Capítulo 6

Little Garden – Dígito Cuatro

El cielo estaba teñido de rojo. No por el atardecer, sino por el fuego que devoraba todo a su paso. Las llamas rugían como bestias hambrientas, consumiendo edificios, árboles y todo aquello que alguna vez había sido mi hogar. El aire estaba cargado de humo, polvo y el olor acre de la destrucción.

Corrí por las calles de lo que quedaba de mi ciudad natal, buscando a mi familia entre los escombros. Los gritos de los que intentaban huir resonaban en mis oídos, mezclándose con los ecos de los edificios derrumbándose. Mi corazón latía con fuerza, desesperado por encontrar un atisbo de esperanza en medio de este caos.

Pero lo único que encontré fue él.

De pie en medio de la plaza central, rodeado de cadáveres y escombros, estaba el causante de esta pesadilla. Un ser imponente, cuya mera presencia parecía pesar sobre el aire mismo. Su cabello blanco ondeaba con el viento, y los largos cuernos que adornaban su frente brillaban bajo el resplandor del fuego.

[Señor Demonio] Rey Oni Sengo.

El terror que sentí en ese momento fue indescriptible. Era como si mi cuerpo supiera, instintivamente, que no tenía ninguna posibilidad contra él. Su único ojo rojo visible brillaba con una intensidad que parecía atravesarme, juzgándome sin piedad.

En su mano derecha sostenía un cadáver que goteaba sangre, la gente de mi pueblo. Y en su rostro… había una calma aterradora, como si todo esto no fuera más que un trabajo rutinario para él.

"¿Por qué…?" murmuré, mis piernas temblando mientras daba un paso hacia él. "¿Por qué destruyes todo lo que tenemos? ¿Qué te hemos hecho?"

Él no respondió. Ni siquiera me miró. Para Sengo, yo no era más que una mota de polvo en el gran esquema de las cosas. Y eso me hirió más que cualquier palabra.

Seguí buscando, con la esperanza de que mi familia aún estuviera viva. Pero lo que encontré fue el cuerpo inerte de mi hermano mayor, aplastado bajo un montón de escombros. Su mano, que alguna vez fue cálida y protectora, estaba fría como el hielo.

Mi respiración se detuvo, y todo lo que sentí fue un vacío. Un vacío que rápidamente se llenó de odio.

"¡SENGO!" grité, mi voz desgarrada por el dolor y la ira.

Él se detuvo, finalmente girándose para mirarme. Por un breve momento, nuestras miradas se cruzaron. En sus ojos no vi remordimiento, ni satisfacción, ni siquiera odio. Solo indiferencia.

Esa mirada me dejó claro algo: para él, yo no significaba nada. Mi pueblo no significaba nada.

"Te lo juro," murmuré, con las lágrimas corriendo por mi rostro. "Un día, pagarás por esto."

Pasaron años desde aquel día. El fuego que consumió mi ciudad natal también dejó una marca en mi alma, una que nunca podría borrar.

Aprendí a luchar, a entrenar mi cuerpo y mi mente. Busqué aliados, objetos mágicos y cualquier cosa que pudiera darme una oportunidad contra el Rey Oni Sengo.

En el camino, escuché rumores sobre él. Algunos decían que había desaparecido, que su reinado de terror había terminado. Otros decían que había muerto. Pero no podía creerlo. Alguien como él no desaparece tan fácilmente.

No me importaba cuánto tiempo tomara. No me importaba cuántos sacrificios tuviera que hacer. Mi vida ya no tenía otro propósito más que verlo caer.

"¿Señor Demonio?" dije para mí mismo una noche, mientras afilaba mi espada bajo la luz de la luna. "Ese título será tu condena. Yo seré quien lo destruya."

••

El sol de la tarde brillaba suavemente sobre los templos y jardines de Tokio, iluminando los cerezos que comenzaban a florecer a pesar del aire fresco de principios de primavera. Después de meses viajando por tierras lejanas, enfrentando dioses y superando desafíos, el trío finalmente había regresado al lugar que llamaban hogar.

Izayoi, con su característico entusiasmo, se estiró exageradamente, dejando escapar un largo suspiro de alivio.

"¡Se siente bien regresar a casa!" exclamó, dejando caer su mochila al suelo con un ruido sordo. "¡Es momento de tomar vacaciones!"

Kuroka, caminando detrás de ella mientras ajustaba su kimono. "¡Tienes razón, Izayoi! ¡El viaje fue divertido, pero me gustaría dejar de estar caminando por un largo tiempo, nyajaja!"

