Hola, bienvenidos y bienvenidas al antepenúltimo capítulo de "Cruel Amor". Gracias a las personas que me dejaron sus lindos mensajitos y por entender el motivo de mi ausencia. Espero que este capítulo sea de su agrado. Les recomiendo que lo lean con un poco de música de fondo jejeje, para darle más dramatización.

Sin nada más que agregar, A leer!


Capítulo 27: Vendetta (Parte 2)...

Había una neblina demasiado densa y espesa que cubría absolutamente todos los perímetros de la mansión. Apenas si se podía ver algo desde afuera, sólo podía percibirse una energía bastante oscura, pero eso no sería obstáculo para la comitiva.

Los diez aurores que conformaban el equipo de rescate, se habían encargado de rodear la propiedad lo más pronto posible. Todo aparentaba estar bajo cierta calma, sin embargo, el silencio, aquel silencio perturbador era lo que más les preocupaba. Desde que habían puesto un pie en aquel terreno, no habían escuchado ni un solo sonido, ni siquiera el sonido de una rama al quebrarse o de algún animal. Nada, absolutamente, nada podía oírse en aquel lugar. Sabían que, si empezaban a atacar sin control, Hermione corría el riesgo de ser asesinada en cualquier momento.

-¿¡Qué demonios estamos esperando?!-exclamó Draco indignado al ver que todos los aurores se tomaban un tiempo para analizar la situación.

Varios de ellos empezaron a lanzar un encantamiento que prohibía las desapariciones instantáneas de todos los magos presentes, incluidos el mortifago, Greengrass y las rehenes. Nadie podría escapar de ese lugar.

-Sí ingresas a esa maldita mansión, lo más probable es que Wilkes te lancé un Avada Kedavra.-le advirtió Kingsley desesperado. El hombre jamás pensó que algo de tal magnitud llegaría a suceder otra vez, y menos aún durante su periodo como ministro. Había creído que con la muerte de Voldemort, el mundo mágico al fin estaría en paz si quiera por algún tiempo, pero nuevamente se había equivocado, y ahora, era Hermione Granger, la que se encontraba en peligro.

Nunca imaginó que una simple jovencita como Astoria Greengrass, sería capaz de crear todo ese maldito caos, y que inclusive tendría la osadía de aliarse con un sádico mortífago como Marcus Wilkes. Definitivamente, la había subestimado demasiado, pero sabía que la chica no tenía una varita con ella ni podía realizar magia alguna. Estaba en una gran desventaja. Sin embargo, su demencia la había llevado hasta más allá de sus propios límites y no podía volver a subestimarla.

-Me importa un demonio, Kingsley.-sentenció Draco perdiendo la paciencia. Estaba decidido a acabar con Greengrass y adentrarse en esa maldita mansión, sin importarle los riesgos. Tenía que salvarla, no podía dejar a Hermione en manos de esos dementes ni un solo segundo más. Cada minuto contaba, y sabía de lo que Astoria era capaz.

Un auror alzó una mano, e hizo un ademán para detener a Draco.

-Estás haciendo exactamente lo que ellos quieren que hagas, Malfoy.-le advirtió el hombre observando la mansión de reojo y agudizando su vista.-Ella está viva, y tú te quedarás aquí, o eso empeorará la situación.

Draco alzó la mirada desafiante.

-Ya les dije que no planeo quedarme sin hacer absolutamente nada, mientras ustedes sólo analizan el maldito terreno.-le respondió de mala gana y alejándose de él.-Es la vida de mi prometida la que corre riesgo, maldita sea.

De pronto, llegó un muchacho algo joven para ser auror, y se dirigió a Kingsley.

-Tenemos cada perímetro rodeado, señor. Hemos hechizado la mansión, y nadie podrá desaparecerse.-le anunció tan pronto como pudo.

El ministro asintió brevemente, y se dispuso a sacar su varita. Sabía que no podían demorarse más. Debían dar por iniciada la misión cuanto antes.

-Bien... Eso servirá para que no puedan escapar en cuanto los capturemos.-sentenció con cierto disgusto en la boca.

Kingsley se dio media vuelta, y haciendo uso de su varita, se encargó de usarla como un megáfono para que todos pudieran oírle, incluidos los psicópatas dentro de la mansión.

-¡Astoria Greengrass y Marcus Wilkes, están totalmente rodeados! ¡No hay manera de escapar! -les anunció con fuerza e intentando imponer autoridad.-¡Entreguen a Hermione Granger y a Daphne Greengrass, de inmediato, y tendremos ciertas consideraciones con ustedes durante el juicio!

De inmediato, Draco lo observó sin poder creer lo que acababa de oír.

-¡No! ¿De qué demonios está hablando?-casi gritó el rubio enfurecido, pero Harry jaló de él con fuerzas, e intentó silenciarlo.

-Es sólo una maldita estrategia.-le susurró el azabache a toda prisa.-Por dios, mantén la compostura, Malfoy.

