61. Vulnerable
Hypnos se acercó a observar trabajos que Elsa había realizado durante su ausencia. Su cuerpo estaba cubierto únicamente por una toalla enroscada en la cadera; el cabello mojado seguía escurriendo gotas de agua que se deslizaban por la espalda y sus labios ahora sí iban saboreando la copa de vino tinto que había rechazado minutos atrás.
Elsa aguardaba desde la distancia, sentada en una esquina del sofá, abrazándose las piernas encogidas. Las lágrimas ya no fluían, pero sus mejillas todavía se apreciaban húmedas. Los cabellos, desprolijos. La mirada, temerosa y apagada y, su dignidad, vilmente pisoteada.
Hyppolitos se iba paseando por delante de los cuadros, dedicando a cada uno breves instantes de contemplación que se coronaban con muecas de desagrado deformando sus labios.
─ Elsa, ven aquí, pequeña...─ el corazón de la muchacha se encogió aún más, pero obedeció. Bajó del sofá, se estiró el borde del vestido todo lo que pudo y anduvo hacia la posición de Hypnos, quedándose quieta un paso por detrás de él─. ¿Me puedes explicar qué es...«esto»?
Hypnos ni siquiera la miró. Señaló los cuadros abriendo un abanico de desprecio con la mano que sujetaba la copa, quedándose a la espera de una respuesta que no llegaba, y Elsa bajó la mirada, cerrando los ojos con fuerza para evitar que el miedo volviera a inundarlos.
─Te estoy haciendo una pregunta, ¿acaso ahora te has vuelto sorda? ─inquirió ante el pavoroso silencio de la muchacha, ladeando el rostro lo justo para observarla con desdén.
─Son...son los trabajos de la nueva colección, Hypnos...─musitó Elsa, obligándose a corresponderle la mirada.
─¿Como dices? ¿esta porquería son las nuevas obras? ¿basadas en autorretratos mustios y desabridos?
A Elsa se le volvieron a licuar los ojos, pero le mantuvo la mirada y asintió.
─Son el reflejo de mis emociones ─dijo, buscando coraje donde no lo había─. Es eso lo que querías, ¿no? Que hiciera ejercicios de introspección, que conociera y reconociera las emociones de manera más pura, que las plasmara en mi arte...
─¿A «esto» te atreves tú a llamarlo arte? ─Hypnos se giró del todo y se acercó a ella lo suficiente como para que el vino se oliera en su aliento ─ ¿a tu imagen gritando como una imbécil, o tu rostro oculto bajo una cascada de greñas? ¿Y este? ─añadió, girándose hacia el tercero, donde se apreciaban unas manos protegiendo un sexo femenino ─¡¿qué narices representa este?!
─Es...es una...─Elsa agachó el rostro; las palabras no surgían con claridad e Hypnos regresó la atención hacia ella, respirándole con fiereza contra los mechones despeinados escapados de sus infantiles trenzas.
─¡Es una ¿qué?! ¡Maldita sea!
─¡Es como me siento a veces!─ exclamó Elsa, con la respiración entrecortada─¡Vulnerable!
«Vulnerable»...─repitió Hypnos, ladeando los labios en una mueca de asco─, ahora resulta que te has vuelto una sensiblera...
─¡No! No es eso...─Elsa se pasó el dorso de la mano por la nariz, presa de un temblor nervioso que se esparcía por todo su cuerpo ─, es solo que a veces_
─¿Y este de aquí? ─Hypnos ignoró el intento de explicación que pretendía ofrecerle la muchacha y se fijó en el último de los cuatro cuadros asentados en primera fila, volviendo a torcer el gesto de sus labios al apreciar la representación de Elsa al lado de un muchacho joven como ella, mostrándose ambos sonrientes y felices.
─Se titula «Te extraño» y es un tributo a mi hermano ─musitó, con un hilillo de voz─, es un reflejo del sentimiento de añoranza que también experimento de vez en cuando...
Hypnos calló, y su silencio se hizo más pesado que la pronunciación de cualquier palabra hiriente. Luciendo esa suerte de desfachatez que cada vez disgustaba más a Elsa, se acercó al último cuadro y lo inspeccionó de cerca, tomándose un tiempo excesivo.
─Ya veo...─dijo al fin, acercándose la mano con la que seguía sujetando la copa al mentón─. Puro sentimentalismo barato.
─No estoy de acuerdo ─se atrevió a contradecirle ella, acortando la distancia que les separaba con un par de pasos ─. Esta nueva colección se titulará «Sentimientos», y será la más personal que he hecho hasta el momento ─soltó del tirón, a riesgos de arrepentirse si lo pensaba demasiado.
─Esta colección no verá la luz, pequeña mía...
