Notas: ¡Feliz domingo! Supongo que no me esperábais, y supongo que es más que normal, después de tantas semanas desaparecida...
La verdad es que me quedé sin capítulos nuevos que subir y tampoco tenía tiempo ni inspiración para redactarlos. Como dije, le tengo mucho cariño a esta historia y quería acabarla con ganas y con buena letra.
Así que me impuse la misión de cerrar todo lo que me quedaba de esta historia antes de retomar las actualizaciones para no volver a hacero esperar!
Lamento la tardanza, y ahora sí, que disfrutéis el capítulo!
Unos veloces pasos repiquetearon en el pasillo. Se escuchaban los frenéticos susurros entre los celadores y enfermeras, los cuales trataban de no despertar al resto de pacientes que descansaban a esas horas de la noche.
Me aferré al brazo de Sesshomaru mientras esperábamos a que la conmoción pasase. Mientras el demonio me acariciaba los nudillos en gesto tranquilizador, escuchamos una voz que se alzó por encima los demás:
-¡Que alguien llame al cirujano de guardia, es una emergencia…!
El sonido metálico de una camilla siendo transportada me hizo estremecer. No pude evitar visualizar a una joven Marin en su pijama de hospital siendo abierta en canal en un desesperado intento por salvar su vida…
Alcé la vista hacia el rostro del profesor Taisho, el cual permanecía aparentemente impasible, con los ojos dorados clavados en la puerta cerrada de mi habitación. Sin embargo, bajo aquella máscara inexpresiva, se le notaba en un estado de extrema alerta, como un ave rapaz nocturna vigilando sus alrededores.
Cuando el jaleo se disipó a medida que se alejaban por los pasillos, no pude evitar exhalar un largo suspiro.
-El campo de la medicina es… Desgarrador.
Sesshomaru sonrió de forma amarga.
-No te falta razón. Sobre todo… Cuando afecta a un ser querido y no hay nada que puedas hacer.
Mis frías manos buscaron las del demonio, apretándolas el abraza más consolador que pude. Apoyé mi frente contra su hombro, buscando su cercanía a mi lado.
-¿Fue por eso que dejaste de ser doctor? ¿Por lo que le pasó a Marin?
-Aunque no fuera de forma consciente, creo que sí. – Admitió él, hundiendo los hombros. – Después de su muerte, seguí investigando algunos años más cómo alargar la vida humana, sin resultados concluyente, por supuesto. La inmortalidad es inalcanzable para los seres humanos. – Sentenció. - Había perdido demasiados años en una empresa inútil.
Sus palabras destilaban el dolor de una de las mayores derrotas que había tenido que soportar. Fruncí los labios, compadeciéndome por un instante de él.
-Si era lo en lo que necesitabas ocupar tu mente, no creo que todos esos esfuerzos fuesen en vano, Sesshomaru.
El brazo del demonio rodeó mi cintura despacio, como si esperase que le detuviese en cualquier momento. Al no encontrarse con resistencia alguna, me apretó contra su costado, temblando ligeramente.
Ante su prologando silencio, decidí cambiar el enfoque de aquella conversación ligeramente para poder darle cierre.
-Oh, y… ¿qué fue de Sara? ¿No estuvo allí para que te apoyases en ella cuando pasó todo…?
Los párpados de Sesshomaru se cerraron lentamente, como si estuviera tratando de visualizarla. Como si los años hubieran emborronado los rasgos de aquel rostro de su memoria.
-Ella… Yo fui una pareja terrible. Y no lo digo para que me creas la víctima en todo esto. – El demonio se frotó el puente de la nariz entre los dedos índice y pulgar mientras respiraba profundamente. – Me encerré tanto en mi investigación que Sara se cansó de esperar a que me comprometiese a forjar un futuro junto a ella. – Los ojos del demonio viajaron nuestros nudillos entrelazados. Levantó ligeramente el dedo anular, dando a entender al tipo de compromiso al que se refería. – Quizás incluso llegó a darse cuenta de lo que yo había sentido por Marin, en realidad… Quién sabe.
Sólo recuerdo que cortó conmigo con lágrimas en los ojos mientras me entregaba su carta de renuncia.
