37. Almas al desnudo

- Vamos Ángela...a la de tres...

Lune se lo había prometido la noche anterior mientras le ayudaba a cenar, y si algo enaltecía a Lune era el honor con el que vestía sus palabras. Desde el umbral de la puerta su esposa les observaba, abrazándose la cintura donde se cercaba el lazo satinado del batín que le cubría el cuerpo.

- Las cuidadoras están por llegar, cariño...No hace falta que tú hagas su trabajo. Al final llegarás tarde al juicio...

- Una...dos...¡tres! ¡Arriba!

La anciana se lo miró con un amor infinito, sonriéndole con la vida que aún quedaba en sus ojos, y él le guiñó el suyo haciendo caso omiso de las inútiles advertencias de su esposa, quien tuvo que dar un paso atrás para dejar despejada la salida de la habitación.

Lune caminó con su suegra a cuestas hasta el baño adaptado que había justo al lado, y la sentó en la silla mecanizada con esa dulzura que impregnaba todos y cada uno de sus gestos. Una vez la supo bien asentada, fue a comprobar que la calefacción estuviera a la temperatura un pelín más elevada que le gustaba a ella y cerró la puerta ante la mirada disgustada de Ingrid.

- Cielo...mi hija tiene razón...las enfermeras no tardarán en venir...no es necesario que cargues tú conmigo...

- Lo hago porque quiero, Ángela...- le sonrió él, quedándose en camiseta de maga corta y el pantalón holgado del pijama que se había enfundado al salir de la cama - Sabes que no me cuesta nada...

- Me sabe mal que tengas que ver y hacer...ésto...- ahí su suegra medio lloriqueó, apartando la vista de sus acciones cuando él le sacó el pañal sin la necesidad siquiera levantarle el camisón.

- No se hable más ¿de acuerdo?

Una cálida sonrisa por parte de él. El intento de replicarla en el anciano rostro y la toma de temperatura del agua de la bañera con la mano experta de Lune.

- Cuando la llené estaba demasiado caliente, pero ya se ha enfriado un poco.

- Si no lo voy a notar, hijo...

Lune le volvió a sonreír sin añadir nada más, abstrayéndose en la acción de despojarla del camisón y accionar los mecanismos que sumergirían la silla dentro del agua, facilitando así un bañado de cuerpo entero que las dos enfermeras no podían ofrecerle debido a la dificultad que ambas tenían para alzarla en brazos.

- Ya verás qué bien se siente este baño hoy. No me puedes negar que es mejor que la higiene con toallitas jabonosas. Además, al cabello le hacía falta.- Añadió, tomando un cacito con el que le mojó repetidas veces el blanquecino y escaso pelo.

Primero fue el cabello. Luego el cuerpo el que recibió los cuidados de esas manos que trabajaban con cuidado y respeto, lavándole la piel primero y secándosela con delicadeza una vez fuera de la bañera. Luego le visitó un camisón limpio y por último la colocación de un pañal nuevo, acción que siempre llevaba a cabo de formas tan discretas que parecía que solo estuvieran contando alguna anécdota en vez de realizar esas tareas que seguían violentándola aún pasados años de su parálisis irreversible.

- Ahora sí que debo irme, Ángela...- Un beso fue depositado en la frente de la anciana, que cerró los ojos para intensificar esa pequeña muestra de cariño que recibía cada día sin falta - Las chicas ya acabarán de secarte el cabello y hacerte los masajes en las piernas y brazos ¿de acuerdo?

- Demasiado que haces, Lewis...Eres muy bueno conmigo...

El acicalado que seguidamente se procuró Balrog fue esmerado y concienzudo. El afeitado, perfecto. El peinado, impoluto. Cada nuevo detalle con el que iba conformando su faceta de abogado le acercaba más y más al hombre de aspecto adusto y soberbio que se había dado a conocer en los Juzgados de Atenas, y cuando irrumpió en la cocina, lugar donde tenía costumbre de desayunar la familia, se encontró únicamente con su hijo, prendido de un juego que ocupaba la pantalla entera de su teléfono móvil.