Desde un costado, Senji Muramasa observaba la interacción entre las dos con una leve sonrisa. A pesar de su habitual semblante calmado, había algo en la energía de las chicas que siempre lograba animar su espíritu.

Aquí tienes una versión mejorada de la narrativa, agregando detalles sensoriales y un tono más fluido para resaltar la sensación de regreso a un lugar familiar, mientras se mantiene la sencillez de la casa y la atmósfera acogedora.

Senji detuvo un taxi y, tras subirse junto a Izayoi y Kuroka, dio instrucciones al taxista sobre su destino: una casa que había comprado hacía tiempo, un lugar que había sido su hogar por pocos años.

El taxi avanzó lentamente por las calles tranquilas, y en unos minutos llegaron a su destino. La casa de Muramasa se alzaba ante ellos, una vivienda tradicional japonesa que parecía estar esperándolos.

Al bajarse del vehículo, Senji abrió el maletero del taxi y sacó las mochilas de los tres. Luego caminó varios pasos hasta llegar la entrada de su casa y con la llave que guardaba terminó abriendo la puerta.

Era una casa tradicional japonesa con techos de tejas negras, paredes de madera oscura y un pequeño jardín delantero con un estanque lleno de peces koi. El árbol de ciruelo en el centro del jardín estaba en plena floración, sus pétalos blancos y rosados esparcidos sobre el césped verde.

"Es más bonito de lo que imaginaba," dijo Izayoi, rompiendo el silencio mientras observaba el jardín con un brillo de interés en los ojos. Se detuvo un momento, admirando cómo los pétalos del árbol de ciruelo caían suavemente al suelo, añadiendo una capa de serenidad al paisaje.

Kuroka, sonriendo levemente, tocó con los dedos el borde de una de las hojas del árbol de ciruelo. "Tiene un aire muy relajante, nya." Su tono suave contrastaba con la energía vibrante de Izayoi, pero se sentía igualmente en paz en este entorno.

Senji asintió en silencio, observando por un momento el jardín antes de continuar hacia la puerta de la casa. La abrió suavemente y entró al interior, seguido por Izayoi y Kuroka, que se dirigieron a su propio ritmo, aun disfrutando del entorno.

Senji observó el interior de la casa, donde el polvo cubría las superficies, y las sombras de la tarde se proyectaban sobre los muebles enfundados. La casa, aunque acogedora, mostraba signos de haber estado vacía por algún tiempo.

"Estuve viviendo aquí por pocos años," explicó Senji, mientras caminaba hacia el centro de la sala, mirando alrededor. "Pero luego tuve que abandonarla por razones personales."

Izayoi y Kuroka, observando el lugar con curiosidad. Las paredes de madera oscura y los tatamis que cubrían el suelo daban una sensación de serenidad, aunque la casa mostraba una evidente falta de mantenimiento.

Senji se quedó mirando la habitación por un momento, pensativo. "Cerca de catorce años," respondió con calma.

Kuroka se acercó a una mesa y tocó suavemente el polvo. "Catorce años… Eso es bastante tiempo."

Senji asintió sin decir nada más, su mirada fija en la habitación que, a pesar del abandono, parecía guardarle una calma que no había encontrado en otro lugar.

Izayoi, con una expresión pensativa, se asomó por la ventana y miró el jardín. "A veces, el hogar no es el lugar, sino las personas con las que lo compartes, ¿no?"

Senji, después de un momento de reflexión, le dio una leve sonrisa. "Sí, supongo que tienes razón."

"Este polvo no va a permitir vivir cómodamente," dijo Kuroka, frunciendo el ceño. "Sería mejor limpiarla un poco, nya."

"Tienes razón." respondió Senji.

"Ayudare, de todas formas, vamos a vivir en esta casa." Izayoi se integró a la limpieza de la casa.

El trío comenzó a limpiar el polvo que cubría las superficies, moviendo muebles y ajustando los tatamis que se habían desplazado con el tiempo. Izayoi, con su energía habitual, se encargó rápidamente de barrer y limpiar el suelo, mientras Kuroka recogía los objetos que se habían dejado atrás, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Senji, por su parte, se encargó de abrir todas las ventanas para que el aire fresco pudiera llenar la casa, aliviando la atmósfera densa y tranquila del interior.

El trabajo fue meticuloso, pero a medida que pasaba el tiempo, la casa comenzó a recuperar su aire acogedor. El polvo fue reemplazado por un brillo suave en las superficies, y el jardín visible desde las ventanas parecía más nítido, como si la casa misma estuviera agradecida por la atención que le daban.

