que tomaba la iniciativa en sus momentos íntimos, la que guiaba y dominaba la situación. Pero esta vez, Ruby había asumido el control, y Nina no podía evitar encontrarlo increíblemente excitante. Su corazón latía con fuerza mientras Ruby continuaba con sus atenciones, mostrando un lado posesivo que hasta ese momento había permanecido oculto.

Ruby, impulsada por la mezcla de emociones, se detuvo por un momento, observando la reacción de Nina. Verla vulnerable, entregada a ella, le dio una sensación de poder y seguridad que disipó cualquier duda o inseguridad que pudiera haber tenido. Sonrió ligeramente y volvió a besarla, esta vez de forma más lenta y profunda, saboreando cada segundo.

—Te amo —susurró Ruby suavemente contra los labios de Nina, mirándola con ternura.

—Yo también te amo… —respondió Nina con una sonrisa, acariciando el rostro de Ruby.

Ruby no se detuvo ahí, con posesión beso el cuello de Nina dejándole una marca, la cual estaba visible, esto era obviamente a propósito, Ruby estaba marcando territorio. Ruby volvió a subir a besar a su novia y entre besos comenzó a desabotonar su camisa hasta dejarla sola con el sujetador.

—R-Ruby... —murmuró entre suspiros Nina.

Ruby la miraba como si fuera una presa, se había convertido en una leona y ella era un tierno conejito que pronto iba a ser comido.

Con precisión quirúrgica, Ruby le quito el sujetador a Nina dejando sus pechos al descubierto, los pezones de Nina ya se encontraban duros, Ruby bajo hacia ellos y posesividad y los lamió y beso. Nina comenzó a gemir, estaba siendo dominada.

Ruby con cada beso iba bajando mas y mas hasta llegar a la falda de Nina, Ruby no le quito la falda, le abrió las piernas a Nina exponiendo su ropa interior, la cual con dos dedos hizo a un lado para poder apreciar la vagina de su novia, la cual estaba ya mojada, Nina podía sentir el calor en su rostro, la iban a devorar, no se sentía así desde hace mucho tiempo, cuando tuvo su primera vez, Ruby hipnotizada bajo su rostro hacia la vagina de su novia, inexperta en el tema comenzó a lamer la entrada Nina emitió un gemido fuerte el cual hizo encender el libido en Ruby, entre lamidas y besos, Ruby se iba acostumbrando mas al sabor de su novia, ella solo estaba repitiendo lo que Nina le hacia a ella cuando le lamia y al parecer estaba haciendo un buen trabajo, ya que Nina le estaba tomando de la cabeza y revolviendo sus cabellos.

—ah…ahh.. R-Ruby… hnmmmm —lograba escuchar Ruby mientras no dejaba de lamerla, Nina pegaba mas su vagina al rostro de Ruby, y ella aprovecho para meter uno de sus dedos dentro de ella, la reacción fue inmediata, Nina se arqueo al sentir a Ruby dentro de ella, el vaivén de movimientos de Ruby fue aumentando haciendo que la respiración de Nina se acelere.

—Ah, mierda, Ruby, Ruby, me vengo, Ruby, Ruby Ru… UHGGGHHH

Ruby no necesito preguntar si lo había hecho bien, Nina llego al climax, viniendose fuertemente con un rostro de satisfacción, Ruby se coloco encima de su novia con la respiración igual de agitada y totalmente satisfecha.

Ambas se quedaron así durante un momento, simplemente disfrutando de la presencia de la otra. La tensión que había dominado la noche se disipó por completo, sustituida por una calma reconfortante. Ruby se acomodó a un lado de Nina, abrazándola con fuerza mientras ambas respiraban en sincronía.

—Gracias por ser tan paciente conmigo... —murmuró Ruby, acariciando suavemente el cabello de Nina.

—Siempre lo seré. No tienes nada de qué preocuparte, amor —contestó Nina, plantando un beso en la frente de Ruby.

