57. ¿De qué vas?

AVISO: Capítulo con contenido sensible. Lenguaje soez, escenas disgustantes y con una visión sobre el sexo que puede herir la sensibilidad de algunas personas.

Lamento informar que, a partir de ahora, la mayoría de los capítulos contendrán temática controvertida y sensible, por lo que recomiendo total discreción a la hora de leer. La trama principal de esta historia es delicada, y hemos llegado a un punto que la misma naturaleza de Duelo Legal demanda la inmersión en contenido delicado.

Aún así espero que quienes seáis seguidor s de esta historia lo disfrutéis.

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─¿Qué es esto? ─Elsa dejó el bolso y el abrigo colgados del perchero y se adentró hacia el centro del loft, donde Hypnos la esperaba junto a un par de paquetes envueltos en papel decorativo.

─Un regalo, por haber logrado acabar tu colección de rostros con gamas de azul y estar a punto de ofrecerla al mundo ─ ronroneó él, observándola con embeleso ─. Vamos...ábrelo...

Elsa le miró, coqueta. Se acercó a los obsequios contoneándose juguetonamente. La vaporosa falda que lucía bailaba con sus pasos y primero eligió el más grande, el cual abrió tirando de los lazos con pensada lentitud, concentrándose en los ambarinos ojos que la adoraban sin filtro.

Hyppolitos la consentía...y a ella le encantaba.

Lo llevaba haciendo desde el primer día, cuando la aclamación del público designó su obra como la merecedora absoluta del mecenazgo del gran artista griego. Cada paso que avanzaba en su carrera era agasajado con regalos de gran valor monetario, y no podía negar que la intriga de saber qué escondían esos dos nuevos presentes le hacía florecer la típica sonrisa vanidosa de quien se sabe merecedora de halago.

Una sonrisa que, sin embargo, se desdibujó en el preciso instante de descubrir un vestido de tirantes blanco, con margaritas bordadas en la falda y claro diseño infantil. Debajo del atavío encontró dos zapatos de charol con hebilla tobillera y un par de calcetines de hilo blanco con un exquisito calado floral.

─¿Qué es esto? ─la extraña repulsa que le nació en el estómago hizo que dejara el paquete sobre el sofá, retrocediendo un paso para poder observar a Hyppolitos completamente perpleja.

─Un hermoso vestido de verano ─le sonrió él, desplegando la pieza para que Elsa pudiera admirarla mejor.

─Es de niña...

─Pero lo he encargado confeccionar con tu talla, mi pequeña...─Hypnos lo extendió sobre sus muslos y acarició el bordado con una peculiar veneración que a Elsa inquietó todavía un poco más ─los bordados son hechos a mano...

─No voy a lucir este vestido en la gala de inauguración de mi colección "Azules".

Elsa habló con determinación, frunciendo las cejas y echándose otro paso atrás, como si gobernara sus movimientos un irracional instinto de protección.

Hypnos la miró y, por primera vez desde que se conocían, lo hizo con severidad. El rechazo que la joven estaba mostrando hacia su generoso acto de adulación no le gustó en absoluto y sintió cómo una bilis amarga comenzaba a escalarle por el esófago. Una bilis que hacía años que no saboreaba y cuyos efectos conocía demasiado bien. Elsa estaba manteniéndole la mirada, ahora mostrándose abrazada a sí misma, e Hyppolitos inspiró hondo para darse unos segundos de transición.

─Es para nosotros, Elsa...─dijo, eligiendo esa voz picantona que conjuntaba a la perfección con su seductora mirada─ ¿No te he hablado nunca de mis fantasías?─ La muchacha negó con la cabeza, tomándose la libertad de relajarse un poco ante un planteamiento que no había tenido en cuenta ─.Me excita muchísimo la idea de hacerte el amor vestida de niña...

─¿Y qué hay en el otro regalo? ─preguntó, aún con cierto recelo.

Hypnos sonrió. Lo tomó entre sus manos y lo abrió él mismo, mostrándole un completo kit de depilación femenino.

─Es para que te procures un depilado púbico íntegro.

─Luzco mi cuerpo siempre arreglado ─ se defendió ella, cada vez más desorientada con el inaudito comportamiento de su amante y mecenas ─. No entiendo qué pretendes...

