Capítulo 44:

Egoísta


La noche había sido cruel para Yuzu, negándole el descanso mientras afinaba su plan.

Cada movimiento, cada palabra había sido ensayada en su mente con la precisión de una coreografía.

No podía permitirse un error; su objetivo era demasiado importante.

No por ella misma, sino por la amistad que compartía con Yuya.

Ese vínculo era el faro que la guiaba, la razón por la que se encontraba aquí, dispuesta a enfrentarse a lo imposible.

Cuando el sol comenzó a teñir el cielo con tonos dorados, Yuzu salió de su casa con determinación. La ciudad despertaba a su alrededor, pero sus pensamientos estaban fijos en una sola cosa: las Industrias Arckumo.

El edificio central se alzaba ante ella como un monumento al poder y la ambición, una estructura que parecía desafiar al cielo con su altura.

Su fachada de cristal capturaba la luz del amanecer, reflejando no solo los colores del cielo, sino también la opulencia de quienes dominaban ese mundo.

Una alfombra roja adornaba la entrada, y los visitantes, vestidos con trajes impecables, se movían con la gracia de quienes sabían que pertenecían allí.

Los guardias de la entrada permanecían firmes, imponentes en su postura, como si fueran las primeras piezas de un engranaje perfectamente aceitado.

Sus uniformes, negros como la noche, estaban decorados con pequeños detalles dorados, emblemas que hablaban de la lealtad y el honor que profesaban hacia su trabajo. Sus miradas, frías y calculadoras, parecían perforar cualquier fachada de pretensión.

Yuzu tragó saliva, pero avanzó con paso decidido, ocultando bajo su compostura el tumulto de dudas que se agitaba en su interior. Al llegar a la entrada, uno de los guardias alzó una mano para detenerla.

—Buenos días, señorita. ¿Nombre? —Preguntó con un tono cortés, aunque carente de calidez.

—Yuzu Hiragi —Respondió, sosteniendo la mirada del hombre.

El guardia tecleó en una tableta brillante que parecía contener todos los secretos del mundo. La espera fue breve, pero el silencio que se instaló entre ellos pesaba como una sentencia.

Finalmente, el guardia alzó la vista.

—Lo lamento, señorita Hiiragi, pero su nombre no aparece en el registro de citas. Sin una invitación oficial, no podemos permitirle el ingreso. —

—Debe haber un error —Replicó Yuzu con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Conozco al señor Arckumo personalmente. Estoy segura de que olvidó incluirme. —

El guardia no se inmutó.

—Las Industrias Arckumo no cometen errores, señorita. Nuestros protocolos son inquebrantables. —

La firmeza de sus palabras era un muro imposible de escalar. A su alrededor, los miembros de la alta sociedad pasaban sin prestarle atención, sus tarjetas de acceso brillando bajo el escáner mientras las puertas giratorias les abrían paso sin resistencia.

Yuzu apretó los dientes, sintiendo cómo el peso de la exclusividad la aplastaba. Miró una vez más el edificio, su fachada imponente y su interior lleno de lujo y poder.

Era un mundo al que claramente no pertenecía, pero no estaba dispuesta a rendirse.

—Si no puedo entrar por la puerta principal, encontraré otra manera —Murmuró para sí misma, girándose con una determinación renovada.

No obstante, horas después cuando las ideas se le habían acabado, una vez más se vio enfrentado la entrada principal.

"¿Es una fortaleza impenetrable? ¿Que diablos sucede con este lugar?"

Se cuestionó, y sintiendo que el cansancio la vencía. Dió media vuelta.

Caminaba con pasos rápidos, el ceño fruncido y la frustración ardiendo en su pecho.

Había intentado de todo para que la dejaran pasar al interior de Arckumo, pero cada intento había sido en vano. Ahora, mientras se alejaba de la entrada del imponente edificio, sentía cómo el peso de su fracaso la hundía.

No podía rendirse, no ahora.

