52. Úrsula al estrado
Mañana siguiente, Sala Procesal
─Señorita Walden ¿conoce personalmente al señor Hyppolitos Sifakis? ─Úrsula se tomó su tiempo para observar al acusado, sosteniéndole la mirada con frialdad ─No. Obviamente conozco parte de su legado artístico, pero a él, personalmente, no. Nunca se han dado las circunstancias ─respondió, conectándose con la mirada de Saga.
─¿Usted trabajó como administrativa de la Fiscalía?
─Sí.
─¿Durante cuánto tiempo?
─Desde el año 1983 hasta el 2005. Lo dejé poco después del fallecimiento del Fiscal Aspros Samaras.
─Entonces, se puede afirmar que usted estuvo al tanto de casi todos los casos que el Fiscal Samaras tuvo entre manos...─sugirió Saga, hallándose irremediablemente incómodo mencionando a su padre como si fuese un extraño.
─Así es.
─Señorita Walden...─Saga se paseó por delante del tribunal, acercándose a la zona de la defensa con la intención de presionar a un Lune de Balrog sutilmente apagado ─ ¿Recuerda algún hecho destacable de aquella época como secretaria de la Fiscalía?
─Protesto ─esgrimió Lune, mirándose al Juez, sin hacer siquiera el esfuerzo de alzar la voz ─Fueron veintidós años de servicio. Si el señor Samaras «júnior» no concreta más intuyo que su única intención es la de marear al jurado y perder el tiempo.
─¡Señor Balrog!─ se enfadó Dohko ─Muestre respeto. Me sorprende que se exprese con el desprecio que lo acaba de hacer ─Balrog bajó la mirada y pasó saliva, como si las palabras del juez resbalaran por encima de una capa de consternación que empezaba a hacer correr más tinta de la deseada ─ Y se acepta la protesta ─ continuó, pasando su atención de Lune a Saga ─. Señor Samaras, ¿dónde quiere llegar?
Saga inspiró hondo. Oteó de reojo a Kanon y se centró en Úrsula y la apabullante seguridad que siempre había exhibido esa mujer, quien aguardaba las preguntas con una leve sonrisa asentada en sus labios vestidos de bordeaux.
─Señorita Walden...¿en algún momento de la trayectoria como Fiscal, el señor Aspros Saramas recibió amenazas?
─Sí.
─¡Protesto!─ahí Balrog tuvo la decencia de levantarse de la silla y mostrar un poco más de vitalidad ─Hasta los profesores de primaria reciben amenazas.
─Denegada. Prosiga, señor fiscal.
─Amenazas, extorsiones, sobornos...
─Amenazas y extorsiones ─acotó Úrsula.
─¿De qué estilo?
─Nunca me lo confió de viva voz, era muy reservado. Pero un día empezó a entregarme sobres cerrados con la petición que los guardara en un lugar seguro.
─¡Protesto! ¡Este testigo no tiene ningún sentido! ¡Es totalmente ajeno a mi defendido!
─Se acepta. Señor Samaras...no busque hacerme perder la paciencia...
Saga volvió a dar un par de paseos por el escenario del tribunal y antes de proseguir miró fijamente a Hypnos, despojándole en su imaginación de todo aquello que en ese instante le dibujaba como un hombre respetable y digno.
─¿Cuándo comenzaron las amenazas o extorsiones?
─En el año 1889. Con el escándalo del caso del burdel de menores. Aunque en ese entonces las extorsiones y sobornos se dirigían más al inspector de policía, el señor Granchio.
─Su Señoría...─dijo Saga, ciñéndose al plan que había trazado el día anterior y el cual había quedado guardado entre Úrsula, Defteros y él ─ Si me permite, mi asistente en el juicio repartirá entre el jurado y la defensa las fotocopias de la documentación que avala las razones de este testimonio, facilitándole a usted los originales con su correspondiente copia, para que compruebe que nada de lo expuesto responde a ningún arreglo fraudulento.
Dohko rodó los ojos hacia el techo. Resopló como un caballo. Tomó dos sonoros tragos a la imprescindible tila e hizo una seña con los dedos a Kanon, dándole permiso para que se acercara al estrado.
Kanon agarró el montón de fotocopias que Saga le había dejado bien preparadas y señaladas con pestañitas post-it de diferentes colores. «Hazme caso en todo lo que diga sin rechistar» le había dicho antes de comenzar, «y estudia todos los gestos, muecas y expresiones corporales de Balrog; si está tocado personalmente por los motivos que sean, tendrá la guardia baja».
