En El Camino
Mis huellas. Ellas son ligeras como el viento. Al poco tiempo de nacer, desaparecen bajo la luz del millar de estrellas que cuidan nuestro camino. Nunca había dejado nuestro hogar. Mis madres dicen que el desierto en el día es implacable y los ponis de las tierras lejanas son hostiles. Sin embargo, en la noche el desierto es bello y tranquilo y los poquísimos ponis con los que me he encontrado en mi travesía huyen de miedo al ver que soy real. Después de todo no hay demasiados ponis que midan lo que mido yo.
Mientras los demás ponis pueden esconderse en un arbusto con facilidad yo puedo ocupar fácilmente toda la altura del valle que es nuestro hogar, la tierra de los Raquisha, mi familia. Antes de ellos no había nada. Todo lo que recuerdo es la roca, la fría roca de las escarpadas montañas de Mawt, donde casi todo está muerto y llueve muy poco al año. Los ancestros de mi familia construyeron hondas minas para extraer el agua de los profundos manantiales en el corazón de la montaña.
Fue entonces cuando ellos me encontraron en una de las bóvedas de la montaña. Vi por primera vez la luz y quedé fascinada por ella. Los Raquisha me adoptaron y así mismo, yo a ellos. Sin embargo, pronto descubrí que no estaba destinada a conocer el calor del sol pues cada mañana al despuntar el amanecer mi cuerpo se transformaba en piedra hasta el anochecer.
Tal vez muchos se intimiden por mi tamaño pero la verdad es que soy más frágil de lo que los ponis pueden imaginar y eso está bien… supongo. No tengo miedo porque los Raquisha me aman como yo los amo a ellos y cuento con la asistencia de mis 12 madres quienes en todo momento están cuidando de mi.
Justo ahora tres de ellas me ayudan a quitar los fragmentos de roca en mi largo cabello púrpura mientras otras dos pegaso aletean ligeras junto a mí recogiéndolo en largas trenzas para que no se arrastre por el suelo. Quiero a mis madres tanto como si realmente la misma sangre corriera por nuestras venas. Pero no es así, son tan lejanas como lo son los ponis del pequeño séquito que cargo a mis espaldas.
Usualmente no suelo llevarlos pero dada la magnitud del evento que podríamos presenciar mi gente decidió construir una alforja especial para la ocasión. Era nada más y nada menos que un pequeño cuartel de madera en el cual llevábamos suministros y los ponis que me acompañaban usaban como dormitorio.
Pero bueno, Visitantes de las estrellas. Sé que se estarán preguntando ¿a qué se debe toda esta preparación y que ahora estemos recorriendo el desierto? Pues…
tuve una visión. Suelo tenerlas con frecuencia. lamentablemente no las puedo controlar, suelen ir y venir durante mi baile, en medio del profundo trance que este me genera y gracias a ellas hemos podido prevenir más de una catástrofe.
No obstante. Esta noche no tenemos la intención de luchar por nuestro pueblo. Esta noche viajo conocer a alguien muy especial, una poni cuyo poder está más allá de nuestra imaginación y tal como me lo enseñó mi visión, el destino de cada criatura está en sus cascos. Mia, le dicen, maestra de las almas, guía de los Shadow ark y bueno… podría decirse que mi amor secreto.
Lo sé, lo sé. Quizá no lo entiendas pero realmente sé que lo que siento es amor. Es tan magnífica, tan especial y poderosa que no veo cómo no amarla. Vi que podríamos interceptar su séquito en medio del desierto y supe que no podía perder la oportunidad.
No le he contado esto a nadie. Solo ustedes lo saben. Por ahora me desvivo pensando en cómo lograr agradarle a Mia y que el amor florezca en su corazón al igual que en el mío. cuando esté lista se lo diré a mis madres. Ellas entenderán… Ellas entenderán.