Estaba tan absorta en sus pensamientos que no notó los pasos apresurados detrás de ella hasta que una mano firme se posó en su hombro, deteniéndola de golpe.

El contacto, inesperado y lleno de fuerza, la hizo girar bruscamente.

—¡Ruri! —Exclamó una voz masculina, cargada de alivio y algo que Yuzu no pudo identificar de inmediato.

¿Desesperación? ¿Esperanza?

Cuando alzó la vista, el aire pareció atraparse en sus pulmones.

Frente a ella estaba un joven que parecía salido de un sueño extraño, como si fuera una figura que no terminaba de pertenecer al mundo real.

Su cabello bicolor, negro con mechones morados, caía sobre su rostro en mechones perfectamente desordenados, enmarcando rasgos que eran simplemente... exóticos.

Su piel pálida contrastaba con la intensidad de sus ojos grises, profundos y cargados de una tristeza que parecía eterna, pero que también prometía peligro. Era hermoso de una manera inquietante, como si cada parte de él estuviera diseñada para cautivar, pero también para mantenerte alerta.

Su vestimenta solo añadía a aquel contraste. Llevaba un pantalón ajustado que se ceñía a su cintura, pero cuya tela se abría hacia los tobillos en un vuelo que recordaba a un abrigo, como si se moviera con el viento incluso cuando estaba quieto.

Su top negro dejaba su abdomen al descubierto, mostrando una cintura esbelta y marcada, casi irreal bajo la luz.

En sus manos, un par de guantes negros ajustados, y sobre sus brazos descansaba un abrigo blanco que colgaba distraídamente, como si estuviera a punto de resbalar pero se mantuviera ahí por pura voluntad.

Las botas altas con plataforma completaban su figura, añadiendo un aire de autoridad y rebeldía a su presencia.

Era gótico, elegante y deslumbrante a partes iguales.

Por un instante, Yuzu se quedó sin palabras, atrapada en la intensidad de su mirada. Pero entonces, el joven frunció el ceño y retrocedió un paso, soltándola como si su mera presencia lo hubiera descolocado.

—Tú... no eres ella —Dijo, su voz ahora más baja, cargada de desconcierto.

Yuzu parpadeó, tratando de procesar lo que acababa de pasar. Su confusión rápidamente dio paso a la indignación.

—¿Qué clase de persona detiene a alguien así solo para darse cuenta de que se equivocó? —Espetó, cruzándose de brazos mientras trataba de mantener un tono calmado.

Pero su corazón latía con fuerza, y no solo por la sorpresa.

El joven la miró por un momento, como si estuviera organizando sus pensamientos. Pero antes de que pudiera responder, Yuzu dio un paso atrás, intentando apartarse.

Sin embargo, el movimiento fue demasiado brusco, y un dolor punzante en su hombro la hizo detenerse en seco.

—¡Ah! —Soltó un pequeño grito, llevándose la mano al hombro.

El joven reaccionó de inmediato, acortando la distancia entre ambos con una rapidez que la tomó por sorpresa.

—¿Estás bien? —Preguntó, su tono ahora suave, lleno de preocupación genuina.

Yuzu apretó los dientes, tratando de disimular el dolor.

—Es mi hombro... creo que me lo lastimé —Dijo, bajando la mirada.

El joven frunció el ceño, su expresión fría de antes transformándose en una mezcla de culpa y determinación.

—Fue imprudente de mi parte detenerte de esa manera. Déjame ayudarte. —

—No es necesario, de verdad... —Comenzó a decir Yuzu, pero él negó con la cabeza, cortándola con un gesto firme.

—Insisto. Ven conmigo a Arckumo. Allí podrán atender tu herida.—

La mención de Arckumo hizo que Yuzu alzara la vista de inmediato.

Eso...

¡Esta era la oportunidad que había estado esperando!

No podía desperdiciarla.

—¿Eres de Arckumo? —Preguntó, con sorpresa mientras se sujetaba el hombro con cuidado.

El joven asintió ligeramente, cruzándose de brazos con una postura que exudaba confianza.

