45 . Oneirikos

" ─Pásame la corbata que creas mejor, Saga.

Saga le observa desde la puerta, lugar siempre reservado para admirar la liturgia que Aspros sigue cuando se viste para los juicios; pero hoy no es un juicio lo que lo reclama, sino un acto social.

─¿Dónde irás esta noche? ¿Has quedado con Úrsula? ─ pregunta Saga, a quien sus 11 años aún le siembran el rostro de suaves matices infantiles.

─A una exposición de arte. Va, dime…¿cuál de estas te gusta más?

Saga avanza hacia la percha repleta de corbatas que le muestra Aspros y elige una de color burdeos, perfecta para combinarse con el traje azul marino y la camisa blanca que el fiscal ha elegido para la ocasión.

─¿Y quién expone?

─Un tal Hyppolitos Sifakis…Dicen que es muy bueno ─ Aspros se anuda la corbata con esa destreza que solo puede regalar la experiencia y sonríe a su hijo a través del reflejo de la luna que atrapa a ambos.

─ ¿A ti te gusta?

─No lo sé, Saga…No me interesa su arte.

─¿Entonces por qué vas?

─Porque me gusta observar las pinturas vivas, las que no cuelgan de la pared…La gente cuenta cosas ¿sabes? Únicamente hay que observar y ser paciente…

Saga arruga la nariz y tuerce el labio. No entiende nada de lo que dice su padre y decide cambiar de pregunta. Irse hacia caminos más llanos y claros.

─¿Dónde es? ¿Cerca de Syntagma?

─ No, mucho más lejos…Es en la Galería Nacional de Oslo…

Aspros le sonríe, pasa por su lado y le acaricia la mejilla con infinita devoción, ignorando la extrañeza que colma la mirada de Saga. La estela de su fiel perfume permanece en la atmósfera y cuando Saga se gira para decirle adiós se siente envuelto por un torbellino de nieve que le empuja a buscar refugio.

Un edificio con escalinatas adosadas a la fachada se le ofrece y Saga se apresura hacia el lugar. Las puertas se abren de par en par y él, convertido en un apuesto hombre adulto, vestido con un impoluto traje azul marino, accede a la sala principal.

Está vacía.

Y oscura.

De las paredes no cuelgan cuadros, sino fotos. Algunas de ellas en blanco y negro; otras con colores incapaces de ocultar el dolor que supura a través del papel fotográfico.

Los pasos protegidos con zapatos caros van avanzando, y los ojos de color verde observan esas imágenes de cariz policial donde se muestran camas con las sábanas arrugadas, arsenales de preservativos, objetos de higiene íntima, ropa interior casi infantil…Algunas de las braguitas fotografiadas exponen estampados de flores, topos de colores e incluso algún motivo que transporta la imaginación de Saga hacia esos dibujos animados que de pequeño veía por televisión.

─Esto es una aberración…─ masculla para sí mismo, sintiendo cómo el asco que visionar esas fotografías le provoca se le va acumulando en la boca del estómago.

─Lo sé, hijo…lo sé…Llegamos demasiado tarde. No pudimos hacer nada, no había nadie más que niñas asustadas…

Un hombre habla. Lo hace con acento italiano y cuando Saga desliza su mirada hacia el foco emisor de la voz, observa las espaldas de Manigoldo Granchio.

─¡No quisisteis hacer nada! ¡Teníais suficientes motivos para detener a todos los depravados que se aprovechaban de ellas!

Saga quiere acercarse al exinspector, agarrarle del hombro, obligarle, como mínimo, a repetirle la excusa mirándole a la cara, pero cuando lo consigue es el inspector Camus quien le devuelve la mirada.

─No mires, no es necesario…No pudimos hacer nada…─ le susurra con acento francés y la mano invitándole a alejarse de esa ventana. Porque ya no hay pared, sino ventana. Alargada, translúcida… Tras ella, Shaka y Mu se disponen a repetir la autopsia de una joven que debería seguir sonriéndole a la vida y Saga se siente con el estómago a punto de revolución.

Deja a Camus atrás. Corre y corre. Por pasillos largos, solitarios y alumbrados únicamente con luces de emergencia parpadeantes. Corre y corre por las indiferentes calles de Atenas. Corre y corre hasta llegar a casa. Su casa. No la de ahora. Pero su casa al fin.

Aspros está en el salón. Entre sus manos se abre un libro con olor a nuevo. En él se avistan imágenes de exquisitas pinturas.

─Es muy bueno en lo suyo…Posee un talento sobrenatural…

─Es un hijo de puta, papá...Y tú lo sabías…¡Podrías haber evitado mucho dolor!

