22. Bienvenidos sean los imprevistos
Ático de Saga y Shaka
Saga aún no le había visto.
A pesar de saber que hacía un par de días o tres de su llegada y que se alojaba en el pequeño apartamento de su hermano, el fiscal no había mostrado ninguna intención de verle. Las excusas que había fabricado en su mente rondaban todas la burda justificación del trabajo, aunque ambos sabían que la verdadera razón yacía tras la dificultad de conectar que Saga experimentaba con él.
Había hecho el intento de tener un acercamiento con su tío días atrás, cuando les sorprendió a todos un maldito primero de enero que destapó la caja de sus emociones más íntimas y amordazadas. Nadie de su entorno más privado podía negar que lo había tanteado, aunque la certeza era que no lo había hecho con toda la buena voluntad necesaria.
Algo poseía Defteros que le generaba un instintivo rechazo. Un rechazo que tal vez se hubiera podido matizar si la información que había guardado Úrsula durante años hubiese caído antes en sus manos.
Un rechazo que quizás nacía de la impotencia que le generaba verse reflejado en una mirada idolatraba que no encajaba en el rostro que la custodiaba.
Saga tuvo que ser consciente y asimilar demasiadas realidades en muy poco tiempo, y una de ellas fue que el triángulo del que formaban parte sus progenitores estuvo roto desde el principio. Ese triángulo sangró por sus tres vértices durante muchos años, y llegados a ese punto de aceptación sin la necesidad de emitir juicios de valor, Saga asumió que allí no existían verdugos y víctimas, sino que todos habían obrado según los dictados de su corazón y que habían aceptado las nefastas consecuencias de sus actos con una valentía tan necesaria como dolorosa. La vida de sus padres y su tío estaba plagada de errores, de condicionales que podrían haber abierto caminos más sencillos, de decisiones que los eliminaron de todo mapa y de motivos que fueron impuestos por un corazón tan podrido como lo era el alma que le insuflaba vida.
Si en algún momento había existido la posibilidad de recomponer una familia quebrada por todas sus esquinas, Hypnos se la arrebató. Tal y como hizo con la felicidad y libertad de su hermano gemelo.
Tal y como hizo con la vida de la joven Pandora.
En la mente de Saga continuaba revolviéndose demasiada información mal digerida, y su primer impulso fue rechazar la visita cuando Shaka le anunció que Defteros estaba en la puerta del edificio, preguntando si podía subir. Un impulso que supo domar al acto y que sustituyó con un resignado "dile que sí".
- Está bien. Yo iré bajando.- Shaka se enfundó la chaqueta y se colgó su inseparable mochila bandolera después de comprobar que llevaba consigo llaves y cartera.- Te espero en tu coche.
La elección del forense fueron las escaleras, y no pudo evitar sentir una punzada de compasión cuando en uno de los rellanos se cruzó con la subida del ascensor. Sabía que Saga no estaba en su mejor momento anímico, personal ni profesional, se mirase desde el ángulo que se mirase. Y tenía la certeza que cuando Saga se hallaba sin el control de todos los comandos de su vida podía ser la persona más desagradable pisando la faz de la tierra. Mucho más de lo que llegaba a ser Kanon en sus momentos álgidos de rebelión. Saga no poseía la transparencia de carácter de su hermano, y él sabía muy bien cuánto podía ser capaz de herir si se sentía desprovisto del dominio de cualquier situación.
Cuando Defteros llegó al rellano del octavo piso sintió su corazón encogerse a pesar de estar pisando un terreno que ya era conocido. Al emerger del ascensor avistó la puerta del piso entreabierta, indicándole que su visita era aceptada e inspirando hondo se acercó a ella, le dio un ligero empujón y se adentró un par de pasos más, deteniéndose en mitad del recibidor. Covirtiéndose en improvisado espectador de los últimos rituales de su sobrino mayor antes de salir de casa: la comprobación que toda la documentación necesaria estaba dentro de ese maletín de piel, el guardado de las gafas dentro de su estuche, la reacomodación sobre su cadera de los oscuros pantalones de exquisito corte y la elegancia heredada de Aspros incluso para hacer algo tan sencillo como enfundarse la americana.
Saga sabía que no estaba solo desde el mismo momento que por el rabillo de sus ojos intuyó movimiento en el recibidor. Fingir prisas con los últimos preparativos de sus pertenencias fue la excusa que usó para dilatar unos segundos más la llegada del momento de afrontar la presencia de su tío, pero nada pudo hacer para seguir evitándole cuando una grave y cansada voz pronunció su nombre con una mezcla de deferencia y timidez.
