41. ¿Quién es Garby?

Kanon se prendió un nuevo cigarrillo después de haber elegido los platos del menú del día que ofrecía el pequeño restaurante propuesto por Aldebarán. Ambos coincidieron en la elección y el grandote enfermero declinó la oferta de un cigarrillo, encomendándose al esfuerzo hecho durante los últimos seis años.

─ No te imaginas cuánto mejoró mi vida cuando decidí dejarlo, eso sí, cogí unos quilos de más…─ una aceituna cayó dentro de su boca, y al repelar el hueso y dejarlo al cacito tomó otra.

─Dejarlo no es algo que me apetezca, la verdad ─ Kanon también se hizo con un par de aceitunas, temiendo que la agilidad de Aldebarán acabara con ellas sin darle tiempo siquiera a extinguir el pitillo.

─¿Hace mucho que fumas? ─ ahora fue una rebanada de pan la que cayó en sus garras, crujiendo de forma muy apetente cuando los dientes le dieron la primera mordida – Qué hambre tengo…─ murmuró a modo de anuncio circunstancial ─ desde las ocho que he desayunado estoy que muerdo…─ Kanon se rio ante la naturalidad con la que ese recién conocido le trataba. Aldebarán no había encontrado ningún inconveniente a la propuesta de almorzar juntos para poder charlar sobre el lugar de trabajo del enfermero, y ni si quiera había salido con ninguna objeción cuando Kanon le preguntó si podían comer en la terraza, protegida entre paneles de plástico y caldeada con tres estufas tipo paraguas repartidas por la zona ─. Bueno, dime…¿cuánto tiempo llevas con el vicio?

─ Si te lo digo ofendo tu profesión de sanitario – volvió a reírse Kanon, propinando una larga calada antes de aplastarlo en un cenicero que bajó al suelo, mostrando una mínima decencia al no dejarlo encima de la mesa.

─ Te aseguro que nada me asusta ya…¿O acaso no acabas de ver dónde me paso el día?

Ahora el que se rio abiertamente fue Aldebarán, y Kanon aprovechó el ligero despiste para hacerse con una de las últimas aceitunas que quedaban en el platito servido de aperitivo.

─ Desde los quince.

─Toma ya. Casi nada ─ al ver que no quedaban más olivas, Aldebarán no sufrió ningún tipo de vergüenza cuando reclamó la atención del camarero y le levantó el platito, indicándole que necesitaba imperiosamente otra ración.

─ Sé que tal vez algún día debería dejarlo…─ reflexionó Kanon, sufriendo un repentino ataque de madurez ─ pero es que ya no es solo la adicción, la jodida realidad es que me gusta. Empezó cuando era un adolescente como una rebeldía para joder a mi padre y acabó enganchándome ─ un encogimiento de hombros secundó esta sincera explicación y, a falta de olivas o bebida de la que dar cuenta, también fue una rebanada de pan la que acabó dando trabajo a su mandíbula ─. Lo jodido del caso ─ dijo, con la voz deformada por estar hablando con la boca medio llena ─, es que me encanta. Sobre todo prenderlo cuando hay esas ganas retenidas, ¿sabes? Esa primera calada es…

─Sublime, sí, jajaja ─ Aldebarán volvió a reírse, y Kanon se sentía terriblemente cómodo con él, como si fuera un colega que conociera de toda la vida ─ Recuerdo esa sensación, sí…Era un placer fugaz pero tremendo, como comer. Aquí está la prueba, jajaja ─ el enfermero se recostó en su silla y se frotó con gracia el estómago cubierto por un grueso jersey de lana ─ ay…todos los placeres pasan factura al cuerpo, maldita sea la madre naturaleza.

─ ¡Todos no, joder! ¡Follar está incluso recomendado!

─ Cierto, cierto ─ ahí Aldebarán se rio a carcajada limpia, y a Kanon se le pasó el bochorno de haber soltado una de las suyas con la misma rapidez que también le ganó la risa ─. ¿Cómo hemos acabado hablando de vicios y sexo? ¿No tenías que preguntarme cosas acerca del hospital?

Ambos mantuvieron sus presencias apartadas de la mesa ante la llegada del cargado camarero. En la bandeja viajaban los refrescos de cola con sus respectivos servicios, un nuevo platito con más aceitunas y otra ración de pan. Detrás llegaba otra camarera con los platos humeantes de sopa de avgolemono*.

─ Me has comentado esta mañana que llevas trabajando aquí veintitrés años – Kanon cogió la cuchara y removió la sopa para mezclar bien todos los ingredientes.