Draco se mantuvo quieto por unos segundos, mientras observaba a Potter con furia.

-Jamás lo haré. Mientras se trate de Hermione, no pienses que lo haré.-le repitió de mala manera y completamente fastidiado.

El rubio miró en dirección a la mansión sintiendo que algo no iba bien. Sabía que debía mantenerse optimista antes de perderse por completo, pero seguía sintiendo esa corazonada incómoda, ese aguijón de angustia que no hacía más que clavarse cada vez más y más en su pecho, y que por mucho que lo intentara, le decía que la estrategia de Kingsley no estaba funcionando.

-Todo esto es mi culpa.-murmuró de pronto, con la voz apagada, más calmado, y de una forma en la que Harry jamás lo había oído.

Parecía como si Draco se hubiera olvidado de todo por un momento, y simplemente, estuviera esperando que su final llegara. Cerró los ojos, intentando pensar en alguna estrategia, pero nada llegó a él.

-Nadie pensó que algo como esto sucedería.-empezó a decir Harry en un intento por darle algo de ánimos. Él tampoco podía demostrarse débil, o acabarían perdiéndose los dos.

Draco negó con la cabeza.

-No. No lo entiendes... Debimos haber pedido medidas de protección, tan pronto como nos enteramos de que aquella psicópata había regresado, pero Hermione no quería que nuestras vidas giraran en torno a eso. Debí haber insistido más. Soy un completo idiota.-murmuró sintiendo que una gran impotencia lo invadía.-Sabía que esa maldita mujer causaría problemas. Desde el momento en que Hermione la mencionó, debí haber hecho algo.

Harry lo observó de reojo. No era momento de lamentarse.

-¿Y arriesgar tu libertad por culpa de esa demente?-le inquirió haciendo énfasis en lo último.

Draco se detuvo a observarlo. Sabía que el ministerio lo tenía en la mira, sobre todo desde el incidente con el patético de Weasley hacía un año atrás, y que la única razón por la que no lo encerraban en Azkaban como a su padre, era por Hermione.

-... Al menos, esto no estuviera sucediendo, Potter.-respondió sintiendo que perdía el rumbo de su vida.-Si yo hubiera hecho algo antes, Hermione estaría a salvo en este maldito instante.-sentenció con la mirada un tanto perdida.-Si algo le sucede...

-No, no sucederá nada. Ya escuchaste a Kingsley. Ella esta viva.-le interrumpió Harry desesperado e incapaz de poder imaginar ese fatídico escenario.

Pero Draco pareció no escucharlo.

-No puedo seguir sin ella...-le confesó de manera inesperada y luego se giró para verlo a los ojos.-Si algo le sucede. Destrúyeme, o yo mismo acabaré haciéndolo.-sentenció el rubio sin agregar nada más.

-¿De qué demonios hablas?-le preguntó Harry confundido, aunque entendiendo perfectamente la indirecta de Draco.

Estaba por agregar algo más, cuando de pronto, un rayo de color verde brillante interrumpió su conversación, destruyendo uno de los enormes ventanales de la mansión. Los vidrios y los restos de pared cayeron directo hacía los aurores.

Alguien había lanzado un Avada Kedavra. Y tan pronto como pudieron, todos buscaron camuflarse entre la densa neblina.

-Están usando la maldición asesina. Resguárdense, inmediatamente.-les ordenó Kingsley dispersando a todos sus hombres.-¡Pronto!

De forma inesperada, y en medio del enorme hueco que había dejado el ventanal destruido por la maldición, apareció Astoria Greengrass dispuesta a que la vean. No planeaba esconderse, ni mucho menos escapar. Aquel día lo consideraría para sí misma como el día del juicio final. En su mente retorcida, poco o nada le importaba si acababa muerta, siempre y cuando, primero lo estuviera Draco Malfoy.

La mujer estaba hecha un desastre. Su largo cabello azabache caía desordenadamente por toda su cara, mientras una sonrisa enferma se dibujaba en sus labios, y sostenía una daga ensangrentada en su mano derecha.

Tanto Kingsley como el resto de aurores no tardaron en lanzarle cientos de hechizos aturdidores, pero todos revotaron en su contra, cayendo directamente hacía ellos mismos en diferentes direcciones, y haciendo que varios de los aurores resultaran afectados por sus propios encantamientos.

-¡Protego!-exclamaron Harry y Draco a la vez, evitando que cualquier maldición les alcanzara.

Marcus se había encargado de utilizar un hechizo muy antiguo, que servía como un escudo invisible en aquella parte de la mansión, y que repelía todos los hechizos provenientes desde afuera, haciendo que estos mismos se regresaran hacía la persona que los había conjurado.

Astoria empezó a observar a los aurores frenéticamente, como si estuviera buscando a uno en especial. Se tardó unos segundos, y no pareció encontrarlo, porque su sonrisa enfermiza se borró casi de inmediato, cambiando a una mueca de frustración y cólera.

Sin perder el tiempo, la desquiciada mujer llamó a Marcus, quien tenía a Hermione por el cuello apuntándole con una varita.

