Capítulo 12

Ninguno de los santos que están resguardando sus respectivos templos para que los espectros no lleguen a Athena, detienen a Zero cuando este pasa corriendo. Solo hasta que llega a Tauro es cuando Zero se detiene de golpe al sentir la energía extraña que invade el lugar. Confundido voltea a todos lados, pero ni siquiera la presencia de Aldebarán aparece.

Zero frunce el ceño y comienza a caminar con más lentitud, escaneando con la mirada. Algo logra llamar su atención y su mano va directo a Bloody Rose que saca y apunta.

—Quienquiera que seas, ¡sal de ahí!

Silencio.

Zero frunce más el ceño al mismo tiempo que se acerca a ese lugar. Una especie de masa negra yace ahí.

—¿Tú eres el guardián de tauro?

Zero retrocede de repente. ¿Acaso esa cosa habló? Lo confirma cuando algo parecido a unos ojos aparecen en aquella masa. Aprieta más a Bloody Rose sin dejar de apuntar.

—¡¿Zero?! —llama Aldebarán detrás de él—. ¿Qué haces aquí? Tu lugar es a lado de Athena.

—Entonces, tú eres el guardián de Tauro.

Aldebarán voltea a ese lugar de donde aquella voz ha sonado y enseguida se pone en posición de ataque

—Zero, sal de aquí y ve con Athena.

—¿Estás loco?

—Vete, ¡ahora!

Zero sacude la cabeza y regresa la atención a la masa que comienza a moverse de lugar, dejando detrás un líquido viscoso. Por extraña razón, a Zero le han dado ganas de vomitar.

Pasos comienzan a oírse, Zero y Aldebarán levantan la mirada, y entonces los rostros que el santo de Tauro recuerda y que no ha visto en más de dos años, aparecen en la entrada. Se detienen de golpe.

—No…, no puede ser —dice Aldebarán—. Aioros, Saga, Camus, Shura… ustedes, ¿ustedes qué hacen aquí?

Camus es el que da un paso hacia delante, Acuario y Tauro frente a frente.

—Quítate —ordena Acuario con frialdad, pero Aldebarán no hace caso, esta vez cruzándose de brazos y permaneciendo firme en su lugar. Camus suspira.

—Camus, termina de una vez con esto, necesitamos llegar con Athena —ordena Saga.

Camus se prepara. La temperatura en el templo baja radicalmente que incluso vaho comienza a verse a consecuencia de la calidez contrastantes del aliento saliente de Zero y Aldebarán. El extremo frío ha sacado a Zero de su estupor, y cuando Camus está a punto de atacar a su compañero, es Zero quien lo detiene.

"¿Un arma?", se pregunta el santo de Acuario que voltea a ver de soslayo y entonces nota a aquel joven que apunta su cabeza con aquella arma.

—¿Un civil? ¡Vaya, Athena ha sido descuidada! —menciona Shura con burla—. Quítate niño, o yo mismo terminaré con tu vida —dice acercándose a Zero mientras alista a Excalibur para el ataque.

Zero suspira, y observa por encima del hombro a los otros dos santos que parecen estar analizando aquella extraña situación.

—Hey, ustedes!, ¿realmente quieren continuar con esto? No sé qué les haya prometido Hades, pero esta no es la forma para terminar con esta guerra.

Saga comienza a reír por debajo.

—No sabes nada, niño —dice como respuesta en el justo momento que Shura ya está detrás de él con su brazo sobre su cuello, listo para cortarlo de lado a lado.

—¡Zero! —grita Aldebarán que intenta dar un paso hacia él, pero Camus lo detiene congelándole los pies.

Zero entorna los ojos, y ese cosmos que ha entrenado con Shaka durante esos días, comienza a envolverlo a él y a aquellos santos que han abierto los ojos con sorpresa.

—Eres un dios —dice Aioros, con la sorpresa inundando sus ojos—. ¿Qué se supone que hace un dios aquí?

Pero antes de que Zero pueda responder a esa pregunta, nuevos pasos resuenan en el templo, poco después el rostro de Mu aparece.

—Demonios, Zero, ¿qué haces aquí? —pregunta el caballero de Aries, haciendo que sus "excompañeros" intercambien miradas.