─Observa Saga…mira qué delicadeza de trazo, cuánta luz…─ Aspros se acerca con el libro abierto por la mitad. Los cabellos canosos que adornan sus sienes le recuerdan a Saga que pronto morirá, y ahí el dolor del estómago acucia un poquito más ─ ¿Por qué no vas a ver alguna de sus exposiciones? Ve Saga…Ve con Shaka…Intenta convencer a Kanon…la exposición de Oslo es excelsa…

─No, papá…No…

─Mira hijo…mira qué obra tan divina…

Aspros le acerca el libro, dando vuelta a la página. Mostrando la fotografía de la ropa arrancada del cuerpo de Pandora…la sangre en sus muslos…sus genitales malheridos…"

Saga abrió los ojos de repente. La frente la tenía completamente sudada, con los cabellos mojados y adheridos a su sien. La respiración se sucedía a un ritmo mas alterado de lo que sería normal, el corazón le martilleaba el pecho y el intenso dolor del estómago le alzó de la cama con las implícitas prisas de una irrefrenable necesidad vital.

La rebelión estomacal se presentó acompañada de angustiosos gemidos de esfuerzo que consiguieron medio despertar a Shaka. El joven forense no sabía si estaba soñando o si realmente se había sucedido una guerra de movimientos, giros y tumbos en su lado de la cama. Todavía aturdido por el sueño, palpó el lado que ocupaba Saga, hallándolo abandonado, con la sábana bajera hecha un desastre y completamente húmeda de sudor.

─¿Saga?

Un nuevo gemido arrancó el último resquicio de repugnancia que el fiscal tenía guardado dentro, y la consiguiente tos, junto con el vaciado de la cisterna, indicaron que el proceso de purga parecía haber llegado a su fin. Acto seguido Shaka escuchó cómo corría el agua del lavamanos y al ver que Saga demoraba en salir del baño decidió a ir hacia allí, dando con él sentado sobre la tapa del inodoro, las manos agarrándose los cabellos hacia atrás y luciendo un pálido rostro que había sido refrescado con abundante agua fría. La camiseta que el fiscal usaba a modo de pijama también se avistaba húmeda, sobre todo en la zona del pecho, espalda y axilas, y los codos se clavaban en sus muslos desnudos, sosteniendo aún el peso de todo ese derroche de malestar que le había sacudido el cuerpo.

─¿Te encuentras bien? ─ insistió Shaka, acercándose hasta poder agacharse frente a él a la vez que apoyaba su mano sobre su rodilla ─. ¿Te sentó mal la cena?

─ No…No sé, Shaka…─ Saga bajó las manos e irguió el cuerpo, respirando hondo y buscando el respaldo de la mochila de agua del wc.

Shaka se alzó solo para buscar el taburete que siempre tenían en el baño y sentarse en él. Su instinto fue poner la mano en la frente de Saga para hacer un primer chequeo de fiebre, y al notarla más fría que tibia, respiró aliviado.

─ A veces pasa, Saga. Los nervios…el estrés…vete a saber. Llevas unos días bastante tensos.

─Estoy acostumbrado al estrés, Shaka…─ murmuró Saga, masajeándose con nervio el entrecejo ─ y nunca antes me ha dado por vomitar así…Te juro que creí no llegar a tiempo…

─ ¿Te traigo un vaso de agua fresca?

─ Por favor…

Shaka abandonó el baño y Saga cerró los ojos con fuerza, reviviendo tras sus párpados casi todas las escenas inconexas que le habían avasallado en lo que se le antojó una eternidad, sintiendo todavía un intenso ardor ardor instalado en su esófago.

El vaso de agua con un par de cubitos de hielo que le entregó Shaka se le antojó divino. El forense se quedó de pie, con el hombro recostado contra el marco de la puerta y los brazos cruzados, a la expectativa de lo que decidiera hacer Saga, quien parecía reacio a abandonar el asiento improvisado en el que se había convertido el inodoro.

─Voy a cambiar las sábanas de la cama ─ avisó Shaka, asumiendo que Saga necesitaba más tiempo de recomposición ─. Y tú deberías quitarte esta camiseta, tal vez darte una ducha rápida…estás empapado…

Saga se miró el cuerpo y, efectivamente, reparó en la oscura mancha de sudor que nacía bajo su mentón y se iba extendiendo hacia la mitad del torso, pero no era eso lo que mantenía a Saga bajo un extraño estado de noqueo. Era el sueño que había tenido. Lo desagradable que había sido. Lo real que se había sentido…

─He soñado, Shaka…─ dijo, alzando la mirada hacia su joven pareja antes que desapareciera de su campo de visión.

