19. En caída libre
Piso de Saga y Shaka. Lunes. Alrededor de las 6:00 de la manaña.
Saga se inclinó hacia el espejo del baño alzando el mentón en un ángulo que debería permitirle examinar esa zona bajo la quijada. Justo ese punto que gracias a su angulosa orografía siempre le dificultaba el afeitado. A simple vista no alcanzaba a apreciar el detalle de su minucioso trabajo, pero al deslizar los dedos por esa parte podía notar la típica aspereza del vello sin rasurar. Aguantándose la respiración por simple inercia, se tensó la piel con ayuda de los dedos exploradores y se procuró un par más de pasadas de cuchilla. Índice y corazón volvieron a tantear la suavidad de piel y al percibirla uniforme se dirigieron hacia el flanco derecho del rostro para repetir la misión. Alllí no existía ninguna irregularidad, y después de acariciar el contorno de la nuez y aprobar con nota buena el afeitado, Saga enjuagó la cuchilla bajo un buen chorro de agua tibia y la depositó en su soporte. Los restos de espuma que habían quedado en su rostro los eliminaría directamente bajo la ducha, de modo que accionó el agua girando la manija hacia las 6:40, punto óptimo de temperatura para su gusto personal, y se fue despojando de la camiseta que usaba de pijama y de los calzoncillos mientras aguardaba la llegada del agua caliente. El vapor no demoró mucho en aparecer, momento en que primero cató la calidez con la mano y acto seguido se ofreció a la lluvia que le prepararía para un nuevo día.
El día más difícil e incierto de toda su carrera profesional.
Saga apenas había dormido. Siempre le costaba conciliar el sueño en la víspera del inicio de un nuevo juicio, pero esa noche había sido distinta a las demás. Por un lado su mente aún hervía tratando de analizar, ordenar y asmiliar todo el contenido de ese cofre proveniente de Esparta. Por otro estaba la decepcionante realidad de verse más solo y vendido que nunca ante un tribunal que se le agrandaba como un coloso con el pie alzado, dispuesto a dejarlo caer cuando él se viera en la obligación de ofrecerse en sacrificio ante la morbosa expectación que generaba su más que presumible derrota judicial. Y por último, se hallaba batallando contra un tsunami de emociones y sentimientos que no pensaban facilitarle la templanza de espíritu que le urgía para afrontar las horas con un mínimo de dignidad.
El agua iba fluyendo, empapando sus cabellos y convirtiéndolos en una oscura y opaca cascada de color añil que ocultaba su rostro gacho y contraído. Las manos se apoyaban contra los azulejos de la pared y por mucho que la presión de la ducha pretendiera destensarle la rigidez asentada en su nuca y trapecios, los pensamientos que ocupaban su mente estaban enzarzados en contínua batalla para lograr el primer puesto en la ristra de los saboteos.
"No lo has preparado con suficiente cabeza"
"Habrá jurado popular...nunca has actuado ante tantos jueces de dudosa capacidad"
"Shura no estará a tu lado para apoyarte...y el desgraciado de tu hermano tampoco"
"Apenas has preparado a tus testigos"
"No tienes guión...ni esquema...ni alegato contundente con el que empezar a ganarte a nadie..."
"Podrías dimitir del cargo antes de lanzarte a un ridículo seguro..."
"No tienes nada, Saga...absolutamente nada..."
"Llevas meses perdiendo el tiempo..."
"Meses..."
"Y hoy...hoy ya se ha agotado todo el crédito..."
Saga gruñó con impotencia, sorprendiéndose golpeando la pared con el puño varias veces en un desesperado intento de librarse de toda esa sarta de boicots con la que le estaba atormenando su mente. Se incorporó con rabia e hizo uso de la misma para agarrar el bote de champú, verter sobre su zurda una cantida excesiva y procurarse un lavado de cabello brusco, rápido e irritado. Acto seguido le tocó el turno a su cuerpo, el cual no recibió ningún trato mejor, y cuando llegó el momento de enjuagarse todos los restos de jabón alzó el rostro, dejó que el agua le lloviera sobre todos sus rasgos contraídos y se frotó con ambas manos haciendo gala de una furia peligrosa en él.