El fiscal cerró el maletín, inspiró profundamente mientras mantenía las manos apoyadas sobre la elegante piel y aprovechó esos fugaces instantes para armarse de coraje, erguir su imponente figura, mirarle de frente sin querer verle y permitir que sus labios pronunciaran lo primero que le envió el corazón.
- Siento no haberme comunicado contigo. Sé que estás en casa de mi hermano desde hace unos días.
- No importa, Saga - Defteros se mantenía en la prudencial distancia que el fiscal tampoco acortaba, y su tono de voz era calmado y afable, contrastando estrepitosamente con las facciones agotadas y apagadas que conformaban su rostro.- ¿Cómo estás? Kanon me puso al corriente del juicio que hoy tienes entre manos, además de que estuviste con Thane...
- Kanon habla demasiado. Es uno de sus muchos defectos.
El tono ácido con que Saga despachó este par de afirmaciones no pasó desapercibido por ninguno de los dos. Defteros inspiró en silencio, como si pensara la mejor réplica para ofrecerle sin atizar más el fuego de la desilusión, y Saga se limitó a apretar los dientes y fruncir su ceño, poniendo de relieve ese rictus de seriedad que le deformaba las facciones cuando su temple se hallaba asediado. Rendirse al inconsciente gesto de pasarse una mano por sus cabellos libres de doma fue otra acción donde se reflejaba la molesta sensación de no saber qué hacer ni qué decir, así como el golpe de respiración que escapó por su nariz.
- Estás enfadado.
Saga le miró a los ojos, recayendo justo entonces en el mal aspecto que ofrecía ese hombre aparecido del olvido y que osaba recordarle demasiado cómo podría lucir su padre si aún siguiera vivo.
- Por supuesto que lo estoy. No me presento al juicio más importante de mi carrera en las condiciones más óptimas.- Le soltó, incapaz de medir el tono de ofensa que seguía impregnando su voz.
- En defensa de tu hermano_
- Ahórratelo.
Saga apenas le miró cuando profirió esta rotunda negativa. Se limitó a agarrar el móvil que tenía cargando sobre el bajo mueble de la televisión, comprobó que había un par de notificaciones de Whatsapp correspondientes a Shura, una llamada perdida del mismo y nada por parte de aquél que tenía pensado dejarle bien solo y vendido.
- Kanon ayer también estuvo con Thane. Y luego yo he pasado parte de la noche con él.- Insistió Defteros, sintiéndose más herido de lo que hubiera supuesto ante la indiferencia que se empeñaba en despacharle Saga.- Ha vivido unas horas muy difíciles, Saga...
- Como te diría él mismo, me la suda. He llegado a un punto en que ya me importa una mierda lo que Kanon haga con su vida.Y lamento que ahora tú estés aquí únicamente por su capricho.- Saga evitaba volver a mirarle, dedicándose a abrir su billetera para comprobar estúpidamente que ésta contenía algo de dinero en efectivo y toda la documentación que le daba pase directo a los Juzgados.
- Estoy aquí porque me necesita.- Le defendió Defteros, sintiendo nacer dentro de él un repentino sentimiento paternal de protección.
- Qué bonito ¿verdad? - la sorna que acompañó esas palabras reverberó dentro de Saga, que seguía amarrándose a ese estado de aversión hacia sí mismo que la lejanía de Shaka había dejado al descubierto de nuevo.- Yo también le he necesitado en muchos momentos de mi vida. Y hoy era uno de ellos. Pero ayer me dejó bien claro que ya me podía ir a la puta mierda yo, el juicio y todo lo que me rodea...Pues nada. Dejemos al crío que siga con sus berrinches. Total, ya estás tú para comprenderle.
- Saga...- Defteros dio un paso atrás para dejar paso a su sobrino, que se detuvo a su lado para agarrar todos los juegos de llaves que descansaban bajo el espejo del recibidor.- Por experiencia propia puedo decirte que rendirse a este cúmulo de decepciones fraternales no acarrea nada positivo.
- Si no te importa quiero llegar con tiempo.- Saga abrió la puerta de su casa de par en par, indicando descaradamente que el tiempo de visita ya se había extinguido.- Y debo hablar con mi asistente en privado.
