Capítulo 8
Cuando Zero llega a la academia Cross, la noche ha caído. Ha postergado lo más que ha podido el enfrentarse a Cross, y a aquella pregunta que, está seguro, le hará en cuanto lo vea.
¿Irás a Grecia, o no?
Lo ha pensado con detenimiento. Aquel sueño, aquella presencia que siente crecer cada vez más y más, le han abierto los ojos. Las dudas ya están resueltas, los dioses existen, Saori es Athena y Hades no tardará en despertar. Bien, eso ya le queda más que claro; aun así, la pregunta persiste:
"¿Qué demonios aré? ¿Por qué arriesgarme a ir a una absurda guerra cuando en este lugar está todo lo que conozco…, y está él?".
A quien engaña, si no quiere arriesgarse a marchar a Grecia no es por Kuran Kaname, sino por ese absurdo miedo que el mismo vampiro ha sembrado en él.
"Ellos no saben lo que realmente eres".
Zero sabe que está haciendo mal, una parte dentro de él se lo reprocha, pero ¿qué otra cosa puede hacer? No puede arriesgarse a perder el control en un lugar donde la existencia de los vampiros es una absurda y fantasiosa historia de Bram Stoker.
Suspira al mismo tiempo que se detiene frente a la oficina del director. Sabe que jamás se lo perdonará, sabe que, por lo que le reste de vida, cargará sobre sus hombros con las miles de vidas que se sacrificarán en esta guerra santa. Levanta sus manos y las mira con horror. Todavía no sucede, pero ya puede ver la sangre que será derramada por su culpa. Algo helado le golpea el estómago, un doloroso nudo se forma en su garganta que no es más que la culpa de algo que, él puede evitar y no lo hará por no querer que ellos, que él, se entere de lo que en realidad es: una bestia con forma humana que necesita de la sangre para sobrevivir.
—No se marchará, no ahora que él está cerca. —La voz inconfundible de Kuran Kaname lo sorprende y confunde. Pero más lo confunde el extraño silencio que acaba de formarse al otro lado de la puerta.
—¿Él? ¿Te refieres a…? —Nuevamente, silencio—. ¿Cómo sabes eso?
—Zero me lo dijo, parece ser que siente su presencia.
—Demonios, sabía que Zero era un prodigio, pero para que lo sienta a él. Kaname-kun, no podemos permitir que se acerque a Yuuki.
—Eso lo sé, Cross, por eso me estoy esforzando con Zero.
Una sonora carcajada por parte de Cross, y Zero frunce el ceño.
—Entonces debes de esforzarte aún más. Necesitamos cerciorarnos de que cualquier duda que tenga para irse, desaparezca. Ahora lo más importante es Yuuki. A como dé lugar, debemos protegerla y lo sabes bien.
—Por supuesto que lo sé, Cross. Ella es todo para mí y no me importa lo que tenga que hacer. Yuuki no caerá en sus repugnantes manos, y Zero se encargará de ello. Él es el único que puede protegerla, y es por eso, que pase lo que pase, no se marchará. No voy a permitir que se marche.
Zero ya no puede seguir oyendo. Se da la vuelta y comienza a regresar sobre sus pasos, procurando hacer el menor ruido posible. Cuando ya está lo suficientemente lejos, comienza a correr.
No puede creer lo que acaba de oír, aunque todo comienza a encajar como las piezas en un rompecabezas; el repentino acercamiento de Kuran Kaname con él, las sonrisas sutiles, los roses que poco a poco comenzaron a llenarlo de anhelo para volver a verlo; pero nada es más claro que aquellas palabras: "ella no significa lo mismo que tú significas para mí".
Corre sin siquiera mirar atrás, y solo se detiene cuando está a punto de llegar al enrejado que separa a la academia del mundo exterior. Se recarga en uno de los árboles y es entonces que se da cuenta de las lágrimas que recorren sus mejillas. Sí, ahora entiende esas palabras. Por supuesto que ella no significa lo mismo que él, pues mientras que ella es la "princesa" a la que tiene que proteger de quien sabe quién, él es una simple marioneta al que el sangre pura no dudará en retener a pesar de que el mundo corra peligro; a pesar de que el mismo dios del inframundo quiera destruirlo todo.
Las lágrimas siguen fluyendo, y Zero no las detiene, no puede detenerlas, no cuando sabe que parte de la culpa la tiene él. Si jamás se hubiera fijado en aquel vampiro, si no hubiera olvidado que él es un cazador y Kuran es la presa a la que tiene que cazar. ¿Por qué demonios lo hizo? ¿Por qué demonios tuvo que enamorarse de Kuran Kaname? Golpea con fuerza el árbol en el que está recargado una y otra vez, esperando que con ese acto aquellos sentimientos dejen de existir dentro de él; porque quiera o no, él continúa enamorado de Kuran Kaname.