Una furia que cuando decidía asomar la cabeza se convertía en un ser capaz de afanarle el temple, la capacidad de raciocinio y todas las buenas formas que había cultivado desde que era un hombre en proyección.
El cuarto de baño lo abandonó como una exhalación, abriendo la puerta de par en par y arrastrando tras él tanto el agradable aroma del gel como nerviosas ráfagas de aire que creaban espirales invisibles a su alrededor.
Shaka le observó a través del tímido esfuerzo de sus ojos soñolientos, e incorporándose con galbana hasta quedar sentado con la cabeza contra la gran pecera que les presidía la cama se echó los cabellos hacia atrás y los sostuvo agarrados entre su mano, aguantándose un resoplo mientras empezaba a ver acercarse el chaparrón que presumiblemente le caería encima.
- No me digas nada, Shaka.- Le avisó Saga, oteándole por encima de su hombro todavía húmedo.
"Pero si aún no he abierto la boca..." pensó el joven forense para sí mismo, así que se limitó a negar levemente con la cabeza antes de quedarse con su mirada clavada en la espalda desnuda que sin pudor le ofrecía Saga.
El fiscal se desenroscó la toalla bajo la que se ocultaba su firme trasero y la tiró sobre la cama, dejándose caer encima del colchón con tan poca delicadeza que la onda expansiva zarandeó a Shaka, quien seguía observándole con precavido mutismo. De un rabioso tirón abrió el cajón de los calzoncillos y luego el de los calcetines, cerrando ambos con un desmedido empujón. Los primeros en alcanzar su destino fueron el par de calcetines negros de hilo, seguido de los calzoncillos. Saga se puso en pie para acabarse de subir la prenda, recuperó la toalla de encima la cama y se la echó a la cabeza para darse unos restregones más a su cabello, puesto que aún escurrían algunas gotas de agua que le iban surcando la marcada musculatura de su espalda.
Shaka decidió pasar de él y se internó en el baño para solucionar la incómoda presión que sentía en su vejiga y al acabar se apoyó contra el marco de la puerta, cruzándose de brazos y retomando la prudente contemplación de Saga. Al parecer, esa mañana no había dedicado tiempo a plantarse en medio del vestido para elegir con minuciosidad el atuendo que iba a lucir. El torso se lo cubría una camisa blanca básica y los pantalones correspondían al único traje negro que tenía. Shaka desvió la mirada hacia la cama y vio que la americana estaba lanzada ahí. Volvió la vista hacia Saga y le siguió los bruscos gestos con los que abrió el cajón de las corbatas para hacerse con la primera que le vino a mano, sin fijarse siquiera en el color.
- Cálmate un poco, Saga...- Tentó Shaka, mordiéndose el labio inferior, esperando el primer ataque gratuito de muchos que seguramente iba a recibir.
- Te he dicho que no me hables.- Saga le abrasó con una fugaz mirada, achicada bajo la frunción de sus cejas y medio oculta por varios mechones húmedos y revueltos que le caían alrededor del rostro.
- Y yo te hablo si quiero hacerlo.- Le replicó Shaka, hallándose también con su entrecejo arrugado.
Dicho ésto Saga chasqueó la lengua con disgusto, se alzó el cuello de la camisa con un par de sacudidas, se pasó la corbata alrededor la nuca y se armó un nudo sencillo con una destreza mermada por los nervios, todo sin echarse un solo vistazo al espejo de cuerpo entero que aguardaba su atención.
- ¿Desde cuándo te vistes para un juicio con tanta desídia? - Insistió el forense, comenzando a preocuparse de verdad.
Saga se dejó sin abrochar los dos botones superiores de la camisa. El nudo no lo ajustó en exceso y volviendo a pulverizar a Shaka con el brillo de la frustración instalado en sus ojos, accedió de nuevo al baño sin importarle que el forense se viera obligado a dejarle paso para no ser arrollado.
- Saga...
Como el espejo aún estaba cubierto por la condensación del vapor, Saga ladeó el rostro lo justo para exigir silencio tanto con la dureza de su voz como con la rabia que escapaba de su mirada oscurecida.- Déjame, en serio te lo digo ya.
- Y a mí no me da la gana.- Shaka alargó la mano para tomar a Saga del brazo al tiempo que éste se peinaba la melena con sucesivos tirones, sirviéndose de uno para zafarse del intento de agarrón.
