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Capítulo 9


El viaje de bodas fue inigualable. Había sido el perfecto cuento de hadas hecho realidad. Un sueño de amor que llevarían esculpido por siempre en el alma.

Los duques se detuvieron en Jersey para visitar a los padres de la duquesa. Quienes estaban felices y ansiosos por volver a verlos. Fueron varios meses los que estuvieron ausentes; no obstante, mantuvieron la comunicación por medio de cartas, las cuales llegaban cada cierto tiempo para saber cómo se encontraban.

La condesa estaba agradecida por tenerlos en su casa; así que, preparó un banquete de bienvenida para recibir al matrimonio Jaeger.

—Madre, muchas gracias. —Mikasa abrazó con amor a su progenitora. Sintiendo en sus brazos ese calor de madre que tanto le hacía falta—. No te hubieras molestado.

—Tú y tu esposo nunca serán una molestia —le dijo, haciendo un gesto para que se sentaran. El conde la cogió de la mano para que ella también tomara asiento—. Vuestra casa tiene nuevamente vida, gracias a vuestra presencia.

—Te extrañamos mucho, Mikasa —espetó Levi con una disimulada sonrisa en los labios—. A ti también, Eren.

—Y nosotros a ustedes. —Eren sonrió. Se sentía feliz de estar en casa; porque esa era su casa. La familia de su esposa también era su familia—. El próximo año pensamos volver a pasar una temporada en Somerset, y me encantaría que pudiesen acompañarnos. Sería un honor recibirlos en vuestra casa.

—Gracias por la invitación. Hablaremos con calma para organizar las fechas de las próximas temporadas; de esa manera podremos saber si podemos acompañarles —expresó el conde, quien vio de soslayo el brillo en la mirada de su esposa. A la condesa le encantó la idea y él quería complacerla. Sin embargo, debía dejar todo en orden para no descuidar su región—. Y cuéntanos, Mikasa, ¿cómo han sido tus primeros meses como duquesa? Según lo que me comentó tu madre, has sido muy bien aceptada.

—Sí, así es, padre. Las familias de Somerset me han recibido muy bien y me han permitido exponerles mis ideas para hacer crecer la comunidad —contó, orgullosa. Realmente se sentía feliz y agradecida por todo lo que les había aportado a las familias de dicha región—. Eren me motivó a presentar un plan de trabajo para las mujeres, el cual las hace sentirse productivas sin descuidar las labores del hogar.

El conde se sintió complacido al escuchar el discurso que discernió su princesa, ya que su expresiva mirada irradió emoción en cada palabra que le contó. Él estaba orgulloso por la crianza que le había dado, pues la había formado —de la mano de la condesa— para ser una mujer fuerte y valiente. Una dama de sociedad que se pudiera defender ante una aristocracia tan cerrada en la que, en pleno siglo XIX, seguía pensando que la mujer era una muñeca de porcelana.

Qué tontos eran todos aquellos que creían que una fémina solamente servía para adornar una casa. Cuando ellas, muchas veces, podían resolver asuntos que ni cien hombres juntos habrían solucionado.

Levi entrelazó sus dedos con los de su esposa, y le obsequió una mirada. En la que le transmitió lo feliz que se encontraba; mensaje que la condesa recibió y agradeció, pues comprobó que juntos habían formado a un excelente ser humano.

—Mikasa ha sido una bendición para la comunidad y, sobre todo, para mi vida —confesó el duque, besando con ternura la mano de su esposa—. Ella ha llenado de luz los hogares de Somerset y estoy seguro que hará lo mismo con las familias de Cornawall.

—¡Eso no lo dudes! —exclamó la condesa—. Eren, hay algo que queremos decirte. —Hange observó a su esposo. Él aprobó lo que ella quería exteriorizar; así que, prosiguió—: Queremos agradecerte que seas tan buen esposo con Mikasa —declaró con franqueza—. Como padres, buscamos a la persona idónea para ser el compañero de vida de vuestra pequeña, y tú nos has demostrado con creces que eres el indicado. Otro marido la habría limitado y la habría dejado en casa, ocupándose de las labores cotidianas. Sin embargo, tú la has alentado a exponer lo que piensa y lo que siente. Y eso, en estos tiempos, no cualquiera lo hace. Nos sentimos felices de saber que tomamos la decisión correcta.

