¡Hola mis amores! Les doy la bienvenida a esta nueva historia, la cuál espero que la disfruten tanto como yo estoy disfrutando escribiéndola.
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a mamá Rumiko.
Ahora si, comencemos...
CAPITULO 1
*Perspectiva de Inuyasha*
-¡Maldita sea! Odio este lugar.
-Tranquilo, Inuyasha. Ya nos iremos; ese hombre no debe de tardar mucho. Mientras tanto, pidamos unos tragos.
Observé a Miroku pedir dos tragos mientras yo recorría el lugar con la mirada. Era un antro de mala muerte, lleno de mujeres con casi nada de ropa; podría apostar que el dueño ni siquiera tenía todos los papeles del local en regla.
Hice una mueca de asco al ver a un viejo de unos 70 años manoseando a una jovencita de unos 22 años. ¡Santo cielo, podría ser su nieta! ¿Cómo podía haber hombres que pagaran por tener a una mujer? ¿No les daba vergüenza aprovecharse de estas pobres mujeres? ¿Qué no tienen otra forma de vivir? ¡Malditos bastardos!
Me froté la sien porque la espera por ese tipo ya me estaba provocando jaqueca. Su nombre era Chokyukai.
-¿En qué piensas, Inuyasha? -preguntó Miroku con curiosidad.
-¿En qué más va a ser? En el maldito que nos estafó -respondí furioso.
-Ya no te hagas mala sangre, Inuyasha.
-¿Que no me haga mala sangre? ¡Ese idiota se hace pasar por un empresario que venía de China, que según quería invertir en el negocio de arquitectura! Lo único que hizo fue engañarnos como a dos idiotas. Ya habíamos firmado el maldito contrato y luego, el estúpido de mi hermano, con gran altanería, llegó diciendo que este tipo nos vio la cara -le solté con rabia mientras recordaba las palabras de Sesshomaru.
Flash Back
-¿Recuerdas cuando te dije que ese hombre, Chokyukai, no me daba buena espina?
-A ti nadie te da buena espina, querido hermano -respondí con sarcasmo.
-¡Deja el sarcasmo para otro día, idiota! Lo estuve investigando.
-¿Qué hiciste qué, Sesshomaru? -pregunté molesto-. ¿Con qué derecho te metes en mis decisiones?
-Me meteré hasta que hagas las cosas bien, idiota.
-¡No me digas idiota, maldito! Además...
-¡Cállate! -gritó interrumpiéndome.
-A mí no me callas, Sesshomaru.
-¡Fuiste estafado, pedazo de mierda!
-¿Qué? -me quedé en shock al escuchar sus palabras.
-Lo que oyes, ¡fuiste estafado! Ese hombre no es empresario; es un embustero que viene huyendo desde China, y lo único que busca es dinero para largarse a otro continente. El maldito trafica con armas y drogas; lo están buscando para matarlo. -Sesshomaru se pasó las manos por el cabello y lo estrujó en señal de frustración-. ¿En qué mierda estabas pensando cuando firmaste un contrato con ese idiota?
-Yo... -no podía articular ninguna otra palabra.
-¿Es lo único que dirás?
-¡Sesshomaru!
-¡Sesshomaru nada! ¡Hoy mismo deshaces ese contrato!
-Si lo hago, tendré que pagarle una gran suma de dinero a ese imbécil -dije, cada vez más preocupado.
-Sabía que me saldrías con esa estupidez. Toma -me lanzó una carpeta al escritorio.
-¿Qué es esto? -Tomé la carpeta entre mis manos y la abrí, sintiendo el peso de la realidad aplastarme.
-Es la información de Chokyukai. Ahí están todos los delitos de ese bastardo. Haz que vea esos documentos y que después firme la ruptura del contrato que hiciste con tu amigo del alma -resopló con fastidio, tratando de mantener la calma-. Ya hice algunas llamadas; lo tienen vigilado, no puede salir de Tokio, y mucho menos del país.
-¿Por qué me das todo esto? ¿No sería más fácil que lo hagas tú? Así quedarías como un héroe frente a nuestro padre.
-Inuyasha, escucha bien esto, pedazo de mierda. Nuestro padre nos dejó a cargo de esta empresa, a los dos; esta es la última que te ayude, porque no voy a limpiarte el culo cada vez que la cagues, ¿te quedó claro? Ahora, llama a Chokyukai y arregla tu problema, ¿de acuerdo?
-De acuerdo -respondí sin poder ocultar mi frustración y desesperación.
