—Hola, Hermione.
Su corazón latía erráticamente. Aún oía arcadas y jadeos, pero cada vez más débiles. Había captado el sonido de la llegada de Ron.
Miró brevemente hacia la puerta y se dirigió hacia Ron, esperando que no se hubiera dado cuenta.
—¿Qué haces aquí? —Sonaba aireada.
Siguió quitándose el hollín del brazo.
—Hace siglos que no sé nada de ti. Te envié una Lechuza la semana pasada pero no recibí respuesta. Me imaginé que estabas encerrada con el trabajo de las criaturas otra vez. Quería asegurarme de que estabas bien, ya sabes, alimentándote y tomando descansos.
Hermione sintió que se le estrujaba el corazón.
Este era Ron.
Uno de sus mejores amigos, su antiguo amor. Había estado pensando en ella, preguntándose si habría estado comiendo en su frenesí por cambiar el mundo.
Y ella le había estado mintiendo.
—Hay... hay algo... —las palabras salieron casi mudas de su boca seca mientras Ron se inclinaba para darle una palmadita en el lomo a Crookshanks. El gato nunca le había caído bien del todo, después de viejos rencores por haber sido acusado injustamente de comerse a la rata de Ron.
—Ginny mencionó que parecías apagada cuando cenaste en Grimmauld. Pensé en pasar a ver dónde tenías la cabeza. —Se enderezó y la miró—: También pensé en traerte algunas noticias. Sé que estabas preocupada por Malfoy. No me gusta cómo terminamos las cosas la última vez en la Madriguera. Debería haber venido antes y disculparme. No serías tú si no defendieras cosas así.
Mientras seguía hablando, los oídos de Hermione empezaron a zumbar. Sentía que no podía tomar suficiente oxígeno.
—Bueno, está bien Hermione. No recibió el Beso. No estoy seguro de cómo, sinceramente, en el Departamento de Seguridad Mágica lo han mantenido muy en secreto. Nos enteramos hoy. Fui a tu oficina y descubrí que te habías tomado unos días libres. Esa arpía de tu jefa parecía un poco enfadada por todo el asunto para ser sincero, me dijo bastante bruscamente...
—Ron. —Su voz era fuerte ahora, casi demasiado fuerte. Él dio un respingo, sobresaltado por su volumen.
—¿Sí?
—Sé lo del indulto de Malfoy.
Ron la miró con complicidad.
—Oh, lo sabía. Le dije a Harry que debías de haber sido tú. ¿Cómo te fue entonces? Venga, cuéntamelo.
Ella iba a ser la siguiente en vomitar. El malestar le revolvió el estómago.
—A lo mejor deberías sentarte. —Eso pareció pillarle desprevenido.
—¿Por qué estás tan nerviosa? —Dio un paso hacia ella, recorriendo su figura con la mirada, como si buscara una herida o una amenaza. Ron siempre se había preocupado por ella, siempre había querido ser su protector, aunque también tenía la capacidad de herir tanto como de salvar.
—Encontré una manera de salvarlo. A Malfoy. Descubrí cómo no solo salvarlo del Beso, sino liberarlo de Azkaban.
Ron no parecía del todo impresionado.
—Vale. ¿Cómo?
—Me he casado con él. —Prácticamente le lanzó las palabras.
Ron se quedó muy quieto.
No se movió, no habló, no reaccionó.
Hermione sintió que se apresuraba a dar una explicación, intentando reparar las grietas que sentía que se estaban formando entre ellos.
—Era la única manera. Al Wizengamot no le importaba corregir errores, solo querían que Malfoy desapareciera. Usaban una vieja ley para hacer su trabajo sucio, así que yo también lo hice. La Ley del Matrimonio en la Horca. Me declaré en el Beso, y eso le concedió un indulto completo. No es para siempre. Podemos separarnos en tres años, divorciarnos en cinco.
Eso le sacó de su aturdimiento.
—No podías dejarlo, ¿verdad? No podías dejar que el Wizengamot se encargara de esto. Tenías que convertirte en parte de ello. ¿Y por qué? ¿Malfoy? Un monstruo que hizo la mierda por la que lo encerraron. Es un Mortífago, Hermione.
—¡No tuvo elección! ¡Hablamos de ello!