Asentí despacio, frunciendo los labios. Si Sesshomaru había mostrado la mitad de intensidad de sentimientos hacia Marin que hacia Rin, no me hubiera extrañado lo más mínimo que Sara hubiera llegado a darse cuenta.
Incluso podía llegar a comprender el dolor que podía haber llegado a sentir por ese motivo. La inseguridad que le debía de haber producido.
-¿Y la familia de Marin? – Quise saber. - Es decir, su marido y su hijo…
-Fue un duro golpe para Takashi, por supuesto. – Me contó el profesor Taisho, jugueteando con mi dedo pulgar de forma distraída, repasando la forma redondeada de mis uñas. – Y me dejaba a cargo de Nobutoshi muy a menudo, cuando tenía que trabajar y nadie de confianza podía hacerse cargo de él.
No pude evitar que mis labios se curvasen hacia arriba ligeramente ante la escena que me producía imaginarme aquella escena.
-Te encasquetaron al nieto. – Bromeé.
Sesshomaru dejó escapar una ronca risa.
-Supongo que sí. Le gustaba meterse en problemas casi tanto como a su padre, aunque en una escala más infantil. – Añadió, divertido. – Eran dos gotas de agua, Takashi y Nobutoshi…
Una parte de mi se sintió aliviada al saber que no tenía que enfrentarse a la imagen de la difunta madre cada vez que se encargaba del niño, al menos.
-Tuvo que ser bonito verlo crecer.
-Ojalá hubiera podido ver más. – Dijo Sesshomaru con amargura. – No pasó mucho hasta que tuviera que abandonarlos, ya sabes… La gente a mi alrededor comenzaba a sospechar sobre mi apariencia, la cual no concordaba con la edad que les había hecho creer que tenía.
-Entonces… ¿Tuviste que marcharte?
El demonio asintió, apesadumbrado.
-Pero, aunque no lo hubiera hecho, los hubiera terminado perdiendo de todos modos.
Si bien el profesor Taisho tendía a ser pesimista cuando hablaba de su pasado, me dio la sensación de que una aplastante certeza subyacía bajo aquel enigmático comentario.
-¿A qué te refieres?
Los ojos dorados de Sesshomaru se clavaron en mí, sombríos.
-Año 1945. Hiroshima.
Me tapé la boca con ambas manos, escondiendo mi expresión de espanto. Hablaba de los bombardeos acontecidos durante la II Guerra Mundial.
-Oh, dios mío… - Balbuceé, horrorizada. - ¿Vivían allí…?
Sesshomaru asintió, apesadumbrado.
-Marin y su familia estaban condenados, incluso si ella hubiese resistido su enfermedad unos años más. Aunque admito que me alivió no tener que enterrar yo mismo sus cadáveres, de no haberme visto en la tesitura de ser el único superviviente en aquella ciudad arrasada.
Tragué saliva, asintiendo con la cabeza.
-Supongo que es el único consuelo que te queda, sí.
Los dedos se Sesshomaru se enterraron en mi cabello con suavidad.
-Siento contarte siempre cosas tan tristes, Kaori.
-N-no, no está bien… - Carraspeé. – Yo te he preguntado porque quería saber. – Le dije en el tono más tranquilizador que fui capaz de emitir. – Entonces, después de todo eso… ¿Cómo te decidiste a usar la perla dorada…? – Cerré uno de mis puños sobre mi pecho, sintiendo mis latidos acelerarse. - ¿Cuál fue tu intención al traer el alma de Rin hasta mí, y…? ¿Qué pasó con la perla plateada?
Sesshomaru me liberó entonces de su abrazo, preparándose para abandonar la cama que había compartido conmigo toda la noche. La distancia, aunque mínima, se sentía como si un abismo se estuviese abriendo entre nosotros.
-¿Por qué, dices…? Ni siquiera yo estoy seguro. – Murmuró, con la cabeza gacha. – Al principio, pensaba conservar las últimas dos perlas para siempre, como recuerdo de mis añoradas hijas, pero… Finalmente decidí que sería mejor hacerlas desaparecer de este mundo, para que nadie pudiera hacer mal uso de ellas. Por lo que pudiera pasar si algún día yo las hubiera llegado a perder. Sé que ellas lo hubieran querido así, dado que las reunieron por ese mismo motivo…
Así que me propuse acabar con todo.