—Algo así. Mi nombre es Yuto. Yuto Tsukumo. —

Yuzu fingió un momento de duda, como si estuviera considerando su oferta, pero en realidad ya había tomado su decisión.

Si él podía llevarla al interior de Arckumo, no importaba qué tan grave fuera su herida. Era su boleto de entrada.

—Está bien —dijo finalmente, suspirando como si estuviera cediendo—. Iré contigo. —

Y mientras caminaban hacia las puertas de Arckumo, Yuzu no pudo evitar echarle miradas furtivas a Yuto.

Había algo en él que la inquietaba y la fascinaba al mismo tiempo.

Era como si cada paso que daba estuviera cargado de una presencia que exigía atención. Su forma de moverse, segura pero sin esfuerzo, hacía que pareciera alguien que estaba acostumbrado a ser obedecido.

Pero había algo más en él, algo que no podía descifrar: una calidez oculta que contrastaba con su apariencia peligrosa.

Cuando llegaron a las puertas, los guardias se giraron hacia ellos al instante.

Su postura rígida y seria dejó claro que no dejarían pasar a cualquiera.

Antes de que Yuzu pudiera decir algo, Yuto dio un paso al frente, su voz firme y autoritaria.

—Ella viene conmigo. Déjenla pasar. —

Los guardias lo miraron con una mezcla de sorpresa y respeto.

Uno de ellos inclinó ligeramente la cabeza antes de hablar. —Señor Yuto... Por supuesto, pueden pasar. —

El tono del guardia cambió de inmediato, volviéndose servicial.

Yuzu levantó una ceja, sorprendida por la reacción.

¿Quién era exactamente este tipo?

No era solo un miembro de Arckumo; estaba claro que era alguien importante.

Pero decidió no preguntar... todavía.

Mientras cruzaban las puertas, Yuto no dijo nada más, pero Yuzu podía sentir su presencia, inquebrantable, a su lado.

Él era su pase de entrada a Arckumo, pero también era un misterio que no podía ignorar.

Yuto, por su parte, no dejó de lanzar miradas furtivas hacia ella. Había algo en Yuzu que no podía ignorar, algo que despertaba recuerdos y emociones que prefería mantener enterrados.

Pero por ahora, decidió guardar silencio. Había cosas más importantes en las que pensar... aunque no podía apartar del todo a Yuzu de su mente.

Después.

Mientras caminaban por los impecables pasillos de Arckumo, Yuzu seguía al lado de Yuto, sintiendo el leve dolor en su hombro.

Aunque la incomodidad era persistente, no podía dejar de fijarse en el entorno.

Cada rincón del edificio parecía irradiar lujo y orden, pero lo que más llamaba su atención era la forma en que los empleados reaccionaban al paso de Yuto.

Cada persona que los cruzaba detenía su andar, inclinando la cabeza en un gesto respetuoso.

Algunos ofrecían saludos educados, otros simplemente desviaban la mirada con deferencia.

Yuto, por su parte, no parecía inmutarse. Caminaba con un porte relajado, pero con una autoridad natural que lo hacía destacar aún más.

Yuzu no pudo contener su curiosidad.

—Parece que todos te conocen aquí —Comentó, mirando de reojo a Yuto mientras intentaba mantener el paso.

Él la miró de reojo, con una expresión que no revelaba mucho.

—Trabajo aquí —Respondió simplemente, como si eso explicara todo.

Yuzu frunció el ceño, insatisfecha con la respuesta.

—¿Trabajas aquí? —Repitió, dejando que la incredulidad se filtrara en su voz—. Por cómo te tratan, cualquiera pensaría que eres el dueño del lugar o algo así. —

Yuto no respondió de inmediato, pero una ligera sonrisa apareció en sus labios, apenas perceptible.

—Solo hago lo necesario. —

—Hmm... interesante. —Yuzu fingió desinterés, pero por dentro no podía dejar de especular sobre quién era realmente aquel joven.

