Capítulo 10

El imponente santuario que se eleva con majestuosidad frente a él, le seca la boca, y no tarda en reconocerlo como aquellas imágenes que por primera vez vio el día que conoció a Saori. Instintivamente, levanta la mirada, y a pesar de la oscuridad de la noche, puede ver a la perfección la gran estatua que se alza impetuosa: la estatua de Athena.

—Sígueme, Zero, pediré que te preparen la habitación del patriarca para que puedas descansar —dice Saori, y aunque a los tres santos que los han acompañado durante esa travesía no les parece buena idea, no hacen más que irse quedando atrás conforme atraviesan los diferentes templos.

Cuando al fin llegan a la cámara principal del patriarca, Saori y Zero se han quedado solos, aunque no por mucho, ya que, en cuestión de minutos, la gran puerta se abre para dejar pasar a un hombre de cabellos rubios e imponente armadura dorada que hace que Zero abra la boca y se vea intimidado.

—Sea bienvenida, Athena —dice Shaka, hincándose frente a la diosa.

—Gracias, Shaka —responde Saori con ternura—. Imagino, eres el encargado de la guardia de esta noche.

—A si es, Athena

—Bien, entonces tú serás el primero en conocer a Zero —dice señalando al mencionado que se encuentra entre las sombras detrás de ella—. Shaka de virgo, te presento a Zero Kiryuu, reencarnación de la diosa Perséfone, mi hermana. —Shaka confundido se levanta, y cuando su atención está puesta en aquel joven, frunce el ceño—. Zero, él es...

—Espera, déjame adivinar, el santo dorado de virgo —dice Zero cruzándose de brazos—. Bueno, ahora ya sé porque son santos dorados —dice señalando la brillante armadura dorada que Shaka tiene puesta.

Saori ríe por debajo, aunque se tapa la boca para que Shaka no lo note, pero cuando se percata del ceño fruncido del santo de Virgo, prefiere callar.

—Sí, bueno, a Aldebarán lo conocerás mañana. Aunque es necesario que seas presentado ante todos como es debido. —Saori voltea a ver a Shaka—. Pídeles que se presenten mañana antes del entrenamiento matutino, por favor.

Shaka asiente, sin dejar de tener su atención puesta en Zero que comienza a molestarse de que aquel hombre ni siquiera abra los ojos para verlo.

—También te pediré que seas tú el encargado de esclarecer algunas cuestiones que mantienen a Aioria, Mu y Milo con dudas.

Shaka, algo confundido, voltea hacia Athena.

—¿Qué clase de dudas?

—Es complicado —titubea Saori, y Zero al notar esto suspira y se acerca un poco más a la diosa y su santo.

—Resulta que soy cazador de vampiros —comienza diciendo, lo que provoca que Shaka levante una ceja con incredulidad—, pero entenderás que a tus compañeros le resulta irreal que esos seres existan, así que para que se mantengan tranquilos, Saori ha decidido que seas tú el que los tranquilice.

—Entiendo —responde Shaka regresando su atención a Saori—. Lo que quiere es que me cerciore a través de sus recuerdos que esto que está diciendo es cierto.

Saori asiente con cautela.

.

.

.

La sorpresa invade cada célula del cuerpo de Zero, aquel lugar no solo es enorme, sino también majestuoso, no solo por el lujo sino por el aspecto que tiene: un genuino palacio griego, de esos que, está seguro, alguna vez habitaron Aristóteles o Platón; nada comparado a la pequeña habitación que ocupaba en la academia Cross. Y a pesar de los pocos muebles que hay ahí, Zero no puede más que abrir la boca. Sin embargo, cuando abre una de las puertas se encuentra más allá de la puerta por la que ha entrado, la sorpresa aumenta. ¿Ese maldito cuarto, es un baño privado donde hay una pequeña "alberca" solo para él? "Esto debe ser una maldita broma", piensa.

Continúa su inspección; el baño hecho completamente de mármol, espacioso con aspecto antiguo, pero al mismo tiempo moderno; el enorme armario que, de igual manera, es un pequeño cuarto repleto de percheros y repisas, y la cama con dosel, tan cómoda que no duda ni un segundo que dormirá como un ángel, no hacen más que sorprenderlo más y más.