Esperé en silencio, conteniendo la respiración. Como si pudiera percibir la tensión en mis músculos, el demonio se volvió para acariciar mi mandíbula, acunando mi mejilla contra la palma de su mano.
-Le pedí a la perla dorada, la que perteneció a Setsuna en vida… que trajese el alma de Rin de vuelta de la rueda del Samsara una última vez. – Murmuró con dolorosa lentitud, midiendo cada una de sus cuidadosas palabras. – Y a la perla plateada, la que quedó tras la desaparición de Towa… - El demonio se alejó lentamente, mostrándome el dorso de su mano izquierda. Sus facciones comenzaron a mostrar sus características demoníacas, atrapando mi mirada en su trace mientras observaba el cambio. – Le pedí que replicase el hechizo que Zero le lanzó a mi esposa siglos atrás, de modo que nuestras almas estuvieran conectadas… - De su dedo meñique comenzó a brotar un delgado hilo rojo, cuyo recorrido se alargó frente a mis ojos hasta enroscarse alrededor de mi propio meñique, dejándome ojiplática. - Así que, independientemente de si lograba conocerte o no, si me amabas o me despreciabas, al final, mi intención era que… Esta última reencarnación pusiera fin a mi eterna existencia.
Esa fue la esperanza que deposité en este plan, Kaori.
Las implicaciones de aquella revelación me cayeron como un jarro de agua fría.
Los recuerdos de aquella noche junto en el puerto, cuando se enfrentó a Ayumi, cruzaron a toda velocidad por mi mente. Él se había defendido de forma casi desesperada, a pesar de que él no podía morir. Y ahora sabía que no había sido únicamente por proteger a la humana que atentaba contra su vida de ser consumida por la maldición que ya se había cobrado la vida de Setsuna.
Sino que también fue para protegerme a mí. Después de todo, si uno de los dos extremos del hilo rojo perecía, el otro lo seguiría hasta el más allá. Aquel era el truco sucio que Zero había empleado para asegurarse de que Sesshomaru no la asesinaba.
Así era como el antiguo Lord del Oeste había decidido acabar con su propia vida. A costa de convertirme a mí en su inconsciente verdugo.
Y aquella misma noche en la que Inukimi me había atacado, también había estado a punto de matar a Sesshomaru, sin ser siquiera consciente de ello.
Después de que Sesshomaru se marchara, estuve repasando todos los hechos desde que le había conocido. El hombre que me había expuesto al olor del incienso en un desesperado intento de hacerme recordar todo, de poder explicar de una vez por todas todo lo que había vivido…
El hombre que me había casi rogado que, incluso si estaba enamorada de otra persona, que no dejase de lado mi atracción por él.
El hombre que me había revelado todos sus secretos y vulnerabilidades en busca de algún tipo de expiación.
El hombre que había protegido mi vida con la suya propia, incluso cuando se había condenado a no tener un futuro.
Un demonio que me adoraba y atesoraba con cada fibra de su tenebroso ser,
De repente, todo cobraba sentido. El abstracto rompecabezas que componía a Sesshomaru estaba construido sobre maldiciones, hechizos y millones de heridas emocionales. Comenzaba a entender su forma de actuar, por llena de oscuridad y contrastes que se encontrase…
Al fin podía considerar que sabía quién era Sesshomaru Taisho.
Para el Día de Año Nuevo, la misma agente de policía que me había interrogado el día que mis padres me había visitado regresó diligentemente a hacerme preguntas. Tal y como me había informado Sesshomaru, se habían demorado unos días en obtener un permiso especial para acceder a la mansión Miyanishi, donde habían encontrado el cuerpo sin vida de Inukimi.
Sesshomaru, Towa y Ayumi, los cuales habían acudido a visitarme en lugar de mis padres, quienes se habían reunido con el resto de la familia por aquella fecha señalada, le dedicaron una mueca de desagrado a la mujer que me atravesaba con su severa mirada.
