Capítulo 11
Los días se han convertido en semanas, y esas semanas están a punto de convertirse en un mes exacto. Zero ha comenzado a adaptarse a su nueva vida, a una nueva rutina que lejos de fastidiarlo o hacerle extrañar su antigua vida, lo mantiene entretenido y con las ganas inmensas de seguir aprendiendo más acerca del cosmos y cómo manejarlo. Shaka se ha convertido en su mayor apoyo para esto, pues es él, el que cada tarde se pone a meditar con Zero para explicarle como controlarlo. Sus avances son notables, aunque Milo lo atribuye a su condición como la reencarnación de la diosa Perséfone. Sin embargo, no todo es perfecto, pues las mañanas que pasa en el santuario son el verdadero problema; y no se debe precisamente a los entrenamientos que Zero ha comenzado a compartir con los santos dorados en el coliseo, sino a la inmensa sed con la que despierta y que le hace cuestionarse día a día si todo aquello es correcto.
Él sabe que sí, pues gracias a aquellas vivencias que poco a poco ha comenzado a recordar, ya no le queda duda que él es la reencarnación de Perséfone, aunque todavía le cuesta trabajo asimilar que aquel al que ha visto en sueños sea Hades. Y a pesar de que Athena está junto a él, brindándole apoyo incondicional, la sola idea de perder el control en cualquier momento ha hecho replantearse regresar a Japón
Pero mientras Zero mantiene una vida relativamente tranquila y en paz, en la academia Cross, las cosas comienzan a complicarse para Kuran Kaname, pues Yuuki ha logrado llamar la atención de la nueva alumna de la clase nocturna: María Kurenai, el recipiente que Hio Shisuka ha utilizado durante varios años para pasar inadvertida.
—Dígame que ya encontraron a Kiryuu —pide con molestia Kaname mientras se cruza de piernas y mira con fastidio al director de la academia.
Kaien niega, haciendo que el ceño de Kaname se profundice en una mueca de enojo.
—Yagari ha sido enviado a Grecia —comunica el ex cazador nervioso—, sin embargo…
Kaien aprieta los labios y baja la mirada con impotencia.
—¿Sin embargo? —pregunta Kaname aún más enojado.
—No lo han enviado precisamente para traerlo.
—¿Entonces?
Kaien suspira.
—Lo han enviado para exterminarlo.
—Eso... no puede ser.
Kaname aprieta los dientes, consciente de que su pieza más valiosa está a punto de serle arrebatada de sus manos. Sacude la cabeza con disgusto. No puede permitir que nada ni nadie le arrebaten el escudo perfecto que protegerá a su hermana de Rido.
Pero, mientras que Kaname comienza a idear el plan perfecto que pueda, no solo salvar a Zero de una eminente muerte, sino también para que puedan regresarlo a la academia, Yagari Toga ya comienza a abrirse paso entre los turistas que, al igual que él, han llegado al aeropuerto internacional de Atenas.
Yagari suspira y un cierto alivio se instala en su pecho. Ya está en Grecia, solo falta encontrar a Zero para hacerlo volver a Japón y demostrarles a todos esos idiotas que su pupilo sigue siendo Zero Kiryuu. Su mano se cierra sobre el sobre al que se ha aferrado durante su viaje, consiente que tiene que ser él el que lo encuentre primero, pues sabe que no es el único cazador que ha sido enviado con la misión de exterminarlo. ¿Pero dónde comenzar a buscarlo?
Sin caminar mucho, encuentra una pequeña isla donde se exponen diferentes mapas y folletos que tienen como propósito incitar al turista. Se dirige hacia ella y observa detenidamente lo que hay ahí expuesto. Las diferentes atracciones turísticas al igual que las grandes ciudades le parece un destino demasiado obvio, quedándole como única opción los pequeños pueblos que pasan desapercibidos tanto para los turistas como para los cazadores; pues ¿qué cazador creería que un nivel E al borde de la locura prefiera estar en un pequeño pueblo en donde la "comida" es más escasa, a una gran ciudad o algún destino turístico, donde la "comida" abunde?