—Lo que pasa, Hermione, es que tú eso no lo sabes. —Su voz era inquietantemente tranquila—. ¿En qué te basas exactamente? ¿En un presentimiento sobre un chico que hizo de nuestras vidas una pesadilla?
En eso tenía razón. Hermione no tenía pruebas de que Malfoy no hubiera querido estar exactamente dónde estaba durante la guerra. No podía comparar al chico que miraba en la biblioteca con el asesino a sangre fría que el mundo mágico lo había pintado. Antes se había sentido tan sólida, pero al estar frente a Ron, no recordaba por qué.
—¿Por qué se mete en tu piel de esa manera? Incluso en el colegio, cuando te insultaba y te trataba como si no fueras una persona, seguías preocupándote por ese cabrón.
La mirada de Hermione se desvió hacia la silenciosa puerta.
Movimiento equivocado.
Los ojos azules de Ron siguieron los suyos.
—¿Está aquí ahora mismo? —Ron tenía las cejas fruncidas, con arrugas entre ellas. Su piel pecosa era de un rojo intenso y Hermione juró que veía salir vapor de sus fosas nasales.
—Ronald... —tenía las manos extendidas, intentando aplacar la rabia creciente que tenía ante ella.
—¿Por qué cojones está aquí? —Las palabras eran tan bajas, tan frías. Un agudo contraste con el calor palpable que irradiaba de él.
Hermione se acercó más a Ron.
—Es parte de la ley. Debemos vivir juntos durante un año. —Él frunció el ceño, su mirada endureciéndose—. No me encontré con esto así como así, sin pensar. Lo planeé, sabía en lo que me metía. Fue mi elección.
—¿En serio? ¿Elegiste ser la mujer de un Mortífago? ¿Casada con alguien que te odiaba a muerte y prefería verte sangrar en el suelo antes que enfrentarse a sus queridos papá y mamá?
Hermione oyó cómo se abría la puerta detrás de ella.
Oh, no.
—Oye, Comadreja, ¿vienes felicitarnos? —Malfoy no parecía estar enfermo. Incluso con el pelo alborotado y ropas ridículas, se mantenía con toda la gracia con la que había sido criado. Entró en el salón con las manos en los bolsillos a paso tranquilo—. Estoy seguro de que a mi mujer le habría encantado que asistieras a la ceremonia, pero fue algo rápido. Amor a primera vista, ya sabes cómo son estas cosas.
Hermione quería quitarle esa sonrisa de suficiencia de la cara.
—Ron, ignóralo. —Sus manos estaban firmemente presionadas en su pecho ahora.
—Maldito cobarde. No pudiste reconocer lo que hiciste y ahora la has engañado para que salve tu patético culo. —Ron estaba prácticamente escupiendo las palabras.
Malfoy hizo una mueca y negó lentamente con la cabeza.
—Ahora creo que estás un poco confundido. Verás, Granger fue la que se me declaró. Fue una proclamación bastante incandescente, poniéndose delante de todo el Wizengamot y declarando sus intenciones.
—¡Solo lo hizo para salvarte, imbécil sin agallas! —Hermione estaba empujando a Ron mientras él avanzaba. El fuerte cuerpo de Ron contrastaba con la fragilidad de Malfoy.
—Ron, ¡cálmate! Ya te dije por qué me declaré. ¡No es un asunto sórdido! Lo hice para salvarle la vida, ¡eso es todo! Ahora deja de hacer el ridículo. ¡Tú me conoces! ¡Acabas de decir que yo no sería yo si no hubiera hecho algo! —Hermione le dio un pequeño empujón con la esperanza de que lo conmocionara lo suficiente como para impedir que tomara represalias. Él bajó la mirada hacia ella, algo de reconocimiento entrando en sus ojos por sus palabras anteriores. Respiró hondo y pareció relajarse parcialmente, aún con la mirada fija, pero menos dispuesto a atacar.
Malfoy sonrió con una leve inclinación de cabeza.
—Buena Comadreja. Deberías hacer caso a mi mujer. No seas mal perdedor. Si hubiera estado destinado a ser entre vosotros dos, estoy seguro de que ya habría ocurrido.
Ron empujó a Hermione, haciéndola caer de espaldas. Su varita salió con estrépito del bolsillo y cayó bajo el sofá. Hermione se precipitó sobre manos y rodillas, intentando recuperarla.