- ¿Y mamá y Emma? - preguntó, acercándose a la cafetera para prepararse una taza de café.

- Ya han desayunado - el chavalín ni alzó la mirada de la pantalla que iba toqueteando mientras con la mano libre sujetaba una galleta a medio comer.

- ¿Y dónde están?

Oskar encogió los hombros como toda respuesta y Balrog se bebió el café de un trago, dejando la tacita en el fregadero donde ya había las muestras de la vajilla usada por las chicas de su clan.

- Me voy, hijo...- anunció, sin la esperanza de obtener algún tipo de réplica.

Andó hacia el sofá donde había dejado el maletín y el abrigo que se colgó del brazo. Comprobó que las llaves del coche estaban en uno de los bolsillos de la prenda de paño y se dirigió hacia la puerta sin esbozar ninguna palabra más.

- ¿Hasta cuándo vamos a estar así, papá? - Lune se detuvo, sujetando la manija de la puerta entreabierta. Ninguna rápida respuesta acudió a sus labios, que se apretaron en un rictus peculiar al tiempo que inspiraba con intensidad - Papá...¿hasta cuándo? No me gusta estar así...- siguió Oskar, que finalmente había despegado la mirada de la pequeña pantalla para clavarla en la espalda de su padre.- No me gustas así.

- Que pases un buen día, hijo...- fue todo lo que atinó Balrog a decir.

La puerta acabó de abrirse y dejó paso a la altivez con la que Lune se vestía cada mañana.

La soberbia con la que pisaba esas baldosas brillantes y pulidas, alfombra de la justicia.

La seguridad con la que observaba a su némesis del tribunal.

Y la absoluta confianza en sí mismo y en su causa...

...tan incomprendida como detestada por quienes compartían con él su vida.

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En la habitación de Úrsula...

- Puedo pedir que suban un desayuno extra...- Úrsula estaba sentada en la cama, con el cuerpo cubierto por una picardía de satén negro, el cabello exquisitamente revuelto y el rostro limpio de maquillaje.

Defteros había saltado de la cama cuando sus ojos se despertaron de un profundo sueño reparador. Al encontrarse luciendo un desnudo integral revivió al acto cada detalle de la noche que acababa de vivir, y un terrible sentido de la traición hacia la rigidez de sus propios valores le empujó a buscar sus calzoncillos primero, seguido de los pantalones tirados por el suelo y la camisa desechada a los pies del colchón.

- Los calcetines...¿dónde están? - hablaba para sí mismo, ignorando la presencia observadora de Úrsula, que alzó la colcha y los divisó al fondo de todo.

- Ahí abajo, cielo...- le indicó, sujetando en alto el cálido cobertor para facilitar la tarea de recuperarlos al nervioso Defteros.

Con los dos amasijos de calcetín en la mano, Defteros se sentó en la cama dando la espalda a Úrsula y se los enfundó con premura, apresurándose también a calzarse los zapatos para poder perpetrar una inútil escapada de sus propias contradicciones internas.

Úrsula le observaba con un deje de tristeza. Le dolía ver cómo él se movía con excesivo nervio, ganando segundos al tiempo para abandonar un espacio donde al final habían sido capaces de compartir una íntima velada. Las lágrimas habían dejado espacio a las confesiones de antiguos sentimientos, a la reconciliación con sus correspondientes añoranzas y al sosiego del alma para poder volver a descubrirse, y hacerlo a través de una mirada más limpia y reparada.

Ahí fue Defteros quien sucumbió al impulso de besar esos labios todavía medio adornados, y Úrsula se ofreció sin reservas a las ganas de sentirse besada, acariciada y tocada por las manos de un hombre que lo hacía gobernado por el mismo sentimiento de necesitar saberse deseado por una atractiva mujer en plena consciencia de su cálida entrega.

- Los dos lo quisimos, Defteros...- Úrsula alargó la mano para acariciar la espalda de Defteros, llevándola hacia arriba otra vez para tirar suavemente de una de las hebras de cabello que le rozaban los hombros y repetir la acción, notando cómo él se erguía y clavaba ambas manos sobre el colchón.

