Reedición del capítulo 18, el cual ha sido ampliado y, me gustaría creer, que mejorado. Pido disculpas por las molestias.


18. Papá

Ignoraba si esa voz se había formado en su mente o si en realidad había tomado cuerpo frente a él, pero lo que sí sabía del cierto es que era la suya.

La que siempre había tenido, grave y segura.

La que exactamente él le recordaba.

- ¿De qué vas a acusarme? - Las manos de Kanon se clavaron como garras en el nacimiento de sus rodillas, y su mirada se negaba a ser alzada.

- ¿De qué te sientes culpable?

Alta. Clara. Nítida. Tanto como el sonido de los pasos al chocar contra el pulido suelo de mármol, acercándole ese agradable perfume que siempre había estado adherido a su presencia.

- ¡Venga ya! - Kanon se rió para camuflar la angustia que sentía y la imposibilidad de levantar el rostro para hacerle frente.- Aún después de muerto regresas para hacerme sentir como una mierda. Como el desperdicio de hijo que siempre fui...

- Te repito que este escenario lo ha elegido tu subconsciente...Yo te esperaba en cualquier otro lugar, Kanon, pero tú has decretado que nos veamos aquí.

Casi pudo sentir su aliento golpearle el fisurado escudo de acritud tras el que se resguardaba y fue entonces cuando se armó de valor y alzó la mirada, descubriéndole de pie frente a él. Con ese porte altivo y elegante que Saga se había adjudicado en herencia. Con el intenso azul de esa mirada que había nacido gemela a otra. Con las prematuras canas que hacía tiempo que ya adornaban sus sienes. Con toda la vitalidad que sus cuarenta y nueve años de vida aún podían ofrecerle.

- Tal vez se debe a que tú también tienes cargos por los que ser juzgado.- Kanon tragó saliva con evidente esfuerzo. La impresión de hallarse frente a Aspros le había entumecido todo el cuerpo, preparándolo para poder recibir todas las estocadas humillantes y vejatorias imaginables con la mayor dignidad posible.- Crímenes por los que no pagaste.

Aspros se mantuvo en silencio, sopesando la certeza que yacía tras el directo ataque de Kanon, y dando dos pasos hacia atrás suavizó la sensación de amenaza que podía producir su presencia en medio de un escenario que se le había rendido a los pies durante años.

- Te escucho, Kanon...eres libre de exponerlos.

Kanon quería escupirle todos los reproches que le quemaban por dentro. Recordarle que por su culpa, él y su hermano habían crecido en el seno de una familia rota. Arrojarle, mirándole directamente a los ojos todo el infundado odio que él solo había encargado de fabricarse. Ardía en deseos de hacerle sentir miserable, ruin y despreciable, merecedor de la precoz visita de la parca. Necesitaba reprocharle tanto dolor que únicamente dos palabras pudieron ser capaces de traspasar el muro de sus dientes apretados.

- ¿Por qué?

La frunción a la que era sometido su ceño le achicaba la mirada y la rabia con la que los dedos seguían clavándose en la carne de sus muslos conseguía que los nudillos de sus grandes manos se mostraran a través de la tensa piel. Cerrar la mandíbula con todas sus fuerzas fue imprescindible para mantener el control de una voz que no debía mostrar flaqueza ni derrota.

No si quería seguir defendiendo el rol de hijo rebelde y desvinculado que necesitó forjase para justificar su dolor.

No si el verdadero deseo servía a la infantil necesidad de seguir anclado a una terquedad inútil.

Aspros inspiró con calma, se aventuró a romper el contacto visual que tantas veces había soñado mantener con su hijo menor y reflexionó en todo el mar de posibilidades que escondía esa simple pregunta, ofreciendo la única respuesta que tenía en su poder, y la cual no albergaba otra cosa que la realidad más cruda de todas.

- Porqué también fui humano, Kanon. E imperfecto. Un simple hombre que cometió demasiados errores con las personas que más amaba.