La noche pasa en un suspiro, y Zero levanta la mirada al cielo. Ya sabe lo que tiene que hacer y a donde tiene que ir. Sin pensarlo más, se levanta del suelo dónde ha pasado la noche. Lentamente, voltea a aquellos edificios, a aquel doloroso pasado y hasta esa noche, su presente. Cierra los ojos al mismo tiempo que se jura enterrar todo aquello, prometiéndose al mismo tiempo comenzar una nueva vida, pero, sobre todo, detener a Hades pase lo que pase.
Y entonces sale de la academia sin ser visto.
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Cuando llega a la gran casa a las afueras del pueblo, ya es casi medio día. Por un momento duda y se pregunta si está haciendo lo correcto. Sin embargo, como si el destino le estuviera respondiendo, en ese momento ve a un hombre de cabello lila salir de la casa. Entonces Zero sabe que ya no hay vuelta atrás.
—Buenas tardes, ¿se encontrará Saori Kido?
El hombre lo mira con detenimiento, como si quisiera asegurarse que no presenta amenaza alguna. Zero se tensa, Bloody Rose parece hacerse más pesada dentro de su chaqueta cuando el hombre camina hacia él con decisión.
—¿Puedo saber quién la busca?
—Kiryuu, Kiryuu Zero.
—Ah, la reencarnación de Perséfone. —El hombre abre la reja y, para extrañeza de Zero, este le sonríe—. Mucho gusto —dice extendiendo su mano—, soy Mu, caballero dorado de Aries.
Zero estrecha la mano, y cuando las formalidades terminan, Mu lo guía hasta la puerta, la cual abre para después hacer una ligera reverencia para que Zero entre. Dentro de la casa, Zero se sorprende; el lujo que hay ahí es mucho mayor incluso que el que hay en los dormitorios de la luna. Una ligera sonrisa aparece en sus labios al imaginarse la cara de Kuran Kaname si viera aquello, un golpe directo a su orgullo como el rey de los vampiros, de eso está completamente seguro.
Pero la sonrisa desaparece, de repente se siente fuertemente golpeado. ¿Por qué todavía tiene que pensar en él?
—¿No se supone que ibas a hacer las compras? —pregunta un hombre que va bajando las escaleras que se encuentran al fondo de aquel espacioso lugar. El joven con cabello corto y castaño se detiene cuando nota la presencia de Zero—. ¿Quién es?
—Zero Kiryuu, la reencarnación de la diosa Perséfone —responde Mu.
Aioria se sorprende, y mira nuevamente a Zero, pero esta vez con mayor detenimiento.
—Perséfone-sama —saluda aquel hombre con una ligera reverencia. Zero frunce el ceño.
—Zero —corrige, y el hombre frente a él se desconcierta—. No soy Perséfone-sama, soy Zero.
Aioria asiente al mismo tiempo que extiende la mano.
—Soy Aioria, caballero dorado de Leo —se presenta.
—¿Qué, acaso todos tienen apelativos referentes al zodiaco? —pregunta Zero, alzando una ceja en completa incredulidad.
Mu pone los ojos en blanco y voltea despacio a ver a Aioria que parece no saber cómo responder aquello, y entonces suelta una estruendosa carcajada.
—Por desgracia sí —responde Mu, después de tranquilizarse del ataque de risa que le ha dado—. Es la forma en que nos diferenciamos de las demás constelaciones que protegen a Athena.
—Las doce constelaciones del zodiaco, son las más poderosas entre las 88 —menciona una voz ya conocida para Zero.
Zero voltea, y en efecto, la voz que acaba de oírse es la de Milo que va saliendo de una puerta de madera, que Zero intuye, es de caoba.
—Athena te espera —dice mientras mantiene abierta la puerta para que Zero entre.
Zero asiente y camina hacia ese lugar, bajo la penetrante mirada de Milo.
—Serás la reencarnación de Perséfone, pero no creo que un niño tan mimado como tú, logre detener esta guerra.
—¡Milo! —lo reprenden los otros dos santos de oro detrás de Zero.
Zero se detiene justo al lado del santo de Escorpio y entorna los ojos.
—¿Qué te hace pensar que soy mimado? —pregunta con un deje de curiosidad en su voz.
Milo se inclina hacia Zero, hasta que sus narices se rozan ligeramente.
