47.¿A cambio de...?
Afrodita se cruzó de piernas mientras tomaba un azucarillo y lo sacudía con gracia.
Kanon estaba sentado en el taburete contiguo, con el tercer café del día esperando ser consumido, observando...
Observando al periodista y su expresión ceñuda. Su boquita de piñón. Sus gestos finos y elegantes. Su evasión calculada de mirada. Sus evidentes ganas de hacerse rogar.
Y mucho.
─Primero me encierras en un trastero, me coges de los huevos y me escupes en la cara y ahora me invitas a un café ─ la cucharilla acudió a remover el azúcar con intención de disolverlo por entero ─ Eres la contradicción pura, querido...
─Será el Géminis que llevo dentro ─dijo Kanon, tomando su taza para propinarle un trago ─. Hoy me apetece proponerte un juego ─ agregó, depositando el café sobre el platito. Mirándose al joven periodista con expresión pícara.
─Un juego... ─ repitió Afrodita, dispuesto a seguirle la corriente ─. Lo siento, pero no eres mi tipo. Me gusta más tu cuñado ─la tacita acudió a sus labios con una finura que a Kanon se le antojó impostada. Teatralizada. Exagerando el tiempo dejado entre frase y frase únicamente para exasperarle ─. Es bravo el tipo...Quién lo diría, ¿verdad? ─ prosiguió, enarcando las cejas al tiempo que devolvía la taza a su lugar ─. Me pregunto cómo será en la cama...él sí me da morbo y curiosidad. En cambio, querido, tú llevas escrito a la cara que eres un tío básico. De pillar y ensartar. Sin juegos. Y mira por dónde me propones justamente esto: un juego.
─Te quiero proponer algo que te va a poner mucho más cachondo que un polvo, créeme.
─No sé por qué debería hacerlo...Creerte...─ Afrodita se despejó los bucles de cabello que acudían a su frente con una grácil sacudida de rostro, decidiéndose al fin a mirar directamente los ojos de Kanon.
─Porque tengo algo para ti que te puede interesar mucho si me haces un favor. Y no, no es un favor sexual mío, no temas.
Afrodita alzó el mentón y se miró a Kanon con reflexiva altanería. Con el dedo índice se acarició el labio inferior repetidas veces, valorando todos los vértices de esa inesperada situación.
─¿Qué quieres Kanon? ─ preguntó finalmente, olvidándose de estúpidos rodeos que no les llevaban a ninguna parte.
─Que me ayudes.
─¿En qué? ¿Y por qué debería hacerlo?
Kanon inspiró. Se hinchó el pecho al tiempo que enderezaba la espalda y se frotaba ambos muslos con las manos. La clientela del bar iba entrando y saliendo ajena a su ubicación esquinada, pero aún así necesitaba dar con las palabras que consiguieran transmitir el mensaje de forma clara y concisa sin facilitar que oídos externos se fijaran en ello.
─Eres un tío capaz, ya te lo dije ─ comentó Kanon, suavizando el terreno ─ Y admito que, hasta el momento, no has sucumbido a la tentación de publicar esa clase de mierda que tanto te gusta en tu tablero de noticias al minuto. Captaste el mensaje que te di el otro día y lo estás ejecutando a la perfección.
─Soy práctico, nada más. Me gusta follar y no quiero quedarme sin ganas por tu culpa.
─Y eres listo.
─También.
─Por lo tanto, no puedes rechazar mi proposición.
─¿Que se trata de...?
─No te lo voy a decir si no aceptas primero.
─No aceptaré si no me dices de una jodida vez qué es lo que gano con ello. Y ahora ya estoy hablando en serio ─ Afrodita se acercó a Kanon al pronunciar esta última sentencia, con el ceño contraído y la paciencia a punto de extinción.
─Está bien ─ Kanon agarró otra vez el café y ahora sí lo apuró del tirón─. Tengo para ti la exclusiva del juicio.
─Hay decenas de medios acreditados. Cualquiera puede llevarse la exclusiva. No te creo por ahí.