- ¡Joder, Shaka! ¡Vete de aquí!
El joven indio se replegó por unos instantes, dando un paso atrás que no iba a servir de huida, y Saga agarró una toalla para pasarla por encima del espejo y dejarlo con el reflejo un poco recuperado. Tirarla dentro de la ducha fue un gesto descarado e inusual en el fiscal, y cuando su mano agarró el bote de gel para domarse la cabellera aún húmeda fue cuando se halló con los brazos sujetos de nuevo, convertido en víctima de una inesperada determinación que le dio media vuelta y le dejó con el trasero clavado al borde del mármol del lavabo.
- ¡¿Qué narices te está pasando, Saga?!
- ¡Que te largues de aquí, Shaka! ¡Ya no te lo pido, te lo exijo! - Le atacó Saga, sintiéndose la mirada arder de impotencia.
- ¡Pues te jodes, porque no me voy a ir hasta que no me cuentes qué diablos te ocurre!
- ¡Pasa que este juicio es una puta mierda! - Saga le gritó mirándole directamente a los ojos, percibiendo que los suyos estaban anegándose a traición.
- Pero eso ya lo sabes desde hace tiempo, no creo que esta sea la razón para que estés así de...de...- Shaka calló en un intento de dar con las palabras más adecuadas, si es que había algunas que no empuñaran ofensa.
- ¡¿Así de qué?! - Le gritó Saga con cierto desafío.- Va, dime...¡¿así de qué?!
- ¡Así de desquiciado, joder!
- ¡Yo no estoy desquiciado, sólo nervioso! ¡Y si no eres capaz de entenderlo mejor que te largues de una jodida vez!
- ¡Mírate! - Exclamó Shaka en respuesta, propinándole un inesperado empujón en el hombro. - ¡Estás colérico! ¡Estás rabioso! ¡Estás que te llevas la dimisión del cargo de Fiscal contigo! ¡Estás imbécil, Saga! - Le contraatacó Shaka, evitando volver a rozarle siquiera el cuerpo por equivocación.- ¡Imbécil perdido!
- Te estás pasando conmigo...No sigas así o te juro que hoy acabaremos mal tú y yo...- Saga le alertó alzando el dedo índice en señal de amenaza, pero Shaka se había envalentonado y no pensaba acobardarse ante esa versión herida y nefasta del hombre que amaba.
- Estás insoportable desde que te viste con Thane.
- Mi momento con Thane no tiene nada que ver.
Saga intentó esquivar la pesada presencia de Shaka dándose media vuelta para proseguir con su funesto acicalado. Abrió el tapón del gel fijador de cabello y se dispuso a untarse la cabellera, pero antes de poder verterlo sobre la plama de su mano, la irritante voz del forense volvió a coartarle la voluntad.
- ¿Sabes qué creo? Que justamente tu momento con Thane tiene todo que ver.
Un desesperado gruñido escaló por la garganta del fiscal, consiguiendo que el bote de gel fuera estampado de mala gana contra el lavabo.- ¡Ya basta, Shaka! - Bramó, agarrándose los cabellos con exasperanción.
- No me has contado nada, Saga...y desde entonces estás comportándote de forma extraña, errática y equivocada...- Shaka suavizó el tono de voz para no seguir instigando una discusión que nada positivo podía acarrear para ninguno de los dos.- ¿Qué compartiste con tu padre que te ha desmoronado de esta forma?
- Joder, Shaka...no insistas más...
Saga había agachado la cabeza y la voz la ofreció rota.
- Quiero ayudarte, Saga...- Shaka alargó la mano otra vez, rozando levemente el brazo con el que Saga se anclaba al borde del mármol. Tomándolo con más firmeza al comprobar que esta vez no recibía rechazo.
- No puedes.
- No lo sabes si no me dejas intentarlo.
