Notas de autora: ¡Hola a todos! Como siempre, antes de dejarlos leer quiero agradecer infinitamente por todos sus bellos comentarios. Realmente no tienen idea de lo feliz que me hace saber que la historia les está gustando. Ahora sí, los dejo con el capítulo de hoy. Espero que lo disfruten.

Advertencias: el capítulo está escrito desde el POV (point of view = punto de vista) de Draco. También hay una mención de sexo oral explícito al comienzo.


8 de enero de 2011

En algún momento que no consigo ubicar, la sala de estar de Greg desaparece y me encuentro sentado nuevamente sobre ese sofá blanco y lujoso con el cual soñé anoche. Y al igual que ocurrió en mi anterior sueño, el adorable gatito de ojos verdes vuelve a estar completamente desnudo y a mi merced, sólo que esta vez él se encuentra arrodillado entre mis piernas mientras se encarga de chupármela. Las lamidas y succiones que realiza son extremadamente delicadas y muy seductoras, y están siendo capaces de excitarme más de lo que jamás creí que fuera posible. Su apretada boquita no puede llegar a tomarme por completo, pero la parte de mi longitud que no está recibiendo atención de ella no permanece desatendida. Por el contrario, este habilidoso chico se encarga de utilizar su pequeña mano para presionarla y prodigarle caricias con la fuerza adecuada.

Una chupada particularmente caliente sobre la punta de mi pija me deja soltando un gruñido cargado de deseo, a la vez que siento mis manos comenzar a picar para sostener esas hebras rebeldes que tiene sobre la cabeza. Sin poder evitarlo, mis ojos se cierran durante unos segundos para retomar algo de autocontrol, y cuando creo que seré capaz de verlo adorar mi pene con su lengua y sin que esto que me haga correr, elevo una ceja en alto, y soltando una risita divertida, digo: ─Realmente la chupas como todo un gatito, ¿verdad? Te sienta tan bien ese apodo que elegí para ti.

El gatito me observa con diversión desde el lugar en el que se encuentra y lo siento sonreír como puede al tener la boca llena de mi pija. Después de darle una chupada particularmente seductora a la cabeza, una en la que no voy a negar que estuvieron involucrados delicados roces de dientes contra esa piel sensible, el gatito se aparta de mi hombría y emplea la vocecita más sexy y adorable del universo para decir una palabra que, si debo ser honesto, me deja con deseos de follarle la boca hasta correrme dentro de su garganta.

─Miau.

Y volviendo a sonreírme con picardía, el gatito acerca su boca una vez más a mi pija y comienza a chupármela con tanta determinación que no puedo evitar correrme con fuerza en cuestión de segundos. El gatito traga inmediatamente todo lo que le doy realizando los sonidos y gestos de placer más eróticos que jamás haya visto y oído, de hecho, es casi como si el sabor de mi semen fueran el manjar más delicioso que él haya probado en toda su vida. Lo observo completamente ensimismado, mientras busca con la lengua cualquier imperceptible gota que se le haya escapado. Luego, comienza a limpiar toda la extensión de mi pija dando adorables lamidas sobre ella que, inevitablemente, me recuerdan a un gatito, por lo cual, me es imposible no hacérselo notar.

─Eres un gatito muy, muy sucio, ¿verdad?

El gatito me sonríe y deja una última lamida sobre la cabeza de mi pija, y se eleva hasta colocarse a horcajadas sobre mi regazo con una agilidad que no creí que él fuera capaz de tener, especialmente porque estuvo arrodillado a mis pies sobre el frío suelo de la sala durante varios minutos. Sus brazos viajan automáticamente hacia mi cuello para poder rodearme, y cuando lo tengo sentado en un lugar que hace que su trasero quede estratégicamente sobre mi entrepierna, lo siento acercarse con mucha sensualidad a mi rostro. Una vez que se halla a escasos milímetros de mi boca, el gatito entrecierra los ojos en un gesto que podría ser capaz de ponérmela dura en cuestión de segundos, y murmura unas palabras que despiertan automáticamente ese instinto dominante que tengo.

─Pero soy tu sucio gatito, solo tuyo.

Mis manos viajan automáticamente hacia las estrechas caderas de este hombre perfecto y las sostengo con firmeza en un agarre posesivo. El gatito parece disfrutar particularmente de este gesto, porque muerde su labio inferior para reprimir el gemido que, por lo visto, quiere escapar de su boca. Las palabras que me dijo todavía resuenan dentro de mi mente, y por extraño que parezca, tengo la imperiosa necesidad de dejarle en claro que sí, que él está en lo cierto, que este gatito es única y exclusivamente mío. No encontrando un motivo para no hacer como deseo, sostengo con mayor firmeza sus caderas y suelto aquello que está rondando mi mente con un tono cargado de vigor.

─Sí, eres sólo mío, gatito. Como siempre debió ser.

El gatito me sonríe adorablemente al escucharme decir esto y acorta la distancia que nos separa para poder besarme. El beso está cargado de sensualidad y pasión, pero al momento de apartarse para tomar aire, este hermoso hombre me observa durante unos segundos con algo que se asemeja a la adoración, y cuando vuelve a acercarse, susurra contra mis labios unas palabras que me dejan con una sensación de euforia recorriendo cada fibra de mi ser.

─Te amo, Draco.