Cuando llegaron al décimo piso, la enfermería era tan impresionante como el resto del edificio: pulcra, moderna, y decorada con tonos sobrios que transmitían profesionalismo.

El médico, que ya los esperaba, les hizo una reverencia a ambos antes de dirigir su atención a Yuzu, quien notó era el motivo por el cual habían ido hasta él.

—Por favor, tome asiento, señorita. Permítame revisar su hombro. —

Mientras el doctor evaluaba , y decidía colocar un vendaje junto a una crema analgésica, Yuto permaneció de pie, observando en silencio. Yuzu, sin embargo, decidió que era el momento de llenar aquel incómodo vacío.

—¿Siempre eres tan callado? —Preguntó, girando ligeramente la cabeza hacia él mientras el médico trabajaba.

—Solo cuando no tengo nada importante que decir —Respondió Yuto, sin dejar de mirarla.

—Qué interesante. —Yuzu dejó escapar una risa suave, aunque en realidad intentaba encontrar una forma de sacar más información de él—. Debe ser agradable ser tan seguro de uno mismo. —

Yuto levantó una ceja, ligeramente intrigado por su comentario, pero no dijo nada.

Yuzu, viendo que no iba a obtener mucho de él con preguntas casuales, decidió cambiar de táctica.

—¿Sabes? Tú y yo somos muy diferentes —Dijo de repente, dejando que su voz adquiriera un tono más melancólico—. Tú pareces tenerlo todo: respeto, confianza, un lugar al que perteneces. —

Yuto inclinó la cabeza ligeramente, pero no interrumpió.

—Yo, en cambio, no tengo nada de eso. —Yuzu bajó la mirada hacia sus manos, que descansaban en su regazo—. Siempre he intentado ser fuerte, valiente, pero parece que a nadie le importa. —

Yuto frunció el ceño, sorprendido por el cambio de tono en su voz.

—Mis amigos... —Continuó Yuzu, su voz temblando ligeramente—. Las personas en las que confiaba... me han dejado sola. A veces pienso que el problema soy yo, que no importa cuánto lo intente, nunca seré suficiente para nadie. —

El doctor terminó de ajustar el vendaje y se retiró discretamente, dejándolos solos en la sala.

Yuto, sin moverse de su lugar, observó a Yuzu con una mezcla de curiosidad y empatía. Aunque no la conocía, algo en sus palabras resonó con él.

—Debe ser difícil —Dijo finalmente, su voz baja pero cargada de sinceridad—. Sentir que estás sola. —

Yuzu lo miró, sorprendida por su respuesta. Había esperado algo más distante, quizás incluso indiferente, pero las palabras de Yuto eran sorprendentemente cálidas.

—Lo es —Admitió, dejando escapar un suspiro—. Pero supongo que ya estoy acostumbrada. —

Yuto se quedó en silencio por un momento, como si estuviera decidiendo qué decir. Finalmente, dejó escapar un ligero suspiro y se acercó a la silla donde estaba sentada.

—Si viniste aquí buscando algo importante, te ayudaré a encontrarlo. —Su tono era firme, pero había una suavidad en su mirada que Yuzu no pudo ignorar—. Nadie debería cargar con todo sola. —

Yuzu lo miró, sintiendo un leve calor en sus mejillas.

Había comenzado todo esto como una forma de ganar su simpatía, pero ahora, no estaba tan segura de quién estaba ayudando a quién.


Lo siguiente que sucedió fue causado porque Yuzu supo cómo conmover el corazón ajeno.

Palabras susurradas aquí, otras dichas por allá con la gracia de un felino, y pronto Yuto y Yuzu habían recorrido ya varios pasillos del edificio, buscando sin éxito a Hoshiyomi.

La oficina del hombre estaba vacía, y los empleados que se cruzaban con ellos no parecían tener idea de su paradero.

—Esto es extraño —Comentó Yuto, cruzándose de brazos frente a la puerta cerrada de la oficina—. Siempre tiene un horario fijo. No es del tipo que desaparece sin avisar. —

Yuzu asintió levemente, aunque por dentro comenzaba a sentirse frustrada.