─Sabes tan bien como yo que cuando termine el proceso los abogados deben dar una rueda de prensa. Te garantizo el primer turno de preguntas. Ilimitadas. El sorteo del orden de intervención te favorecerá a ti, en ambos casos. También tengo contactos en Korydallos...puedo apañarte entrevistas con Hyppolitos, incluso con algunos de los compañeros de pabellón. Y ahí tienes, no las transcripciones de un par de ruedas de prensa, sino el reportaje. EL REPORTAJE ─enfatizó, como si mediera el ancho de las palabras con sus manos. Así que ya puedes estar informando a tus superiores que publicarás un extenso artículo alrededor de la vida y persona de Hyppolitos Sifakis. Que te reserven portada. Que te den libertad de extensión.
─Todo esto es humo ─ las expresiones faciales de Afrodita indicaban que la mente del sueco estaba siendo tentada, pero el recelo aún persistía.
─Gracias a la mierda de periodismo que has ejercido hasta el momento nunca eres el primero en intervenir en las ruedas de prensa. Puedo revertir eso. Y solo con eso puedes formular las preguntas que muchos otros colegas tuyos se quedarán con las ganas de ser los primeros en hacerlas. Eres inteligente, Afrodita...Sácate provecho y conviértete en un periodista referente.
─Entonces consígueme también la portada y reportaje principal de la revista "Koinonía"*. Llevan años rechazándome. Y quiero estar ahí. Mi nombre debe firmar ahí.
─Esta no es la oferta, Afrodita...
─Es mi contraoferta. Haré lo que me pidas, pero los resultados que obtenga me los guardaré para mí y los usaré como me plazca. A no ser, claro, que consigas mi pedido. Si lo logras, te comparto lo que sea que encuentre sobre...¿sobre qué, querido mío?
Kanon se quedó en silencio. Afrodita era un tipo tan excéntrico como astuto y sabía que jugar con él entrañaba riesgos. Pero ¿acaso no se había imaginado de antemano la aparición de alguna traba? Claro que lo había hecho, y no había otra salida. Debía asumir el riesgo y depositar un mínimo de confianza en ese joven extravagante y egocéntrico, dado que no saldría del trato con las manos vacías. Aunque Kanon aún no tuviera pajolera idea de cómo conseguir ni una de todas las ofertas que le había puesto sobre la barra.
─Va. Dime─. Persistió, tomándose un bucle de cabello para enredárselo coqueto en su dedo.
Kanon inspiró hondo y no se lo pensó más. Acercó su rostro al del sueco lo suficiente para respirarle el aliento y lo soltó de sopetón, entregándose a toda protección divina que se prestara a querer velar por él y por Saga.
─Necesito información de Lune de Balrog. Dónde vive. Cómo vive. Con quién. Qué hace en sus ratos libres, cuándo come, cuándo folla, cuándo duerme, las veces que va a mear...Todo. Y cuando digo todo me refiero a todo. Si puedes decirme qué talla de calzoncillos usa y de qué color los prefiere, también.
Afrodita se lo miró estupefacto y empezó a reírse como lo haría un ratoncito: enseñando los dientes y por lo bajín.
Empezó.
Porque la risilla, velozmente fue evolucionando hacia risa en todas sus letras derivó en una carcajada que amenazó la integridad de su pretendida reunión secreta.
─ Ay, por favor...jajajaja...ay, esta sí que es buena...
─Eh, que no estoy de guasa, chaval ─le advirtió Kanon, agarrándole la solapa de su camisa sedosa, transformando el brusco gesto en un mal fingido apretón de hombro amistoso─ este pedido va muy en serio. Tanto como las ofertas que te acabo de hacer ─ añadió, regresando a su posición.
Afrodita se pasó los dedos por debajo de los ojos, secándose las lágrimas que le brotaban, gentileza de ese inesperado ataque de risa.
─Dios, es que no puedo parar...jajaja...
Kanon chasqueó la lengua. Le observó sin oculta la ofensa que esas carcajadas le infringían y se bajó del taburete, dispuesto a saldar el tema ahí mismo.
─Gilipollas. Eso es lo que soy al pensar que deseabas convertirte en un periodista de caché. Pero ya veo que a ti solo te pone la chabacanería.
Afrodita luchaba para recobrar la respiración entre risotada y risotada, sujetándose las ganas de seguir riendo cuando su mano se agarró al brazo de Kanon y le detuvo la espantada.
─Os tiene bien agarrados de los cascabelitos, ¿verdad?─ musitó, con los ojos completamente aguados.
