48. Pistoletazo de salida

Sala procesal, alrededores de las 10 de la mañana

─Que tienes contactos en Korydallos...─Saga respiró sonoramente, con la mirada fija en la mesa y un bolígrafo elegante bailando entre sus dedos.

─El tipo del acceso me tiene visto. El de turno de tarde al menos...Hace años que es el mismo ─. Kanon se miró la uña del pulgar y no dudó en hacer mordisquear las pequeñas pieles que se levantaban ahí donde se encarnaba.

─Lo acabas de decir: "te tiene visto". Como a cientos de personas que cada día le cambian el DNI por la tarjeta de visita.

─¡Cientos! Anda que tú también...mira que llegas a ser exagerado. La cárcel no la visita tanta gente como crees ─ Kanon se recostó más en la silla, cruzándose de piernas con el tobillo sobre la rodilla, y oteó a Saga como si le estuviese aleccionando ─, además, me saluda por mi nombre cuando me ve...

─Detalle que le convierte automáticamente en "tu contacto" ─ Kanon se encogió de hombros y prosiguió con el repelado de sus uñas. Mejor concentrarse en eso antes que hacerlo en la deconstrucción de promesas en la que Saga parecía enfrascado.

─Bueno...pero esto él no lo sabe, Saga.

─Y el primer turno de preguntas...─ el Fiscal negó con la cabeza, deslizando la mirada otra vez hasta la mesa ─ Es sagrado el sorteo del orden. Precisamente para evitar cosas así, joder...─ Kanon seguía a lo suyo y Saga le observó de refilón, arrugando el ceño ante tanto despropósito ─. ¿Y qué más? ¿Le apañas también el reportaje del año?

─Con la revista "Koinonía", sí.

El bolígrafo con el que Saga jugueteaba se escapó de su mano y acabó rodando por la mesa hasta caer al suelo. Kanon cambió de mano el repelado de uñas y Afrodita les observó bien risueño desde la distancia.

La estupefacción de Saga viajó de Kanon hacia Afrodita y regresó a enfocar a su gemelo, repitiendo el nombre en un masticado susurro para conseguir hacerlo algo más creíble.

─"Koinonía"...

─Exacto.

─La revista más prestigiosa del panorama griego...

─La misma.

─¿Y puedo saber cómo le vas a regalar un lujo que muchos sudan sangre durante años para conseguirlo?

─Espero que tu inteligencia se solidarice con la causa ─Kanon le devolvió la mirada, amplificada por el arqueo de sus cejas.

─No, no me lo puedo creer...

Saga se agarró de los cabellos para no sucumbir al impulso de estrangular a su gemelo, ignorando que ese simple gesto de desesperación refrenada desataría más tormentas de las que en ese momento podía soportar.

Porque los ojos de Kanon siguieron el gesto. Y el gesto llevó la atención hacia los cabellos de su hermano. Y ahí le pareció ver un destello de claridad que contrastaba con el frondoso añil que poblaba su cuero cabelludo.

─¿Tú tienes canas? Me pareció verte una...─dijo, abalanzándose hacia Saga para hurgar entre sus cabellos.

─¿Qué haces?

Saga le apartó la mano de un sopapo, pero Kanon vio una...la vio ahí, gruesa y enrabietada como las suyas, pretendiendo ser solo un árbol en medio de un gran bosque, pero él la detectó...Y no estaba sola, no...Al costado había otra, agazapada, escondida...

─Sí, tienes canas...

Los dedos, convertidos en pinzas, se alzaron con toda la intención de hacerse con una, pero Saga le agarró la mano y la bajó lo más lejos que pudo de su cabeza.

─¡Kanon, compórtate, por favor! ─ rogó entre dientes ─. Ya sé que tengo canas.

─Pero...¿desde cuándo?

Saga clavó su exasperada mirada dentro de la de Kanon. Respiró furioso y pensó tres veces antes de morderse los labios, retener las injurias que le escalaban por la garganta y responder.

─¡Qué se yo! Hace meses que me di cuenta. Pero ¡¿y qué?!

─¿Y aquí abajo también tienes? ─ inquirió en un susurro, señalando con la mirada la zona púbica de Saga ─ Ayer me estuve buscando y ahí no me he visto.

─Kanon, de verdad...¡eres exasperante! ─ Saga apretó los dientes y se acercó más a él, hablándole casi encima del rostro ─. Ni me he fijado ni me importa. Tenemos treinta y cinco años, camino de treinta y seis. Es normal tener canas. Papá tenía canas...Cuando falleció lucía las sienes más plateadas que oscuras, y no llegaba ni a los cincuenta. Pero claro, quizás tú ni te acuerdes...