Lo observo absolutamente embelesado por la gran cantidad de verdad que encuentro en esa declaración. Honestamente, no comprendo cómo pude ser tan afortunado de ganarme el amor de este hombre prefecto, pero así parece ser. Unos deseos incontrolables por hacerle saber que yo también lo amo se apoderan de mi ser, pero me niego a hacerlo llamándolo por ese apodo, quiero decirle que lo amo usando el verdadero nombre de este gatito. Sin embargo, y por más que lo intento, no consigo recordar cómo se llama. Me siento completamente frustrado por no ser capaz de recordar la identidad de la persona que más me importa en este mundo, pero, afortunadamente, una idea acude a mi mente segundos antes de que suelte un gruñido de frustración. Creyendo que la verdadera identidad saldrá automáticamente de mi boca si simplemente expreso estas palabras en voz alta, aprieto una vez más la cadera de mi gatito, y digo: ─Yo también te amo…

Desafortunadamente, ningún nombre llega a escapar de mi boca debido a que siento un zarandeo sobre el hombro, y eso es todo lo que necesito percibir para despertar de este sueño perfecto y volver a reaparecer en la sala de estar de Greg. Inmediatamente, mis ojos se enfocan en la figura rechoncha de Greg, quien está terminando de colocarse una chaqueta; y aunque sé que debería estar molesto con mi amigo por interrumpir ese sueño que podría haberme dado un indicio de la identidad de este gatito, no puedo estarlo porque debo reconocer (muy a regañadientes) que el nombre de ese hombre no hubiera acudido a mi mente incluso si hubiera dormido durante toda una eternidad. Al parecer, la persona que borró mis recuerdos debe haber hecho algo más para bloquear la identidad de las personas, o esto simplemente es una consecuencia de la misma poción o hechizo utilizado.

─Levántate, Draco. Es hora de abrir la panadería, y te necesito allí para atender a los clientes.

Suelto un suspiro desganado al escuchar esto, pero, de todos modos, comienzo a apartar las mantas que me cubren. Inmediatamente, siento mi entrepierna pegajosa y bastante húmeda, indicativos de que ensucié mi ropa interior con ese sueño húmedo. Como puedo, vuelvo a cubrirme con las mantas para ocultar esta evidencia de Greg, y aprovecho que él parece distraído prendiendo los botones de su chaqueta para escapar hacia el baño. Cuando llego a la puerta, le hago saber a Greg que sólo iré a higienizarme, pero la respuesta que obtengo de su parte me deja preguntándome qué tan narcisista solía ser en el pasado, porque no es la primera vez que Greg me hace ver como un tipo de esa calaña.

─De acuerdo, sólo déjame tomar una ducha primero.

─Bien, pero date prisa, ¿quieres? No tenemos tiempo para que te des uno de esos baños eternos que solías darte en Hogwarts.

Ruedo los ojos al escuchar esto último y me encierro en el baño. Una vez dentro, me quito la ropa y llevo los bóxers para poder lavarlos. Internamente, lamento no tener conmigo al adorable gatito de mis sueños, ya que la mancha podría haberse evitado si él hubiera estado aquí en este momento. Estoy completamente seguro de que ese gatito se habría encargado de no desperdiciar ni una sola gota de mi semen.

Mis ojos se cierran con fuerza al recordar el rostro absolutamente enamorado de ese gatito y me digo a mí mismo que este chico tiene que tener algo que ver con mis recuerdos, no es posible que haya soñado con él dos veces seguidas y todas ellas lo hayan mostrado con las mismas características físicas. Ese pelo negro, piel blanca, baja estatura, contextura física delgada, y por sobre todas las cosas, esos ojos verdes esmeralda fascinantemente brillantes, son claramente difíciles de pasar por alto.

Después de que termino de lavarme el cabello y el cuerpo, tomo los olvidados bóxers y me dedico a limpiarlos con la pastilla de jabón que tengo en la mano, mientras me pregunto cómo voy a conseguir secarlos para poder volver a ponérmelos, porque me niego rotundamente a utilizar la ropa interior de Greg. Ese es un límite que no estoy dispuesto a cruzar, muchas gracias. Termino de lavar todo y cierro el grifo. Luego de secarme, voy hasta el lavabo y tomo un poco de pasta dental. Como puedo, la esparzo con un dedo por mis dientes para poder "limpiarlos". Claramente no será lo mismo que lavarlos con un cepillo, pero, al menos, podré quitarme el aliento matutino. Una vez realizadas todas estas rutinas, y después de pasar mis dedos sobre mi cabello para intentar peinarlo, llamo a Greg para preguntarle algo que podría salvarme de tener que utilizar pantalones sin ropa interior debajo.

─Oye, Greg, ¿existe algún hechizo con el cual pueda secar mi ropa interior? Realmente no me apetece usarla mojada.

Suelto esto último con una risita, pensando internamente que, en esta ocasión, dicha humedad se deberá al agua con la que la lavé, y no a otro tipo de humedad provocada por mis sueños húmedos. Greg parece ajeno a lo que pasa por mi mente, y simplemente abre una hendidura de la puerta del baño para que pueda darle mi ropa. Sin sentir ni un mínimo indicio de pudor, le entrego mis bóxers, y luego de que él realiza un hechizo que no reconozco, me regresa la ropa completamente seca.

─Gracias.

Me apresuro a cambiarme para no hacer esperar a Greg más de lo debido, y cuando estoy listo, salgo del baño para encontrarme con él. Greg ya se halla parado junto a la puerta con un gesto que expresa una clara impaciencia, pero, afortunadamente, no menciona nada al respecto y simplemente sale del apartamento. Me apresuro a seguirlo y comienzo a bajar las escaleras, mientras escucho a Greg detrás de mí cerrando todo con un hechizo. Mi vista viaja hacia el cielo, y extrañamente a lo esperado, descubro que éste se encuentra con una claridad demasiado alta para que sea de madrugada.

─Ya es de día.

Digo distraído, mientras Greg pasa por al lado mío y continúa bajando las escaleras. Luego, lo escucho soltar una risita confundida, y decir: ─Sí, lo es.

─¿No se supone que tienes que hornear todo antes de abrir la tienda?

Pregunto con el ceño fruncido a la vez que reanudo mi descenso por esas escaleras metálicas. Greg no parece impresionado con mi pregunta, y simplemente se encoge de hombros, antes de soltar una explicación que, para él, parece ser lo más normal del mundo, pero que, para mí, es algo completamente inquietante.