Defteros aceptó la muda orden con la que su presencia era despedida, y al pasar frente a Saga se abstuvo de ofrecerle ningún gesto de afecto o cercanía. Sólo le miró dentro de sus ofuscados ojos, le sostuvo el pulso y le ofreció la parte de ayuda que también guardaba para él.- Estaré en el juicio. A tu disposición absoluta por si me requieres para lo que sea.
- Gracias, pero no creo que te necesite.- Zanjó Saga, desviando la mirada de ese azul tan profundo que poco a poco le desarmaba la nueva coraza de displicencia que había elegido para protegerse de ese maremoto de maléficas emociones que no le daban tregua.
- Sólo quería que lo supieras...
Defteros salió de los dominios domésticos del fiscal con el ánimo abatido y agradeció que el ascensor aún siguiera detenido en la octava planta, ahorrándose el trance de ver cómo la puerta era cerrada de golpe a sus espaldas.
- Mierda...- Masticó Saga una vez se supo a solas, manteniendo su mano en la manija de la puerta que acababa de cerrar.- Mierda, mierda, ¡mierda!
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La llegada a los Juzgados fue lenta.
Augurándose una más que plausible pérdida de nervios, Saga había cedido el volante de su coche a Shaka, quien sabía soportar con más estoicismo la mala conducción del prójimo, los atascos, las motos emergiendo por todos los ángulos imaginables y los peatones cruzando excediéndose al permiso otorgado por sus correspondientes semáforos.
Esa mañana no estaba de humor para escenificar una magnificiente llegada a pie por la entrada principal, optando por dejar plantados a todos los periodistas, fotógrafos y medios informativos aunque este pequeño detalle ya ofreciera suficiente leña para encender un peligroso fuego en los cimientos de su propia reputación. Shaka condujo el vehículo hacia el acceso del párking subterráneo, protegido también por un cordón policial que facilitaba la circulación de los coches que entraban y salían del edificio, y fue directo a la plaza de aparcamiento que Saga tenía adjudicada para su uso personal e intransferible desde hacía tiempo.
- ¿Dónde quieres ir ahora? - Preguntó Shaka, subiendo el freno de mano y apagando el motor.
- A mi despacho. Todavía es pronto para bajar a los tribunales.
Saga bajó del coche sin añadir nada más. Shaka le imitó los gestos respetándole ese silencio tenso y una vez ambos hubieron recogido las pertenencias que habían dejado sobre el asiento trasero, accionó el cierre automático y entregó las llaves a Saga.
La plaza de estacionamiento del fiscal era la más próxima a la zona de las escaleras y ascensores. Saga carraspeó para intentar deshacer un poco los nervios que tenía consquilleándole en la garganta, y volvió a pasarse una mano por los suaves y alborotados cabellos, con la extraña sensación que ahí le faltaba ese escudo protector que Shaka le había invitado a dejar en casa.
- Pero qué bonita estampa...- les sorprendió una voz, descendiendo con descaro los últimos peldaños de la escalera.- El gran Fiscal General de Atenas acompañado de su fiel lacayo el "destripador despistado"...
Shaka rodó los ojos hacia el grisáceo techo y exhaló un suspiro de fastidio. Saga le fulminó con la mirada y tensó todo su cuerpo al acto, como si ese periodista carroñero fuera una hiena capaz de acecharle.
- ¿Qué narices haces aquí, Afrodita? - Masculló entre dientes, tratando de seguirle los movimientos con los que el joven reportero osó pavonearse a su alrededor.- El acceso a esta zona está restringido.
- Digamos que...tengo mis contactos.
Shaka notó cómo la respiración de Saga se estaba desestabilizando, por lo que intentó tomarle de la mano con toda la discreción que pudo para estrechársela con fuerza, demandándole una sutil atención.- Pasa de él. No merece la pena.- Saga soltó un soplido por la nariz e intentó hacer caso al forense, quien ya le había liberado la mano para disimular el gesto, aprovechando para pasarse la correa de su mochila bandolera de un hombro hacia el otro, dejándola cruzada sobre su pecho.
- Veo que el señor Fiscal está un poco tieso hoy...y raro...- Saga gruñó ante lo incordiante que podía ser ese chaval, y se centró en el ascensor, tocando con insistencia el botón de llamado para que alguno de los dos elevadores decidiera rescatarles de una vez, pero Afrodita no tenía prisa, y se delietaba con ello.- Hoy no sabría decir si Saga Samaras se parece más a su difunto padre o al insensato de su hermano...es una extraña mezcla de los dos...