Esa media sonrisa tan suya apareció en sus labios y, papeles en mano, se acercó primero al Juez, entregándole el fajo original y el correspondiente duplicado.
─Hermanos Samaras...─masculló Dohko cuando Kanon se personó frente a él ─ me tenéis frito. Estáis en un permanente roza que te roza de lo inadmisible en un proceso judicial. Las pruebas se notifican y se presentan antes, y lo sabéis.
─Las quejas al jefe, Su Señoría. Ahora yo soy su mandado.
Dohko hizo espacio frente a él para estudiar bien la nueva documentación, y Kanon pasó frente a Saga en su camino hacia la defensa. A Hypnos no le despachó ni una mínima atención; en cambio, a Barlog le hincó la mirada y se asomó a la suya, sosteniendo en las manos los papeles que el abogado defensor pretendía tomar, sintiendo el leve estremecimiento que la tensión de sus dedos nerviosos esparcía por las hojas.
─Garby le manda recuerdos desde Lamia...
Kanon le guiñó el ojo, fijándose en el repentino ofuscamiento que sufrió la mirada de Balrog, y soltó los papeles con la satisfacción de saberse con un tanto a favor. El siguiente destino fueron los bancos del jurado y Balrog les sorprendió cuando se alzó de nuevo para reclamar la atención de Dohko.
─Su Señoría, pido un receso para poder estudiar esta información. Entregarla sin previo aviso ha sido una jugada improcedente por parte de la Fiscalía.
─Se acepta...─ a Dohko le faltaba espacio para esparcir todo lo que tenía entre manos y también se veía en la necesidad de echar un buen vistazo a todo aquello antes de poder proceder con buen conocimiento de causa ─. ¡El juicio se reanuda en este mismo punto dentro de media hora!
El golpe de mazo decretó el imperioso parón que juez y defensa necesitaban. Saga respiró con algo de alivio y Kanon no pudo reprimirse las ganas de susurrar un sincero «bien jugado» cuando pasó al lado de su gemelo.
Úrsula rechazó la ayuda que un ujier le ofrecía para bajar del estrado, cruzando la sala haciendo gala de esa elegancia y coquetería que le habían pulido los años, y Saga se aproximó a Kanon con una duda golpeándole el paladar.
─Oye...─susurró, avanzando hacia su lugar en la sala ─¿te has fijado en que Afrodita Eriksson no está?
Kanon sonrió mientras sacaba el móvil y buscaba algo. Una foto. Recibida apenas se iniciaba la nueva jornada del juicio.
─Mira...
Saga tomó el chisme y buscó un ángulo en el que la iluminación de la sala no le perjudicara.─ ¿Y esto? ─sus ojos volvieron a fijarse en la imagen, estudiándola en todo el contexto que ubicaba a Afrodita a las puertas de un embarque con vuelo directo hacia Oslo, inmortalizada a las 8:37 horas de esa misma mañana, con una leyenda que rezaba «en tu mediodía ya estaré ahí», firmado con un emoji riendo y otro dando un besito.
─Este tío no deja de sorprenderme ─dijo Kanon, rindiéndose a una incipiente admiración hacia el muchacho ─. Se va a Noruega, así, con un par. A investigar qué ocurrió con la supuesta hermana de Balrog...─aclaró con un susurro casi inaudible.
Saga inspiró guardando el aire varios segundos, para acabar soltándolo junto una gran dosis de desconfianza y temor.
─ No me fio de este tipo. No puedo. Ha escrito mucho sensacionalismo...Su tinta es viperina.
─Pero escribe de puta madre. Tiene el don de enganchar a quien lo lee...¿o no te has leído sus artículos enteros, aunque te hayan repateado el culo? Sólo que...le faltaba la motivación correcta. Y creo que le he ayudado a encontrarla.
En el punto opuesto de la sala, Balrog recogió los papeles y se internó junto a Hypnos en la cambra contigua que la defensa disponía para los momentos de receso. Su ánimo estaba visiblemente caldeado, y las ganas de bailarle el agua a Hypnos no aparecían por ningún lado.
─No sé por qué estás tan contrariado...─dijo Hypnos, tomando asiento cómodamente una vez el funcionario les cerró la puerta ─. Nada prueba que todo esto lo hiciera yo...─agregó, señalando con la mirada la colección de fotografías y anónimos que Balrog comenzó a extender sobre la mesa, cuidándose bien de hacer a un lado las cartas que un joven enfermero envió al antiguo Fiscal Samaras.