El corazón de Draco pareció comprimirse tan pronto como aquella espantosa imagen apareció frente a sus ojos, y maldijo por lo bajo.

-¡No se atrevan a ingresar, o juro que mataré a la sangre sucia, y luego a Daphne!-les advirtió Astoria completamente fuera de sí, mientras seguía buscando con su mirada a Draco entre la multitud, pero la espesa neblina no parecía ayudar.-¿Dónde está, Malfoy?-pareció preguntarle al mortífago que la acompañaba.

Al mismo tiempo, Hermione bajó la mirada un tanto perdida, lucía frágil en las manos de ese maldito hombre, y Harry tuvo que contener a Draco con un hechizo para evitar que cometiera una locura en ese momento.

-¡Malfoy!-exclamó Astoria con una sonrisa trastornada mirando en dirección a los aurores, y luego observó a Hermione.-¡Mira lo que le he hecho a tu sangre sucia! ¡Nos hemos divertido tanto con ella! ¡Mírala, maldito traidor!-continuó diciendo con rabia y maldad. Vomitando el odio más puro que sólo podía salir de una persona tan despreciable como lo era ella.

¿Qué demonios te han hecho?, pensó el rubio atormentado al ver que su prometida llevaba uno de sus antebrazos ensangrentado.

-¡Entreguen a Malfoy y nosotros les entregaremos a la sangre sucia a cambio!-fue lo último que dijo Astoria antes de salir de ahí y volver dentro de la mansión, desapareciendo con Hermione y Marcus de la vista de los demás.

La ira y la impotencia comenzaron a invadir cada célula de Draco con desesperación. El chico jamás había sentido tanto asco, odio y repulsión hacía una persona, pero definitivamente ahora lo hacía, y esa persona era Astoria Greengrass.

Necesitaba acabar con ella.

En ese momento, el rubio pudo liberarse del Imperio al que Harry lo había sometido para mantenerlo calmado y quieto.

-¡Nunca vuelvas a usar un Imperio contra mí, Potter, o juró que te mataré!-le gritó Draco tomándolo por el cuello.

-Era la única manera de que no cometieras una locura.-insistió Harry dándose la vuelta para buscar a Kingsley. La maldita neblina comenzaba a volverse más espesa, y sentía que esto debía ser parte de otro de los hechizos del mortífago Wilkes.

De inmediato, y aprovechando que los aurores comenzaban a lanzar nuevos expelliarmus contra el escudo invisible, que cada vez se hacía más pequeño, Draco logró separarse de Harry en medio de la neblina, y aunque el azabache intentó seguirle el rastro, lo perdió.

Draco conocía esa mansión. Había estado ahí varias veces hacía tanto tiempo ya, y sabía que había un pequeño pasaje que le permitiría penetrar el fuerte que Astoria había creado dentro de la mansión, una parte en donde la magia oscura de Wilkes no parecía haber llegado.

-Perdí a Draco.-sentenció Harry dándole aviso a Kingsley.

-Maldita sea, Potter.-le respondió el hombre furioso.-¡Él era tu responsabilidad!-de pronto miró al resto de aurores, y por unos breves segundos, fue como si no supiera qué hacer. Detalle que no pasó desapercibido por Harry.

-¡No podemos seguir perdiendo el tiempo, Kingsley!-le cuestionó indignado y sabiendo que las estrategias utilizadas por el ministro, no habían sido efectivas.-Mientras más nos demoremos será peor. ¡Preparen sus varitas, ingresaremos en un minuto!-les indicó Harry tomando la iniciativa y el nuevo mando de la misión.


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Draco ingresó sigilosamente a lo que solía ser el salón principal de la mansión. El lugar estaba hecho un completo desastre, había esculturas rotas por todos lados. Parte de la alfombra que decoraba la sala parecía haberse quemado, y habían cientos de vidrios regados en el suelo.

Continuó su camino con su varita en mano, y se encontró con lo que parecía ser el cuerpo de un elfo doméstico, que yacía inerte frente a sus pies. Lo examinó brevemente, y notó que la infortunada criatura, tenía un agujero en la cabeza que parecía haber sido causada por un arma de fuego.

-Malditos sádicos.-susurró Draco al darse cuenta de lo que podía haber sucedido.

De pronto, alguien tosió a sus espaldas, y aquello lo tomó por sorpresa. Tan pronto como pudo, alzó su varita.

-A... Auxilio.-escuchó que dijo una voz muy quebrada y apenas audible.

El sonido provenía de debajo de la mesa de caoba.

-Draco... A-Ayúdame.-repitió la misma voz que parecía haber perdido toda clase de esperanza.

El rubio se acercó tan pronto como pudo, y encontró a Daphne Greengrass completamente magullada, con el rostro lleno de cardenales, cortes por todos lados y como si hubiera sido atacada salvajemente.

¿Qué demonios le habían hecho?