Shaka se volteó de nuevo hacia él, deshaciendo el par de pasos que le habían alejado del baño.─ Siempre se sueña, Saga.

─Pero yo casi nunca lo recuerdo, y hoy ha sido muy vívido…Tan vívido que incluso me ha revuelto el estómago…

─Tal vez ya te sentías mal, tu cuerpo necesitaba echarlo todo y el sueño ha sido el mecanismo que ha usado tu subconsciente para que despertaras y pasaras por el trance ─ reflexionó Shaka, quitándole importancia a un hecho que para él era puntual.

─He soñado con mi padre, Shaka. Primero yo era un niño, luego era como soy ahora, y papá me insistía en apreciar el arte de Hypnos…

─Es normal, Saga. Con todo lo que estás viviendo, ¿cómo quieres no soñar con tu padre, con Hypnos, con juicios?

─Aún huelo su perfume. Es como si hubiese estado aquí. Como…como si quisiera decirme algo…

Shaka exhaló un suspiro y observó a Saga largamente. El color parecía estar regresando a sus mejillas, indicativo que la revuelta estomacal no se volvería a repetir, pero la mirada que le devolvía Saga le alertaba que, fuese lo que fuese que hubiese soñado, le había calado hondo.

─ Saga, deben ser alrededor de las tres de la madrugada. Estás cansado, con la mente dándole vueltas a un sinfín de temas complicados ─ dijo, acercándose a él ─. Has soñado, pues estupendo. No le des más vueltas. A veces los sueños son tan reales que nuestros sentidos emulan olores, sensaciones, tactos que hemos experimentado alguna vez y el subconsciente nos hace creer que lo vivimos de nuevo. No le des más importancia de la que tiene.

Saga chasqueó la lengua y negó con la cabeza. No le gustaba cuando Shaka parecía poseído por la inquebrantable racionalidad, y menos cuando él estaba convencido que recordar ese sueño no respondía a nada casual. Porque él rara vez recordaba los sueños, y ahí, sentado sobre la tapa del wc, todavía se sentía envuelto por el perfume de Aspros y por su insistencia en ensalzar el arte de una persona que, durante mucho tiempo, se había dedicado a destruirle la pequeña porción de vida que su malogrado triángulo amoroso no había dejado herida.

Shaka se había encaminado hacia su dormitorio, y cuando se asomó al pasillo y vio cómo el forense arrancaba las sábanas y las tiraba al suelo, decidió que su camino no era el que le conducía a prestarle ayuda con ese cometido.

Su camino iba hacia el salón. Más concretamente, hacia su personal despacho de la esquina, donde abrió el ordenador portátil y buscó sus gafas mientras este se ponía en marcha.

No se enfundó ningún tipo de pantalón de chándal. Ni siquiera se calzó pantuflas o fue en busca del batín para resguardarse del frío que iba absorbiendo su camiseta empapada de sudor.

Saga únicamente tenía una idea entre ceja y ceja, y cuando el ordenador le ofreció su pantalla de inicio, no dudó ni un segundo en abrir Google y teclear el nombre de Hypnos.

Las primeras reseñas eran las inevitables noticias del juicio, pero yendo hacia abajo llegó a la omnipresente Wikipedia.

"Hyppolitos Sifakis.

Biografía.

Obras destacadas.

Universidad de Bellas Artes de Atenas.

Exposiciones Nacionales.

Exposiciones Internacionales."

Saga llevó el mouse hacia esa última opción y abrió la información que yacía tras ese sencillo título, pensando en que no hallaría más detalle que la relación de exposiciones en las que Hypnos había participado a nivel internacional.

La más reciente se remontaba apenas unos meses atrás, en París. Luego, el conteo de muestras comenzaba a retroceder en el tiempo, llevando a Saga de París a Praga, a Nueva York, varias capitales más de América, Londres, Madrid, Roma, Ginebra, Copenhague, Ámsterdam, Estocolmo, Helsinki y Oslo.

Año 1991.

Exposición de talentos emergentes, establecida en la capital noruega. La primera de todas las que, con los años, llegarían a catapultarle hacia lo más alto de la fama artística mundial.

La flecha del mouse se deslizó hacia la mención de dicha exposición y para sorpresa de Saga, el título cambió de color. Había más contenido oculto tras esa primera fecha de crecimiento internacional, y cuando se desplegaron los datos, los ojos de Saga leyeron con nerviosa celeridad los detalles que ahí se exponían.