─Así es, pero esta madrugada ya me encargué de hornear todo mientras tú dormías.

─No te escuché bajar.

─No quería despertarte, así que usé un hechizo para amortiguar el sonido de mis pasos.

Decir que esta declaración me deja sorprendido es un gran eufemismo. No sólo estoy sorprendido debido a que la magia parece ser capaz de hacer casi cualquier cosa que desees, sino que también me encuentro bastante asustado porque, sin mi varita conmigo y sin poder recordar cómo hacer magia, me siento totalmente indefenso y sin posibilidades de defenderme de este tipo de cosas. Sin embargo, me obligo a dejar de lado estos pensamientos porque, mientras me encuentre junto a Greg, estaré a salvo. Él parece saber cómo utilizar la magia para realizar varios hechizos, y si lo que me contó sobre la guerra es cierto, sabe cómo emplear conjuros más peligrosos también.

Ingresamos a la panadería y lo primero que siento es un manojo de ropas que son arrojadas a mi rostro. Por fortuna, mis reflejos son bastante buenos, con lo cual consigo atajar todo antes de que estas últimas me golpeen.

─Ponte el uniforme, y asegúrate de colocarte el gorro de forma tal que ningún cabello escape de él.

─¿Realmente tengo que hacerlo? Odio cubrir mi cabello de esa forma.

Digo esto empleando un tono infantil repleto de reproche y del cual no estoy particularmente orgulloso, pero ni siquiera eso me sirve para librarme de las estrictas normas de Greg.

─Sí, realmente tienes que hacerlo. Ahora, deja de comportarte como un niño caprichoso, y ven aquí. Es hora de comenzar el día.

Greg agita su varita, y con un fluido movimiento, el cartel vuelve a la posición de 'Abierto'. Luego, vuelve a realizar otra floritura en dirección hacia la trastienda, y de ella aparece un vaso térmico que contiene un líquido sospechosamente parecido al té. Greg me entrega esta taza y me señala con sus grandes manos los mostradores de la panadería, antes de decir: ─Puedes tomar el desayuno aquí. Elije lo que quieras comer, pero asegúrate de no ensuciar nada.

─De acuerdo. Gracias, Greg.

─Otra cosa más. No olvides que, si la señora Figg viene a comprar, no debes cobrarle. Podrías decirle que yo he decretado que no se les debe cobrar el día de hoy a las personas encargadas de salvar vidas de animales abandonados.

No estoy tan seguro de que la señora Figg vaya a aceptar algo con esa lamentable excusa que planea dar Greg, así que lo observo con una ceja en alto, y digo: ─Dudo que ella acepte no pagar usando esa pobre excusa. No te preocupes, ya se me ocurrirá algo mejor que decirle. No sé por qué, siendo que no tengo recuerdos de mi vida pasada, pero algo me dice que puedo ser increíblemente bueno para manipular a las personas.

Greg se encoge de hombros, y antes de retirarse hacia la trastienda para hacer lo que un pastelero suele hacer diariamente, hornear y limpiar el desorden que su trabajo deja, dice algo que confirma mi creencia. ─Bueno, en el pasado solías ser un gran manipulador, así que estoy seguro de que podrás encargarte de esto con facilidad.

Cuando Greg desaparece, deambulo por toda la panadería para encontrar algo que poder desayunar entre la amplia gama de opciones que se presentan frente a mí. Mi vista se queda postrada durante varios segundos sobre la tarta de melaza que hay en uno de los mostradores, mientras me pregunto por qué este dulce en particular me genera tantas emociones encontradas. Claramente esto parece estar relacionado de alguna forma con ese pasado que no recuerdo, pero no tengo forma de poder descubrir por qué parece ser tan importante para mí. Sin tener la menor idea de cómo recuperar la verdad detrás de estas sensaciones, niego con la cabeza y me decido por una de las pequeñas tartitas de chocolate y crema de avellanas que lucen francamente deliciosas.

El desayuno transcurre con gran calma, y luego de que termino de limpiar las pequeñas migas que cayeron sobre el mostrador, ingresa el primer cliente del día, el cual resulta ser el oficial Dursley. Viendo que esta puede ser una muy buena forma de poner en práctica mis habilidades manipuladoras, me apresuro a sonreír, y digo: ─Buenos días oficial, Dursley.

─Buenos días... eh...

Pero cuando él intenta preguntarme mi nombre, me apresuro a interrumpirlo y poner en marcha el plan que se va formando en mi mente para unir a este oficial y a Greg de una vez por todas.

─Discúlpeme, oficial, pero, antes de poder atenderlo, voy a tener que llamar a mi jefe por un segundo.

Y sin darle tiempo a que me responda, llamo a Greg, mientras trato de enmascarar la risa maliciosa que quiere escapar desde lo más profundo de mi ser. ─Oye, Greg, ¿podrías venir un segundo aquí? Necesito tu ayuda con algo.

─¿Qué ocurre?

Greg aparece en la tienda terminando de secarse las manos con un trapo de cocina, y cuando descubre al oficial Dursley parado allí, sus mejillas se colorean al instante y se apresura a lanzarme una mirada de reproche. Yo, por mi parte, le sonrío con malicia y finjo no recordar cómo usar la balanza y la máquina registradora, por lo cual dejo que Greg atienda al oficial que le gusta para que ambos puedan conversar.

─Buenos días, oficial.

─Buenos días, Greg. ─Dice Dursley con un tono cohibido y muy nervioso, uno que jamás lo escuché portar hasta ahora, ni siquiera cuando creyó que yo estaba insinuándome a él. Honestamente, ¿y Greg todavía tiene dudas al respecto de que este oficial no gusta de él? Es más que obvio que Dursley se siente atraído por mi amigo, cualquier persona con un mínimo de cerebro sería capaz de notarlo. ─Oh, y puedes llamarme Dudley, ¿sabes? "Oficial" me suena algo raro.