Saga se tragó un incipiente sollozo, ocasionando que este explosionara dentro de su pecho y que emergiera en forma de lágrimas traidoras.- Me pidió que le dejara ir...- Balbuceó, todavía con la cabeza vencida sobre su pecho agitado. Shaka le acarició con el pulgar el brazo que le mantenía agarrado, presionándolo para conseguir que Saga volviera a encararle.- Que le deje ir...¿no te das cuenta de lo que significa ésto? - Saga se irguió y casi sin darse cuenta se dejó guiar por la calidez de ese contacto sobre su brazo. Shaka retiró su mano al ver que Saga volvía a estar de frente y dio un pequeño paso atrás para ofrecerle aire y espacio.- Mi padre...- siguió Saga después de haber tragado saliva para recomponerse la voz - Mi padre, al que yo he admirado desde siempre, al que he tratado de honrar cada día de mi vida...me pide que le deje ir...que le olvide...- dijo, cediendo todo su peso contra la solidez del lavabo.
- Dejar ir no significa olvidar, Saga...
- ¿Qué mal hice en admirarle, Shaka? ¡Es lo que no consigo entender! - Saga se rodeó el torso con un brazo al tiempo que el otro le acercaba la mano al mentón, convirtiéndose en un frágil punto de apoyo para demasiadas dudas en proceso de asimilación.- He basado toda mi carrera profesional en lo que aprendí y absorbí de él...¿qué crimen es éste? - Continuó, dejando que sus dientes mordisquearan la uña del pulgar con timidez.
- Ninguno, Saga. No es ningún crimen admirar. Ni aprender de alguien que es bueno en lo que hace. Pero tú no eres él.- Shaka acortó la distancia que les separaba, tomándole de ambos hombros mientras se asomaba directamente a sus verdes irises anegados.- Tú eres tú, y esto debería ser suficiente. Eres bueno porque lo eres tú. Porque lo llevas dentro. Porque has sabido aprender de los mejores. Pero no tienes ninguna necesidad de convertirte en una copia que honre lo que una vez fue él.
- No es tan fácil como parece, Shaka...- Por fin Saga se estaba desprendiendo de toda esa rabia que había corrido por sus venas, entregándose a la serenidad de aquél que le complementaba la vida.- Temo que si lo hago...que si le dejo ir...voy a traicionar su memoria. Y temo olvidarle, joder...Temo olvidarme de él...- La grave voz se paseó de nuevo por las costuras del quiebre, no así sus ojos, que ya se hallaban completamente entregados.
- Olvidarle te aseguro que no lo harás jamás. Aunque quieras, no podrás. Las personas que hemos amado y que ya han partido no las olvidamos nunca, aunque estamos obligados por la ley de la vida a seguir adelante sin ellos, y ahí está el "dejar ir", Saga...Tu padre vivió su vida. Tú tienes la tuya. Y una vida nunca puede ser igual a otra. Sino fíjate en tu hermano y en ti. Sois gemelos idénticos. Nacísteis el mismo día, casi a la misma hora y en el mismo lugar, y vuestras vidas son completamente distintas pese a compartir un 99% de la genética.
- Ni me lo nombres a ese desgraciado...- Demandó Saga, frunciendo su ceño con palpable decepción.- Por suerte no soy como él.
- Pues por suerte no eres como tu padre tampoco, y este detalle no te hace ni mejor ni peor. Sencillamente te convierte en alguien único. Especial y diferente.- Saga le miró sin mostrar atisbos de rencor y se mantuvo en silencio, bajando la mano tras la que se había ocultado para dejarla perpetrar un cruce de brazos más relajado.- Si te hace feliz tomar prestado de él el gusto que tenía para vestir, hazlo. Eres un tipo elegante, Saga, sácale provecho si te hace sentir bien, pero ésto...- Shaka se ladeó para poder alcanzar el bote de gel que Saga había estrellado contra la pica instantes atrás - no te hace falta. Nunca lo usas fuera de los tribunales. No te acompaña a donde sea que vayas, entonces...¿por qué camuflarte bajo un acartonamiento que te constriñe la naturalidad? Olvídate de esta mierda, Saga. No necesitas embadurnarte el cabello como si fuera grasiento para presentarte con sobriedad y elegancia ante un tribunal.
Saga reflexionó durante unos largos instantes en los que Shaka no añadió nada más, aunque su presencia seguía ahí, acompañándole en las mudas elucubraciones por las que iba transitando la mente del fiscal.
- Sabes que no he preparado este juicio con el rigor que se merecen todas las víctimas de ese hijo de puta.