Fin de Flash Back
-Al menos nos salvamos gracias a Sesshomaru -expresó Miroku aliviado.
-Miroku -lo llamé con una sonrisa- ¿Quieres que te golpeé? -levanté mi mano en un puño.
-No -respondió con los ojos bien abiertos.
-Entonces, no digas más estupideces, pedazo de...
-Disculpen la demora -nos interrumpió una chica acercándose con una charola-, aquí tienen sus tragos.
Observé a la joven, que no tendría más de 18 años, quizás menos. No era muy alta, pero poseía un hermoso cuerpo, con una cabellera azabache y encantadores rizos en las puntas. Sus ojos color chocolate reflejaban una profunda tristeza que me conmovió hasta lo más profundo del corazón.
"Dios mío, ¿por qué una chica tan bonita y tierna estaría en este asqueroso lugar?", pensé.
-¡Gracias! -escuché decir a Miroku, lo que me sacó de mis pensamientos.
La joven no dijo nada, sólo asintió y agachó la mirada.
-Mmmm, ¡pero qué cosita tan deliciosa hay aquí! -Escuché una voz detrás de la joven, mientras ella daba un salto y salía corriendo a la barra.
Miré al sujeto con rabia, descubriendo que era el maldito de Chokyukai. Lo vi relamerse los labios mientras observaba a la jovencita, lo que hizo que se me revolviera el estómago.
"Maldito cerdo" pensé con furia.
-¡Hola, caballeros! Perdón por la tardanza -se excusó Chokyukai sentándose en nuestra mesa-. Estaba en una reunión muy importante con unos empresarios coreanos.
-Ah, ¿sí? -dije con una risa burlona-. ¿Y cómo se llaman esos empresarios? -le pregunté con curiosidad.
-¡Eh! Eso no importa -respondió nervioso-. Mejor pidamos algo de beber. Ojalá sea esa linda chica la que nos traiga los tragos.
Fruncí el ceño con disgusto al escucharle decir aquello.
-Toma -dije tirándole el contrato de cancelación sobre la mesa.
-¿Qué es esto? -preguntó, tomando la carpeta.
-El contrato que firmamos. Y, además, otro documento que vas a firmar para deshacer el anterior sin pagarte ni un solo peso.
-¿Qué? ¿Y por qué haría eso?
-Aquí tienes -le lancé la carpeta que me dio mi hermano-. Léelo y tendrás la respuesta.
Vi cómo lo abrió con duda y empezó a leer. Su rostro cambiaba de color, empezó a sudar y se aflojaba la corbata para respirar mejor.
-¡Eh! Se-se-señor Taisho, ¡yo puedo explicarlo!
-Chokyukai, no trates de excusarte, solo firma de una vez -le ordenó Miroku, extendiéndole la pluma.
-Pero…
-¡Pero nada! Firma, o ahora mismo te llevo con la policía.
Vi sus ojos llenos de odio hasta que finalmente se rindió y firmó el contrato para deshacer todo compromiso que teníamos con él.
-¡Listo! -exclamó-. Ya está firmado.
-Bien, gracias. Ahora, si te vuelvo a ver, créeme que pasarás tus últimos días en la cárcel, ¿me entendiste?
-Sí, señor. Hoy mismo desaparezco de Japón -expresó con rencor en la voz.
-¡Perfecto! -exclamé con seriedad, hasta que otra voz se unió a nuestra charla.
-¡Oh! Mi gran amigo, no sabía que estabas aquí, Chokyukai.
Levanté la vista para ver quién hablaba con nuestro exsocio. Era un hombre con cara de sapo saludando al despreciable Chokyukai.
-Qué amigo ni qué nada, Mukotsu. Vengo para que me pagues lo que me debes. Me tengo que ir del país…
-Pero, amigo mío, aún no tengo el dinero -se excusó aquél hombre.
Puse los ojos en blanco. Realmente esa charla no me interesaba en absoluto, total que ya había conseguido lo que quería y ya deseaba irme, pero Miroku me miró con una sonrisa y me hizo una seña para que nos quedáramos a escuchar. Negué con la cabeza, rechazando la idea, pero el tal Mukotsu dijo algo que captó mi atención.
-Te ofrezco a mi sobrina -mencionó en un acto de desesperación-. Mientras tanto, juntaré el dinero, ¿qué dices?
Miroku y yo volteamos a ver a Mukotsu con desprecio. ¿Cómo podía hablar así de una mujer? ¿Acaso él no había nacido de una mujer? Lo peor es que se trataba de su sobrina.
