49. Aprovechemos el día
─No deseaba molestaros más, Kanon. En un hotel estoy bien, créeme.
─Si es por Rada...
─¡No! ¿Cómo puedes siquiera pensar eso? ─ Defteros lamió el papel del cigarrillo y acabó de liarlo con rapidez, tomando el mechero que le tendió Kanon por inercia ─. Rhadamanthys es una joya de persona.
─Entonces...¿estás molesto conmigo? ¿porque desde que te pedí que volvieras apenas hemos podido hablar y pasar tiempo juntos? ─Kanon prendió su cigarrillo sin dejar de observar a su tío, sorprendiéndose a sí mismo cuando una desconocida nostalgia quiso encontrar a Aspros en sus rasgos.
─No, Kanon. No es nada de eso. Comprendo que los acontecimientos de los últimos días han sido tan precipitados como agotadores ─. Defteros le miró con ternura, absteniéndose de buscar apoyo contra una de las columnas exteriores del acceso a los Juzgados, cosa que Kanon sí había hecho sin remilgo alguno ─. Además, me viene bien un poco de...aire.
Kanon le miró de soslayo y rápidamente focalizó su vista sobre Úrsula, quien parecía estar haciendo tiempo paseándose sin rumbo unos metros más allá, mientras se fumaba uno de sus finos cigarrillos y hablaba por teléfono.
─¿A esa clase de "aire" te refieres? ─inquirió Kanon con un deje de decepción que detestó de inmediato ─. Perdona, no tengo ningún derecho a juzgarte...─rectificó─. Supongo que estoy furioso conmigo mismo por no ser capaz de preguntarte cómo está...ella...─ dijo, regresando la mirada al movimiento de la calle.
─No pasa nada, Kanon ─. Defteros aspiró una calada que sostuvo dentro durante los segundos que reflexionó sus siguientes palabras ─. Tu madre...Sasha...está bien ─dijo, tomándose una pequeña pausa ─. No te voy a engañar sobre lo que viste en la video llamada de esa noche: a veces tiene días en los que el pasado y la confusión se apoderan de su alma, y en otras ocasiones permanece en el presente. Cada día contacto con Lisa, que es la enfermera que cuida de ella, y cuando puedo hablo con Sasha...le cuento cosas sobre Saga y tú, sobre...─ahí la voz de Defteros dio con un bache que le obligó a inspirar y a desviar la atención de sus propios remordimientos por permanecer lejos ─...sobre el fuerte lazo que os une, sobre lo buenos chicos que sois, sobre las fantásticas personas que también están en vuestras vidas, y entonces a veces sonríe un poco y me llama por mi nombre y me dice que me extraña, que tiene ganas de veros...
Kanon bajó la mirada, dio otra calada al tiempo que barría el suelo con el pie y confesó con vergüenza un miedo que aún no había osado airear a los cuatro vientos.
─No sabré qué decirle...─ Kanon se mordió los labios antes de proceder, buscando la mirada de Defteros sin ocultar el brillo que aguaba la suya ─. Ni qué hacer ─prosiguió, encogiéndose de hombros ─. El día en que nos podamos reunir temo sentirla como una desconocida. Me aterra el simple hecho de pensar que la añoranza en la que me he sumido durante todos estos años ha sido irreal, una mera ilusión que debía estar ahí, la nostalgia de una idea y no la de una realidad...─ Kanon llevó la mirada hacia la escalinata que les mantenía elevados del nivel de la calle, fijándose en el aleatorio picotear de una paloma en modo supervivencia.─ ¿Y si no siento nada?
─No te hace ningún bien pensar así, Kanon...No te fustigues de esta manera.
─Años he pasado forjando odio contra mi padre...─ dijo, regresando la mirada hacia Defteros ─, y desde que Thane hizo lo que hizo que...─la voz a punto de quiebre frenó las siguientes palabras, y Kanon se agarró los cabellos con gesto airado ─ ¡Arrrg, mierda! ¡Joder! ─exclamó ─ Desde esa maldita tarde no puedo dejar de pensar en papá y en todos los arrepentimientos que ni sé de dónde cojones me salen...Es como que de repente, le extraño...y no sólo a él, sino todas las cosas que yo mismo me privé de vivir con él...y...y entonces es cuando me busco mil y una excusas para estar ocupado y no pensar, y te juro que ser peón de Saga ahora mismo me viene de perlas, pero aún así mis remordimientos persisten, y...todo este cúmulo de sentimientos son una puta mierda, Def...