- Sí, lo sé...
- Y no hace falta que te diga que un tribunal popular no es lo mismo que actuar únicamente ante el Juez.
- Soy consciente que es muy distinto, sí...
- Apenas he pensado siquiera cómo pronunciar mi alegato. Ni con qué preguntas atacarle cuando le tenga sentado en frente.
- Saga...- Shaka le tomó el rostro con ambas manos, propiciando una conexión de miradas de esas que no dejaban escapar ni una ráfaga de comunión - Déjate ir tú también...Demuéstrate a ti mismo que te mereces ser recordado por quien eres tú, no por ser el hijo de alguien que marcó una época. Forja tú la tuya. Hoy tienes la oportunidad de hacerlo, y no vas a estar solo. Yo estaré allí contigo.
Saga le contempló largamente, dejándose envolver por la calma que le ofrecía esa transparente mirada azul hasta que rompió el frágil cruce de sus brazos y le rodeó el cuerpo para estrecharlo con fuerza y gratitud.- No te merezco, Shaka...Eres demasiado bueno conmigo...
- Te quiero, Saga...- El forense se mantenía abrazado al cuerpo del fiscal, enterrando el rostro entre esa marea de cabello añil que ya se iba secando y adquiriendo esa forma salvaje que tanto se había empecinado en querer domar.- Aunque a veces tengas un carácter insufrible...te amo, no lo puedo evitar.
- Siempre agradeceré el día que aceptaste cenar conmigo.- Dijo Saga, separándose un poco para poder mirarle a los ojos otra vez.
- Va, no empieces a rememorar esa noche...- Rogó Shaka, sabiéndose ganado por la vergüenza que le generaba ese recuerdo.
- ¿Por qué? Si no lo hubieses hecho me habría rendido contigo.
- Pero lo hice ¿no? Pues ya está. Tema zanjado. Y ahora, elígete un traje mejor...- Shaka rompió todo contacto para retroceder un par de pasos y ojearle de arriba abajo.- Pareces un camarero de uno de esos restaurantes turísticos de Plaka.
Saga se miró los pantalones y sí, Shaka tenía razón. La impotencia le había hecho elegir el peor de todos sus trajes, el que siempre estaba en un rincón oscuro sin permiso para pisar la calle, y lucirlo ese día no podía ser una opción. Una larga inspiración consiguió serenarle un poco más él ánimo y cuando emergió del baño dio de bruces con Shaka, que acarreaba un par de toallas para poder ducharse él también.
- Gracias - Le dijo, robándole un beso que el forense correspondió sin dudar.
- Sabes que no se merecen - respondió Shaka, relamiéndose los labios por inercia.
- ¿Café?
- Hoy sí.
- Pues me cambio y te espero en el salón.
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Sobre las 9:00 de la mañana, en un hotel de Atenas
Unas piernas exquisitamente vestidas con unas medias de encaje negro descendieron la escalinata de acceso al hotel que ocupaba desde la noche anterior. Los zapatos de tacón alto resoranon con cada paso, acercándose con un sensual contoneo de caderas al taxi que la misma recepción le había pedido. El perfume que le acompañaba era dulzón y agradable, capaz de maquillar el rastro de nicotina que el segundo pitillo del día había dejando flotando a su alrededor, y cuando ocupó el asiento trasero del coche no dudó en abrir su bolso y extraer un pequeño espejo acompañado de un pintalabios de color carmín.
- A los Juzgados, por favor.- Dijo, echando un rápido vistazo.- Y vaya directo, sin rodeos. No soy turista yo.- Añadió, pasándose la barra por el labio inferior.
- De acuerdo.
El taxista la miró por el reflejo del retrovisor, y todo lo que halló fue la mirada de advertencia que le lanzaba una mujer madura, de cabellos ondulados y rubios y rasgos maquillados con cierto gusto.
- Trabajé allí durante muchos años, así que si intenta engañarme lo sabré y no le pagaré el viaje.
- Entendido, señora.
- Señorita, si no le importa.
#Continuará#
¡Gracias Krista!
Espero que este nuevo capítulo sea de tu agrado!
¡Saludos a todos los lectores fieles que lleguéis hasta aquí!
