51. Transferencia
The Wyvern's Cave
─Escucha Wyvern, te leo textualmente ─ hacía rato que Kanon tenía el morro pegado a la pantalla del móvil─: «En 2015 se registraron en Noruega 648 suicidios, 18 menos que en 2014. En Noruega, de media, como mínimo una persona se quita la vida cada día. En términos porcentuales esto se traduce en que en Noruega la tasa de suicidios es de 11,8 por cada 100.000 habitantes, por encima de la media de suicidios a nivel mundial, que es de 9,26 por cada 100.000 habitantes. En 2015 hubo 31 asesinatos en Noruega, así pues, en este país el número de suicidios es muy superior al de asesinatos, hasta el punto de que por cada persona asesinada se suicidaron 20,9 personas». Es jodida la cosa…
─¿Y qué quieres decirme con todo esto?
Rhadamanthys se acercó a un nuevo allegado a la barra y escuchó atento un pedido que le trajo de regreso a la zona esquinera que siempre elegía Kanon. Tirar una jarra de cerveza tenía prioridad sobre prestar atención las estadísticas de muertes de otro país, las cuales ni siquiera le habían rozado los archivos mentales de la escucha pasiva.
─Pues que en los países nórdicos el suicidio está muy al orden del día, que no es algo tan esporádico…
El Wyvern llevó la cerveza al cliente y procedió con el cobro, tratando de poner su sonrisa más amable mientras comenzaba a sentirse amenazado por un atardecer ajetreado y sin más ayuda tras la barra que él consigo mismo.
─Ok, me parece bien…─una nueva pareja también se acercó a la zona, pidiendo dos combinados. Rhadamanthys se encontró subiendo a la quinta marcha y Kanon seguía en su taburete frente al tirador de cerveza, chequeando datos de suicidios, causas de mortalidad y porcentajes de población afectados por ello.
─¿Te parece bien que haya tanta peña quitándose la vida? ─ preguntó Kanon, extrañado.
─¡No! Pero…─Rhadamanthys le dio la espalda para llenar los dos vasos de tubo con vodka; al girarse buscó las dos botellitas de limonada y las imprescindibles lunas de limón. La entrega volvió a apartarle de Kanon, y cuando regresó sobre sus pasos, billete en mano para cobrar el servicio, asentó las normas del juego─. Sé que todo esto es muy jodido, pero yo ahora no estoy para escuchar números y datos sobre gente que la palma. Está habiendo curro, así que…o te vas a casa y me dejas tranquilo o te arremangas y me ayudas a sacar la noche adelante.
─¡Joder! ¡¿Pero qué pasa hoy?! ¡Thane me ha hecho lo mismo!
─Mira, allá tú… ─ Rhadamanthys procedió a cobrarse el pedido y al regresar al tirador para servir otra cerveza, insistió en su estrategia─. Si te quedas y curras, cuando baje la primera oleada de trabajo hablamos, ahora no puedo. Y si no te parece bien ya sabes qué hacer.
La puerta del pub se abrió y dejó pasar a un numeroso grupo de hombres trajeados que parecían salir de una exitosa reunión de trabajo. Rhadamanthys palideció al instante, sintiendo cómo la primera gota de sudor se condensaba en su sien y resbalaba patilla abajo, y fue entonces cuando Kanon inspiró paciencia, bajó del taburete, rodeó la barra y se dirigió hacia la trastienda mientras se despojaba de la chupa de cuero.
─Deberías comenzar a buscarle sustituto a Valentine, yo no voy a estar siempre aquí para sacarte las castañas del fuego─ se quejó Kanon antes de desaparecer en el almacén, dejando claro el gran favor al que se estaba entregando.
─Ni lo quiero, Kanon, ni lo quiero…─masticó el Wyvern solo para sí ─. Hola, buenas tardes, ¿qué será? ─ preguntó al que parecía ser el líder del «comando traje».