"¡Listo!" exclamó Izayoi mientras dejaba la escoba a un lado, sonriendo satisfecha con el resultado.

Kuroka, limpiándose las manos en su kimono, asintió. "Nya, ahora solo falta un baño. Todo este polvo no hace bien para la piel."

Senji los miró por un momento, luego asintió y se dirigió a su habitación. "Vayan a bañarse. Iré a comprar los alimentos para la cena."

Con la casa ahora más limpia y el aire más fresco, Izayoi y Kuroka se dirigieron al baño, sabiendo que el polvo que se había acumulado sobre ellas debía ser erradicado rápidamente. El ruido del agua cayendo desde la ducha se escuchaba en la casa, mientras ellas disfrutaban de un merecido baño y descanso después de la limpieza.

Senji salió de la casa, respirando el aire fresco de la tarde. Caminó hacia el mercado cercano, una zona tranquila con tiendas tradicionales y pequeños puestos de alimentos frescos. Mientras caminaba, su mente comenzaba a hacer planes para la cena.

"Debería preparar algo sencillo pero sabroso," pensó mientras observaba los puestos de pescado fresco. "Izayoi y Kuroka merecen una buena comida después de todo lo que hemos pasado."

Pasó junto a una tienda de vegetales, mirando las frescas zanahorias, cebollas y espinacas. Decidió llevar algunos para acompañar el plato principal.

"Un buen katsudon podría ser ideal," se dijo, recordando lo que a Izayoi y Kuroka le gustaban. Katsudon, arroz con cerdo empanado, estaba entre sus platos favoritos. Tal vez algo de sopa miso para acompañar, y una ensalada ligera.

Al llegar al puesto de pescado, eligió cuidadosamente unos filetes de atún fresco y una pieza de salmón. A pesar de lo simple que podría ser la cena, Senji quería que todo tuviera buen sabor, algo que les diera consuelo después del ajetreo de sus recientes viajes.

Con una bolsa llena de los ingredientes, Senji comenzó a caminar de regreso a casa, su mente ya en los próximos pasos para preparar la cena. "Van a devorar todo el katsudon, seguro," pensó con una leve sonrisa, anticipando la alegría de las chicas al probar lo que había cocinado.

Senji regresó a casa con la bolsa llena de los ingredientes frescos. La tarde estaba ya avanzando, y el aroma a comida comenzaba a llenar la casa mientras él se ponía a trabajar en la cocina.

Izayoi y Kuroka, que estaban limpia del polvo, se sentaron en la sala mientras Senji comenzaba a preparar la cena. Las ollas y sartenes se pusieron a calentar mientras él se movía con destreza, picando los vegetales y empanando el cerdo para el katsudon.

Izayoi, con su típica energía, no podía quedarse quieta. Se acercó a la cocina y se asomó al lado de Senji, mirando con curiosidad cómo se desarrollaba la preparación.

"¿Ya está casi listo?" preguntó ella, mirando el cerdo empanado que comenzaba a dorarse en la sartén.

"Paciencia, Izayoi," respondió Senji sin mirarla, sonriendo ligeramente. "Lo bueno toma su tiempo."

Kuroka, que estaba en el salón, se estiró sobre el tatami, disfrutando de la calma que había llegado con la limpieza. "Nya, seguro que va a estar delicioso. No hagas esperar mucho, Senji."

Senji, mientras freía el cerdo, pensaba en lo fácil que era cocinar para ellos. Aunque siempre había sido meticuloso, disfrutaba viendo cómo ambas se alegraban con algo tan sencillo. Pronto, el olor del katsudon se expandió por la casa, y el agua caliente para la sopa miso comenzó a hervir suavemente.

Finalmente, los tres se sentaron alrededor de la mesa. Izayoi no pudo esperar mucho más y comenzó a comer, dejando escapar una exclamación de satisfacción con el primer bocado.

"¡Esto está increíble! ¡El mejor katsudon que he probado!" dijo ella, con los ojos brillando de felicidad.

Kuroka, que comía de igual formas de Izayoi, sonrió mientras tomaba otro bocado. "¡Nya, como siempre, no nos decepcionas, Senji!"

Senji se sentó con ellos, disfrutando de la cena en silencio, aunque sus ojos brillaban ligeramente al ver sus sonrisas. En ese momento, no había nada más importante que esa simple felicidad compartida alrededor de la mesa.

••

La oficina de Cleria Belial estaba cuidadosamente decorada, con ventanales que dejaban pasar la luz suave de la tarde, creando un ambiente elegante y tranquilo. A pesar de ser una mujer demonio de un linaje reconocido dentro del Inframundo, se notaba que el lugar tenía una atmósfera acogedora, un refugio personal alejado del caos del mundo sobrenatural que tanto la rodeaba.

