Bella se encontraba en la elegante sala de la casa de James, el mismo lugar donde tantas veces había buscado consuelo en su abrazo. Sin embargo, esa tarde, el aire pesado de la habitación no ofrecía refugio. El suave resplandor de las luces amarillas de la lámpara reflejaba en los cristales del ventanal, pero no disipaba la sensación de claustrofobia que sentía. A pesar de estar rodeada por la comodidad de la decoración, el murmullo de sus propios pensamientos no la dejaba tranquila.

James, con su acostumbrada actitud relajada, estaba en la cocina preparando una botella de vino. Sus pasos resonaban suavemente en el suelo de madera, pero Bella seguía inmóvil en el sofá, con la mirada perdida en el vacío. La copa de vino en sus manos ya había pasado por sus labios en varias ocasiones, pero el sabor amargo no hacía más que recordar lo que había perdido, lo que había destruido. Su mente, incapaz de olvidar, volvía a Edward una y otra vez.

¿Qué está haciendo ahora? ¿Está mejor? ¿Lo habré dañado para siempre? Cada pensamiento era como un aguijón que la atravesaba con más intensidad. Lo había amado con toda su alma, pero la traición a sus sentimientos había abierto un abismo entre ellos. Un abismo que, por mucho que quisiera, no podía llenar.

James regresó con dos copas de vino en la mano, su rostro iluminado por la luz cálida de la lámpara. Al verla tan distante, sus ojos se entrecerraron, como si intentara leer sus pensamientos. "Aquí tienes," dijo, dejándola sobre la mesa de café frente a ella. "Sabes que es mejor dejar que las cosas fluyan, Bella. No puedes seguir atormentándote por algo que no puedes cambiar."

Bella tomó la copa sin mirarlo, pero sus dedos temblaron ligeramente al contacto con el cristal. "Lo sé," murmuró. Pero las palabras no la convencían, ni a ella ni a James. ¿Cómo podía dejar atrás algo que formaba parte de su ser?

"James, ¿alguna vez te has arrepentido de algo? ¿De alguna decisión que tomaste y que cambió toda tu vida?" Bella preguntó sin alzar la vista, la voz suave, cargada de un dolor que no sabía cómo expresar.

James se acercó lentamente y se sentó junto a ella, su presencia envolvente y dominante, como si intentara acallar sus dudas con su cercanía. "¿Arrepentirme?" repitió con una ligera sonrisa que no alcanzaba sus ojos. "No, Bella. En este mundo, las decisiones se toman por una razón. Nosotros hemos hecho lo que teníamos que hacer. El resto es solo ruido."

Bella lo miró brevemente, pero no encontró consuelo en sus palabras. No podía dejar de pensar en lo que había hecho, en cómo había destruido la vida que había construido junto a Edward. Los recuerdos de él seguían vivos en su mente: sus ojos brillantes de esperanza, su forma de mirarla con tanto amor, como si él fuera capaz de perdonarlo todo. Pero ella no había sido capaz de corresponderle de la misma manera. Había traicionado su confianza, y ahora esa traición la perseguía.

"Lo que hicimos... lo que hice... no sé si alguna vez lo podré perdonar," dijo Bella finalmente, dejando que su dolor saliera a la luz.

James no respondió de inmediato. Sus dedos, fríos y calculadores, se posaron sobre la mano de Bella, y la apretaron ligeramente, obligándola a mirarlo. "Tienes que dejar de pensar en el pasado, Bella. Lo que pasó, pasó. No hay vuelta atrás. No podemos vivir toda nuestra vida mirando atrás, buscando respuestas que nunca tendrán sentido."

Bella retiró la mano lentamente, como si el contacto con James le quemara. Su cuerpo, por un segundo, anhelaba el consuelo que él le ofrecía, pero su corazón seguía buscando algo más, algo que nunca podría tener de nuevo. No podía negar que se sentía atraída por la seguridad que James le ofrecía, pero algo dentro de ella sabía que estaba huyendo, huyendo de lo que realmente sentía.

"¿Y si todo esto fue un error?" susurró, sin esperar realmente una respuesta. "¿Y si el amor que sentía por Edward era real y yo lo destruí por miedo?"

James la miró fijamente, sus ojos azules como hielo, fríos e implacables. "El amor no es lo que crees que es, Bella. No es algo que puedas controlar, y mucho menos algo que puedas salvar una vez que se rompe. Lo que tienes que hacer es aceptarlo, y seguir adelante. Yo te he mostrado lo que es verdadero, lo que podemos tener ahora."

Bella no estaba segura de si las palabras de James eran una forma de consuelo o una estrategia para que ella no regresara a su pasado. En ese momento, lo único que sentía era la confusión, una niebla espesa que la envolvía. No sabía si lo que tenía con James era amor o solo una forma de huir del dolor. ¿Era suficiente estar con alguien más para olvidar el amor de toda una vida?

De repente, un pensamiento la golpeó con fuerza: ¿Y si lo que realmente buscaba era el perdón de Edward, no el olvido? Pero ese pensamiento la aterrorizaba. Porque si regresaba a él, si trataba de enmendar lo que había hecho, tendría que enfrentar la verdad de sus propios sentimientos, y no estaba lista para eso.

James continuó hablando, su voz suavemente autoritaria: "Lo que importa es que ahora tienes el control. Tienes el poder de decidir lo que quieres para ti. No dejes que los fantasmas del pasado te sigan arrastrando." Su tono era casi un susurro, lleno de certeza.

Bella miró a James, tratando de encontrar algo en sus ojos que la convenciera. Pero, en el fondo, sentía una creciente sensación de vacío. Algo en ella sabía que, por mucho que tratara de convencerse de que lo que tenía con James era lo correcto, la sombra de Edward nunca dejaría de seguirla.