Kanon chasqueó la lengua con evidente disgusto. Era obvio que esa conversación no conducía a ningún lugar ni arreglaba nada, porque ya nada de su pasado tenía solución. El tiempo no podía volver atrás, y por mucho que él se desquitara vomitando todos los reproches que había soñado estampar una y mil veces contra el orgullo que siempre protegía a su padre, algo le decía que no se iba a sentir mejor. Que no aliviaría su enquistada aflicción. Que seguiría sin ser capaz de pasar esa pesada página convertida en losa sobre su alma.

- No...no, no, no...no tiene sentido nada de todo esto...- negó Kanon, con la cabeza gacha, evitando a toda costa volver a fijar la mirada en el cercano rostro de su padre.- Nada cambiará. Nada mejorará. Te escupa lo que te escupa, nada se arreglará entre nosotros...- Murmuró por lo bajo, arañándose la deshilachada tela de los jeans.

- ¿Por qué?

Kanon no respondió. En vez de hacerlo se limitó a morderse los labios y a tratar de mantener el paso de su garganta libre, pero unas intensas ganas de llorar ya estaban ahogándole por dentro. Aspros se acercó más a él. Deslizó las manos por la barandilla de madera de nogal que les separaba y las asentó en cada uno de los extremos, inclinándose un poco más hacia su hijo para conseguir otra conexión de miradas, aunque fuera el odio el que las ensamblara.- Mírame, Kanon, por favor...- Una negación con la cabeza fue toda la respuesta que le llegó antes que Kanon pudiera alzar el rostro y dirigir su aguada mirada hacia el magnificiente techo que les amparaba. Aspros volvió a inspirar al tiempo que agachaba la cabeza un instante y elegía las palabras con las que intentar llegar al corazón de aquél que no sabía cómo dejarse curar las heridas.- Pagué mi condena, hijo...- comenzó a explicarse, fijándose en las facciones contraídas de Kanon.- Sé que obré de la peor manera que pude hacerlo cuando supe que vuestra madre amaba a otro hombre...No fui capaz de controlar la ira y el despecho que se apoderó de mí...No razoné más allá del dolor que sentía por haber sido traicionado por las dos personas que más amaba en el mundo y sucumbí al feroz deseo de la venganza, creyendo que ejecutándola podría llenar de algún modo el vacío que me ahogaba por dentro. No fue así, Kanon...soy consciente de ello. Me convertí en un hombre execrable y pagué por ello. Desde el mismo día que mi orgullo herido quiso despachar venganza supe que mi condena comenzaba a tomar forma. Y la acepté. Simple y llanamente, la acepté.

- Pues yo no recuerdo verte sufrir mucho, papá...- le espetó, alzando el mentón con un pequeño impulso que pretendía reflejar algo parecido a la repulsa.

Kanon no se había dado cuenta, pero por primera vez de sus labios surgía, aunque fuera teñida de desprecio y desdén, esa palabra que hizo brillar la vencida mirada de Aspros.

- Intenté ser un buen padre para vosotros, Kanon...Tal vez ésto fue lo único sincero que hice desde el día en que desintegré nuestra familia. Ya no podía devolveros nada de lo que os había robado, pero aún podía ser bueno contigo y con Saga.

Kanon se rió con amargura, ajeno a la tímida lágrima que osaba resbalar por una de sus mejillas- Seguro que Saga te da la razón que quieres tener en ello...Saga siempre te ha idolatrado, lo sabes...Tu jodido "niño bonito"...Tu sombra siempre pegada a ti...

- No te niego que su cercanía y afecto me ayudaban a vadear muchas tristezas y frustraciones, pero yo siempre luché por poder acercarme a ti, Kanon. Y tú también sabes que lo intenté. Cada día de mi vida. Hallándome detenido sin remedio ante el muro que tú alzabas, haciéndolo imposible de escalar. Y ahora soy yo el que necesito preguntarte...¿por qué, Kanon? - Desviar la mirada de nuevo era más fácil que afrontar esa simple pregunta, pero el fiscal insistió.- ¿Por qué tanta rebeldía? ¿Por qué tanto odio a pesar de mis intentos de comprenderte? ¿Por qué tanto rechazo? - Kanon seguía con la mirada esquiva, mordiéndose los labios y batallando con el dolor que él mismo se infringía en pleno centro del alma.- Mírame, por favor...Inténtalo...