Greg suelta una risita nerviosa, una que se ve espeluznantemente rara en el gran cuerpo de mi amigo, mientras retuerce el trapo que todavía tiene entre sus manos en un gesto que exuda nerviosismo. Finjo entretenerme reacomodando unas galletas para darles algo de espacio, pero sin dejar ni por un segundo de oír cada palabra de este incómodo intercambio.

─Hace un lindo día, ¿verdad? Quiero decir, ─Greg se apresura a corregir sus palabras al ver que el día se encuentra cargado de nubes que amenazan con llover, algo con lo cual una parte de la población catalogaría este día como cualquier cosa menos "lindo", y eso sólo se traduce en un sinfín de balbuceos que me dejan rodando los ojos y preguntándome cuánto más de todo este intercambio súper incómodo y digno de dos adolescentes que tienen su primera cita estoy dispuesto a soportar. ─no es un gran día, pero al menos no parece que vaya a nevar.

─Sí, eso es cierto. Un gran alivio, la verdad. No soy demasiado aficionado de la nieve.

─Yo tampoco. ─Un silencio bastante incómodo se apodera en la panadería luego de que ninguno de los dos sabe cómo continuar con esta conversación que ha resultado ser un callejón sin salida. Afortunadamente, Greg realiza una pregunta que me da el puntapié inicial para poder ayudar de una vez por todas a estos dos idiotas enamorados. ─Entonces, ¿en qué puedo ayudarte?

─¿Qué me recomiendas llevar para desayunar el día de hoy?

─Si me permite la intervención, oficial. ─Digo con el mejor tono educado que puedo reunir, pero portando internamente la sonrisa más ladina al ver frente a mí la oportunidad perfecta para manipular la situación a mi favor, o a favor de Greg y Dursley, dependiendo desde dónde se lo mire. ─Yo le recomendaría llevar la tarta de melaza. Sin duda alguna es una de las especialidades de Greg. No encontrará una tarta de este estilo más deliciosa que las que prepara mi amigo, eso puedo asegurárselo.

Greg se sonroja automáticamente al escuchar mi excesivo cumplido, y aunque yo nunca las probé realmente, una pequeña mentira piadosa no puede lastimar a nadie, ¿verdad? Además, y conociendo lo buen pastelero que Greg es, no me extrañaría que esto que dije no fuera una simple exageración de mi parte y que, por el contrario, haya gran parte de verdad en ello. Viendo que he conseguido captar la atención de ambos, continúo diciendo aquello que de seguro terminará por unir a estos dos tortolitos.

─Además, y dentro de todas las virtudes que tiene esta tarta, también puede servir para compartirse en un picnic junto a una primera cita. ─Al ver que ambos se sonrojan imposiblemente ante mi insinuación, redoblo la apuesta y continúo como si no me hubiera percatado en lo absoluto de lo que estoy diciendo. ─De hecho, y si me permite el atrevimiento, esta podría ser la excusa que ustedes dos parecen estar buscando para realizar su deseo, ¿no cree? Sabe qué, le facilitaré las cosas. Puede llevarse esta tarta gratis el día de hoy, correrá por mi cuenta.

Greg rueda los ojos ante esto, y dice: ─No tienes dinero para pagarla.

Aunque yo ignoro por completo a mi amigo con un rodar de ojos, y continúo dirigiéndome al oficial Dursley como si nunca hubiera sido interrumpido en un principio. ─Detalles, detalles. Ahora, ¿en qué estaba? Ah, sí, puede llevarse esta tarta en representación de la primera cita incómoda que han tenido ustedes dos el día de hoy. Y ya que hemos dejado de lado la molestia de la primera cita, ahora pueden invitarse entre ustedes a una verdadera velada romántica. De hecho, Greg podría invitarlo a cenar, oficial, y para que no haya discusiones acerca de quién pagará la cuenta, usted podría invitarlo a una tercera cita, entonces ambos estarían a mano.

Cuando termino de decir esto último, observo los rostros sonrojados de estos dos hombres con gran detenimiento para saber si algo de mis palabras ha sido captado por sus densos cerebros, afortunadamente para mi cordura, algo parece haber cambiado entre ellos, porque el oficial Dursley se aclara la garganta, y dice: ─Estoy libre este domingo, si quieres. Hay un restaurante nuevo en el centro de Londres que tenía la intención visitar.

Greg sonríe ante esto último, y al ver que parecen haber encontrado un tema en común del cual poder hablar sin incomodidad, continúa la conversación sin ningún rastro de todo ese nerviosismo que los estuvo deteniendo.

─¿Te refieres a ese nuevo restaurante de comida italiana que tiene tantas reseñas positivas? ¡Yo también he querido visitarlo! Dicen que sus pastas rellenas son increíbles.

Al ver que ambos comienzan a hablar con soltura y sin incomodidad, sonrío con picardía y me felicito internamente. Por lo visto, yo estaba en lo cierto, y sí soy alguien capaz de manipular con facilidad. Quizás deberían llamarme 'Draco Malfoy, el rey de la astucia'; o mejor aún, 'Draco Malfoy, el maestro de la manipulación'. Sí, eso suena realmente bien. Aparto de mi mente estos pensamientos ridículos cuando oigo la campanilla de la puerta tintinear para dar paso a otro cliente, la cual resulta ser la bendita señora Figg. Perfecto, hoy parece ser mi día de suerte. Por lo visto, podré matar dos pájaros de un solo tiro. Hora de poner en práctica mi don manipulativo. ¿Es siquiera eso una palabra?

─Buenos días, Arabella. ¿En qué puedo ayudarla?

─Buenos días, querido. Llevaré lo mismo de siempre, dos hogazas de pan francés, por favor.

─Una buena elección.