Sin dudarlo, el rubio la cargó inmediatamente entre sus brazos, colocándola sobre uno de los sillones frente a la chimenea.

-¿Hermione? ¿Dónde está ella?-le preguntó desesperado, mientras Daphne respiraba con dificultad y sentía que pronto perdería la conciencia.

-La... La tienen en las mazmorras. Astoria la llevó a las mazmorras...-repitió a duras penas, y como si ese hubiera sido su último esfuerzo, la chica se desmayó.

El lugar estaba demasiado callado. A lo lejos, se podía escuchar la voz de Potter y del resto de los aurores intentando quebrar el encantamiento escudo.

Draco no era un idiota. Sabía perfectamente lo que aquella demente planeaba, sabía exactamente lo que Astoria estaba haciendo, y que en esos momentos podía estarse dirigiendo hacía su propia muerte. Corría demasiado riesgo al enfrentarse a solas con Wilkes, un mortífago mucho más experimentado que él. Pero eso no lo detendría. Por Hermione, era capaz de hacer hasta lo imposible, y si tenía que dar su vida por ella, con gusto lo haría. La salvaría y terminaría con esa maldita pesadilla. Después de todo, sólo eso importaba, puesto que no podía concebir un mundo sin ella.

En ese mismo instante, y habiendo reducido el escudo invisible, escuchó que los aurores finalmente empezaban a invadir la mansión.

Draco alzó su varita mientras se dirigía a las mazmorras y bajaba por las lúgubres escaleras de mármol a toda prisa. Sabía que esto era una trampa, y se estaba dirigiendo justo hacia donde Astoria Greengrass quería que fuera.

Pero eso no le importó. Hermione estaba ahí, y ni siquiera dudaría un sólo segundo en arriesgarse. En ese momento, se imaginó todos los hechizos que utilizaría contra Astoria y el mortífago. Esos dos malditos pagarían caro todo lo que habían hecho.

-Knox.-susurró al mismo tiempo que la punta de su varita se iluminaba, y se adentraba en los oscuros calabozos.

Sea casualidad o esa conexión inquebrantable de la que Draco tanto hablaba, pudo deducir en que mazmorra tenían a Hermione.

No fue difícil adivinarlo. Era el último calabozo, y en donde se podía observar la tenue luz de los candelabros que iluminaban el tétrico lugar.

Tan pronto como pudo, exclamó un bombarda con furia frente a la puerta de metal, y esta explotó haciendo que un estruendoso sonido se expandiera por toda la mansión.

Hizo un ademán para despejar el polvo de la explosión, y frente a él, apareció su prometida, quien yacía en un rincón del calabozo.

-¡No, Draco!-exclamó Hermione casi sin fuerzas y completamente desesperada tan pronto como lo vio.-¡Es una trampa!

Draco corrió hacía ella, y sintió un enorme alivio al verla a salvo.

-Lo sé.-sentenció abrazándola con desesperación. La abrazó con fuerzas, y volver a sentirla viva entre sus brazos fue una de las cosas más maravillosas que había experimentado en toda su existencia.

Se separó brevemente de su novia, y la miró consternado.

La castaña estaba completamente débil, y se presionaba el antebrazo izquierdo, en donde ella misma parecía haberse hecho un torniquete con un pedazo de tela, pero no parecía haberlo ajustado con demasiada fuerza, puesto que la tela estaba completamente ensangrentada.

-¿Qué demonios te han hecho?-preguntó desesperado mientras intentaba detener la hemorragia, arrancándose un pedazo de su camisa para ajustar el torniquete con más fuerza en su antebrazo.-Te sacaré de este maldito lugar. Te sacaré de aquí y te prometo que todo esto habrá terminado. Perdóname, Hermione, perdóname.-repetía una y otra vez.

Ella miró su rostro por unos segundos, perdiéndose en su mirada gris y en dónde siempre había visto esperanza. Aquel rostro del hombre que amaba y quien la hacía feliz todos los días de su vida. Por unos segundos, en verdad se sintió a salvo y aliviada.

Quiso creer que así sería.

Pensé que jamás volvería a verte, dragón, hubiera querido decirle, pero fue interrumpida por la persona que los dos más odiaban en todo el mundo.

-Pero que escena tan patética.-se burló Astoria a sus espaldas y mirándolos con repulsión.-¿Recuerdas que eso fue lo que me dijiste la última vez que me viste, Malfoy? Que era una maldita patética. Pues, mira ahora, quien es la patética.

Ágilmente, y sin dejarla terminar su oración, Draco le lanzó la maldición cruciatus, que fue fácilmente evadida por Marcus quien la acompañaba, y sonreía de manera tan enfermiza como ella.

-Si supieras todos los crucios que tu dulce sangre sucia ha recibido.-continuó Astoria sonriendo completamente trastornada y disfrutando del momento.-Me he encargado de hacerla sufrir tanto como tú lo hiciste conmigo.

El rostro de Draco empezó a tornarse rojo por la rabia contenida. Con aquellas palabras, esos dos malditos habían firmado su sentencia de muerte.

