ANBU HOT NIGHTS
7
Dame un motivo…
para no poseerte.
Para no sentirte.
Para no tenerte.
Para no saborear cada centímetro de tu piel.
Miraba a Hinata fijamente a los ojos mientras su ropa iba cayendo al suelo. Sus cejas temblaban, sus mejillas estaban rojas, pero de alguna manera se había forzado a sí misma a mantener su mirada fija en sus iris negras. Se veía pequeña parada frente a él, observando mientras se desvestía.
Habían intentado todo para que las cosas entre ambos fuesen normales, fracasando miserablemente en ello.
Lo primero que hicieron fue pasar todo un día juntos, lo que se tradujo en largos silencios incómodos, sonrojos, tartamudeos y una embarazosa escena en que Hinata dejó caer su helado en el regazo de Itachi para luego intentar limpiarlo rápidamente con una servilleta, sin darse cuenta que estaba tocando más de la cuenta. Sí, había sido una mala idea salir juntos.
Luego se sentaron a conversar toda una noche en los cuarteles de ANBU, pero la conversación parecía forzada y ella seguía evitando mirar sus ojos. Por su parte, Itachi intentaba conocerla, pensar más allá de sus instintos primarios que hacían que la imaginara ahí sentada de la misma forma en que la había visto esa noche… pero su mente lo traicionaba.
Se sentía nervioso cerca de ella y eso nunca le sucedía. Con nadie.
Por último, intentaron ir en una misión juntos, solos. Era sencilla, capturar al líder de una banda de ladrones de mascotas, pero aquello también fue un fracaso. Tan pronto el sujeto intento lastimar a Hinata él se paró frente a ella recibiendo el golpe en vez de haberlo hecho caer en un genjutsu desde el comienzo.
Parecía que entre más tiempo compartían más extrañas se volvían las cosas entre ellos e Itachi no podía explicarse por qué Hinata Hyūga le parecía la criatura más adorable del universo cuando debió verla como su compañera, una kunoichi feroz.
Cuando la última misión grupal resulto ser un fiasco debido a que Hinata se tropezó con Itachi y este instintivamente la protegió de un kunai que iba en su dirección recibiéndolo en el brazo… ambos decidieron que era momento de una medida extrema.
La joven no encontró una alternativa y decidida a afrontar su miedo a Itachi, aceptó.
Cuando la última prenda cayó al suelo Itachi comprendió que lo que le sucedía con Hinata Hyūga no era normal. Estaba desnudo, pero se sentía menos nervioso de lo que había estado con ropa y todo se debía a que ella le mantenía la mirada. Algo tan simple como eso hacía que su corazón latiera con fuerza y no fuese miedo lo que sintiera, sino ansiedad.
Ansiedad de ella.
—Ahora usted también me ha visto desnudo —dijo finalmente, asi susurrando, arrastrando las palabras con tranquilidad.
—Ahm… s-sí… —asintió Hinata temblorosa sin bajar la mirada— ¿Y… y ahora? Debería vestirse, Itachi-san. Me iré para que…
—Aún no. Puede mirarme. Solucionemos esto.
Hinata bajó rápidamente la mirada, desde su torso hasta su abdomen y luego volvió a subirla completamente ruborizada, como si estuviese a punto de desmayarse por lo que había visto más abajo de su cintura.
—¿Se encuentra bien? —le preguntó tomándola de la cintura evitando que se cayera hacia atrás.
—S-sí… dijo ella temblando en sus brazos.
—Lo siento. No debería tocarla estando desnudo.
Hinata tragó saliva, puso una mano en el abdomen de Itachi y lo empujó levemente hacia atrás.
—Creo que con eso… es… es suficiente —dijo la joven ruborizada.
—Sí —accedió Itachi.
No obstante, sintió que la palma de Hinata no se movía de la posición en que estaba. Por el contrario… estaba estática. Lo estaba tocando. Lo estaba sintiendo. Su pequeña y suave mano estaba pegada contra su piel.
Tal vez fue haber pasado todo ese tiempo con ella intentando que su vergüenza no empeorara, o quizás la imagen de ella que tenía gravada en su mente, pero de un momento a otro, Itachi tomó la muñeca de Hinata y presionó la mano de la joven en contra de su cuerpo para ayudarla a sentirlo.
Hinata subió la mirada confundida, sonrojada, perdida. Ambos se observaron un instante en silencio y ella hizo algo que lo sorprendió… estiró su mano y dejo que toda su palma sintiera su abdomen. Itachi guió su brazo para que tocara su torso, su pecho, sus pectorales… todo en silencio, amparados bajo la tenue luz de la lámpara de aceite que colgaba en la pared.
—Itachi-san… —susurró Hinata mirándolo confundida.
—Shh… —murmuró con suavidad, callándola, dejando que ella sintiera el resto de su cuerpo.
Desde entonces no tuvieron más problemas para volver a trabajar juntos.