- No puedo...- masticó Kanon, maldiciendo el repentino pavor que le generaba volver a asomarse al precipicio de otra alma atormentada.

- Sí que puedes. Alguna vez lo conseguimos...mantenernos la mirada sin palpar desprecios ni rencores...

- Casi nunca, papá...

- Alguna hubo. Y sé que la recuerdas...- Aspros alargó el brazo con la intención de posar su mano sobre el hombro de Kanon, pero congeló el gesto antes de poder consumar ningún tipo de contacto.- Piensa en esos fugaces instantes, hijo...

Kanon sorbió la mucosidad que se estaba condensando en su nariz y sus labios comenzaron a relatar las pinceladas de un recuerdo que había enterrado muy hondo en su memoria.- Pienso en el día que me mudé al que sigue siendo mi piso...

- Me acuerdo de ese día.

- Porque te empeñaste en ayudarme con el traslado de cosas y acabaste arreglando una fuga de agua que había en el baño.

- Ese día te fuiste a vivir con Rhadamanthys. Con tu inseparable amigo. Con el que ibas a compartir "un piso de estudiantes".- Ahí Aspros no se pudo contener más y dejó que su mano se apoyara sobre el tenso hombro de su hijo, consiguiendo con su gélido contacto que éste se sobresaltara y, al fin, le mirara.

- No dijiste nada al descubrir que únicamente teníamos una habitación, con una sola cama. No cambió tu trato hacia Rada. No me reprochaste que quisiera irme de casa...

- Siempre supe que ese muchacho era alguien muy especial para ti. Estar a su lado te hacía feliz y eso a mí me bastaba.- Aspros no retiraba la mano, y ejercía una medida presión que pretendía transmitir toda la calidez de la que su tacto carecía.

Por primera vez, Kanon se hallaba manteniéndole la mirada. Sus aguadas pupilas se movían intermitentemente en un torpe intento de apreciar las fisuras que los años habían esculpido en el rostro de Aspros, asumiéndolo tan real como lo era su respiración acelerada.- Ese día me reprimí un abrazo.- Confesó, sintiendo su voz trastabillar.- Me tragué el jodido detalle de darte unas gracias que Rada se apresuró a ofrecer por mí y tú lo aceptaste así...sin más...- los hombros se encogieron levemente ante la falta de respuestas más sólidas que esas - ...si tal vez ese maldito día te hubieras acercado un poco a mí me habría atrevido a romper ese cascarón de mierda que me impedía mostrarme...vulnerable...

- Llevaba tantos años acumulando tus rechazos, Kanon...Tantos intentos fallidos de acercarme a ti que acabé alcanzando ese punto que apenas se puede discernir entre ser aceptación o capitulación. Llegó un día en que simplemente asimilé que debía amarte así, desde la distancia que tú imponías.

- Debiste haber insistido un poco más, papá...- Kanon buscó aire a través de una inspiración entrecortada, y se restregó la manga de su camiseta por el rostro con los mismos gestos de un chiquillo perdido.- Tal vez yo hubiera dejado de ser tan jodidamente idiota y...y...- la voz emergió completamente rota y las palabras se estancaron en mitad de la garganta - mierda...¡no puedo, joder!...- el puño, escondido bajo la tela de esa camiseta negra de manga larga se quedó ante sus labios, sufriendo las mordeduras con las que inconscientemente comenzó a agujerearlo.- No puedo...

- Sigue, hijo...- Susurró Aspros, con su propia mirada tomada y su mano aún en el hombro de Kanon.- ¿Qué quieres decirme?

