Nota de la autora:
Tenía esta idea en la cabeza desde que me enteré de que Emma Watson iba a interpretar a Bella en la versión de acción real de La Bella y la Bestia, ¡y tenía tantas ganas de que Tom Felton interpretara a la Bestia! Pero no fue así. Así que, aunque esta historia es bien conocida, he decidido volver a contarla con Draco y Hermione en lugar de Bella y el príncipe Adam/Bestia. Por desgracia, ni los personajes de Harry Potter ni la historia de La Bella y la Bestia son de mi propiedad. Espero que os guste.
~HufflepuffMommy
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Nota de la traductora:
La Bella y la Bestia es mi película favorita de Disney, creo que como para mí, fue la entrada de muchos al Enemies to Lovers, ¿y qué representa mejor esto que el Dramione? Así que, como la autora, la película de acción real realmente se siente como uno para mí con Emma como protagonista. Busqué un Dramione de la Bella y la Bestia que no estuviera traducido porque tenía muchas ganas de leer algo así. Durante los próximos 13 días iré subiendo un capítulo hasta que esté completa. ¡Espero que la disfrutéis! He traducido y corregido con la película al lado, así que espero haberle hecho justicia tanto a la obra original como al adaptarlo a la película que conocemos en castellano.
También comentaros que me hice una cuenta de TikTok, solo para publicar un poco cómo van las traducciones y alguna tontería: naikiaradra.
Los personajes y todo lo reconocible es de la autoría de JK Rowling y Disney, la historia es de HufflepuffMommy.
Traducción oficial autorizada.
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Libre.
Esa fue la única palabra que se registró en la mente de Draco. Era. Libre.
Una mano le dio una palmada en la espalda, sacándolo de su asombro. Uno de sus amigos que estaba sentado detrás de él, Blaise Zabini, decía algo sobre una fiesta y lo único que Draco pudo hacer fue asentir antes de que una sonrisa se dibujara lentamente en su cara.
Nunca sabría cómo lo hicieron Potter y Granger, pero de algún modo su testimonio cambió el curso de su futuro. Sabía, sin lugar a dudas, que iba a pasar el resto de sus días en Azkaban por todas las fechorías que había cometido durante la Guerra Mágica. Al parecer, casi todo el público que asistía a su juicio pensaba lo mismo, ya que se oían murmullos tan fuertes que nadie se dio cuenta de que el juez estaba golpeando su mazo, intentando que la sala volviera al orden.
—¡Orden! ¡ORDEN! —gritó el juez—. Oh, por el amor de Merlín... —Levantó su varita y se apuntó a la garganta—. Sonorus. ¡ORDEN!
Todos los presentes se callaron a la vez y volvieron a centrar su atención en el Magistrado del Ministerio.
—Sí, bueno, ahora que tengo la atención de todos, quería recordarle al señor Malfoy que, aunque esté libre de Azkaban, aún habrá repercusiones por sus acciones.
Draco recompuso sus facciones y asintió solemnemente.
—Sí, señor. Por supuesto.
—La primera, —continuó el juez—, es que usted y su familia paguen la suma de cien mil galones para ayudar a reparar los daños causados por la Guerra.
Draco asintió y miró a su madre, que estaba sentada a su izquierda. Ella le dedicó una sonrisa tranquilizadora y asintió con la cabeza antes de que él volviera a prestar atención al juez.
—También tendrá que mantenerse alejado de cualquier problema durante los próximos cinco años. Si alguien le ve haciendo algún tipo de fechoría o alboroto acabará en una celda, ¿comprende, joven?
Draco tragó saliva y asintió.
—Bien. Y, por último, recibirá la visita de un funcionario del Ministerio para revisiones obligatorias al menos una vez al año; más si lo consideramos oportuno.
Draco asintió una vez más.
—Sí, señor. Entiendo.
El juez le hizo un gesto con la cabeza.