─¡Claro que me acuerdo de cómo era papá! Pero mira a nuestro tío...¡apenas tiene el jodido!

─Y...¡¿Y qué quieres que le haga?! ¡¿En serio, Kanon?! ¡¿Nos estamos discutiendo por las canas?!

La controversia que tenía a los hermanos enzarzados se zanjó al instante que el alguacil anunció la entrada del Honorable Juez Dohko. El revuelo que este hecho generaba diariamente entre la concurrencia se fue asentando lentamente, y acto seguido irrumpió en la sala el acusado, ataviado con uno de sus acostumbrados e impolutos trajes oscuros. Su porte seguía exhibiendo esa seguridad y altivez que tanto le caracterizaban, pero, a diferencia de todas las demás jornadas, esa mañana no había la presencia de su abogado esperándole, detalle que sembró una leve decepción en su dorada mirada.

Saga miró su reloj de muñeca y esbozó una expresión de extrañeza que no pasó desapercibida por Kanon.

─¿Qué pasa?

─Son las diez y siete ─ reveló Saga, volviendo a esconder el reloj bajo el puño de la camisa ─. Que el Juez Dohko llegue un poco tarde es habitual, pero que Balrog todavía no esté...me desconcierta.

─Habrá dado con el tráfico...

─Atenas se colapsa cada mañana, Kanon...es un pequeño detalle que tenemos en cuenta siempre todos aquellos que nos movemos en coche. Y no veo a Balrog como un hombre que se deje sorprender por algo tan rutinario.

La apertura de la puerta principal consiguió que todo el mundo virara la mirada hacia allí, momento en que el abogado defensor hizo acto de presencia. Sus pasos reverberaron por toda la sala y los murmullos de rigor no se hicieron esperar.

Afrodita pivotó en su asiento, magistralmente elegido el primer día, puesto que le ubicaba pegado al pasillo, tan solo a unas pocas filas del escenario principal. Se fijó en las pálidas facciones que esa mañana lucía el letrado defensor. En las ojeras que delineaban sus ojos. En el afeitado realizado con prisas. Un par de pequeños cortes adornaban la quijada que le quedaba al alcance de su vista y el acicalado general no se apreciaba tan cuidado como siempre. Nimios detalles que podían pasar completamente desapercibidos si no se ponía el foco de atención en ellos, pero la gran capacidad de observación que poseía Afrodita ya había comenzado con su misión investigadora, sin esperar siquiera que el periodista estuviera en plena consciencia de ello.

Balrog se encaminó hacia su zona para depositar el maletín de piel a los pies de la mesa e intercambiar algunas palabras con su cliente, pero no tomó asiento. En vez de ello, enderezó su cuerpo, se atusó la americana y avanzó hacia el tribunal.

─Su Señoría, necesito comunicarle una petición personal ─ susurró, captando la atención del bueno de Dohko al instante.

─Usted dirá, letrado─. Lune tragó saliva y luchó para mantener su porte altivo, aunque la demanda que estaba a punto de procesar le avergonzaba ─. ¿Se encuentra bien, Señor Balrog? ─ presionó Dohko con sutileza, viéndose estancado en un silencio nada usual por parte del enigmático abogado.

─Hoy no estoy en posesión de las capacidades físicas y mentales para afrontar el juicio con la entereza que dicho proceso necesita ─ explicó, en otro susurro que permaneció privado entre ellos dos ─. Un familiar directo ha sido ingresado de urgencias esta noche y todavía no he podido descansar como es debido. Lamento muchísimo verme en la tesitura de extenderle este pedido: el aplazamiento hasta mañana de la jornada prevista por hoy.

─Por mi parte no hay ninguna objeción ─ informó Dohko, mirándole directamente a los ojos y fijándose en una levísima distensión en la mirada que ofrecía el abogado ─, pero es un tema que debe ser aceptado por la Fiscalía también. Si el Fiscal se niega, entonces deberemos proceder tal y como estaba previsto.

─Soy consciente de ello, Su Señoría.

Dohko alzó la vista y no le costó nada en captar la atención de Saga, quien estaba observándoles sin disimulo alguno.

─Señor Saga Samaras, acérquese al estrado, por favor.

Saga se puso en pie y aprovechó el momento para abrocharse el botón de la americana.

─¿Qué querrán ahora? ─ musitó Kanon, volviendo a cruzar la pierna con el tobillo por encima del muslo, tapándose los labios para proteger su duda.

─ Vamos a averiguarlo.

Saga rodeó la mesa y se acercó al tribunal, posicionándose al lado de Balrog sin dedicarle ni una sola mirada de soslayo.

─Su Señoría...