- ¡Cállate de una puta vez! - Exclamó Saga, hallándose de bruces contra él, haciéndole retroceder hasta la pared sólo con la amenaza de su altura.
- ¡Saga! ¡Déjale que hable! - Shaka le agarró del brazo sin disimulo alguno, tirando de él para conseguir una prudencial distancia entre ambos egos enfrentados.- Hay cámaras de vigilancia aquí, y lo sabe. Te está provocando para que hagas justamente lo que estás haciendo.
- Chico listo tu bomboncito...- Se sonrió Afrodita, ofreciéndoles una mirada ladina, acompañada de un sensual mordisco al tapón de un bolígrafo.
A Saga le asaltó otro golpe de rabia ciega que Shaka se vio obligado a detener con la interposición de su cuerpo.- ¡Que le dejes!
- ¡Se está pasando con todo lo que dice!
- ¡Son sólo palabras, Saga! ¡ Sus palabras!
Finalmente un ascensor abrió sus puertas y Shaka empujó a Saga hacia dentro sin demasiados miramientos.
- Nos ha salido fiero el forense...- siguió provocando Afrodita, que se quedó plantado frente a las puertas todavía abiertas del ascensor.- Me pregunto si en la cama eres tan soso como aparentas siempre o si te surge esta bestia que llevas escondida...
- ¡Me lo cargo! ¡Te juro que me lo cargo!
Shaka se apoyó con ambas manos en los laterales de las puertas, impidiendo tanto que éstas se cerraran como que Saga pasara por encima de él y extrangulara al periodista ahí mismo. Sus ojos azules se clavaron en la mirada de suma satisfacción que le ofrecía Afrodita, regodeándose con la dantesca escena que él mismo había propiciado y de la que era espectador privilegiado.
- Una alimaña como tú no me sirve ni de aperitivo.
- ¡No me subestimes, querido! - Se rió Afrodita, divirtiéndose en extremo con las bajezas de ese momento.
Shaka apretó los dientes y bufó por la nariz una porción de la misma rabia que estaba encolerizando a Saga a sus espaldas, razón por la que al fin decidió soltar las puertas y dar un paso atrás para permitir su cierre y escapar de las ansias de revolcarse en lodo que siempre poseía ese periodista.
- ¡¿Cómo puedes dejar que te hable así?! - Le espetó Saga después de haber seleccionado el número de su planta.
- ¡Porque no es nadie, Saga! Es un reportero de mierda que sólo busca noticias sensacionalistas. ¿Acaso crees que le importa el juicio y todo lo que en él está en juego? No. Sólo quiere sembrar caos sirviéndose de la intimidad de las personas y si le das más bola de la necesaria lo consigue, todo para su propio beneficio. Parece mentira que no le conozcas todavía.
- ¡Claro que sé cómo es! Pero ésto no quita que me joda lo que dice.
- Porque sabe dónde y cuándo meter el dedo y revolverlo, pero tú eres más listo que él. No debes dejar que te confunda ni que te provoque.
Saga se apoyó en la pared que contenía el espejo del ascensor, alzando su mirada hacia el bajo techo lleno de puntos de luz. Mordiéndose los labios con impotencia.- No me siento fuerte, Shaka...- Confesó a media voz.- No consigo concentrarme en lo que debo...
Shaka le observó con tristeza e impotencia. Él ya no sabía qué más podía hacer para recomponer al hombre que amaba y todo lo que tenía a mano en ese momento era la oferta de un abrazo que la apertura de puertas sesgó de un plumazo.
- ¿Quieres que te acompañe?
- No...- Dijo Saga, saliendo del ascensor.- Necesito estar solo hasta que sea el momento de bajar.
- Como quieras. Si me necesitas me das un toque, ¿de acuerdo?
Saga asintió, esforzándose en ofrecer una sonrisa que quedó a medio dibujar. Shaka le sonrió en respuesta y volvió a internarse en el ascensor, seleccionando la planta baja con la intención de ir apurando el tiempo con la compañía de algún café o té.
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La gran moto de Rhadamanthys se detuvo en la acera opuesta de la entrada principal de los Juzgados, donde una importante congregación de periodistas y fotógrafos se agolpaban para asaltar a cualquier persona con el boleto de participante en un juicio mediático que se había desmadrado a nivel nacional.
