The Wyvern's Cave
─Así que el abogado de la defensa había ejercido de enfermero en el mismo psiquiátrico donde estuvo Thane...
Rhadamanthys estaba fregona en mano, dando un último repaso al suelo tras la barra. Había decidido acudir al pub por la tarde y abrirle la persiana durante unas horas en las que apenas tuvo trabajo. Kanon se hallaba sentado en un taburete, al otro lado, con unas profundas ojeras de cansancio delineándole la achicada mirada. Ni fuerzas le quedaban para entrar en detalles de cómo había transcurrido su largo día y, por primera vez en la vida sabiéndose en plena consciencia de ello, lo único que deseaba era irse a casa.
Sí.
Irse a casa, meterse en la cama y dormir. Dormir largo y tendido hasta que el dolor de espalda le arrancara del colchón al día siguiente.
─Te juro que haber descifrado que tras Dou Garbellen yace el jodido Lune de Balrog no me ha dado la satisfacción que creía...─ Kanon se frotó el rostro con ambas manos, despejándolo únicamente para mostrar sus ojos enrojecidos de agotamiento.
─Porque no concibes como alguien que de joven batalló a su manera para defender una causa perdida como lo era Thane ahora ejerza de abogado, y que lo haga para defender a Hypnos ─. Rhadamanthys sumergió el mocho en el cubo de agua con olor a lejía jabonosa y dio otro fregado en la zona de los tiradores de cerveza.
─Pues no. No me entra en la puta cabeza. Lo único que sé del cierto es que ese tío es un zorro y no creo que se acojone ni un milímetro, aunque que le restreguemos por la jeta que hemos dado con su pasado.
─Bien que él os lanza puyitas, Kanon...─ Rhadamanthys agarró un trapo húmedo y lo pasó por encima de toda la barra ─. Os deja claro que sabe sobre la defensa que Saga hizo de tu causa, se preocupa mucho en referirse a Aspros en términos descalificantes cada vez que puede. Él se está dando todas estas libertades con vosotros.
─Porque nos lleva ventaja. En todo. Nos tiene agarrados de los huevos, literalmente.
Kanon suspiró con desánimo. Volvió a frotarse la cara y acabó arrastrándose los cabellos hacia atrás hasta dejar las manos en la nuca y presionar las cervicales contra ellas.
─Tengo varias llamadas de mi tío, pero no se las he devuelto...─ dijo, cambiando de tema mientras Rhadamanthys se hacía con el cubo y la fregona y se lo llevaba hacia el almacén ─ Luego le he mandado un whastapp y no me lo ha contestado...ni siquiera me sale como leído...¿sabes algo de él? ¿le has visto?
─Sí. Se me había olvidado ya...─ admitió el Wyvern, emergiendo de las profundidades de la trastienda ─ Ha pasado por casa durante el receso del juicio; ha recogido sus cosas y me ha dicho que se iba a un hotel, que no deseaba causarnos más molestias.
─¿Y tú le has dejado?
─¿Y qué querías que hiciera? ─ se defendió Rhadamanthys.
─No sé...¿retenerle, por ejemplo? ─ contraatacó Kanon con tono sarcástico.
─¿Para qué? Si desde que llegó bajo el pretexto de pasar tiempo contigo tú no has estado en casa para nada...
─También es verdad...─asumió Kanon, no sin sentir un poco de vergüenza hacia el egoísmo que le llevó a pedirle el viaje ─ Aún no he podido estar con él del modo en que lo había planeado. En serio, qué mierda de días...
─Además ─prosiguió Rhadamanthys, inclinándose sobre la barra para apoyar los brazos en ella ─, reconozco que me ha pillado todavía en la cama y...digamos que...mi capacidad de reacción no estaba activa.
─¡¿Al mediodía todavía estabas sobando?! ─se sorprendió Kanon, medio con reproche medio con envidia.
─ ¡Sí, ¿y qué?!
─Joder, Rada...
─Me gusta dormir, ya lo sabes. Y estaba cansado...─ al Wyvern le cambió la mirada cuando su mente recuperó ciertas escenas vividas la noche anterior ─ ese polvo inesperado de ayer me dejó bajo mínimos...