-Hemos encontrado múltiples arañazos y cortes de arma blanca en todo el cuerpo de la señora Miyanishi. Aunque lo extraño en todo esto es que la misma noche en que os perdisteis cerca de sus dominios, la mujer había despedido a todas sus empleadas, como si hubiera sabido que todo esto iba a pasar… ¿No le resulta extraño, señorita Hanazono?
-Y-yo… Ya le dije que no recuerdo mucho de aquella noche. – Musité, intimidada.
La agente fulminó con la mirada al resto de las personas en la habitación. Al girarse en redondo, su placa con el apellido "Walter" refulgió bajo la luz de los fluorescentes.
Un nombre definitivamente llamativo para una mujer japonesa. Por sus exóticos rasgos, pensé que debía de tratarse de una mestiza con un padre o madre angloparlante.
-¿Y ustedes? Tengo entendido que fue usted quien dio aviso de la extraña ausencia de esta joven, señorita Kioi. – Inquirió la agente Walter, llamando a Ayumi por su apellido.
La idol se llevó el dedo índice a los labios y dejó escapar un suspiro antes de contestar:
-Verá, yo simplemente estaba preocupada por Kaori porque no suele llegar tarde a nuestras reuniones… ¿Qué voy a saber yo de una mujer que no he visto en mi vida?
La agente, desconfiada, se volvió hacia las dos personas de cabello plateado de la sala:
-¿Y que tenéis que añadir los Taisho al respecto?
Sesshomaru se encogió de hombros, fingiendo indiferencia con los brazos cruzados sobre el pecho.
-Yo tampoco tuve el placer de conocer a la señora Miyanishi, desafortunadamente. – Mintió.
-¿A mí que me importa la muerte de esa vieja? – Ladró Towa, imitando la postura de su padre. – No la vi cuando me encontré a Kaori completamente desorientada...
El sonido de la puerta al abrirse hizo que todos nos sobresaltásemos, volviéndonos hacia el origen del sonido con los ojos abiertos como platos. Una enfermera se asomó con expresión compungida y la espalda encorvada, como si intentase hacerse lo más pequeña posible.
-Disculpad la intrusión, pero el jaleo de esta habitación está molestado a los demás pacientes… Además, no se permiten más de dos visitantes de forma simultánea… - Su voz apagada hacia sonar sus palabras más como una disculpa que como una regañina.
Entonces fue Ayumi la primera en ponerse en pie, cargando su bolsa de deporte sobre el hombro.
-Lo comprendemos, disculpe las molestias ocasionadas. – Dijo mi amiga con una educada reverencia. – Yo me marcho ya, que el grupo tiene programado un directo de Año Nuevo en breve…
-Yo te acompaño. - Para mi asombro, fue Sesshomaru quien siguió a la idol hacia la salida con paso decidido. – Te espero fuera, Towa. Mándame un mensaje o llámame cuando terminéis.
La agente Walter se sacó el bloc de notas del bolsillo y nos escrutó a la medio demonio y a mí con una mirada glacial.
-Por mí bien, es con estas dos con quienes más quería hablar…
Towa y yo compartimos una mirada llena de hastío, conscientes del interrogatorio implacable que se nos venía encima. Menos mal que habíamos puesto en común nuestras versiones de lo sucedido antes de la llegada de la agente…
Y aunque debía de haber tenido la mente ocupada con las incisivas preguntas de la agente Walter, a la cual no se le escapaba nada, no podía dejar de pensar en el interés que había mostrado Sesshomaru por marcharse junto a Ayumi.
Ayumi suspiró mientras recorríamos los pasillos del hospital, esquivando camillas y enfermeros a la carrera. La idol vestía de forma impecable en cada ocasión, incluso cuando simplemente venía a visitar a su exnovia al hospital. Llevaba una falda de volantes rosa pastel que dejaba al descubierto unas largas piernas enfundadas en medias semitransparentes. Su cabello color melocotón se encontraba recogido sobre su nuca con un pomposo lazo del mismo tono blanco hueso que su mullido jersey. Su menudo cuerpo quedaba oculto bajo un largo abrigo rosa, como los pétalos del cerezo en primavera.