Pero nuevamente Zero no responde, su atención ha sido robada por aquella masa ya olvidada y que ahora ha salido para atacar. Zero baja el arma todavía en la cabeza de Acuario, empuja a Shura con los codos, y en un movimiento rápido su mano se posiciona en aquel espectro de aspecto asqueroso para después estrellarlo contra el suelo a la vez que apunta con Bloody Rose. Su cosmos aumenta, y por un momento tiene la necesidad de comprobar lo que Shaka le dijera en uno de sus entrenamientos.

"Estoy seguro de que si fusionas tu cosmos divino con tu arma, puedes, incluso, acabar con los mismos dioses".

Zero suspira, "¿sería tan fácil?" Pero aquella pregunta es expulsada de su mente cuando siente otras presencias. Levanta la mirada hacia un punto distante y oscuro, y esta vez las dudas se disipan por completo. Detona a Bloody Rose, pero a diferencia de todas las veces anteriores, no es un proyectil en forma de cruz lo que sale disparado de su arma, sino algo parecido a unas enredaderas que ya tiene como prisioneros a los otros espectros.

Saga y los otros santos revividos, abren los ojos con sorpresa, aun sin saber cuál es mayor: el saber que aquel chico realmente es un dios, o que haya espectros ahí cuando se supone que el conseguir la cabeza de Athena es una misión exclusiva de ellos.

—Maldición, esto es malo —dice Mu, que también permanece sorprendido por la proeza de Zero.

—Y si aparecen esos tres, se pondrá peor —responde Zero bajando el arma—. Aldebarán, Mu, tomen a sus compañeros y síganme —ordena, refiriéndose a los santos revividos. Aldebarán y Mu intercambian miradas, pero ninguno se mueve—. Y ustedes —dice señalando a Camus, Aioros, Saga y Shura con Bloody Rose—, no cometan ninguna estupidez. Si en vedad queremos terminar con esta guerra no pueden, por ningún motivo, levantar la mano contra Athena.

—¿Qué demonios piensas hacer, Zero? —pregunta Aldebarán.

Zero se encoge de hombros, después sonríe.

—Usar una estrategia que aprendí de la asociación de cazadores.

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—¿Qué demonios? —pregunta Máscara de muerte al detenerse y ver como Mu va caminando delante de Saga y sus compañeros, mientras que Aldebarán va detrás de ellos. Como respuesta, un fuerte golpe en el estómago le saca el aire haciéndolo caer de rodillas. Afrodita a su lado, no puede ni reaccionar cuando una mano lo sujeta del cuello. Confundido baja la mirada solo para ver un par de amatistas furiosos.

—Sean buenos caballeros, y manténganse tranquilos como sus compañeros. Créanme, lo menos que quiero es hacerles daño.

—¡Bastardo!, me acabas de golpear, y todavía tienes el descaro de decir que no quieres hacernos daño —se queja Deathmask todavía de rodillas y doblado a la mitad, al mismo tiempo que se pregunta por qué ese humano tiene tanta fuerza.

—Solo les diré esto, Athena no quiere más derramamiento de sangre, y está en sus manos que eso no suceda. Así que repito, sean buenos caballeros, y manténganse tranquilos como sus compañeros. De Hades me encargo yo.

Sin decir más, Zero deja el cuello de Afrodita, mientras que con una mirada pide a Mu que también mantenga vigilados a esos dos. Mu asiente y enseguida se encamina para tomar de los brazos a sus compañeros y llevarlos con los otros. Nuevamente retoman su camino.

—Saga, ¿qué vamos a hacer? —pregunta Camus sin quitar la mirada de Zero y sus "compañeros", consciente que aquello no era parte del plan y sin saber qué tan conveniente es.

—Esperaremos. Algo me dice que él —dice señalando a Zero con la barbilla—, va a sernos de mucha ayuda.

Camus asiente, no muy convencido, al mismo tiempo que intercambia una rápida mirada con Shura y los demás.

Dos inmensos cosmos chocan, el caballero de libra ya rejuvenecido alista su próximo ataque contra aquel que alguna vez fuese su amigo. Zero frunce el ceño. "Al parecer no será tan fácil evitar esta guerra si todos quieren pelear", se dice mientras comienza a bajar los escalones medio destrozados de Aries. Es entonces que Shion los ve.