Permanece acostado, su vista sobre aquel techo blanco, repasando una y otra vez sus opciones. Ya está en Grecia a punto de conocer al dios del inframundo, al dios al que está unido desde hace siglos. Pero en ese momento eso carece de importancia. La sola idea de conocer a otros ocho hombres con aquellas armaduras comienza a ponerlo nervioso, en especial, si todos son como Milo; tan arrogantes y estúpidos que solo hablan por hablar.

Zero suspira, y aunque no le guste la idea, es necesario ganarse su confianza, tener aliados por si todo aquello sale mal.

Academia Cross:

—Debe de haber algún error —dice Kaien Cross que se levanta de golpe de su asiento.

—Al parecer, no lo hay —responde Kaname con ceño fruncido mientras cruza las piernas para ver con mayor detenimiento al hombre frente a él—. Serien me lo acaba de confirmar, Kiryuu ha abordado un jet privado rumbo a Atenas, Grecia.

Kaien, aún más desconcertado, se deja caer sobre su asiento.

—Estoy seguro de que Zero iba a rechazar aquella propuesta, después de que le dijeras lo que le dijiste... Kaname-kun, tú mismo lo viste, esas palabras hicieron a Zero recapacitar sus opciones. Por muchas ventajas que aquella oferta le pudiera dar, él sabía a la perfección que su sed de sangre sería el mayor obstáculo.

Kaname sacude la cabeza.

—Necesitamos traerlo de vuelta, Cross.

Kaien entorna los ojos, mientras entrelaza los dedos sobre la mesa.

—Hablaré con la asociación de cazadores, estoy seguro que esto no lo verán bien e irán a buscar a Zero cuanto antes.

Santuario de Athena:

La mañana ha llegado, y como Athena lo ha solicitado, cinco de los seis santos dorados ya se encuentran en la cámara del patriarca, cada uno hincado frente a su diosa.

Zero por su parte, no cabe de la impresión ante semejante imagen, Milo, Mu y Aioria sí que se ven diferentes dentro de esas hermosas armaduras.

—Bueno, Zero, ya conoces a Mu, Aioria, Milo y a Shaka —dice Saori mientras que cada mencionado se levanta y asiente—. Los únicos que te falta conocer es a Dohko, santo dorado de libra, pero lamentablemente él no está en el santuario.

—Pensé que serían doce —murmura Zero con cierto alivio.

—Son doce —responde Saori con tristeza—. Los santos restantes murieron hace dos años en batalla.

Zero voltea a verla; no solo su voz está cargada con tristeza, también su mirada, lo que hace sentirse culpable por aquel comentario.

—Lo siento, no quise ser descortés.

Saori sacude la cabeza.

—No te preocupes. Ahora, déjame presentarte a Aldebarán, santo dorado de Tauro.

Zero regresa la mirada a los hombres ahí de pie, para poner su atención al más grande e imponente de todos. Zero traga grueso. ¿Por qué de repente siente que no debe de meterse con él? Oh si, por ese aspecto tan intimidante y ni se diga de los músculos debajo de aquella armadura.

—Un gusto conocerte, Perséfone-sama. —Sin embargo, para sorpresa de Zero, Aldebarán saluda con una cálida sonrisa.

—Soy Zero —dice cruzándose de brazos—. Además, no estamos seguros que realmente sea la reencarnación de Perséfone.

—Oh, sí que lo eres —dice Shaka, ganándose la mirada de Zero.

—¿Cómo puedes estar seguro de eso?

—Por dos razones, Perséfone-sama —dice Milo con burla, lo que provoca que Zero frunza más el ceño—. Uno, tienes un cosmos divino, muy parecido al que Athena tiene. Fue por eso que supimos que tú eras la reencarnación de la diosa Perséfone. Y dos, —Milo se cruza de brazos— ¿crees que te dejaríamos vivir si no estuviéramos seguros que eres la pareja de Hades?

Zero chasquea la lengua y voltea el rostro para ignorar a los hombres frente a él.

—Bien —dice Saori indecisa antes de voltear a ver a Zero—. Sabes que no quiero someterte a esto, pero para que ellos estén tranquilos...

—Lo sé —responde Zero, mientras se descruza de brazos y baja las escaleras para quedar frente a Shaka.

—¿Qué se supone que harás?