Había puesto tantas esperanzas en esta búsqueda que, si no lograban encontrar a Hoshiyomi, todo habría sido en vano. Sin embargo, no dijo nada.

Sus labios apretados y el leve temblor en sus manos eran suficientes para delatar su creciente inquietud.

De repente, una voz masculina rompió la calma del pasillo. Provenía de una oficina cercana, cargada de enojo y frustración.

—¡Es inaceptable! —Gritó alguien con fuerza—. ¡Siempre hace lo mismo! —

Yuto se tensó, reconoció de inmediato ese tono: Tokiyomi, el director de Arckumo.

Intercambió una mirada rápida con Yuzu y le hizo un gesto para que lo siguiera. Ambos avanzaron con cautela hacia una puerta entreabierta, desde donde la discusión continuaba.

—No puedo creerlo. —La voz de Tokiyomi resonaba con una mezcla de enfado y cansancio—. Hoshiyomi desaparece de la nada a la mínima oportunidad. ¡Es como si huyera de sus responsabilidades! —

Yuzu, que había estado caminando detrás de Yuto, se detuvo en seco al escuchar el nombre de Hoshiyomi. Su corazón dio un vuelco.

Se inclinó ligeramente hacia la puerta, tratando de oír mejor, mientras Yuto permanecía a su lado, observándola de reojo.

Dentro de la oficina, otra voz respondió. Era grave, calmada, y tenía un aire elegante que contrastaba con los gritos de Tokiyomi.

—Cálmate, Tokiyomi. Ya sabes cómo es Hoshiyomi. No desaparece por capricho. Hay razones detrás de todo esto. —

—¿Razones? —Tokiyomi bufó con sarcasmo—. Sí, claro. ¿Te refieres a su obsesión con Yuya? ¿O qué tal su manía de correr detrás de él como si no tuviera otra cosa que hacer? Es ridículo. —

Yuzu parpadeó, completamente sorprendida.

¿Hoshiyomi... obsesionado con Yuya? ¿Qué estaba pasando aquí?

Su mente comenzó a correr en mil direcciones, pero antes de que pudiera procesar lo que había escuchado, la otra voz volvió a hablar.

—Prefiero eso a como estaba antes. ¿Acaso preferirías al Hoshiyomi de antes? —La voz permanecía tranquila, aunque ahora tenía un tono más serio—. El que estaba consumido por la culpa. Al menos ahora tiene un propósito, aunque no lo entiendas.—

Tokiyomi suspiró, visiblemente frustrado. Por un momento, el silencio se adueñó de la oficina, pero cuando volvió a hablar, su voz era más baja, casi temblorosa.

—Lo sé... Pero todo esto, todo lo que hemos hecho, ¿de verdad está funcionando? —Hizo una pausa, como si le costara admitirlo—. Yuya parece receptivo, supongo. Pero... aún no hemos visto resultados concretos. ¿Cómo podemos estar seguros de que no estamos perdiendo el tiempo? —

—Paciencia, Tokiyomi. —La respuesta fue sencilla, pero con un peso que parecía ser definitivo—. Todo lleva tiempo. —

Tokiyomi dejó escapar una risa amarga, aunque no dijo nada más. El eco de sus palabras quedó flotando en el aire como una sombra, dándole al momento un matiz incómodo y sombrío.

Yuzu permaneció inmóvil, con los ojos bien abiertos. Su respiración se volvió más rápida mientras las piezas de la conversación se acomodaban en su mente.

¿Hoshiyomi obsesionado con Yuya? ¿"Todo lo que hemos hecho"? ¿Qué significaba eso? ¿Y qué estaban intentando que "funcionara"?

Miró de reojo a Yuto, esperando encontrar alguna señal de sorpresa en su rostro, pero él estaba completamente impasible. Su expresión era serena, aunque sus ojos permanecían fijos en la puerta entreabierta.