-Ah, lo siento tanto por Kaori y Towa… - Dijo mientras jugueteaba con unos mechones de su flequillo. - Menuda inspectora tan tozuda…
Sus zapatos repiqueteaban como el picoteo constante de un pájaro carpintero, captando toda mi atención. Se le daba bien dirigir todas las miradas hacia ella, incluso cuando no se encontraba encima de un escenario con su falsa sonrisa de idol pegada en la cara.
-Me temo que van a tardar un buen rato en deshacerse de ella, desde luego. – Secundé la opinión de la cazadora de demonios.
Entre nosotros se instaló un extraño silencio. Uno que no era cómodo, pero tampoco tenso. Había cierta comprensión flotando en el aire entre nosotros.
Después de todo, era la primera vez que hablaba con ella desde su llamada en Nochebuena…
-¿Sesshomaru? – Me llamó ella, notando mi mirada ausente.
Negué con la cabeza, metiéndome las manos en los bolsillos.
-Hablemos fuera mejor.
Ayumi frunció los labios mientras clavaba los ojos en el suelo con expresión grave.
-Está bien.
Cuando el gélido aire de enero nos azotó el rostro, la idol se detuvo en seco para cerrarse la cremallera del abrigo.
-Será mejor que no nos quedemos parados en un solo sitio. – Le recomendé, esperando pacientemente que completase su labor. – Acompáñame.
-Ya voy. – Gruñó ella, mostrando un claro rechazo a seguir las órdenes de un demonio como yo.
Con un encogimiento de hombros, comencé a descender los escalones que conducían al extenso parque frente al hospital. Por los anchos caminos paseaban pacientes, enfermeros y algunos familiares, cada grupo absorto en su propio drama particular. Era poco probable que nadie fuese a molestarse en espiar nuestra conversación.
-¿Qué querías decirme? – Me preguntó ella sin alzar la voz, acercándose tanto a mi que podía sentir su codo rozando mis costillas.
Nunca estaba de más ser cauteloso, por lo que acepté aquella inusual cercanía para hablar en el tono de voz más bajo posible.
-Casi falto a la promesa que te hice aquella noche. – Respondí, mis ojos atentos a cualquier movimiento o sonido sospechoso a nuestro alrededor.
La idol dejó escapar un grave suspiro.
-Soy consciente de que cuando nos conocimos pude darte la impresión de que no distingo matices entre el blanco y el negro… Pero hasta yo, con el rechazo que siento hacia tu especie, entiendo que lo que ha pasado no ha sido tu culpa. Sé que no la habrías puesto en peligro a propósito, por la cuenta que te trae.
Aquella noche, mientras conducía el coche para dejar a Ayumi en su casa, la onmyoji no tardó en aprovechar que Kaori se había quedado dormida en el asiento trasero para tratar de persuadirme una vez más de que me alejase de la mujer de la que aún seguía enamorado. Y entonces fue cuando me sinceré parcialmente con ella, y le expliqué cómo mi vida estaba ligada a la que la mujer a la que ambos amábamos, y que por eso mismo podía jurarse sobre mi propia vida que jamás atentaría contra ella. La idol apenas concebía que un demonio como yo se hubiera colocado en una posición tan vulnerable de forma voluntaria, pero sirvió para tranquilizar sus mayores temores.
De modo que, pese a sus más que razonables sospechas, ella prometió confiar en las decisiones de Kaori y en que mis intenciones no eran en absoluto siniestras. Que no iba a intentar devorarla bajo ninguna circunstancia.
Pero me alegraba que aquella pizca de confianza en mí la hubiera sido suficiente para que Ayumi se decidiera alarmarme ante la desaparición de Kaori.
-Aun así, he faltado a mi palabra. Te prometí que la protegería y cuidaría, y de no ser por tu llamada aquella noche… Kaori podría…
La muchacha frunció el ceño y me tiró de la bufanda para ralentizar mis pasos. Sus pies estaban clavados tan firmemente en el suelo que no tuve otra opción que detenerme si no quería ser asfixiado por la implacable cazadora de demonios. Su frágil complexión escondía la fuerza bruta que escondía en lo más profundo de su ser.