─ Sí. Casi nada tampoco…- Aldebarán se llevó la cuchara a los labios sin haber tanteado la temperatura, esbozando la inevitable mueca de incomodidad una vez la quemada de lengua ya no se podía evitar ─. Comencé a trabajar aquí con veintiséis años ─ recordó, presionándose la servilleta de papel contra los labios, como si así fuera a mitigar la sensación de quemazón lingual ─ y ahora cuento con cuarenta y nueve. Ya ves tú cómo corre el tiempo. Estos años me han parecido un suspiro.

Aldebarán hablaba. Mucho. Y lo hacía con una naturalidad y soltura tan genuinas que era imposible sentirse mal en su compañía, contrastando estrepitosamente con el abrumador aspecto que le confería su enorme estatura y amplia complexión corporal.

─ Este chico…─ Kanon rescató el móvil de las interioridades de su anorak y buscó las fotografías que había hecho de las revistas sirviéndose de su zurda, puesto que con la otra aún sujetaba en alto la cuchara con la sopa ─ ¿Le recuerdas? ─ le mostró a Aldebarán la pantalla con una imagen ampliada y este arrugó el ceño, acercando la vista al dispositivo sujetado con pulso variable.

─ A ver…─ tomándose el permiso por su cuenta agarró el móvil de Kanon para poder fijarse mejor.

─ Este chaval sale en varias ocasiones al lado de Thane ─ comenzó a explicarse Kanon después de tragar la primera cucharada de sopa ─ y en la relación de nombres que sale debajo de toda la peña que aparece en las fotos, a él se le nombra con un mote: "Garby".

─ Ostia…Garby…sí…─ dijo, echándose hacia atrás al tiempo que se rascaba la nuca.

─ ¿Le recuerdas? ─ preguntó Kanon, abriendo los ojos con sorpresa mientras parecía haber cogido carrerilla con la sopa.

─ Arrrrg…¿cómo se llamaba? ...─ Aldebarán se frotó la cara como si los recuerdos fueran a surgirle cual Aladín de la lámpara ─ Era…sé que era extranjero también…─ continuó, devolviendo el móvil a Kanon ─ Noruego si no me equivoco…

─ Es que mira…sale en varias de las fotografías de los anuarios, siempre junto a Thane…─ Kanon volvió a mostrarle las imágenes, pasando el dedo tan rápidamente que apenas le daba tiempo a focalizarse en nada.

─ Garbellen. Sí ─ recordó de golpe Aldebarán ─. Sus apellidos eran Dou Garbellen, pero el nombre no lo sé. Siempre se le conoció como "Garby". Él sí trabajaba en el ala donde estaba ingresado Thane. Y…si no estoy equivocado…─ la cuchara fue recuperada y la sopa, ya más templada, comenzó a ser ingerida sin demasiadas pausas ─ trabajó mucho tiempo en turno de noche porque combinaba el trabajo con otros estudios.

─ ¿Relativos a la medicina también? ─ inquirió Kanon, que comenzaba a sentir extrañas vibraciones alrededor de ese joven de aspecto austero e intrigante.

─ ¡Qué sé yo, amigo! A tanto no llego…

─ Y dices que era noruego…

─ O sueco. O finlandés. Del norte seguro. Pero vaya, creo que era de Noruega…aunque muy rubio precisamente no era, sino todo lo contrario…

─ "Du Garbelen"…¿así? ─ Kanon le mostró el nombre que acababa de anotar en el blog de notas del móvil, pero Aldebarán negó con la cabeza al ver un par de errores que se encargó de corregir de inmediato, tomándose la misma libertad de hacerse con el dispositivo del abogado para escribirlo él mismo.

─ Así: Dou Garbellen.

─¿Crees que podría ser la persona que enviaba cartas a mi padre?

─Chico, eso no lo sé…─ dijo Aldebarán, encogiéndose de hombros mientras inclinaba el plato para poder extinguir bien la sopa.

─¿Quien ayudó a escapar a Thane, tal vez?

Otro encogimiento de hombros reafirmó la negativa por respuesta. Aldebarán se hizo con otro trozo de pan para dejar el plato bien limpio y Kanon se mantuvo en silencio el rato que demoró en terminar su plato.

─¿Sabes si podría contactar con él de alguna manera? ¿Habrá algún teléfono o algo? ─ preguntó, intuyendo que ese joven enfermero tenía algo que aportar al caso.