─Hay amenazas directas a dos críos, Hyppolitos...Hay fotografías del actual fiscal cuando era un mocoso...fotografías robadas junto a evidentes misivas de amenaza contra su integridad personal.
─Yo no lo ejecuté. No puse un dedo en nada de todo esto. No pueden hallar pruebas contra mí porque no intervine en ninguna acción.
─Tus manos quizás no, pero ¿y tu dinero?
─Me ofendes, Lune ─dijo el artista, acogiéndose a una repentina seriedad ─. Con mi dinero pago servicios para asegurarme la protección de mis bienes materiales y la mía personal, pero ¿qué necesidad tenía yo de llevar a cabo acciones tan despreciables? Sabes tan bien como yo que Thane es un farsante, un enfermo, un asesino...Toda esta colección de fotografías y anónimos los pudo haber enviado cualquier persona de todas las que fueron víctimas de sus delirios de gurú espiritual. Y tú estás aquí, muy bien pagado por cierto, para probar que yo no he cometido ningún asesinato, mucho menos el de mi amada Pandora...
─Y probaré tu inocencia, Hyppolitos. No esperaba este contratiempo, eso es todo.
─Hay un complot contra mí...─el artista se cubrió el rostro con una mano, haciendo el amago de ocultar una terrible compunción que le estaba arrancando hasta lágrimas ─, desde que comencé a labrarme un nombre en el mundo del arte que mi hermano hizo todo lo que pudo para hundirme...Es cierto que cometí errores...pero ¡también fui joven!
Hypnos observó a Lune con los ojos llorosos, y el abogado apretó la quijada, sosteniéndole la mirada.
─Lo sé...
─¡Sí visitaba burdeles! ¡Y ahora me avergüenza terriblemente haberlo hecho! En ningún momento sospeché que ahí había menores de edad...¡me sentí engañado! ¡Yo mismo fui una víctima, y cuando las cosas se torcieron traté de compensarlo ─exclamó, extendiendo los brazos con un teatral gesto ─! Nadie puede imaginase lo que viví el primer día de juicio, cuando apareció esa mocosa queriendo victimizarse...Estuve años ayudando económicamente a su madre para que a ella no le faltara de nada y ¿cómo me lo paga? ¡Dime! ¡Es ella la que no se cansa de inventarse historias execrables de abuso y vejación! ¡Y es ella la que irrumpió en mi casa, amenazándome con un arma cargada! ¡Esto es lo más hilarante! ¡Y me detuvieron a mí! ¡Estoy en prisión preventiva por su culpa! ¡Por todas sus mentiras!
Balrog aguantó la interpretación con estoicismo. Permitió que Hypnos se expresara con ese dramatismo del que tanto gustaba y se concentró en sus propios pensamientos, armándose mentalmente todos los escenarios posibles que Saga pudiese plantear, valorando cómo salir indemne de ellos.
─Con todo lo que he ofrecido al mundo y a la sociedad...─lloriqueó Hyppolitos, entregado por completo a su actuación ─...es como si nunca fuese suficiente...Ahora nadie se acuerda de todas las empresas culturales que he liderado...Ni si quiera se hace mención a la gran cantidad de artistas que se han labrado un nombre gracias a mi mecenazgo...¡Ni uno de ellos alza la voz en mi defensa! El mundo está lleno de farsantes y desagradecidos, gente podrida como lo es ese que nació hermano...
Lune asintió esbozando una pequeña sonrisa que pretendió acompañar el cansino discurso de Hypnos, aunque por dentro se sentía completamente deshecho. Las fotocopias de las cartas que un insensato enfermero de psiquiátrico se había atrevido a enviar fueron apartadas del resto de pruebas con sutileza, aprovechando que el pintor estaba demasiado enfocado en sí mismo como para darse cuenta de ese jodido palo metido en medio de su personal rueda.
Aquél había sido un golpe tan bajo como inesperado, y en esos momentos Balrog se sentía más desnudo que nunca.
Tres golpecitos en la puerta, acompañados de la voz del alguacil, les recordaron que restaban cinco minutos para el cese del descanso. Balrog inspiró todo el aire que pudo mientras su cerebro seguía haciendo acopio de señales que empezaban a hablarle con una claridad demasiado meridiana: sin apenas esfuerzo puso destino a la ausencia de Kanon dos días antes, asimiló que la impoluta pintura de su fachada comenzaba a descascarillarse por todas las esquinas de su imprudencia y maldijo la inocencia de un chaval de veinte años, quien creyó que la justicia la conseguirían cuatro cartas menos anónimas de lo que jamás se hubiese imaginado.