Kanon emergió con las mangas subidas hasta los codos, quedándose plantado en medio de la barra; la impaciente colección de miradas que se clavó en él casi consiguió que desapareciera por donde había salido, pero la voz del Wyvern despachándole órdenes no le dejó otra opción que lanzarse al ruedo.
─¡Kanon! ¡Tres Jack Daniel's con hielo, dos Bacardí─Cola y un Gintónic! ¡De las cervezas me encargo yo! ¡Al lado de la caja tienes una lista con los precios!
Así pasaron una hora, dos, tres…El ritmo de trabajo que les había asaltado sin darles apenas tregua no había sido en absoluto el típico de en un día laborable, pero la caja que "The Wyvern's Cave" recaudó esa noche no estuvo nada mal.
Mientras Kanon pisaba los talones de los últimos clientes para bajar la persiana a media asta y echar el cierre, Rhadamanthys se dedicaba a contar los billetes acumulados, respirando, por primera vez en varias semanas, con algo de alivio empresarial.
─Por fin algo de beneficio…─Kanon se acercó a la barra y recuperó ese taburete que guardaba impresas las huellas de sus nalgas, procurándose el cigarrillo de premio después de una sesión de trabajo agotadora ─. A ver, cuéntame ahora qué narices querías decirme con lo de los suicidios y no sé qué más…─Rhadamanthys puso el dinero en un sobre y dio media vuelta hacia Kanon, robándole el pitillo recién prendido.
Kanon ni se esperó saberlo de regreso. Se encendió otro para él y suspiró humo, cansancio y cierta molestia.─ Pues que hemos descubierto que Balrog tenía una hermana que, al parecer, se suicidó en el año 1994. Thane lo sabía y no me había dicho nada al respecto cuando fui a preguntarle sobre el antiguo «yo» de Balrog, y este mediodía, al insistirle, le ha quitado importancia diciéndome que en todas las familias hay desgracias.
─¿Y?
Rhadamanthys puso dos vasos con hielo sobre la sucia barra mientras sujetaba el cigarrillo entre sus labios y achicaba los ojos por la molestia que le generaba su propio humo. El chorretín de whisky hizo quebrar los cubitos con ese sonido que al inglés le resultaba de lo más seductor y dejando la botella cerca, ofreció uno de los vasos a Kanon.
─Pues que tristemente el suicidio es una de las causas de muerte más frecuentes en los países nórdicos, por lo que no debería ser un dato a tener en cuenta, pero…
─Pero a ti te huele mal─ sentenció Rhadamanthys, sujetando el cigarrillo entre los dedos de la mano con la que tomó el vaso.
Kanon hizo una mueca al sentir el escozor del licor en su paso por la garganta ─. Pongámonos en contexto─ dijo, aspirando una nueva calada que fue expulsando mientras hablaba ─: Hypnos expone ahí unos años antes, permite o avala que en su exposición participen artistas locales y una de ellos es una tal Elsa Dou Garbellen, ¡oh, casualidad!, y luego, años después, esta chica se quita la vida. ¿Por qué? ─ el Wyvern se encogió de hombros ante una pregunta lanzada al aire ─. Yo creo que el hijo de puta de Hypnos tuvo algo que ver, más teniendo en cuenta sus enfermos hábitos sexuales. Si no se hubiese cruzado en la vida de esta muchacha…pues vale, ella se pudo haber quitado la vida por mil motivos distintos, pero ese cabrón estuvo ahí…─reflexionó, golpeando la barra con el dedo al remarcar las últimas palabras ─ estuvo ahí, Wyvern…
─Pero lo que dices no tiene sentido, Kanon─ Rhadamanthys contrajo las cejas, sin acabar de comprender ─. Pongamos que pasó algo entre ellos: violación, abuso, etc…entonces…¿por qué Balrog le defiende? ¡Debería querer enchironarlo!
─¡No lo sé!─ exclamó de repente, asustando a Rhadamanthys ─. Por eso estoy esperando que Afrodita lleve a cabo la misión que le he encomendado...
El Wyvern se atragantó con el humo de su propia calada. Escuchar a Kanon susurrar esas últimas palabras como si quisieran esconderse de la locura que ellas misma entrañaban superó todas sus expectativas.