─Ya lo sé, mi cielo...─ Hypnos se levantó del sofá donde había permanecido desde la llegada de Elsa y se acercó a ella, orgulloso de mostrar la prominente erección que se esculpía bajo sus pantalones. Pero te acabo de decir que tengo una fantasía contigo, y es que te vistas de niña. Mira cómo me está poniendo únicamente la idea de pensarlo...─ Hyppolitos agarró la mano de su pupila y la posó sobre su entrepierna, conminándola a magrearle el bulto. Elsa entornó los ojos, se mordió los labios como anticipo de placer y se concentró en seguir moldeando esa dureza que conseguía despertarle su rostro más salvaje, apoyando su frente contra el hombro de Hypnos cuando él la abrazó por la cintura, juntando sus cuerpos. Elsa miraba hacia abajo, excitándose sobremanera con las travesuras de sus dedos, dedicados a presionar con malicia la zona donde se perfilaba el hinchado glande, aceptando que Hypnos deslizara una de sus manos hasta el borde de la falda para seguidamente ascender surcando el muslo y llegar a sus braguitas empapadas de deseo─. Quiero follarte sin nada de vello...─añadió cuando sus dedos sortearon la prenda íntima y acariciaron la sensible piel, cubierta por una recordada capa de vello húmedo y aromatizado─como si fueras una niña que se derrite por mí...

Sin previo aviso dos de sus dedos se insertaron en la vagina y la palma se presionó con fuerza contra el pubis. Elsa gimió por la crudeza de esa rauda penetración pero pronto se rindió a sus deseos más tórridos y animales. La mano de Hypnos sabía qué hacer y dónde presionar para conducirla a un orgasmo seguro y a ella le urgió desabrocharle el cinturón y bajarle la bragueta. Ardía en deseos de ver su pene, tocarlo, masajearlo, lamerlo, metérselo dentro...lo que fuese que incluyera a esa jugosa verga cuyas dimensiones se le antojaban dignas de un dios. Los dedos de Hypnos cada vez se ensartaban con más premura; la fricción de la palma de su mano le estimulaba el clítoris hasta el anhelado punto sin retorno y las frenéticas ráfagas de placer que serpenteaban por su cuerpo propiciaban que ni ella se decidiera en qué hacer primero. Los gemidos se atropellaban en su garganta, sus manos se clavaron como garras en los brazos de Hypnos y los pies se alzaron en puntilla cuando sintió que el orgasmo estaba a punto de sacudirle hasta la última célula de las entrañas, momento en que el artista la apartó de un desagradable empujón.

─¡¿Qué haces?! ¡Sigue, joder, tócame, fóllame!

Elsa se abalanzó hacia él. Deseó atrapar su boca, arrancarle esos besos que rozaban el peligroso límite de la rudeza admisible. Se enganchó a una boca que no seguía su juego, sacó a la vista el enhiesto pene y lo masturbó con descaro, muriéndose de ganas de lamerlo y cabalgarlo a discreción, pero un nuevo empellón la alejó de toda zona de acción.

─ Rasúrate. Y ponte el vestido. Ahora ─ordenó él, con la mirada nublada por una incipiente ira.

─¡No! Ahora no Hypnos...¡quiero seguir! ¡mira cómo estamos los dos! ─bramó ella, dispuesta a no dejar pasar ese trance de lujuria.

─¡Quítate todo este vello que te ensucia y apesta! ¡ahora! ─le gritó él, estampándole contra el estómago el set de herramientas, con tanto ímpetu que la hizo trastabillar y caer al suelo ─¡Hoy mi deseo es que me folle una niña, no una mujer! ─ sus pasos le acercaron hacia ella y su grande mano se cerró entorno a su garganta, presionándola con tanta rabia que casi le cortó la respiración ─ ¡¿Qué es lo que no entiendes cuando te hablo, eh?! ¡Rasúrate ya, maldita zorra! ¡Y que yo lo vea! Si no lo haces, destrozaré toda tu desabrida colección "Azul" y mañana no estrenarás exposición...Diré que sucumbiste a un brote psicótico y que boicoteaste tu pobre arte...¡¿Es eso lo que quieres?! ¡¿Es eso?! ¡Responde!

El rostro de Elsa estaba contraído. Rojo por la presión de la sangre. Húmedo de sudor, lágrimas y mocos. El cabello desgreñado. Su dignidad desmembrada. El miedo pulsándole con cada doloroso latido de su corazón desbocado.

Un desesperado asentimiento logró que se suavizara el cerco que estrujaba su cuello y con manos temblorosas cogió la caja con todos los objetos de depilación. A duras penas se despojó de su ropa interior, llorando en silencio cuando se arremangó la falda y tomó la cuchilla para rasurarse el cuidado vello que la convertía en mujer.

─¡Usa el gel, maldita ignorante! ─gritó, tomando asiento en el sofá. Sobresaltando aún más a la humillada Elsa ─ Te quiero suave, mi niña...Y perfumada. Entiéndelo de una vez...¡Hoy eres mi fantasía!

A Elsa le sobrevino el llanto, pero apretó los dientes y se lo tragó como pudo, gimoteando cada vez que la garganta se le cerraba para evitar lanzarse a gritar al tiempo que se esparcía el gel espumoso por sus partes íntimas y agarraba con pánico la temblorosa cuchilla.