Kanon le observó arqueando las cejas, entre incrédulo y bribón.
─ Ya. Ahora la culpa es del polvo que tú mismo buscaste...─ dijo aceptando el juego, mostrándolo con la picardía que imprimió en su voz.
─Llevamos una buena racha, no me lo puedes negar.
─Ya veo que tendré que marcarte el cuello más seguido si quiero despertar tu aguijón con esas ganas de anoche...
─Ni se te ocurra ─ el Wyvern sonrió con esa seguridad que le otorgaba el saberse con una baza que todavía no había usado para incordiar a Kanon, aunque ardía en ganas de no demorar más su aparición ─ Ya no tienes edad para andar chupeteando cuellos como si fueses un adolescente marcando terreno...
─Solo para joderte merece la pena, Rada. Aunque luego te pesen los años y debas dormir para reponerte de haber follado a gusto.
─Pues ándate con cuidado, que las canas que te están saliendo comienzan a señalar que los años pasan también para ti...
Ya está. Ya lo había dicho, y se había quedado más ancho que largo. Y satisfecho porque, después del primer impacto, corroborar que el color de su cabello aún no se vislumbraba damnificado le insufló un plus de orgullo imposible de obviar.
─¿Canas? Yo no tengo canas ─ la negación ante esa nefasta probabilidad irguió a Kanon en su asiento, frunciendo su ceño y arrebatándole las ganas de seguir calentando el terreno ─. Te lo habrás imaginado.
─Anda que no...Ayer, mientras dormías, te arranqué una. Era gruesa y enrabietada como un alambre.
─Me estás jodiendo, Wyvern...
─No. Para nada. Es más...por ahí abajo también me pareció verte alguna...─ añadió, mordiéndose las ganas de reírse ante las prisas con las que Kanon se apartó la tela de los vaqueros y calzoncillos y estudió su vello púbico.
─¡Y una mierda! ¡Aquí abajo todo está en orden!
Kanon seguía enfrascado en buscarse canas en sus bajos fondos, y Rhadamanthys aprovechó que la luz de la barra daba directa sobre la cabeza inclinada del abogado para hurgar por ahí y dar con otra que arrancó al instante.
─¡Ah! ¡Cabrón! ─ exclamó Kanon, llevándose una mano a la cabeza.
─Mira. Otra.
─Te estás quedando conmigo y no me mola una mierda, Wyvern...─Kanon le miró desafiante, tratando de no fijarse en el cabello grueso y tieso que Rhadamanthys hacía rodar frente a él, y no demoró ni un segundo más en bajarse del taburete e ir hacia el baño de clientes, dispuesto a desacreditar las palabras del inglés.
─¡Kanon, solo son canas! ¡No es el fin del mundo!
"¡Mierda! ¡Esto es culpa del puto juicio de los cojones! ¡El año pasado esto no estaba aquí!"
Rhadamanthys negó con la cabeza al tiempo que estiraba los labios en una maléfica sonrisa y acababa de repasar la barra con el trapo, murmurando solo para sí mismo.
─Peor sería quedarse calvo...Ahora cualquiera le dice que también atasca el sumidero de la ducha...
###
Mientras tanto, en el hotel donde se aloja Úrsula...
─¿Puedo preguntarte algo, Úrsula? ─ Defteros tomó la copa de vino tinto que vestía su cena en compañía y le dio un comedido sorbo.
─Claro. Lo que quieras, cielo ─ Úrsula se atusó los labios con la servilleta de blanco algodón, cuidándose de no restregarse el color que todavía los resaltaba.
─Los chicos...¿estuvieron bien con Aspros? ─ la atractiva mujer le miró atentamente, aguardando la ampliación de una pregunta que auguraba incompleta; Defteros miraba su plato y removía su contenido con el tenedor, hasta que un suspiro le alzó la azul mirada hacia ella ─. ¿Les trató...bien?
Ella arrugó la nariz. No se había esperado ese tipo de cuestión y tampoco creía que Defteros lo hubiese planteando con las palabras más acertadas.
