El minisúper estaba casi vacío, salvo por el ruido del refrigerador en el pasillo de lácteos y el zumbido de las luces fluorescentes que parpadeaban ocasionalmente. Victoria caminaba con pasos rápidos, sosteniendo una canasta medio vacía. Había tomado lo esencial: pan, café y un par de manzanas, pero su mente divagaba lejos de la lista que intentaba recordar.
Fue entonces cuando lo vio.
Al fondo del pasillo de bebidas, un hombre vestido de negro estaba encorvado, examinando una fila de botellas como si estuviera decidiendo si llevarse una o romperlas todas. Incluso desde la distancia, Victoria reconoció el perfil de Edward Cullen.
Su primer pensamiento fue que lucía exactamente como lo recordaba: serio, distante, con un aire sombrío que parecía una segunda piel. Pero luego su mirada captó algo más. Había algo en la forma en que mantenía la cabeza ligeramente inclinada, en cómo sus hombros estaban tensos, como si cargara un peso invisible.
Sin darse cuenta, lo observó un momento más de lo necesario. Es atractivo, claro, pensó, pero esa idea fue rápidamente desplazada por el recuerdo de su última interacción. Sus respuestas cortantes, su actitud fría.
No es asunto mío.
Desvió la mirada y se dirigió al pasillo opuesto, buscando mantener la distancia. No iba a complicarse la vida con un hombre que claramente no quería ser molestado. Había tenido suficiente de ese tipo de personas.
Mientras colocaba una caja de cereal en su canasta, un movimiento al otro lado del pasillo captó su atención. Edward. Había doblado la esquina y ahora estaba en la sección de comida preparada, observando un paquete de ensaladas con la misma intensidad con la que había examinado las botellas.
Victoria sintió un extraño impulso de acercarse, de decir algo, pero lo reprimió de inmediato.
No lo hagas. Déjalo en paz. Probablemente lo único que consigas es otro desplante.
Por el rabillo del ojo, notó que Edward se movía hacia la caja registradora. Su andar era lento, casi mecánico, como si estuviera funcionando en piloto automático. Cuando pasó cerca de ella, no levantó la mirada, ni siquiera parecía notar su presencia.
Victoria suspiró, intentando ignorar la punzada de curiosidad que sintió al verlo de cerca otra vez. Finalmente, sacudió la cabeza y se dirigió también a la caja, manteniendo suficiente distancia como para evitar cualquier interacción.
Cuando terminó de pagar y salió del minisúper, la lluvia había comenzado a caer, ligera pero constante. Edward estaba de pie junto a la entrada, mirando la calle con las manos en los bolsillos.
Por un momento, Victoria pensó en despedirse, en hacer algún comentario casual, pero se detuvo.
Déjalo. Lo mejor es no meterse con alguien que claramente no quiere compañía.
Caminó bajo la lluvia hacia su auto, resistiendo la tentación de mirar atrás. Sin embargo, mientras encendía el motor, no pudo evitar preguntarse por qué Edward Cullen parecía cargar con el peso del mundo... y por qué a ella le importaba tanto.