Sí, esos serían los primeros lugares en donde comenzaría a buscar, comenzando con el más cercano al aeropuerto, un pueblo llamado Rodorio. Y cuando ya tiene un mapa en mano comienza su viaje.
Santuario de Athena:
La noche al fin llega, Zero exhausto sale de la casa de Acuario rumbo a la sala del patriarca. La cabeza le duele más de lo normal, aunque no tanto como cuando un nuevo recuerdo aparece.
Con un suspiro se detiene a mitad del camino hacia Piscis, y entonces algo a su alrededor cambia. El ambiente se ha puesto pesado de repente, en el justo momento que una estrella fugaz atraviesa el cielo. Zero aprieta los labios al mismo tiempo que gira para ver desde ahí el primer templo con ojos muy abiertos.
¿Será posible? No se detiene a pensarlo, y como puede sale de su estupor para comenzar a correr hacia donde Saori se encuentra.
Abre la puerta de par en par en cuanto llega a la cámara del patriarca. Ahí, Saori, no, Athena, voltea a verlo con una decisión en sus ojos que durante aquellos días no ha visto.
—Parece ser que el momento ha llegado —dice Athena, aclarando cualquier duda que Zero pudiera seguir teniendo.
De repente la explosión de una gran energía hace que Zero abra los ojos con sorpresa, y sin poder evitarlo lleva la mirada hacia la puerta. ¿Esta es la energía de los espectros? Si es así, ¿Cómo demonios pensó que podía detener a Hades? Esa energía es incluso mayor que la de un sangre pura, ni siquiera el mismo Kaname Kuran la tiene. Y eso que solo son espectros, si fuera Hades…
La puerta del gran salón una vez más se abre, y Milo que entra con porte orgulloso, se hinca frente a su diosa.
—No nada más son los espectros los que han llegado al santuario.
—¿Qué quieres decir? —pregunta Athena titubeante. Milo suspira y levanta la mirada.
—Mascara de muerte de Cáncer y Afrodita de Piscis..., en estos momentos están en Aries.
Athena se deja caer sobre su asiento mientras que un par de lágrimas resbalan sobre sus mejillas.
—¿Quiénes son? —pregunta Zero sin entender.
—Dos de los santos que perdieron la vida hace dos años —responde Athena.
—Entonces, esto es malo —dice Zero cruzándose de brazos.
Milo frunce el ceño.
—Por supuesto que es malo… —de repente calla, su ceño se frunce aún más mientras levanta su mano, con su aguijón carmesí a la vista—. ¡Sal de ahí! —exige con un grito.
Zero y Athena voltean lentamente hacia donde Milo observa. Athena se tapa la boca mientras que Milo sonríe de lado.
—Miren a quien tenemos aquí, a nada más y nada menos que aquel que tuvo la osadía de despertar y manipular a Poseidón, el hermano gemelo de saga, Kanon.
Una nueva explosión de energía pareciera atravesar el cielo, entonces, Zero ya no presta atención a lo que dice Milo y regresa su interés a la puerta cerrada. "¿Realmente seré capaz de detener esto?" Baja la mirada al suelo mientras que el santo dorado de escorpio comienza a atacar a su adversario, y Athena intenta detener aquello. Zero aprieta los dientes y los puños. "Milo tenía razón, yo… yo no soy capaz de detener esto". Pero las imágenes de los santos con los que ha convivido en esos días aparecen en su cabeza; Mu, Aldebarán, Aioria, Shaka … "¡Ellos están arriesgando su vida!"
Zero levanta la mirada. Sí, él no es como ellos, no ha tenido el entrenamiento que ellos han tenido, pero, aun así, él es un cazador, pero sobre todo es la reencarnación de la diosa Perséfone. Con esas palabras en mente, Zero se encamina hacia aquella puerta.
—¿Zero, a dónde vas? —pregunta Athena alarmada, sin prestar atención a las agujas escarlatas que se incrustan en el cuerpo de Kanon. Zero se detiene y la mira por encima del hombro.
—Mi única misión en este lugar es detener esta absurda guerra. —Se encoge de hombros—. Solo esperemos que Hades me reconozca.
Y sin decir más, Zero sale del salón.