-Deja de culpabilizarte y lloriquear, demonio. – Masculló, acercando su rostro al mío para evitar ser oída. – Lo importante es que Kaori está viva… y que Towa no ha tenido que quedarse sin un padre.
Mi mirada se suavizó al escucharla decir esas palabras. Tenía la impresión de que la exnovia de Kaori sabía más de mi vida de lo que me hubiera gustado, aunque era de suponer que algo debía de haberle contado Kaori. Seguían siendo amigas, después de todo.
O quizás mi propia hija era quien se había ido de la lengua en las ocasiones que debía de haber coincidido con la idol en el hospital.
Sin importarme en realidad a quien culpar, sostuve el brazo de Ayumi para hacerla soltar mi bufanda.
-… Supongo que tienes raz…
Cerré la boca de inmediato al percibir con mis oídos el sonido de un gatillo al ser presionado. En un instinto protector, rodeé el cuerpo de Ayumi con un brazo y la escondí a mis espaldas, mientras buscaba con los ojos muy abiertos el origen de aquel sonido.
-¿Q-qué haces? – Exclamó ella, liberándose de aquel abrazo que no había esperado en absoluto.
-Shh. – Le chisté, sin volverme hacia ella.
Recorrí todo el perímetro del hospital con la mirada, prestando atención a cualquier mínimo detalle, más no detecté nada inusual. Solo se trataba de otra muchedumbre de humanos adictos a sus teléfonos móviles. No detectaba ningún aura ominosa. Tampoco había olor a pólvora o restos de ninguna otra arma peligrosa.
Entonces me volví hacia Ayumi, relajando los hombros.
-Me había parecido escuchar algo raro, pero he debido de confundirme.
La expresión de Ayumi se había ensombrecido mientras esperaba a que pasase mi estado de alerta.
-¿Crees que esa agente de policía se equivoca? – Quiso saber. - ¿Que Inukimi aún puede estar viva… y detrás de la vida de Kaori?
-Lo dudo mucho. – Negué categóricamente. – Kirinmaru tenía algo pendiente con ella, de modo que se ha encargado personalmente… Y su furia es conocida por ser implacable.
Los ojos de la idol se abrieron como platos, reconociendo aquel antiguo nombre. Aunque no era de extrañar, dado que si había investigado sobre mí y mi padre… Era más que lógico pensar que se hubiese cruzado también con información sobre el abominable Lord del Este.
-… Entiendo. – Fue todo lo que dijo la joven en respuesta, antes de que su teléfono móvil comenzase a vibrar furiosamente en el interior de su bolsillo. – Debe de ser el mánager, así que me marcho ya para no llegar tarde al directo de año nuevo… - Explicó con desgana, sus labios torciéndose en una mueca de desagrado.
-Que te sea leve. – Le deseé.
Ayumi me obsequió con la sombra de una sonrisa.
-Gracias, Sesshomaru. Nos vemos.
Quizás…
Quizás sí que podía hacerme amigo de un ser humano, después de todo.
Después de que Towa y la agente Walter abandonasen mi habitación, permanecí sumida en mis pensamientos el resto del día.
No solamente me veía atormentada por la posibilidad de Inukimi hubiera podido sobrevivir al ataque de Kirinmaru, siendo una criatura inmortal con un poder tan abismal.
No.
Sino que seguía procesando el peso de todos los eventos que me había narrado Sesshomaru.
Podía llegar a entender las situaciones que había vivido con las reencarnaciones: Airin, Himawari, Iori, Rinako y Marin. Sus vidas se habían entrelazado con distintas etapas de su duelo por Rin, lo cual le había llevado a agrandar la herida y a cometer un error tras otro.
Le compadecía por cómo había ido perdiendo a su familia, uno a uno, desde el accidente sucedido con Setsuna, pasando por la extraña desaparición de Towa, hasta la muerte de su medio hermano Inuyasha, asesinado a sus propias manos.