-¿Y a mí de qué me va a servir? Una puta como tu sobrina la puedo conseguir en cualquier parte.
-Amigo, esta es diferente -Chokyukai lo miró con gran curiosidad-. Se trata de una linda jovencita, así, como las que te gustan, no es ninguna prostituta. ¡Es virgen! -exclamó con un orgullo que me repugnó-. Yo mismo he estado vigilándola para que ningún hombre se le acerque. Te puedo asegurar que nadie ha tocado a mi sobrina.
-¿Y quién es tu sobrina? -preguntó Chokyukai con extrema curiosidad.
-Es ella -dijo señalando a la chica-. Aquella de la barra.
Tanto Miroku como yo miramos hacia la barra y nuestra sangre se congeló al ver que era la misma jovencita que nos había servido las bebidas.
-¡Vaya! Debiste haber empezado por ahí -expresó relamiéndose los labios-. Está bien. ¡Trato hecho! Me la llevo -respondió Chokyukai.
En ese momento, Miroku golpeó la mesa con ira.
-¿Cómo puedes vender a tu sobrina, viejo de mierda? -gritó furioso.
-¡Cálmate, Miroku! -le dije, colocando mi mano en su hombro.
-Oigan, ¿ustedes quiénes son? ¿Qué les importa lo que haga con esa mocosa? ¿Son amigos tuyos, Chokyukai?
-No, Mukotsu -negó el bastardo-. De hecho, ellos ya se van. Mejor llama a esa jovencita, que ya me tengo que ir. Voy a pasar una buena noche con ella y después la voy a vender a un amigo.
-Claro -ambos ignoraban nuestra presencia-. Ahora te la traigo -volteó hacia la chica y le gritó-. Oye, sobrina, ven acá.
Miroku empuñaba sus manos por la rabia, y yo no estaba mejor que él. " ¿Cómo podía hacerle eso a su sobrina?" Pensaba con furia.
La muchacha se acercó a nosotros con timidez.
-¿Qué… qué pasa tío?
-Kagome, ¡Prepara tus cosas, porque te vas con él! -exclamó señalando a Chokyukai.
-¡Qué! -gritó sorprendida la joven llamada Kagome.
"Que lindo nombre"
-Tío, ¿por qué? Yo… no quiero…
-¡Cállate! -la interrumpió Mukotsu-. Ya te vendí, así que te vas con él… ¡ahora!
-No, ¡no quiero!
-Te dije que te vas con él -la tomó fuertemente del brazo y la empujó-. Prepara tus cosas.
-No es necesario, Mukotsu; -intervino Chokyukai-, no necesita ropa para lo que haré con ella.
-Como quieras -respondió Mukotsu encogiéndose de hombros-. Ya es tuya, llévatela.
-¡No, tío, por favor! -suplicó Kagome desesperada.
-¡Cállate!
El maldito la abofeteó delante de nosotros. Chokyukai, por su parte, aprovechó para llevársela.
En cuestión de segundos, vi a Miroku ponerse de pie y darle un golpe en la cara a Mukotsu. No lo dejé solo y me lancé contra Chokyukai para evitar que se alejara con Kagome.
-¡Malnacidos! No van a tocar a esta joven -gritó Miroku con ira.
-¡Maldito! -exclamó Mukotsu-. Me rompiste la nariz -se quejaba de dolor tirado en el suelo-. No entiendo por qué se meten, si es mi sobrina y puedo hacer lo que quiera con ella -expresó con arrogancia.
-Tú lo has dicho, es " tu sobrina", no un objeto -intervine mientras sujetaba a la chica-. La estás vendiendo, maldito.
-¿Y eso a ti qué te importa?
-Me encargaré de hundirlos en la cárcel -gritó Miroku-. A ti, Chokyukai, por estafador y traficante, y a ti por trata de blancas.
-No pueden hacer eso -comenzó a reír victorioso.
-¿Qué no podemos? -pregunté con burla-. ¿Acaso sabes quién soy?
-No.
-Soy Inuyasha Taisho, imbécil. -Lo vi abrir bien los ojos en señal de sorpresa-. Y te puedo apostar que este asqueroso lugar no está en regla. Tal vez, en menos de 24 horas, este maldito bar quede clausurado, y tú y Chokyukai terminarán refundidos en la cárcel.
-Mi sobrina no puede quedar sola, además no puedes quitármela, ella está bajo mi custodia -gritó Mukotsu desesperado, pero enseguida se tapó la boca por el gran error que acababa de cometer.