—No conocía ese lado posesivo tuyo, ni que fueras a tomar el control en la cama —dijo Nina abrazando a Ruby —Debemos hacerlo mas seguido, por cierto, como eres tan buena ahí abajo? —dijo Nina mirando a su novia

Ruby con una sonrisa picara respondió —Aprendi de la mejor —para luego después presionar suavemente la nariz de Nina con el dedo indice. Ambas rieron para después quedar acurrucadas.

La habitación quedó en silencio, pero esta vez, era un silencio lleno de paz y amor. Las dos jóvenes se quedaron abrazadas, dejando atrás las inseguridades del día. Su vínculo se había fortalecido, y nada ni nadie podría quebrarlo.

El pasillo hacia los dormitorios estaba en silencio, iluminado solo por la suave luz amarillenta de las lámparas en la pared. Haruka y Sakura caminaban a un ritmo relajado, sus pasos resonando levemente en el corredor vacío. La brisa nocturna que se filtraba por las ventanas abiertas movía ligeramente los mechones violetas de Sakura, quien rompió el silencio con su comentario.

"Iseri es cool, ¿no? Tiene un aire así... de chico guapo," comentó entre risas, observando a su compañera de reojo.

Haruka, sin detenerse, puso los ojos en blanco. "No estoy interesada en marimachos. Lo único que me importa de Iseri es su voz. Es un diamante en bruto, aunque ni ella misma lo sabe," respondió con un tono más profesional que casual.

Sakura, siempre curiosa, decidió insistir en el tema. "¿Por qué no me dijiste que tenía novia?"

Haruka se detuvo abruptamente y giró para mirarla. A pesar de su baja estatura de 1.50 m, su mirada intensa tenía un peso que hasta alguien como Sakura, de 1.68 m, sentía.

"Primero, no sabía que tenía novia," aclaró, cruzándose de brazos. "Segundo, no me interesa si tiene una, dos o mil novias. Lo único que quiero es que Iseri mejore en canto, y para eso necesito tu ayuda."

Sakura aprovechó el momento para burlarse un poco, levantando un dedo y tocando suavemente la punta de la nariz de Haruka. "¿Por qué eres tan amargada? Te ves más bonita cuando sonríes," comentó con una sonrisa juguetona.

Haruka suspiró, frunciendo el ceño. "Tus encantos no funcionan conmigo, lo sabes. Así que no te esfuerces... súcubo."

Sakura hizo un puchero, apartando la mano. "¡Mooo! Te dije que no me llames así. Es feo," protestó, siguiéndola mientras Haruka retomaba el camino.

"Te lo has ganado," replicó Haruka con un tono seco.

"¡Qué mal hablada!" bromeó Sakura desde atrás.

"Mal hablada, no. La única mujeriega aquí eres tú," respondió Haruka, provocando una carcajada ahogada en su compañera.

"¿Mujeriega? ¡Ay, cómo se te ocurre! Yo soy un ángel," dijo Sakura, fingiendo una expresión ofendida.

"¿Ah, sí? ¿Cuántos novios o novias has tenido?" preguntó Haruka con sarcasmo.

Sakura llevó un dedo al mentón, pensando un momento. "Mmm… ¿como quince?"

Haruka casi tropezó por la respuesta. "¿Quince...? Dios mío..." murmuró, incrédula.

Sakura soltó una risa divertida. "¡Pero oye! Con ninguno me he acostado. Sigo siendo virgen," añadió con total naturalidad.

Haruka se quedó en silencio, el rubor subiendo a sus mejillas. Se detuvo por un momento, luego la miró con incredulidad. "...No quería saber eso," dijo, acelerando el paso para poner distancia.

"Es verdad," insistió Sakura, igualando el ritmo. "Así que deja de llamarme súcubo."

Haruka bufó, poniendo los ojos en blanco nuevamente. "Eres insoportable," murmuró, resignada.

"Gracias, lo tomo como un cumplido," respondió Sakura con una sonrisa traviesa.