Pero el punto que se me atravesaba como una barra de acero ardiendo a través de la garganta era el cómo había conectado nuestras vidas. Saber que cargaba con la responsabilidad de cargar con el fin de sus días sin que se me hubiese consultado si podía soportar aquella presión me hacía sentir extremadamente frágil. Y no porque yo hubiese despreciado mi vida en algún momento, sino porque me hacía consciente de lo que podía haber ocurrido en la mansión Miyanishi si él no hubiera llegado a tiempo.
Y jamás podría haberme perdonado el no haber luchado más. Por los dos, y no sólo por mí. Una amarga culpabilidad se extendía desde mi paladar hasta el estómago a pesar de que sabía que yo no había sido la causante de aquella terrible situación. Casi podía escuchar la voz de Kirinmaru recordándome que yo solo era una víctima más.
Y tenía que creérmelo, que ocurriese como ocurriese mi final, cuando este tuviera que llegar… No sería como si yo estuviera ejecutando a Sesshomaru. Quizás el hechizo ni siquiera funcionaba, y se veía condenado a seguir vagando por la Tierra por toda la eternidad. Aunque era perspectiva era mucho más aterradora que la muerte, ni me paraba a analizarlo un momento.
Pero necesitaba hacer las paces con aquella idea para poder vivir en paz conmigo misma hasta entonces. Sin que me diera un ataque al corazón de pensar que cada paso en falta podía matarnos a los dos.
No. Si Sesshomaru me lo había estado ocultando hasta que no le había quedado más remedio que contármelo era porque debía de estar seguro de cuánto esa información me iba a pesar sobre la conciencia. Y había sido sincero porque yo le había insistido, en contra sus deseos iniciales. De modo que lo mínimo que le debía era continuar mis días con normalidad, como él había deseado en todo momento.
Hasta que mi último latido se llevase conmigo su larga existencia.
Me agarré con fuerza a las barras de acero a ambos lados de mi cuerpo mientras levantaba el pie izquierdo. Lo apoyé con suavidad en el suelo, temiendo la inminente punzada de dolor que amenazaba con atravesar mi tobillo al hacerlo.
-Eso es, apoya toda la planta del pie. – Me animó el fisioterapeuta que me extendía la mano, vigilante en caso de que perdiese el equilibrio. – Deja caer tu peso, sin miedo.
Tragué saliva y apreté los dientes tras seguir sus instrucciones. Mi tobillo seguía ligeramente hinchado y con un enfermizo color amarillento, como el de un moratón en vías de extinguirse. Pero el pinchado de dolor me obligó a transferir rápidamente mi centro de gravedad a la pierna derecha.
-No, no. – Me reprendió el fisioterapeuta. – Puedes apoyar el pie, Kaori. – Me recordó con un tono algo más severo.
-Pero aún me duele… - Protesté.
-Y te seguirá molestando un tiempo. – Afirmó él, poniendo los brazos en jarras. – Pero seguir inmóvil no hará más que empeorar la cicatrización y retrasar la recuperación. Créeme, llevo más de diez años en la profesión. Además, si te tropiezas, estaré aquí para sostenerte. No tengas miedo.
Aquello no resultaba tan tranquilizador como el fisioterapeuta había pretendido, dado que yo no podía olvidar el dolor que aún me recorría el brazo derecho, y que temía incluso más por la recuperación de aquel miembro que por no poder volver a caminar correctamente. No era que no confiase en que el evitaría que cayese al suelo de bruces, ni mucho menos. Simplemente no podía dejar de pensar en cómo ese impacto podría afectar a mi brazo, el cual ya estaba haciendo demasiado esfuerzos al ayudarme a mantenerme en pie.
Y, aun así, guiada por el deseo de regresar a mi casa y saborear un mínimo de normalidad, me obligué a clavar el talón izquierdo en el suelo para dar otro paso con el pie derecho, rápido y rozando el suelo. Apreté la mandíbula al sentir dolor en todos los puntos en los que me había golpeado Inukimi.
Ni siquiera podía tomar una amplia bocanada de aire sin que todo el cuerpo me mandase descargas de malestar al cerebro.
Sin embargo, y a pesar de mi más que evidente padecimiento, el fisioterapeuta esbozó una orgullosa sonrisa.