─Bien o mal...son términos muy absolutos para valorar la labor de un padre, ¿no crees? Yo no soy madre, ni nunca he ocupado ese rol...No conviví con ellos...─reflexionó Úrsula ─ pero catalogarlo entre "bien" o "mal" no me parece del todo correcto...
─Te confieso que uno de mis mayores miedos fue que Aspros se desquitara con los chiquillos...Que vertiera su furia sobre ellos, que pudiera llegar a lastimarles tanto física como psicológicamente, tal y como hizo con su madre...
─¿Ponerles la mano encima, te refieres? Jamás. Aspros les adoraba ─afirmó Úrsula, sintiéndose un poco ofendida por las dudas que yacían tras esas preguntas ─. ¿Pudo haber sido "mejor" padre? Pues seguramente sí, pero lo que he visto a lo largo de mi vida, no existen padres ni madres que no se cuestionen a sí mismos de esta manera.
─Desde que pasó lo que pasó, siempre me ha mortificado la posibilidad de que Saga y Kanon hubiesen tenido una infancia y adolescencia dolorosa. Que hubiesen sido niños infelices.
La mirada de Defteros brillaba. Y lo hacía con ese riesgo de convertir el brillo en lágrimas. Úrsula le observó en silencio. Sin disimulo. Y no se retuvo el impulso de alargar su brazo y posar su mano sobre la muñeca de Defteros, acariciándola con infinito afecto.
─¿Son hombres infelices ahora? Piénsalo así. Es cierto que la felicidad es relativa, efímera, todo lo que tú quieras, pero...míralos... ─ prosiguió Úrsula sin dejar de conectarse directamente con sus ojos ─. Saga ostenta la misma posición laboral que ocupó Aspros hasta el día en que falleció. Tengo entendido que vive con su pareja desde hace tiempo y parece que su relación es sólida. Visto de otra manera: trabaja de lo que le gusta y disfruta del amor. Sigue cercano a su hermano y...pues supongo que tendrá sus épocas difíciles también, pero no es un chico caído en la desgracia. Y ADORABA a Aspros. En mayúsculas te lo digo. Para Saga, su padre era su héroe, y este pequeño detalle a Aspros le ayudó mucho también. Se podría decir que ambos vivían en una simbiosis perfecta.
─Puede que con Saga tengas toda la razón, Úrsula...pero ¿y Kanon?
─Ay, Defteros...─ Úrsula se sonrió con un deje de tristeza que le hizo tomar su copa de vino y propinarle un ligero sorbo. Un sutil gesto de labios consiguió que no fuera necesario hacer uso de la servilleta y con la mirada cargada de ternura volvió a fijarse en la atención que le ofrecía Defteros ─ Kanon es un chico complicado, no te lo niego. ¿Qué tanta "culpa" pudo tener Aspros en ello? Lo ignoro. Porque Aspros también le amaba con locura. Y te aseguro que de adolescente yo le habría soltado un par de sopapos con un gusto que ni te imaginas, en cambio, Aspros aguantaba...Aguantaba y aguantaba todos y cada uno de los desplantes que Kanon le despachaba.
─Me da mucho coraje que sea su propio enemigo, que se niegue tanto, porque no es mal chico...─ dijo Defteros, decidiéndose al fin en pinchar un cachito de comida y llevárselo a la boca.
─¡No, por supuesto! No digo que sea mal muchacho...Pero es terco. Descarado. Muchas veces ha llegado a ser muy insolente...pero sí tienes razón tú en algo: es un tipo muy capaz, y su mayor mal es que no se lo cree ─. Úrsula pinchó un tomatito y se quedó con él a medio camino, concentrada en compartir sus recuerdos sobre el menor de los hermanos ─. Toda la vida se ha comparado con Saga y él solo se ha machacado con ello, asumiéndose por debajo de las gracias naturales de su gemelo. Pero es que son muy distintos entre ellos y ojalá algún día aprenda a aceptarlo. Kanon posee una espontaneidad y una frescura que a Saga se le resiste; y Saga exhibe un saber estar, una presencia y elegancia innata que emerge de él aunque no se lo proponga ─. Defteros asintió, dibujando una media sonrisa que Úrsula secundó con una casquivana coletilla final ─ Desde mi punto de vista femenino, se han convertido en dos hombres tremendos: Saga es el que toda chica desearía presentar en sociedad segura de acertar con la apuesta, y Kanon...Kanon es el típico canalla que da esa vidilla intensa y excitante que bordea siempre los límites prohibidos.