Para él, aquello no parecía ser ninguna novedad.

—¿Tú sabías algo de esto? —Susurró Yuzu, tratando de controlar el temblor en su voz.

Yuto la miró por un momento, pero no respondió. En lugar de eso, tomó suavemente su brazo y la apartó de la puerta.

—Vámonos. No es un buen lugar para quedarnos. —

El tono firme de Yuto la sacó de su trance, pero su mente seguía girando, cada vez más confundida.

Mientras se alejaban del lugar, Yuzu sentía que acababa de descubrir algo importante, algo que nadie parecía querer que supiera.

Y, aunque no tenía respuestas, su instinto le decía que aquel "secreto" era mucho más grande de lo que podía imaginar.


Cuando Yuto la guiaba por los largos pasillos de Arckumo, Yuzu no podía evitar sentirse sorprendida.

Había insistido tanto en entrar a este lugar, manipulando a Yuto, y aunque esperaba obtener algo de provecho, jamás imaginó que descubriría algo tan... delicado.

El dueño de Arckumo, Hoshiyomi, poseía un secreto que, de ser cierto, podía derrumbar por completo su prestigio.

Una obsesión aparente por Yuya Sakaki, un estudiante de secundaria.

El simple pensamiento la hacía estremecerse. ¿Cómo podía alguien como Hoshiyomi, un hombre mayor y dueño de una organización tan importante, permitirse algo tan impropio?

Si ese tipo de rumores salían a la luz, no solo destrozarían su reputación, sino que pondrían en jaque todo lo que había construido con Arckumo.

"¿Qué pensarían los demás al enterarse de algo así? ¿Cómo lo mirarían?"

Las posibles consecuencias desfilaron por su mente: el escándalo, las repercusiones legales, el repudio público.

Y, aunque sabía que el tema era mucho más grande de lo que podía manejar, no podía evitar sentir que ese conocimiento le daba poder.

Un poder peligroso, sí, pero poder al fin y al cabo.

Sus pasos seguían a Yuto casi por inercia, mientras él llenaba el aire con comentarios vacíos sobre la estructura del lugar, los duelos que allí se celebraban y la importancia del ambiente.

Yuzu, por cortesía, asentía de vez en cuando, dejando escapar algún murmullo que indicara que estaba escuchando. Pero en realidad, su mente estaba muy lejos de allí.

"Es una persona amable... pero ingenua."

Ese pensamiento la halagaba, casi la hacía sonreír. Yuto era un buen chico, alguien que había decidido ayudarla sin pedir nada a cambio. Sin embargo, para ella, esa bondad no era más que una herramienta que había usado a su conveniencia.

Y ahora, caminando a su lado, no podía evitar sentirse culpable... pero tampoco detenerse.

"¿Qué estoy haciendo...?"

El pensamiento cruzó su mente fugazmente, pero no fue suficiente para detener el torbellino de ideas que se agitaban en su interior.

Había algo oscuro en ella que apenas comenzaba a comprender, una parte que estaba dispuesta a usar lo que acababa de descubrir para su propio beneficio, sin importar las consecuencias. Y lo peor de todo era que, por más que quisiera justificarse, sabía que no lo hacía por razones nobles.

"Esto no es por el bien de nadie... más que el mío."

Quería demostrarle a Yuya que había cometido un error.

Un error al abandonarla, al alejarla.

Quería que se diera cuenta de que ella era más fuerte, más capaz de lo que él jamás habría imaginado.

Si tenía que usar ese secreto para triunfar y aplastar cualquier duda, lo haría.

El miedo seguía allí, persistente y agudo, pero cada vez que intentaba aferrarse a él, lo desplazaba con determinación. No iba a ser una víctima de las circunstancias; iba a ser quien las controlara.

Fue entonces cuando sus ojos captaron algo más allá de las ventanas: un edificio imponente que brillaba bajo la luz del sol. Lo reconoció al instante.

"La Corporación Leo..."

La chispa de una idea peligrosa comenzó a formarse en su mente.