En el sofá, Hyppolitos se bajó los pantalones hasta el tobillo y comenzó a jugar con su verga todavía erecta.

─ Así se hace, mi preciosa...así se hace...

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29 de Enero de 2016

Juzgados, 10:00 de la mañana

─Qué raro que Balrog todavía no haya llegado, ¿no te parece?

Kanon se recostó en su silla, cruzando una pierna y asentando la nuca en el soporte de sus manos entrelazadas. Saga miró el reloj que siempre lucía en su muñeca y volvió a cubrírselo por inercia, estirando las mangas de su camisa y americana.

─Son las diez en punto.

─Ya sé, pero el tipo siempre viene antes. ¿Tu crees que habrá leído el artículo de Afrodita?

─¿Hay alguien en toda Grecia que no lo haya hecho? ─contra preguntó Saga ─Debo reconocerle que el chaval tiene público.

─Lune, Lewis, Garby...como cojones sea que se llame...─murmuró Kanon─ es imposible que no se sienta acorralado después del elegante ataque de Afrodita. Deberías pillarle por banda y hablar con él, Saga. De abogado a abogado, y preguntarle de qué cojones va.

─No tengo que preguntarle nada, Kanon. Este hombre ejerce legalmente la abogacía. Elige a sus clientes y hace todo lo que está en sus manos por ellos. Aunque se trate de Hyppolitos Sifakis. Es su trabajo y es imposible negar que lo está ejecutando a la perfección.

Kanon detuvo el balanceo al que había sometido su silla y la asentó en cuatro patas sin escatimar estruendo.

─ Este tío también es enfermero. Fue amigo de Thane. Le ayudó a escapar...─masticó, acercándose tanto al oído de Saga que su aliento le cosquilleó por la piel ─tenía una hermana que se suicidó, y ahora sabemos que Hypnos no fue solo su mentor, sino que también fueron amantes. Todas las mujeres que alguna vez han estado unidas a Hypnos han acabado mal, Saga...¡Es imposible que Balrog pueda defenderle!

─¡Pues lo hace, Kanon! ─exclamó Saga, girándose con el mismo arrebato que refrenó su voz ─ Lo hace y ya está. Esto es algo que ni tú ni yo podemos cambiar.

─Trama algo. Estoy convencido ─Kanon volvió cruzar una pierna en cuatro y abrió un nuevo paquete de chicles mentolados, tomando dos grageas de una tacada ─ Y si no lo haces tú ya iré yo a preguntarle el qué. Cuando vaya a mear, porque siempre se acaba pasando por el baño. Lo asaltaré ahí.

─También tienes disponible el cuartito de la limpieza ─le recordó Saga con sorna, garabateando cenefas en un papel mientras ahí seguían sin aparecer Balrog, Hypnos y el Juez.

─Ese me lo reservo para niños en proceso de adoctrinamiento, como Afrodita. Fíjate tú lo bien que le vino mi advertencia. Esta mañana me ha llamado para decirme que Koinonía se había puesto en contacto con él, y hasta me ha asegurado que lástima que no me tenía delante, que si no me pegaba el morreo del siglo.

─Y tú encantado─ chinchó Saga de nuevo, concentrado en su obra a bolígrafo.

─El chaval es guapete, pero no es mi tipo, y lo sabes...

─Tú solo tienes «un tipo»...─Saga dejó el bolígrafo sobre el papel adornado e irguió su cuerpo, mirándose a Kanon de refilón ─ Qué bien te vino que Rhadamanthys volviera, ¿verdad?

─Nah...a él le vino bien reencontrarme ─sonrió Kanon, pícaro ─ Estaba con un niñato y se había amuermado...suerte tuvo que yo acudiera su rescate...─fanfarroneó en broma.

─Ya sí...claro...Pero a Balrog le dejas tranquilo, ¿entendido?

─¿En serio, Saga? ─Kanon se hizo el ofendido y miró a su gemelo a través del ceño fruncido ─. Con todo lo que te estoy ayudando estos días ¿y aún dudas de mí? ¿de mi talento? ¿de mis capacidades de persuasión?

─No dudo de tus resultados, pero no nos engañemos...tus métodos son...preocupantes.

─Mis métodos, como todo en mi vida, es «made in Kanon» ─puntualizó, taladrando la mesa con su dedo índice, remarcando su marca copyright ─ y a juzgar a toro pasado...pues oye, tampoco lo estoy haciendo tan mal.

Saga carraspeó con postureo. No podía negar que a veces se divertía inmensamente haciéndose el serio mientras Kanon se deshacía en intentos de autovaloración.