Úrsula finiquitó su extensa reflexión llevándose el tenedor a los labios y masticando el bocado con esa fina coquetería tan suya. Defteros se rio, y lo hizo olvidándose de todos esos temores enterrados durante años, los cuales pretendían volver a salir a flote únicamente para recordarle los arañazos sufridos en un pasado imposible de cambiar.
─¿Sabes qué es lo mejor que le ha pasado en la vida a Kanon? Y espero que de ello sí sea consciente, porque si no es para tirarle de las orejas...─ dijo Úrsula, con un gracioso tono de reproche.
─Dime.
─Tiene nombre, apellidos, es rubio e inglés.
─Rhadamanthtys...
─Sí señor. Rada o...¿"Wyvirn"? Creo que también le llama así...
─Wyvern ─ rectificó Defteros riéndose, ahora sí, con ganas.
─Están juntos desde que eran un par de mocosos. Y lo estuvieron hasta que Aspros falleció y yo decidí mudarme a Esparta. Luego, cuando Kanon vino a verme hace apenas unos días, me comentó que habían estado separados durante varios años, pero fíjate tú, juntos de nuevo. Y sinceramente, me alegro muchísimo que así sea, porque Rhadamanthys es un amor de persona. Ya lo era de chavalín y sigue siéndolo ahora por lo que he podido observar. Es la toma a tierra que Kanon necesita para no perderse en sí mismo.
─Tienes razón, Úrsula...─aceptó Defteros, observándola con afecto ─. Mis sobrinos se han convertido en dos hombres adultos capaces de afrontar los grandes retos de la vida con las armas que cada uno de ellos tiene a su disposición, y poseen la gran suerte de tener al lado a dos personas maravillosas que los aman con absoluta devoción.
Úrsula le miró. Y lo hizo sin disimulo alguno, ofreciendo una sonrisa que iluminaba desde muy adentro su vivida mirada.
─¿Me aceptas un brindis, Defteros? ─propuso de improviso, tomando su copa y alzándola hacia el centro de la mesa.
─Claro...─Defteros le imitó el gesto ─. ¿Por qué te apetece brindar?
─Por la parcela de felicidad que la vida me está regalando estos días ─ dijo ella, desprovista de absurdos rodeos ─ Por la gratitud que siento de haberte conocido. Porque me has permitido hablar de Aspros. Y de mí. De él conmigo y de yo con él. Porque eres una persona maravillosa, Def...─ añadió, sintiendo como una repentina nube de emoción acudía a licuarle la mirada.
─Úrsula...
─Tranquilo, cariño, que no me voy a enamorar de ti ─ susurró, ladeando el rostro aún con esa sincera sonrisa asentada en sus labios, a pesar que un par de lágrimas habían descendido por sus mejillas ─ Ni tú lo harás de mí. Nuestros corazones hace tiempo que cerraron al público, pero nos merecemos ser felices también. Estar acompañados cuando la vida nos lo ofrece.
Defteros se mordió los labios. Sus ojos se sentían peligrosamente nublados y se abstuvo de añadir ninguna palabra más a riesgos de pronunciarla con la voz tomada.
Acercó su copa a la de Úrsula, chocaron los cristales y ambos bebieron ese sorbo de comunión entre sus almas y el momento que ambas habían decidido compartir.
─Gracias por aceptar alojarte estos días conmigo...─musitó Úrsula, buscando de nuevo hacer contacto con su mano.
─Gracias a ti por no juzgarme. Por no condenarme. Por permitirme comenzar a perdonar al hermano que odié.
Defteros alzó su mano, sujetando la de Úrsula. Un tierno beso fue depositado sobre sus pequeños nudillos, rápidamente acariciados y cubiertos por la otra mano mientras él tampoco hacía nada para evitar que dos tímidas lágrimas se condensaran sobre el azul de su mirada.