Kanon tragó todo el rencor que iba escapando de sus ansias de expresar lo que llevaba lustros negándose, y el escozor que sintió en el pecho consiguió llenarle los ojos con todas esas lágrimas que había intentado reprimir en vano.

- Que te odio.- Soltó al fin, con todo el desdén que fue capaz de juntar.- Que necesité aprender a alejarte de mí desde que era un puto crío, y que hubo un momento en que ya no supe dejar de hacerlo. Te odio por la infancia que nos arrebataste. Te odio por habernos colmado de más atenciones materiales de las que realmente necesitábamos. Te odio porque Saga te sigue adorando tanto que se ha convertido en una jodida réplica tuya que no me permite poder olvidarte. Te odio porque al final ya no hallaba motivos para hacerlo, pero era más fácil así...De esta forma no debía competir con Saga para conseguir nada de ti porque ya lo rechazaba directamente, siendo más cómodo quedarme en el bando insurgente...- Masculló, con la voz entrecortada por el rápido derroche de palabras.- Y te odio aún más por haberte ido sin avisar. Por haberme dejado con toda esta puta mierda estancada aquí dentro...- el tembloroso puño hizo el ademán de golpearse el pecho, aunque apenas le quedara determinación para hacerlo - ...por haberme dejado sin la opción de decirte cuando estuvieras agonizando de viejo que...que quizás un poco también te amé...

Aspros no hizo nada para evitar que su dolor también descendiera por la piel de sus frías facciones, y cedió al paternal impulso de tomar el rostro de Kanon entre sus manos para robarle todos los segundos posibles a esa conexión de miradas donde al fin ambos se reconocían y se sinceraban.

- No acepté tu muerte...- prosiguió Kanon, completamente abandonado de cualquier cálculo sobre las palabras que su alma elegía por él - Dejé a Saga solo con su dolor para no tener que verme obligado a asumir una realidad que rechazaba y me esforcé aún más para seguir alimentando la forja con la que daba forma a ese odio enquistado y venenoso...Me convertí en un puto borracho, papá...en alguien que quemaba las noches y los días escudándose tras el cuello de infinitas botellas de cerveza hasta que me vi transformado en un asesino...en un jodido y cobarde asesino que corrió a refugiarse tras la fortaleza de su hermano para poder seguir agachando el rostro y así huir de todas mis responsabilidades...de todo mi dolor...de toda mi mierda...pero escapar no sirve de nada, porque el dolor no se va...únicamente se transforma en algo más denso, arrelado y angustiante...se presenta como...como...

- Pesados remordimientos que no permiten respirar en paz...- siguió Aspros, hallándose con sus pulgares acariciando las mejillas de Kanon sin cesar.

- Jodidos remordimientos que a veces creo olvidados, pero que reaparecen en el mismo puto instante que siento que puedo ser feliz...- el llanto sesgaba las palabras que pugnaban por presentarse entendibles. Las lágrimas se mezclaban con la mucosidad que en vano trataba de limpiarse con el puño de la camiseta y su vencida mirada se anclaba a esa profundidad azul que tantas veces había evadido y rechazado - Saga mintió para salvarme...y si estoy aquí...- prosiguió echando una nerviosa ojeada a su alrededor, todavía inmutable - si estamos aquí es porque sólo tú puedes darme el juicio justo que no tuve, papá...sólo tú puedes condenarme, como habrías hecho si no hubieses estado muerto...- Kanon cerró los ojos y trató de contener el llanto que le sacudía el pecho con pequeñas convulsiones, hallándose cerrando sus manos entorno a las muñecas de Aspros, clavándole los dedos como garras que no pretenden soltar su presa.- Tú no mereciste ser feliz...pero yo tampoco...