—¡Maldito bastardo! —Agarró a Malfoy por la parte delantera de la camiseta mientras su puño caía con un chasquido enfermizo. Malfoy intentó zafarse, pero se vio superado en su estado medio demacrado. En lugar de eso, clavó las uñas en la mano que lo sujetaba con fuerza. Ron se encabritó de nuevo y un fuerte crujido resonó en la habitación al romperle la nariz a Malfoy. La sangre empezó a manar—. Ya no tienes a papá para acudir corriendo, ¿verdad? Él recibió el Beso, como deberías haberlo recibido tú.
El golpe bajo enfureció visiblemente a Malfoy, que gruñó y escupió a la cara de Ron, haciéndole retroceder disgustado.
Malfoy hizo una gran mueca, los ojos maníacos, la sangre cubriéndole los dientes.
—Que te jodan. ¿Por qué no aceptas que siempre serás el segundo mejor en todo lo que hagas? El segundo mejor después de Potter y ahora el segundo mejor después de mí.
Ron soltó un grito frenético y golpeó a Malfoy en la tripa, con fuerza. El mago rubio se dobló y cayó al suelo mientras Ron le soltaba la camisa, ahora manchada. Malfoy emitía fuertes jadeos, con la frente apretada contra la madera del entarimado.
Hermione alcanzó por fin su varita, que había rodado hasta el centro del sofá.
Ron se preparaba para patear a Malfoy cuando Hermione le presionó el cuello con la punta de la varita.
—No te atrevas.
Ron levantó las manos en señal de rendición ante sus gélidas palabras. Se volvió hacia ella, con cara de incredulidad.
—¿En serio? ¡Él empezó!
—Y ahora yo lo acabo. Si no puedes hablar sin decidir golpear a alguien, esta conversación ha terminado.
—¡Ya has oído lo que ha dicho! —Ron la miró boquiabierto.
—También oí lo que dijiste tú. También te vi dar el primer puñetazo. El único puñetazo en realidad. Pensé que tal vez podríamos hablar de esto razonablemente, pero me equivoqué. Deberías irte.
Ron la miró incrédulo.
—¿Me estás echando? ¿Pero dejas que él se quede aquí?
—Él vive aquí. —Las palabras se sintieron mal en su boca.
Ron se quedó mirándola un momento más y luego resopló, sacudiendo ligeramente la cabeza.
—Bien. Me voy. Pero tengo que decir que para alguien llamada la Bruja Más Brillante de su Generación, no puedo creer que hicieras algo tan jodidamente estúpido.
Hermione se estremeció ante el insulto, pero le apuntó con la varita mientras él se dirigía al Flu. Sin una palabra ni una mirada más, tiró el polvo y se fue. Ella siguió mirando la huella vacía que había dejado en la ceniza.
Era Ron.
Su amigo. Su ex novio.
Y acababa de romperle algo en el pecho que no estaba segura de que sanara fácilmente.
Se dio la vuelta y se arrodilló junto a Malfoy, que seguía jadeando. Un pequeño charco de sangre se había acumulado bajo él y se filtraba por el gris de sus pantalones de chándal.
—Voy a ayudarte a subir al sofá para que pueda curarte. ¿De acuerdo? —Él no dijo nada, solo inclinó la cabeza ligeramente. Ella se acercó a él y le pasó el brazo por los hombros, incorporándose lentamente y llevándolo con ella. Él gimió con fuerza. Hermione se mordió la lengua para no decir una grosería. Tuvo la decencia de al menos detener la hemorragia primero.
Se dirigieron lentamente hacia los cojines. Aunque estaba más delgado de lo que debería, Malfoy seguía siendo pesado. Intentó acomodarlo con suavidad, pero él aterrizó con un húmedo: "Uf".
Se quitó el albornoz y lo tiró al suelo. No sabía por dónde empezar. Le salían moratones bajo los ojos y a lo largo de la afilada mandíbula. La sangre que le corría por la barbilla empezaba a coagularse en pequeños trozos que hicieron que a Hermione se le revolviera el estómago.
—Te voy a quitar la camiseta.
—Qué atrevida, señora Malfoy. —Las palabras fueron medio jadeantes.
—No me tientes a dejarte aquí ensangrentado y golpeado. —Él se echó a reír, pero fue seguido rápidamente por una fuerte mueca de dolor, y se acurrucó en sí mismo ligeramente.