Tan pronto como pudo, y antes de que cualquier hechizo de Marcus lo alcanzara, Draco se puso de pie, y alzando su varita, le apuntó al mortífago. Decidido a empezar un duelo ahí mismo.

-¡Pagarán por esto! ¡Les prometo que pagarán por absolutamente todo!-exclamó el rubio, mientras se disponía a lanzarle un cruciatus.

Un hechizo de color verde salió de la varita del mortífago, y uno de color rojo de la de Draco. Ambas maldiciones chocaron entre sí, haciendo que la mansión volviera a retumbar por segunda vez.

El duelo había empezado. Y el infierno se desató una vez más en la mansión Greengrass.

Hermione estaba aterrorizada, veía los hechizos de color verde y rojo volar por toda la mazmorra, y temía que en cualquier momento alguno pudiera alcanzar a Draco, pero sabía que su novio era ágil con la varita, y aunque Marcus fuera un mortífago experimentado, el rubio era joven y mucho más fuerte.

La lucha apenas duró unos segundos, porque inesperadamente, uno de los crucios de Draco le pegó directamente a Astoria en el pecho, quien cayó al suelo abatida, y empezó a retorcerse de dolor. La desquiciada mujer gritaba y se desesperaba como una auténtica psicópata, incapaz de poder aguantar el espantoso dolor que invadía su cuerpo.

-¡Maldito traidor! ¡Detente! ¡Basta! ¡Por favor!-gritaba enloquecida, casi convulsionando y sintiendo como si se estuviera quemando en vida. Un dolor que jamás había experimentado, y que rogaba porque terminara pronto.

Draco aumentó la presión de la maldición, pero sabía que el peligro era Marcus, era a él a quien debía reducir primero antes de atacar a Greengrass.

-Vaya, Draco...-empezó a decir Marcus con altanería, y jadeando evidentemente cansado por el duelo. El hombre jamás habría imaginado que aquel muchacho sería difícil de someter. Ya no parecía, ese chiquillo asustado que había conocido hacía tantos años atrás en la mansión de Wiltshire.-Parece que las lecciones del señor Tenebroso han dado fruto. Nunca imagine que podría enfrentarme a un duelo contigo, muchacho... Y vaya que eres bueno.

-¡Cierra la boca, maldito bastardo! Te prometo que morirás sintiendo todo el dolor de este asqueroso mundo. Lo prometo.-le amenazó Draco exhalando odio y furia. En sus ojos podía reflejarse la rabia que lo invadía.

La castaña estaba tan débil, que se sentía como una completa inútil por no tener una varita en su mano y poder ayudar a Draco frente a ese peligroso mortífago.

Metros más allá, yacía Astoria quejándose en el piso y recuperándose del crucio que Draco le había lanzado. La azabache daba unos gritos de dolor, y jadeaba respirando con dificultad, mientras se ponía de pie.

Por unos segundos, Hermione sintió una gran satisfacción al verla así. Ella jamás se sentiría feliz de ver el sufrimiento ajeno, pero después de lo que Astoria le había hecho, la castaña no podía evitar sentir un gran deleite de que aquella trastornada mujer hubiera probado un poco de su propia medicina.

Hermione se llevó una mano a la hemorragia en su antebrazo, y cuando estaba a punto de pararse con la poca fuerza que le quedaba, sintió el sonido de un revolver cargándose.

-Ni siquiera te atrevas a moverte de ahí.-le ordenó Astoria jadeando debilitada y aún tambaleándose, pero apuntándole con una pistola desde donde estaba.

El duelo entre Draco y Marcus continuaba. El rubio sabía lo peligroso que era la situación, y temía que una de las maldiciones pudiera alcanzar a Hermione, pero haciendo uso de la Legeremancia que había aprendido gracias a Snape, pudo adivinar el siguiente movimiento del mortífago, y vaya que le funcionó.

-¡Crucio!-exclamó haciendo que Marcus cayera al suelo inesperadamente y empezara a retorcerse de dolor al igual que Astoria.-¡Crucio!-repitió cientos de veces que hasta perdió la cuenta, pero llegó un punto en que el mortífago sólo reía y gritaba pareciendo disfrutar de la tortura.

-¡Eso es lo único que tienes!-le gritó riéndose como el verdadero psicópata que era.-¡Vamos, demuestra que en verdad eres un hombre, Malfoy!

Draco se llenó de ira ante lo último, y haciendo los hechizos de lado, se acercó a él, y le lanzó un puñetazo directo en la cara. No uno, ni dos, pero si los suficientes para reducirlo.

En esos momentos, Marcus escupió sangre y siguió riendo como un lunático.

-Tu sangre sucia pudo resistir más que eso...-empezó a decir con la boca ensangrentada.-Pero puedo entender porque perdiste la cabeza por ella, Malfoy. Definitivamente, esa sangre sucia es un encanto.-se rió otra vez, y luego disfrutó lo que diría a continuación.-Debí haberla probado, cuando tuve la oportunidad. Qué lástima.-se quejó haciendo una mueca, que dejaba muy en clara sus intenciones.