Al llegar al dormitorio, Haruka empujó suavemente la puerta, dejando que esta se cerrara con un leve chasquido. Sakura caminó detrás de ella, lanzando un suspiro cansado, mientras se deshacía del lazo que llevaba en el cuello. Ambas se movían con la familiaridad de quienes compartían espacio desde hacía tiempo. La habitación era amplia, con dos camas separadas por una pequeña mesa de noche que sostenía una lámpara de luz cálida. En una esquina, un par de escritorios organizados con partituras, libros y algunos objetos personales completaban el ambiente.

Haruka se sentó al borde de su cama y comenzó a desabrochar la chaqueta del uniforme con movimientos rápidos. No tenía intención de alargar la noche más de lo necesario. Sakura, por su parte, se dirigió al espejo de cuerpo entero colocado junto al armario. Mientras se miraba de reojo, empezó a desabotonar su blusa con calma, observando su reflejo con un aire despreocupado.

"Sabes... hoy, antes de llegar al estudio, vi a Sayaka," comentó Sakura casualmente, aunque su voz llevaba una carga sutil. Observó a Haruka por el reflejo del espejo para medir su reacción.

El ambiente se tensó en un instante. Haruka, que estaba sacándose la chaqueta, se detuvo. Sus manos se quedaron inmóviles por unos segundos, y el silencio se hizo palpable en la habitación. Sin embargo, no mostró más emoción. Con una expresión impasible, se puso de pie, comenzó a desabrocharse la falda y dejó caer la prenda con un movimiento brusco.

"…No me interesa," respondió fríamente, como si aquellas palabras fueran la única barrera entre ella y un recuerdo que no quería enfrentar.

Sakura suspiró ligeramente. Sabía que estaba pisando terreno delicado, pero no pudo evitar insistir. "No has hablado con ella desde... bueno, ya sabes...," dijo mientras se quitaba la blusa por completo y comenzaba a doblarla con cuidado.

Haruka, ahora en ropa interior, tomó su pijama del armario sin mirarla. Se colocó rápidamente la camisa, abrochando los botones uno a uno, y luego se giró con una mirada dura.

"NO. ME. IN. TE. RE. SA," dijo, enfatizando cada sílaba con firmeza. Sus ojos parecían centellear con una mezcla de irritación y algo más profundo, una emoción que no quería mostrar. Sin decir más, se dio la vuelta y caminó hacia la puerta del baño.

Sakura la siguió con la mirada, notando cómo sus pasos eran más pesados de lo habitual. El sonido de la puerta del baño al cerrarse con fuerza hizo eco en la habitación, marcando el fin de la conversación. Sakura permaneció en silencio por un momento, mordiendo ligeramente su labio inferior. Sabía que Haruka era testaruda, pero también entendía que había cosas que no podían ignorarse para siempre.

"Algún día vas a tener que enfrentarla, Haruka," murmuró para sí misma, dejando escapar otro suspiro.

Con ese pensamiento, Sakura terminó de quitarse el uniforme y lo dejó cuidadosamente sobre una silla. Se puso su pijama, un conjunto ligero de algodón, y caminó descalza por la habitación. Observó las luces de la ciudad a través de la ventana, el resplandor nocturno reflejándose en sus ojos.

Tras unos minutos, la puerta del baño se abrió. Haruka salió ya con el pijama puesto, secándose las manos con una pequeña toalla. Evitó cualquier contacto visual con Sakura y se dirigió directamente a su cama. Se deslizó bajo las sábanas, acomodándose en silencio.

Sakura apagó la luz de la lámpara de noche, dejando la habitación sumida en una penumbra tranquila. Solo el murmullo lejano de la ciudad se escuchaba a lo lejos. Ambas chicas permanecieron en silencio, cada una perdida en sus propios pensamientos.

Finalmente, Sakura cerró los ojos, aún con una ligera sonrisa en los labios. "Aish... eres tan complicada," susurró apenas audible, más para sí misma que para su compañera. No obtuvo respuesta. Haruka, con la vista fija en el techo, suspiró suavemente antes de dar media vuelta, quedando de espaldas a ella. La noche continuó en calma, mientras ambas se entregaban poco a poco al sueño.