Cuando regresó al tribunal, la señorita Walden ya estaba aguardando de nuevo en el estrado, Saga se ocupaba las manos con un bolígrafo que no cesaba de clicar y Kanon parecía divertirse manteniendo su mirada clavada en él. El Juez Dohko no había abandonado la sala, y cuando intuyó que más o menos ya estaba todo el mundo en su lugar, dio al orden de reanudar la sesión.
─Puesto que estas pruebas han sido entregadas sin previo aviso, cedo el turno de intervención a la defensa, para que pueda esclarecer las dudas que considere oportunas.
─Gracias, Su Señoría ─Lune se levantó de la silla casi sin haber tenido tiempo de catarla y avanzó hacia Úrsula, quien le miró con una mezcla de picardía y ternura difícil de discernir ─. Señorita Walden...¿durante cuánto tiempo ha estado en posesión de esta documentación?
─Veinte años, Señor Balrog.
─¿Usted tenía conocimiento de su contenido?
─No.
─¿Nunca le picó la curiosidad? ¿Nunca decidió husmear, aunque fuera un poquito?
─Sí me picó la curiosidad, pero jamás hice ni el intento de mirar ninguno de los sobres cerrados a trasluz.
─¿Por qué no cedió a la curiosidad?
─Porque hice una promesa, cielo...Y si algo soy es leal.
─Señorita Walden ─intervino Dohko ─, ahórrese la familiaridad en sus respuestas.
─Hizo una promesa...─Balrog arqueó sus labios en un exagerado mohín de extrañeza, cuidándose que fuera bien captado por el jurado popular ─¿A quién?
─Al Señor Aspros Samaras, fiscal por el que trabajaba y, antes que me lo pregunte, con quien además mantenía una relación personal no formal.
─¿De amistad?
─De amantes.
Un morboso murmullo se diseminó por la sala, y Lune carraspeó para volver a lograr la atención.
─Déjeme poner en contexto...─dijo, haciendo gran acopio de todo su frío y calculador potencial ─: usted ejercía como secretaria de la Fiscalía, mantenía una estrecha relación con el señor Samaras y, encima, le guardaba secretos sin siquiera despeinarse en un vago intento de averiguar sobre qué. ¿Es usted leal a la justicia o a Platón?
─¡Protesto! ─esgrimió Saga.
─Se acepta. Señor Balrog, modere el tono con la testigo.
─Únicamente he preguntado si la señorita Walden es leal a la justicia o a un ideal de amor, puesto que ella misma lo define como «no formal» al referirse a una relación de «amantes».
─Aspros me pidió que le guardara esa información en un lugar seguro hasta que llegara el día en que él mismo o alguno de sus hijos me la solicitara. Y yo le dije que así lo haría. Que me acostara con él no influye en la pureza de las promesas que salen de mi corazón. ¿Le queda claro o se lo vuelvo a explicar?
─¡Señorita Walden! ─exclamó Dohko, con el ceño fruncido ─No quiera reafirmar la reputación que la precede y que este edificio aún recuerda.
─Lo lamento, Su Señoría ─se sonrió Úrsula, mirándose a Dohko con esa elegancia que todavía sabía flirtear con el riesgo ─. Hay aspectos de una que ni la edad es capaz de pulir...
─Entiendo, pues...─Balrog alzó la voz para entrometerse en esa especie de tertulia «revival» que planeaba por encima de Juez y testigo ─que gustosamente se asumió cómplice del delito de encubrimiento al declinar, por voluntad propia, el chequeo de material sensible entregado por parte de una persona en ostentación del cargo público de Fiscal, representante del Poder Judicial.
─Con la venia, Señoría ─dijo Úrsula, dirigiéndose a Dohko de nuevo ─¿puedo explicarme libremente con el abogado defensor? ─Dohko suspiró y otorgó un vencido «proceda» al que Úrsula se agarró con ganas ─ «Material sensible» ─repitió, con sorna ─Usted, señor Balrog, da por hecho una serie de circunstancias únicamente porque ya ha visto qué tipo de contenido guardaban esos documentos que custodié con esmero, pero imagínese que Aspros me hubiese confiado material, digamos...erótico, íntimo, personal y privado─ dijo, arqueando las cejas con gracia ─...O poesía que le gustase escribir durante las noches de nostalgia. O predicciones futuristas. O colecciones de sellos. O dibujos. O retales de viñetas gráficas de periódicos. O_
─Me ha quedado clara la ejemplificación, Señorita Walden...