Digo esto portando una de mis sonrisas más encantadoras, mientras me dirijo a servirle dentro de una bolsa de papel las dos hogazas. Aprovecho este momento para, además, pensar en una forma de hacer que la señora Figg acepte llevarse los productos gratis. Afortunadamente, se me ocurre una magnifica idea para llevar a cabo esto, una que me dará otra rotunda victoria asegurada.

─¿Cuánto te debo querido? Y por lo que más quieras, no empieces con otra de esas tonterías acerca de que no debo pagar por ser la primera cliente del día porque, como has visto, esta vez no fui la primera en ingresar.

Suelto una pequeña risa al ver que a esta mujer no se le pasa nada por alto, y antes de entregarle su pedido, elevo una ceja y me dispongo a enredarla en mi telaraña de manipulación. Lo lamento por la amable señora Figg, pero no sabrá qué la golpeó cuando termine con ella.

─No estamos para rodeos el día de hoy, ¿verdad? Bien, estoy completamente de acuerdo con usted. ─Digo servicial, pero dispuesto a dar un golpe certero y venenoso como la serpiente que, al parecer, soy. ─Este es el trato señora Figg, puedo seguir fingiendo que usted no sabe nada acerca de que Greg se niega a cobrarle sus productos, y usted puede fingir que cree en los patéticos intentos que haré para convencerla de llevarse la mercancía gratis sin hacerla sentir mal; o podemos dejar estas mentiras ridículas de lado, y llegar a un mejor acuerdo que nos beneficie a ambos.

La señora Figg me observa con una ceja en alto cargada de suspicacia, y luego me pregunta algo con un tono que desborda sospecha.

─¿Qué tienes en mente, muchacho?

Sonrío al ver que he captado la atención de mi "presa", y me dispongo a aplicar todo mi talento para manipular la situación a mi favor.

─Si de aquí en adelante usted decide aceptar todo lo que venga a comprar sin pagar una sola libra, a cambio, le ofrezco contarle todo lo que sé acerca de la gran historia de amor que Greg está recientemente comenzando.

La señora Figg no parece del todo dispuesta a aceptar mi trato, con lo cual me apresuro a convencerla con otro poco de manipulaciones por mi parte.

─Antes de que rechace mi oferta, sólo piense que, de todos modos, Greg y yo siempre encontraremos una forma de hacer que le sea imposible rechazar el llevarse los productos sin pagar, así que, ¿por qué desaprovechar esta oportunidad de conocer acerca del interés amoroso de nuestro buen grandote, si de todas formas el resultado llevará al mismo fin?

La señora Figg asiente resignada a mis palabras, y después de negar con lo que reconozco como un gesto de derrota, dice: ─Me tienes, jovencito. Bien jugado. Visto y considerando que no tengo forma de refutar tu propuesta, voy a tener que aceptarla.

Sonrío con un gesto que es claramente altanero, aunque la señora Figg parece perdida en sus pensamientos y no lo nota. Luego de que parece salir de ese trance en el que ha caído, vuelve a negar con la cabeza y dice algo que me dejará riendo internamente.

─Eres muy astuto, querido. Estoy segura de que, en alguna otra vida, debes haber sido alguna clase de serpiente.

Suelto una carcajada ante esto, mientras recuerdo la descripción que Greg me hizo acerca de la casa a la que solíamos pertenecer en Hogwarts, y me digo a mí mismo que la señora Figg no podría estar más acertada con esa descripción.

─Oh, Arabella, no tiene una idea de lo acertada que está usted.

Y con eso dicho, comienzo a cumplir mi parte del trato y le cuento todo lo que sé hasta el momento acerca de la nueva historia de amor de Greg. Lo más disimuladamente posible, le señalo con la cabeza a los dos tortolitos que todavía se encuentran hablando animadamente sobre lo que interpreto que debe ser alguna clase de deporte que no creo conocer, o que, al menos, no recuerdo hacerlo, mientras el oficial Dursley se encarga de pagar por la tarta de melaza.

─¡Oh! ¡Me alegro tanto por Greg! Ese chico realmente se lo merece. ─Dice la señora Figg con genuina alegría, a la vez que continúa observándolos interactuar sin disimulo alguno. ─Se ven adorables juntos, ¿verdad?

Asiento para hacerle saber que la escuché, pero sólo cuando vuelvo a posar la vista en Greg y ese oficial, siento una pequeña sensación de tristeza recorrerme al recordar al gatito de mis sueños. ¿Es posible que ese chico que no recuerdo sea mi pareja? ¿Acaso nosotros también nos vemos así de adorables juntos? ¿O este encantador gatito sólo es un producto creado a partir de mis fantasías? La señora Figg parece notar la expresión cargada de abatimiento que se ha apoderado de mi semblante porque, de inmediato, la siento colocar una de sus manos arrugadas sobre mi hombro y preguntarme algo con marcada preocupación.

─¿Te encuentras bien, querido?

No queriendo preocupar a la señora Figg con mis problemas, especialmente porque ella no será capaz de ayudarme a resolverlos, me apresuro a levantar sobre mi rostro una máscara alegre, y que poco tiene que ver con la forma en la que estoy sintiéndome por dentro, para no seguir preocupándola.

─Sí, estoy bien. Aquí tiene su pedido.

Le entrego la bolsa con el pan y la señora Figg la toma sin decir nada más, aunque puedo ver claramente por las expresiones de su rostro que ella no creyó ni una sola palabra de esto último que le dije. Afortunadamente, no insiste en sonsacarme una explicación acerca de mi repentino abatimiento, y luego de despedirse de Greg con un pequeño saludo, sale por la puerta sin volver a mirar detrás. Suelto un suspiro agradecido por no tener que buscar explicaciones a mi comportamiento ya que ni siquiera yo soy capaz de encontrarlas, y decido buscar otro motivo con el cual despejar mi mente de cualquier sensación de tristeza relacionada a ese gatito misterioso. Con la mirada, busco a los dos tortolitos que habían estado interactuando como dos adolescentes hasta meros segundos atrás, pero descubro que el oficial Dursley ya se retiró del local y sólo quedamos Greg y yo.