─Pero ¿por qué dices esto, Hyppolitos? Es la más intimista que he hecho hasta el momento...
─Es un verdadero despropósito ─escupió, avistándola de reojo ─. Es insulsa. Es pueril. Es un retroceso en tu carrera, mi niña...Mírate aquí...─dijo, señalando el último con desprecio ─. Un trabajo así no se aceptaría ni como prueba de ingreso a los estudios de Bellas Artes...¿Cómo puedes tener el valor de mostrarme una porquería así?
─De acuerdo...este no lo incluiré...─rectificó Elsa, bordeando el quiebre de su voz ─. Lo...lo reservaré para regalárselo a mi hermano y ya está...Pero los demás están bien...Tal vez deberías apreciarlos después de descansar un poco...
Hypnos ni siquiera la escuchó. Su atención estaba fija en el cuadro y en la felicidad que de él emanaba, en el brillo de esas miradas hermanas, en la complicidad de sus almas, en esa suerte de luz que se le antojaba hasta insultante y...simplemente...lo odió. Con todas sus fuerzas. Detestó la pureza de ese sentimiento fraternal casi palpable y apenas retuvo el impulso que hizo estallar la copa medio llena contra el lienzo aún tierno.
Elsa se quedó paralizada. Su respiración se cortó de golpe y todas sus ilusiones se aguaron con la misma impertinencia que el vino osó resbalar por la pintura.
─Te estás convirtiendo en una decepción, Elsa...─Hypnos se dio media vuelta y echó a andar, propiciando que sus pasos colisionaran adrede contra el encogido espíritu de la joven─. Tienes una semana para deshacerte de toda esta basura sentimentalista y presentarme una colección a la altura de mis expectativas. Ni un día más. ¿Me has entendido?
Ella asintió, con la mirada ofuscada de frustración y los labios mordidos con fuerza y él simplemente se dirigió hacia la cama, despojándose sin pudor alguno de la toalla que echó al suelo. Una nueva muda fue elegida sin mucho pensamiento y el cabello se lo peinó hacia atrás, permitiéndole adoptar la forma que la naturaleza decretara. Una generosa rociada de perfume endulzó su atractiva presencia y sin volver a dirigir una sola mirada hacia la muchacha, alcanzó la puerta del loft y la abrió.
─¿Te vas? ─tanteó Elsa, temerosa y sin moverse de lugar.
─ No te arregles para la convención de Bellas Artes de esta noche─ fue su despectiva respuesta─. Acudiré solo. Tú tienes mucho trabajo que hacer si no deseas que mi mecenazgo perezca aquí y ahora.
La puerta se cerró emitiendo un fuerte estruendo y fue entonces cuando Elsa cayó de rodillas y se entregó a un llanto devastador. Los gritos de impotencia comenzaron a mezclarse con el desconsuelo y la rabia la alzó del suelo únicamente para abalanzarla hacia los cuadros y derribarlos de un arrebato que siguió arrastrándola hacia una inevitable espiral de destrucción.
Lune pasó saliva, evitando fijar la mirada en el tribunal a pesar de haber recibido el permiso del juez para proceder con su turno. Ante sí se presentaba un papel donde hacía días que había anotado las preguntas que presentaría a Thane Sifakis; interrogantes directos, incisivos, incluso malintencionados. Cuestiones fruto del análisis crítico y frío, imprescindible para alejarse de unos recuerdos que no le convenían en absoluto. Balrog solo tenía que dirigirse al testigo presentado por la Fiscalía y pronunciar una pregunta tras otra, dejando que fuese Thane el que eligiera entre comprometer la verdad o hacerle honor.
A su lado, Hypnos comenzaba a dar muestras de agotamiento y dolor y en el estrado Thane le esperaba a través de una densa niebla de tristeza.
Una niebla en la que Balrog se adentró un par de pasos, inspiró hondo y se olvidó de cualquier esquema con el que hubiese entrenado su altanera indiferencia.
─Señor Thane Sifakis ─dijo, armándose de valor para conectar sus miradas ─usted se montó una especie de espectáculo oscuro y circense para atraer jóvenes hacia un supuesto mundo gótico repleto de rituales satánicos, ¿estoy en lo cierto?
─Sí ─fue la rápida respuesta de Thane.
─Usted...─Balrog avanzó unos pasos más, deteniéndose apenas a un metro del médium ─usted cumplió condena en un hospital psiquiátrico ─expuso, sorprendiendo a la fiscalía ─¿No le sugiere que la actitud adoptada durante el último año avala una sentencia que ahora pretende quedar en entredicho?
─¡Protesto! ─exclamó Saga ─No estamos juzgando, otra vez, sus capacidades mentales.
─Se acepta ─. Dohko volvía a tener el mentón apoyado en la palma de su mano, siendo la mirada el único elemento móvil de su rostro.