─Me estás haciendo llorar...─ avisó ─ se me está yendo al traste mi fama de mujer fría y distante...─ quiso bromear ella, tomando la servilleta con su mano libre para secarse los ojos con el extremo de la tela.
Defteros intensificó el contacto entre sus manos entrelazadas antes de romper su unión, y se deshizo de las señales de su emoción con mucha más tosquedad que ella.
─Aspros no dejó de amarte...─ susurró Úrsula, volviendo a conectar su mirada con la de Defteros ─. Cierto que durante los primeros años de vuestra separación apenas te nombraba, o si lo hacía era en términos muy heridos, pero con el paso de los años comenzó a recordarte con amor...Con arrepentimiento...Y con mucha añoranza...
Defteros se vio obligado a inspirar profundamente para afianzar bien las compuertas que retenían su emoción ─. Y yo también, Úrsula...Como te dije ayer...aún tengo clavado aquí ─ sus dedos volvieron a señalar el centro de su pecho ─ ese abrazo que él me dio el último día que nuestros caminos se cruzaron. Lo recuerdo...lo siento todavía sobre mi cuerpo como si sus brazos se resistieran a soltarme, y no se lo correspondí. No se lo devolví y no hay día que no me torture con ello...
─Pues habla con él, Defteros...
─No sé si podría, Úrsula...Y...y tal vez él no quisiera saber nada más de mí...
─La vida no nos ha acercado a Thane Sifakis sin razón, querido...Tengo cincuenta y nueve años, y a estas alturas del partido ya no creo en las casualidades. No fue casualidad que Kanon viniera a visitarme, ni que yo decidiera acudir a un juicio al que no había sido convocada, ni que tú hayas cruzado el charco tres veces en pocos días...Piénsalo, Def...Nada de todo esto es casual. Nada...
###
Afueras de Atenas. Residencia de Balrog.
El saco de boxeo se balanceó con el primer puñetazo que recibió, y aún no había oscilado en retorno que fue asestado con otro golpe.
Y otro.
Y otro.
Cada vez más seguidos. Más fuertes y rabiosos.
Lune no usaba guantes. Sí que se había vendado las manos, pero prefería sentir la cruda sensación de golpear con su propia carne que la de hacerlo bajo protección.
Un par de pasos atrás y unos segundos para acompasar la respiración dieron tiempo a que el saco fuera deteniendo su balanceo.
El sudor le corría por las sienes. Su largo cabello canoso, sujeto en la nuca, se vislumbraba completamente húmedo, gentileza de la exigente cursa que le había mantenido ocupado antes de regresar a casa. Pero ese día Balrog no había tenido suficiente con entregarse a esa rutina deportiva que ejecutaba cada atardecer.
Esa noche Balrog se sentía preso por una extraña angustia que le demandaba descargar ira fuese como fuese, y recuperar el saco de boxeo que tiempo atrás había colgado al fondo del garaje fue una tentación que no fue capaz de rechazar.
Cada golpe que asestaba al saco lo acompañaba con un gemido mordido por el esfuerzo, y la patada lateral que le alzó la pierna a la altura de su cintura la subrayó con un grito nacido desde lo más hondo de sus entrañas.
─¡Lewis!
Ingrid irrumpió en el garaje luciendo una palidez preocupante, pero Balrog ni siquiera intuyó su presencia. Siguió ensañándose con el saco, golpeándolo con una rápida combinación de patadas y puñetazos que iban danzando a su alrededor.
Cercándolo con el derroche de esa subida de rabia.
Atizándole con tanta vehemencia que la adrenalina le impedía sentir el dolor a través del cuál las vendas se iban manchando de sangre.
─¡Lewis! ─ insistió su esposa, apresurándose hacia él.
─¡Ahora no, Ingrid! ─ gruñó.
Otra patada le inclinó el cuerpo con tanta mala fortuna que colisionó con su esposa, quien aprovechó el momento para agarrarle del brazo e intentar detenerle.
─¡Por favor, Lewis!
─¡Suéltame! ¡Te repito que ahora no! ─ gritó, zafándose del agarre.
─¡Es mi madre! ─ sollozó ella, agarrándose ambas manos con desesperación ─. ¡No puede respirar!