Tiró de la tela, ahora granate, por encima de su cabeza, teniendo cuidado de limitar el contacto con la piel y de no tocar ninguna de sus heridas.
Hermione vio rastros de cicatrices en su carne, pero se centró en los crecientes moratones de sus costillas.
—Tu Comadreja realmente hizo un numerito. —Ella lo miró fijamente sosteniendo su varita para curarle la nariz rota y, según su mejor estimación, una costilla fracturada.
—Solo tenías que provocarle. No podías haberte quedado en el baño. —Conjuró un pequeño trapo, lo mojó con un Aguamenti y empezó a limpiarle la sangre de la cara.
—A lo mejor a ti te parece bien que hable mal de ti, pero a mí no me parece bien que hable mal de mí.
Hermione le dio un fuerte golpe en la mandíbula, haciéndole retroceder.
—No dejo que me hable mal.
—¿Así que te trata peor que eso? Sabes, nunca entendí por qué eras amiga de gente que constantemente te trataba como basura en la escuela, —se burló.
—Recuerdo claramente que me trataste como basura, Malfoy.
—Sí, pero nunca fui tu amigo. Nunca dije que me importaras.
Hermione no sabía qué responder. Se había dado cuenta en algún momento de su tercer año, o quizá incluso antes, de que podía perder la amistad de Harry y Ron, sobre todo cuando les decía algo con lo que no estaban de acuerdo. En vez de decir nada, conjuró su frasco de Esencia de Murtlap y se lo aplicó suavemente en los nuevos moretones.
—¿Puedes dejar de hacerte golpear? No quiero empezar un fondo para suministros de curación.
Se puso en pie, contenta con su aspecto decididamente menos ensangrentado y maltrecho.
—¿El Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas paga más de lo que imaginaba? Tienes tu propia casa, vives cómodamente y puedes pagar todo lo de otra persona en poco tiempo. Tenía la impresión de que el Ministerio no pagaba tan bien.
Hermione suspiró y se dirigió al lavabo para lavarse la sangre seca de las manos.
—Junto con la Orden de Merlín, recibí una cantidad considerable de dinero como compensación por lo que había hecho por la guerra. Al parecer, se lo confiscaron a varias familias de magos. —Ella enarcó una ceja y él le respondió con la suya—. Intenté negarme, pero de todos modos apareció en mi cámara de Gringotts. Lo dejé reposar durante un año, pero lo único que conseguí fue acumular intereses. Al final decidí que era mejor usarlo y compré la casa.
Malfoy esbozó una sonrisa diabólica. Sus dientes aún estaban manchados de rosa por la sangre cerca de la línea de las encías.
—Cariño, ¿me estás diciendo que estamos forrados?
Hermione sintió que se le encendían las mejillas.
—Estoy cómoda. No es dinero como el de los Sagrados Veintiocho, ni mucho menos, pero nos las arreglaremos. —Conjuró otra camiseta del armario de la habitación de invitados y se la entregó a Malfoy, que se la puso.
—Tengo dinero, sabes. —Su voz se apagó al meter la cabeza entre el material—. Theo me ha dicho que ha preguntado por mis cámaras de Gringotts.
—¿Todavía hay galeones en tu cámara? Creí que se habían llevado grandes porciones para reparaciones. Estoy bastante segura de que las monedas Malfoy pagaron esta misma casa.
—Cámara no, Granger, cámaras. Confiscaron muchos de mis bienes. Lo que pasa con sacar dinero de una suma muy grande es que, aunque lo cortes por la mitad, la mitad que queda sigue siendo suficiente para financiar toda una vida. O más bien unas cuantas vidas.
A Hermione le daba vueltas la cabeza. Sabía que los Malfoy eran ricos, pero no estaba segura de cuánto. No podía imaginar tanto dinero.
—De todos modos, Theo se enteró de que sigue retenido por el Departamento de Seguridad Mágica. Al parecer, esperaban poder empaquetarlo para los fondos del Ministerio, pero como yo no conseguí el Beso, tienen que dar marcha atrás. Ahora no tengo acceso, pero pronto lo tendré. —Parecía un poco desanimado, pero continuó—. Te pagaré todo cuando tenga las llaves.