-¡Draco, no!-gritó Harry tan pronto como ingresó a las mazmorras y vio lo que el rubio estaba a punto de hacer.

Pero Draco no lo escuchó. Estaba lleno de rabia e indignación, y antes de que Marcus Wilkes se pusiera de pie dispuesto a continuar con el duelo, el rubio alzó su varita, y sin inmutarse, le apuntó de lleno.

-Avada Kedavra.-sentenció al mismo tiempo que un rayo de color verde golpeaba al mortífago directamente en el pecho, y su miserable vida acababa, cayendo inerte frente a los ojos de Harry.

Los aurores finalmente habían logrado ingresar a las mazmorras, incluido Kingsley, quien parecía consternado con la escena.

Pero antes de que Draco pudiera volver con Hermione, sólo giró para darse cuenta de que la pesadilla aún continuaba.

Astoria había tomado a Hermione por el cuello, sonreía frenéticamente, y le apuntaba con un revolver en la nuca.

-Alto ahí, Malfoy... Alto ahí.-repitió Astoria jadeando sin temor alguno, demostrando que la locura se había apoderado de ella por completo y ya no tenía salvación alguna. La mujer sentía una profunda euforia. Todo había salido como quería. Marcus al fin estaba muerto, y muy pronto Malfoy también lo estaría. Finalmente, cobraría su venganza, y aunque había recibido un potente cruciatus, no había recibido tantos como Hermione, por lo cual aún conservaba fuerzas, y sabía exactamente lo que haría.-Tan pronto como me lances la maldición asesina, este gatillo se activará y mataré a tu querida sangre sucia.

Draco bajó su varita de inmediato, al igual que el resto de los aurores.

-¡Greengrass! Déjala ir, y te librarás de ir a Azkaban. Wilkes está muerto, y podrás evitar el beso del dementor.-le advirtió Kingsley alzando las manos e intentando negociar con ella.-Podrás salir en menos de diez años y volver con tu familia...

La chica empezó a respirar agitadamente, como si por un breve segundo hubiera recuperado la cordura, pero empezó a negar con la cabeza consternada, mientras continuaba presionando el arma aún más contra Hermione.

-Greengrass, aun puedes evadir la prisión.-le mintió Harry, intentando ganar tiempo, pero sabía que sería imposible llegar a algún acuerdo con aquella psicópata.-Sabemos que fuiste manipulada por Wilkes, y que tu salud mental esta deteriorada. Esta es tu única oportunidad de salir libre de todo esto.

Draco observó a Hermione, quien lucía aterrada bajó la pistola contra su cuello. Repentinamente, sus miradas se encontraron, y Draco pareció decirle que confiara en él con sólo verla a los ojos.

Confía en mí, pensó sin dejar de ver a su amada, y luego clavó sus ojos grises en los gélidos ojos azules de Astoria.

Ambos cruzaron sus miradas cargadas de rabia y odio mutuo.

-Mira todo el caos que haz creado.-empezó a decir Draco sin quitarle la mirada de encima.-Y todo por un maldito contrato matrimonial.

-¡Draco!-le advirtió Harry intentando que se callara, pero el rubio no estaba dispuesto a hacerlo. Sabía que esa mujer jamás se detendría y debía de actuar rápido. La vida de Hermione pendía de un hilo.

Astoria lo observó, pero en esta ocasión, aquella sonrisa altanera y enfermiza que la caracterizaba, se había desvanecido por completo.

-Un contrato que firmaste. Tú juraste frente a mis padres que te casarías conmigo, no con esta sangre sucia.-exclamó con desprecio, presionando el arma aun más fuerte contra Hermione.

Draco tomó algo de aire antes de continuar, el duelo con Marcus lo había dejado agotado, pero no lo suficiente como para dejarse vencer por aquella psicópata.

-Siento lástima por ti. Y recuerdo haberte dicho que jamás conocerías el amor.-continuó Draco observándola fríamente a los ojos, sin romper el contacto visual en ningún momento.-Jamás sentirás lo hermoso que es ser amada. Porque nadie podría amar a un ser tan despreciable como tú. Eres repugnante.

Draco sabía que era un movimiento sumamente arriesgado, pero en el juego de la vida, si no arriesgas, simplemente, no ganas.

-¡¿Cómo te atreves, maldito bastardo?!-exclamó Astoria al mismo tiempo que lágrimas de indignación empezaban a caer por sus mejillas.-Yo te amaba...

-Jamás me amaste. Sólo me volví un capricho para ti. Una maldita obsesión... Tu no sabes lo que es el amor, Astoria.-le repitió sin romper el contacto visual.-Ni nunca lo sabrás. No puedes amar.

La chica empezó a respirar agitadamente otra vez, mientras las lágrimas continuaban cayendo por sus mejillas y como si estuvieran quemando su piel.

Eran lágrimas de dolor y desolación.