─Olvídalo ─.Kanon se zafó de un tirón y le devolvió la mirada, mascando frustración y vergüenza ─. Pero olvídate de portadas y reportajes principales también.
Afrodita pivotó sobre el taburete y se quedó atrapando a Kanon tras el cruce de sus piernas ─. Admito que el tipo se las trae. Misterioso lo es un rato largo. Y...─ agregó, alzando su dedo índice hasta colocarlo cerca de su sien ─ y...admito que me da mucha curiosidad. He indagado en internet sobre él y apenas sale nada...cosa que me jode. Y me jode porque hasta tú tienes alguna reseña profesional ─ Kanon arrugó la nariz con disgusto, pero no le detuvo ─. De tu hermanito ya ni digamos, y de papá Samaras lo que quieras y más, sobre todo acerca de su fallecimiento en pleno juicio. Pero de "Lune de Balrog"...nada ─ concluyó, abriendo las manos antes de ensamblarlas con una palmada que aterrizó sobre sus muslos cruzados ─ Y sí. La falta de datos es un dato que me jode reverendamente, querido.
─ ¿Entonces?
─Dame algún dato más, algo para poder tirar del hilo.
Kanon se mantuvo callado, sopesándole la mirada achicada por la inacabable fanfarronería del sueco y casi...casi estuvo a punto de sucumbir, redireccionándose al momento.
─No tengo nada más que lo que puedas saber tú, Afrodita.
─Y yo me chupo el dedo. Tú ayer no estuviste en el juicio, y me juego lo que quieras que anduviste de investigador privado por ahí.
─Y no conseguí una puta mierda, razón por la que me bajo los pantalones y acudo a ti. ¿Te parece que me rebajaría así si estuviera en posesión de algo?
Afrodita le estudió el rostro. Con descaro. Incluso con algún deje de lascivia. Alzó el mentón y dejó emerger un poquito de esa altanería que no podía mantener refrenada, disfrutándose en esa escenificación que iba colapsando la paciencia de Kanon.
─De acuerdo. Acepto.
─Bien.
─Pero no recibirás nada si antes no firmo la portada de "Konionía". Y quiero acceso a Korydallos. Acceso seguro. Puedes imaginarte que con mi deslumbrante físico puedo desenterrar muchas pasiones en hombres que no se caracterizan por su delicadeza de trato precisamente...
─¿Puedes ser más fanfarrón?
─Tú has presentado partida, yo he movido ficha y ahora te vuelve a tocar a ti.
Afrodita le guiñó el ojo para conseguir que la exasperación de Kanon finalmente desbordara, y lo consiguió.
El abogado buscó la salida del local sin esgrimir ninguna palabra más. Únicamente se despidió con un chasquido de lengua y un suspiro de exasperación.
Una exasperación que se contagió al periodista cuando la camarera de la barra le presentó la cuenta de los cafés.
─Son tres euros.
─Querida, creo que los pagó el caballero...─ le informó, recuperando su boquita de piñón.
─Nah. El hombre que acaba de irse solo los pidió. Y ya no está, así que...antes que desapaezca usted también...tres euros, por favor.
─Será capullo...─ Afrodita se llevó al regazo la mochila bandolera y hurgó dentro de ella hasta dar con un pequeño monedero de tela con cremallera, al parecer destinado a las monedillas ─ Como para fiarse de los griegos...
Las monedas justas fueron estampadas contra la barra y Afrodita no demoró ni un segundo más en hacer acopio de todas sus pertenencias para irse encaminando hacia los juzgados. Ahí empezaría su primera jornada laboral del día y por la tarde ya vería.
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Balrog estacionó el coche en el aparcamiento existente bajo los juzgados, destinado exclusivamente al personal de dichas dependencias y a los abogados de las partes implicadas en cualquier tipo de proceso.
Había llegado a su casa pasadas las cinco de la madrugada, después de que Ingrid le asegurara por activa y por pasiva que estaba bien quedándose sola en el hospital. Su esposa deseaba pasa las primeras horas críticas in situ, aunque no pudiera acceder al cubículo en el que estaba siendo tratada su madre. Y él tenía que descansar...
O, al menos, intentarlo.