—¿Y la mansión? —No estaba segura de por qué quería saber su destino.
—Todavía soy dueño de la mansión.
—No voy a vivir allí. —Las palabras salieron rápidamente de su boca. Sus mejillas se sintieron calientes ante la débil admisión, pero no le importó. Si tenían que vivir juntos durante un año sería en su casa. Ella no viviría allí.
—No tengo ningún interés en vivir en la Mansión. Además, madre sigue allí.
Esto sorprendió a Hermione.
Narcissa Malfoy había desaparecido por completo. Mentirle a Voldemort le había salvado la vida a Harry. Eso, unido al hecho de que en realidad no había hecho nada en la guerra, aparte de estar casada con Lucius y acoger a Tom en contra de su voluntad, le valió un año de arresto domiciliario y luego fue puesta en libertad. Lo último que Hermione había oído era que Narcissa había asistido al Beso de su difunto marido y luego se había retirado a una propiedad de los Black que aún estaba a su nombre en Francia. Desde entonces no se había vuelto a saber nada de ella.
—Pensaba que estaba en el extranjero.
Malfoy se quitó la pelusa de los pantalones ensangrentados.
—Cuando me llevaron a Azkaban, volvió a la mansión.
Hermione intentó recordar a los que habían estado presentes en el Beso.
—No la vi en Azkaban.
Malfoy se aclaró la garganta y miró por encima del hombro de Hermione. Tenía los rasgos apagados, los ojos no del todo planos, pero casi. Sin la poción supresora de magia que se administraba a diario, sus efectos desaparecerían rápidamente.
—Después de que me juzgaran, me preguntaron si tenía una última petición. Como antes del Beso. —Se quedó pensativo un momento—: Les dije que mi única petición era que no permitieran a mi madre asistir.
—¿Le prohibiste la entrada a tu propia madre? —Hermione no pudo evitar el tono de incredulidad en su voz. Eso parecía cruel, incluso para Malfoy.
—Por mucho que esto pueda sorprenderte, me preocupo por mi madre. No pensé que ver a su único hijo perder su alma y ser abandonado a la putrefacción sería bueno para ella. —La miró con dureza.
—A lo mejor debería haber sido su elección.
—A veces tomamos decisiones por los que queremos para protegerlos.
Sus palabras le resultaban tan familiares. La cara de Malfoy tenía la misma triste resolución que la suya había tenido años atrás. Los juicios que había sentido antes habían desaparecido, dejando en su lugar una solitaria comprensión.
—¿Por qué aceptaste, Malfoy? —La pregunta había rondado por su mente en una u otra iteración desde el momento en que la aceptación había salido de sus labios agrietados—. Siempre me odiaste.
Puso los ojos en blanco.
—Nunca te he odiado, Granger.
Frunció las cejas.
—Nunca me gustaste mucho, pero no te odiaba. Sabía que debía hacerlo. Así que dije lo que había que decir, hice lo que había que hacer para interpretar el papel. No era personal.
—A mí me pareció bastante personal, —las palabras le supieron amargas en la boca.
—Recuerdo que tú y tus amigos erais muy mordaces. Hubo una insinuación en particular acerca de que yo había comprado mi entrada en el equipo de Quidditch de Slytherin. Estabais equivocados, por supuesto. Quería tener la oportunidad de derrotar al amado San Potter, y Padre solo ayudó a rectificar eso. Aun así, fue bastante desagradable por tu parte señalarlo.
—Oh sí, básicamente igual a llamar a alguien con un nombre soez.
Frunció el ceño.
—Nunca pretendí ser una buena persona. Hice lo que creí que debía hacer. Lo que siempre me habían enseñado a hacer. Ahora reconozco lo perjudicial que puede ser ese tipo de proceso de pensamiento.
Hermione se tocó distraídamente el antebrazo. Al haberse quitado la túnica para curar a Malfoy, la irritada cicatriz era visible. Los ojos de Malfoy se desviaron hacia donde las palabras le cortaban.
—Cierto. Eso. Siento lo que te ha pasado. Sé que probablemente no me creas, pero no pude hacer nada para evitarlo, a pesar de lo que diga Comadreja.
Quería reprocharle que podría haber hecho algo, cualquier cosa por ella mientras gritaba en el suelo de su casa ancestral, pero sabía que la ira no estaba arraigada en la razón.