─El Señor Balrog me acaba de extender una petición para aplazar a mañana la jornada de hoy. Alega motivos personales que hoy le impiden poder proceder al cien por cien. ¿Tiene usted algún inconveniente, Señor Fiscal?

Ahí Saga sí que ladeó el rostro y se fijó en Lune. O en Lewis. O en Garby. O ya no sabía en quien. Lo cierto era que Balrog le observaba sin filtros, aguardando una respuesta, y descubrirle esa mirada desconocida hasta el momento le despertó una suerte de compasión que, a su vez, también le beneficiaba. La noche había sido terrible y la falta de descanso le mermaba la capacidad intelectual sin duda alguna. La fugaz idea que le había sugerido sacar provecho de la fragilidad momentánea del abogado defensor se esfumó tan pronto como su mente visualizó el día libre y, con ello, tiempo para asentar detalles que seguían flotando en el aire sin un terreno firme donde poder ensamblarse.

─No, Su Señoría. Me adscribo a lo que usted decrete.

Saga percibió cómo Lune exhalaba un suspiro sostenido y no pudo evitar volver a ladear el rostro hacia él, sorprendiéndose con un ligero asentimiento por parte Balrog y el susurro de un sentido "gracias".

─Pueden retirarse. Procederé al aplazamiento hasta mañana a la misma hora.

El revuelo que se alzó cuando el Juez Dohko selló el retraso a golpe de mazo fue memorable. Muchos de los periodistas parecían contrariados por la decisión; operarios de cámaras resoplaban por tener que volver a desmantelar el tinglado de cables y conexiones y Afrodita pareció entrar en modo "jirafa".

Todavía sin moverse de su asiento estiró el cuello todo lo que pudo y observó cómo Balrog intercambiaba palabras con su cliente. Y cómo Hypnos parecía no querer atender a razones. Y cómo Balrog decía algo que también escenificaba con sus brazos y hombros. Algo que Afrodita entendió como un "es lo que hay" y que escribió en su libreta, dándole vuelta para empezarla del revés y no mezclar temáticas y anotaciones.

Aún no pudo acabar de anotar lo que le había suscitado el espionaje de esa escena que una ráfaga de agradable perfume le hizo alzar sus sentidos: Lune acababa de pasarle por el costado. El perfume que acompañaba al abogado lo había registrado en su base de datos olfativa apenas unos minutos atrás, y ahora le alertaba que su objetivo pretendía abandonar la sala.

Y hacerlo, al parecer, con prisas.

Afrodita no supo ni cómo lo consiguió, pero en un santiamén recogió todas sus pertenencias y se dispuso a salir del tribunal.

No lo podía negar, y le jodía darle la razón al desvergonzado de Kanon, pero ese juego le estaba poniendo a mil. Sentía la adrenalina a flor de piel y el rápido bombeo de su corazón no le restaba capacidad de acción, sino todo lo contrario: le otorgaba un influjo de energía extra que le cosquilleaba por todo el cuerpo.

Sus azules ojos se fijaron en la amplia espalda de Balrog, se clavaron en ella y no la abandonaron ni un segundo, a pesar de varios intentos por parte de los asistentes al juicio de entrometerse en su cometido y arrebatarle la localización de la presa.

Cuando pudo emerger de la sala, el corazón le dio un vuelco al descubrir el pasillo vació, pero sus instintos básicos de periodismo de investigación le instigaron a mirar hacia los costados, reparando en la puerta de los baños camino de cerrarse.

Ahí estaba su objetivo.

Y ahí iría él.

Entro con la decisión de quien necesita hace uso de los servicios imperiosamente y, de nuevo, atisbó otra puerta cerrándose tras la estela del perfume que ya tenía fichado.

"De acuerdo...se ha encerrado en el baño..." ─ pensó Afrodita, valorando en milésimas de segundo qué hacer ─ "Si me meto al contiguo será sospechoso...Nadie elige un wc contiguo a otro a no ser que sea la única opción...Ya está: dejo uno entre medio".

Pensado y hecho. Afrodita se internó en otro wc y no dudó en agacharse para espiar por debajo de las separaciones. No se escuchaba ningún ruido de ninguna clase y le sorprendió ver que los pantalones de Balrog no estaban bajados a pesar que la punta de los zapatos apuntaba hacia afuera.

"¿Qué estarás haciendo metido ahí, porque está claro que aguas mayores no..."

Unos nuevos pies irrumpieron en el wc que quedaba libre entre los dos y esos sí que en seguida se vieron sepultados por la caída de los pantalones.

"Mierda"

Fuera se escuchaba movimiento en los urinarios. Voces. Lavados de manos. Repetidos golpes a un secador que no funcionaba. Un concierto de trompetas en do menor en el cubículo del costado y la incertidumbre de cómo proceder: ¿esperar? ¿salir y hacer tiempo fuera? ¿con qué pretexto? ¿y cómo disimular?

