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Itachi miraba la pequeña rama de madera entre sus dedos con la mirada enfocada y estoica. Sarula había puesto en su escritorio una vez que el ejercicio había terminado, junto con sus duras palabras de molestia sobre un nuevo error en la formación del equipo. Hinata la había pisado, quebrándola en dos, rebelando que habían pasado por el lugar en donde se encontraba la ramita.
Podía entender la molestia deSaru. Antes del ingreso de Usagi al equipo, sus misiones habían sido ejecutadas a la perfección. Después de ello, él propio capitán había sido herido en dos ocasiones distintas.
El equipo Ro liderado por Itachi se había enfrentado entre sus miembros en el área 44, para así poder entrenar a ambas ramas de ANBU. La misión era quitarle un pergamino al otro equipo. Usagi y Saru, el equipo Tierra. Tora y Hebi el equipo Cielo. Él sólo los había observado.
Había sido un ejercicio bastante productivo, dando como ganador al equipo Cielo. No obstante, al finalizar el encuentro Saru había ido a hablar con él, con la preocupación de queUsagise estaba quedando atrás con sus conocimientos de lo más básico para llevar a cabo el tipo de misiones que debían realizar, ofreciéndose a entrenarla una vez más para que no cometiera errores de novato.
―Hablaré con Usagi ―había dicho Itachi mientras suspiraba debajo de su máscara―. Por favor, dile que venga.
Y ahí estaba, esperando, mirando la pequeña rama pensando cómo tendría aquella conversación con ella.
De pronto, una figura se paró en el umbral de la puerta abierta. Había llegado el momento de realmente actuar como el capitán del escuadrón Ro. No podía seguir dejando que su criterio y pensamientos se viesen nublados por esa joven.
―¿Quería verme, Taicho? ―preguntó Hinata cuyo rostro se escondía detrás de su máscara de conejo.
Itachi suspiró.
Le había dado media doce de amonestaciones verbales que requerían que fuese a verlo después de las misiones que llevaban a cabo como equipo durante la última semana y sinceramente, ya no estaba encontrando más excusas para poder verse a solas con ella sin que alguien más en los altos rangos de Konoha le cuestionara sobre la capacidad de Hinata Hyūga para permanecer en el Escuadrón Ro.
Por ese mismo motivo, había dejado de hacerlo. No deseaba que el resto del equipo comenzara a correr la voz de que estaba siendo extremadamente duro conUsagi. Mucho menos que el Hokage llamara a Hinata para cambiarla a otro equipo. Eso habría sido indigno para ella, pues a pesar de todo, era una kunoichi sumamente capaz.
Por eso, la presencia de Hinata en su oficina no se debía a una orden suya directa para que fuese a repasar alguna norma incumplida. Su fallo había sido reportado por Saru, algo que no podía ignorar.
―Usagi ―Itachi puso entonces la pequeña ramita de madera quebrada en dos sobre el escritorio entre él y ella, alejándose hacia el ventanal para apoyarse en el vidrio y cruzarse de brazos―. ¿Sabes qué es esto?
―N-no ―respondió Hinata.
―¿Conoces el quinto capítulo del manual ANBU volumen dos?
―Rastreo.
―¿Qué dice la sección uno, letra C? ―le preguntó estoico detrás de su propia máscara.
―Cualquier huella que pueda dejarse en el terreno, como marcas de pasos, manchas de sangre o cualquier otro rastro visible, debe ser eliminada o cubierta de inmediato ―respondió Hinata mirando a través de los agujeros de la máscara que cubría su rostro.
―¿Por qué seguimos esta normativa como prioridad en nuestras misiones?
―Porque los miembros de ANBU son entrenados para moverse de manera que sus huellas sean imposibles de seguir.
―Veo que has estudiado bastante.
―S-sí.
―Entonces, ¿Por qué dejaste esa rama partida en dos sobre el césped cuando estabas completando el ejercicio con Saru? ―Hinata bajó el rostro. Itachi veía que sus palabras la estaban avergonzando, pero no tenía remedio―. Estoy seguro que conoces las bases del rastreo. Se enseñan en la Academia y tu equipo se especializaba en eso.
―Lo siento.
―Fue como si dejaras intencionalmente esa huella para que Tora pudiese localizarlos.
―Fui descuidada.
Itachi suspiró nuevamente. Tampoco le gustaba demasiado tener que ser más duro de lo necesario con todos en su equipo. Hinata no era la excepción. Era su compañera, una subordinada a su cargo, independiente de la circunstancias actuales entre ellos.