—Con ayuda del cosmos de Athena, crearé un portal para adentrarme a los recuerdos que tengas acerca de esos seres. Si creas algún tipo de recuerdo falso, lo sabré, al igual que Athena y mis compañeros, pues ellos también verán aquellos recuerdos.

Zero levanta una ceja.

—¿Y cómo se supone que ellos...?

—Porque nuestro cosmos estará entrelazado —responde Mu—. De esta manera podremos saber lo que Shaka ve, siente y oye.

Zero abre los ojos con sorpresa, después comienza a reír.

—No creo que ni el mismo Kuran pueda hacer esto, así que dudo que ustedes, siendo simples humanos, puedan.

—¿Kuran? ¿Te refieres a Kuran Kaname? —-pregunta Saori—. ¿Por qué él haría algo como esto?

Zero voltea a verla.

—Porque él es un sangre pura, un vampiro con habilidades únicas y extraordinarias que lo hacen sumamente peligroso. No por nada es el actual rey de los vampiros.

—Bueno —interviene Milo, llamando la atención de su sorprendida diosa y la de Zero—, como tú has dicho, él es un simple vampiro, nosotros somos guerreros al servicio de la diosa Athena. Su cosmos nos protege, y eso es suficiente para que podamos ver aquellos recuerdos que confirmarán si eso de los vampiros es verdad o mentira.

Zero suspira resignado, si ellos piensan que pueden hacerlo, es mejor seguirles la corriente. No obstante, se tensa cuando el pensamiento de que ellos sabrán sobre su condición como vampiro nivel E comienza a atormentarlo.

—¿Qué ocurre si no quiero que vean un recuerdo en específico? —pregunta con dudas.

—Puedes suprimirlo —dice Shaka—, sin embargo, te recomiendo que no lo hagas, en especial si quieres que confiemos en ti.

Zero aprieta los labios, consciente de que, si se enteran sobre su condición, de nada servirá que ellos vean sus recuerdos. Y para cuando Shaka se ha puesto en posición de loto y señala frente a él para que Zero haga exactamente lo mismo, sabe que tiene que reprimir, no el recuerdo de su transformación, pero si la información que eso implica.

Zero se coloca en posesión y cierra los ojos, y siendo guiado por Shaka, rápidamente siente su cuerpo relajarse y una extraña calidez comienza a invadirlo; calidez que comienza a provocar que sus ojos se sientan aún más pesados a pesar de estar cerrados. Y cuando siente unas pequeñas manos tomándolo del brazo y escucha esa voz que tiene años no escucha, sabe que está soñando.

—Ichiru —dice mientras abraza con fuerza a su hermano.

Recuerdo tras recuerdo aparece, la imagen de sus padres, la imagen de su maestro, cada una lo llena de diferentes sentimientos, alegrías y nostalgias. Pero el terror se sobrepone a todos esos cuando siente aquellos colmillos clavándose en su cuello, cuando escucha su sangre ser succionada con una lentitud exasperante. Entonces recuerda lo mucho que deseaba que ese vampiro lo matara, de la misma forma que lo había hecho con sus padres. Cierra los ojos con fuerza, y únicamente los abre cuando escucha una voz infantil. Al abrir los ojos ve a una pequeña Yuuki preocupada. Le dice algo que él no logra escuchar, pero intuye que es la solicitud para limpiar su cuerpo, pues la pequeña niña comienza a limpiar su cuello manchado de sangre.

Los recuerdos cambian, pero los más importantes prevalecen. La primera vez que conoció a Kuran Kaname, esa vez que clavó un cuchillo de mantequilla en su mano. El desacuerdo que sintió cuando Cross le informó a Yuuki y a él sobre una academia donde convivirían humanos y vampiros. Su primera misión como cazador. La primera vez que detonó a Bloody Rose para hacer cenizas a un nivel E, y los últimos días que pasó en la academia. "Ellos no saben lo que en realidad eres", escucha decir a Kuran Kaname, es entonces que, bajo un penetrante silencio, Zero abre los ojos, y aunque para él ha pasado toda una vida, se sorprende al descubrir que solo han pasado escasos minutos.

Para los santos dorados, incluso para la misma Athena, ya no hay ninguna duda, los vampiros existen, lo que provoca que cada santo dorado intercambie una mirada, mientras que sostienen su cuello. Ha sido una ilusión, lo saben, pero eso no quita el punzante dolor que sienten gracias al recuerdo de Zero.