Me giro hacia Greg con la intención de preguntarle por los detalles más jugosos de esa conversación que tuvo con su interés amoroso, pero nada me prepara para lo que ocurre a continuación. Greg, contra todo pronóstico, se acerca amenazante hasta conseguir acorralarme contra el mostrador, y empleando el tono más serio y peligroso que lo haya escuchado portar hasta ahora, me espeta algo que me deja bastante preocupado por mi seguridad.

─Debería golpearte de aquí hasta Hogwarts por habernos dejado en ridículo de esa manera, Draco.

Trago saliva con pesadez al ver que mi intento por ayudarlos a acercarse no fue recibido como yo lo esperaba, y me pregunto cómo saldré ileso de esta situación. Por fortuna, Greg no parece realmente enfadado, y eso me queda completamente claro cuando su rostro se llena con una gran sonrisa y comienza a hablarme con una emoción digna de una adolescente enamorada.

─Pero no voy a hacerlo porque, sin ti, es muy probable que Dudley y yo nunca nos hubiéramos animado a invitarnos a salir.

Un suspiro de alivio escapa de mi boca sin mi consentimiento, pero me apresuro a enmascararlo con la sonrisa altanera que le regalo a Greg. Mis brazos se cruzan sobre mi pecho en un gesto que derrocha arrogancia, y aprovecho este momento de triunfo al máximo.

─¿Lo ves? Te lo dije. Lo único que necesitabas hacer era invitarlo a salir.

─Sí, tenías razón. ¡Y mira esto, Draco! ─Dice Greg con una emoción inmensa, mientras me acerca uno de sus aparatos electrónicos, el cual reconozco como un teléfono, aunque desconozco por completo su funcionamiento, y en el cual tiene anotado una serie de números. ─¡Tengo su número!

Greg parece ver la confusión que me asalta, porque rápidamente me explica para qué sirve ese número. Aparentemente, y gracias al pequeño aparatejo que tiene en la mano, Greg podrá llamar y escribirse mensajes con el oficial en tiempo real, sin la necesidad de emplear cartas enviadas por medio de lechuzas como suele hacerse, según me ha dicho mi amigo, en el mundo mágico. Por lo visto, el mundo muggle se encuentra más adelantado que el mágico en estas cuestiones de comunicación. ¿Quién lo hubiera dicho?

Greg se guarda el teléfono en el bolsillo de su pantalón, y antes de regresar a la trastienda para volver a su rutina, agita la varita en el aire y convoca una de las tartitas de chocolate y crema de avellanas que desayuné esta mañana. Una vez hecho esto, la envía con su magia hasta colocarla sobre mis manos, pero cuando bajo la vista hacia esta última, descubro que la misma no es exactamente igual a la que me comí esta mañana, sino que tiene grabada por encima la palabra 'Gracias' en ella.

Suelto una risita ante el gran sentimentalismo de mi grandote amigo, y mientras siento un gran orgullo recorriendo cada recoveco de mi alma, me como la pequeña tartita en dos grandes bocados. ¿Quién diría que hacer feliz a alguien podría llegar a ser tan satisfactorio para uno mismo?

El día transcurre entre nuevos clientes que aparecen para comprar, y a la hora del almuerzo, Greg vuelve a traer dos sándwiches y una jarra con jugo de naranja. Viendo que Greg parece encontrarse mucho más animado que el día de ayer, aprovecho el momento para preguntarle cómo haremos para conseguir los ingredientes de la Poción Restauradora. Sé que él quiere esperar a que los efectos de mi pérdida de memoria se desvanezcan con el paso del tiempo, en caso de que haya sido provocado por un hechizo, pero algo me dice que esto no es así. Por algún motivo que no alcanzo a comprender, estoy completamente seguro de que mi condición se debe a los efectos provocados por una pócima.

─Oye, Greg, ¿cómo vamos a conseguir los ingredientes más difíciles para realizar la Poción Restauradora? Sé que dijiste que muchos de ellos serían difíciles de obtener, incluso en boticas extranjeras.

Greg hace una pausa a medio camino de volver a morder su almuerzo, y luego de pensar durante unos cuántos segundos con gran detenimiento, dice: ─Bueno, puede que yo conozca a alguien que podría conseguirlos por nosotros. Él suele encargarse de ciertos… negocios turbios, por decirlo de alguna forma, aunque no creo que debas ser tú quien contacte con él. Creo que lo mejor será que yo me comunique con él y pida los ingredientes a mi nombre.

─¿Y por qué es eso? ─Pregunto con marcada confusión y algo de suspicacia, mientras bebo un poco de jugo para hidratarme la garganta, la cual se me ha resecado repentinamente. ─¿Acaso este tipo del que hablas ha tenido algún problema en el pasado conmigo? ¿Me odia, es eso, por eso crees que no querría ayudarme?

─¿Odiarte? ─Dice Greg con una especie de resoplido de risa, mientras vuelve a morder su sándwich y reanuda su explicación incluso sin haber terminado de masticar. Asqueroso. ─No, de hecho, es todo lo contrario. Theodore Nott, la persona de la que estoy hablándote, ¿lo recuerdas? Fuimos a Hogwarts juntos, en el mismo año y en la misma casa. Él… siempre ha tenido una especie de… ¿cómo decirlo? Extraña obsesión contigo, ¿sabes?

─¿Obsesión? ¿Cómo es eso? ¿Acaso estaba enamorado de mí, o algo así?