—Puede retirarse, señor Malfoy. Esperemos no volver a verle por aquí. —Golpeó el mazo una última vez, dando por terminada la sesión.
—
El resto del día fue un borrón para Draco; fiel a la palabra de Blaise, celebraron una fiesta que duró casi veinticuatro horas. Hubo mucha bebida, comida, baile y aún más bebida por toda la mansión. Al final, Narcissa se hartó y echó a todo el mundo. Por primera vez desde que terminó el juicio, Draco pudo irse a dormir, y esta vez estaba lo bastante relajado como para saber que no tendría pesadillas en una celda fría y oscura.
Narcissa esperó hasta las nueve de la mañana siguiente para entrar en el dormitorio de su hijo y dirigió la varita hacia las cortinas que proyectaban la brillante luz del sol por toda la habitación.
Draco siseó y se echó una almohada a la cara.
—Madre, ¿podrías ser tan amable de cerrar las cortinas?
—Draco, ya has dormido bastante. Me voy dentro de una hora y quería hablar contigo antes de hacerlo.
—¿Te vas? —preguntó Draco, apartándose la almohada de la cara. Entrecerró los ojos a la luz del sol, que brillaba detrás de su madre—. ¿A dónde vas?
—He decidido que me mudo a Francia. Allí tenemos ese pequeño castillo que me vendrá mejor para vivir.
Draco se incorporó sobre los codos, con la confusión grabada en las cejas.
—¿Te mudas allí?
—Sí, Draco. La mansión, es simplemente... —Cerró los ojos y frunció los labios—: Es que ya no puedo vivir aquí.
Draco frunció ligeramente el ceño, pero asintió. No culpaba a su madre; en los últimos años habían ocurrido muchas cosas horribles entre los muros de la mansión. Sin embargo, estaba seguro de que aquel movimiento se debía más a que su padre había perecido en Azkaban que a otra cosa.
Volvió a recostarse en la almohada, cerró los ojos y suspiró.
—Bueno, haz lo que tengas que hacer. Yo voy a dormir unas horas más. Mándame una lechuza cuando te hayas instalado.
Narcissa enarcó una ceja mirando a su hijo.
—Me aseguraré de hacerlo. —Empezó a caminar hacia la puerta, antes de detenerse y volver a mirar a su hijo—. No olvides ir hoy a Gringotts y sacar el dinero para el...
—Madre. Lo sé. Lo haré más tarde. Por ahora, pienso tumbarme en esta cama hasta que me apetezca levantarme. —Cerró los ojos y se acurrucó en la almohada—. Dile a Millie que te ayude a llevar lo que necesites al castillo, pero asegúrate de que vuelva antes de la hora de cenar.
Narcissa frunció los labios al ver a su hijo, suspiró para sus adentros y luego asintió, aunque él no podía ver.
—Por supuesto. Duerme bien, hijo mío.
Draco murmuró algo mientras ella cerraba silenciosamente la puerta tras de sí.
—
Era mediodía cuando Draco por fin se levantó de la cama. Bostezó y se estiró, sonriendo para sí mismo. Se sentía como un hombre nuevo. Un hombre nuevo y libre. Por fin podía salir solo de la mansión e ir y hacer lo que quisiera. La voz de su madre sonó en su mente, recordándole que debía ir a Gringotts. Comprobando la hora, supo que aún le quedaban horas para llegar antes del cierre. Se levantó, se quitó el pijama, dejándolo en el suelo para que lo recogiera un elfo doméstico, y se dirigió al gran cuarto de baño para darse una ducha caliente y tranquila.
—
Draco refunfuñaba mientras caminaba por las frías calles del Callejón Diagon. Estar en arresto domiciliario mientras lo juzgaban le hacía olvidar que el tiempo había cambiado del caluroso verano al frío invierno. Hoy se había tomado su tiempo, primero con una larga ducha y luego con una comida extravagante, ahora que había recuperado el apetito. Una llamada Flu con Blaise, haciendo planes para otra fiesta más tarde esa noche le hizo perder la noción del tiempo. Solo tenía treinta minutos para llegar a Gringotts antes de que cerrara.
