ANBU HOT NIGHTS
4
Dame un motivo…
para no poseerte.
Para no sentirte.
Para no tenerte.
Para no saborear cada centímetro de tu piel.
Hinata abrió los ojos lentamente, sintiendo la humedad que había alrededor de la almohada en donde descansaba su cabeza. Lejos estaba de pensar que ese extraño lugar en donde despertaba se volvería uno de los más seguros en su vida. Quizás si hubiese sabido lo que sucedería, no habría actuado tan pasiva como lo hacía.
Su cabellera estaba mojada y su cuerpo un poco más frío de lo que le hubiese gustado a pesar de que era verano; estaba cubierta por una sábana blanca hasta un poco más arriba de la cintura, lo cual le hacía sentir la temperatura con más fuerza en sus brazos descubiertos.
No sabía dónde estaba ni qué hacia acostada ahí, pero se tomó la cabeza con algo de dolor mientras se sentaba en el colchón intentando recuperar la consciencia lentamente. No recordaba lo último que había sucedido, pero estaba segura que no debía estar en ese lugar.
—¿Hyūga-san? —la interrumpió una voz en la oscuridad— ¿Se encuentra usted bien?
Escuchar aquel sonido aterciopelado en su voz masculina la hizo recordar el por qué su memoria parecía haber sufrido un lapsus. Dejó escapar un pequeño gritito de sorpresa y se cubrió el rostro con las manos para ocultar la vergüenza que la embargaba. Nunca se había sentido tan humillada, ni si quiera cuando Hanabi —5 años menor que ella— le daba palizas en los entrenamientos.
—Siento mucho lo ocurrido —dijo él suavemente.
Estaba sentando junto a ella en el suelo, pero al verla reaccionar así se puso de pie y se alejó. Hinata se sintió aliviada de que lo hiciera. Era demasiado vergonzoso que él estuviese tan cerca después de que la había visto… así.
Había caminado como todas las noches hacia los baños de la ciudad. Estaba lista para ingresar al agua caliente para poder relajar sus músculos adoloridos después de una noche de intenso entrenamiento, cuando sintió voces al otro lado de la cerca. Asustada, había preguntado si había alguien ahí, pero los susurros no cesaban. Activó su byakugan para ver qué era lo que estaba pasando a las afueras del recinto de pozos termales cuando vio dos figuras observándola.
Podría haber soportado semejante humillación si se hubiese tratado de cualquier otra persona, pero no de Itachi y Shisui Uchiha, dos de los jōnin que más temor le inspiraban. Esos ojos negros, sus miradas oscuras y peligrosas, su agilidad, el aire solitario que emanaban, el silencio que provocaban cuando entraban a una habitación. Ambos eran genios, héroes de la aldea, jōnins que llenaban de orgullo a sus clanes, guerreros invencibles… todo lo que ella no era.
El mundo se volvió negro entonces.
Era todo lo que recordaba antes de despertar ahí.
—No encontré su ropa cuando se desmayó —dijo Itachi dándole la espalda.
Se quedó muda de asombro, ni si quiera supo que decir. Lo único que la cubría era una camiseta que ni si quiera era suya, pero que olía de forma masculina.
—Hay algo de la mía a los pies de la cama. Está limpia —dijo Itachi caminando hacia la puerta de la pequeña habitación.
—¿Dónde estoy? —preguntó enrojeciendo hasta las orejas, intentando poder aclarar sus dudas antes de que él se fuese.
—Está en las instalaciones que ocupan los miembros de ANBU para prepararse para una misión, atrás de las montañas —respondió él prendiendo una pequeña lámpara para que Hinata viese la habitación en donde se encontraba— Cuando tenemos turnos de vigila, utilizamos estas camas para reponer un poco el sueño antes de volver a nuestro recorrido. Pensé que sería un buen lugar para que pudiese recostarse hasta que recuperara la consciencia. Por favor, no piense que la he traído con segundas intensiones. Sólo procuraba su bienestar.
—En-entiendo.
Entonces comprendió que se había desmayado y caído al agua. Solía sucederle cuando algo la impresionaba. Era la persona más tímida de Konoha y por lo mismo, ni si quiera se bañaba en los baños públicos si habían otras mujeres presentes. Prefería ir de noche y hacerlo sola.
Cuando Itachi se retiró de la habitación y se cercioró con su Byakugan de que no la estaba mirando escondido por alguna parte, tomó las prendas de vestir que él había dejado a los pies del colchón. Era ropa oscura y sencilla, pantalones de buzo, sandalias azules, una camiseta gris de cuello ancho. Tenía un agradable aroma a detergente y era suave, haciendo que Hinata pensara que seguramente su madre había preparado esa vestimenta para él. Aquello la hizo sonreír.
Se sintió extremadamente vulnerable colocándose ropa que no era suya, sobre todo al no tener ropa interior. No obstante, era lo que tenía a mano y no podía rechazarlo.
Cuando hubo terminado, salió de la habitación y se aclaró la garganta para avisarle a Itachi que estaba lista. Éste apareció por el pasillo prontamente y se paró frente a ella como si estuviese esperando algo o luchando para decir alguna cosa.
—Ha habido un mal entendido —dijo lentamente—. Nunca quise espiarla mientras se bañaba. No le haría eso a una dama de su posición, Hyūga-san —Hinata sonrojó cuando escuchó que él se refería a ella de esa forma—. No obstante, asumo completa responsabilidad de lo ocurrido. Tanto por mi conducta como por la de mi primo Shisui. Nuevamente, le pido mis más sinceras disculpas.
Hinata asintió. A pesar de que se sentía horrible por lo sucedido, la forma en que él estaba disculpándose la hizo sentir un poco menos humillada y hasta propensa de pedirle perdón de vuelta por todos los problemas que le había traído.
—Sólo… sólo no se lo diga a nadie… por favor —le pidió ella mirando hacia un costado, completamente sonrojada—. Tampoco se lo diré a nadie.
—¿Quiere que sea un secreto entre ambos? —preguntó Itachi confundido— ¿No desea que pida las excusas pertinentes a su padre?
—¡N-no! Otou-sama nunca puede enterarse, se-sería… se-sería…
—Entiendo. Entonces, será un secreto.
Y de esa forma, Itachi extendió su mano y Hinata se la estrechó muerta de vergüenza, jurando en silencio que mantendrían todo ese altercado entre los dos.