—¡¿Qué hacen aquí?! ¡Deberían de estar yendo por la cabeza de Athena! —grita.

Dohko también voltea ante aquellas palabras, y la sorpresa se refleja en su rostro al ver a aquellos que han traicionado a Athena siendo custodiados por Mu y Aldebarán. Usando esa distracción, es Shiryu el que ahora ataca a Shion.

Shion recibe directamente los cien dragones, y cuando Shiryu está a punto de atacar nuevamente, Zero es quien detiene el ataque, tomando el brazo del dragón y llevándolo hacia su espalda en una dolorosa llave.

—¡Ya basta! —grita Zero, ganándose la mirada llena de sorpresa de los tres santos ahí—. Tenemos una maldita oportunidad para detener esta guerra, así que escuchen. Hades ya atacó, y si Athena hace lo mismo, no habrá forma de que esto se detenga, aunque yo esté aquí. Es por eso que por ningún motivo algún guerrero de Athena debe de levantar la mano contra uno de Hades. Ahora tú —dice señalando a Shion—. ¿Dónde demonios está Hades?

Shion desconcertado comienza a reírse, en el justo momento que otros dos santos de bronce corren hacia la entrada de Aries, deteniéndose ante la escena.

—Mira, niño, no sé quién seas, pero ¿en serio crees que tú puedes detener esta guerra?

—¿Dónde está Hades? —vuelve a preguntar Zero soltando el brazo sujeto y comenzando a caminar hacia el ex patriarca—. Bien, si no quieres hablar, entonces te haré hablar —dice Zero dando un paso hacia Shion que responde con una estruendosa carcajada.

—Deberíamos de detenerlo, ¿no crees? —pregunta Aldebarán a Mu quien voltea mirarlo con algo parecido al horror.

—Por si no lo recuerdas, Zero te dejó a ti casi inconsciente esta mañana, e hizo que Máscara de muerte se doblara del dolor. Lo siento, y aunque quiero mucho a mi maestro, no soy idiota para meterme con Zero.

Los otros santos confundidos intercambian miradas, pero no es hasta que el metal chocando con la roca los hace voltear para ver a Zero, y para su sorpresa, Shion está de rodillas con ambas manos sobre su estómago, de la misma manera que Deathmask hace no mucho.

—Ahora me vas a decir donde demonios está Hades —amenaza tomando la cabellera verde obligando al santo a verlo a los ojos.

Otra estruendosa carcajada rompe el silencio, pero esta vez no ha sido Shion. Cada santo voltea hacia la dirección, sorprendiéndose que ha sido Andrómeda quien ha reído. Hyoga a su lado sabe que algo no está bien. Los ojos de su amigo han cambiado de color y miran a ese chico como si no creyera del todo que estuviera ahí.

—No cambias, Perséfone —dice Andrómeda, que, ante la sorpresa de todos, comienza a caminar hacia donde está Zero.

Zero se tensa, y poco a poco levanta la mirada hacia aquel caballero, cuyo cabello era antes verde, poco a poco comienza a tornarse en un caoba.

—Es una de las razones por las que me enamoré de ti.

—Hades —dice Zero en un susurro, al mismo tiempo que deja la cabellera que el sostiene con fuerza.

—Tengo la curiosidad de preguntar por qué estás aquí, pero dado que ahora me encuentro en guerra, deberás de entender que eso podremos hablarlo después. Ahora, ustedes, —dice volteando a ver a los santos a los que ha dado una nueva vida y que todavía siguen en la entrada de Aries—. ¡Traigan la cabeza de Athena!

—¡No! —grita Zero que, separándose de Shion, da un paso hacia Andrómeda—. ¡Tú no puedes hacer esto!

Andrómeda frunce el ceño.

—Has estado fuera de esto por mucho tiempo, Perséfone, las cosas han cambiado. Athena debe morir, uno, por lo que nos hizo en la era del mito y dos, por atacar a mis guerreros.

Zero sonríe y da otro paso hacia Hades, "no es tan diferente a los asuntos de la asociación", se dice, mientras su mano sujeta con fuerza a Bloody Rose la cual es colocada sobre la frente de Andrómeda haciendo fruncir más el ceño del dios.

—En primera, si quieres la cabeza de Athena, deberás pasar por mi cadáver, y en segunda, Athena no ha atacado a ninguno de tus guerreros, ¿o acaso los ves con alguna lesión?