Cerrando los ojos contra el frío viento, no vio a la anciana bruja que vendía rosas en un lado de la calle. Chocó contra ella y estuvo a punto de tirarla al suelo junto con las rosas.
—¡Mire por dónde va! —le ladró, sin detenerse a ver si estaba bien.
Su nudosa mano se aferró a la mesa para estabilizarse mientras lo veía alejarse. Con una mirada fulminante, sacudió la cabeza y murmuró para sus adentros mientras enderezaba algunas de las flores que habían sido derribadas, agitando la varita sobre ellas para que resplandecieran.
—
—Draco, querido, no me gusta nada toda esta juerga que estás montando, —dijo Narcissa con su voz más desaprobadora. Llevaba una semana fuera y, aparte de una breve carta después de mudarse a su nueva casa, no había tenido noticias de su hijo. Cuando decidió ir a ver cómo estaba, lo encontró desmayado, durmiendo en uno de los sillones de la sala de estar, con el pelo revuelto y la ropa puesta del día anterior. La habitación estaba ordenada, pero eso se debía a que los elfos domésticos habían limpiado después de que se marcharan todos los invitados.
Una vez que despertó a su hijo e hizo que prepararan té, se acomodó en uno de los sillones, sorbiendo su té con delicadeza mientras Draco miraba el suyo, refunfuñando.
—Madre, soy un hombre adulto...
—¿Hombre adulto? Por favor, Draco. Solo tienes dieciocho años, —dijo ella en voz baja.
—Sí, bueno, eso no parecía molestarte cuando tenía 17 y tenía esto marcado en mí, —dijo, subiéndose la manga y extendiendo el brazo para que su madre pudiera ver la Marca Tenebrosa en su piel.
Dejó el té y se aclaró la garganta.
—Sabes muy bien que yo no quería que te marcaran. Eso fue obra de tu padre. Además, con el Señor Oscuro...
—No le llames así, —gruñó Draco—, no era ningún Señor.
—Bien, con Voldemort viviendo aquí, no parecía que tuviéramos elección, ¿verdad? —dijo ella.
Volvió a cubrirse el brazo, ignoró su comentario y dio un largo sorbo a su té.
—¿Por qué estás aquí, madre? Creía que ya no soportabas estar aquí.
—Dije que no podría vivir aquí, nunca dije que no podría, o no lo haría, visitarte. Además, tal vez si escribieras a tu querida madre de vez en cuando, no tendría que recurrir a venir sin avisar para ver cómo estás.
—Bueno, ya lo has comprobado, estoy vivo, —cerró los ojos y se frotó las sienes.
Resopló en voz baja y sacó un frasco del bolsillo.
—Toma. Seguro que te ayuda con la resaca.
Draco cogió el frasco, lo destapó y se bebió el contenido de un trago.
—Gracias, —dijo, cerrando los ojos y recostándose en el sofá.
—Oh, ¿así que mi hijo recuerda sus modales? Es bueno saberlo, —dijo secamente.
Draco sonrió satisfecho, con los ojos aún cerrados.
—Sí, madre. Es difícil perder todo el entrenamiento que me han inculcado. —Abrió los ojos y la miró, sintiéndose mejor ahora que la poción estaba haciendo efecto en su organismo—. ¿Te quedas a cenar?
Enarcó una ceja hacia él.
Puso los ojos en blanco, pero sonrió.
—Lo siento, quiero decir, madre, ¿me acompañas a cenar?
Narcissa asintió.
—Estaré encantada.
—
Cuando él y su madre hubieron cenado y estaban a punto de retirarse a la sala de estar para despedirse, llamaron a la puerta de la mansión. Un momento después, un pequeño elfo doméstico apareció en la habitación con un leve pop.