Lune apretó la quijada, hundió el mentón sobre su pecho y pensó en cómo seguir adelante con una táctica casi inexistente.
─Señor Thane, usted lideró esa cuadrilla de góticos para atraer a su círculo a Pandora Heinstein, Sifakis de adopción, ¿cierto?
─Sí.
─¿Por qué? ─preguntó Lune, esforzándose en mantenerle la mirada ─¿por qué quería tenerla cerca?
─Porque era mi hija ─Thane pronunció estas palabras con una nostalgia tan palpable que incluso afectó las miradas del jurado.
─Era su hija biológica, ella lo ignoraba porque nació cuando usted estaba internado, etc, etc, etc ─siguió Lune, imprimiendo desprecio tanto en el tono como en los gestos ─ ¿No había otras formas de acercarse a una joven de veinte años, señor Thane?
─¡Protesto! ─Saga esta vez se alzó de la silla, apartándose la americana a un costado al asentar la mano en su cadera ─el señor Balrog parece más molesto por las decisiones tal vez erróneas que tomó el señor Sifakis que por el hecho que su cliente sea acusado de homicidio, entre otros delitos, no lo olvidemos...
─Se acepta. A ver, señor Balrog...concrete...─ ahora ya no era el mentón, sino la mejilla del juez la que se hallaba aplastada contra su palma.
─¿Entabló una relación estrecha con Pandora? ─disparó Balrog, omitiendo el cosquilleo que le ocasionaba una nueva gota de sudor resbalando por la sien.
─Sí.
─¿Llegaron al punto de tenerse suficiente confianza para verse fuera de ese circo gótico y dantesco?
─Sí.
─¿Pandora le habló alguna vez de su padre adoptivo, el señor Hyppolitos Sifakis?
─Sí.
─¿Qué le comentaba sobre él? ¿Sobre qué versaban sus conversaciones?
─Me hablaba de su convivencia con él, de que a veces estaba cansada que la controlara en exceso, que no le apetecía viajar a París en la que fue la última exposición internacional que ha hecho Hyppolitos...
─¡Vaya...! ─exclamó Balrog, abriéndose de brazos para enfatizar una irónica sorpresa ─ Una chica de veinte años se queja de su padre porque la «controla» según su punto de vista excesivamente joven, cuando la verdadera razón residiría en «preocupación» al sospechar de ciertas actividades nocturnas poco lícitas. Una chica que justo sale de la adolescencia se queja porque no le apetece acompañar a su padre en un, digamos, viaje de negocios, porque...¿podría ser que se aburriese? ─inquirió, arqueando las cejas.
─¡Protesto! ─exclamó Saga.
─¡¿Qué protesta, señor Fiscal?! ─le devolvió Lune, acortando la distancia con Saga ─¿Acaso es padre usted para tener experiencia con hijos adolescentes? ─Dohko agachó el rostro y se agarró de los cabellos, negando repetidamente ante la evidente pérdida de control de la sesión ─¡Yo sí tengo dos hijos en edad adolescente y nada de lo que hagamos su madre o yo les va bien! ¡Todo les parece aburrido! ¡Toda preocupación, exagerada! ¡Toda norma atenta contra su libertad sagrada!
Dohko empezó a blandir el mazo y Saga se mordió la sonrisa de satisfacción al ver cómo Lune no sabía por donde evadir el interrogatorio de Thane.
─¡Letrado de la defensa! ¡Por favor! ¡Pregunte algo consistente o retiro el testigo!
─¿Alguna vez se quejó Pandora de malos tratos por parte del señor Hyppolitos? ─escupió, regresando hacia Thane, acercándose todo lo que su pudor le permitió.
─No.
─¿En alguna ocasión Pandora le reveló que había sufrido abusos sexuales por parte del señor Hyppolitos?
─No ─respondió Thane, ahora sí, con pesar.
─¿Le confió que vivía con miedo al lado del señor Hyppolitos?
─No.
─¿Se limitó a lamentarse de la vida familiar tal y como acostumbra a hacerlo cualquier joven de su edad?
─Sí...
─¿Le dio Pandora motivos para que usted albergara algún miedo hacia su seguridad psíquica y personal?
─No...
─No tengo más preguntas, su Señoría. Así mismo, le pido el cese de la jornada de hoy. Mi cliente necesita descansar.
Dohko se rascó el cogote, masculló algo para sus adentros y apenas dudó en alzar de nuevo el mazo y zanjar la última sesión de la semana.
─¡El juicio se reanudará el lunes a las diez de la mañana!
Lune se apresuró hacia su bando y ayudó a Hypnos a levantarse de la silla. Saga apenas tuvo tiempo de fijarse en su desaparición por la puerta de los acusados y Kanon se balanceaba sobre la silla que parecía no querer abandonar.