Los chismes podían destruir reputaciones, y en manos de las personas adecuadas, podían convertirse en armas letales. ¿Y si alguien como la Corporación Leo estuviera interesado en un secreto como el que acababa de descubrir?

El solo pensamiento le erizó la piel, pero no pudo evitar que una sonrisa cruel cruzara por su rostro.

"Podría ser incluso mejor que Yuya... Triunfar por mí misma."

Yuto, ajeno a los pensamientos oscuros que bullían en la mente de Yuzu, seguía hablándole con la misma amabilidad de siempre.

Pero ahora, para ella, esa amabilidad no era más que un telón de fondo, algo que ya no podía distraerla de sus verdaderas intenciones.

"¿Cuánto más puedo usarlo sin que se dé cuenta?"

El miedo y la ambición se entremezclaban en su pecho, formando un nudo que no sabía si era adrenalina o arrepentimiento.

Pero, al final, no importaba.

Había llegado demasiado lejos para detenerse.

Cuando salieron al último pasillo, lleno de espejos y ventanales, Yuzu miró una vez más al horizonte. El edificio de la Corporación Leo seguía allí, imponente, como una promesa de todo lo que podía lograr si jugaba bien sus cartas.

Con un último suspiro, dejó escapar un pensamiento que resonó en su mente como un eco:

"Voy a demostrarle que nunca debió dejarme atrás."

Yuto, aún caminando delante de ella, se volvió brevemente para mirarla. La expresión tranquila de Yuzu lo desconcertó, pero no dijo nada.

Para él, esto era solo una tarea que debía cumplir; para ella, era el inicio de algo mucho más grande.


El vestíbulo de Arckumo estaba tranquilo, inundado por la luz del mediodía que se filtraba a través de los grandes ventanales.

Yuzu y Yuto habían llegado tras un largo recorrido por los pasillos del edificio, con un aire de tensión flotando entre ambos.

Yuto, aún sintiéndose culpable por no haber podido ayudarla como creía que debía, sacó de su bolsillo una tarjeta metálica con el logo de Arckumo grabado en ella.

—Toma esto —Dijo, tendiéndosela con una sonrisa apacible—. Si necesitas regresar, esta tarjeta te permitirá entrar sin problemas. Tal vez puedas hablar con Hoshiyomi en otro momento. —

Los ojos de Yuzu brillaron al recibir la tarjeta.

Era exactamente lo que necesitaba, aunque no por las razones que Yuto creía.

—Gracias, Yuto —Respondió, esforzándose por parecer emocionada de forma genuina. Su voz tembló ligeramente, como si estuviera abrumada por su amabilidad—. No sabes cuánto significa esto para mí. —

Yuto inclinó la cabeza con modestia.

—No te preocupes. Siento no haber podido hacer más... pero estoy seguro de que todo saldrá bien. —

Yuzu sonrió de forma amplia, su actuación impecable.

En el fondo, le resultaba casi gracioso lo fácil que era engañarlo. Pero no podía permitirse bajar la guardia.

—No te preocupes. Que me ayudarás a buscar al Señor Hoshiyomi fue más que suficiente —Dijo con un tono dulce, aunque sus pensamientos se oscurecían al recordar la forma en que el dueño de Arckumo la había tratado el día anterior.

"Ese hombre... tan arrogante, tan distante... ¿Qué secretos más estará escondiendo?"

Se despidieron en la entrada principal.

Yuto parecía satisfecho, pensando que había hecho un buen trabajo al ayudarla, mientras que Yuzu mantenía su sonrisa hasta que vio que él se giraba para marcharse.

En ese momento, su expresión cambió, su mirada se endureció, y sus pensamientos se dirigieron hacia el plan que comenzaba a tomar forma en su mente.

"Esto es solo el principio."

Sin embargo, antes de que pudiera irse, algo llamó su atención.

Desde el fondo del vestíbulo, dos figuras familiares comenzaron a acercarse. Yuzu parpadeó, sorprendida.

