ANBU HOT NIGHTS
12
Dame un motivo…
para no poseerte.
Para no sentirte.
Para no tenerte.
Para no saborear cada centímetro de tu piel.
A penas podía respirar cuando ella despegaba sus labios de los suyos. ¿Qué era lo que le pasaba cuando estaba con Hinata Hyūga? Era como si todo el manual shinobi desapareciera de su mente y se comportara como un adolescente tan impulsivo como Sasuke. Sabía que tenían que terminar de organizar el calendario de rondas de ese mes de Julio y aún así, no podía dejar de besarla, de tocarla, de apretar levemente sus senos mientras ella gemía su nombre, o más bien "Taicho" una y otra vez mientras rozaban con fuerza sus cuerpos.
La mantenía apretada contra sí mismo, olvidándose de su caballerosidad, de que era cinco años mayor que ella, de que Hinata era la dama de los Hyūga, la heredera, la princesa de un clan Milenario.
Nada de eso le importaba, sólo deseaba sentirla cerca, desesperada, ansiosa, fuera del control que un shinobi debía mantener todo el tiempo con su propio cuerpo.
Al menos él se sentía así y aquello lo desesperaba.
Podía entender que se deseaban. Podía entender que era parte de crecer experimentar ese tipo de cosas con el sexo opuesto. Lo que no podía entender era por qué él de todas las personas en Konoha era el afortunado que podía tenerla así, aprisionada contra la pared. Habían hombres y jóvenes de su edad mucho más calificados para haberla cortejado, pero ella lo había escogido a él sobre los demás y eso en cierto sentido lo hacía sentir sumamente afortunado.
—Taicho… —murmuró una vez más cuando las manos de Itachi encontraron el borde de su brasier.
—Lo siento —respondió.
—N-no… no se detenga.
—Creo que es… —iba a decirle suficiente, pero ella tomó sus manos y las puso bajo la tela.
La miró a los ojos preguntándole qué estaba haciendo sin decir una palabra.
Las cejas de la joven se juntaban temblorosas y de la forma más inocente y adorable hizo algo que penetró las defensas de Itachi por completo: mordió sus labios, sus mejillas se encendieron mirándolo nerviosa por lo que acababa de hacer. Aún sabiendo que estaban cruzando peligrosamente el límite de los juegos y besos para entrar en algo netamente sexual, ella le mantenía la mirada con valentía, a pesar de su vergüenza.
Él estaba provocando eso simplemente con el roce de sus dedos sobre sus senos desnudos.
—Hinata-san… —murmuró bajando el rostro y besando la comisura de su escote, intentando deshacerse de esa molesta camiseta de malla que impedía que continuara besándola hasta llegar a zonas del cuerpo de la joven que nunca antes habían sido besadas.
Volvió a sus labios cuando la escuchó gemir ante el tacto que mantenía, jugueteando con las yemas de los dedos sobre aquella parte de su seno que resaltaba.
Hinata se estremeció contra la pared y puso una de sus manos en la cadera de Itachi y lo empujó con fuerza hacia ella. Aquel simple acto lo hizo gemir sobre la boca de su dama.
La oscuridad del pasillo los cubría a pesar de que escuchaban las voces y ecos que provenían de la sala común en donde el resto los esperaba para organizar las rondas del mes.
No les importaba.
El miedo a morir en una misión, la cercanía que habían logrado superando el primer asesinato de Hinata, la angustia de saber que sólo ellos conocían sus verdaderas penas e identidades, los había unido las ultimas semanas de formas que nadie si quiera hubiese entendido. Desde el momento en que Hinata tatuó su brazo con el símbolo de Konoha y se volvió parte de ANBU, se hizo una con él. Eran más que compañeros. Eran más que simples shinobis. Eran hermanos de sangre, compañeros de por vida, socios y cómplices de los actos más viles y más nobles de todos. Ese tipo de confabulación los había unido y ahora mientras atrapaba esa zona tan sensible de sus senos comprendía que la quería sólo para él.