- Lo sé, Úrsula. Y no me arrepiento de haberlo hecho...Lo que pasa es que...- Defteros venció la cabeza sobre su pecho, inspirando en silencio y sin acabar de decidirse en acabar la frase.- Nada, olvídalo...

- Entonces no es necesario que ahora me rehúyas. Somos dos adultos de vuelta de todo, cariño.

Defteros se medio giró para poder mirarle directamente a los ojos y retomó la idea que acababa de dejar sin conclusión.

- Yo amo a Sasha...Nunca he dejado de hacerlo.

- No lo dudo.

- Pero...

Defteros se detuvo, inspirando otra vez el valor que le urgía para exponer en voz alta una realidad que llevaba años viviendo en el más oxidado de los silencios. Úrsula dejó que su mano buscara la que Defteros aún tenía asida a la colcha y la acarició por encima, quedándose ahí. Sujetándola con algo muy parecido al desinteresado cariño.

- ¿Pero...?

- No es la primera vez que me acuesto con una mujer desde que Sasha dejó de ser Sasha...- la vergüenza que le embargó ante dicha confesión hizo que agachara el rostro y pronunciara las palabras hacia adentro.- Pero es que son muchos años, Úrsula...Son muchos años viviendo...- Su voz calló. Apretó la mandíbula y cerró los ojos por el largo momento en que volvía a saborear la condena hacia sus propias acciones.- ...viviendo como si estuviera atrapado en un bucle sin salida...- su azul mirada buscó con reservas la de Úrsula, hallándola a su lado. Paciente y comprensiva.

- No pasa nada, cielo. Absolutamente nada. Decidiste volcar tu vida hacia una persona que te necesitaba y que aún necesita, pero tú sigues siendo un hombre con derecho a vivir. Tú también tienes todo el derecho del mundo a recibir el amor y afecto que otras personas quieran darte, aunque sea durante una noche como la que hemos compartido, inesperada y gratificante para ambos...- Defteros intentó hacer el esfuerzo de sonreírle, pero un dolor muy personal mantenía sus labios apretados en un rictus de culpabilidad, el mismo que le embargaba siempre que cedía su cuerpo para disfrutar el fugaz hecho de sentirse vivo ante ojos ajenos. Úrsula intuyó el tipo de batalla interna que Defteros llevaba años librando solo y se acercó un poco más a él para susurrarle en el oído.- ¿Sabes cuánto hace de la última vez que yo estuve con mi último amante? - Defteros negó con la cabeza al tiempo que viraba un poco más su rostro y le atisbaba la pícara sonrisa de refilón - Dos años. Y te aseguro que la noche que hemos pasado me ha sentado a gloria. Quedémonos con esto.

Ahí Defteros sí se dio el permiso para sonreír. Y para respirar. Y para girarse un poco más, sentándose bien sobre la cama y ahí hablar con la franqueza que le demandaba su corazón silenciado.

- Cuando Aspros obtuvo la custodia absoluta de los críos, Sasha se hundió.- Comenzó a relatar, sintiéndose con una libertad que no había experimentado hasta el momento.- Yo pensaba que mi hermano acabaría recapacitando, reculando en el odio que se había instalado en su pecho y en las ansias de vengarse de nosotros a toda costa, aún utilizando como escudo a sus propios hijos...Te juro que lo pensaba, Úrsula...pero Aspros no dio un brazo a torcer, y yo aún no soy capaz de perdonar a esa versión de mi hermano. Podría haberle perdonado que no me hubiese querido hablar nunca más, también que forzara que me despidieran de mi trabajo de estibador en el puerto mercante...de hecho ésto se lo perdoné porque siempre he sabido buscarme la vida, pero que le arrebatara los hijos a Sasha...que no le permitiera siquiera que los visitara...eso fue muy despiadado y cruel.