Era Yuya.

Y, detrás de él, caminando con un aire despreocupado pero elegante, venía Hoshiyomi.

A primera vista, parecían separados, como si no estuvieran juntos.

Sin embargo, a ojos de Yuzu, la verdad era más evidente de lo que ninguno de los dos podía admitir.

La forma en que Hoshiyomi lo seguía, sus pasos deliberados, como si Yuya fuera su único interés en ese momento... Y Yuya, aunque despreocupado, no parecía ignorarlo por completo.

El resentimiento creció en su interior.

"Así que es verdad... Ese hombre está obsesionado con Yuya. ¿Qué clase de relación tienen? ¿Cómo se atreve a acercarse a alguien como él?"

Su mente comenzó a divagar, recordando las miradas frías y las palabras burlonas de Hoshiyomi el día anterior.

"Pagarás por cómo me trataste, Hoshiyomi. Y tú también, Yuya, por abandonarme y actuar como si yo no importara."

Mientras los observaba acercarse, Yuzu se preparó para saludar a Yuya, para actuar como si todo estuviera bien.

Tenía que mantener las apariencias, incluso si en su interior hervía de ira.

Pero justo cuando estaba a punto de llamarlo, algo extraño sucedió.

La pulsera que llevaba en la muñeca, un simple accesorio que siempre había considerado un recuerdo sin importancia, comenzó a brillar.

Un resplandor intenso, de un rosa brillante, que iluminó todo el vestíbulo.

El brillo fue tan repentino que todos se detuvieron en seco, incluidas las dos figuras que se acercaban.

Yuya y Hoshiyomi cerraron los ojos antes de volverse hacia Yuzu, quien, paralizada, miraba su muñeca con los ojos muy abiertos.

El impacto que dejó fue innegable, y los que presenciaron aquel evento, luego de un momento comenzaron a buscar respuestas.

Pero.

Fue entonces cuando algo más captó la atención de Yuzu.

Miró a su alrededor, esperando encontrar a Yuto, pero él no estaba.

—¿Yuto? —Preguntó en voz alta, su tono mezclando incredulidad y un atisbo de preocupación. Giró sobre sus talones, buscando alguna señal de él.

¿Cuándo había desaparecido?

Había estado cerca a ella solo unos instantes atrás.

Antes de que pudiera decir algo más, escuchó pasos que se acercaban.

Levantó la vista y vio a Yuya y Hoshiyomi, quienes ya estaban a pocos metros de ella. La forma en que la miraban la hizo retroceder un paso instintivamente.

Hoshiyomi parecía más pálido de lo habitual, su semblante marcado por una expresión que rayaba entre el desconcierto y la furia contenida.

Sus ojos, azules y penetrantes, la atravesaban como si intentaran desentrañar cada uno de sus secretos.

Había algo aterrador en su presencia, algo que hacía que el aire en el vestíbulo se sintiera más denso.

Por otro lado, Yuya no tenía la misma mirada despreocupada de siempre.

En su lugar, había algo nuevo, algo que Yuzu jamás había visto en él.

Una mezcla inquietante de comprensión y amenaza velada. Sus ojos, normalmente cálidos, parecían brillar con un resplandor extraño, un fulgor que envolvía sus iris y que no podía ser natural.

—¿Qué haces aquí? —Preguntó Hoshiyomi, su voz baja y controlada, pero cargada de una intensidad que la hizo estremecer.

Yuzu abrió la boca para responder, pero no logró articular palabra.

La mirada de Hoshiyomi la mantenía clavada en el lugar, como si cualquier respuesta equivocada pudiera ser su perdición.

Yuya dio un paso adelante, sus ojos todavía iluminados por aquel brillo inusual.

Por un momento, Yuzu sintió que podía ver algo más allá de su expresión: una fuerza que no era completamente humana, algo que la hizo querer retroceder aún más.

La tensión era insoportable, y por primera vez desde que había ideado su plan, Yuzu sintió un verdadero temor de haber ido demasiado lejos.