El duque se quedó sin palabras, ya que nunca se imaginó que sus suegros pensaran de esa manera sobre él. No obstante, le llegó al corazón, pues le quedó claro que para todos era evidente que cada acción que realizaba la hacía con amor. Ya que su único objetivo era hacer feliz a la preciosa mujer que tenía a su lado.

Su esposa era el ángel de su vida; la luz que iluminaba sus días, y la única razón para querer ser mejor cada día. El duque viviría para hacerla sonreír eternamente.

—Me honran sus palabras, milady —hizo una pequeña reverencia—. Conde, condesa; yo les prometí que protegería a vuestra hija con mi vida, si fuese necesario —arguyó con honestidad. Clavando sus esmeraldas en los orbes de sus suegros—. Mikasa tiene todo mi apoyo y consentimiento para hacer lo que le plazca, ya que pienso, fehacientemente, que su opinión y su buen juicio son indispensables para mí al momento de tomar decisiones. Mi padre siempre consultó a mi madre ante cualquier circunstancia y ambos llevaron un matrimonio exitoso. Por lo tanto, deseo lo mismo para vuestro matrimonio —sonrió. Él sabía que sus suegros también poseían esa misma filosofía de vida—. Además, ustedes son un ejemplo a seguir. Si algo anhelo, es que nosotros podamos tener esa compenetración que ustedes tienen, ya que se pueden comunicar hasta con una sola mirada.

—Eres muy observador, Eren —musitó el conde. A Levi le agradó que su yerno se fijara hasta en el más mínimo detalle. Confirmándole la buena educación que había recibido de sus padres—. Por cierto, el señor Arlet vino a visitarme, me comentó sobre un nuevo proyecto que tienen en mente y me invitó a formar parte. La verdad, me parece una propuesta interesante.

—Me alegra escucharlo, me encantaría contar con su experiencia, milord —expuso, agradecido. Su suegro era un hombre instruido y su conocimiento sería fundamental para lo que quería realizar—. Si gusta, le puedo contar cómo inició la idea.

—Por supuesto, me inte-

—Será después del almuerzo —sentenció la condesa, pues si dejaba que su marido y su yerno conversaran en la mesa, comerían hasta la cena. Y la hora de la comida debía ser respetada—. ¿Estás de acuerdo, Mikasa?

—De acuerdo, madre. Luego de almorzar, ustedes podrán conversar lo que deseen; mientras nosotras hablamos de nuestros asuntos —anunció la duquesa. Su elegancia y sofisticación, eclipsó al duque; ya que Eren se perdió en la intensidad de su mirada—. Además, debo recoger algunas pertenencias y preguntarle a Sasha si está lista para irse conmigo a su nueva casa.

—Lo está, querida; lo está. Hace mucho que tiene preparadas sus maletas —afirmó Hange, antes de llamar a su mayordomo—. Erwin, ¿podrías pedir que sirvan el almuerzo, por favor?

—Como usted ordene, milady.

El hombre se marchó haciendo una gentil reverencia a sus señores. Mientras las parejas seguían conversando.

Esa tarde, al parecer, se pasaría muy rápido.

Los duques estaban complacidos por estar en casa, y los condes se encontraban felices de atender a sus hijos. Era un momento maravilloso el que se vivía cada vez que la familia estaba reunida.


Salieron de la mansión Jersey para dirigirse a su residencia.

Los duques iban en su carruaje, mientras el ejército que los acompañó durante todo el viaje los escoltaba hacia su destino. Además, la dama de compañía de la duquesa se había unido a la travesía, pues debía estar siempre donde estuviese su señora.

Sasha iba acompañada en otro carruaje por el mayordomo del duque; quien viajó a Somerset, exclusivamente, para atender personalmente a sus señores. Reiner era un hombre muy responsable que no dejaría el cuidado de su excelencia ante cualquier lacayo.

El camino hasta Cornawall era relativamente corto; así que, pronto estarían dentro de los límites de la región.

En pocos minutos, la duquesa llegaría a su nuevo hogar.

—Mikasa, ¿estás nerviosa? —inquirió, al percibir cómo su esposa jugueteaba con sus dedos. En los meses que llevaba a su lado, había aprendido a conocer sus diferentes estados de ánimo—. Dime, ¿qué es lo que te inquieta?

—Bueno —suspiró, desviando la mirada hacia la ventana—, me preocupa cómo me va a recibir tu familia. Ya que no tuvimos la oportunidad de convivir como me hubiese gustado.