─¿Que qué? ─preguntó el inglés entre toses ─. ¿Me estás diciendo que has hecho tratos con ese periodista sueco? ¿El sensacionalista y chismoso?
─A veces hay que aliarse con el diablo, Wyvern…─ murmuró Kanon por lo bajín, rescatando el teléfono móvil después de horas sin echarle un ojo. Rhadamanthys rodó la mirada hacia el techo, negándose a creer que Kanon pudiese llegar a ser tan imprudente, y la clavó de nuevo sobre el gemelo cuando este se deshizo en insultos y maldiciones.─ ¡¿Será hijo de puta?! ¡Sanguijuela de los cojones! ¡¿Pero qué se ha pensado el imbécil este?!
Los ojos de Kanon parecían querer salir de sus órbitas. Hacía horas que le había llegado un WhatsApp que no había visto, y lo que estaba leyendo en él no era precisamente nada que le alegrara la noche.
─El diablo tiene sus propias normas, Kanon…─ canturreó el Wyvern, tomándole del hombro con un zarandeo que se movía entre el pésame y el «acarrea con las consecuencias».
─¡Sí, vale! ─ le replicó Kanon, enrabietado a no poder más ─ ¡¿Pero tienen que ser tan caras?!
El abogado dejó el móvil sobre la barra y se lo acercó a Rhadamanthys. Si lo seguía sosteniendo entre sus manos corría el riesgo de estamparse contra el suelo, así que lo mejor era alejarse del chisme y respirar hondo. Una vez…
Dos…
Tres…
Pasar el whisky de golpe y apurar el cigarro al máximo.
Rhadamanthys se lo encaró y leyó el mensaje que había conseguido cambiar las facciones de Kanon:
«Hola querido. Tengo información suculenta. Te puedo hacer un tráiler de ella si me ingresas vía la simbólica cantidad de 432,27€. 450, para redondear. Cierra la boca y deja de insultarme, es todo lo que me ha costado estrenarme como investigador privado. Además, te cobro también el café que esta mañana te has «olvidado» de pagar. Mi mail para la transferencia es afroditadepisciseriksson . El resto, cuando tenga delante el contrato del artículo con Koinonía. Besitos amor ^^ ».
─Es una puta rata rastrera…─ dijo Kanon, decepcionado.
─¿Y qué esperabas entonces?
─No tengo esta pasta, Wyvern…─Kanon aplastó el cigarrillo con impotencia ─. Sí la tengo ─rectificó encogiéndose de hombros, como excusándose ─, pero es para vivir, no para pagar chantajes…
─Es que si pagas la cagas, Kanon. Luego te va a pedir más y más y más, y entrarás en una espiral sin fin. Ni se te ocurra darle ni un puto euro.
─Pues ya me dirás cómo cojones lo hago…─ un gruñido impotencia se ahogó entre los fregatones que se procuró en el rostro antes de mirar al Wyvern con ojitos de gato abandonado.
Radamanthys aspiró una nueva calada; su forma de fumar era más pausada y placentera, y cuando exhaló el humo vertió sobre la barra la única reflexión que acudía a su mente.
─Imagina por un momento que va de farol, que por lo que me cuentas de él, no es nada improbable…─dijo, a modo de premisa.
─También lo voy yo de farol…─confesó Kanon, suspirando con vergüenza ─.Reconozco que esta mañana me he venido arriba con las condiciones del trato. No tengo ni puta idea de cómo conseguirle lo que él más ansía ─. Rhadamanthys arrugó el entrecejo y negó con la cabeza, tomando otro sorbo de ese whisky que le insuflaba un poco de alegría─. Ya sé, Rada…no me sermonees tú también, que ya he tenido bastante con Saga…
─Está bien…─dijo el Wyvern, sujetándose en la barra mientras inspiraba todo el sentido común que a Kanon siempre se le perdía por la boca ─. Tú vas de farol, asumamos que él también. Nada confirma que te está diciendo la verdad, así que olvídate de pagar nada, eso para empezar. Y si le has prometido algo que él anhela…pues trata de conseguirlo sin juegos, ni chantajes ni mierdas de este estilo. A veces hay que ir de frente en la vida ─ dijo con la contundencia de quien da un discurso ganador ─. Siempre se debería ir de frente, nos ahorraríamos muchas pérdidas de tiempo inútiles ─zanjó, aspirando una última y larga calada a su cigarrillo.