-Eso no es verdad.-respondió la azabache moviendo la cabeza negativamente.-Yo estaba dispuesta a darlo todo por ti. Absolutamente, todo. Eres un maldito idiota. Conmigo habrías salvado la reputación de tu asquerosa familia y todo habría salido de acuerdo al plan.

-¿A qué plan te refieres? Contigo sólo habría sido la persona más infeliz de la tierra.-sentenció utilizando un poco de psicología inversa.-Vamos, acepta que fui yo quien te engañó. Fui yo quien te rechazó frente a toda esa sociedad hipócrita a la que pertenecemos. Fui yo quien rompió ese asqueroso contrato. Todo fue mi culpa. Es a mí a quien deberías haber secuestrado, y torturado.-le insinuó.

Astoria empezó a temblar por toda la indignación, terror e ira.

Sí, ella sabía que todo era culpa de Malfoy, ¿pero por qué no sentía la misma euforia que había sentido al inicio del ataque? Era como si con sus palabras, él había terminado por destruirla.

-Dispárame a mí.-le ordenó Draco con valentía y dispuesto a hacer lo que fuera por mantener a Hermione a salvo.

-Draco...-empezó a decir Harry, pero el rubio lo calló haciendo un breve ademán con su mano.

-Aquí me tienes, Astoria. Toma tu venganza, y acaba conmigo. No con ella.-continuó manteniendo la calma.-Fui yo quien hizo todo esto.

En ese momento, Draco lanzó su varita hacía un lado, y empezó a caminar hacia ella.

-¡No, Draco! ¡No!-exclamó Hermione desesperada y sintiendo que estaba en el infierno. Sabía lo que su novio intentaba hacer, pero no podía permitirlo. Esto era una maldita pesadilla, y nada la había preparado para esto. Nada, absolutamente, nada. No podía perder a Draco.-¡Por favor, no!

Astoria la miró de reojo y con repulsión.

-¡Cállate, maldita sangre sucia! ¡Odio tu voz!-gritó desesperada, como si estuviera perdiendo el control de la situación, y luego miró a Draco.-¡Los odio a los dos! ¡Los odio!

Pero Draco no dejó de observarla, ni desvió su mirada.

-Ódianos si eso te hace feliz, pero te prometo que jamás experimentarás ni siquiera una sola pizca de lo que existe entre Hermione y yo. Siempre fue ella, siempre lo fue. Nunca fuiste tú, Astoria Greengrass. Jamás lo fuiste. Tú sólo harías que la vida de un hombre fuera miserable. Tu alma esta tan corrompida, que sólo podrás albergar odio en tu corazón, y ese será tu castigo. Morirás sin conocer el amor.-sentenció Draco decidido a acabar con todo esto.

En ese momento, Astoria dejó de apuntar a Hermione, la empujó contra al suelo, y en un hábil movimiento jaló del gatillo de su pistola, disparando dos veces consecutivas que fueron directamente al pecho de Draco.

-Te lo prometí, sangre sucia...-fueron las últimas palabras que Astoria le dirigió a Hermione. Su rostro no tenía expresión alguna, y su gélida mirada estaba completamente vacía. La psicópata se dirigió el arma a la cabeza, dispuesta a acabar con su propia vida.

Las palabras de Draco le habían dolido en lo más profundo de su alma, y habían servido para destruirla por completo, pero antes de que pudiera suicidarse, fue reducida con varios expelliarmus por el resto de los aurores.

Hermione miró horrorizada a Draco, sintiendo que la peor de sus pesadillas se había vuelto una realidad, una espantosa realidad en la que la maldita de Astoria Greengrass había cumplido su promesa.

-¡No, por favor, no!-gritaba Hermione casi sin voz, intentando detener la hemorragia inútilmente con sus propias manos. La sangre brotaba en grandes cantidades por los dos disparos que había recibido en el pecho.-¡Draco, no! ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué, mi amor?-repetía llorando y sintiendo que empezaba a perder el control.

El rubio veía que las lágrimas caían desesperadamente por el rostro de su novia, quien trataba de frenar la hemorragia inútilmente. No podía perderlo.

-Porque eres todo para mí y porque lo vales, Hermione...-le confesó Draco jadeando y respirando pausadamente.-Estoy bien. No siento nada. Lo único que importa es que tú estás a salvo, preciosa. Logré salvarte...-sentenció a duras penas, esbozando una débil sonrisa, pero luego no pudo evitar que un pequeño hilo de sangre empezara a salir de la comisura de su boca.

El rubio alzó su mano hacia la mejilla de Hermione. Quería ver cada detalle de su hermoso rostro, quería ver sus ojos color miel, sus suaves labios, sus pecas, quería memorizarlo todo, recordar cada momento a su lado, y que eso fuera lo último que viera si tenía que morir.

-Perdóname... Perdóname por no haber estado contigo, por no haberte protegido.-le empezó a duras penas.

Las lágrimas caían amargamente por las mejillas de Hermione, y con la poca fuerza que tenía, la castaña besó sus labios sintiendo que la vida se le iba a ella también.