Alexander Gremory estaba sentado frente a ella, su expresión seria pero relajada. Su cabello carmesí y su postura impecable no ocultaban el aire de agotamiento que llevaba consigo. El peso de las responsabilidades de su posición como líder de la familia Gremory y las constantes preocupaciones por los asuntos sobrenaturales no permitía que lo afectaran.

Cleria, como siempre, se mostró firme pero cálida. Había una conexión de confianza entre ambos, aunque también una silenciosa preocupación.

"Alexander, quiero hablar contigo sobre algo importante," dijo Cleria, su tono tranquilo, pero sus ojos denotando una sinceridad profunda.

Él la miró, con un leve suspiro. "Dime, Cleria. ¿Qué pasa?"

Cleria se levantó de su asiento y caminó hacia la ventana, mirando la ciudad desde allí. El horizonte de Kuoh brillaba con la luz de la tarde, pero en su mente no estaba la ciudad, sino una propuesta más personal.

"Masaomi…," comenzó ella, su voz suave, casi melancólica. "He hablado con él y, después de mucho pensar, creo que es momento de tomar mi decisión."

Alexander frunció el ceño ligeramente, sin saber aún a dónde iba esto. "¿De qué estás hablando, Cleria?"

Cleria dio un suspiro, su mirada perdida en el horizonte de la ciudad que había sido su responsabilidad durante tanto tiempo. "He decidido abandonar la administración de la Ciudad Kuoh."

Alexander permaneció en silencio por un momento, sus ojos fijos en ella. No necesitaba más detalles; ya sabía lo suficiente. Era consciente de la relación entre Cleria y Masaomi, el hombre de la iglesia con quien ella había comenzado un romance, algo que era un tabú tanto para los demonios como para la iglesia misma.

"Lo entiendo," dijo Alexander finalmente, su tono sereno pero cargado de comprensión. "Es una decisión difícil, pero no me sorprende."

Cleria giró lentamente hacia él, su rostro mostrando un atisbo de gratitud. "No quiero seguir viviendo con esta constante carga, Alexander. Masaomi es importante para mí, y quiero estar con él."

Alexander asintió, como si ya hubiera anticipado sus palabras. Se levantó lentamente, caminando hacia la ventana junto a Cleria y observando la ciudad que había sido parte de su vida por tanto tiempo. "Lo comprendo, Cleria. Has tomado una decisión que te permitirá vivir con más paz. Pero debes tener en cuenta una cosa."

Cleria lo miró con curiosidad, esperando que continuara.

"El Inframundo no perdona fácilmente, ni la iglesia. Y tú relación con Masaomi no es algo que puedan ignorar," dijo Alexander, su tono más grave ahora. "Sé que te arriesgas, pero te advierto, ten mucho cuidado de que no se descubra."

Cleria lo miró fijamente por un momento, y luego sonrió levemente, reconociendo sus palabras. "Lo sé. He sido consciente de los riesgos desde el principio. Pero creo que es el momento de actuar y tomar ese riesgo."

Alexander la miró con una mezcla de respeto y comprensión. "Solo asegúrate de estar preparada para las consecuencias. Estaré aquí para apoyarte en lo que decidas, pero también debes ser cautelosa."

"Gracias, Alexander," dijo ella en voz baja, su tono lleno de sinceridad. "Tu amabilidad y comprensión significan mucho para mí."

Alexander la miró por un momento, su expresión calmada y seria. "No es gran cosa," respondió con una leve sonrisa. "Solo hago lo que creo que es lo correcto."

Después de una breve pausa, Alexander miró a Cleria con una ligera reflexión en su rostro. "Sin embargo, debo regresar al Inframundo pronto," dijo, su tono ahora más práctico. "Tengo que hablar con mi hermano mayor, Sirzechs. Necesito poner en orden el traspaso de tus responsabilidades aquí."

Cleria asintió, comprendiendo que todo se movía rápido, pero había paz en su corazón por la decisión que había tomado. "Entonces, ¿quién se encargará de la ciudad?"

Alexander se cruzó de brazos, mirando pensativamente hacia la ventana. "De seguro el manejo de la Ciudad Kuoh irá hacia la familia Gremory, aunque podría ser que lo deleguen a Rias." Hizo una pausa, como si estuviera pensando en voz alta. "Tal vez incluso Sona Sitri pueda colaborar con ella en la administración. Ambas conseguirán buena experiencia y probablemente la transición será más fácil."