—Siento interrumpir al Amo Draco y a la Ama Narcissa, pero hay una mujer en la puerta preguntando por los dos...
—¿Una mujer dices? —dijo Draco, con una ceja levantada. Volvió a mirar a su madre—. Iré a ver quién es si quieres volver.
Ella asintió a Draco y le besó la mejilla antes de caminar hacia la chimenea de gran tamaño, mientras Draco se dirigía a la entrada. Al abrir la puerta del todo, se encontró con una mujer bajita y anciana, cubierta de arrugas y empapada de pies a cabeza por la lluvia que al parecer había comenzado.
—¿Puedo... ayudarla? —preguntó, arrugando la nariz al verla y olerla.
—Oh, sí, —chirrió la señora, mirándole a la cara—. Me preguntaba si podría entrar para secarme y quizás tomar un poco de té para entrar en calor. A cambio, tengo esta rosa encantada que podría ofrecerle. —Sacó una rosa roja que brillaba ligeramente en su mano y se la tendió.
Las arrugas alrededor de los ojos y los labios se arrugaron cuando ella le sonrió, pero Draco frunció el ceño, negando con la cabeza.
—No, no lo creo. Dejaría el suelo empapado, por no mencionar que el olor que desprende probablemente perdurará en la casa horas después de que se haya ido. Además, ¿qué iba a hacer yo con una rosa resplandeciente? —se burló.
La mujer le dirigió una mirada suplicante.
—Por favor, joven... Le prometo que no le causaré problemas. Y la rosa es...
Draco la interrumpió levantando una mano y luego la miró fijamente por un momento, dirigiéndole una mirada dura.
—Eres la vieja del Callejón Diagon de la otra semana. La que chocó conmigo y casi me derriba.
Ella negó con la cabeza, pero Draco la cortó una vez más.
—Sí, eras tú. Reconocería tu cara y tu hedor en cualquier parte, —escupió.
—No te dejes engañar por las apariencias, jovencito, —dijo la vieja bruja—. La belleza se encuentra en el interior.
Draco soltó una risita.
—¿Sí? Bueno, no me importa. Ve a obsequiarle tu belleza a alguien más.
Estaba a punto de cerrarle la puerta a la anciana, cuando una luz brillante la rodeó y Draco tuvo que cerrar los ojos mientras la luz se hacía más intensa. Cuando volvió a abrirlos, una bellísima mujer de larga melena rubia estaba de pie ante él. Parecía irradiar una suave luz a su alrededor.
—¿Qué... Quién... Quién eres? —preguntó—. ¿Qué le pasó a esa vieja bruja?
La mujer hizo una mueca y sacudió la cabeza.
—Yo soy esa anciana, Draco Malfoy. Y tú, eres un joven cruel y sin corazón.
—Mira, lo siento, —dijo Draco, abriendo la puerta del todo—. ¿Por qué no entras? Me disculparé profusamente, haré que nuestro elfo te prepare el mejor té y todos podremos dejar esto atrás. —Le mostró su característica y encantadora sonrisa Malfoy.
—Tu encanto no funcionará esta vez. Tienes que aprender que lo que eres por fuera no es un reflejo de lo que eres por dentro. Por la presente te impongo una maldición...
—¿Una maldición? Pero...
Esta vez, ella le cortó, hablando más alto.
—Una maldición que te transformará en la bestia como la que actúas. Una maldición que solo puede romperse con amor verdadero. Si eres capaz de aprender a amar a una mujer y ganarte a cambio su amor, la maldición se romperá. De lo contrario, estarás condenado a seguir siendo una bestia para siempre.
—Espera... —dijo Draco, casi suplicante, deseando no haber dejado su varita en la otra habitación, dejándolo indefenso.
Pero ya era demasiado tarde. La bruja lanzó su hechizo. Draco cayó al suelo con un dolor agonizante mientras su cuerpo se transformaba. Lo último que vio antes de desmayarse fue su mano, agrandada y cubierta de pelaje rubio claro.