-No, mi amor... Por favor, no hables de eso. Eso no tiene relevancia... Estarás bien.-decía respirando agitadamente y sintiendo que se derrumbaba por dentro.-Oh, por dios, no me dejes, no me abandones, Draco.-le decía ahogándose con su propio llanto y maldiciendo no tener suficiente fuerza para continuar.-No podré seguir sin ti, por favor, no me dejes...-repetía una y otra vez.

Draco intentó hacer todo el esfuerzo porque Hermione viera que estaba bien, odiaba verla llorar, pero era casi imposible poder mantenerse consciente.

-Habría hecho esto una y mil veces...-sentenció mirándola fijamente a los ojos, mirando esos hermosos ojos miel que le transmitían paz y en donde podía ver todo el amor que Hermione sentía por él. Y recordó aquella primera vez en que ambos se habían dicho Te amo.- T-tú siempre... fuiste mejor que yo. Gracias por entregarme tu corazón, preciosa, y por hacerme la persona más feliz de este jodido mundo. Cuando creí que ya no me quedaba nada, apareciste tú y cambiaste todo... Absolutamente, todo.-le decía sin dejar de verla a los ojos.-Te amo tanto y tú... Tu siempre serás lo más valioso que tengo.-sentenció cerrando los ojos e incapaz de resistir un solo segundo más despierto.

Hermione enloqueció y sintió que quería irse con él.

-¡Draco!-gritó asustada e intentando hacerlo despertar.-¡Por dios, Draco! ¡No me hagas esto! ¡No puedes hacerme esto! ¡Tú eres absolutamente todo para mí! ¡Te amo, y jamás podré dejar de hacerlo!-exclamó al mismo tiempo que llegaban los medimagos, y colocaban a Draco en una camilla.-Por favor, no me dejes, mi amor.

Una de las sanadoras le colocó oxígeno al rubio y comenzó a pronunciar unos hechizos médicos intentando frenar la hemorragia que las balas habían causado, pero parecía no funcionar.

-¡Esta perdiendo demasiada sangre!-sentenció la mujer actuando rápidamente.-¡Necesitamos sacarlo de aquí, pronto!

De inmediato, alejaron a Hermione de él, pero ella se negó a irse de su lado.

-Señorita Granger, usted también debe ser atendida de emergencia. Necesitamos frenar la hemorragia en su antebrazo.-le dijo otro sanador.

-¡Draco!-exclamó ella llorando histéricamente, pero los sanadores no parecieron escucharla.

Harry corrió hacía Hermione, y colocó ambas manos en los hombros de su amiga.

-Ellos se encargarán de restablecerlo, Hermione. Por favor, deja que te atiendan a ti también. Los doctores de San Mungo están altamente calificados para situaciones como estas. Te prometo que Draco estará bien.-le anunció manteniendo la calma, aunque sabía que la situación era absolutamente grave.

Sin perder un solo segundo más, los medimagos se llevaron a Draco de ahí, y cuando Hermione intentó seguirlos, ni siquiera pudo dar dos pasos, pues se cayó al suelo completamente debilitada, y empezó a llorar abatida y con frustración de no poder estar al lado del amor de su vida. No sabía cuántos crucios había recibido a manos del mortifago, pero sentía que en cualquier momento se desmayaría otra vez.

-¡Harry...!-gritó con frustración, al mismo tiempo que su amigo corría hacía ella.-Por favor, no permitas que me alejen de él... Por favor...-decía al borde del colapso.-No puedo seguir sin él... No puedo seguir sin Draco...-sentenció llorando mientras el azabache tomaba su rostro entre sus manos.

En ese momento, Harry recordó que esas eran las mismas palabras que Draco le había dicho en cuanto habían llegado a la mansión Greengrass. Definitivamente, el amor que ambos se tenían era demasiado fuerte, y era algo que, ni siquiera él había logrado experimentar.

De inmediato, Harry tomó a Hermione entre sus brazos, y la cargó para poder sacarla de ese asqueroso lugar. Ella también necesitaba atención urgente, y si no llegaban a San Mungo, la chica se desvanecería en cualquier momento.

La sangre continuaba brotando de su brazo, pero eso a ella no parecía importarle.

-Encárguense de Daphne Greengrass.-le ordenó Potter a un par de aurores, y luego miró a su mejor amiga.-Te prometo que pronto estarás con Draco, Hermione. Me encargaré de que ambos estén juntos.

Continuará…


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Gracias por leer!

Una vez más, los aurores demuestran lo incompetentes que son, y él único que parece liderar la situación es Harry. Draco super valiente como siempre, arriesgando su vida por la de su futura esposa.

Espero que el capítulo haya llenado sus expectativas y no les haya parecido demasiado aburrido o soso. Cualquier comentario o crítica es bien recibido.

El próximo capítulo será el penúltimo de "Cruel Amor".

Capítulo 28: Nuestro Destino...

(próximamente)