- No, hijo...No necesitas más condena de la que tú mismo te has estado infligiendo desde hace años...- Aspros aceptó la furia con la que su carne estaba siendo apresada y se vio abocado a acercarse aún más, propiciando que su frente buscara apoyo contra la de Kanon.- Ya has pagado suficiente por los desafortunados actos que cometiste y sigues con vida para poder resarcirte, para que puedas seguir adelante con ella y ser feliz sin sentirte culpable o indigno...Te mereces estar en paz contigo mismo, Kanon, eres un buen chico que cometió errores por los que ya has pagado de sobras...eres un buen hermano y fuiste un buen hijo...

- No me mientas, papá...- Kanon negó con la cabeza, hallándose limitado de movimientos por la sujeción que Aspros seguía manteniendo sobre sus mejillas y quijada.- Fui un insoportable rebelde...

- Un insoportable rebelde que a día de hoy continúa unido a su hermano, que sigue manteniendo a las personas que ama a su lado y que es más capaz de todo de lo que se empeña en querer creer.

Kanon aflojó un poco el agarre con el que se anclaba a las gélidas muñecas de Aspros y volvió a desvelar su hinchada y enrojecida mirada.- ¿Tú estás en paz?

- Ahora lo estoy un poco más...

El tacto de las manos de Aspros comenzó a perder presión, mutando de una sensación sólida hacia un extraño hormigueo que esparció indescifrables sensaciones por todo el cuerpo de Kanon, las cuales parecían descender y concentrarse todas en el mismo centro de su estómago.

- ¿Y si te digo que...que te perdono...y que me perdones tú a mí...?

- Kanon...nunca he tenido nada que perdonarte...siempre te he amado así, en tu más pura esencia...Tú y Saga sois...sois...lo mejor...

- Papá...- Kanon se encontró de repente con las manos vacías, impregnadas por una sensación de cosquilleo, y cuando deslizó su mirada hacia al frente apenas pudo reparar en las borrosas facciones de su padre, desdibujándose ante sí.- ¡Papá, espera!

"lo mejor que me ha pasado en la vida..."

La voz de Aspros pareció diluirse con la misma celeridad que lo hizo su tacto. Una espesa negrura cayó sobre los hombros de Kanon y cuando pudo ser capaz de reaccionar ante todo el cúmulo de sensaciones que acababa de experimentar se vio lanzado hacia la cocina, donde sucumbió una fuerte náusea que le arrancó todo lo que contenía su estómago. El dolor que sentía desmenuzándole las entrañas era indescriptible y únicamente se veía capaz de agarrarse con ambas manos al borde del fregadero mientras su cuerpo seguía deshaciéndose del alucinógeno veneno que había serpenteado por todas sus venas y sentidos. Un par de gotas de sudor resbalaron por su piel, concentrándose en la punta de la nariz y en el mentón antes de lanzarse al precipicio de todo ese cúmulo de desechos que sus labios seguían escupiendo.

Sin atreverse a alzar la cabeza tanteó la manija del grifo y abrió el paso del agua, pero cuando al fin se disponía a erguirse otra punzada en pleno abdomen volvió a hundirle el rostro. Unas grandes y temblorosas manos le tomaron de la nuca y de la frente, sujetándolo con fuerza hasta que las náuseas comenzaron a cesar, momento en que la sujeción se convirtió en una especie de abrazo y un débil susurro trató de darle sentido a todo ese derroche de miedos.

- Son los efectos secundarios, Kanon...

Kanon escupió otra vez y aprovechó el correr del agua para enjuagarse la boca antes de medio incorporarse y rendirse al asalto de un llanto profundo y lejano. Un llanto al que le sobraban razones y palabras y que poco a poco lo fue arrastrando hacia el suelo, hasta dejarle sentado sobre las baldosas de la cocina, la espalda contra los armarios bajos, la cabeza enterrada entre sus piernas y las manos agarrándose a los sudados mechones de cabello mientras todo su cuerpo seguía convulsionando por el atropello de ese denso desconsuelo largamente encarcelado.

Ese oscuro pesar que por años había sido vetado.

Ese dolor que al fin fluía liberado.

#Continuará#