─Sé cómo te sientes, Kanon. Y sé lo frustrante que es no poder hacer otra cosa que aceptar lo que sucedió entre tú y él, y cómo sucedió...─Defteros aspiró otra calada de pesadumbre, incapaz de discernir si esas palabras iban dirigidas a Kanon, a sí mismo o a los dos.
─Si no hubiese sido tan condenadamente gilipollas...
Kanon calló, extinguió con prisas su cigarro y lo lanzó unos peldaños más abajo. Defteros hizo lo propio, pero él sí eligió descapullarlo para tirarlo en una papelera cercana.
─Un abrazo ─dijo Defteros, regresando sobre sus pasos, captando la atención de Kanon ─. No hay día en que no me arrepienta de haberle negado ese último abrazo ─expuso ─. Yo también creí odiarle. Aún hoy necesito convencerme que todavía lo hago...pero ¿qué es lo que más sigue doliéndome aquí dentro? Ese jodido abrazo que no le di cuando ni siquiera imaginaba que esa sería la última vez que le iba a ver. Que le iba a tener cerca. Que podría mirarle a los ojos y descubrirme reflejado en ellos. Y de esto hablamos con Úrsula...Sí, Kanon, no te niego que estoy en el hotel con ella ─aclaró, ante la interrogativa que leyó en los ojos de su sobrino ─ Hablamos de Aspros...y de nosotros con y sin él. Sin juzgarnos. Sin condenarnos. Únicamente compartimos nuestras experiencias y sentimientos y, en cierto modo, creo que nos estamos ayudamos a cicatrizar algunas heridas que ambos todavía sentimos abiertas.
─¿Sabes que también detestaba a Úrsula? No podía evitarlo, pero lo más jodido del caso era que...─Kanon volvió a fijarse en ella, en cómo tiraba la colilla al suelo y la desmenuzaba con sus imprescindibles zapatos de tacón ─ lo hacía porque sí. Porque me resultaba más fácil vivir en el odio constante contra todo lo que tenía que ver con mi padre. Hacer eso conseguía que me asumiera fuerte e indestructible, independiente y despegado...Pero la realidad era que ella amaba a mi padre, que no lo podía evitar. Lo supe ver cuando fui a visitarla a Esparta. Supongo que su muerte también le afectó mucho, y yo no soy nadie para desmerecerle los sentimientos...
─Cierto.
Kanon sonrió con la tristeza asomada a sus ojos, invitando a que Defteros le presionara un hombro con ternura y complicidad.
Una complicidad que se vio desbaratada cuando un vendaval de disgusto les fracturó el momento.
─¡¿Qué?! ─ irrumpió Saga, maletín en mano y paso apresurado hacia ellos ─ ¿No deberías estar hablando con tus "contactos" de Korydallos y sobornando con tu dinero a la dirección de Koinonía?─Defteros dio un paso al costado y Saga le ignoró con descaro, posicionándose entre él y su hermano─. Tienes mucho que solventar para estar perdiendo el tiempo tan alegremente.
─¡Lo solucionaré, Saga!
Saga quiso responder, pero se mordió la lengua antes de acabar soltando algún insulto inapropiado para el momento y lugar. Alzó la mano para enfatizar otras palabras de reprimenda que tampoco se armaban con elegancia y acabó cerrando el puño que apoyó contra el hombro de Kanon, clavándole los nudillos con incordio.
─No quiero saber cómo te las apañarás con esto, pero ni se te ocurra venir a pedirme ayuda de ningún tipo. Y menos de dinero ─ Kanon inspiró y partió sus labios para pronunciar algo que ni siquiera se cargó de voz, puesto que Saga no le dejó ─. Y a Shaka tampoco. Sé que conseguirías despertarle compasión y que acabaría cediendo, y no.
─¡¿Cuándo le he pedido pasta a Shaka?!
─Te lo aclaro por si acaso. Y a él también le pondré en sobre aviso.
─¡Confía un poco en mí, joder!
─Afrodita Eriksson, Kanon...Este tipo es una alimaña del periodismo y a ti no se te ocurre otra cosa que hacer tratos sucios con él. ¿Qué garantías tienes que colaborará contigo? ¿Eh? ¡Dime!
─Cuando te lo he dicho en el tribunal no te has puesto tan histérico...