─Mmm, no creo que eso haya sido amor. ─Dice Greg con un encogimiento de hombros, mientras termina de comer su almuerzo. Luego, reanuda la explicación de lo que quiso decir con su extraña declaración. ─Theo siempre ha sido un tipo muy curioso, y por lo visto, nunca pudo quitarse de la cabeza ese rumor que solía correr en la sala común de Slytherin, aquel que afirmaba lo muy dotado que, supuestamente, eres ahí abajo. Si sabes a lo que me refiero.

Asiento para hacerle saber que le entendí, mientras siento mis mejillas comenzar a arder en vergüenza. Si bien esos rumores son ciertos, mi hombría es algo digno de admirar, no me siento para nada cómodo hablando de ello frente a mi amigo, y mucho menos al comprender aquello que ha quedado implícito durante todo este tiempo y que, al parecer, lo involucra a este tal Theodore Nott. Sin embargo, Greg no parece captar nada de esto, y continúa explicándome qué esperaría Nott a cambio si yo fuera a pedir por sus servicios.

─Por lo que he oído, Theo siempre ha querido acostarse contigo para confirmar si los rumores son sólo eso, rumores, o si de verdad es cierto que tienes un basilisco entre las piernas. Y como tú nunca quisiste acostarte con él porque siempre lo encontraste desagradable, a pesar de todas las insinuaciones y propuestas que él te hizo en Hogwarts, no es de extrañar que él vaya a ver esto como una oportunidad única de cumplir con su fantasía. Créeme cuando te digo que, si eres tú quien lo contacta, Theo no va a pedirte dinero a cambio por sus servicios, sino que te pedirá que te acuestes con él.

Un desagradable escalofrío me asalta al pensar en acostarme con este tipo que no recuerdo pero que, si mi yo del pasado rechazó, no veo motivo por el cual mi yo actual no haría lo mismo. Dejo mi plato vacío sobre el mostrador y observo a Greg con incredulidad, antes de preguntarle algo que no ha dejado de repiquetear por mi mente.

─¿Es siquiera legal pedir un favor sexual a cambio de ingredientes de pociones?

Greg se encoge de hombros como si no estuviera muy seguro de ello, y luego de que termina su vaso de jugo, me explica lo que él cree que puede ser la verdad.

─Bueno, si bien no es algo demasiado moral, mientras ambas partes estén de acuerdo y ninguna se esté viendo forzada a hacerlo, no veo por qué no podría ser legal. Nadie puede obligarte a decidir cómo hacer uso de tu cuerpo.

Otro escalofrío me recorre por completo, y siento el almuerzo regresar a mi garganta producto de las náuseas que me genera la sola idea de acostarme con un desconocido únicamente por obtener unos pocos ingredientes de pociones. Habiendo tomado la decisión de no convertirme en una prostituta de ingredientes, niego con la cabeza y dejo muy en claro mi postura ante esto.

─Sí, definitivamente serás tú quien contacte con este tipo espeluznante. Lo último que quiero es que sepa que soy yo quien está pidiendo estos ingredientes, o puede que no quiera vendértelos a menos que yo acepte acostarme con él.

Greg ríe ante esto, y asiente para hacerme saber que está de acuerdo conmigo. Después de desaparecer los restos de nuestro almuerzo con su varita, se gira hacia mí, y dice: ─Me pondré en contacto con él una vez que descartemos la idea del hechizo.

─Bien. Gracias, Greg.

Greg hace un gesto con su mano para desestimar mis palabras, y luego regresa a la trastienda para dejar toda la cocina lista para la madrugada siguiente. Nuevamente, vuelvo a quedarme solo en la tienda y a la espera de nuevos clientes que atender. La tarde pasa lentamente y sin mayores complicaciones, pero a una hora del cierre del día, ocurre algo que me deja completamente inquieto. El oficial Dursley, al cual no esperaba volver a ver hasta mañana, reaparece en la panadería completamente agitado y bastante sudado, como si hubiera estado corriendo para llegar hasta aquí, pero lo más sorprendente de todo esto, es la forma en la que su rostro parece iluminarse al verme parado delante del mostrador.

─¡Oh, perfecto! ¡Todavía estás aquí!

Lo observo con marcada sospecha, mientras comienzo a pensar en una forma de llamar a Greg sin levantar sospechas de Dursley, claramente algo no anda bien en esto. Hay algo que me dice que este oficial no está actuando con normalidad. ¿Es posible que haya sido hechizado de alguna forma? Sin embargo, me obligo a hacer a un lado mis temores y trato de fingir una tranquilidad que claramente no estoy sintiendo.

─Eh, ¿sí? Todavía nos queda una hora para cerrar.

El oficial Dursley da grandes inspiraciones para intentar recuperar algo del aliento que parece haber perdido por el camino, y cuando consigue su objetivo, vuelve a posar la vista en mí, y dice: ─Bien, eso es bueno.

Lo observo con gran sospecha y algo de preocupación, mientras me pregunto el motivo por el cual está produciéndome tanta desconfianza la forma en la que está actuando el posible novio de Greg. Cansado de intentar descubrir la verdad con simples especulaciones, me aclaro la garganta y me dispongo a sonsacarle la misma de una vez por todas.

─¿Se encuentra bien, oficial Dursley? ¿Quiere que llame a Greg?

El oficial Dursley niega con la cabeza para hacerme saber que la presencia de Greg no es requerida para esto, lo cual me deja con nuevas interrogantes y sospechas bailando por mi mente, pero, afortunadamente, parece comenzar a explicarme el motivo de su repentina aparición.

─No, eso no será necesario. De hecho, necesito pedirte un favor a ti.

Me sorprendo durante unos segundos al escucharlo pedir mi ayuda, pero luego recuerdo la conversación que él y Greg mantuvieron esta mañana, una en la que, por lo visto, han acordado salir en una verdadera cita. Creyendo que Dursley sólo quiere pedirme algún consejo sobre la cita para no arruinarlo con Greg, ruedo los ojos internamente, y digo: ─De acuerdo, adelante. ¿En qué puedo ayudarlo?