-Creo que estarás lista para el alta en pocos días, señorita Hanazono. Seguro que te recuperarás más a gusto en tu casa.
Mi cuenta bancaria iba a agradecer salir de aquella institución cuanto antes, desde luego. Aunque no podía dejar que mi madre se enterase, o amenazaría con presentarse en mi apartamento para ayudarme según sus propios criterios, y no me apetecía para nada perder mi intimidad por más tiempo.
Estaba deseando regresar a mi minúsculo y seguramente lleno de polvo cuartucho de alquiler al que llamaba hogar.
Ese pensamiento fue el que me impulsó a seguir ignorando el dolor en las rehabilitaciones, y el que me ayudó a contener los alaridos bajo los atentos cuidados del fisioterapeuta.
Sólo quería regresar a casa, y sentir que podía poner fin a aquella pesadilla.
Tras haberme aseado y regresado a mi más que manida camilla de hospital, agarré el teléfono móvil para notificar a mis seres queridos de Tokyo que mi recuperación iba viento en popa.
Sin embargo, me encontré el grupo de mis amigos de la infancia repletos de mensajes y emojis con cara de espanto. Ascendí rápidamente entre las burbujas del chat hasta encontrarme con el enlace causante de todo aquel pánico.
Tomoki había compartido un enlace a una noticia de prensa rosa que decía:
"¡Recién debutada idol captada en una cita a pleno día! ¿No es muy pronto para tirar su carrera por la borda?"
Mis ojos ignoraron por completo el texto justo a continuación, para volar directamente a la galería de imágenes al final del todo.
Le habían tomado fotografías a Ayumi saliendo del hospital, quien vestía el conjunto rosado que había traído puesto en Año Nuevo. A su lado, caminaba un hombre con el rostro pixelado, aunque no me costó identificar a Sesshomaru por el abrigo y lo elegante de su postura.
Se les veía codo con codo, suficientemente cercanos como para que los paparazzi pudieran especular y montarse sus alocadas teorías. Aunque si supiesen de la orientación sexual de Ayumi, tendrían tan claro como yo que no podía estar sucediendo nada romántico entre ellos dos.
Pero lo más comprometedor de todo el artículo eran unas fotografías borrosas donde se veía a mi exnovia inclinándose hacia la persona con la que yo me encontraba involucrada emocionalmente, aferrándose a él. El rostro pixelado del profesor Taisho impedía ver la distancia entre sus rostros con claridad, pero la fotografía se encontraba en el ángulo perfecto para que pareciera que estaban compartiendo un beso.
Ni siquiera llegué a sentir celos de aquella imagen surrealista. No tenía ningún motivo para pensar que ellos dos tenían ningún tipo de relación íntima, por el amor de dios. La manipulación de los medios para tergiversar la realidad resultaba aterradora.
Con las manos temblorosas, copié el enlace del sitio. Entonces me dirigí rápidamente al chat privado con Ayumi y se lo mandé al instante, incluso a sabiendas de que probablemente no tendría acceso a su teléfono móvil en esos momentos.
"Ayumi…" Tecleé. "¿Podemos hablar sobre esto?"
No podía parar de pensar que aquellas desafortunadas fotografías podían suponer el final del sueño de quien había sido mi mejor amiga, y mi primer amor.
Se me oprimía el pecho nada más de pensarlo mientras esperaba su respuesta.
Notas: Finamente, todo el pasado de Sesshomaru queda explicado y sabemos qué deseo con las últimas perlas... ¿Os esperábais este último giro de los acontecimientos? No sabéis lo difícil que ha sido para mí tener en cuenta que Sesshomaru sabía esto cada vez que hablaba con Kaori pero sin desvelarlo... Si os releéis la historia, espero que podáis entender sus palabras bajo una nueva luz.
Y bueno, anuncio, anuncio... Que el último capítulo será el número 60, seguido de un breve epílogo, así que realmente no queda nada.
En los próximos días terminaré de hacer las revisiones pertinentes e iré subiendo lo que queda del tirón, de verdad que no os quiero hacer esperar más.
Muchas gracias por vuestra infinita paciencia, os leo!