"La Galería Nacional de Noruega, durante los meses de enero, febrero y marzo de 1991, acogió la primera exposición de artistas emergentes a nivel internacional, dando la opción de compartir sala a los artistas locales con potencial de proyección, tanto a nivel nacional como internacional. La gran mayoría de las obras expuestas correspondían a estudiantes de Bellas Artes, haciendo especial hincapié en la selección de artistas que fueron seleccionados para exponer en la misma sala que lo hacía el joven y flamante pintor Hyppolitos Sifakis, consagrado en su país de origen antes siquiera de cumplir treinta años. El artista griego se ofrecía como mecenas de los estudiantes noruegos afortunados de poder exponer sus obras junto a él, convirtiéndole, además de gran artista, en una persona empática y solidaria con el arte emergente.

La relación de los estudiantes honrados de poder disfrutar de ese privilegio, hasta el momento inaudito, fueron:

Kristoffer Ajer, Leo Østigård, Andreas Hanche-Olsen, Fredrika Strandberg, Elsa Dou Garbellen, Birger Meling, Astrid Bjørkan, Julian Ryerson, Marcus Pedersen…"

─No puede ser…

Saga volvió a leer los nombres, y sus ojos regresaban a ese en concreto, como si estuviesen atraídos por la poderosa fuerza de un imán.

─ Elsa Dou Garbellen…¿y tú quién eres?

Ir en busca de un bolígrafo fue un acto de imperiosa necesidad, recordando que sobre la mesa del salón todavía había el papel donde habían descifrado el anagrama del cual nacía "Lune de Barlog". Debajo de su vespertino descubrimiento Saga anotó el nuevo nombre que compartía apellidos con Lune y, papel en mano, regresó hacia el portátil.

Los dedos le temblaron al teclear con frenesí el nombre de mujer seguido de esos dos apellidos que ya empezaban a sonarle incluso familiares, y la palidez regresó a su rostro cuando sus ojos leyeron la primera reseña que le ofrecía Google.

─ Saga…¿en serio?

La vos de Shaka se escuchó desde la embocadura del pasillo que nacía justo al lado opuesto del salón, y Saga apenas se giró, indicándole con un seguro gesto de su mano que se acercara ahí.

─Son pasadas las tres, Saga. Deberías descansar…─ sugirió Shaka, apoyándose con una mano sobre el respaldo de la silla del fiscal.

─Lee.

Shaka obedeció. Sin muchas ganas, pero lo hizo. Leyó la información que se desplegaba en la pantalla que le mostraba Saga y su ceño se frunció cuando reparó en un nombre concreto.

Ese nombre. Y más que el nombre, los apellidos.

─Son los mismos apellidos…

─¿Estoy loco si creo que mi padre ha querido decirme algo a través de los sueños? ¿Eh? Dime ¿estoy loco?

─Claro que no estás loco, Saga, pero no sé…¿esta mujer entonces quién es? Que tenga los mismos apellidos que posee Balrog puede ser una casualidad también…

─ ¡Joder, Shaka! ¡Tú y las casualidades! No sé quién es, pero está relacionada con Hypnos. O lo estuvo. Porque lee aquí ahora…─ Saga cambió des pestaña y mostró la última información hallada ─ ¿es una casualidad esto también?

Shaka leyó con atención y una intensa inspiración hizo que enderezara el cuerpo.

─ Ignoro si es una casualidad o no, pero admito que es…como mínimo, curioso…

─ Y preocupante ─ añadió Saga, rescatando su sobrio rictus de seriedad.─ Porque te aseguro, Shaka, que yo ya no sé a qué atenerme. Qué esperar. Cómo proceder ante un hombre con una inteligencia estelar, que cambia de nombre para defender al mayor hijo de puta que la vida me ha presentado jamás.

─Investígale, Saga…─ propuso Shaka, encogiéndose de hombros ante la falta de mayor claridad mental del momento ─ Es lo único que se me ocurre…Balrog es un hombre confuso, como todo lo que tú y Kanon estáis descubriendo que orbita alrededor de él…Entonces, conócele. Y mientras le conoces, finge que no lo haces. Y sigue con el juicio tal y como lo tenías planteado, observando sus reacciones, las que son sutiles, las que se perciben en una ligera mueca de labios, una mirada de soslayo, una tensión en los dedos de la mano…

Saga se quedó con la mirada fija en Shaka y sus naturales reflexiones, tan espontáneas a veces…y tan acertadas.

Observar, sí…

No los cuadros de la pared, sino los que son vivos.

Los que crean las personas continuamente.

Los que Aspros elegía en ese mundo donde los sueños se habían fusionado con la realidad.