La sangre me hirvió instantáneamente al escuchar aquella confesión. Dejé a Kagome al lado de Miroku y tomé a Mukotsu por el cuello.
-Maldito bastardo, ¿me estás diciendo que esa joven es menor de edad? ¿Cuántos años tienes? -Mukotsu se negaba a hablar-. ¡RESPÓNDEME! -grité exasperado.
-¡17 años! -dijo finalmente-. Pero en dos semanas cumplirá los 18 -agregó desesperado.
Miré a Kagome, temblando y claramente asustada. Era menor de edad y estaba por vivir uno de los peores castigos del mundo. Una rabia descomunal me envolvió en ese instante.
Tenía ganas de matarlos, pero sabía que hacerlo pondría en serios aprietos a mi familia, que siempre había llevado una vida intachable. ¿Qué podría hacer? Justo en ese momento, escuché hablar a mi amigo.
-¡Escúchenme muy bien! -exclamó Miroku muy serio-. Esta señorita vendrá conmigo. Si se oponen, me encargaré de refundirlos en la cárcel por el resto de sus malditos días; no por nada soy el mejor abogado de todo Japón. -Ellos quisieron hablar, pero Miroku no se los permitió-. Créanme, conozco muchos jueces que, con solo saber lo que estuvieron a punto de hacer con ella, no dudarán en hacer que se pudran tras las rejas.
-¡Estás mintiendo! -gritó Mukotsu desesperado.
-Él es Miroku Mushin -intervino Chokyukai-, el mejor abogado de todo el país. Así que no miente.
Mukotsu nos vio con horror, mientras caía al suelo. Comenzó a suplicar para que no hiciéramos nada en su contra, incluso aceptando que su sobrina se fuera con nosotros.
-Está bien, llévense a Kagome, pero por favor, no nos hagan nada -suplicó.
-Al fin nos estamos entendiendo -respondió seriamente Miroku-. Vámonos, Inuyasha.
Asentí y seguí a Miroku junto a la chica hacia la salida. Aunque una duda rondaba en mi cabeza: ¿Qué hará Miroku con esa joven llamada Kagome? Al mirarla, pude notar el miedo en su rostro; estaba llorando y eso me hacía sentir muy mal.
-Te llamas Kagome, ¿verdad? -preguntó Miroku, y ella asintió sin decir una palabra más-. No tengas miedo, nosotros no te haremos daño; aquí corres peligro, lo mejor será salir de aquí.
Los tres salimos del bar con la firme convicción de clausurar ese lugar. Nos acercamos a mi auto, y seguía sin comprender qué pasaría con ella.
-Linda, ¿puedo llamarte Kagome? -Ella asintió.
-Bien, mira Kagome, nosotros somos buenas personas. Él es Inuyasha y yo soy Miroku. -Nos miró a los ojos, pero seguía sin hablar. Mi amigo suspiró resignado-. Ok, mira Kagome, tengo que hablar con Inuyasha. ¿Me puedes esperar dentro del auto?
Ella se tensó al instante y nos miró con ojos dudosos, a punto de romper a llorar. Alarmado, miré a Miroku, quien entendió mi gesto.
-Oh no, Kagome, por favor no llores. No somos malos, solo queremos ayudarte. Por favor, no llores. -Le dijo mientras se acercaba con delicadeza.
Secó sus lágrimas con suavidad, como si fuera su hermana o hija. Aunque confieso que, por un momento, habría preferido hacerlo yo mismo.
-Kagome, ¿nos esperas dentro del auto, por favor?
Ella asintió mientras se abrazaba a sí misma por el frío. ¿Cómo no me di cuenta antes? No llevaba casi nada de ropa, solo un short extremadamente corto y un top. Me quité el saco y se lo puse en los hombros. Ella se sobresaltó, pero le ofrecí una sonrisa reconfortante.
-Tranquila, es para que no tengas frío, ¿de acuerdo? -Le dije mientras le ofrecía mi saco, notando cómo sus mejillas se sonrojaban, lo cual me pareció muy tierno.
Miroku abrió la puerta del auto para que ella entrara. Una vez dentro, cerró la puerta y nos alejamos lo suficiente para poder hablar tranquilos.
-Inuyasha, no voy a dejar esto así -dijo con determinación-. Haré que esos dos malnacidos paguen por esto.
-Estoy de acuerdo, Miroku -respondí, apoyando su decisión-. Gente como esa no debería existir en este mundo.
-Claro, amigo.