Pero mientras ellos comienzan a asimilar aquella realidad, Zero se levanta del suelo, sin embargo, se tambalea y sus piernas flaquean, Shaka a su lado lo sujeta con fuerza para que no caiga al suelo.

—Te sentirás débil durante el día —le informa Shaka—. Así que te recomiendo que no intentes esforzarte.

—Eso debiste de decirme antes de aceptar hacer esto —reclama Zero, quien por dentro se regocija en sentir aquella armadura. "¿Realmente será de oro?", se pregunta cuando sus dedos la rozan con sutileza.

—Me disculpo por eso, pero entenderás que realmente no creíamos que esto fuera real —menciona esta vez Saori que baja la escalinata.

Zero voltea a verla.

—No te preocupes, te entiendo. —Zero al notar la duda que aparece en los ojos de Saori, suspira—. Yo tampoco creí que esto de los dioses fuera real. Ahora que todo está aclarado, dime, ¿qué es lo que voy a hacer?

Saori esta vez es la que suspira.

—Esperar.

—¿Esperar? —pregunta Zero confundido.

—Sí, Zero, esperar. El sello de Hades todavía no se rompe, y hasta que eso no suceda, él no aparecerá en la tierra. —Saori se encoge de hombros—. Así que lo único que nos queda es esperar hasta que su sello se rompa. Mientras, puedes hacer lo que te plazca. Si deseas ir a conocer algún lugar de Grecia, puedo acompañarte. Pero antes de que eso suceda, primero necesitarás recuperar tus energías. Shaka, si me haces el favor, llévalo a su habitación, mientras, yo pediré que le traigan algo de comida.

Los días comienzan a pasar uno a uno, días que Zero, movido más por la curiosidad, explora, siempre acompañado de alguno de los santos, el gran santuario de Athena, lo que ayuda a conocerlos un poco mejor. Jardines, lagos, los templos de los santos dorados, el gran coliseo donde los santos entrenan, todo es un espectáculo digno de ver. Pero sin duda alguna su "lugar favorito" se ha convertido el deshabitado templo de Acuario, donde pasa el mayor tiempo encerrado en la magnífica biblioteca de este, empapándose de todo tipo de información que le pueda ayudar a conocer mejor a Hades para que su intento de detener aquella guerra funcione.

Pero mientras Zero hace lo posible para evitar que la tierra sea destruida por la furia del dios del inframundo, en Japón, Cross se encuentra frente al director de la asociación de cazadores informando sobre la abrupta ida de Zero Kiryuu a Grecia.

—¿Una beca? —pregunta este con incredulidad—. Si Kiryuu ha ido a Grecia por una beca, no le veo el mayor problema

—Lo que pasa, es que yo en ningún momento autoricé algo así.

—¿Y por qué no ha autorizado esto, si esta beca no solo le trae beneficios a su academia sino también a la asociación de cazadores?

Cross se sorprende ante aquellas palabras, pues ni en sus más locos sueños hubiera imaginado que el presidente le preguntaría algo como eso.

—Lo sé... —¿Qué demonios se supone que debería de responder?—, pero no podía arriesgarme. Kiryuu ha comenzado a presentar indicios de que en cualquier momento caerá en la locura.

El presidente frente a él levanta una ceja.

—¿Y por qué no lo ha informado a la asociación?

Kaien traga con dificultad, después baja la mirada.

—Sé que no debería pasar, pero Kiryuu se ha convertido para mí en un hijo, y como padre mi deber es protegerlo. Si no he informado nada, es porque no quiero que sea eliminado.

El presidente analiza la situación. Una beca no sería mayor problema para la asociación de cazadores, no obstante, es de Zero Kiryuu de quien se está hablando; un cazador con un futuro prometedor que desgraciadamente está cayendo en la locura del nivel E, y el hecho de que Cross no autorizara aquel viaje y el que callara sobre su actual condición, pero, sobre todo, el que Kiryuu no informara a la asociación, vuelve aquel caso sospechoso.

—Me encargaré de esto —concluye el presidente.

Cross, sintiéndose orgulloso por su trabajo, sale de aquella oficina mucho más tranquilo, sin saber que, con aquella visita, ha firmado la sentencia de muerte de Zero Kiryuu.