Kanon bajó mientras se miraba a toda esa muchedumbre esperando saltar a la yugular de quien fuese lo suficiente imbécil de intentar cruzar por ahí, asumiendo en silencio convertirse en buen ejemplo.
- ¿Por qué no entras por la zona habilitada para los abogados? - Rhadamanthys enderezó su espalda sin apagar el motor, manteniendo la moto en equilibrio gracias al puntal en el que se habían convertido sus pies tocando tierra a lado y lado del reluciente lomo de metal negro.
- Y dale. Ya te lo dije una vez...Porque nunca me he sacado el permiso, Wyvern.
El inglés negó con la cabeza, sorprendiéndose todavía de lo dejado y descuidado que seguía siendo Kanon en menesteres básicos que lo único que podían hacer era facilitarle la vida.
- Pues ya te las apañarás, Kanon. Yo voy a aparcar la moto en otra calle y estaré por aquí fuera esperando a que empiece el juicio para entrar. Quizás entonces toda esta chusma ya se habrá esparcido.
Kanon se colgó el caso en el antebrazo y sacó su paquete de cigarrillos para dar cuenta de uno antes de entrar. Cruzó la calle con tres zancadas y al alcanzar la acera de los Juzgados no demoró ni medio segundo en sentirse asaltado por esa horda de periodistas hambrientos que le lanzaban preguntas desde todos los puntos cardinales existentes. Kanon mordió el pitillo y se propuso cruzar sin prestar atención a nadie, y sin importarle un comino pisar los zapatos de quien fuese si éstos osaban interponerse en su camino.
Una vez alcanzado el acceso principal se supo protegido por las vallas que impedían el paso de los periodistas no acreditados, y ahí se tomó el tiempo que le vino en gana para degustar el cigarrillo con la poca calma que le dejaba el incesante martilleo de su corazón.
No podía negarlo. Kanon estaba incómodo y ni aunque se zampara todo el cajetín de tabaco conseguiría frenar el trote de sus nervios.
Tener que verse con Saga no le apetecía en absoluto. Sabía que su hermano estaría cabreado con él. Sabía cómo era Saga cuando alcanzaba el punto álgido de sus enfados y sabía que él se merecía gran parte de todo lo que su hermano mayor pudiera echarle en cara. Pero nada de lo que pudiera escupirle Saga menoscavaba la importancia de lo que había experimentado él, ni el agotamiento que acarreaba ni la buena voluntad que justo en ese momento estaba poniendo por delante para afrontar un proceso por el que tampoco estaba preparado.
El pitillo fue apurado al máximo, hasta sentir la quemazón de la última calada en sus dedos. Retener el humo en sus pulmones todo el tiempo que pudo y soltarlo lentamente fue el último placer que se dio antes de lanzar la colilla al suelo, pisarla y desmenuzarla con la suela de unos lustrosos zapatos que constrastaban con los jeans desgastados que cubrían sus piernas. Acceder al edifico no le supuso ningún problema, y cuando llegó al punto de control de metales se prometió que no iba a vivir lo mismo de la última vez.
No.
No tenía el ánimo para crear una cola kilométrica gracias al capricho de ese detector que parecía hallar metal hasta en las ganas insultar que el solo chisme despertaba, por lo que se concienció de no dejarse absolutamente nada encima que pudiera siquiera hacer cosquillas a esa maléfica máquina.
Primero dejó el casco en la cinta trasportadora, viéndolo desaparecer hacia el escáner casi de inmediato. El paquete de tabaco, dos mecheros y las llaves de su piso las colocó en la bandeja que alcanzó para los pequeños objetos. El teléfono móvil también acompañó esa colección de pertenencias, así como su billetera, varias monedas sueltas, dos paquetes de chicles y un par de clips que no sabía qué narices hacían ahí. Una vez vaciados todos los bolsillos dejó que la cinta también se tragara la bandeja y procedió con su gastada chaqueta de cuero y el cinturón.
El dichoso cinturón.
Se lo quitó de un tirón y notó cómo los vaqueros descendían al momento, quedándose atorados gracias a la ayuda de sus caderas. Las pésimas rutinas alimentarias que hacía días que le acompañaban habían esculpido en él una delgadez de la que no había sido consciente hasta esa misma mañana, cuando el Wyvern le obligó a sentarse a comer algo más sano que bollería industrial, pedazos de pizza a destiempo o comida envasada comprada para salvar los ocasionales rugidos de estómago que la nicotina ya no era capaz de silenciar.
