Mi favorito
A Ginny le gusta probar, le gusta cambiar. Recuerda el rostro sorprendido de Harry cuando cortó su cabello por encima del hombro, pero recuerda con todavía más nitidez el beso tan intenso que recibió al preguntar si se veía bien.
—Se ve muy bien, de cualquier forma te ves preciosa, siempre estás hermosa, Ginn —dijo mientras repartía besos por sus labios y mejillas.
Oh, sí. Si Harry la recibía de esa forma con un corte nuevo, Ginny bien podría cortarse el cabello todos los días, pero no es necesario, obviamente. Aunque Ginny esté en pijama y con harina para waffles en la nariz, Harry siempre besa sus labios y entierra sus dedos en el cabello pelirrojo cerca de la nuca.
Evidentemente, no es necesario que Ginny cambie nada, Harry le ha jurado frente a familia y amigos, así como ha hecho en la oscuridad de su habitación, que siempre va amarla, sin importar si de pronto su cabello es verde o tiene escamas. Ha pensado que, quizá, Harry cree que no debería estar con ella.
—Es que eres demasiado linda para estar conmigo —bromeaba con una sonrisa pequeña. Pero después volvía su semblante serio y asentía lentamente—. Es que soy muy afortunado de que después de tanto tiempo tú… de que me hayas esperado por tanto tiempo.
Y Ginny podría decirle "¿Cómo no hacerlo?", pero siempre lo besaba y murmuraba "Sí, lo eres".
Es, tal vez, el único secreto que Ginny le tiene a Harry, y ni siquiera está segura de que sea un secreto: Que es su persona favorita en todo el mundo.
Sin importar que estén casados, que sea el mejor amigo de su hermano y alguna clase de hijo para sus padres, Ginny jamás cambiaría a Harry, incluso si sus vidas hubieran ido por un camino diferente, uno separado, ella se aseguraría de conservarlo.
Es que Harry es increíble y Ginny está enamoradísima de él, de todo él.
—¿Por qué me miras tanto? —rió Harry, sin dejar de cortar vegetales y lanzándole una mirada fugaz de vez en cuando. Ginny sonrió y se recargó en la encimera, admirando a detalle el rostro de Harry, sin morbo o prejuiciosa, simplemente admirando—. Me gusta hacerlo por mí mismo —murmuró—, supongo que es una vieja costumbre.
Ajá, de aquellas que sus tíos inculcaron con gran profundidad pero no con oscuridad, Harry realmente disfruta cocinar, en especial si va compartir la mesa.
—Sólo estoy mirando —dijo suavemente—, me resulta… difícil mirar en otra dirección si estás aquí.
Harry rió bajito e inclinó la cabeza hacia abajo, de todas formas Ginny puede ver sus orejas enrojecidas.
—¿Qué te pasa, Potter? ¿No sabes coquetear? —preguntó con un falso tono sorprendido, se acercó a la isla y se inclinó frente a Harry—. ¿O sólo te pongo nervioso?
Está jugando, claro, pero también lo está retando.
Harry levanta la mirada hacia ella, el cuchillo sigue cortando zanahorias, y sonríe. Presumido.
—Bastante, sí —admitió con las cejas elevadas—. Apenas puedo pensar qué decir cuando me miras de esa manera, como leyéndome. Y tu rostro no ayuda, me desconcentra como el demonio, Weasley, siento que… es tan bello que tengo que verlo todo el tiempo.
Ginny hizo a un lado los vegetales, el cuchillo y la misma isla, tenía que besar a Harry porque, Merlín, él habla tan en serio cuando dice todas esas cosas.
Lo ama. En serio lo ama. Como el tipo de amor que no te deja respirar porque sólo quieres estar con esa persona, pero también es el tipo de amor que deja las manos abiertas para que te vayas, porque es el tipo de amor en el que sabes que va volver.