- Recuerdo esa época...- reflexionó Úrsula con cierta amargura, rememorando las veces que Aspros acudía al despacho con Saga y Kanon y sus rotundas negaciones a mostrarles un ápice de atención.- Aspros ahí cambió...- continuó, sumida en las vivencias que le afectaban directamente a ella - Sé que la primera vez que Aspros y yo nos "acostamos" fue fruto del despecho. Sucedió en su propio despacho y si no fuera por el pequeño detalle de que yo estaba perdidamente enamorada de él desde el primer día que le vi, se podría decir que fue un polvo medio forzado. Recuerdo que me tomó de improviso y apenas me di cuenta que ya estaba atrapada entre él y la pared y sus ansias de...de descargar ira, supongo...- Úrsula también inspiró para darse un alto en una nueva oleada de recuerdos, siendo éstos de cariz mucho más íntimo de los compartidos horas atrás.- Luego nos establecimos como amantes habituales y tuvimos épocas de todo; algunas fueron muy buenas e incluso llegué a pensar que algún día se quitaría la maldita alianza que siempre me recordaba el plano en el que yo me movía, y en otras asumía que todo lo que me podía ofrecer era una amistad peculiar y alguna noche esporádica donde sus propias ansias de sentirse amado me permitían volver a revivir ese jodido amor que siempre le tuve.

- ¿Nunca se despojó de su alianza de casado? - preguntó Defteros, entre contrariado y curioso.

- Nunca. Creo fue Saga quien se la quitó cuando el infarto se lo llevó, porque en el velatorio me fijé en sus manos desnudas y debo admitir que a Kanon no le vi aparecer en ningún momento por ningún lado...Así que asumo que esa dichosa alianza está en poder de tu sobrino mayor.

- Entonces con más razón me reafirmo en el odio que siento por él...Porque destrozó a la mujer que amó, Úrsula...la condenó al tormento de sufrir una depresión tras otra, incluso perpetró un intento de suicidio que casi consigue acabar con su vida y todo ese derrumbe emocional ayudó a que esa jodida enfermedad apareciera en una edad prematura, convirtiéndome a mí en una especie de ángel guardián eternamente en deuda con ella - Confesó Defteros, con los ojos aguados de nuevo - Ella tenía veintisiete años cuando comenzó su caída en los infiernos, y yo treinta...Años - prosiguió Defteros, tragando saliva para aclarar una voz que no quería pronunciar rota -...años estuve rezando a todo lo que se me ocurría para verla recuperada, para ver sus ojos brillar con algún destello que me recordara la muchacha de la que me enamoré, pero su mirada se sumió en una oscuridad asfixiante, y llegó un momento...cuando me la llevé a vivir a Calcis...en que caí por primera vez a la necesidad de sentirme amado por la persona que yo pudiera ser, con mis virtudes y mis muchos defectos, pero amado aunque fuera por unas pocas horas...Y Sasha ya estaba en una espiral de destrucción interna en la que sólo me necesitaba a su lado...Estando por ella, trabajando por ella, luchando con todos los abogados que podía por ella, viviendo todas las horas de mis días por y para ella...No he dejado de estar pendiente de ella ni un solo día de todos los que la vida me va regalando desde entonces...

- Te convertiste en un esclavo de su dolor y enfermedad, cielo...- Intervino Úrsula, aprovechando el alto a las confesiones que había hecho Defteros.

- No, no lo digas así, esclavo no...- negó Defteros incluso con la cabeza, desechando la crudeza que impregnaba las palabras elegidas por Úrsula - Pero sí que me sentí responsable de ella desde que Aspros desmanteló nuestra traición. Me sentí responsable de la ira de mi hermano, y sigo sintiéndome responsable de la miseria de vida que tanto él como yo le ofrecimos sin darle otra opción a elegir. Y esta responsabilidad que acarreo sobre los hombros consigue que me sienta mal conmigo mismo cada vez que cedo a las ganas de sentirme un poco escuchado, un poco visto como una persona que también anhela su pequeña porción de reconocimiento, como alguien que también necesita experimentar el gozo de compartir una charla sobria, una copa, un cigarrillo...nimiedades así además de todo lo que aporta el poder disfrutar junto con otro cuerpo, no sé si me explico...- dijo Defteros, mirándose a Úrsula como si le estuviera pidiendo perdón a Sasha.