─Que sí, lo sé...«made in "hago lo que me sale de los mismísimos y luego ya lo arreglo"» querrás decir...

Kanon estiró los labios en una divertida mueca que invitaba a una profunda reflexión, mirando al techo en busca de perspectiva y paz mental.

─Pues sí. Así mismo. Ni el afilado Afrodita podría definirlo mejor.

A Saga se le escapó una sonrisa ladeada y Kanon le guiñó un ojo, sintiéndose en completa camaradería.

Una camaradería que tuvieron que guardarse en los bolsillos de su responsabilidad penal cuando uno de los alguaciles accedió a la sala y anunció a pleno pulmón la entrada del Juez Dohko, quien apareció con paso apresurado, el papeleo bajo un brazo y su inseparable tila humeando en la mano.

─ Jurado. Público presente. Medios de comunicación ─ dijo, paseando su vista por todos ─Fiscalía...─añadió, concentrándose exclusivamente en Saga ─El señor Lune de Balrog me ha comunicado que su llegada se producirá con un poco de retraso por problemas de gestión que se han dado en el centro penitenciario de Korydallos, institución donde el señor Hyppolitos Sifakis se halla en prisión preventiva. Recomiendo que no se abandone la sala, dado que ignoro el tiempo exacto de demora, aunque sí permito que se pueda hablar con distensión, siempre que se proceda con orden y educación.

Dicho esto, Dohko tomó asiento y abrió el periódico que viajaba con todo el papeleo del caso.

Kanon resopló como un caballo y optó por roerse las uñas.

Saga se masajeó las sienes y rebuscó la funda de sus gafas, disponiéndose a limpiarlas a conciencia con el pequeño paño que acostumbraba a guardar junto a ellas.

─«Problemas de gestión en Korydallos»...¿tú te lo crees?─preguntó a Saga, olvidándose por un momento de su particular manicura.

─Es una forma elegante de decir que algo le habrá pasado a Hypnos...─reflexionó Saga. Por mucho que esté en un ala de alta seguridad, los delitos por los que está imputado no poseen caché en las prisiones. Shura me comentó que Phansy fue de visita ayer por la tarde. Ignoro si este suceso tiene algo que ver con estos supuestos «asuntos de gestión»...

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Parking de los Juzgados, 10:27 de la mañana

─Hyppolitos, acabamos de llegar ─Lune, que había viajado en el furgón policial con su cliente, le tocó del brazo en el segundo intento de llamarle la atención ─ Hyppolitos, estamos en los Juzgados ya...

Hypnos abrió los ojos poco a poco. Los calmantes que le habían suministrado antes de salir de Korydallos le había mantenido durante todo el trayecto en un estado de duermevela en el que su espíritu no se había avistado tranquilo.

─He vuelto a soñar...─balbuceó el artista, sucumbiendo a la intención de frotarse los soñolientos y enrojecidos ojos, sintiendo las esposas mil veces más hirientes y pesadas que el día anterior ─con la misma persona de antes...

─Te lo he comentado en la enfermería. Es normal dada la medicación que llevas dentro.

Las puertas traseras del furgón se abrieron de golpe, y uno de los oficiales custodios hizo el ademán bajar al acusado sin demasiada delicadeza, viéndose impedido por Lune.

─Si no le importa, le ayudo yo. Es mi cliente y está herido.

─Si está herido es porque se lo merece ─le replicó el guardia, acatando la petición del abogado de mala gana.

─No es a usted a quien le corresponde decidir qué merece mi cliente y qué no.

Un chasquido de lengua y una mueca de desprecio fue toda la respuesta que Lune recibió y, actuando con suma cautela, se aproximó a Hypnos y le agarró del brazo para ayudarle a levantarse del banco.

Caminar con la soberbia y elegancia con la que Hypnos tenía acostumbrados a los medios se acababa de convertir en una quimera. Los pasos se sucedían lentos, como si fuesen accionados por un mecanismo robótico. El aparatoso vendaje de las muñecas se apreciaba aún estando cubierto por el fino traje oscuro y la palidez de su rostro se acrecentaba gracias al encuadre que le confería su cabello rubio canoso.

La llegada al ascensor se presentó larga y tediosa. Lune se había convertido en un puntal más imprescindible que nunca para Hypnos, y la violeta mirada que testimonió esa dantesca escena se agachó bajo las sombras que proyectaban su fiel gorra de visera.

«Tu compasión sigue intacta, Garby...» pensó Thane con indescriptible pesar. «Me desconciertas...sigues haciéndolo veinte años después de conocerte...No comprendo qué pretendes defendiendo al monstruo que destrozó el alma de tu hermana, pero sé que sigues poseyendo un corazón tan grande como todo el misterio que siempre te envuelve...»