─¡Pero es que cuanto más lo pienso más peligroso me parece!
─¿Quieres investigar tú entonces? ¡Adelante! ¡Hazlo!─ exclamó Kanon, abriéndose de brazos con impotencia. Saga le miró con el ceño contraído, respirando furia y sintiéndose terriblemente incómodo con la ignorada presencia de Defteros a sus espaldas─. Por si no te das cuenta, he situado a Afrodita de nuestro lado ─susurró Kanon, tomándose el turno de presionar el dedo contra el hombro de su hermano─ le ofrezco confianza y valor a su trabajo...y le he puesto más cachondo que nunca con la misión que le he encomendado. Es un cotilla nato, y te aseguro que va a estar empalmado todo el rato que dure este juego de fisgoneo clandestino.
─Chicos...─Defteros carraspeó en un sutil llamado de atención─ No quiero entorpecer vuestro trabajo. Ya sabéis que podéis contactar conmigo siempre que lo necesitéis. Los dos─ remarcó, dirigiéndose a Saga.
─Sí, lo sé. Gracias...─Saga bajó la cabeza ante la estupidez que le embargaba cada vez que se hallaba próximo a Defteros y, antes que su tío emprendiera la marcha, le detuvo con el coraje de una cortés propuesta─. Defteros...Aprovechando que hoy no hay juicio me gustaría que vinieras a comer a casa. Todavía no te he recibido adecuadamente desde que has regresado...Y a Úrsula le prometí aceptar una charla con ella. Me he fijado en que os habéis conocido un poco por lo que, si no os resulta molestia, os espero en casa.
Defteros ojeó a Úrsula, que seguía enfrascada en una nueva llamada telefónica, y aceptó la propuesta por ambos.
─Si tú también quieres venir, ya sabes ─le dijo a Kanon.
─¿Yo? No Saga, debo pensar cómo soborno a la dirección de la revista Koinonía sin pedirle prestado dinero a mi sugestionable y generoso cuñado...
─Kanon, venga...─dijo Saga, con tono lastimero─, no nos enfademos otra vez.
─Yo no estaba enfadado, has sido tú el que me ha puesto de mala leche. Y si quieres que acuda para no sentirte incómodo...─le susurró al oído cuando pasó por su lado─ te jodes. Ya estuvo en tu casa cuando vino la primera vez, así que no sé por qué has retrocedido con él.
─Tú estás con tus luchas personales y yo con las mías, ¿de acuerdo? ─dijo Saga, mordiéndose las palabras─ Estoy intentándolo.
Saga no añadió nada más y dejó a Kanon solo en lo alto de la escalinata, invitando a Defteros y Úrsula a abandonar los Juzgados en su coche y así ahorrarse cruzar toda la congregación de curiosos y prensa.
###
Afrodita pisó a fondo cuando el Audi azul marino que conducía Barlog se incorporó a la calle. Ya lo tenía fichado desde el inicio del proceso, así como el coche de Saga y varios vehículos de los participantes habituales, incluida la espectacular moto de Rhadamanthys y la bicicleta que el Juez Dohko amarraba a pie de calle, como si fuera un usuario anónimo más.
El móvil lo había enganchado en el pequeño soporte magnético del parabrisas, activando la grabación de voz para ir registrando todas las notas auditivas que creyera importantes, tales como la ruta tomada y el estilo de conducción, que por el momento estaba transcurriendo dentro de una normalidad muy legal y respetuosa con las señales de tráfico.
─Este seguro que vive a las afueras, en alguna urbanización de lujo o algo así...─murmuró Afrodita, agudizando la vista al verse sorprendido por la incorporación de otro vehículo entre él y Balrog.
La elegante persecución prosiguió sin sobresaltos destacables, hasta que el coche del abogado eligió la dirección que conducía a otra zona de la ciudad, descartando el rumbo que les expulsaría directamente de ella.
─Me estás mareando, Balrog...
Afrodita hizo lo propio, asegurándose una distancia de seguridad propicia para no levantar sospechas, y su sorpresa fue mayúscula cuando vio que accedía al gran estacionamiento de un importante hospital privado.
─¿Qué narices...? ¿Un hospital? Uy uy uy...esto se pone interesante.
Una ladina sonrisa se dibujó en los labios del sueco, que optó por pararse arrimado a la acera, bajo una hilera de árboles que daban sombra a la zona destinada al servicio de taxis.