Kanon recuperó el móvil y releyó el mensaje, aún sin dar crédito de lo ruin que podía llegar a ser ese periodista cojonero venido a más.
─¿Qué haces? ─Rhadamanthys le escrutaba con cierto temor a ser desoído, apurando el vaso para servirse otro nimio culín.
─Le contesto, Rada…
─Allá tú ─suspiró el inglés, bebiéndose esa muestra aguada de un tirón ─¿Nos vamos?
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Kanon avistó la despampanante cabellera de Afrodita antes de llegar al portal de su casa. El periodista estaba esperándoles bajo la luz de una farola, cruzado de brazos y descarado con los pocos transeúntes noctámbulos que se cruzaban con él y que le despachaban palabras de dudosa elegancia.
─Yo subo a casa ─Rhadamanthys cogió el casco de Kanon y se lo colgó del brazo. Lo único que deseaba era sentarse en el sofá y relajarse, no lidiar con problemas que encima ni había ocasionado él ─. Ya te he avisado: paga y no te lo quitarás de encima en años.
Kanon resopló resignado y miró la figura de Afrodita, acercándose a ellos con una maliciosa sonrisa asentada en sus labios.
─Veo que no te ha costado nada dar también con mi domicilio ─dijo Kanon, seco.
─Se me está dando bien esto de investigar, querido…─el sueco se acercó más, coqueteando con la proximidad de cuerpos ─. Puesto que no he recibido ninguna transferencia deduzco que me pagarás en efectivo…Mucho mejor, así no queda constancia del movimiento de dinero…
─No te voy a pagar, Afrodita. Ni 450€ ni 45 céntimos.
─Vaya…qué lástima…─ musitó el periodista, dando un paso atrás ─. Entonces te quedarás sin la información que tanto deseas…
─Eso si la tienes. Puedes estar mintiéndome.
─Sí, podría…Deberás hacer un acto de fe conmigo…
─Yo no tengo fe ni en mi propia sombra, no la voy a tener contigo.
Kanon se sentía abatido. El laberinto de engaños y triquiñuelas en el que se había metido le estaba drenando la energía, y tal vez Rada tuviese razón. Tal vez ir con la verdad por delante iba a ser la única buena opción que le quedaba, cerrando así un círculo de negocios sucios que no iba a conllevar nada bueno.
Afrodita arrugó la nariz y torció el morro, todo sin dejar de mirarse directamente al abogado y su rostro serio y cansado.─ Te estás echando atrás…
─No me gusta tu manera de jugar.
─No es que la tuya sea más loable, querido. Has aceptado conseguirme la exclusiva de un reportaje solo para obtener información personal de un hombre que te está jodiendo los días.
─Y no lo puedo hacer. Esa es la verdad ─ dijo Kanon, realzando la confesión con un aspaviento de sus brazos ─. Sí puedo facilitarte el acceso a la prisión de Korydallos. Sí puedo conseguir que el turno de preguntas en las ruedas de prensa lo inicies tú. Pero no puedo darte esa portada, ni mucho menos ese artículo. Siento que te hayas gastado una pasta que no te he pedido para hacer de Sherlock Holmes, pero si has conseguido algo suculento…bien por ti. Úsalo para tus artículos. Redacta reseñas del juicio cada día. Profundiza en todos esos recovecos que tan bien se te dan y consíguete tú solo ese podio periodístico. Lamento haberte hecho perder el tiempo, Afrodita…
El joven le observó primero con enfado, luego con decepción.
─Eres un tipo despreciable, Kanon.