-Pero dime, Miroku, ¿qué piensas hacer con ella? ¿Crees que a tu esposa le hará gracia que lleves a una mujer a casa? -pregunté, mezclando curiosidad y preocupación. Él sonrió, lo cual me puso nervioso.
-Amigo mío, por eso quería hablar a solas contigo. ¿Podrías quedarte con ella en tu casa ésta noche? -me miró con ojos suplicantes, sabiendo que me negaría.
-¿Estás bromeando? ¡Claro que no! Fue tu idea traerla, así que llévala contigo -respondí sorprendido.
-Inuyasha, tú conoces a Sango y sabes lo celosa que es; si llego con esta chica, me mata. Además, solo será por esta noche mientras le explico todo. Después de eso, me la llevo a mi casa. Por favor.
-No, Miroku, no puedo hacer eso -negué con firmeza, pero él continuó insistiendo.
-Hermano, por favor -suplicó.
-Que no, y no soy tu hermano.
-¡Hermano de leche!
-Dije que no, Miroku -respondí con determinación.
Creí que dejaría de insistir, pero me equivoqué. Miroku comenzó a chantajearme como siempre.
-Claro, tú me odias, ¿verdad? Todo porque tuviste que compartir la leche materna conmigo.
-¡Que no, Miroku, y ya! -exclamé con fastidio-. No me sigas chantajeando con eso.
-Yo no te chantajeo, Inuyasha, solo digo la verdad. No tengo la culpa de que mi madre haya muerto cuando nací, haciendo que mi tía Izayoi compartiera su leche conmigo. Por eso es que tú me odias, porque te quité la mitad de la leche materna, y por eso no quieres ayudarme.
Me reprochaba mientras dibujaba círculos en la tierra con la punta de su zapato. ¡TRAMPOSO!
-Si mi madre estuviera viva, se lo pediría a ella, pero resulta que ya no está. Por eso que me tratas así.
-¡Está bien! -le grité resignado pidiéndole que se callara-. De acuerdo, Miroku. Puede quedarse, pero solo esta noche, ¿entendido?
Él se volteó con una sonrisa radiante.
-¡Eres el mejor, Inuyasha! -dijo emocionado mientras me abrazaba.
-Quítate, Miroku, -me quejé alejándolo de mí-. Sabes que odio cuando haces esto.
-¡Perdón! -Dijo sonriendo. Después cambió a una actitud más seria. -Te prometo que solo será por hoy, ¿de acuerdo?
-Está bien, vámonos.
Nos subimos al auto, Miroku iba de copiloto, y Kagome en el asiento de atrás. Encendí el motor y nos fuimos. El camino iba rodeado de un silencio incómodo, hasta que Miroku rompió el hielo
-Inuyasha, detente en esa tienda, por favor.
-¿Para qué? -pregunté, mientras manejaba por la calle principal.
-Le compraré algo de ropa a Kagome. ¿No ves que la pobre chica solo trae lo que tiene puesto?
No dije nada, solo asentí y me estacioné frente a la tienda de ropa.
-Ve, aquí te espero, Miroku.
-Bien, ya vuelvo. -Antes de bajar se dirigió a la chica-. Kagome, ¿qué talla eres? -Ella sólo bajó la cabeza, avergonzada-. Linda, solo dame tu talla de pantalón. Yo me las arreglo en la tienda, ¿sí?
-36 -musitó con voz casi inaudible.
-Bien, -dijo Miroku-. Ahora vuelvo.
Él bajó del auto y desapareció tras la puerta de la tienda. El silencio incómodo se hizo presente una vez más. Observé a Kagome a través del retrovisor y noté que seguía con la mirada baja. No tenía idea de cómo entablar una conversación con ella, así que decidí romper el hielo.
-¿Quieres escuchar música? -le pregunté, observándola por el retrovisor. Sin embargo, ella negó con la cabeza.
"Bien. Esto no será fácil. Miroku, date prisa"-pensé incómodo mirando hacia la tienda.
*Perspectiva de Miroku*
Dentro de la tienda, recorrí mi alrededor con la mirada hasta ver a una empleadas del lugar y me dirigí hacia ella.
-Hola señorita, buenas noches -saludé con cortesía.
-Hola señor, buenas noches, ¿en qué le puedo ayudar? -respondió ella con amabilidad.
-Mire, busco ropa de mujer. Su talla es 36 de pantalón y mide más o menos un metro setenta. ¿Me podría conseguir algo con esas características, por favor?
-Claro, señor. -respondió muy amablemente-. ¿Es para un evento o ropa casual?