─Ahí ya tendrías que hablar con la dirección del centro, y debido a la protección de datos, no sé yo si podrán ayudarte…

─¿Recuerdas algo más de este muchacho?

El camarero acudió con los segundos, invitando a que fueran los mismos comensales los que colaboraran con él amontonando los platos vacíos y listos para retirar. Kanon agarró una patata frita directamente con los dedos y Aldebarán las sazonó bien con sal.

─ Era poco hablador con los compañeros. No trabajé mucho junto a él por lo de estar en pabellones distintos, pero sí que recuerdo también su pulcritud las pocas veces que coincidimos. Era muy metódico con todo: las pautas de medicación de los pacientes las llevaba como nadie, y el trato que tenía con ellos era dulce, paciente, siempre sereno y calmado. Se notaba que era enfermero por vocación. Hay otros colegas que, aunque son buenos con su trabajo, no tienen ese toque delicado y empático que Garby sí tenía. Creo que sabía comprender el dolor y el sufrimiento por el que pasaban los pacientes, y no les hacía sentir mal por ello…y eso es un don. Fue una lástima que dejara el hospital tan pronto...

Kanon había tomado el vaso para apurar medio refresco de una tacada y su siguiente víctima fue la pata deshuesada de pollo horneada con especias.

─ ¿Por qué dices esto? ¿No estuvo mucho tiempo?

─ No, la verdad es que dejó el trabajo poco después de la fuga de Thane ahora que lo recuerdo…─ dijo Aldebarán, recalculando sus propias memorias.

─ ¿Con algún pretexto?

─ A ver, básicamente hay dos tipos de personas que dejan el trabajo del hospital: los que, como Garby, siguen con sus estudios y, por lo general buscan otro tipo de empleo más acorde a sus nuevos conocimientos, o los que no pueden soportarlo y lo dejan. Trabajar en un psiquiátrico ejerciendo la enfermería no es fácil ─ ahora fue el turno de Aldebarán de beber un poco de cola para hacerse bajar la comida ─, pero como digo…Garby no era de estos últimos, el tío tenía un jodido don que ya quisiéramos la mayoría.

─Tú eres bueno. Para llevar metido allá dentro tantos años hay que serlo ─ acotó Kanon, guiándole un ojo en señal de camaradería.

─Es lo que quiero pensar, no te creas, jaja. La otra opción es que ya estoy para ser un interno también y me voy autoengañando como hace Leonardo DiCaprio en "Shutter Island".

La salida de Aldebarán pilló a Kanon con el refresco a medio tragar y descomunales tuvieron que ser sus esfuerzos para evitar que le saliera a presión por la nariz. Aldebarán ya hacía rato que estaba enganchado a la risa fácil y ver a su nuevo conocido en tales apuros aún le espoleó más, acabando ambos enzarzados en unas sanas risas que iban acompañando lo que estaba siendo un buen momento de intercambio y compañía.

Poco más podía aportar Aldebarán además de su inmensa afabilidad y luminosa alegría. Todo lo que sabía sobre el enigmático Garby ya estaba expuesto sobre la mesa y el almuerzo acabó de transcurrir amparado por esa sensación de confianza que parecía acompañar al grandote enfermero ahí donde estuviese.

─ Muchas gracias por todo, Aldebarán ─ Kanon le ofreció la mano y la volvió a perder en el apretón con el que Aldebarán le correspondió el gesto ─. Eres un tipo cojonudo.

─Ha sido un placer, Kanon. Me sabe mal no poder ser de más ayuda, pero guarda mi teléfono por si necesitas hablar conmigo en otra ocasión.

─Lo haré.

Kanon abrió la puerta del coche y lanzó su mochila dentro. El enfermero se había puesto tozudo en su intención de acompañarle de regreso al hospital, lugar donde Kanon había estacionado el vehículo prestado por Shaka.

─ Cuídate y ojo en la carretera.

El abogado asintió ofreciéndole una de sus medias sonrisas y Aldebarán acabó de despedirse con lo que para él pretendió ser un par de afectuosas palmaditas sobre el hombro de Kanon. Unas palmaditas un tanto pasadas de medida, pero acordes con la inmensa bondad que residía en su entregado corazón.

Otras tres tediosas horas de conducción le esperaban por delante. Si no hacía ninguna parada llegaría a Atenas sobre las siete de la tarde, pero había una pequeña cuestión que le estaba carcomiendo por dentro: Thane, Garby y su relación. Nunca le había hablado el médium de sus años entre camisas de fuerza, cámaras acolchadas y enfermeros adiestrados para lidiar con la enfermedad mental. Jamás le había detallado cómo había transcurrido su fuga de ese centro enclaustrado y, menos aún, si había tenido alguna colaboración en ello. Pequeñas cuestiones que poseían suma importancia y las cuales parecían haber permanecido bajo capas y capas de irracional olvido ejercido concienzudamente por todos, como si en silencio se hubiesen puesto de acuerdo para no transitar esos caminos borrados por la maleza de la inmoralidad.