Balrog estaba perdiendo todo rumbo que pudiese haber trazado con prisas y, en la zona de la Fiscalía, Kanon no sabía qué hacer para aguantarse la risa que le instigaba la intervención de Úrsula.
─Hay que reconocerle que tiene tablas.
─¿Qué? ¿Ahora también te cae bien? ─le chinchó Saga por lo bajín.
─Hoy me he despertado «friendly».
─Por el momento no tengo más preguntas, Su Señoría.
Balrog rodeó la mesa para tomar asiento y presenciar la nueva intervención de Saga, quien no esperó la invitación del juez para alzarse y aproximarse a Úrsula de nuevo.
─Señorita Walden, ¿hubo algún caso durante el cual se intensificara la entrega de sobres cerrados por parte del señor Samaras?
─Sí y, si me permite, durante el cual su ánimo y temperamento decayó mucho.
─¡Protesto! ─es una opinión subjetiva.
─Es toda la que tenemos dada la circunstancia que la otra parte implicada está fallecida ─le espetó Saga, mirándole de frente.
─¡Señor Samaras! ─Dohko se hizo oír por encima del tumulto que volvía a gestarse por la sala, y Saga tragó saliva antes de girarse hacia Úrsula y proceder.
─¿Durante qué caso se dieron estas coyunturas?
─Durante el caso de Thane Sifakis. La manera de trabajar del señor Aspros Samaras cambió bastante por aquel entonces. Su carácter también.
─¿En qué sentido?
Úrsula inspiró, tomándose una pausa que recondujo su mente hacia esos recuerdos que comenzaron a saber amargos.
─Su carácter se volvió irritable. Triste ─dijo, observando a Saga a través de una tristeza muy arraigada en su corazón ─. Nuestra relación íntima comenzó a deteriorarse. Y «perdió» su primer caso desde que ocupaba el cargo de fiscal.
─Ha dicho «perdió» con un tono que incita a la duda, señorita Walden ─incidió Saga.
─Digo «perdió» por no decir que no hizo todo lo que pudo para ganar, estando en posesión de un sinfín de presuntas pruebas que avalaban la culpabilidad del señor Thane Sifakis.
─¿El señor Samaras procesó al médium Thane Sifakis bajo coacción?
─Así es. Él no lo hubiese imputado siquiera. No consideraba que las pruebas que tenía entre manos fuesen fiables.
Por primera vez desde que se había iniciado el juicio que no existían risillas ni murmullos en la zona de la defensa. Hyppolitos Sifakis permanecía con la mirada clavada en Saga, un rictus de seriedad asentando en su atractivo rostro y una fuerte respiración visible a través del vaivén de su pecho trajeado. Balrog, en cambio, estaba con la mirada evadida y una mano cubriéndose mentón y labios.
─Aun así, y siendo brillante en su trabajo, decidió proceder con la acusación del señor Thane Sifakis. ¿Por qué? ─Úrsula iba a responder, pero Saga no se lo permitió. Tomó las riendas de ese caballo en riesgo de desbocarse y se dirigió hacia la zona del jurado, respondiéndose él mismo ─. El señor Aspros Samaras imputó a Thane Sifakis hallándose bajo amenaza y coacción. Entre sus manos están las pruebas de ello: fotografías de sus hijos menores de edad junto a textos que amenazaban su integridad, imágenes de su esposa junto a su hermano, también con intimidaciones y advertencias en las que se ponía en duda su bienestar personal si no accedía a incriminar y encerrar a un inocente. Como pueden observar, todo un sinfín de motivos por los cuales, incluso la persona más serena y cabal, sería capaz de dejarse ensuciar si así protegía las personas que más amaba en su vida. ¿Obró bien? ─preguntó, con la mirada más transparente que nunca ─ No. No fue justo, pero tuvo miedo. Porque era humano. Y los humanos cometen errores.
En la defensa Balrog apretó la mandíbula y alzó su vista hacia Kanon, quien seguía estudiándole con atención.
A su lado, Hypnos parecía haberse perdido en un mundo ajeno a ese momento y lugar. Apenas había prestado atención a lo acontecido en la sala desde que se había retomado la sesión; su mente retorcida había decidido reencontrarse con unos senderos cubiertos de silencio y maleza, y el impulso de adentrarse en ellos comenzaba a ser algo muy difícil de evadir.
─Lune, quiero que Phantasos me visite en Korydallos. Necesito hablar con ella.