Es entonces que los santos entienden por qué Zero les ha prohibido atacar.

Andrómeda desvía la mirada y al percatarse de aquel detalle, no puede evitar apretar los puños.

—Nadie me garantiza eso.

Zero suspira, quita el arma de la frente del dios y comienza a caminar nuevamente hacia la entrada de Aries.

—Bien, ¿quieres la cabeza de Athena?, ¿quieres continuar con esta absurda guerra? Perfecto, hazlo. —Los santos en la entrada de Aries se tensan, aunque Zero no sabe si es por lo que ha dicho o porque Athena junto a Kanon, Shaka, Milo y Aioria salen del templo en ese preciso momento—. Oh mira, ahí está Athena, puedes ir por su cabeza sin que nada te detenga —dice y los santos junto a ella se preparan para el ataque. Zero se detiene, le da la espalda al templo y encara una vez más al dios. Nuevamente, levanta su arma y apunta a Andrómeda—. Pero antes de que eso pase, te lo dije, ¿no? Tendrás primero que pasar por mi cadáver.

El rostro de Andrómeda se ensombrece, la furia que en esos momentos siente eleva su cosmos a unos niveles que los santos dorados ahí se estremecen.

—¿Qué te ha hecho Athena para que oses desafiarme de esta manera, Perséfone?

Zero quita el seguro de Bloody Rose y comienza a reír.

—Hades, si no te has dado cuenta, ya no soy lo que conociste en la era del mito. Ahora soy —Zero calla, ¿cómo afirmar algo que él está consciente está por desaparecer?—, un humano, y como humano, ¿realmente crees que voy a permitir que continúes con esto? ¿Realmente piensas que voy a dejar que acabes con nosotros, así como así? Si tengo que terminar contigo para que esta masacre se evite, ten por seguro que acabaré contigo, aunque eso me cueste la vida.

Andrómeda desvía su mirada a Athena y a sus santos, suspira profundamente y una vez más regresa la mirada a Zero.

—No vale la pena —dice mientras comienza a caminar hacia Zero—. El que estés aquí es lo único que vale en esta guerra. —Cuando Hades ya está frente a Zero, algo parecido a una cálida sonrisa se dibuja en los labios de Andrómeda para después, con un toque sutil, acunar la mejilla de Zero—. Si mi reina no quiere guerra, entonces no habrá guerra.

Aquellas palabras toman por sorpresa a Zero, sorpresa que se intensifica cuando Hades/Andrómeda recorre aquella mano hasta su nuca, aferrando ahí el contacto; es entonces que Andrómeda lo empuja hacia si, y antes de que Zero pueda reaccionar a aquello, un par de brazos ya rodean su cuello y los labios de Hades ya están sobre los suyos.

Academia Cross:

—Serien, y Aidou irán con usted —dice Kuran que, sentado frente al escritorio de Cross, se cruza de piernas y entrelaza sus dedos sobre su regazo—. Entenderá que no me arriesgaré a que algo salga mal y que Kiryuu no regrese con usted.

—¿Y la asociación?

—De ellos me encargaré personalmente. Hablaré mañana con el presidente para que quite de una vez por todas esa absurda orden para asesinarlo.

—¿Pero eso no despertará sospechas con la asociación?

Kaname frunce el ceño, eso ya lo había pensado, y es por eso que, aunque no estuviera del todo convencido, haría algo que ni en sueños hubiera imaginado. Sin embargo, cuando el ruido de sutiles golpes contra la puerta aparece, aquellos pensamientos son rápidamente desviados a Yuuki que asoma su rostro por la puerta.

—¿Mandó a llamarme, director? —pregunta Yuuki que se detiene de golpe cuando nota a Kaname también ahí.

—¡Que me digas papá! —responde Cross en un puchero que enseguida se desvanece para tomar la seriedad que la situación amerita—. Yuuki, si te mandé a llamar es para informarte que tengo que salir a arreglar unos asuntos. Kaname-kun se quedará a cargo, así que cualquier cosa que necesites, pídesela a él. Y tú Kaname-kun, por favor cuida a Yuuki por el tiempo que no estoy.

—No tiene que pedírmelo —responde Kaname que, a pesar de su porte serio, le regala una sonrisa a Yuuki.