—Entiendo. —Eren se levantó de su asiento para sentarse al lado de su mujer. A pesar de estar solos en el carruaje, el que fuese sentado enfrente lo hacía sentirse distante, y para él era importante todo lo que le pasara a su esposa. Como su marido, debía asegurarle que no tenía nada de qué preocuparse—. Sin embargo, todos están ansiosos por tu llegada. Comprendo que te sientas así, ya que apenas conversaste con Armin y Annie. No obstante, ellos son lo que han sabido siempre del gran amor que siento por ti —sonrió—. Mikasa, no debes angustiarte. Tú eres la señora de la casa. La duquesa. Mi duquesa. La única que puede hacer y deshacer a su antojo dentro de la residencia.

—Eso es lo que me preocupa —confesó con sinceridad. La azabache sabía perfectamente todo lo que su esposo le acaba de decir. Sin embargo, también estaba consciente que, mientras no hubo una dueña de casa, la esposa de su primo había asumido ese papel y, a decir verdad, quería evitar cualquier tipo de disturbios por esos cambios de posición—. No me gustaría que Annie se sintiera desplazada por mi presencia. Cuando sé que ella ha estado al mando desde que se fueron a vivir contigo —espetó, mirando fijamente a su marido—. Agradezco que sean tan unido a tu familia, ya que vuestra compañía te ha ayudado a mitigar las pérdidas. No obstante, quisiera ir poco a poco, asumiendo mis responsabilidades. Así, evitamos tener conflictos innecesarios.

—Mikasa, tú eres la duquesa —le recordó, acariciándole con ternura la mejilla—. Mi esposa eres tú.

Él comprendía perfectamente lo que acababa de expresarle, pero también necesitaba que ella comprendiera que no tenía por qué sentir miedo. Sobre todo, cuando él ya había dejado en claro quién sería la única que podría dar órdenes en su vida.

Eren estaba agradecido con su familia. Estaba feliz de tenerlos viviendo en su casa; pues el duque siempre vio a Armin como su hermano. Título que también adquirió Annie al casarse con su primo. No obstante, su prioridad era la familia que él mismo había formado. Su esposa era su todo, era su hogar y el amor de su vida.

Para él, nada ni nadie era más importante. Por lo tanto, fue muy claro cuando les compartió a todos que iba a casarse. Y no dudó en afirmarles que, desde el momento en el que su esposa llegase a Cornawall, sus decisiones y mandatos debían acatarse. Sin importar que alguien quisiese refutarle.

»—Siempre tendrás mi apoyo incondicional. Además, ya te he visto ejercer tus labores como duquesa y, déjame decirte un secreto —musitó cerca de su oído—: eres maravillosa. Tú naciste para ser una reina. Mi reina —susurró—. Posees un espíritu muy noble, pero, sobre todo, eres gentil y servicial. Es por ello que no debes dudar de tu capacidad, todos quedaran encantados contigo.

—Gracias, Eren. —La duquesa depositó un pequeño beso en la comisura de sus labios—. Gracias por darme la seguridad que necesitaba. Eres mi fuerza

—Y tú mi completo. —La besó, transmitiendo en ese íntimo gesto todo su amor—. Nunca lo olvides.

Mikasa sonrió y se acurrucó en el pecho de su marido. Eren la abrazó, rodeándola con sus brazos. La duquesa cerró los ojos y aspiró de su aroma. Esa esencia, su esencia, la relajó; y le recordó que ese cálido espacio era su lugar seguro.

Su esposo era todo lo que ella necesitaba para sentirse protegida y amada.


Llegaron a la mansión Cornawall, y la pareja fue recibida por el matrimonio Arlet, el personal de servicio y todos los encargados de la vivienda.

Eren había entrado a la residencia de la mano de su esposa, seguido muy de cerca por la dama de compañía de la duquesa y su mayordomo. Al ingresar, el primo del duque y su mujer los acompañaron al salón familiar para conversar y descansar un poco. Era la primera vez que se reunían todos a charlar; no obstante, pronto hallaron un tema idóneo para compartir.

Los duques comentaron algunos detalles sobre su viaje de bodas, el cual había sido perfecto. Eren y Mikasa expresaron lo hermoso que la pasaron esos meses que estuvieron retirados, ya que su aventura romántica había sido un completo cuento de hadas. Sus familiares estaban complacidos, escuchando atentamente lo que les estaban relatando; así que, dejaron que terminaran de contar su historia sin hacer ni una sola pausa. Después ellos podrían exponer —específicamente, Armin— cómo pasaron esos días al frente de la región.