—Es fácil —responde al mismo tiempo que sus dedos rozan la fina tela del uniforme de la academia Cross—. No cualquiera tiene el privilegio de ir a tan prestigiosa escuela.
Zero, que no está de humor en esos momentos, frunce el ceño.
—Comprendo. ¿Quieres ser yo?, ¿tener lo que yo tengo? Solo dilo. Di que te gustaría tener ese "privilegio". Mejor aún, di que deseas ser el que detenga todo esto, porque eso es lo que quieres, ¿no? Ser el que se levante como el héroe que detuvo a Hades. ¿Pero qué crees? No puedes, porque tú y yo sabemos que no lo eres. Te pese lo que te pese, yo soy el único que puede detener esto.
Milo aprieta los dientes.
—Te equivocas, eso es lo que tú quieres. Quieres volverte el héroe en todo esto. Y eso me hace rectificar que solo eres un niño mimado que no conoce de la vida por estar rodeado de todos esos lujos que tienes en la academia Cross.
—¿Por qué mejor no cierras la boca? —Una sonrisa cargada de arrogancia se dibuja en los labios de Zero—. Después de todo estás frente a un dios, deberías de cuidar tus palabras.
Y sin decir más, Zero reanuda su camino, dejando atrás a un santo completamente furioso.
—¿Qué demonios te pasa, Milo? —pregunta Aioria.
—No lo soporto —confiesa el caballero de Escorpio apretando los puños a sus costados—. No soporto pensar que ese malcriado sea el que detenga esto. ¿Cómo demonios, Athena piensa que puede hacerlo? Ese niño no sabe de luchas, no sabe de pérdidas. —Aioria y Mu intercambian miradas—. Les aseguro que ni siquiera ha visto morir a alguien frente a él, ¿y saben por qué? Simple. Porque ese niño ha estado encerrado entre lujos y comodidades.
—Milo, que no se te olvide, Athena e incluso el mismo Poseidón, han reencarnado también en eso a lo que tú llamas, niños mimados —interviene Mu.
Milo aprieta aún más los puños, mientras les regala una mirada fúrica a sus compañeros, para después comenzar a caminar hacia la salida de esa pequeña mansión.
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—Sé bienvenido, Zero —dice Saori que se levanta del asiento de piel en el que se encuentra en cuanto Zero entra a la oficina. Le regala una sonrisa y extiende la mano como señal para que tome asiento frente a ella.
Zero asiente como forma de agradecimiento por aquellas palabras, mientras observa a Saori tomar nuevamente asiento, colocar sus codos sobre el escritorio de fina madera y entrelazar sus dedos.
—Imagino que ya tienes una respuesta.
Zero vuelve a asentir.
—Iré contigo a Grecia.
Saori sonríe, y cómo puede, toma las manos de Zero.
—Gracias, Zero. No sabes lo que esto significa, no solo para mí, sino para la humanidad en sí —menciona Saori.
Zero asiente nuevamente, mientras que en el fondo todavía se pregunta si está haciendo lo correcto. "Correcto o no, este viaje me servirá para comenzar desde cero", se dice más para darse ánimos.
—¿Mandó a llamarme? —pregunta Mu en la puerta, sacando al cazador de sus pensamientos.
—Si no es molestia, necesito que además de lo que ibas a comprar, añades algunas cosas extras, pues Zero viajará con nosotros. También dile a Aioria que se comunique con Tatsumi para que tenga preparado el jet; mañana temprano volvemos a Grecia.
—¿No puede ser antes? —pregunta Zero intentando no sonar impaciente, pero cuando Saori voltea a verlo con la duda reflejada en la mirada y el rostro, sabe que no lo ha logrado—. Cross no va a permitir que me marche —dice encogiéndose de hombros—. No puedo decirte en estos momentos el porqué, pero él y Kuran Kaname, no van a dejar que me marche a Grecia. Ni siquiera saben que en estos momentos estoy aquí, y si realmente quieres que marche contigo, te sugiero que sea antes de que ellos se den cuenta que no me encuentro en la academia Cross.
Saori frunce el ceño. Sabía que el que Zero marchara a Grecia, iba a ser complicado desde que Kaien Cross mostró su preferencia para que otro estudiante tomara su lugar, pero jamás imaginó que sería tal su descontento como para pedirle ayuda a Kuran Kaname, el representante de una de las familias más poderosas y adineradas de todo Japón, claro, después de la familia Kido.
—Bien. —Saori voltea nuevamente a ver a Mu, todavía en la puerta—. Habla con Tatsumi, que prepare el jet para salir a más tardar en dos horas.