Kanon estaba tan inmerso en su cometido que no se reparó en la fila de gente que igualmente se estaba congregando tras él, pero el gemelo todavía no había terminado. Después del cinturón se sacó los zapatos, puesto que los cordones igual herían la sensibilidad del detector, quedándose pisando el suelo con unos calcetines más gastados de lo que visualmente sería recomendable. El par de zapatos también viajaron hacia esa cortina troceada que esperaba devorarlos y lo último que el funcionario le permitió fue que se sacara la camisa, quedándose con el cuerpo cubierto por una camiseta negra de manga corta con cuello de pico y los vaqueros.
- Señor Samaras, esto es un control de metales, no una consulta médica donde deba desnudarse íntegramente...
- Pensaba quedarme con los calzocillos y los calcetines...
- ¿Quiere hacer el favor de pasar de una maldita vez? - Refunfuñó el hombre encargado del control.- Está creando un atasco innecesario.
- Poca paciencia tiene la gente...Si pitas quinietas veces porque pitas, y si intentas que ésto no pase, porque tardas tiempo...No te jode...
- ¡¿Quiere cruzar de una vez?!
Kanon resopló por lo cansino que se estaba volviendo ese viejo conocido de vista. Acto seguido inspiró profundamente, retuvo el aire y de una zancada exagerada cruzó el umbral delator sin activar ninguna alarma.
- ¡Menos mal! Una vez que no me pita el jodido éste...
Al otro lado ya le esperaban todas sus pertenencias y augurándose lo peor el funcionario se apresuró a darle brío.- Si no le es mucha molestia, vístase en el banco por favor. Necesito el camino despejado.
- ¡Vaya humor llevamos! - Kanon usó el casco como cesta para recoger todos los pequeños objetos y se lo volvió a colgar del antebrazo, la camisa y la chupa de cuero en el hombro, pinzó los zapatos con los dedos de una mano y agarró el cinturón por la hebilla, arrastrándolo hacia el banco más próximo.- Otro día desayuna antes de venir...- Le soltó al hombre, mirándole de refilón mientras lo dejaba todo sobre la superficie de madera pulida.
El viejo funcionario desistió de prestarle atención y prosiguió con su trabajo mientras Kanon se calzaba los zapatos y se servía de la bancada como apoyo primero de un pie y luego del otro para hacer el lazo de los cordones. Seguidamente se puso el cinturón, viéndose en la necesidad de subirse un poco los vaqueros si no quería que quedaran asentados por debajo de la línea que ocupaban sus calzoncillos, y le siguió la camisa, dándose cuenta en ese preciso instante que la chaqueta que había entrado era la de su uso cotidiano y que la americana que Saga le había prestado seguía en la moto de Rhadamanthys.
Esa prenda era la única, a parte de su inseparable camisa negra de los juicios, que había pensado lucir para no hacer rabiar más de lo necesario al pesado Juez Dohko.
Y a Saga.
Y...no quedar como el desastre andante que sus credenciales defendían...y...
Los tonos de llamada pronto fueron cortados, siendo atendido por un asertivo y contrariado "¿Qué es lo que te pasa ahora, Kanon?"
- Rada...la americana de Saga...
"¿Qué le pasa?"
- Que ha quedado en el huevo de la moto...Tienes que traérmela, por favor...
"¡No me jodas, Kanon! ¡¿En serio?!"
- Sí, Wyvern, en serio. Con las prisas por entrar se ha quedado ahí.
"¡Joder! Acabo de llegar, estoy en la esquina...y la moto la he dejado a dos manzanas de aquí...¡Podrías haberte dado cuenta al bajar, ¿no?!"
- ¡Y también podrías haberte fijado tú que no la llevaba encima! - La gente que estaba alrededor de Kanon no escatimó en ofrecerle las típicas miradas curiosas y de morbo que atraen siempre la aparición de gritos, y por una vez en su vida Kanon bajó la voz, tratando de ser discreto ya que pasar desapercibido no era posible dado el percal que tenía montado en la bancada.- Va Rada...ves a buscarla y me la traes...y te prometo que esta noche te dejo llevar a cabo todas las revanchas que quieras...
"¡Arrrg! ¡Fuck! ¡Fuck you, Kanon!"
- Yo también te amo, Wyvern.
#Continuará#
¡Gracias Krista!
¡Saludos a todos los que sigáis con nostros! Si a alguien le apetece dejar algún comentario o parecer, será bien recibido ;).
¡Hasta el próximo capítulo!