- Defteros, cariño...- dijo Úrsula, acercándose aún más a él para afianzarse a su brazo - Que hayamos follado no va a hacer que a Sasha le falte atención. Ni cariño. Ni amor. Que hayas estado con otras mujeres en el pasado no ha hecho que a Sasha le faltara ni un gramo del inmenso amor que se nota que le profesas, ni lo hará en caso que lo repitas en un futuro. Eres un hombre en todos sus cabales mentales - prosiguió Úrsula, acariciándole la rasposa quijada con su mano.- Físicamente estás como los dioses del Olimpo y posees un corazón tan grande que no te cabe en el pecho. Te repito que tienes todo el derecho del mundo a disfrutarte y a dejar que te disfruten, y para nada dejarás de amar y de colmar de afecto a la mujer de la que te enamoraste de joven y de la que, por circunstancias que ofrecen las vidas de cada uno, hace décadas que no puedes compartir con ella más de lo que llevas regalándole: todos tus años, todos tus días, todo tu afecto y todo el amor que ella necesita, porque tú sabes tan bien como yo, que el tipo de amor que le brindas desde esos tempranos años es el que a ella le ilumina por dentro. No necesita de otro. Pero tú no te culpes por sí necesitarlo, buscarlo y obtenerlo. Que la vida son dos días y a ti y a mí ya nos van quedando menos.

Úrsula le besó la mejilla, le acarició el brazo que volvió a tomar con ambas manos y se separó de él para bajarse de la cama, adecentarse con gestos coquetos la picardía que se había puesto para dormir y acercarse a la mesita donde había el teléfono para comunicarse directamente con recepción.

- Buenos días, me gustaría pedir que me suban el desayuno a la habitación, por favor...308...sí...Desayuno para dos...Sí, para dos...Estupendo. Gracias.

- Úrsula...

- Ya está hecho. Después de desayunar ya te dejaré libre para que vayas a cambiarte de ropa donde sea que estés pasando los días.

Un guiño de ojo zanjó la decisión que acababa de tomar Úrsula, y sus andares hacia el baño abrieron la puerta a una nueva propuesta.

- ¿Me acompañas? Ducharte puedes hacerlo también...

- No, gracias - se sonrió Defteros al fin, divertido ante la revivida juventud que estaba experimentando la que había sido fiel secretaria de Aspros - Te acepto el desayuno pero declino la otra oferta. Ya estoy vestido.- Dijo ante la obviedad que reafirmaba sus palabras.

- Entonces...despeja la mesa, cariño. Y abre la puerta cuando llegue el servicio, que yo tengo para rato. Adecentarme las arrugas no es tarea rápida.

Úrsula cerró la puerta tras su contoneo de cadera y en seguida se escuchó el fluir del agua. Defteros acató la orden recibida y se alzó de la cama para dirigirse a la mesa y hacer a un lado el bolso, el cajetín de finos cigarrillos, su propio paquete de tabaco de liar y un mechero dorado, acorde con todo el attrezzo de Úrsula.

Aprovechando ese impás de soledad, Defteros recuperó su teléfono móvil esperando ver alguna notificación de Lisa. Como cada madrugada tenía pactada una video-llamada para ver y hablar con Sasha, y si el corazón le dolía también esa mañana era por el descuido que sus propios anhelos humanos habían cometido al olvidar dicha cita.

El estómago se le contrajo al ver el mensaje de Lisa, esperando todavía a ser leído.

Un mensaje tan premonitorio como providencial...

"Defteros, hoy no es un buen día. No sufras. Mañana lo intentamos de nuevo. Cuídate y mímate, sabes que te lo mereces. Lisa"

Una liberadora exhalación le descomprimió los remordimientos y finalmente aceptó para sí mismo que sí. Que merecía mimarse. Quererse un poco. Y tomar de la mano el permiso que ese viaje a Grecia le estaba ofreciendo a su corazón abnegado.

Aclaraciones: en dicho capítulo surgen algunas referencias que se mencionan y explican en "Duelo Legal: Triángulo", prólogo de todo este monstruo que está conformando DL.