-Ropa casual, por favor -contesté de inmediato.
-De acuerdo. -Asintió-. Le puedo recomendar ropa deportiva. Es cómoda y muy práctica; además se acomoda muy bien a los detalles que usted me acaba de mencionar -sugirió.
-Me parece muy bien, señorita. Muchas gracias.
-Para eso estamos. -volvió a asentir con una ligera sonrisa en el rostro-. Ya vuelvo con la ropa.
-¡Disculpe! -dije antes de que se retirara.
-Dígame -respondió girándose hacia mí.
-¿También me podría ayudar con dos pares de tenis, número 36 y 37? Ah, y un juego de pijama. Y… bueno… -me incomodaba el tener que pedir lo siguiente-. Unos conjuntos de ropa interior -dije con voz baja pero lo suficientemente claro para que la señorita me escuchara.
-Claro, no se preocupe. Yo me encargo de todo. ¿Desea algo más, señor?
Lo más factible habría sido que la misma Kagome pidiera sus cosas, así podría haberme ahorrado tanta incomodidad, pero en el estado en que se encontraba, habría dado pie a malas interpretaciones y, tal vez, hubiera tenido que aclarar todo con la policía. Suspiré y continué hablando con la señorita.
-Necesito cosas de uso personal, como champú, cremas, perfume; todo lo necesario para una chica, por favor.
-Claro, ahora vuelvo. Tome asiento, por favor. -Me mostró un pequeño lugar que tenía acondicionado como sala de espera.
-Gracias -respondí mientras me sentaba en el sofá.
Pasaron, probablemente, unos 25 minutos, cuando la señorita llegó con todo lo que le había pedido.
-Aquí tiene todo lo que solicitó, señor.
-¡Excelente! Muchas gracias, señorita. ¿Dónde paso a pagar?
-Por aquí, señor.
Nos dirigimos a una nueva sala donde estaban las cajas de cobro. No tuve más opción que utilizar la tarjeta de crédito para pagar todo, ya que eran demasiadas cosas.
-Listo, señor. -Me entregó varias bolsas-. Gracias por su compra.
-A usted, señorita, por ayudarme.
-Fue un placer. Vuelva pronto.
-Gracias. Adiós.
-Adiós.
Caminé hacia la salida. Al llegar al auto, Inuyasha abrió la cajuela desde dentro para que guardara las bolsas. Después, entré al vehículo.
-Tardaste demasiado, Miroku -se quejó en el momento que me sentaba.
-Ya. Listo, vámonos.
*Perspectiva de Inuyasha*
Miroku había comprado muchas cosas para Kagome; lo supe al ver todas las bolsas que guardó en la cajuela. Nos dirigimos en silencio hasta su casa.
-Listo, Miroku. Llegamos.
-Bien.
Miroku salió del auto y abrió la puerta de atrás para sentarse al lado de Kagome.
-Linda, yo me quedó aquí, pero tú te vas a ir con Inuyasha ¿de acuerdo? -La vimos abrir sus ojos muy asustada al escuchar aquellas palabras-. Tranquila, no te asustes. Inuyasha es un caballero, no te hará absolutamente nada. Estás a salvo con él. -Le dijo tratando de relajar la situación-. Te llevaría conmigo, pero primero tengo que hablar con mi esposa. Ella es una buena persona, solamente tengo que platicarle todo lo que sucedió. Después de eso, te prometo que vendremos a buscarte ¿Te parece bien?
-E-está bien -musitó.
-Bien. Ahora, en la cajuela del auto, dejé unas cosas para ti, espero que te gusten. Te prometo que mañana te compro más cosas, ¿sí? Tengo que entrar a mi casa. Nos vemos mañana, ¿vale?
-Vale -respondió con timidez.
-Bien.
Miroku se acercó a ella para darle un beso en la frente. Antes de bajar al auto, me miró con seriedad.
-Cuídala, hermano.
-Claro, Miroku. No te preocupes. Adiós.
-Adiós.
Cerró la puerta y se dirigió a su casa. Su rostro mostraba una ligera preocupación al no saber qué reacción tendría Sango cuando le contara lo que había sucedido.
Nuevamente encendí el auto y nos dirigimos esta vez a mi casa. En el camino pensé si Había hecho bien en llevarme a esta jovencita a mi casa. Después de todo la chica era menor de edad, lo que podría traernos serios problemas.
Continuará…
Si llegaron hasta aquí, gracias.
Crédito de la ortografía: la bella autora Kayla Lynnet. ¡Gracias, linda!