Kanon se sonrió, guardándose las manos en los bolsillos de la chaqueta ─.Lo sé, me lo recuerdan a menudo.
─Entonces…¿ahora te importa una mierda lo que he descubierto?
─Repito: sácale provecho tú. Haz lo que quieras con ello. Lo que no me puedo permitir es pagarte dinero cada vez que me vengas con la historia de que tienes información suculenta que sólo vomitarás si se te calientan los bolsillos ─Kanon hurgó en los propios y sacó un par de monedas que puso entre las manos del periodista ─. Aquí tienes el pago de mi café de la mañana. Es todo lo que te voy a dar. Para extorsiones a otro lado, monín ─un grueso pellizco en la mejilla de Afrodita logró que éste se lo sacara de encima de un manotazo ─. Si tan trascendental es la información que has conseguido, estoy seguro que puedes transformarla en una crónica cojonuda. Quizás hasta te consigues el reportaje tú solito.
Kanon le sonrió de medio lado, sin ocultar su parcela de desencanto con la situación, y se dio media vuelta con la intención de irse a casa, viéndose alcanzado por los brincos de Afrodita.
─¡Espera! ─ el abogado se giró y Afrodita revalorizó su trabajo de investigador privado. Eso le estaba gustando mucho más de lo que se había imaginado y, quizás sí que había pecado de exigente con el pago ─. Quiero que me arregles unas cuantas entrevistas en la cárcel, eso sí, y voy a confiar en ti. Sé que en el fondo eres un tipo legal. Y…para que veas que voy en serio…te avanzo que tu amigo Lune de Balrog no está pasando por una buena situación familiar. Hospitales de por medio. Diría, a juzgar por lo que he visto, que debe ser alguien cercano a su esposa, porque nuestro abogado defensor está casado. Y tiene dos hijos adolescentes. He llegado hasta su domicilio y te puedo asegurar que pasta tiene. Y mucha. Ese barrio de casas unifamiliares con jardín privado no es algo que te puedas permitir tú. Ni yo. Pero a pesar de todo esto, y creo que aquí está lo que a ti más te interesa saber, tiene un punto débil, y es su familia. Ignoro cómo te puede servir esta información, pero es un tipo con problemas, como todo dios. Y con la suspensión de la jornada de hoy a la vista queda que no es inmune a ellos. O no tanto como desearía.
Kanon le observó estupefacto. Para nada se había esperado este derroche de información y Afrodita rubricó sus palabras con una sacudida de los bucles que caían sobre su rostro y el esbozo de una sonrisa, por primera vez, limpia y sincera.
─Hay un nombre, una chica noruega…─dijo Kanon de improviso, como si en ese momento se sintiera en deuda con el joven sueco ─, Elsa Dou Garbellen. Murió en 1994 en Olso, a la edad de veintitrés años, aparentemente la causa de su muerte fue el suicidio…
─¿Y quién es? ¿Qué tiene que ver con Balrog y el juicio? ─preguntó Afrodita, extrañado.
─Estoy tratando de averiguarlo. Un poco de perspicacia periodística igual me iría hasta bien…─añadió, con un guiño de ojo cómplice ─. Todo lo que sé es que era una artista en proyección y que pudo haber tenido contacto con Hyppolitos Sifakis.
Afrodita sacó la libretita de sus notas y escribió el nombre, edad y año de la muerte de la muchacha.
─Esto huele a suuuciooooo…─canturreó el joven, guardándose la libreta en la bandolera.
─Te estoy dando herramientas para que te conviertas en el puto amo del periodismo de investigación ─acotó Kanon, acercándose al sueco con aires de seducción ─, no lo arruinemos con chantajes ni extorsiones…Creo que si colaboramos todos vamos a ganar, y ¿qué mejor que conseguir que Koinonía venga detrás de ti en vez de comprarte el privilegio de estar ahí? Piénsalo así, Afrodita, piénsalo así…
El joven observó a Kanon detenidamente y ladeó el rostro esbozando una nueva sonrisa de coqueteo y perversión.
─La verdad es que has conseguido ponerme a cien, cabrón.
