Después de muchos lamentos por algún tiempo. Decidí irme de ese infierno en forma de casa ostentosa, tomé mis pertenencias y me dirigí a la estación de autobuses sin mirar atrás. No di explicaciones a nadie, pues a nadie le importo y dudo mucho que alguien me extrañe, solo quiero una nueva vida…lejos de todos los que me hicieron daño.

Y lejos de Mike…el único amor de mi vida.

Ahora estaba mirando el tablero de los viajes y el que se iba en los próximos treinta minutos era hacia portland, Oregón. Entre más lejos de todos ellos, mejor.

Compré el boleto y dejé mi equipaje en la bodega, no me preocupaba si se perdía. Me senté a pensar en lo que había hecho, dejé todo lo que conocía pero a la vez me hacía daño, empeñé mis joyas y saqué todo mi dinero. No me dolía dejar a Edward, a pesar de su condición pero conociéndolo bien, se que estará bien.

Había llegado la hora de subirme a mi nuevo destino y comenzar una nueva vida, apagué mi celular y en cuanto comenzó su marcha lo estrellé al pavimento.

Me sentía libre, emocionada pero a la vez con incertidumbre y miedo.

Miedo a lo que vendrá después. Dejé la ventanilla abierta para que entrara el aire, y me di cuenta de que habían varias personas y ninguna de ellas eran conocidas.

Y todo eso fue hace tres semanas…

Ahora vivía en un modesto apartamento amueblado, y tenía un trabajo modesto como secretaria en una firma de abogados muy prestigiosa.

Ahora estaba transcribiendo documentación del abogado que hizo la firma, y en unos días el regresaría. El trabajo mantenía mi mente ocupada, así no pensaba en ellos…ni en Mike. Seguí con los papeles que al parecer eran de una demanda alimenticia.

-¿no tienes dudas?-preguntó María amablemente cuando le di unas hojas para que el mensajero se las llevara

-no. Por el momento voy bien- murmuré sonriendo

María es mi única amiga en la ciudad, casada y con dos hijos.

Me di la vuelta después de que acordáramos para comer juntas. El trabajo me venía bien y tenía mi propia oficina, el dinero no importaba, pero hasta este momento…todo iba bien y a veces me preguntaba cómo era mi jefe o mejor dicho, el jefe de todos.

Seguí con mi trabajo y después Salí a comer con María a un restaurante de comida tailandesa, la comida favorita de Edward.

-¿estás bien?- preguntó

-no es nada- mentí

-¿tu esposo?- preguntó dejando de comer

Esbocé una sonrisa que no llegó a mis ojos, y le dije que a mi "esposo" le gustaba la comida tailandesa, pero a mí no.

-¿y por eso fuiste a comer una hamburguesa de pollo?- preguntó

Asentí con la cabeza y seguimos comiendo entre pláticas triviales. Me enteré que había adoptado a una gata y no sabía que estaba embarazada pero aun así, se quedó con los gatitos. Nunca había tenido mascotas porque mis padres no me lo permitieron.

Terminada la comida, volvimos al trabajo y me reprimí mentalmente por haber pensado en ese desgraciado.

Edward jamás supo de la carrera de administración empresarial, y ahora encuentro la oportunidad para "explotarla".

Los siguientes días fueron de trabajo y más trabajo, nunca pensé que una secretaria tuviera tantos pendientes. Pero tenía curiosidad por saber cómo era mi jefe y pensé en preguntarle a María que lo ha visto más veces que nadie.

-ahm María… ¿y cómo es el jefe?- pegunté en un susurro

-tiene treinta años y muy guapo- murmuró viéndome con una sonrisa- pero también es reservado, duro, de pocas palabras y bastante gritón- murmuró mientras acomodaba unas hojas

Las ganas de seguir preguntando se me acabaron ¿Por qué la otra secretaria habrá renunciado? Justo en ese momento iba a preguntar más de él, cuando un hombre bajo de estatura y calvo se acercó a nuestro lugar.

-¿usted es Isabella Cullen?- preguntó algo asustado y acomodándose sus lentes sobre el puente de la nariz.

-si ¿hay algún problema?- pregunté temerosa

-no lo hay, pero le voy a enseñar su nueva oficina y por favor mañana tendrá que trasladarse. Ya que en unos días llegara el CEO- dijo el hombre calvo

María se quedó en shock y le preguntó que si no estaría finalmente una semana más y él le respondió que no, porque al parecer había recibido una llamada de él y dijo que sus vacaciones fueron una porquería y regresara muy pronto.

-y usted debe ser el administrador ¿cierto?- pregunté interrumpiendo su conversación

-si claro. Soy de recursos humanos y mi nombre es Peter Biers- murmuró estrechando su mano

Empezamos a caminar por el pasillo y tomamos el ascensor, presionó un botón 6 y me dijo que ese botón tenía que presionar para llegar a la oficina.

-su oficina es muy espaciosa, tiene una pequeña cocina para hacer cualquier comida. La oficina del jefe esta junto a la suya y son las únicos dos que hay- murmuró –es la primera vez que contrata a una secretaria porque él antes hacia todo el trabajo…y quiere a alguien que no tenga experiencia para moldearla- murmuró en la última parte

-moldear…. ¿a qué se refiere con eso?- pregunté

-a como le gustan las cosas. No se preocupe, puede parecer malo pero en realidad es muy amable…cuando esta de buenas- susurró

-veo que todos le temen- murmuré

Se detuvo el ascensor y rápidamente se abrieron las puertas…y lo primero que vi fue una enorme puerta de madera que no tenía ornamentación alguna. El administrador la abrió y entramos rápidamente.

-este es la oficina tuya y del jefe- murmuró

Estaba una enorme mesa de madera y delante de esa, estaba un escritorio de cristal en forma de L. equipada con una computadora, dos teléfonos e impresora.

-¿y qué opina?- preguntó temeroso- si hay algo que no le gusta, podemos cambiarlo- murmuró

-todo está bien- murmuré para tranquilizarlo

Salimos de la oficina y ya no quise preguntar más por mi jefe.