—Lo sé. No tenías ninguna oportunidad contra tu tía. Hiciste lo que pudiste y mentiste por nosotros.
Sonaba agotada. Se sentía agotada.
—¿Así que por eso aceptaste mi propuesta? ¿No me odiabas?
—Acepté porque no quería morir.
La declaración era tan sencilla, sin florituras a la vista. Solo la pura verdad.
—Parecías tan tranquilo cuando nos encontramos en el Ministerio. —Hermione recordó lo confundida que había estado por eso.
—Mentí. A veces lo hago. En ese momento ya había llorado, suplicado y negociado, y todo había caído en saco roto. Supuse que podría fingir, solo por un momento, que estaba tranquilo y sereno ante mi destino. Resulta que no soy como Potter. En cuanto te fuiste, vomité sobre esa reluciente mesa.
Hermione se sorprendió de su franqueza. No dejaba de asombrarse de toda la información que compartía con ella de buen grado.
—¿Por qué dijiste todo eso cuando nos encontramos? ¿Sobre tener curiosidad por las libertades que tenía mi vida en comparación con la tuya?
Hurgó en las esquinas de un cojín que había colocado sobre su regazo.
—Pensaba que estaba a punto de morir. ¿Por qué no sacudir las cosas con un poco de verdad radical? Tu cara no tuvo precio.
—¿Y ahora? ¿Por qué eres tan sincero conmigo ahora? De niño te encantaban tus secretitos y tus juegos.
—Bueno, ya no soy un niño, ¿verdad? —Siguió trazando el diseño de la almohada con un largo dedo—. Estoy cansado de los juegos mentales. Es un trabajo duro fingir que odias a alguien. Vamos a estar pegados el uno al otro durante un tiempo. No tengo varita, actualmente no tengo dinero, y está el asunto del Voto Inquebrantable, —levantó la mano encadenada que reflejaba la suya—, simplemente decidí que estar en guerra contigo me parecía mucho esfuerzo. Una cosa que quizá no sepas sobre los asquerosamente ricos es que somos perezosos por naturaleza.
Hermione se quedó estupefacta ante la confesión. Malfoy intentaba aparentar calma con su pose lánguida y sus bromas juguetonas, pero ella podía ver los nervios en la forma en que su voz era un poco forzada y sus movimientos un poco bruscos.
—Entonces... ¿quieres una tregua? —Hermione se sentó lentamente en un sillón reclinable que daba al sofá que él ocupaba.
—Sí, Granger. Una tregua es probablemente un buen punto de partida.
Hermione pensó en la foto que había sacado de Draco y Crookshanks en el sofá. Habría jurado que aquel sería el giro más extraño del día.
Hermione odiaba equivocarse.
—Bien, una tregua. Si ahora somos amigos...
—No he dicho ami...
—Si ahora somos amigos, creo que yo también debería ser sincera, —le cortó.
La miró con curiosidad.
—Tu pelo está fatal. Tenemos que arreglarlo.
Inmediatamente enrojeció y se llevó la mano a la cabeza desigualmente rapada.
—Brutal, Granger. ¿Qué esperas que haga?
—Voy a afeitarte completamente la cabeza.
Parecía aterrorizado por un momento, sentándose rígido.
—No se me dan fatal los cortes de pelo. Afeitarte debería ser más fácil. Usaremos magia para asegurarnos de que no te corto accidentalmente.
El evidente miedo en sus ojos hizo que la ira de Hermione se encendiera contra los terribles Aurores que había encontrado en la prisión.
—Es eso o que sigas pareciendo... eso. —Hizo un gesto hacia él.
—Gracias. Me encanta que me echen en cara mi experiencia traumática. Fantástica manera de empezar una tregua. —Mientras se quejaba se levantó, moviéndose de un lado a otro sobre sus pies—. Bien. No puede parecer peor, supongo.
Le condujo a la mesa de la cocina, donde había dos tazas de té frías y olvidadas. La habitación se llenó de luz naranja quemada a medida que el sol descendía. Lo sentó y observó los daños. Los mechones más largos se agrupaban alrededor de las orejas y la prominencia de la nuca.
—Voy a tocarte, ¿está bien? —Él accedió con un zumbido nervioso. Vacilante, pasó los dedos por las espinas del pelo rubio, tratando de discernir la longitud más larga. Sus uñas rozaron la piel de la sien de él.