Cleria lo miró fijamente, comprendiendo que este cambio sería lo mejor para todos. "Rias y Sona… puede que tengas razón," dijo ella, sintiendo que era la decisión correcta. "Puedo estar tranquila sabiendo que todo quedará en buenas manos."

Alexander asintió, sonriendo levemente. "Exactamente. Y aunque la ciudad es importante, tu vida personal también lo es. Es hora de que puedas vivirla como lo deseas."

Cleria asintió con gratitud y felicidad por las palabras de Alexander.

Historia Paralela: ¿Tercera Cita?

La ciudad estaba decorada con luces brillantes y adornos que colgaban de cada rincón, llenando el aire con el espíritu navideño. Senji caminaba entre la multitud, claramente fuera de lugar entre los alegres compradores que buscaban regalos y cantaban villancicos.

"¿Por qué estoy haciendo esto?" murmuró, ajustando el abrigo negro que llevaba puesto.

La respuesta llegó en forma de un grito alegre.

"¡Senji-chan~! ¡Por aquí!"

Girando la cabeza, Senji vio a Serafall, quien agitaba una mano con entusiasmo desde un puesto de chocolate caliente. Su atuendo era inusualmente discreto, con un abrigo rojo y una bufanda blanca que combinaban perfectamente con el ambiente festivo.

"Llegas tarde," dijo ella, con un tono que no tenía ni una pizca de reproche real.

"¿Esto cuenta como una cita?" replicó Senji, con el ceño ligeramente fruncido.

"¡Por supuesto que sí!" exclamó ella, empujándole una taza de chocolate caliente. "Es Navidad, y estamos juntos. Eso grita 'cita' por todos lados."

Serafall guió a Senji por las calles iluminadas, deteniéndose en casi cada esquina para admirar algún detalle o intentar convencerlo de comprar adornos.

"¡Mira esto, Senji-chan!" dijo, señalando un pequeño adorno en forma de estrella. "¿No crees que quedaría perfecto en tu departamento?"

"No necesito adornos," respondió él, pero de alguna manera terminó con la estrella en la mano mientras ella pagaba con una sonrisa triunfante.

Mientras caminaban, Serafall continuó llenando el aire con sus historias y comentarios, mientras Senji escuchaba en silencio, ocasionalmente respondiendo con comentarios secos que solo parecían animarla más.

En un momento, se detuvieron frente a un árbol de Navidad gigantesco que se alzaba en el centro de la plaza principal. Las luces parpadeaban suavemente, reflejándose en los ojos de Serafall, quien se quedó en silencio por un instante.

"Es hermoso, ¿no crees?" dijo ella, con una suavidad poco común en su voz.

Senji asintió ligeramente, aunque su atención estaba más en ella que en el árbol. "Tiene su encanto."

Serafall se giró hacia él, sonriendo de una manera más cálida que traviesa. "Sabes, Senji-chan, esto es lo que me encanta de la Navidad. Incluso alguien como tú puede encontrar algo de magia en ella."

Él dejó escapar un leve suspiro. "¿Es esa tu forma de decir que debería disfrutar más estas cosas?"

"Quizás," respondió ella, dándole un suave empujón en el brazo.

Mientras recorrían el mercado, Serafall se detuvo frente a un puesto que vendía pequeños recuerdos. Tomó algo y se lo entregó a Senji.

"¡Feliz Navidad, Senji-chan!" dijo con una sonrisa brillante.

Él miró el objeto: un llavero con forma de una pequeña espada. "¿Qué se supone que haga con esto?"

"¡Usarlo, por supuesto! Es un símbolo de nuestra amistad."

Senji suspiró, pero guardó el llavero en su bolsillo. "No traje nada para ti."

"No esperaba que lo hicieras," respondió ella con una risa. "Aunque si insistes, puedes compensármelo en nuestra cuarta cita, ¿ok?"

El paseo terminó con ambos sentados en un banco, observando las luces reflejarse en la nieve que cubría la plaza.

"Gracias por venir conmigo, Senji-chan," dijo Serafall, con una sonrisa más tranquila de lo habitual. "Sé que no es lo tuyo, pero significa mucho para mí."

Senji la miró de reojo, antes de dejar escapar un suspiro. "Supongo que no estuvo tan mal."

Ella rió suavemente, apoyando su cabeza en su hombro por un instante. "Lo tomaré como un cumplido."

Mientras la nieve seguía cayendo, Senji se permitió un pequeño momento de paz, sabiendo que la próxima cita, por mucho que intentara negarlo, ya estaba decidida.