La comunidad de Cornawall había prosperado mucho en esos meses, y eso se debió al buen juicio que tuvo su líder sustituto. Armin ejerció como todo un noble, como si él hubiese portado el título nobiliario desde que se hubiese heredado.

El duque estaba agradecido, pues escuchar a su primo comentar sobre los proyectos que echaron a andar mientras él se encontraba de viaje; le confirmó que había tomado la decisión correcta, pues nadie mejor que Armin para tomar el mando. El resultado había sido mejor de lo esperado y eso le llenó de orgullo el corazón. Para él, su gente era muy importante, ya que los consideraba a todos como si fuesen su propia familia.

La charla se extendió tanto, que no se percataron que ya había llegado la hora de la cena.

Las parejas salieron del salón, escoltadas por sus respectivos acompañantes. Llegaron al gran comedor y fueron recibidos por el exquisito olor del estofado recién servido.

Mikasa se sorprendió, ya que nunca se imaginó que ese salón fuese tan grande. La mesa era para albergar, aproximadamente, a unas cincuenta personas. Parecía que, en la casa de su marido, viviese una enorme familia; sin embargo, era todo lo contrario, pues él, únicamente contaba con sus primos. Aunque, quizá los antepasados de su esposo si tenían muchos integrantes para llenar el comedor. Honestamente, no lo sabía, ya que todavía había ciertos aspectos que desconocía; no obstante, pronto lo averiguaría.

Eren la tomó de la mano para ayudarla a sentarse a su lado, mientras los Arlet se ubicaban frente a los recién casados. El duque hizo una leve señal con los dedos, que fue suficiente para tener ahí a todos sus sirvientes.

Reiner se encargó de distribuir a los lacayos para que pudiesen servir a sus señores como era debido. Los sirvientes acataron la orden inmediatamente, y se dispusieron a servir a sus excelencias como lo tenían merecidos. Ellos, aún no conocían a la nueva duquesa; sin embargo, el duque se miraba completamente enamorado, y eso era suficiente para que ellos le rindieran honor a su señora.

Los lacayos eran muy leales al ducado. No obstante, también tenían lealtad con los otros familiares; pues desde que los Arlet llegaron, se habían ganado su respeto.

La cena estuvo deliciosa. A la altura del recibimiento de la nueva duquesa. La única señora de la casa.

Las parejas se quedaron un poco más en el comedor conversando, aprovechando para continuar con la plática que habían dejado cuando llegó la hora de la cena.

Eren y Mikasa estaban riendo a carcajadas, escuchando algunas anécdotas que vivió Armin en la ausencia de su primo. Parecía como si la azabache hubiese convivido con Arlet de toda la vida, ya que rápidamente se sintió en confianza; sin embargo, no todo era armonía, ya que la esposa del rubio se veía disgustaba. Annie tenía un semblante estoico, su expresión no develaba qué era realmente lo que le sucedía. No obstante, su marido la conocía perfectamente, y sabía muy bien qué era lo que le causaba esa postura.

Arlet no deseaba que la primera noche de los recién casados en la mansión, se empañara con una discusión sin sentido; así que, sutilmente se apartó con su esposa, alegando que había olvidado decirle algo importante. La pareja se retiró un momento del comedor, pidiendo el rubio todas las disculpas correspondientes al caso. El duque no refutó, pues se imaginó lo que estaba pasando y agradeció en silencio que su primo fuese tan considerado con él y con su amada.

Sin embargo, la duquesa se sintió extraña, ya que el semblante de molestia se intensificaba en la mujer, cada vez que ella hablaba. Parecía que no le agradaba a la esposa de Armin, pero su incertidumbre era, ¿por qué? Ellas apenas habían intercambiado una que otra palabra. Mikasa nunca le había hecho nada; no obstante, eso la llevó a la conversación que tuvo con su esposo durante el trayecto hacia la mansión. Ya que, al parecer, ella sí se sintió desplazada.

Mikasa estaba por decirle lo que sentía a su marido cuando Armin volvió al gran comedor. El hombre se disculpó y les comentó que su esposa se retiró, ya que un fuerte dolor de cabeza la dejó indispuesta. Eren lo reconfortó, diciéndole que no se preocupara. El rubio agradeció y siguió con la conversación que habían pausado.