─Yo sí era jodido de chaval...─asumió, zambulléndose en sus propios recuerdos y en cómo arrancaba canas verdes a Aspros por pura rebeldía contra el mundo.
─¿De chaval solo? ─Saga le miró de soslayo, incrédulo ─Sigues siéndolo ahora...
─Ya habló «don perfecto» ─la silla aterrizó sobre sus cuatro patas y Kanon se desperezó sin remilgos.
─¿Te has fijado en que Balrog ha improvisado su intervención al cien por cien? No ha estado cómodo con Thane y ha nadado hacia una orilla segura ─reflexionó el fiscal─. Ha salvado el momento, pero no ha ahondado como podría haberlo hecho.
─Porque no puede, Saga...Además, creo que Balrog no se esperaba que saliera a la luz el nombre de su hermana. El artículo que esta mañana ha sacado Afrodita debe haberlo sentido como una puñalada. Me niego a creer que no esté desmoronándose...
Mientras tanto, en una hemeroteca de Oslo...
Afrodita llevaba toda la mañana revisando publicaciones de los años noventa, sobre todo las que hacían especial mención a eventos artísticos y socio-culturales. Quería dibujar toda la trayectoria de esa muchacha cuyo sueño era ser artista y su vida acabó escurriéndose entre los dedos de sus talentosas manos. No le bastaba conformarse con la información que le había permitido publicar ese mordaz artículo, no. Menos aún después de haber aceptado la redacción del reportaje completo para Koinonía. La tarea que se había autoimpuesto para ese mismo día recaía en la obtención de la cronología completa y detallada desde que Elsa se ganaba el mecenazgo de Hypnos hasta que, tres años después, fallecía en la bañera de su loft compartido.
Los ojos le escocían debido a las largas hora de lecturas a través de pantallas; la libreta que guardaba a un costado lucía repleta de anotaciones y algún que otro garabato, pero unos apellidos estaban anotados en mayúsculas. Y subrayados. Con las letras reescritas una y otra vez hasta el punto de engrosar el contorno y tentar la perforación del papel.
─Aquí hay algo...estas letras...─murmuró para sí mismo.
El bolígrafo comenzó a escribirlas sirviendo a un orden totalmente aleatorio, hasta que una corazonada le instó a grafiar un nombre en concreto. Y un apellido. Y las líneas que unían las mismas letras en uno y otro, dándose cuenta que todas hallaban su correspondencia y que ninguna quedaba huérfana.
─Será...─ comenzó a cabrearse con el mismo que horas antes le había hecho visualizar el morreo del siglo ─ ¡La madre que lo parió! ─exclamó, arrancando siseos de atención provenientes de los demás usuarios.
Afrodita se tapó la boca con un gesto tan espontáneo como infantil, pero el rebote que llevaba dentro siguió su particular derroche de piropos.
─El muy cabrón ya lo sabía...─masticó para sus adentros, buscando el móvil con brío para llamar de nuevo a Kanon─ lo sabía y no me lo dijo para que no publicara nada...¡Estarás contento, ¿no?! ─exclamó cuando la voz de Kanon apareció al otro lado ─¡Tú ya sabías que Balrog y el hermano de Elsa Dou Garbellen son el mismo! ¡Lo sabías y te lo callaste! ¡Me jodiste adrede! ...¿Qué? ¡¿Que todavía tengo que agradecértelo?!...─las demandas de silencio volvieron a repetirse, y Afrodita les contestó con gestos airados al tiempo que se apresuraba hacia fuera ─ Has jugado conmigo...¡obvio que ahora no puedo publicar nada hasta que no tenga el reportaje al completo! ¡Es el contrato que acabo de firmar! ...─el sueco se apoyó contra la pared, sujetándose los bucles de cabello que caían sobre su expresión constreñida ─...pfff, y una mierda que te voy a decir cuál será mi próximo movimiento, querido...Te quedarás con las ganas. Y del morreo también.
Afrodita cortó la conversación sin despedirse siquiera. Su mente estaba carburando a toda máquina y un arrebato lo introdujo de nuevo a la sala. Todas sus pertenencias fueron recogidas a la velocidad del rayo y una vez fuera del edificio se propuso tomar un taxi.
Si la muerte de Elsa se había certificado como suicidio, este simple hecho implicaba la existencia de una investigación con su correspondiente autopsia, motivos por los cuales debería haber informes sobre ello por algún lado, interrogatorios a los familiares, entre ellos Balrog y, cómo no, al gran Hyppolitos Sifakis, quien al parecer también mantenía una relación afectiva con la chica.
«Ahora sí que no entiendo nada», pensó después de tomar asiento detrás del taxista y solicitar su nuevo destino. «Nada de nada»...
