El calor tropical me abrazó al descender del avión, envolviendo cada pensamiento con un sopor casi embriagador. Bali se extendía ante nosotros como una promesa de aventura y libertad, pero yo seguía atrapada en una prisión invisible, construida con los recuerdos de Edward y el eco de sus palabras en la fiesta.

Jacob caminaba a mi lado, relajado y lleno de energía, como si este viaje fuera una celebración personal. Su risa ligera se elevaba por encima del bullicio del aeropuerto, mientras yo trataba de sonreír a pesar del nudo en mi pecho.

—Esto es impresionante, ¿no crees? —comentó, su entusiasmo contagioso.

—Definitivamente... diferente —respondí, esforzándome por mantener el tono ligero.

Nos adentramos en el vehículo que nos llevaría al hotel, pasando por calles bordeadas de palmeras, mercados callejeros y templos antiguos que parecían congelados en el tiempo. Jacob señalaba cada detalle con genuina admiración, mientras yo asentía distraídamente, atrapada en un torbellino interno.

Edward. Su rostro había sido un fantasma persistente desde aquella noche, y cada vez que cerraba los ojos, podía ver la intensidad de su mirada, sentir el peso de su reproche.

—¿Estás segura de que todo está bien? —preguntó Jacob, sus ojos ámbar llenos de preocupación mientras me miraba de reojo.

—Sí, solo estoy... acostumbrándome a todo esto —mentí, gesticulando hacia el paisaje exterior.

Jacob dejó pasar la excusa con una sonrisa amable.

—No tienes que fingir conmigo, Bella. Si necesitas hablar, sabes que estoy aquí.

Agradecí sus palabras, pero hablar de Edward estaba lejos de ser algo que pudiera manejar.

El hotel era un oasis escondido entre jardines tropicales, con senderos de piedra bordeados por flores de colores brillantes. Caminamos en silencio hacia nuestras habitaciones, separados pero cercanos, y Jacob se detuvo frente a la puerta de la mía.

—Esta semana será increíble, ya verás. Relájate y deja que Bali haga su magia.

Sonreí levemente.

—Gracias, Jake.

—Descansa un poco. Te recojo para la cena junto a la playa —dijo antes de girarse y desaparecer por el camino.

Dentro de la habitación, el aire fresco del ventilador intentaba combatir la humedad exterior. Dejé caer la maleta al suelo y me desplomé sobre la cama, con los brazos extendidos mientras mis pensamientos seguían girando sin control.

"No puedes seguir huyendo, Bella."

Las palabras de Edward eran una daga en mi memoria. Pero no estaba huyendo, ¿verdad? Simplemente había elegido un nuevo camino. Uno donde no necesitaba explicaciones ni reproches.

Cuando el sol comenzó a teñir el cielo de tonos dorados, me encontré caminando junto a Jacob en la playa. La arena fina se hundía bajo mis pies, y el sonido de las olas creaba una melodía constante en el aire.

La mesa estaba iluminada por linternas de papel que flotaban suavemente con la brisa. El ambiente era relajado, casi mágico, pero mi mente seguía divagando.

Jacob alzó su copa hacia mí con una sonrisa.

—Por nuevas aventuras y dejar atrás el pasado —declaró.

Mi pecho se apretó ante esas palabras, pero choqué mi copa con la suya, aunque no compartía del todo su entusiasmo.

—¿Sabes? Creo que nunca te he visto tan tranquila —comentó, inclinándose ligeramente hacia mí.

—No estoy segura de ser la definición de tranquilidad —admití con una sonrisa tensa.

Jacob rió suavemente.

—Tal vez Bali te sorprenda.

Sus ojos ámbar brillaban a la luz de las linternas, y nuevamente sentí cómo el sonrojo subía por mis mejillas. Miré hacia el horizonte para recuperar la compostura, pero incluso con Jacob al lado, la presencia de Edward seguía persiguiéndome.

Más tarde, cuando la noche envolvía la playa en penumbra, caminé sola hacia la orilla. El aire fresco era un bálsamo para mi mente inquieta, pero la confusión persistía.

Jacob era todo lo que debería buscar: estabilidad, calidez, alguien que no me juzgara ni me exigiera explicaciones. Pero Edward... Edward era el caos, el misterio, la intensidad que me desarmaba sin remedio.

Me incliné para tocar el agua con la punta de los dedos, sintiendo la frescura contra mi piel. Quizás este viaje sería más que una escapada. Quizás sería la oportunidad de liberarme finalmente de los fantasmas que me atormentaban.

Mientras regresaba hacia la mesa, Jacob me esperaba con una sonrisa paciente. Y aunque el eco de Edward aún resonaba dentro de mí, decidí aferrarme a la calidez tangible del presente. Bali sería un nuevo comienzo, o al menos eso me esforzaría por creer.