—Va a ser muy corto. No podemos salvar mucha longitud, pero no estarás completamente rapado.
Posicionó su varita y empezó a murmurar el Diffindo modificado.
—Primero sanadora, ahora peluquera. ¿La guerra también te enseñó esta habilidad?
Hermione le apartó un poco de pelo del hombro, el rubio brillando a la luz de la lámpara al caer.
—Yo les corté el pelo un par de veces a Ron y a Harry durante la huida, pero el hechizo lo aprendí en Hogwarts.
—Parece que me perdí esa clase de Encantamientos.
—En realidad lo aprendí de Lavender Brown.
Hermione siguió trabajando en silencio; la cabeza de Malfoy no dejaba de mirar hacia delante.
—No recuerdo que estuvierais especialmente unidas. Solo os vi pasar tiempo juntos cuando ella salía con Weasley.
—Éramos compañeras de cuarto. No especialmente unidas. Ella solía insistir en que aprendiera algún que otro amuleto de belleza.
Por fin se había puesto el sol. Las ventanas de la cocina daban a un campo. Al otro lado del cristal solo les esperaba la negrura.
—La vi. Después de la batalla.
Sus palabras flotaron lejos de Hermione. Su varita se detuvo sobre su cabeza.
No se lo esperaba. Tampoco esperaba sentir una punzada en el pecho.
Apartó la vista de la tarea que tenía entre manos y se quedó mirando la ventana. La silueta de Malfoy era visible en el reflejo del cristal. Estaba deformada por el ángulo del cristal y el resplandor de la lámpara, pero podía ver que tenía los ojos cerrados. Siguió estudiando su imagen reflejada. Curioso por la falta de contacto, él abrió los párpados y captó su mirada. En lugar de hablar o moverse, se concentró en su reflejo.
Hermione no estaba segura de cuánto tiempo permanecieron así. El reflejo le daba cierta cobertura, como si no estuviera mirando realmente a Malfoy. No era un contacto visual directo, sino algo adyacente. Una intensidad parecía aumentar, manteniéndola en trance.
—Sí, yo también. —Finalmente, Hermione rompió el silencio.
Le sostuvo la mirada un instante más y volvió a cortarle el pelo. Después no dijeron nada más.
La mirada no había sido incómoda. Conllevaba la comprensión mutua de un pasado que aún albergaba cicatrices. Dos personas con recuerdos de una chica que se había ido, navegando un momento juntos. De alguna manera, ese concepto era lo que Hermione encontraba más insoportable.
Se había sentido en carne viva. Abierta en canal. Expuesta.
Y él se había quedado mirándola.
Con un último cepillado a los hombros para quitarle los pelos, Hermione se apartó de la silla y del hombre que la ocupaba.
—Vale, ya está.
Él siguió mirando la ventana. Ella lanzó un Fregotego sobre los mechones de pelo que cubrían el suelo de su cocina como una ligera capa de nieve.
Nieve en junio, pensó para sí misma.
Hermione llenó el cuenco de Crookshanks, ignorando al mago que seguía mirando por la ventana. Comprobó las protecciones, se aseguró de que su bolso de cuentas seguía junto a la chimenea y volvió a colocarse detrás de Malfoy. Su postura era ligeramente encorvada, pero seguía sentado en la misma silla.
—Me voy a la cama. Apaga las luces cuando termines. —No esperó respuesta.
Mientras estaba tumbada en la cama trazando las letras de la cicatriz, Hermione imaginó que podía ver a una chica de risa sonora y pelo largo en las constelaciones que había sobre su cabeza. Estaba escondida entre estrellas como Sirius y Regulus.
Como casi lo había estado Draco.
Se quedó dormida y soñó con bolas de cristal llenas de humo púrpura pálido.
.
.
Nota de la autora:
¡Sí, capítulo 8! ¡Qué emocionante!
¡Gracias por el continuo amor y apoyo! Estoy muy emocionada por lo que está por venir.
Como siempre, ¡un saludo a las mejores betas que una chica puede pedir, rompeprop y noxhunter! Su ayuda es muy apreciada y siempre necesaria
Escribí esto en mi iPhone, sentada en mi patio trasero rodeada de maleza. Proceded con precaución.
No soy dueña de una mierda