Apenas durmió. Y si lo hizo fue en intervalos de escasos minutos que no le sirvieron de nada. El despertador le sonó a las siete y le halló con los ojos abiertos y unas profundas ojeras hundiendo su mirada.
Ni siquiera se había despojado del chándal gris claro que se había vestido el atardecer anterior para salir a correr. Al llegar a casa se había limitado a chequear los dormitorios de sus hijos y se había tumbado encima de la cama con la misma ropa que llevaba desde hacía horas, sudada y sucia.
La ducha matinal fue más necesaria que nunca, pero ni así pudo borrarse un poco el agotamiento físico y mental que llevaba acarreando desde que había iniciado el juicio.
Desayunar junto a sus hijos contribuyó un poco más en agudizar la sensación de soledad que llevaba días experimentado y partir de casa sin ningún beso de despedida, sin ninguna información de cómo iba a proceder la jornada de sus retoños y sin más noticias de Ingrid que un escueto "todo sigue igual", consiguió que por su cabeza cruzara la opción de pedir al Juez un aplazamiento de un día por razones de cariz personal.
Lune bajó del coche, lo cerró posando su mano sobre la manija y al encaminarse hacia el ascensor de acceso interno se topó de bruces con una realidad que la providencia le había estado ahorrando desde el inicio del juicio. Una presencia comenzó a seguirle los pasos, de cerca y sin disimulo, y cuando Lune se detuvo, las pisadas inquisidoras hicieron lo mismo.
Balrog inspiró.
Una vez. Dos...
Los dedos de la mano se cerraban con fuerza alrededor de las asas de su maletín de fina piel, relajándose un segundo para volver a tensarse en lo que parecía una pugna de contradicciones y pesares.
Una pátina de sudor frío comenzó a perlar su frente y la escasez de sueño le acabó de derribar los altos muros de protección que tan bien lucía en público.
─Hola Thane...─ susurró, incapaz de darse media vuelta y encarar a ese hombre alto, protegido bajo la sombra de una gorra de visera y unas gafas de sol fieles a su sombra.
Thane tragó saliva. Hundió más las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y formó un par de puños con los que atrapar las corrientes de decepción que fluía por sus venas.
─Hola Señor "Lune de Balrog" ─ pronunció Thane sin evitar que la sorna y la incomprensión impregnaran sus palabras.
Lune cerró los ojos y se mordió los labios. Hacía años que no escuchaba esa grave voz tan de cerca. Y hacía semanas que se había estado preparando mentalmente para afrontar esa escena, pero esa mañana no...
Esa mañana simplemente no se hallaba con las fuerzas necesarias para ello.
Y quizás Thane lo sabía. Porque si algo poseía Thane en abundancia era la capacidad de llegar al alma de quien se le pusiera delante sin siquiera pretenderlo.
─ Garby...─ insistió Thane con la voz a punto de quiebre, avanzando un paso más.
Lune inspiró con atropello, alzando la mirada hacia el bajo techo de cemento forrando de conductos y desagües. Los ojos se le licuaron al sentirse asaltados por infinidad de recuerdos de años pasados y al cerrarlos de nuevo, un par de tímidas lágrimas descendieron por sus mejillas apagas.
Balrog avanzó dos pasos más, acrecentando una distancia que auguraba más que necesaria y, armándose de frialdad, pronunció las palabras más vacías que su exhausta mente fue capaz de encontrar.
─ En breve estarás citado a declarar. Espero que ese día sí acudas al juicio y cumplas con el deber que te encomienda la defensa de la Ley.
No se giró al hablar. No quiso ver las facciones envejecidas de Thane. No fue capaz de presenciar su incomprensión. No pudo hacerle frente y seguir siendo el implacable y calculador abogado defensor del gran Hyppolitos Sifakis.
─¿Qué le hiciste a Garby? ─ murmuró Thane, sorteando a duras penas el nudo que ataba su garganta ─ Él jamás habría hablado así...
─Tal vez no. Pero "Garby" hace años que murió.
Balrog no se dio un segundo de margen. Cualquier lapso de tiempo, por nimio que fuera, podría resultar devastador, y "Lune de Balrog" no podía sucumbir a la sensiblería de los recuerdos.
No podía ni debía.
Y menos si Thane habitaba en ellos.
(*)Koinonía: sociedad en griego.