―¿Me dirás ahora la verdad? ―le preguntó con un poco más de suavidad.
Hinata cerró la puerta atrás de ella y se reclinó contra la madera. Verla en esa posición lo hizo pasar saliva, recordando las veces que la había atrapado entre su cuerpo y la puerta. Respiró profundo, intentando calmar los recuerdos de cada gemido, cada beso, cada vez que ella lo llevaba a su propio límite del autocontrol.
―Quería verte... ―susurró despacio, avergonzada―. Nuestros horarios ya no coinciden.
―Lo sé ―Itachi retiró su máscara. Ya no estaban hablando como capitán y subordinado, sino como Itachi y Hinata―. Es intencional, Hinata-san.
―¿Por qué? ―dijo ella también moviendo su máscara hacia un costado.
―Te he citado para amonestarte al menos seis veces esta semana. No quiero que el equipo piense que no tienes talento para estar aquí. Estoy siendo descuidado también. No puedo seguir aprovechándome de mi posición para poder vernos a solas.
―No me importa si me amonesta ―reclamó rápidamente.
―Hinata-san...
―No podemos vernos en otro lugar.
Y era cierto. Desde que Sasuke le hizo ver que estar de novio con la hija de Hiashi Hyūga podía ser visto como un intento del clan Uchiha por ganar apoyo político en la Aldea, se había mantenido bastante lejos de ella afuera del edificio. Lo último que quería era que alguien intentase lastimarla para frustrar los supuestos planes de su padre con el clan Hyūga.
―Lo lamento ―dijo, haciendo una pequeña reverencia con su rostro―. Es mi culpa. Si nos ven juntos nuevamente, volverán los rumores. Ya hay demasiados ojos sobre nosotros por estar en el mismo equipo. Debemos tener cuidado.
―Mi padre tampoco... a-aprueba que me involucre con usted ―Hinata lucía triste al decirlo. En su orgullo, Itachi también resentía dichas palabras. Pero lo comprendía. Era el hijo mayor de Fugaku Uchiha, quien algún día lideraría a los Uchiha si Shisui no lo hacía por él. Involucrar a la heredera de uno de los clanes más antiguos y orgullosos de Konoha con él podía verse como una maniobra por obtener algo a cambio. Lo vieran como lo vieran, su relación sería mal vista por todos―. Neji nii-san habló con él después de que salimos juntos ese día. Mi padre me solicito que no ocurriera nuevamente.
―Comprendo―dijo Itachi suspirando, caminando hacia ella. Cuando estuvo frente a Hinata, ese intenso deseo de besarla no estaba presente. Más bien, sentía un extraño vacío en el estómago―. ¿Cómo te gustaría proseguir de ahora en adelante si tu padre no aprueba de mi? ―le preguntó con seriedad―. Tampoco puedo involucrarte con los asuntos de mi clan. No quiero que te utilicen para sus propias maquinaciones.
―Lo entiendo. Y-yo... ―ella asintió, buscando sus ojos. Una pequeña sonrisa se había formado en sus hermosos labios rosa―. Podemos mantenerlo en secreto hasta que... hasta que encontremos una solución.
―¿No te molesta? ―en su mente, Itachi creía que ella merecía más que ser un secreto―. No es como si fuesemos niños para estar viendonos a escondidas. Es sólo que... nuestros clanes...
―Lo sé. En este momento parece imposible.
―Sí. Pero encontraré la forma. Confía en mí ―dijo Itachi sonriéndole de vuelta.
―Lo hago.
Con ese pequeño gesto, Hinata se acercó a él y puso su frente sobre su pecho. Itachi la rodeó con los brazos y la estrechó contra su cuerpo.
Entonces Hinata subió el rostro y sus labios rozaron los de él impregnados de una dulce ternura que disipó sus preocupaciones. Quizás no fuese su novia en ese momento ni pudiese serlo por un tiempo, pero se sentía como si lo fuese. Ella entendía. Lo entendía tan perfectamente que ni si quiera se preocupaba al respecto. Quizás, porque ambos cargaran con el mismo tipo de preocupaciones cuando se trataba de sus clanes, podían entenderse así.
Cuando se separaron, ambos sonreían.
―Ve ahora ―le dijo, moviendo su mascara a su lugar. Ella asintió.
Tenía que encontrar la forma de ver a Hinata, aunque eso significase tener que soportar las burlas de un cierto primo suyo.