La duquesa los observó, y se percató que algo cambió en la mirada de su cónyuge; no obstante, no le comentó nada, simplemente, continuó con la plática. Ya le preguntaría con más calma a su marido cuando estuviesen en la recámara.

Realmente, quería evitar cualquier tipo de disputa que fuese por su causa.


La duquesa se retiró a sus aposentos, luego de pasar una amena velada con su esposo y Armin. Los hombres se marcharon al despacho del duque para conversar un poco más sobre algunos asuntos relacionados con los proyectos, los cuales también le interesaban a Mikasa; sin embargo, el viaje había sido tan largo que necesitaba descansar lo que quedase de la noche.

—Excelencia, sígame, por favor. Es por aquí —le indicó el ama de llaves. Una mujer intrigante, de mediana estatura y semblante estoico. Similar a la expresión de la esposa de Armin—. Sus pertenencias llegaron hace varios meses, pero no quisimos tocarlas, hasta que, usted lo indicara.

—Gracias, muy amable —contestó, tranquila. A pesar de sentir la mirada fría del ama de llaves—. Sasha, ven conmigo.

—Por supuesto, mi señora. —La doncella tomó las pertenencias personales de la duquesa, y la siguió muy de cerca para no perderse del camino. Sasha estaba consciente que era su única dama de confianza.

El ama de llaves la llevó por un largo pasillo, el cual se encontraba en la parte alta de la mansión —dicho pasillo parecía no tener fin—. De repente, la mujer se detuvo, para pedirle que la acompañara a la habitación que se encontraba en el fondo. Ahí era donde yacían los aposentos de la duquesa.

Mikasa entró a la habitación y se sorprendió con la maravillosa decoración. Era como si se hubiese transportado a otra época. Época en la que el romanticismo prevaleció, ya que sus paredes y sus adornos le evocaban ese hermoso momento de la historia.

—Duquesa, aquí están sus pertenencias —anunció el ama de llaves, quien señaló cada uno de los baúles que estaban ordenados en la habitación—. Por acá está el tocador y aquí está un pequeño estudio. Además, este es el balcón y también hay un rincón destinado a-

—¿Dónde están las pertenencias de mi marido? —inquirió, cuando se percató que el armario se encontraba vacío—. ¿Por qué no está su ropa colgada en este mueble?

—Eso es porque su excelencia duerme en otra habitación —informó la mujer, como si se tratase de cualquier asunto sin relevancia; pues ella continuó como si nada, mostrándole la alcoba—. Duquesa, acá está-

—Pieck, quiero que mis cosas sean trasladadas a primera hora por la mañana a la habitación del duque —espetó, irritada. La azabache no quería levantarle la voz, pero la actitud del ama de llaves la obligó a hacerlo, pues ella no dormiría en otro lecho que no fuese el de su esposo—. Ahora, ¿podrías indicarme dónde está la alcoba de mi marido?

—Se encuentra al otro lado. Está de extremo a extremo —indicó, frunciendo el ceño. Era una altanería que se negase a dormir en la antigua habitación de su señora. Sería posible que, ¿el duque no le hubiese informado las normas de la casa? ¿Acaso ella no estaba enterada que sus antiguos señores dormían en cuartos separados?—. Pero esta es la recámara de la duquesa. Ha sido así, desde el inicio del ducado y jamás ha cambiado. Usted debe dormir aquí porque este es su espacio. Solamente el duque puede decidir qué noche usted le hará compañía.

—Comprendo, pero tengo que discrepar en esto que me estás diciendo. Yo dormiré al lado de mi marido —sentenció. Bajo ninguna circunstancia cambiaría de opinión.

¡Por Dios! ¡¿Era tan difícil de entender su petición?! No, por supuesto que no. Ella sabía perfectamente bien que los matrimonios de la aristocracia tenían habitaciones separadas, pues era una costumbre que los cónyuges conservaran su espacio. Así podrían tener un poco de privacidad cada vez que lo desearan.

Sin embargo, la tradición era que las recámaras estuviesen al lado, ya que, de esta manera, nadie se enteraría cuando compartiesen el lecho. No obstante, en la mansión de su marido todo era diferente. Al parecer, ahí la pareja dormía separada y, no solo por una pared, sino por un largo pasillo de distancia.