Lune aparcó el vehículo en uno de los primeros huecos libres que encontró y se dirigió hacia la entrada con paso veloz.
Afrodita pensó. Y pensó en varias opciones. Si seguía siguiéndole con su coche, un Mini Coupé azul celeste, corría el riesgo de acabar siendo descubierto. Si le seguía en taxi en plan peliculero le iba a costar un ojo de la cara y si simplemente dejaba su investigación del día en ese punto, se quedaba con la amarga sensación de un orgasmo fallido.
Pero la cruda realidad era que el tema estaba candente.
Y mucho.
La adrenalina que corría por sus venas le teñía las mejillas de un color rosado que le avivaba el espíritu, y la idea que se le acababa de ocurrir hizo que se mordiera el labio inferior como anticipo de la dosis de placer que su mente chismosa y juguetona iba a experimentar.
Con la libido fisgona burbujeándole por dentro buscó un aparcamiento adecuado para su coche y se dirigió hacia el taxi cuyo conductor parecía ser el más joven y tentable.
─Buenos días ─dijo con coquetería, tomando asiento en diagonal con el conductor.
─Buenos días, ¿dónde vamos?
─A jugar un rato, ¿qué te parece?
─¿Perdón? ─dijo el taxista, dándose media vuelta para mirarse a Afrodita por debajo de las sombras que proyectaba la visera de su gorra.
─Siempre he querido hacer esto, querido...─Afrodita se sonrió frotándose de manos antes de tomar la libretita de las notas ─verás qué divertido puede ser...
─Oye chaval...a mí los rollos raros no me van, ¿entendido? Para filias dudosas búscate a otro.
─Tranquilo, cariño...No te pongas nervioso que no te voy a pedir ningún favor sexual...De eso no va la cosa...─Afrodita dejó la libreta en su regazo al tiempo que se hacía con la billetera para sacar de ella 100 euros en metálico ─Ni tampoco soy el Tom Cruise de Collateral...No mato a nadie por encargo, pero te ofrezco este dinero si accedes a jugar conmigo un rato.
─Estás pirado...bájate de mi taxi...─señaló el chico, empezando a salivar ante la idea de un ingreso extra─. Esto que me ofreces no me da ni para llenar el depósito.
─Ah, claro...la gasolina ha subido tanto...─Afrodita volvió a revisar su cartera y vio que únicamente le quedaban otros cincuenta euros en efectivo ─.150 y la carrera te la pago con tarjeta─ insistió─. Nada de sexo y nada de asesinatos, solo seguir al coche que te señalaré en cuanto se ponga en marcha. Ya puedes poner a contar el taxímetro.
─Te saldrá el juego muy caro, amigo...─murmuró el taxista, tomando los tres billetes que Afrodita hacía bailotear frente a sus ojos.
─No sufras, el dinero no es problema para mí...
Afrodita le guiñó un ojo y se recostó contra el asiento, tomando la libreta para plasmarle una importantísima anotación:
KANON: 180€ DE SOBORNO CON INTERESES
+ LA CARRERA DEL TAXI
+ DIETAS DEL DÍA
+ % A DECIDIR POR IMPREVISTOS
El periodista cerró la libreta con satisfacción y avispó sus sentidos cuando vio aparecer a Balrog junto a una mujer de cabello rubio, de unos cuarenta y pocos, demacrada y protegiéndose del frío con la americana del abogado.
─¡Ahí!─ exclamó, abalanzándose hacia el asiento del conductor─. ¡Sigue a ese tipo! ¡Que no se te escape!
─¡Voy, voy!
El taxista también estaba notando el efecto de la adrenalina, y puso en marcha el vehículo con ese excitante hormigueo recorriéndole el cuerpo.
─Moría por hacer esto alguna vez en la vida...─ canturreó el sueco, con la mirada brillante de emoción y el corazón latiéndole a mil por hora.
─Las multas que me caigan por saltarme semáforos también correrán por tu cuenta, ¿entendido? ─ señaló el taxista, dando gas al coche mientras las manos rendían pleitesía al volante, estrujándolo intermitentemente, con los nervios propios de la tensa espera.
─Oh, sí, tranquilo, Kanon paga.
El joven conductor no entendió nada y Afrodita se preocupó de prepararse el móvil.
La fotografía robada no era lo suyo, pero nunca es tarde para empezar con algo nuevo.
Algo estimulante.
Ilegal...
Condenable...
... Y jodidamente apasionante.