Sin embargo, mis sospechas no podrían haber estado más equivocadas, ya que lo próximo que dice el oficial Dursley me deja completamente descolocado y con renovadas sensaciones de sospecha acechando por cada rincón de mi mente.

─Necesito que te quites el gorro por un segundo.

Mis cejas se fruncen automáticamente al escucharlo pedirme algo tan extraño como eso, y antes de que siquiera pueda detenerlo, una palabra cargada de incredulidad escapa de mi boca.

─¿Qué?

Dudley suelta un suspiro nervioso, y luego de acercarse un paso más hasta el mostrador, comienza a hablarme con un tono de voz que está cargado de desespero y algo que se asemeja a la esperanza.

─Por favor, esto es importante. ¿Podrías hacerme el favor de quitarte el gorro durante un segundo? No te lo estaría pidiendo si no fuera realmente importante.

La petición que este oficial me hizo sigue confundiéndome por completo, sin embargo, no encuentro una excusa lo suficientemente creíble como para no hacer como me pidió. No viendo el daño en hacer como él quiere, especialmente cuando este hecho parece llegar a cambiarle su vida, me apresuro a quitarme el gorro que cubre mi cabello rubio, y una vez que lo hago, la exclamación que Dursley da termina de confirmarme que mis sospechas son ciertas. Hay algo que no anda bien en toda esta situación.

El oficial acorta la distancia que lo separa de mí, y por un segundo, temo que vaya a elevar su mano y tocar mi cabello, aunque él no hace nada de esto y simplemente pregunta algo en un tono bastante tembloroso que vuelve esta situación aún más sospechosa.

─Lo siento, pero, ¿cómo dijiste que te llamas?

Toda esta situación está volviéndose más extraña y sospechosa, y por un segundo, me replanteo el decir la verdad. Sin embargo, la marcada desesperación que parece atormentar el rostro del oficial me deja con un nudo en la garganta que me hace imposible tragar con normalidad, con lo cual dudo sobre qué hacer a continuación. Por fortuna, no tengo que pensar mucho más en esto, porque lo próximo que dice el oficial me hace tomar una decisión. Sólo espero no estar cometiendo un grave error en el proceso.

─Por favor, esto es importante. Necesito saber cuál es tu nombre.

─Mi nombre es Draco, Draco Malfoy.

─¡SÍ! ¡LO SABÍA!

La exclamación que suelta el oficial me sobresalta a tal punto que doy un paso hacia atrás, aunque él no parece notarlo y simplemente continúa sonriendo como si la Navidad fuera a repetirse cada día del año. Sacudo estos pensamientos de mi mente y estoy a punto de abrir la boca para preguntarle acerca del motivo de su reacción, pero el oficial Dursley ya se encuentra de camino hacia la salida. A meros pasos de alcanzar la puerta, Dudley se gira hacia mí y me pide algo que me dejará con nuevas dudas y sospechas haciendo sonar alarmas mentales por toda mi mente.

─Por favor, quédate donde estás, ¿quieres? No tardo, lo prometo; pero, por lo que más quieras, tienes que quedarte aquí, Draco. Prométemelo. Esto es muy importante.

─¿De acuerdo?

Digo en una especie de pregunta, sin comprender del todo qué está ocurriendo, aunque no obtengo mayores respuestas que una gran sonrisa de parte del oficial, antes de que éste se retire de la panadería caminando a un ritmo que está muy cerca de lo que uno podría llamar "correr". Después de que el oficial se retira, me quedo ensimismado y completamente perdido en mi mente, mientras hago girar el gorro que todavía tengo entre las manos. ¿Por qué habrá querido que me lo quitara? ¿Y a que se debió su reacción cuando escuchó mi nombre? ¿Acaso este tipo me conoce? ¿Él fue parte de ese pasado que no recuerdo? Pero si esto es así, ¿por qué Greg no lo conoce?

No, algo me dice que este oficial no es un mago como nosotros, pero, de todos modos, parece estar relacionado conmigo de alguna forma u otra. La verdadera pregunta aquí es, ¿de dónde me conoce? ¿Y por qué recién ahora parece hacerlo? Nada tiene sentido, nada, y cuanto más pienso en ello, más dudas surgen a mi mente.

─¿Qué haces sin el gorro puesto? ¡Ya te dije que no puedes quitártelo, Draco!

La reprimenda que Greg me lanza es capaz de apartarme de ese mar de pensamientos en el que me perdí, y como no estoy pudiendo encontrar respuestas por mi cuenta, me apresuro a contarle a Greg todo acerca del extraño intercambio ocurrido, aunque la respuesta que obtengo por su parte no es la que esperaba, porque Greg sólo se encoge de hombros, y dice con un tono despreocupado: ─No le des demasiadas vueltas, Draco. Apuesto a que Dudley sólo descubrió algo sobre alguno de sus casos mientras estaba hablando contigo, y por eso salió así. De hecho, no eres al primero que deja con las palabras en la boca para salir a resolver un caso gracias a una ocurrencia que se le haya revelado al estar hablando contigo. Te acostumbras después de la primera vez que ocurre, ya lo verás.

No negaré que las palabras de Greg me dejaron un poco más tranquilo, pero todavía no consiguieron acallar del todo las sospechas que aún rondan por mi mente. Sin importar lo que diga Greg, todavía creo que hay algo muy raro en todo esto, algo que va más allá del trabajo del oficial Dursley como policía; pero, ¿cómo puede estar relacionada mi identidad con un caso policial muggle? ¿Y por qué tengo el presentimiento de que esto está relacionado, de alguna forma u otra, con el adorable gatito con el que he estado soñando durante estos días?


Notas finales: el reencuentro entre Draco y Harry es inminente, solo eso voy a decirles. ;)
Espero que les haya gustado. Sus comentarios son siempre apreciados.

¡Nos leemos la semana que viene!