Está segura de que es así porque Harry la ha dejado ir y ella a él, no que sean posesivos ni libertinos, es que Harry es un auror y Ginny una jugadora, tuvieron que aprender a dejarse ir. A confiar.
—Está bien, Harry —aseguró Ginny—. Estaremos aquí cuando vuelvas, iré por Teddy el viernes y te recibiremos con galletas el sábado por la noche, ¿si?
—Lo siento —susurró derrotado. Ginny negó, sonrió, y lo tomó por las mejillas para observar su rostro con detenimiento—. No se supone que sea así. Yo tendría que estar con ustedes.
—Y lo estás —prometió con seriedad—. Deja de atormentarte. Siempre estás, Harry.
No mentía para hacerlo sentir mejor, Ginny sabe que eso no sirve de nada, Harry sabe cuando miente. De cualquier forma no lo hacía. Harry siempre ha estado con y para ellos, desde Ginny hasta Lily, incluso cuando no habían nacido.
—No habría cambiado nada —sentenció Ginny—. No importa cuánto lo pienses, Harry, Remus pudo morir incluso antes si los hubiera acompañado. Hiciste lo correcto.
—Lo sé, es sólo que… siento que le debo algo —confesó en voz baja. Ginny lo abrazó y besó su pecho, ahí donde hay una cicatriz muy parecida a la de su frente, con forma de un espeluznante rayo en el apogeo de una tormenta eléctrica.
Quiere decirle "Todos te deben a tí", pero Harry jamás escucharía algo como eso.
Así que se queda ahí, sólo abrazándolo mientras tararea melodías al azar hasta que la respiración de Harry se alenta.
Ella solía hacer eso todo el tiempo: recostarse en su pecho y tararear con los labios cerrados alguna canción, o inventarse otras tantas hasta que Harry caía dormido; Ginny está segura que de esos momentos fue que Harry comenzó a cantar, porque antes no lo hacía. A veces se balanceaba con el ritmo de una canción, pero jamás cantaba, ni siquiera tararear o murmurar.
Después James era demasiado grande como para dejarla recostarse sobre Harry y ella estaba demasiado soñolienta como para decir algo. Y ahí lo descubrió.
Harry se inclinaba junto a la cama o se acostaba a la altura de su panza y cantaba, a veces con voz ronca, otras demasiado suave, muy pocas desafinado, y un montón con cariño.
—Tendrás que arrullarlo cuando nazca —advirtió somnolienta. Harry besó su barriga y murmuró alguna respuesta afirmativa.
Ginny no conocía las canciones que le cantaba a sus hijos, Harry dijo que eran de una vieja banda muggle, a veces eran sobre ciudades gigantescas, otras de chicos recorriendo el Támesis, unas pocas de chicas preciosas y algunas de cuán enamorado estaba.
Lo cierto es que Harry disfrutaba cantándoles hasta canciones de cuna, lo que sea, Harry sólo les cantaba.
Y a Ginny le gustaba verlo, le gustaba oírlo. Al menos hasta que le cantó a ella. Entonces supo que jamás tendría vuelta atrás. Estaba perdida.
Aunque tuvieran una familia, aunque se conocieran más que nadie, aunque se amaran de esa manera tan incalculable, Ginny está segura de que así sería por el resto de su vida: enamorada perdidamente de Harry.
—¿Cómo se llama la canción? —preguntó con voz bajita cuando Harry terminó de susurrar la melodía. El azabache hizo un ruido pensativo con su garganta y rió.
—No tengo idea —admitió—, le he cambiado un par de cosas.
Ginny alzó la mirada y le sonrió con cariño.
—Entonces, recuérdala —pidió dejando un beso en su cuello—. Es mi favorita —sentenció.
Quiere decir "Tu eres mi persona favorita, y jamás podría cambiarte" pero hay algo en la mirada de Harry que le deja claro que ya lo sabe.
—La mía también —respondió con ojos brillantes.
Ambos saben.