Distancia que no estaba dispuesta a soportar bajo ningún argumento. Ella era la duquesa, la dueña de esta casa y, si bien no quería abusar de su autoridad, dejaría en claro quién era la única que mandaba. Por algo su marido le había dado su respaldo.

»—Sasha, toma esta valija. —Le pasó un pequeño cofre a su dama de compañía—. También lleva esto —indicó, señalando un joyero que descansaba en la mesita de la cama—. Lo demás, se quedará aquí. No lo necesito en este momento.

—Como usted ordene, milady —Sasha cogió con sus manos todo lo que le pidió su señora. Pasando por enfrente del ama de llaves, quien solo le obsequió una penetrante mirada. Gesto que la doncella ignoró, volteando el rostro—. Ya tengo todo, mi señora.

—Bien, nos vamos —declaró—. Permiso.

La duquesa giró la perilla del umbral para salir de la habitación, ya que no quería pasar ni un minuto más en el mismo espacio en el que se encontraba esa irrespetuosa mujer. Abrió la puerta y cuando estuvo a punto de retirarse, escuchó un murmullo.

—Insolente, ¿quién se cree qué es para despreciar la habitación de mi señora? —balbuceó Pieck, sin percatarse que su susurro fue escuchado.

—Tu señora. A quien te guste o no le debes respeto —espetó, señalándose a sí misma—. La única duquesa de esta casa. A la que le tienes que servir con lealtad y fidelidad desde que me casé con tu señor —declaró, viendo directamente a los ojos del ama de llaves—. No sé qué tengas en mí contra o es que, simplemente, sigues muy apegada a las costumbres de tus antiguos señores. Pero conmigo las cosas serán muy diferentes —respiró con profundidad, inundando sus pulmones de aire fresco, antes de proseguir—: yo seré la única que decida qué norma seguiré y cuál no. Por lo tanto, me niego rotundamente a permanecer las noches separada de mi marido. Porque el duque es mi esposo. ¡Te quedó claro!

—Por supuesto, señora —masculló, sintiendo que su sangre hirvió al tener que soportar tanta altanería. Pieck quería preguntarle, ¿quién diablos se creía que era? Si hasta el momento era una recién aparecida; sin embargo, sabía que si lo hacía estaba perdida. Así que, trató de calmarse para no agravar la discusión—. Será como usted diga, excelencia.

—Sí, así será. Me alegra que ya lo estés comprendiendo —dijo, mientras se daba la vuelta para salir de la habitación. El aura en ese lugar se comenzó a sentir lúgubre desde que la dispuesta comenzó; y esa sensación le estaba robando la energía. Debía marcharse para no seguir sintiéndose tan afectada. Sin embargo, existía algo más que debía aclararle—. Sasha es mi dama de compañía; por lo tanto, ella dormirá en la misma planta que tú y el mayordomo. Entendido.

—Sí, excelencia. —Eso era el colmo de la desfachatez. ¡¿Cómo demonios pretendía que esa insípida gozase de los mismos privilegios que ellos dos?! Cuando en la mansión habían muchas doncellas que podían servirle y; además, que se habían criado dentro de las tradiciones de Cornawall. Las cuales parecía que habían desaparecido con la llegada de la nueva duquesa—. Yo misma prepararé su alcoba.

—Quiero que Reiner lo haga, si no te importa. —La mujer bajó la mirada y negó con la cabeza—. Perfecto. Entonces, que tengas dulces sueños.

«Usted también, duquesa. Ya veremos cuánto le dura esa soberbia» pensó Pieck, cuando se quedó sola en la habitación.

Continuará…


¿Cómo están?

Feliz inicio de año. Espero que este 2023 esté colmado de todo aquello que anhela su corazón.

Ahora sí, hablemos un poco de este nuevo capítulo. Como pudieron leer ya se terminó la luna de miel y; por lo tanto, nuestros duques han regresado a la realidad. Una que no es tan rosa como lo hubiese imaginado Mikasa.

La duquesa llegó a su nueva casa; sin embargo, su recibimiento no fue el mismo, al que tuvo en el hogar de la infancia de su amado.

¿Qué creen que vaya a pasar? Estaré atenta a sus teorías.

Mil gracias por su apoyo incondicional, no saben lo valioso que es para mí. Gracias por sus votos y comentarios.

Nos leemos pronto.

Los quiero.

GabyJA