No podía esperarse a llegar a Atenas. Kanon hervía en dudas y Thane seguía siendo un hombre misterioso y encerrado en sí mismo a pesar de haber llegado a puntos de extrema conexión con él y su don. Thane se ofrecía a los demás, se abría en canal para poder ayudar a sanar las almas que acudían a él clamando la oportunidad de poder volver a tener voz, pero él rara vez se había expresado. Y, más allá de su esencia espiritual, Thane también seguía siendo un hombre: con su vida rutinaria, sus pocas ilusiones, sus propias tristezas, sus infinitas emociones…Y la férrea renuncia a compartirlas, priorizando siempre el bienestar de los demás y olvidándose tácitamente del suyo, como si él mismo no se permitiera el derecho de intentar ser feliz.

Los tonos de llamada se iban sucediendo y Kanon cortó el intento de comunicación antes de que saltara el contestador, repitiendo la acción con la esperanza de ser atendido un poco más menguada. La espera volvió a presentarse y, cuando Kanon casi se rindió, la voz de Thane apareció al otro lado.

"Hola, Kanon"

─ ¡Thane! ¿Estás en el juicio?

"No. Iré cuando sea el momento de dar mi testimonio, creo habértelo comentado."

─Sí que me lo dijiste, pero eso no quita que encuentre extraño que no vayas…Se está procesando a tu hermano…

"¿Qué quieres, Kanon?" ─ el tono de Thane se percibía frío y distante, sensación que se intensificó más cuando pareció querer terminar una charla que no había querido ni empezar ─ "Estoy a punto de regresar al trabajo, no puedo entretenerme."

Kanon arrugó la nariz. No le gustaba el color que iba tomando esa conversación, menos aún después del nivel de intimidad espiritual que había existido entre ellos dos. Thane parecía alejarse de esa figura paternal en la que se había ido convirtiendo durante las últimas semanas y comenzaba a asemejarse demasiado al Thane que Kanon halló en el centro de bricolaje el día que fue en su búsqueda.

─¿Quién es Garby? ─ le abordó sin previo aviso, molesto por el tosco tono con el que el médium le había atendido.

"No sé de qué me hablas."

─Sí lo sabes, Thane. Ni siquiera has dudado un segundo en responderme. Ni has repetido el nombre que te he dado para confirmar que lo habías entendido bien. Porque lo has entendido perfectamente a la primera, a mí no me jodas.

"Kanon, ahora no tengo tiempo, de verdad. Debo empezar el turno de tarde en mi trabajo, algo que no puedo permitirme el lujo de perder."

─¿Fue él quién te cubrió las espaldas en tu fuga del psiquiátrico?

"Por favor, Kanon, ahora no…"

¡Sí, ahora sí, Thane! ¡Estoy en Lamia y no puedes negarme las evidencias que he hallado con mis propios ojos, joder! ¡Fue él, ¿verdad?!

Thane ya no respondió. El tono intermitente del corte de llamada copó el oído de Kanon y la rabia que le subió por la garganta hizo que casi estampara el móvil contra el parabrisas.

Casi…porque acabó apretándolo con tanta fuerza que los nudillos de su mano se vislumbraron a través de la tensión que la atravesaba y un frustrado "¡joder!" secundó el lanzamiento del dispositivo contra el asiento vacío del copiloto.

Kanon miró el reloj que había en el centro del salpicadero, con la respiración cabreada y la necesidad de retomar esa conversación royéndole por dentro.

Si no surgían imprevistos llegaría a Atenas sobre las seis y media de la tarde, hora perfecta para poder acercarse al Brico Oikos y buscar a uno de sus empleados para pedirle asesoramiento en cuestión de botes de pintura y brochas y, de paso, charlar un poco sobre psiquiátricos lejanos, enfermeros enigmáticos y tácitas de fugas sin rastro.

Nada de lo que no se hable normalmente entre asesor y cliente…


Anotaciones al capítulo:

(*)Avgolemono: sopa elaborada con caldo de ave, huevo y limón. Ideal para los amantes de los sabores intensos, aunque el punto de limón siempre se puede ajustar al gusto de cada cual.