Afrodita decidió aguardar. Y sostener la respiración ante las desagradables oleadas de aromas que procedían de su flanco derecho, deseando escuchar el vaciado de la cisterna vecina para poder regresar a sus pesquisas a ras de suelo.

El anhelado momento finalmente llegó, y cuando escuchó abrirse la puerta contigua se agachó de nuevo, descubriendo que en el wc elegido por Balrog también había movimiento. Afrodita agudizó sus oídos y esperó escuchar la apertura de la puerta del abogado sin el ruido de rigor de la cisterna, detalle que le hizo arrugar la nariz y le recordó que, si él quería actuar de manera verosímil, debía accionar la descarga de limpiado.

Lo hizo.

Renovó las aguas del inodoro y salió del wc dispuesto a poner en práctica su primera auto lección de improvisación dramática. Proceder a lavarse las manos era el siguiente paso lógico, y entonces su corazón volvió a desbocarse, porque Lune de Balrog estaba fingiendo hacer lo mismo.

Afrodita tomó una copiosa cantidad de jabón y se enzarzó en un minucioso lavado de manos que le dio tiempo a fijarse en el reflejo de Balrog. En sus ojos enrojecidos, como de estar irritados por alguna alergia o, simplemente, de haber estado llorando.

Balrog no le miraba.

Parecía estar con la mente muy lejos de allí, porque la mirada la presentaba evadida y los movimientos con los que se lavaba las manos muy mecanizados.

El periodista decidió enjuagarse la gran cantidad de jabón aprovechando el trance para observar las manos de Lune y darse cuenta de un par de heridas tiernas en sus nudillos.

"Tiene heridas en las manos...¿se habrá peleado?..." ─pensó ─. "No...no creo...Lo más probable es que una pelea le hubiese ocasionado heridas en el rostro también, y la cara la tiene pálida, pero parece que de cansancio..."

Afrodita salió de su ensimismamiento cuando Lune se sacudió el agua de las manos y se hizo con un buen pedazo de papel para secárselas. El sueco se concentró en su actuación y procedió con toda la naturalidad de la que fue capaz, imitando la secuencia de acciones del abogado.

Interponiéndose sin querer en su paso.

─Disculpe ─ le dijo, cuando la necesidad de llegar al papel le hizo frenar en seco.

─No es nada ─ le respondió Lune, mirándole directamente a los ojos.

Afrodita se arrimó al mármol de los lavabos y Lune pasó por su lado, con el rostro gacho y la altivez de su porte un tanto mermada.

El primer paso ya estaba hecho y tenía varias cosas que anotar en su libreta, pero si lo hacía perdía el filón del momento, razón por la que tiró de retentiva mental y salió de los baños con una nueva idea bailando en su cabeza: ir en busca de su coche y esperar que Balrog saliera de las entrañas de los juzgados para seguirle donde fuera que sus excusas para aplazar el juicio le llevaran.

Cuando llegó al vestíbulo principal Balrog ya no se avistaba por ningún lado, pero Kanon parecía estar acechándole justamente a él.

El gemelo no dudó en cruzarse en su camino y tampoco escatimó descaro cuando le detuvo los andares.

─¿A que te pone caliente el juego que te he propuesto? ─ le cuchicheó al oído, agarrándole del brazo para evitar que se escapara ─ Veo que ya has empezado, y por el rubor que tiñe tus mejillas deduzco que te lo estás pasando en grande...

Afrodita no forcejeó ni intentó zafarse de Kanon, pero sí que viró su rostro para mirarle directamente y hablarle casi rozándole la piel ─ "Koinonía", querido mío...tienes todo el día por delante para conseguirme el reportaje...Mientras tanto, todo lo que vaya anotando aquí será única y exclusivamente para mí...Y ya hay cosillas...Interesantes...─ añadió, alzando la libretita de los secretos y haciéndola bailar lejos del alcance de Kanon.

─¿Ah, sí...? No te hacía tan rápido...

─Soy rápido en lo que me interesa serlo, tú ya me entiendes...Hay otras cosas en las que dedico mi tiempo...y a veces es mucho...─ añadió, deslizando con malicia la mirada hacia la entrepierna de Kanon.

Dicho esto, Afrodita le guiñó el ojo y Kanon no pudo resistirse a ensanchar su genuina media sonrisa.

Ese chaval estaba cayéndole hasta bien, y si Kanon se sonreía era para no pensar en el tormento que le esperaba a él gracias a sus fabulosas promesas.

A sus impulsos irreflexivos.

Y al indiscutible arte que poseía para liarla parda sin tener ni jodida idea de alcanzar alguna salida.